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Una ventana frente a la fugacidad del Paisaje

Por: Olga Lucía Hurtado*

Fecha de publicación: 01/11/2022

La obra pictórica de Oscar Naranjo.

En el Taller del Artista, la ventana revela los vertiginosos lienzos que los días van dibujando frente a sus ojos, cargados de sugerencias, de desafíos, de derrotas estéticas o júbilos creativos, entre los cuales el artista va recopilando sus apuntes, sus matices, sus observaciones, para llevarnos a la obra propia, no como copia o reproducción, sino como reinterpretación y fusión interior.

Repasar la obra pictórica de Oscar Naranjo es reencontrar las variadas manifestaciones de un paisaje que nos identifica entre tantos entornos naturales del país; es recuperar nuestros cielos cambiantes, de azules intensos y grises borrascosos; es recorrer con deleite estético las insinuaciones del lienzo, que se van apropiando de lo múltiple del espacio inconmensurable, que por el trazo definido deja de ser realidad intangible y lejana, para humanizarse en la creación, enfrentada siempre al capricho de los elementos y a la ferocidad de su influencia.

En el legado de Oscar Naranjo hay una crónica visual de nuestros paisajes locales, una especie de reflexión pictórica del artista frente al entorno que habitó con regocijo y curiosidad durante tantos años, que nos enseña a mirar otra vez lo que creemos conocer, lo que miramos sin comprender por cotidiano y habitual, lo que acaece frente a nosotros sin la complicidad de nuestra emoción o el estímulo de nuestro asombro.

En su obra está, por ello, la fuerza inquietante de nuestro territorio; la presencia majestuosa de nuestras emblemáticas montañas; la callada pregunta por la correspondencia entre el ser humano y la naturaleza que lo sustenta y lo abruma; siempre el anhelante trazo en el manejo de la luz, el color y las atmósferas de sus desaforados atardeceres, que nos remiten –en esa perspectiva suya sobre la historia del Arte– a la invención del concepto de paisaje en Occidente, como  ventana que enmarca e ilumina.

En los ocasos, el artista meditaba frente a su ventana las labores del día, los temas de sus lecturas, los diálogos del Taller, sus vicisitudes como creador, buscando en la última luz de cada jornada los juegos cromáticos que fugaces aparecían y desaparecían en el horizonte, en esa evanescencia del tiempo vivido que finalmente se hace perceptible en su obra, gracias a la interiorización de su experiencia estética y a una sensibilidad peculiar que logró tantos equilibrios en sus lienzos, entre el sentimiento, la imaginación y el trabajo obsesivo.

No en vano sus palabras manifiestan su deuda creativa con nuestra ciudad:

A Manizales he querido darle lo mejor porque me ha brindado sus paisajes, sus atardeceres heredados de
su color, nevados y cordilleras que cantan a diario su reciedumbre y agresividades inconmensurables.

Un artista, aunque lo mueve un tema dominante, es un explorador que navega entre diferentes puertos, los bodegones, los quijotes, las batallas y muy especialmente el mundo taurino por su color y movimiento, fueron para Oscar temas recurrentes.

Dentro de ese vasto mundo de la expresión los momentos de introspección muda, la música y la poesía fueron su tabla de salvación, cabe recordar en una de las etapas de búsquedas, la cercanía que tuvo con el Canto General de Pablo Neruda, la obra de esta etapa se caracteriza por una tonalidad oscura, con figuras que brotan del fondo o paisajes en colores tierra con delicadas espigas en el primer plano, las cuales brotan y sus semillas germinan como un resurgir en una explosión de color que se manifiesta en su obra posterior.

*Artista Plástica.

Texto del catálogo de la exposición abierta en el Museo de Arte de Caldas.

Teatro Los Fundadores. Piso 1.

Entrada libre.