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Lobas: la consolación en la jauría

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 18/12/2023

—¿Por qué no me diste la mano? ¿No viste que estaba mal? Quiero que eso quede grabado.

Con estas palabras Isabel Dávila dio final a la entrevista con la compañía La máscara de Cali, que estuvo presentando su montaje Lobas en el Festival Internacional de Teatro de Manizales.

—Me sentí profanando un lugar sagrado —formulé en la inmediatez.

—Eso pasa con la obra, algunos hombres se sienten tímidos, otros se ponen en sintonía con su lado femenino —respondió Susana Uribe, directora de la obra.

Y después de darle la mano a las tres integrantes de la compañía, nos quedamos hablando del germen de Lobas, sobre la crisis emocional que experimentó el mundo en el 2020 y de cómo el libro Mujeres que corren con los lobos representó un auxilio, les permitió una introspección y sanación necesarias durante ese año. Al inicio de la obra, Isabel le da unas palabras de aliento a Diana Trujillo, quien complementa la terna actoral, ante la angustia de su compañera expresa: «cuando siento angustia es que mi guerrera quiere decirme algo».

Me quedé anclado a la oración, la angustia la he sentido, pero no conozco a mi guerrera. «Puede ser la sabia, también», aclaró Isabel al final de la función, dejándome igualmente perplejo. La angustia ha sido una sensación presente en este año en muchos de mis contextos: la incertidumbre por la continuidad de diversos eventos culturales en la ciudad el próximo año, así como a mayor escala la recesión económica y las tensiones políticos de escala global. Sí, la angustia ha estado presente este año en todas las esferas, en diversidad de cuerpos e instituciones y, en lo personal, acudí al libro de Job y a la épica clásica para alivianar la angustia, por eso la resonancia con las palabras de Isabel.

No es fácil comentar Lobas, no porque haya una complejidad intelectual indescifrable, sino por todo lo contrario, porque la obra parece apelar a sensaciones muy personales, a una intimidad intelectual y espiritual desde la que solo se puede hablar en primera persona. El escenario lo compartimos los espectadores y las actrices: era una pequeña carpa semejante a un cono de no más de tres metros de diámetro. Nos sentamos alrededor de ellas, dejando despejadas las dos entradas. Tuvimos que entrar descalzos.

No recuerdo qué medias tenía puestas ese día, pero estoy seguro de que no eran aptas para mostrar en sociedad, probablemente tenían muñequitos bordados y, para aumentar la ofensa, seguro que ni combinaban con los pantalones; ahí entendí por qué las medias se consideran una prenda íntima. Desfilamos en ropa interior camino al escenario mientras me abordaban las dudas e inseguridades sobre mis olores corporales estando tan cerca de personas desconocidas.

El gesto de hacernos descalzar, que leí al inicio como arrogante, lo interpreto ahora como una invitación a la confianza mutua, como si esa vulnerabilidad impuesta fuera la condición necesaria para poder experimentar la obra, y ese verbo es clave: no creo que Lobas se “vea” o se “disfrute”, sino que se “experimenta” con todos los sentidos y que mediante esa puesta en escena de estas tres mujeres de sus pensamientos, recuerdos e ideas tan personales, terminamos vinculando también nuestras memorias y emociones. Por esa intención de ubicarnos en una posición de precariedad es que Lobas puede ser posible, porque está trenzada a partir de esos hilos delicados del ser íntimo de las intérpretes, nos encontramos allí, en medio de nuestras delicadezas.

La sinopsis de la obra alude a una cueva en la que se reúnen las mujeres lobas para sanar, pero yo lo sentí más íntimo: no entramos a una cueva para sanar, sino a un útero para renacer. En el cierre la carpa se levanta y la punzada fría del exterior nos devuelve a la vida, repetimos la traumática sensación de llegar al mundo de un recién nacido, recordamos la dura verdad de que ya no tenemos el cobijo de las entrañas de nuestra madre y quizás por esa experiencia ofrecida, por la mención de la guerrera o por la sensación de comunidad que al final evocan, al bajar del escenario y ponerme los zapatos, me sentí capaz de enfrentar cualquier cosa.

En conversación, las tres intérpretes de la obra: Susana Uribe, Isabel Dávila y Diana Trujillo, nos compartieron sus ideas, también muy personales, sobre su relación con el teatro y el mundo del arte.

Quehacer- Creo que la palabra resulta difícil para intentar abarcar la experiencia de “Lobas”. Asumo que hay una intención con la puesta en escena de llevarnos a allí ¿o es un hallazgo?

Susana- La obra está construida desde un lugar donde no hay un discurso racional, está más conectada con la sensación que con un discurso claro y coherente, desde un plano más experiencial y sensorial. Es un lugar genuino, verdadero y sincero, primero que todo, y por eso quien conecta lo hace desde ese lugar de lo sensorial: lo que me produce, lo que me llega.

Diana- No es la palabra racional sino la palabra del alma, viene desde un lugar más profundo, de más adentro. Aquí somos nosotras y eso es lo que me parece tan bello de esta obra. No siento que cuando vamos a presentar la obra vamos a actuar, sino que voy a ser yo. Y, finalmente, eso es lo que representa el teatro para mí: ese espacio en el que puedo ser.

Isabel- Teníamos una necesidad muy profunda de no solo interpretar, no solo representar, sino también romper fronteras con una misma y también con las impuestas desde el teatro. Rompo esto y es mi encuentro cercano con vos, es de cara a cara, de tú a tú. Se trata de “cómo me muestro y cómo me desvelo ante el otro” y también es una invitación a eso. La obra invita a que el público entre desde su propia honestidad sin ninguna frontera: la cercanía es una búsqueda también.

Q- ¿Cómo es esa preparación de, no sabría si es correcto decir, su “personaje”? ¿Cómo preparan el cuerpo o el espíritu para encarnarse a sí mismas en la obra?

(Aquí hubo silencio y luego risas)

Q- ¿Cómo se prepara el personaje “yo misma”?

S- Es que yo no sé si se prepara propiamente.

D- Es más de conectarnos, sobre todo como grupo. La idea es conectarnos siempre antes de empezar.

I- Es una vaina de encontrar unos momentos de respirar juntas, de meditación, de aterrizarnos al cuerpo. Digamos que no hay una preparación para construir un personaje: es “encontrémonos” para conectarnos cada una y grupalmente y que esto viaje. Está la construcción de las escenas, pero es de pensarlas como nosotras, de hablar las cosas tranquila y honestamente, es lo que la escena propone pero porque naturalmente salió así, no es que nos obliguemos a “entrar en personaje”.

S- Para contarte el proceso: leemos el primer capítulo cada una por su lado y después de la lectura hacemos una pregunta: ¿en qué momento hemos sentido que hemos sido esa mujer loba?, ¿en qué momento hemos sentido que llevamos esa naturaleza?, ¿hemos llegado ahí o no? Y cada una se va pensar la pregunta y a ponerla en escena. Las otras vemos, nos reunimos, seleccionamos los textos que salieron, las imágenes, la luz… construimos desde ahí, vamos avanzando los capítulos y así lo vamos estructurando.

Q- ¿Se hacen una pregunta y responden con el cuerpo?

S- Con una propuesta escénica, esa es la forma de expresarnos.

I- La palabra también está allí, pero nuestra necesidad siempre es volver al cuerpo. Las tres tenemos una pulsión con el cuerpo, con cómo lo aterrizamos otra vez al corazón y con que la propuesta venga desde un lugar interno y no desde la construcción mental.

D- Es conectar el corazón con la mente…

I- Es ir a la memoria del cuerpo, todo lo que está allí en el cuerpo de nuestra memoria íntima…

D- Y lo oscuro, y nuestra luz, y todo…

I- Y bueno… van saliendo esas imágenes, esos elementos simbólicos que aparecen en el libro y los que cada una va encontrando.

Q- Me llamó la atención que esta no es la única propuesta que utiliza lo mitológico, lo simbólico y que utiliza un lenguaje cercano al del ritual. ¿Por qué creen que el teatro está recurriendo a estas formas y a estas búsquedas de la sanación y del regreso a la raíz y al símbolo?

S- Yo no creo que sea solo el teatro, hay una pulsión de la humanidad de sanar y de conectarse espiritualmente, sin pensar que sea un tema religioso y la pulsión cada vez  es más grande, por eso acá en occidente crecen disciplinas como la meditación. Hay un llamado de consciencia, creo yo, y si tenemos la posibilidad de llevarlo a escena también estamos haciendo un trabajo bello.

I- Hay una necesidad de materializar y de darle un lugar a eso que se mueve adentro y este es el lugar. Cada uno y cada una lo encuentra sea desde el teatro, la danza, la música. Y creo que pasa mucho que terminamos en momentos de demasiada saturación y por eso nos perdemos. Siento que hay una necesidad de encontrar una vía y esta es la de algunos: tenemos una necesidad de darle lugar al mundo interior, de decir lo que no se puede callar más y de vaciar para apaciguar todas esas aguas que se mueven tanto. A veces uno está muy silenciado y esto permite ir sanando, le imprimimos ahí esa fe, a que esa vía está aquí.

D- Desde mi lugar creo que estamos en un mundo vertiginoso, tirado al exterminio y al exterior, que eso está haciendo que muchos y muchas digamos “esperate, necesito parar un segundo” y que estos espacios son los que te permiten respirar. En la vida necesitamos ese momento de (Diana inhala y luego exhala) y allí se vuelve importante el espacio para poder hacerlo.

S- Y también que ese espacio nos empiece a revelar más como humanos que como artistas. A veces los egos están muy presentes en lo artístico y nos olvidamos de que somos humanos. ¿Cómo, cada vez, volver desde la humanidad que somos y cómo conectarnos con el otro?, ahí vienen las ideas de lo íntimo, de romper con la barrera entre público y espectador, la cuarta pared, “usted allá y yo acá” y así es como nos acercamos desde lo humano y no desde “soy el artista”.

¿Y bueno, a ti cómo te pareció?

I- ¿Por qué no me diste la mano? ¿No viste que estaba mal? Quiero que eso quede grabado.

Fotos Festival Internacional de Teatro de Manizales.

* Escritor. Realizador de cine.