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Y hasta ahí todo iba muy bien: una crítica a la exposición Monstruos en Papel

Por: Tomás Marín Puerta*

Fecha de publicación: 22/04/2021

Sin título. Luis Ángel Rengifo

 ¿Cierto que estas como que no encajan con el resto? -Le pregunté a un amigo que me acompañaba mientras le señalaba los cuadros que teníamos al frente.

Jumm, pues no sé-. Me respondió.

En la espaciosa galería había solo siete personas, los protocolos de bioseguridad no permitían más. El COVID-19 había mantenido la sala de exposiciones del Centro Cultural del Banco de la República de Manizales cerrada por varios meses hasta el día 3 de marzo que se inauguró Monstruos en Papel, una curaduría de Nicolás Gómez Echeverri que reúne cuarenta y tres obras de once artistas latinoamericanos. La idea de la muestra era la de concebir un inventario de ‘monstruos’ sobre papel creados entre las décadas de 1960 y 1990 y que hicieran parte de la colección de arte del Banco. Hacía mucho tiempo que yo no iba a una exhibición de arte y esta se veía interesante, entonces invité a un par de amigos, hice la reserva en la página web del Banco y me puse el tapabocas.

El recorrido comenzaba en la pequeña sala de entrada con: dos grabados de unas figuras reptilianas devorando cuerpos de personas hechos por Luis Ángel Rengifo Muñoz, tres jinetes del apocalipsis de Augusto Rendón y los muy azules Hombre Corriendo de su Tierra 1 & 2 de Pedro Alcántara Herrán. Pasando al salón principal la guía nos invitaba a apreciar los catorce inquietantes grabados de Lorenzo Jaramillo que ocupaban completamente las siguientes dos paredes. El muro que les seguía estaba compuesto por los cuadros: Retrato de Insecto I, II & III autoría de Régulo Perez, doce acuarelas que conformaban la obra Personajes del teatro Pánico pintadas por José Luis Cuevas, cuatro perfiles de caras con extremidades y genitales reemplazando labios y ojos obra de Jim Amaral, cinco dibujos de cuerpos deformes y desnudos hechos por Norman Mejía y tres litografías de máscaras-tótems creadas por Wilfredo Lam. La siguiente pared continuaba con otras tres litografías de Wilfredo Lam, dos grabados de ángeles, obra del anteriormente mencionado Lorenzo Jaramillo y dos cuadros caóticos que simulaban trazos de niños hechos por Roberto Matta.

En el último muro nacía la pregunta con la que empecé este texto. Habían colgados tres cuadros que contenían páginas de bocetos hechos por Débora Arango, la única artista mujer en toda la exposición. En estos se veía a una joven desnuda de espaldas apoyada sobre sus rodillas, a un hombre desnudo sentado de espaldas con sus genitales borrados y debajo suyo a un cura en una mesa con una botella de vino acompañado por un par de prostitutas; la última hoja expuesta tenía siete personajes, entre ellos uno que parecía ser un obispo, por la mitra que llevaba en su cabeza, y una mujer de vestido y tacones, el resto eran presuntamente hombres. A simple vista ninguno de los dibujos tenía nada de monstruoso, lo cual se acentuaba aún más al ser el punto final de la exhibición que hasta ese instante había estado lleno de engendros. ¿Por qué estas obras habían sido escogidas para participar de la muestra? Un texto de mediación pegado al lado izquierdo de la pared donde se encontraban los cuadros intentaba dar luces sobre la inclusión de los bocetos de Débora. Cabe resaltar que en toda la exposición este era el único escrito, de cuatro en total, dedicado enteramente a hablar del trabajo de un artista en específico, los otros se enfocaban en darle un contexto histórico a la curaduría y a hablar de las creaciones exhibidas en general, ¿será que el curador previó confusiones por la inclusión de esos cuadros particularmente? El enunciado decía:

“El trabajo de Débora Arango se destaca en la historia del arte colombiano por revelar posturas transgresoras y críticas frente a las estructuras sociales y políticas. Algunas de sus pinturas más reconocidas de las décadas de 1940 y 1950, muestran clérigos y religiosas en situaciones aberrantes, personajes de la vida pública ostentando sus vicios y gente del común perturbada y alienada. También sobresalen sus mujeres, muchas de ellas desnudas, revelando su cuerpo con naturalidad y redefiniendo los preceptos sobre el erotismo. En todas estas estrategias de expresión, acudía a la deformación de los cuerpos, ya fuera exagerando rasgos o convirtiendo a sus personajes en animales o extrañas bestias. Sus ensayos y bocetos para las pinturas los hacía en dibujo sobre libretas, en los que se evidencia su intención en trazos libres y ágiles. Este material conforma un intento temprano en la historia del arte colombiano de transfiguración del cuerpo y búsqueda de rasgos monstruosos, que incluso fue repudiado y juzgado como impúdico e inmoral por algunos sectores tradicionales de su entorno social, y en esta muestra se presenta como un conjunto premonitorio del impulso crítico de artistas en décadas posteriores” (Citado en Museo de Arte del Banco de la República, 2018).

El texto me generó más dudas de las que ya tenía. Se mencionaba lo monstruoso en las pinturas de Débora a pesar de que en la muestra no había ninguna de estas ¿acaso no se podía incluir alguno de estos trabajos a los que se aludía? Se hablaba de las obras creadas por la artista durante las décadas de los años 1940 y 1950 pese a que Monstruos en Papel especificaba desde un principio que todas las producciones exhibidas databan de entre 1960 y 1990, sin mencionar el hecho de que los bocetos de Débora expuestos no tenían ni fecha ni periodo definidos. ¿Un cura bebiendo vino con dos meretrices es aberrante? Sí, pero ¿es monstruoso? Los tres dibujos representaban personas que parecían personas, sin deformidades ni protuberancias. No me daba la sensación de que en este caso lo aberrante se tradujera necesariamente en monstruoso. ¿Dónde estaban las extrañas bestias a las que aludía el texto? De nuevo ¿por qué estas obras habían sido escogidas para participar de la muestra?

De camino a mi casa nació otro interrogante, este último mucho más importante que todos los anteriores ¿por qué sólo había una mujer entre los once artistas que componían la exposición?

Todavía tenía la esperanza de encontrar respuestas y, por suerte, había lugares en los cuales buscarlas. El día anterior a su inauguración, el Banco había transmitido en vivo en su página de Facebook Banrepcultural (Manizales) una conferencia sobre la exhibición a cargo de Nicolás. Esta comenzaba con él hablando sobre la concepción del proyecto, sobre cómo Monstruos en Papel había sido su última curaduría antes de su salida del Banco en el año 2018. Comentaba sobre las ganas que había tenido de realizar un trabajo alrededor de la figura de los monstruos, sumado al objetivo que tenían en la institución de generar contenidos con las obras que componían su colección de arte. Explicaba que al empezar a reunir ciertos trabajos se dio cuenta de que estos tenían elementos en común: eran sobre papel y habían sido creados en un periodo que comprendía desde mediados del siglo XX hasta finales del mismo. En ese punto, contaba, ya tenía una lista consolidada de los artistas que iban a ser parte de la exposición. Luego dijo:

“Y hasta ahí todo iba muy bien, pero tenía una falla gravísima la exposición, era grave pero también era diciente de algo, era diciente de un contexto, y era que no tenía nombres de artistas mujeres. Yo consolidé la primera lista de obras y me encontré con esta falencia. Y luego me puse a la tarea de ver qué me podía funcionar de la colección del Banco, qué me podía funcionar en los parámetros de la curaduría que estaba armando. Y de ahí fue que apareció, recordé o bueno investigando me apareció la figura de Débora Arango” (Citado en Banrepcultural, 2021, 17:26)

Entonces las piezas encajaron. No estaba planeado que en Monstruos en Papel estuviera Débora, pero como no había mujeres en el listado inicial de artistas debía poner a alguna. Me pregunto ¿por qué no hubo ninguna desde el principio? No hace falta decir que en pleno siglo XXI, teniendo la capacidad, es inconcebible que una exposición se componga en su totalidad por artistas hombres con tantas creadoras magníficas sin descubrir u olvidadas. Nicolás mencionaba que el hecho de que no tuviera nombres de artistas mujeres era diciente de un contexto. Tenía sentido, a estas se las había excluido durante la mayor parte de la historia del arte y el siglo XX, desafortunadamente, no fue la excepción.

Investigando en la web me topé con un corto video del canal de Youtube de Banrepcultural (2018) titulado Las mujeres en la Colección de Arte del Banco de la República. En este se informaba que de las casi, para ese entonces, 6.000 piezas artísticas que poseía el Banco, sólo un 8% eran creación de mujeres. Continuaba diciendo que en la colección: “Entre los siglos XV y XIX no se registran mujeres artistas, sin embargo, entre los siglos XX y XXI se cuentan 512 creadoras. Eso quiere decir que las cosas sí están cambiando”. Me preguntaba entonces si de esas 512 artistas que enumeraban en el video, descontando obviamente las que no siguieran los parámetros planteados en la curaduría, sólo se tenía obra con tintes ‘monstruosos’ de una de ellas. Revisando el buscador de obras, disponible en la página web del Banco, encontré varios nombres de creadoras que, a mi parecer, podían perfectamente hacer parte de Monstruos en Papel: María Teresa Vieco con su obra Tierras (1988) en la que buscaba exaltar mitos precolombinos servida de una estética terrorífica con esqueletos, calaveras, cementerios y colores rojizos semejantes a la sangre; Alicia Viteri con su obra Los Hermanos Plomo (1985) en la que representaba seres deformes con muecas sonrientes que asistían a un funeral; Lucy Tejada que en sus trabajos reflejaba mundos fantásticos y surreales llenos de simbologías; Beatriz González que sirviéndose de distintas técnicas de grabado copiaba fotografías que encontraba en periódicos de gente asesinada, sangrando, con expresiones de horror. ¿Fueron ellas siquiera consideradas? ¿Seguro que era sólo un problema de contexto?

Seguí viendo la conferencia de Nicolás, tal vez encontraría algo que me hiciera cambiar de parecer. El video continuaba con una pequeña charla sobre los artistas presentes en la muestra y algunas de sus obras. De Débora el curador presentó diapositivas con los siguientes trabajos: La Justicia (1954), La República y su boceto (1957), Junta Militar y su boceto (1957), Justicia (1944) y un boceto de unos gallinazos. No entendía entonces por qué en el texto medial que cité anteriormente, se hablaba de intentos tempranos en la historia del arte colombiano de transfiguración del cuerpo y búsqueda de rasgos monstruosos, si en los trabajos de Débora que Nicolás presentó, más que intentos se veía una estética monstruosa consolidada: en La Justicia se representaban seres antropomórficos con alas de demonios y escupiendo fuego; en La República un raro animal destrozaba las alas de una paloma con cabeza de humano; en Junta Militar unos hombres-murciélagos llevaban sobre sus hombros la bandera de Colombia; en Justicia unos policías con colmillos de vampiro jalaban los brazos de una prostituta y en el boceto de los gallinazos Débora dibujaba a estas aves con caras de personas mientras rapiñaban unos huesos. Sobra decir que ninguna de estas creaciones se encontraba presente en la exposición. Después Nicolás agregó:

“Para mí la figura de Débora Arango fue fundamental para comprender la exposición porque esa figura, y el trabajo de ella en los dibujos que están incluidos en la muestra, me despertaron toda una serie de posibilidades de los monstruos que era el monstruo político o ese monstruo colectivo que nos asusta colectivamente y al cual le tememos, y define un contexto que es abrumador, que es angustioso y también monstruos personales, ya sea desde su experiencia como mujer o también desde una experiencia íntima” (Citado en Banrepcultural, 2021, 31:14)

 Desafortunadamente esas supuestas posibilidades a las que se refería el curador se habían quedado en eso. Mi problema ya no era ver las obras de Débora desde la mirada del monstruo político que mencionaba Nicolás, un monstruo que no es explícitamente feo pero que con su poder nos aterroriza, como lo pueden ser las figuras de la iglesia o del estado. Mi problema era que Débora fue la excepción: la única que necesitaba de un texto medial para justificar la presencia de sus creaciones porque a simple vista no encajaban, la única a la que se referían por trabajos que no estaban en la exposición y que no hacían parte del periodo temporal en el que esta se situaba, la única autora que no aparecía listada en la sección de artistas participantes de la página web de Monstruos en Papel, la última en ingresar, la única mujer. ¿Si tanto había ayudado la figura de Débora a comprender la exhibición, no hubiese sido ese un buen momento para replantearse todo lo que se había hecho? ¿Será que las cosas sí están cambiando?

REFERENCIAS

Museo de Arte del Banco de la República (Bogotá), “Monstruos en papel”, Colombia, 2018. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá. https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2079693/

Banrepcultural (12 de marzo de 2021). Conferencia | Monstruos en papel [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/aB33extO9N8

Banrepcultural (23 de abril del 2018). Las mujeres en la Colección de Arte del Banco de la República [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/AVR7O4nJGh0

Obras de la artista colombiana Débora Arango (1907-2005)

*Estudiante Artes Plásticas. Universidad de Caldas.

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