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El poder de la imaginación

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 29/02/2024

Algo que definitivamente caracteriza al ser humano y así lo diferencia de los desarrollos tecnológicos, es la imaginación, con la cual se recrean otros mundos, se idealizan situaciones, se posibilitan todo tipo de opciones, y así logramos escapar de la rutina, vislumbrar otras posibilidades a lo establecido y en general gozar plenamente la vida.

Los grandes inventos se han logrado desarrollar cuando se echa a volar la imaginación y con reglas claras que rigen el universo se concretan esas ideas que nacieron de esas idealizaciones. Por eso los sueños y las utopías han sido tan importantes para el avance de la ciencia en todos sus ámbitos. Al respecto el escritor Claudio Magris sostiene: Utopía significa no rendirse a las cosas tal como son y luchar por las cosas, tal como deberían ser. Y qué decir de los escritores, verdaderos demiurgos que definitivamente son quienes nos posibilitan sustraernos del mundo real y ubicarnos en otro tan posible dentro de las reglas con que lo construyeron y que debemos aceptar para comprenderlo.

Así como los escritores nos ponen a disposición sus creaciones, también nos presentan a sus personajes con iguales capacidades de ensoñación e imaginación, que nos permiten así disfrutar esas historias que ponen a nuestro alcance. La imaginación no es atributo exclusivo de los niños, pero el asombro que produce en el ser que la utiliza, es aquello que vamos perdiendo con el paso del tiempo. El niño que llevamos dentro lo opacamos con la seriedad que creemos necesaria en el adulto por eso no solo hemos perdido la capacidad de asombro, sino el gozo de ser o sentirnos como niños.

Como todos los artefactos creados por el hombre son en sí inocuos, es el uso que les demos lo que los puede hacer benéficos o letales, imprescindibles u opcionales, útiles o perjudiciales, y así podríamos tener un amplio espectro de opuestos, pero es suficiente. El hombre siempre ha buscado expandir sus capacidades físicas e intelectuales y lo ha ido logrando con los artefactos que ha construido. A veces esos mismos dispositivos se convierten en apéndices de su cuerpo como si fueran cyborgs (“organismos biológicos que usan la tecnología para ampliar o mejorar sus capacidades, sentidos y formas de relacionarse con el mundo”). Es así como vemos a personas con audífonos, implantes en sus cuerpos y otro tipo de extravagancias, por ahora. No está lejos el día en que muchas personas logren reintegrarse a la sociedad, gracias al Neuralink, un chip para el cerebro que pueda suplir funciones perdidas por accidente, enfermedad o congénitas.

Hemos llegado a extremos tan perjudiciales con el desmedido uso de los celulares, que además del aislamiento en el que estamos inmersos, la dependencia de él nos hace no su amo, sino sus siervos, además de que ha sido usado indebidamente con los menores, irresponsablemente entregándoles uno para evitarnos conflictos o más cruel, para entretenerlos mientras hacemos otras cosas en lugar de estar con ellos. Al respecto en el diario La Patria el lector Orlando Salgado Ramirez, afirma: La naturaleza audiovisual de los niños los hace especialmente vulnerables, y convierte el celular en su juguete y pasatiempo predilecto. La vulnerabilidad en los infantes es mayor cuando los dispositivos son usados como señuelos para obtener de los padres el permiso para usarlos. Por sus compromisos laborales, madre y padre están sin energía para atender las necesidades emocionales de sus hijos y responder a sus preguntas y juegos.

Más impresionante es lo narrado por la columnista de El Tiempo, Yolanda Reyes, sobre la forma de entretener un bebé con melodías del celular o destellos de juegos de luces. Afirma en su columna  “Niña robot perdida en la pantalla”:

Aunque las neurociencias tienen cada vez más claros los efectos negativos de las pantallas durante los primeros años de vida, así como han revelado los peligros del   consumo alto de azúcar en los niños o de alcohol en el cerebro inmaduro de los adolescentes, todavía hay poca consciencia sobre lo que significa restringir el movimiento natural de los bebés y de los niños, para domesticarlos y pacificarlos con ese             sucedáneo de experiencia bidimensional que emiten las pantallas.

Este marco nos permite ubicarnos en el relato que nos brinda Adriana Villegas Botero (Manizales, 1974), escritora, columnista, periodista y abogada. Doctora en literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira y magister en estudios políticos de la Universidad Javeriana. Recibió el premio Simón Bolívar de periodismo en 1999 por el cubrimiento de la noticia sobre el terremoto en el eje cafetero para el diario El Espectador. Autora de la novela El oído miope, el libro de cuentos El lugar de todos los muertos y su última creación Sakas.

Como ella misma lo dijo es un libro para niños, sobre todo para el que llevamos por dentro, ya que las reflexiones a las que nos lleva su lectura, nos implica a todos, pues somos responsables por acción u omisión del desbordamiento del uso de los celulares, que a veces se trata es de una simple manipulación.

Camila la protagonista es una niña de nueve años, estudiante de tercero elemental, a quien su padre le ha regalado un celular para poder hablar con ella todos los días, después de haberlos abandonado a su hermanito bebé y a su mamá. Será a través de su teléfono y a escondidas, como conocerá a Sakas una especie de fantasma de aquellos que se alimentan de flores para extraer de ellas los colores que les permitirán manifestar sus diferentes estados de ánimo.

Estos fantasmas viven en cada ser humano y los protegen, una especie de ángel guardián, y solo lo abandonarán cuando ese ser se enamore, pues ya será autosuficiente. Por medio de sus charlas, ella llega a entender un poco mejor cómo funciona el mundo, pues le ha dicho, por ejemplo, que para estar felices es necesario haber estado tristes, circunstancia que le permite conocer los contrastes y así apreciarlos.

El poco tiempo que le queda a su mamá, después de regresar de la oficina, se lo dedica al pequeño y Camila muchas veces, no solo se siente desplazada, sino ignorada. Encuentra refugio en su celular y lo que logra con él. Por eso, Sakas quien le había dicho que ellos solo habitaban los humanos, encontró muy razonable manifestarle: Yo tenía que haberme metido dentro de una persona pero entré en este aparato porque vi que en esta casa tu mamá, tu papá y tú lo trataban, como si fuera humano.   

Son tantas las metáforas y tan bellas, que en su lectura encontramos no solo placer, sino respuestas a tantas inquietudes sobre la crianza de los niños, pues aunque tratemos de acertar, muchas veces nos equivocamos, y mucho.

La experta  Elizabeth Ramírez Correa afirma en su artículo en La Patria, ¿Las redes sociales en el banquillo?, el pasado 24 de febrero:

Pienso que a los adultos ‘responsables’, les falta conciencia, conocimiento y habilidades digitales para la vida, la crianza y la educación. Ser papá o mamá implica ir al ritmo de la sociedad, y eso incluye la apropiación de los mínimos tecnológicos, para velar por el cuidado de los niños y los jóvenes. Sin duda, también es tema de reglas al interior de un hogar y acá el ejemplo, cuenta de manera preponderante. Desafortunadamente los    adultos vivimos hiperconectados, vamos a ritmos frenéticos, y estamos más pendientes de  lo que ocurre en la pantalla que en la vida real.

La imaginación de Camila viene a ser su más grata compañía, al permitirle recrear imágenes que le facilitan su interacción ante la ausencia de otra realidad, sus elucubraciones sobre el comportamiento de los humanos, proyectado en su amigo imaginario quien le da respuestas que ella misma ayudó a construir, constituye no solo una nueva realidad, para no llamarla virtual, sino también otro tipo de inteligencia, tal vez, como la artificial, o el desarrollo propio de su inteligencia en formación. Serán muchas ensoñaciones o más bien aproximaciones. De todas maneras, complejo.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.