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De Latinoamérica para Manizales

Por: Andrea Ospina Santamaría *

Fecha de publicación: 31/05/2023

Ancestralidad y relatos sociales en el Festival de la imagen

Según el texto inicial del Festival de la Imagen el diseño, el arte, la ciencia y la tecnología son herramientas para posibilitar movimientos sobre las formas en que consumimos y el cuidado de la diversidad ecológica y social en todos sus ámbitos (incluyendo también lo digital). Esto requiere conversaciones situadas en el territorio, en el intercambio disciplinar y en voces que no han sido protagonistas de estos discursos, procurando extender un punto de vista democrático.

Pero todo este esfuerzo de generar un cambio inicia desde nosotros, es decir, desde el investigador, artista o diseñador que se reconoce como ese ser que se mueve, que tiene necesidades y que vive su propio contexto. Varias de las conversaciones demuestran que la creación es migrante, en algunos casos literales como los artistas y eventos como el Cyfest que hablan de los traslados que han vivió a partir del conflicto entre Rusia y Ucrania; pero también de forma simbólica permitiendo escuchar personas que han sentido y pensado lo que viven desde otros países, que, aunque desarrollados y del norte global, no son usualmente nombrados en nuestro contexto. Incluso es factible ver obras simultáneas (como paisajes sonoros y piezas expositivas) que comparten en tiempo real entre otros países o ciudades y Manizales.

El segundo día del evento tuve la posibilidad de escuchar diversas investigaciones latinoamericanas, que, ante la gran multitud de nacionalidades que se encuentran en este espacio, me parece un tema vital para reseñar. Estas posturas políticas y críticas, en algunos casos feministas o posthumanistas, recuerdan siempre que aquí se piensa la relación con la naturaleza y con nuestra propia historia de una manera particular.

La primera de ellas hace eco a la ancestralidad por Cynthia Villagómez, quien destaca artistas que utilizan lo precolombino en México en una mezcla con el arte electrónico, una búsqueda para recuperar el equilibrio del medioambiente y el entorno social. Su conversación enfatiza en un recorrido histórico de la existencia de lo precolombino en el arte mexicano y de los inicios de lo que llamaremos arte digital, pero además muestra múltiples referentes de su país, lo que me lleva a preguntarme ¿Cómo contamos la historia del arte y el uso de dispositivos tecnológicos en nuestros países y regiones? ¿Qué áreas se interrelacionan que tal vez en otros lugares no lo hacen? ¿Hasta dónde se rastrea el nacimiento de estos procesos?

Algunos recursos se vuelven similares a lo que podemos ver en Colombia: la reutilización de piezas análogas y digitales que entran en desuso por la obsolescencia programada en lugar de priorizar el consumo de última tecnología; las obras más centradas en problemáticas medioambientales y menos en las exploraciones sensoriales; y la mezcla con la cultura popular.

En el caso de México la artesanía y el textil, las especies endémicas, la historia del país repensando la colonia y las influencias directas de las comunidades de las que provienen los artistas (o con quienes trabajan), demuestran un nivel de apropiación por los procesos locales. Una conversación que permitió pensar sobre la exploración de lo ancestral y lo comunitario dentro de las artes, pero también valorar ese foco en los procesos sociales y colaborativos. Nos invita a preguntarnos qué llamamos ancestral o tecnología en este contexto decolonial y cómo serían los procesos coherentes para trabajar estas temáticas.

Aunque muchas propuestas tratan estos temas en las exposiciones del festival, me parece importante destacar las relaciones con Inmersión en la mapu-Koneltu ti mapu mu de Rosa Angelini (Chile), quien resalta desde la sabiduría de los pueblos originarios la importancia de lo femenino en la conservación de los bosques primitivos ante los problemas de extracción de recursos naturales.  También la participación de proyectos como Wapikoni (el cual se presentará hoy 31 de mayo en un conversatorio y en la muestra de Cine y digital) quienes desde la educación y la realización de videos generan contenidos de jóvenes pertenecientes a comunidades indígenas en diferentes países.

Fotograma extraído del trailer de la pieza disponible en https://www.youtube.com/watch?v=xFlsPnPWI-M&ab_channel=Inmersi%C3%B3nenlamapu

Por otro lado, tanto en el Seminario Internacional como en uno de los talleres del Festival se tuvo la oportunidad de escuchar a Hugo Covarrubias hablar sobre Bestia, un cortometraje (expuesto en la inauguración del Festival de Animación Loopa) que podríamos llamar un thriller psicológico animado. Está basado en un sanguinario personaje de la dictadura chilena, transmitiendo la brutalidad que fue normalizada en toda Latinoamérica en ciertos momentos de la historia desde la intimidad y el silencio. Un relato que recuerda, de forma desgarradora pero sin amarillismo ni explicaciones, un hecho político.

Escuchar su conversación implica entender el proceso creativo constante y colectivo, aún en la precariedad y la dificultad de nuestros países. El intercambio del director entre el teatro, el cine, la animación, el diseño y las artes, permite entender sus relaciones con la materialidad que va de lo análogo a lo digital, lo fantástico y lo real. Un corto que planteó temas éticos sobre la forma en que nos acercamos a los problemas de nuestros territorios y lo reiterativo que es esta situación en Latinoamérica: nada más el impactante comentario de alguien del público que fue victima de tortura en la dictadura de Brasil da cuenta de esto. También algunos de los proyectos de Cine (y) Digital abordan experiencias sobre problemáticas sociales desde el conflicto y la resiliencia.

Todo esto además se mezcla en el festival con algunos proyectos comunitarios, conferencias sobre laboratorios ciudadanos, puentes sonoros situados en territorios específicos, procesos patrimoniales locales y experiencias educativas críticas en los talleres que refuerzan la idea de ampliar la mirada hacia los procesos que hacemos en nuestros núcleos más cercanos, aunque considero que aún nos falta extender la perspectiva y potenciarlos más allá de los marcos institucionales en los que se gestan.

Sin duda aún podemos sentir que a la academia nos falta calle, aquí y en muchos lugares más. Sin embargo, las experiencias reseñadas son propuestas que llevan a cambiar el pensamiento, paso a paso, en pequeños grupos y con gestos simples, y que invitan a ser valientes para reconocer estas situaciones, exponerlas y tratarlas, buscando hacer redes y aprender aun cuando no nos consideremos la persona más idónea. Si no somos nosotros ¿quién será?

* Museóloga y docente.