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El pasado configura el presente y avizora el futuro

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 02/04/2024

Eva García Sáenz de Urturi (VitoriaÁlava20 de agosto de 1972) es una novelista española, diplomada en Óptica y Optometría​ quien trabajó durante varios años en esa profesión. Su vocación como escritora surgió a sus catorce años, cuando su profesor de Literatura le encargó relatar sus experiencias en un diario. Siempre ha estado vinculada a la literatura y ha ganado varios premios de relatos con sus primeros escritos.

Para su primera novela publicada en 2012 La vieja familia investigó y escribió durante tres años, luego fue traducida vendida en Estados Unidos, Reino Unido  y Australia. Después de Los hijos de Adán y Pasaje a Tahití, en 2016 publicó El silencio de la ciudad blanca​ una novela negra desarrollada en Vitoria. En 2017 publicó Los ritos del agua, la segunda entrega de Trilogía de la ciudad blanca y en 2018 Los señores del tiempo. Tras el éxito el Ayuntamiento de Vitoria y el Gobierno Vasco han creado varias rutas literarias con los escenarios de las novelas. En 2019 se hizo una adaptación para cine de “El silencio de la ciudad blanca”.  En 2020 recibió el Premio Planeta con la novela Aquitania, uno de los más vendidos con doce grandes ediciones y catorce traducciones. También colabora con medios como El Cultural, Qué Leer, El País, El Mundo, ABC, Woman y Telva. 

Sus primeros relatos de corte histórico le fueron dando seguridad en su escritura y decidió cambiar su estilo por la investigación criminal, para lo cual tomó cursos que le permitieran ambientarse en la organización policial y en la psicología de los asesinos, le sirvió de apoyo para desarrollar su serie sobre El silencio de la ciudad blanca, en donde se presentan una serie de asesinatos rituales con un intervalo de años entre los primeros y los últimos, el mismo tiempo en que el presunto autor estuvo encarcelado.

Las muertes tenían muchos elementos simbólicos: aparecían desnudos, eran parejas de la misma edad y sexo diferente, desconocidos entre sí, tenían apellidos compuestos, se llevaban cinco años entre cada par de episodios. Cada uno posaba tiernamente su mano sobre la mejilla del otro. Primero fueron dos recién nacidos, luego dos niños de cinco años, después dos de diez años y finalmente una pareja de quince. Los sitios de hallazgo de las víctimas también igualmente emblemáticos y en cada escenario aparecían unas flores conocidas como eguzkilores, las flores del sol. Aparecían ubicadas entre sus cabezas y a ambos lados de sus pies. En la cultura vasca era un símbolo de protección que se colocaba en las puertas para evitar la entrada de las brujas y otros maleficios.

Por los extraños crímenes en la ciudad de Vitoria, el afamado arqueólogo Tasio Ortiz de Zárate fue apresado por el inspector Ignacio Ortiz de Zárate, su propio gemelo y luego condenado. Después de estar en prisión durante veinte años, espera salir de permiso y esto conmociona a todos. Lo temido, una pareja de veinte años aparece desnuda y muerta por picaduras de abeja en la garganta. Después, será encontrada otra pareja de veinticinco años, asesinados en la Casa del Cordón, un conocido edificio medieval.

Que un hermano encuentre pruebas irrefutables de que su gemelo es el asesino en serie más buscado y estudiado de la democracia, que él mismo tenga que dar la orden de detenerlo cuando hasta la fecha eran inseparables como siameses… Ignacio se convirtió en el hombre del año, un héroe a respetar, el que tuvo los arrestos de dar la cara y hacer lo que pocos haríamos: entregar a tu propia sangre a una vida entre rejas.

Para atender esta tragedia, pues por la zozobra creada y el terror suscitado es apenas un calificativo adecuado, se asignó el caso al inspector Unai López de Ayala —alias Kraken—, experto en perfiles criminales, quien tenía veinte años cuando se inicio la zaga de asesinatos simbólicos, y desde entonces se había motivado para prepararse a evitar nuevos crímenes por lo cual había ingresado a la policía. Sus métodos no convencionales y menos oficiales preocupan a su jefa, Alba, la subcomisaria con la que mantiene otro tipo de relación, poco ortodoxa. El tiempo corre en su contra y la amenaza acecha en cualquier rincón de la ciudad. ¿Quién será el siguiente?

Lo más extraño era que estando el incriminado aun en prisión, ¿cómo se había iniciado un nuevo ciclo terrorífico? ¿Tendría un cómplice y el preso seria el determinador? ¿Cómo a través de internet lograba comunicarse con quien quisiera sin contar con los recursos tecnológicos? En fin, una cantidad de interrogantes que surgieron cuando Tasio Ortiz de Zárate pidió hablar con Kraken, este era su apodo de adolescente y ¿Cómo logró averiguarlo habiendo estado esos veinte años en la cárcel?  El correo era corto pero contundente. Kraken: Tú y yo podemos formar un equipo y cazar al asesino. Ven a visitarme hoy mismo. Esto es urgente, y lo sabes. Va a seguir haciéndolo. Con todos mis respetos a tus métodos de investigación, Tasio. Después de visitarlo para tratar de establecer una extraña forma de colaboración, con lo que le dijo le creó más confusión de la que ya tenia

 —Verás, tengo una ventaja en la que ahora mismo tú no crees. Yo sé que no soy el inductor de este asesino, y yo sé que no fui el asesino hace veinte años, por lo que me voy a centrar en averiguar quién sí ha podido hacerlo. Tú, en cambio, me tienes por el culpable de la primera tanda de asesinatos, y ahora vas a tener que investigar mi círculo para descartarme o no como inductor de los que van a venir. Eso te va a consumir un  tiempo precioso, que, no lo dudes, va a ser aprovechado por el asesino.

En medio de la premura y el desespero por evitar nuevos episodios, los investigadores han ido cometiendo errores que darán tiempo al asesino suelto y seguro, por todas las falsas pistas que persiguen. Al papá de una de las víctimas, optómetra de profesión por la extraña reacción, casi indiferencia  ante ese asesinato, lo visitan en su establecimiento, lo interrogan y luego le hacen seguimiento a su camioneta en donde trata de deshacerse de ropa de su hija y papeles que resultan ser recortes de prensa de todos los asesinatos cometidos. Era solamente obsesión con el tema. Además de la reprimenda de los jefes quedaba no solo la frustración sino el desasosiego por el fracaso y el temor latente de la aparición de nuevas víctimas.

Luego vendría una confrontación de Kraken con Tasio en la que no solo se siembra la duda sino que se dan razones para ella.

— ¿Y si fue tu hermano, y fue él quien te tendió una trampa? Dime que no lo has pensado a lo largo de estos veinte años. Te hiciste criminólogo, te obsesionaste con el caso, te has pasado dos décadas en una celda analizando tramas, motivaciones, sospechosos, perfiles. ¿Cómo es que no estás tratando de persuadirme de lo más evidente? ¿No sería   normal que intentases hacer con él lo que él hizo contigo? ¿No sería normal que me   dijeses: «Fue él, me tenía envidia. Era policía, puso las pruebas, conocía los informes, los manipuló»?  Ignacio podía hacerlo, él lo tenía todo a su alcance. Todo para que parecieses tú. Dime que no lo amenazaste, dime que no le juraste venganza cuando salieses de la cárcel. Dime que Ignacio no debe tener miedo a que salgas ahora y os veáis las caras ahí fuera, sin cámaras, sin rejas.

 —Dime que no has pensado en que pueda ser él otra vez, que busca incriminarte precisamente ahora para que no salgas. Que encontrará la manera de que parezcas el inductor.

Al trabajar sobre esa hipótesis les permite ir acomodando los hechos, las circunstancias y las posibles motivaciones, pero van apareciendo cabos sueltos que van desbaratando lo que se creía resuelto. Solo una mirada escudriñadora al pasado, aun antes de haber nacido los hijos del poderoso industrial Javier Ortiz de Zárate, dueño de Ferrerías Alavesas, será el médico Álvaro Urbina quien evitará el suicidio de doña Blanca Díaz de Antoñana, prometida del industrial quien siendo solamente su prometido, ya ejercía sobre ella violencia. De ese encuentro con el médico nacería una relación más que entrañable y sería él mismo con su enfermera, quienes atenderían en febrero de 1971, su parto el cual desencadenaría toda esta tragedia.

 —Miren, hay… hay matrimonios que acogerían a este niño como propio, conozco uno en Izarra —susurró la enfermera—. No hablo de una adopción legal. Doctor Urbina, usted sabe que en la clínica a veces nos saltamos los protocolos, hay muchas situaciones que no se contemplan. Siempre hay madres solteras de buena familia que vienen a Urgencias después de disimular todo el embarazo, y no quieren que sus familias se enteren. En esos casos se los entregamos a matrimonios que están desesperados por tener hijos y Dios no   les ha concedido ese regalo. Yo sé de uno que está esperando nuestra llamada desde hace tiempo. El doctor Medina lo hacía desde siempre, y yo… ya saben: ver, oír y callar.          

El escudriñar el pasado nos permitirá conocer situaciones muy dolorosas, abandonos, humillaciones, violencia familiar, envidias, resquemores, ilusiones y decepciones que van configurando o deformando a las personas y ansias de surgir incluso sacrificando a otros para obtener lo usurpado.

En todo este largo proceso, la aparición de un hacker posibilitaría la comunicación con Kraken y el recaudo de algunas pruebas esclarecedoras. El paciente y minucioso estudio de todas las situaciones concomitantes con los primeros asesinatos, la nueva modalidad en los más recientes, el análisis de los rituales y la suspicacia de los investigadores llevaría a descubrir una dolorosa y terrible verdad, esto después de más muertos, insondables tropiezos y riesgos casi mortales. La tensión se mantiene en toda la lectura y el desenlace nos deja casi sin respiración al constatar que  todo acto puede trascender y traer consecuencias inesperadas como la narrada por esta genial escritora.

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas