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“Latitud Cero”

Por: Martín Rodas *

Fecha de publicación: 16/04/2024

Afiche del lanzamiento de la novela de Mario Armando Valencia: Latitud Cero. Lecciones de equilibrio, que se realizará el 25 de abril a las 6:00 p. m. en la Pinacoteca del Palacio de Bellas Artes (Universidad de Caldas, Manizales, Colombia).

Casting

“Sumergirse en el caos y nadar”

Konrad Lorenz

Mario Armando Valencia escribe sobre Armando Valencia, Armando Valencia escribe sobre Mario Valencia… Mario Armando Valencia es al mismo tiempo autor y muchos autores de esta novela autobiográfica hecha con retazos de vida que también se ha imaginado-inventado y que, a manera de collage narrativo, entabla un diálogo con los collages del artista Robinson Obando. “Latitud Cero (lecciones de equilibrio)” es un testimonio en tono mayor, una constelación que gravita en torno a los equilibrios y desequilibrios de un escritor de profesión que deambula por infancias, adolescencias, mundos universitarios y académicos que han forjado un temperamento y un carácter de rebeldía y resistencia.

Esta reflexión que realizo en torno a la novela de Mario Armando, es una incursión de barriobajeros que se han entrelazado múltiples veces en sus territorios. Se lee en la breve reseña biográfica del autor: “Mario Armando Valencia Cardona (1969), del barrio El Carmen en Manizales, Colombia (…)”, lo cual indica que hay un reconocimiento de las raíces. El Barrio San Joaquín, mi territorio, limita con El Carmen, y las vidas del autor y la mía están cruzadas por experiencias y exploraciones de deambulantes bohemios por estos lugares populares que están en lo más remoto y profundo del origen de esta Manizales del alma.

El escritor de esta novela es de los que tienen carácter fuerte, de esos que se han enfrentado a los sistemas anquilosados que manejan los hilos de la cultura. Su actitud le ha generado animadversiones en los círculos intelectuales y académicos de la ciudad y de otros lugares en donde ha ejercido su talante artístico. Mejor dicho, muchos no lo quieren, mientras otros sí lo respetamos, y valoramos como trascendental su contribución al escenario literario local, regional, nacional e internacional (esta novela fue editada en Buenos Aires, Argentina).

Su obra es extensa, y va desde la poesía, el ensayo, la post-crítica literaria, la crítica de arte y ahora la novela. Obras como “Pequeñas historias acerca de la caída libre”, “Galería de muertes modernas”, “Efecto Rembrandt”, “Cascabeles para el gato: filosofía para poetas y poesía para filósofos”, “La dimensión crítica de la novela urbana contemporánea en Colombia” y “Ojo de jíbaro” dan testimonio de su oficio permanente como creador.

Mario Armando, con una sólida formación académica doctoral y posdoctoral en el exterior, además de ser invitado a eventos académicos en diferentes universidades internacionales, no ha dejado se expresarse en los ámbitos de la existencia desde el grito desgarrado de alguien que permite que en su ser resuenen los latidos de lo humano, propios y ajenos. Una escena que me impactó del libro refleja esto:

“Entonces yo, de manera mecánica procuro canalizar toda esa ira. La ira de no haber sido capaz de tomar el puñal en ese callejón y defenderme, la ira de no haber hecho venganza por el asesinato de mi hermano, la ira del despojo, de los años entre callejones, sopa y arroz con huevo, la ira del olvido y el abandono,  del desamor y el malquerer. “

Mientras Mario Armando hace estas reflexiones, frente a él está el homúnculo de pelo grasoso que le increpa su mal comportamiento, pero él no lo escucha, solo continúa tecleando fuerte para que los golpes sobre las letras suenen en todo el salón:

enrams a ver  que Bauelvon e e n u gjetoa aer  cna  den un   sjeuntona gg dn  nden gpprofrjrejrnfg ddnfldjfunfn ruksicvjaskd,ckcicifdjtfuamdejduttkfkdfdm. La grrriq a ee aaeoeaKMODAMAXAJFDFMJADJNJFNVUVUVNRUTURI. Habia q en r a la guerpr aorjqiuren nosnoanaudnavvnpamffam,.. No go de e  rfna a amoddjf   amamdkdkfkfkfksdf.. L  af er dcnje  a auna djdoid adjpderned dncdcks`lmnam.,. .

La escritura en ese momento es un borbotón de rabia, expresando todo el dolor que sale de su corazón:

N0  e sunao ma emrmg rgmsokjggfgkmbkbmk. E sa s e xpeirniic aknkaen axkdjfk  cocndon mannab e qaznemekadàodjj gffjvovnggkfjvngn aosidjkakasddaofdvafdjvgnafkaqjsidjj.

Este retazo del collage de Mario Armando es la “cima” de la “sima”, ese acorde supremo que sube hasta lo más alto y desciende a lo más bajo de la interpretación de la vida. Es la expresión del Mario frente al Armando, del Armando frente al Mario, en un juego peligroso de la tensión a lo “Jekyll and mister Hyde”. El autor, en su libro, es el libro mismo, una especie de Frankenstein remendándose a sí mismo en una sutura ontológica en donde se funden el creador y lo creado. Creatura bella y monstruosa que deambula en las orillas de la ciudad y de los recuerdos que vuelven una y otra vez como látigos de expiación perpetua. Es la epifanía del martirio moldeada en letras, palabras y frases que se instalan en la novela como un performance transparente y honesto de la vida propia.

A estas alturas de la vida, el autor no pretende exaltar la belleza… ni nada, solo recurre a la posibilidad de creación desde lo “sucio”, una suciedad que siempre ha estado maquillada porque es incómoda. Aquí, los rostros han sido despojados de sus máscaras y se acude a los mundos esotéricos del tarot, la magia, Jung y oscuros misterios arcanos para buscar en los mundos simbólicos esas otras posibilidades que de pronto están allí, ocultas tras las sombras, pero potentes y reales.

La única coordenada de esta obra es esa Latitud Cero que ni el autor tiene clara, pues su brújula gira y gira como el tango de Discépolo. Nadar en la mar-océano, sumergirse en aguas profundas y furiosas, salir a respirar… y ahogarse infinidad de veces… y llegar al otro lado, como el perro, con la punta de la cola seca, como indica el I Ching… esa es la ruta… una ruta trazada en el collage de letras, palabras y oraciones que divagan en elipsis de tiempos muy antiguos y muy nuevos, tiempos que pasan vertiginosamente creando la tormenta perfecta. En esta maraña existencial, orbitan las imágenes del artista pereirano Robinson Obando, que son la cartografía de la narración, en un bello collage expresionista, técnica de la cual es maestro. La obra plástica que acompaña la novela surge de una pasantía artística de Robinson en la residencia del autor en Popayán, en la cual, escritor y artista plástico cohabitaron durante meses en una acción de creación conjunta pletórica de misterio, magia, surrealismo y arte.

En esa amalgama forjada en los talleres de la imaginación y la memoria, Mario Armando (con sus textos) y Robinson (en imágenes) tejieron los mapas de rutas alucinantes, situaciones y personajes que renombran el pasado y el futuro. Allí también estoy yo, en la manera particular como el autor me incluye, en medio de otros y otras que, como flores del mal a lo Rimbaud, surgen de los pantanos de la existencia: Martín Rueda, el Flaco Claudio Mario, El Hipócrita Lector, Flavio Zapata, Homero Giraldo, Gil y Vásquez, Margot, Juan Manuel Lorca, Waldo Ospina, Edgar Checo, la femme fatale Cristal… formamos una comparsa funambulesca y ebria que deambula por las calles de Kumanday, como el autor nombra a Manizales.

Después de esta novela-tormenta que quita las máscaras como lo pregonaba Antonin Artaud, viene una calma, porque la vida es de vaivenes de tempestades y calmas, como bien nos enseñó Shakespeare, y esa calma se refleja bellamente en el último párrafo de “Latitud Cero”:

La doctora me recibe calmada y sonriente y me extiende una manta bordada en gruesa lana blanca. La recibo temeroso. Entre los hilos del tejido se asoman dos pequeños ojos azules celestes que vienen de allá, de otra latitud, de algún lugar ubicado por fuera del mundo.

Exposición

Cuelgo en esta columna, algunas de las obras expuestas en las paredes-páginas de la novela Latitud Cero, transformada en una performancia novedosa que sutura lenguajes gráficos y escriturales como obras de arte que giran una en torno a la otra. Los collages del artista pereirano Robinson Obando no son ilustraciones ni representaciones, son personajes en papeles que acentúan el barbarismo, la sinceridad y la espontaneidad de este trabajo creativo que podría acercarse a lo expresado por Artaud en su obra “El rostro humano”, porque en los collages de Robinson hay también muchos rostros.

Referencia bibliográfica: Valencia Cardona, M. A. (2024). Latitud Cero. Lecciones de equilibrio. Buenos Aires: Hespérides.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».