Volver

Hernando Salazar Patiño: una memoria que nos habla desde la eternidad

Por: Germán Eugenio Restrepo*

Fecha de publicación: 08/02/2024

Moriré un día del cual tengo ya el recuerdo.
César Vallejo.

¿Dónde estará ahora, Hernando Salazar Patiño? ¿Qué presagió habitará su nombre y qué paisaje irrevelado mirará con sus ojos de griego impenitente? ¿Posará su mirada en una relectura de André Maurois, François Mauriac, Albert Camus, Werner Jaeger, Honoré de Balzac, Colette, Jean Paul Sartre  o Julio Cortázar? Quizá haga parte de la lluvia, de la neblina enquistada en la montaña o de un camino crepuscular atiborrado de cantos de pájaros o volverá a escribir el poema a un árbol que siempre miró en la madrugada.

Por eso el amigo, el maestro, el grato conversador y el infatigable contertulio, nos habla ahora desde la eternidad insomne de su nombre. Desde la atalaya de su palabra.

Como José Asunción Silva, Hernando amaba escribir y leer en alta noche y se jactaba de reírse de sí mismo, como si ello fuera una emblemática disposición estoica, para hacer del humor lo más excelso de su pensamiento humanista.

Amó los libros, tanto como la palabra hablada y escrita y cuando estuvo en París, lo que hizo fue regresar a una cultura que tenia pirograbada en su alma y su memoria. En reciente publicación, en el Diario La Patria, del escritor: Eduardo García Aguilar, titulado: El viaje literario de Salazar Patiño, bellamente se enuncia el periplo del escritor en la cautivante ciudad de Paris y fue como una premonición de ese otro viaje que nuestro amigo y escritor estaba por realizar.

En su obra: El juicio en parábolas (Editorial: Universidad de Caldas. Manizales. 1994), realiza con hondura una travesía por la literatura caldense, y deja un legado muy importante para  las futuras generaciones que se aproximen con asombro a su versátil y fecunda producción literaria. Su libro: Herejías (Editorial Imprenta Departamental. Manizales. 1983), lo leí con deleite y pasión cuando estudiaba derecho en la Universidad de Caldas, y es un texto llamado a perdurar en el tiempo por su exquisitez literaria y porque es PER SE parte del itinerario de un pensamiento que deslumbra, en una cultura colmada de vanas fantasmagorías.

Como profesor de la asignatura: Historia de las ideas políticas, disfruté como su discípulo de una cátedra que hizo de la historia una emoción de creatividad, y de la cultura griega, el bastión del desarrollo histórico de la humanidad. De los muchos autores que me compartió y enseñó,  André Gide con sus obras: Los monederos falsos (Editorial Oveja Negra.1984) y, Los alimentos terrestres (Editorial Seix Barral 1982), ocuparon inolvidables tardes de neblina y lluvia tomándonos un café en su departamento o caminando por la carrera veintitrés, hasta llegar a Sorrento para continuar con nuestro dialogo intermitente. Hubo noches también, en Manizales y en Bogotá, en nuestro departamento, donde  departimos con mi esposa: Isabel Cristina y con mi hija: Daniela , y otros amigos, de un delicioso  y fastuoso vino conversado, como símbolo ineludible de la celebración de la vida, del amor y de los encuentros fraternos e inevitables.

Ahora, Hernando recorre su biblioteca y busca un libro. Su libro. Lo acompañan sus peludas: Dharma y Hera. También sus gatos: Wong y Rosi, lo siguen en su incursión nocturna. Saborea un té caliente y humeante, y se sienta a leer en un cómodo sillón. Mira por la ventana la noche fría e infinita. Y evoca un poema de Pablo Neruda: Pensando, enredando sombras en la profunda soledad. Tu también estas lejos, ah más lejos que nadie.

Vi por última vez a Hernando Salazar en la Universidad de Manizales, cuando presentó mi novela: Diatriba de un ángel caído (Editorial Oveja Negra. Bogotá. D.C. 2022). Fue ese el último acto cultural al que asistió y precisamente en la academia que siempre tuvo para él un especial significado.

Nos despedimos esa noche en la puerta de su apartamento. Me fui caminando por las calles empinadas de Manizales, en una noche de augurios cabalísticos y entonces  entendí que el silencio de la madrugada y el silencio  de la muerte, se parecen.

Ahora que el alma de Hernando ha partido para el Oriente Eterno, aquí en Bogotá, en la soledad de mi biblioteca… Releo un libro… Herejías…

Y siento la presencia del amigo, del maestro, hablándome desde la eternidad…

En la foto, desde la Universidad de Manizales, Germán Eugenio Restrepo y Hernando Salazar Patiño.

* Escritor y abogado.

Bogotá D.C. Febrero 7 de 2024.