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Violencia contra la mujer en una sociedad violenta

Por: Juano Jurado *

Fecha de publicación: 21/10/2023

Todavía muchas personas siguen pensando que el problema de violencia contra la mujer es algo aislado, es algo que sólo le ocurren a ciertos estratos sociales y a personas con ciertas condiciones socio económicas y culturales que permiten que estos vejámenes se sigan presentando.

Tenemos en el imaginario colectivo, que la víctima de violencia es una mujer generalmente abnegada, poco dedicada a sí misma, de pocos recursos económicos, madre cabeza de familia y sin ningún tipo de oportunidad laboral para poder desarrollarse humana y profesionalmente.

Pero ahí, de frente, tenemos la realidad dándonos lecciones, enseñándonos que como seres humanos todavía vivimos en una sociedad llena de estereotipos y que cuando se trata de cuestiones criminales todavía seguimos perteneciendo a la escuela criminológica de Lombroso, donde las características para identificar a un delincuente nato estaban dictaminadas por cuestiones netamente físicas, como las características faciales y corporales de los sujetos. Pues ahora, parece que las víctimas en pleno siglo XXI también son víctimas por ser de un tamaño determinado, posición económica específica o por pertenecer a un grupo de personas que no tienen muchas oportunidades laborales y educativas.

Sin embargo, llegan hechos como los ocurridos con la Selección Española Femenina de Fútbol, jugadoras que, tras consagrarse campeonas en el año 2023, demostraron su fuerza y gallardía, mostraron sus habilidades deportivas y llevaron a las mujeres a los más alto de la élite del deporte masculino; comenzaron a ser víctimas de violencia de género desde unos micro escenarios de dominación masculina, donde todo se ha ido normalizando y ahora, nadie se acuerda de lo ocurrido.

Primero fue el mismo presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que sin autorización de la jugadora Jenni Hermoso la tomó de la cara y le robó un beso, en plena ceremonia de celebración. Después se supo que uno de los entrenadores de La Roja se pasó con otra de las integrantes del equipo en medio de la celebración de un gol en el certamen mundial.

Sumado a lo anterior, cuando las jugadoras denunciaron todos estos hechos y solicitaron respeto y justicia, el señor Rubiales presidente de la Real Federación Española de Fútbol, salió ante los medios de comunicación no a disculparse sobre lo ocurrido, sino a justificarlo y a explicar por qué debe verse este acto de agresión contra la mujer como algo que ocurre normal y constantemente en escenarios de alegría y celebración futbolística.

Ahora, si traemos la problemática a un contexto colombiano y latinoamericano, no estamos muy lejos de lo que sigue sucediendo a nivel mundial. Por este lado del mundo también la realidad nos enseña que las víctimas de violencia no son solo las mujeres en estado de vulnerabilidad. Se conoció cómo una joven colombiana de 18 años fue asesinada en México, esta mujer terminó siendo relacionada como sobrina del exministro de Hacienda de Colombia, José Manuel Restrepo.

Entonces debemos comprender que no se trata de un asunto aislado de algunos estratos socio económicos, que las mujeres que aparentemente están cerca de las élites mundiales o nacionales también son víctimas de violencia, y que como se vio solo en los casos aquí referenciados, la violencia contra las mujeres se evidencia desde pequeños espacios de interacción social como espacios de celebración, espacios laborales, contextos deportivos, hasta llegar a la más terrible manifestación de la violencia contra la mujer: el feminicidio.

Lo anterior se suma a una cifra de denuncias por violencia contra la mujer que, solo en Colombia durante la primera parte del año 2023 según medicina legal ya ascendían a 19.606 eventos de violencia intrafamiliar contra mujeres y 213 feminicidios.

En consecuencia, este es un recordatorio para que no dejemos de pensar en que estamos frente a una problemática latente y constante, comprendamos que países como Colombia y México siguen siendo de los principales territorios donde más se cometen actos de violencia contra las mujeres y los escenarios de poder no han permitido avances significativos en la protección de estas más allá de la creación burocrática con la creación de cargos, entidades o instituciones que luchan contra la violencia de género pero no promueven la libertad de la mujer.

Debemos comenzar a ser mucho más conscientes del problema de violencia que nos aqueja, no podemos seguir naturalizando la violencia y justificando que siempre ha sido así. Pero tampoco podemos llegar a puntos extremos de paranoia colectiva donde cualquier acto cotidiano se convierta en violencia psicológica o estructural.

El problema adicional a la violencia contra la mujer, es que los latinos, y específicamente los colombianos, nos acostumbramos a los escenarios violentos, creemos que la violencia es normal en la dinámica cotidiana de la vida: si voy a conducir un vehículo me preparo para ser violento con los que considero que no son buenos actores viales; si voy hacer un negocio, me preparo para amenazar y no dejarme de quien se quiera aprovechar, si voy al trabajo me van acosar, sí voy a estudiar me van hacer matoneo, si tengo alguna discapacidad me van a discriminar. Y así infinitamente.

Entonces tomamos otras situaciones no violentas y las hemos estado calificando de violencias simbólicas, porque dentro de nuestros contextos de violencia generalizada todo lo vemos como un acto violento: un halago es violencia, una invitación es violencia, un regalo es violencia, una atención es violencia, querer ayudar es violencia. Y es allí, donde nos ahogamos en una dinámica de nunca acabar, donde naturalizamos tanto ser una sociedad violenta que cualquier acto no violento le intentamos encontrar acomodo como una acción belicosa, solo porque se nos hace extraño que algo no lo sea. Siempre hay una malicia pensando en que se va a generar un daño.

Finalmente, podrán existir múltiples organismos e instrumentos jurídicos internacionales, nacionales, regionales y locales para erradicar la violencia contra la mujer. Pero, para sacar a una sociedad de la dinámica cotidiana de violencia, se necesitan actos reales humanos. Debe haber consensos emocionales colectivos que permitan situarnos en nuevos lugares de fortalecimiento para las relaciones sociales.

De nuevo, evitemos la importación de normas y de costumbres, que la globalización y la hiperculturalidad sean instrumentos adicionales para conocer que las problemáticas de violencia son internacionales, pero que las soluciones de erradicación deben responder a contextos específicos y no a la estandarización del comportamiento del hombre o de la mujer.

* Músico, compositor, abogado y docente de la Universidad de Manizales y de otras universidades. Especialista en Investigación Criminal y Magíster en Derecho. Doctorando en Literatura.

Octubre 2023