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Las trochas mortales en Colombia, crónica de una muerte anunciada.

Por: Juano Jurado *

Fecha de publicación: 18/01/2024

Como sucede en los libros más renombrados de realismo mágico escritos por nuestro nobel Gabriel García Márquez, este año comienza con hechos que parecen extraídos de esas historias. Situaciones bizarras, sensaciones de dolor innecesarias, noticias de tragedias que ya se avizoraba, reacciones de solidaridad profunda y opiniones políticas oportunistas.

El pasado viernes 12 de enero a plena luz del día se registraron dos movimientos de tierra en inmediaciones del municipio de Carmen de Atrato, justo en la vía que conduce de Medellín a Quibdó. Mientras varias familias esperaban estacionados en sus autos o resguardados de la lluvia en una casa a unos pocos metros de la carretera, sin mediar aviso, sin dar tiempo de reacción, se desprendieron toneladas de tierra desde la montaña arrastrando consigo vehículos, inmueble y todas las personas entre mujeres, hombres y niños que se encontraban en el lugar.

Podríamos decir que es un acontecimiento normal en un país que no tiene una buena infraestructura vial y donde hay una desarticulación entre los diferentes órganos encargados de nuestras vías; quienes las construyen, quienes las inspeccionan y quienes las deberían vigilar. Pero precisamente decir que eso es algo normal en Colombia, muestra el grave problema que tenemos para identificar nuestras necesidades económicas, estructurales, políticas, financieras, de organización, humanitarias, entre otras.

No es para nada normal que en un país donde, aparte de las muertes naturales, los accidentes de tránsito, la violencia de género, la violencia por pobreza, los homicidios sicariales, los hurtos, las muertes de líderes sindicales, las muertes por celos, las muertes por venganza… tengamos que agregar otra causa de muerte. Parece una burla al famoso programa televisivo Mil Maneras de Morir. Si solo habían visto mil maneras de morir, bienvenidos a Colombia, tenemos mil maneras y dos mil causas para morir.

Este capítulo describe cómo puede morir un colombiano cuando viaja por las carreteras de su territorio, simplemente basta con tener deseos de salir de viaje durante un fin de semana, o como ocurrió en esta tragedia en el Chocó, querer ir a visitar a sus familiares en las festividades de inicio y final de cada año. Procure transitar por las vías colombianas donde, además del tráfico, tendrá que estar pendiente de las dificultades geográficas, climáticas y el mal mantenimiento de la malla vial.

Si tiene la fortuna de encontrarse un control de tráfico por obras en la vía (el popular pare y siga), espere tranquilo, se acaba de salvar momentáneamente de las causas de muerte viales como el tráfico, las altas velocidades, las imprudencias de conductores. Sin embargo, puede guardar la esperanza de morir de un momento a otro cuando se desmorone el lugar donde se encuentre estacionado esperando a que pueda continuar su camino. Espere con paciencia la caída del puente, el desplome del túnel, el derrumbe de tierra o la avalancha de un río.

En nuestro país no es garantía ni siquiera transitar por las vías principales, a las que supuestamente se les nota más la intervención del estado en su mantenimiento. Las obras más innovadoras se caen con pocos meses de construcción o en su misma inauguración, los túneles se desploman en su interior, la mayoría de carreteras son de tan solo un carril de ida y otro de regreso, esto, contando con la suerte de que estén por lo menos pavimentadas.

En la más reciente tragedia se terminó contabilizando 39 víctimas mortales, dentro de una carretera que al parecer tiene una larga lista de antecedentes respecto a este tipo de acontecimiento. Cierres constantes en la vía por desprendimientos de tierra y por falta de mantenimiento, incómodos trayectos de viaje para los ciudadanos que transitan estas vías, falta de intervención del estado y por supuesto, la inseguridad.

Aprovechemos que estamos en tiempos de reflexión, de escribir los propósitos de cada año, y recordémosles a nuestros dirigentes la necesidad de atender estas problemáticas, que se vuelven poco a poco el pan de cada día y no la excepción. Este no es un problema del gobierno actual ni del anterior, por si de pronto los alcaldes y gobernadores quieren políticamente empezar a echar las aguas sucias.

Esto es una contingencia que permanece en el tiempo para Colombia, desde que se han tomado decisiones como no intervenir de manera temprana las vías, no destinar los recursos suficientes para su mantenimiento sino para su reparación en emergencias, y no hacer las inversiones para construir vías alternas a las que tenemos, principalmente intermunicipales, donde todavía contamos con trayectos y tramos viales que fueron trazados hace más de 50 o 100 años y que necesitan una redirección.

Lo anterior, no solo con la promesa de acortar tiempos entre los trayectos de los viajes terrestres, también para garantizar seguridad en los viajes a los ciudadanos y para evitar tener que luchar una batalla perdida contra entornos geográficos naturales que no van a cambiar. Vamos a ver cómo afrontan esto los municipios de la Zona Metropolitana en Caldas; en este departamento la crónica de las muertes en trochas ya está anunciada.

* Músico, compositor, abogado y docente de la Universidad de Manizales y de otras universidades. Especialista en Investigación Criminal y Magíster en Derecho. Doctorando en Literatura.

Enero de 2024.