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Tár: un ensayo de un ensayo

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 30/03/2023

Vi Tár (2022) con la intención de responder una pregunta sencilla suscitada por la polémica fácil de los premios Óscar de este año. ¿Merecía Cate Blanchett el Óscar a mejor actriz en un papel protagónico? Ya he hablado de Todo en todas partes al mismo tiempo (2022) (https://www.quehacer.co/todo-en-todas-partes-al-mismo-tiempo-un-embutido-de-autor/) y sobre lo convencional que me pareció. Independientemente del trabajo de Michelle Yeoh, es el personaje de Evelyn Wang el que no merece un Óscar. Aunque considerando el historial de la Academia, no debería sorprender a nadie la arbitrariedad en la premiación.

Más interesante que hacer una comparación odiosa entre dos actrices nominadas al Óscar resulta hablar sobre la película Tár, tan llena de virtudes y vicios, a medio camino entre bestia y Dios. Tanto su forma como contenido, que no son perfectos, dan mucho de qué hablar y esto, la capacidad de generar polémica, debate y discurso me parece una virtud mucho mayor en una obra a su capacidad de dejarme sin palabras.

Tár (2022) dirigida por Todd Field es una tragedia que narra la caída de Lydia Tár después de conseguir el puesto de directora de la orquesta sinfónica de Berlín al quedar expuesto el abuso de poder que ejerce desde su posición para el beneficio personal. Narrativa y estructuralmente la película no ofrece mayor aporte, tampoco hay mayor interés desde la puesta en cámara o la fotografía. De hecho, Tár pudo ser una ficción sonora —cosa que no digo de forma despectiva— dada la poca participación de la imagen en la narración frente al papel preponderante del diálogo.

Quizás la primera decepción sea precisamente que es el diálogo y no la banda sonora íntegra la protagonista de una película sobre una directora de orquesta. Más particular es la poca música que hay presente. Tár pudo ser un gran musical moderno, pero prefirió ser un drama mediocre cuyo inicio potente logra mantenerla a flote durante la primera hora para luego irse empantanando hasta ahogarse sin hacer ruido.

Este principio potente está basado todo en el diálogo, que posee una gran densidad conceptual: preguntas sobre el arte, la creación y la interpretación son, evidentemente, las que inspiraron la primera media hora. Resulta muy interesante ver este tipo de discusiones académicas presentes en una obra comercial.

En la novela Elizabeth Costello de J.M. Coetzee ocurre algo semejante. La narración de la novela es poca, su protagonista es una escritora y oradora que vemos en cada capítulo pronunciar una conferencia diferente. Dicho de otro modo, la novela de Coetzee es una serie de conferencias hiladas narrativamente por medio de un personaje. Tár pudo ser algo parecido: una serie de conversaciones sobre estética con el personaje de Lydia Tár sirviendo de hilo a la par que vemos el proceso de montaje de una sinfonía, de modo que podamos ver cómo las ideas y pensamientos estéticos se articulan con el proceso de creación. Tenía todo el potencial de ser una película densa e intelectual sobre la creatividad y el trabajo artístico, una narración no convencional más cercana a un ensayo, en el cual la tensión la producen las ideas, no la narración.

Prefiero no juzgar a los implicados desconociendo las dinámicas de la producción, pero solo puedo imaginar dos escenarios: que la inteligencia del director no llega a tanto o que la producción temiendo una película muy aburrida hubiera forzado la inclusión del drama. Esto resulta irónico porque lo más aburrido de la película es lo que narra.

Las mejores escenas, en cambio, son las conversaciones sobre estética. A medida que abandonamos las ideas y nos adentramos en Lydia la película va perdiendo su fuerza hasta que, en su clímax, que es más bien anticlimático, ya poco interesa el personaje.

El argumento se construye a partir de la pregunta por la relevancia del contexto y las circunstancias del artista al momento de contemplar la obra. En palabras de Lydia Tár: «¿Puede exaltarnos la música austrohúngara escrita por un montón de hombres blancos heterosexuales y rezanderos?»

Esta es la forma que tiene ella como personaje de justificar su moral dudosa, que, así como los grandes artistas se los admira pese a ser personas terribles lo mismo ocurre con ella. En lugar de esto aboga por interpretar las obras ignorando los detalles circunstanciales de los compositores. Para el personaje lo más importante de una obra es su intención. «No pueden vender un carro sin un motor», dice la maestra en medio de una clase y este motor tiene dos componentes: por un lado, la partitura y por otro, la interpretación.

De aquí surge una tensión temática: el mundo interior de Lydia vs. su circunstancia. Pero la película hace énfasis en el segundo sin preocuparse por explorar lo primero. Lydia se enfrenta a un mundo que la juzga por ser mujer, homosexual y por interesarse en la música judía sin serlo ella. Esto lo aprovecha para victimizarse y decir que todas las acusaciones que recibe por su inmoralidad son una cacería de brujas.

Yo hubiera preferido ver la tensión derivada de ese mundo sónico interior de Lydia Tár con el mundo exterior. Incluso la idea está plantada dentro de la película, tenemos un par de escenas en las que la vemos sentarse a estudiar en silencio para ser luego interrumpida por ruidos de vecinos, los cuales termina escuchando con atención y reproduciendo en el piano. Adicionalmente, hay una escena en la que sale a trotar y en medio de su recorrido se detiene al escuchar unos gritos de mujer.

También es interesante que en lo poco que aparece la sinfónica, vemos cómo esta termina viéndose afectada por el drama personal de Lydia hasta el punto de que la orquesta se convierte en una segunda voz suya y la sinfonía parece expresar sus emociones.

Hay mucho más para hablar de Tár, pero poco espacio. Solo mencionaré adicionalmente que tampoco estoy de acuerdo con la idea de mirar las obras por fuera de su contexto como si hubieran sido creadas por un demiurgo semejante a Dios. Incluso la propia Tár es un producto de su contexto y sería necio negarlo.

Por esta misma vía podemos suponer que el contexto condicionó y limitó algunos aspectos de la obra, que esta pudo depender menos del argumento, ser más experimental narrativa y formalmente.

Dice mucho el momento de clímax. Después de haber conseguido un director de reemplazo e iniciar la presentación de la sinfonía Lydia salta al escenario a golpearlo, tenemos apenas unos pocos segundos de música. Es un momento anticlimático y sin resolución, no hay música. En una película tan enraizada en el mundo de las artes no hay casi posibilidad de apreciación estética. Afortunadamente tenemos la interpretación magistral de Cate Blanchett.

* Escritor. Realizador de cine.