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Tres inteligencias y muchas preguntas: Festival de la Imagen 2023

Por: Andrea Ospina Santamaría *

Fecha de publicación: 03/06/2023

Afortunadamente, en estos cuatro días tuve la oportunidad de asistir a una o varias sesiones de todas las áreas del Festival de la Imagen, exceptuando los talleres. He pensado mucho cómo hacer el texto final de este evento. Imaginaba un cierre con broche de oro, tal vez más académico, y un balance general mucho más formal, pero claramente fracasé en el intento.

Así que este será un texto más, probablemente aún más personal, experiencial y desordenado que los demás. Un aspecto que agradezco al Festival de la Imagen, en varias de sus versiones, es la presencia de un alto número de mujeres investigadoras, especialmente en los espacios académicos y expositivos. En varias ocasiones, en las charlas inaugurales, suele estar alguna mujer con más de 20 años de trayectoria en campos que aún llamamos ingenuamente “nuevos” como el arte generativo, genético, interactivo o incluso digital. Siempre es un honor escuchar estas voces cargadas de experiencia y seguridad, compartiendo espacios con tantas personas jóvenes. Las siguientes conclusiones parten de sus palabras.

Lo primero que he de decir es que aprendí muchísimo. Realmente, la cantidad de información de todo tipo que circula en este espacio es muy enriquecedora y muchos de los participantes tienen un docente dentro de ellos, evidentemente. Hay una gran necesidad de que nos detengamos a pensar las imágenes en un mundo sobresaturado de ellas. Como mencionaba Cristina Voto desde la semiótica, es importante leer la capa transparente de la imagen, la más clara y directa, pero debemos detenernos en esa parte opaca, en sus elementos, sus códigos y mensajes, porque es la fusión de estos niveles la que nos permite entender que la imagen es también ideológica, que nos quiere decir algo más allá de lo obvio. Y claro, no sólo aplica para el mundo visual.

Algo que también destaco es la mezcla de diferentes áreas como las ciencias más básicas (biología, física o ecología), la tecnología (programación, ingeniería o mecatrónica), las artes (incluyendo visuales, escénicas y sonoras), el diseño en sus muchas ramas y las humanidades en general. Estos diálogos crean redes reales entre investigadores que plantean futuros compartidos y aportan a sus contextos.

Artist Union. Still life. Anna Frants

Además, entre cada una de ellas hay visiones diversas, incluso opuestas: desde eventos que apuestan a la especulación y la ficción, hasta proyectos más centrados en el mercado y la producción; espacios muy autorales frente a prácticas colectivas; o procesos muy utilitarios en cuanto a otras especies frente pensamientos ecosistémicos. Modelos de mundo variados que se tensionan, se enriquecen y se modifican al estar junto a los otros.

Pero no solo es la presencia de estas disciplinas lo importante, sino el invaluable esfuerzo de repensarlas. La resignificación del diseño y el arte como espacios de responsabilidad social ante la memoria, el presente y el futuro; el cambio de paradigma a una ciencia más afectiva, cercana y abierta; entre tantos otros puntos a debatir, nos llevan a un espacio idóneo para dudar de lo que sabemos y de lo que no.

Sin duda, el tema más conversado fue la relación entre las tres inteligencias: la biológica, la humana y la artificial. Poco a poco, la división de naturaleza y cultura ya no parece tan clara, y términos binarios como orgánico y artificial, o vivo y no vivo, encuentran innumerables matices. Lo complejo es que la mayoría seguimos siendo analfabetas en múltiples aspectos, pero paso a paso aprendemos, al mismo tiempo que recuperamos relaciones fundamentales con nuestro entorno y nos damos cuenta que el conocimiento académico no es el único tipo de saber.

En cuanto a la inteligencia biológica, me alegró ver múltiples intentos de apartar al ser humano del foco principal. Aunque todavía pensamos desde una perspectiva antropocéntrica, es evidente que comprendemos más nuestra fragilidad e interdependencia como seres orgánicos, y que la relación ecosistémica va mucho más allá de un cuidado del medio ambiente, implicando una integración sensible con lo que nos rodea. Es urgente considerarnos los animales que somos en esta crisis que hemos causado en el planeta, y entender que somos fácilmente superados por inteligencias centradas en la supervivencia como las de los microorganismos o los hongos; por las fuerzas de los mares y por la magia de los procesos biológicos, como la fermentación. A pesar de que este año se observaron menos interacciones de arte genético o biológico en comparación con ediciones anteriores del festival, su concepción sigue presente, hoy más mediada por las tecnologías y los lenguajes que nos permiten ampliar lo que ocurre allí, como el sonido.

Todas las rutas me llevan al mar, Salomé Rojas.

Frente a la segunda, la inteligencia humana (no meramente biológica) resultó interesante percibir cómo lo estamos planteando cada vez más desde el trabajo colectivo y comunitario. Muchas voces resonaron a través de productos audiovisuales diversos y comprometidos con sus contextos, aunque todavía estamos en deuda con respecto a combatir la centralización y modificar nuestras metodologías para exhibir menos y, en su lugar, dar más voz. También fue importante entender cómo estos procesos de creación, pensamiento y acción son los que nos definen, lo que conlleva a valorar la circulación de lo que hacemos, conservar lo digital y abrir las plataformas para que puedan ser replicadas. Más allá de una inteligencia meramente racional, me quedo con la poética, la sensibilidad y la fuerza sensorial de las intervenciones humanas del festival, que van más allá de las formas de lenguaje más usuales y logran que existan otras capas de lectura, sobrepasando la muestra de herramientas y dispositivos llamativos.

Por último, quedan muchas dudas y debates actuales sobre la inteligencia artificial, sin duda el tema más discutido en todos los espacios y en el que más me centraré. Con respecto a los términos de programación y software que permiten este tipo de inteligencias, es claro que los detalles técnicos se nos escapan a la gran mayoría, incluso en campos más específicos. En mi caso, sólo la diferencia entre arte generativo y arte con inteligencia artificial resulta compleja, al igual que sus procesos de creación (que aún no reconocemos con facilidad). Sin embargo, debemos aceptar que es algo de lo que ya no podemos hacer la vista gorda, ya que, según varias conversaciones, se estima que en aproximadamente 40 años estas formas de vida alcanzarán avances cuyos límites desconocemos en la
actualidad. Así que plantearé principalmente preguntas. En conversaciones específicas, se mencionaron definiciones específicas ayudando a dar más apertura a estos temas. Por ejemplo, Rolando Carmona (Venezuela) explicó los fractales y el crecimiento de bucle, entre otros modos de creación; Lucia Santaella (Brasil) nombró cada una de las inteligencias generativas de imágenes, así como el significado de machine learning y los modelos de difusión; y desde la teoría, Joaquín Zerene (Chile) definió los términos antropoceno y posthumanismo. Habrían muchos más ejemplos, pero el punto es que estos diálogos nos permiten entender que este campo también está lleno de tensiones, sub-técnicas y diversidades, lo cual nos ayuda a disminuir el nivel de algo parecido a una fobia actual ante la generación de estos nuevos seres que, por ahora, imitan el cerebro humano con traducciones de diversos lenguajes. Todo esto nos lleva a preguntarnos ¿Qué sucede cuando introducimos el afecto o el cuidado desde esa tercera inteligencia? ¿Cuánto de lo que no comprendemos de ellas se debe a qué aún no lo comprendemos en nosotros mismos?

Fotograma de Lucha IA Project por Brisa MP extraído de https://vimeo.com/550044756

Un punto muy interesante planteado por Fito Segrera es que estas máquinas en la actualidad no necesariamente tienen la razón. También cometen errores, ya que sintetizan lo que no se puede resumir (como las composiciones pictóricas de su obra) y pueden tener ideas sesgadas de una realidad ya filtrada por criterios humanos, como la geografía o los idiomas. Entonces: ¿Cómo es el proceso de entrenamiento de la máquina antes del resultado que vemos? ¿Hasta dónde pueden llegar las interacciones entre estos seres?

Lo más gratificante del festival es salir con una cierta tranquilidad que nos brinda un “no lo sabemos”. Entre visiones apocalípticas, ecologías donde las tres inteligencias tienen el mismo peso o futuros en los que seguimos teniendo el control, las probabilidades son similares y nuestra capacidad para entenderlas es mínima. Lo que sí está en nuestras manos es no permitir que el desarrollo de estas inteligencias siga de la mano de un neoliberalismo extremo, proceso de segregación social o privilegios no compartidos, ni bajo una racionalidad cartesiana que nos impide sentir y cuidar. Por eso, lo colectivo, lo ancestral, lo sensible y lo ecosistémico son vitales al pensar en las IA, y eso quedó más que claro. La pregunta aquí es: ¿cómo escuchamos cada vez más a pueblos cuyas inteligencias y tecnologías no pasan por el software y hardware que nos han vendido? ¿Cuáles son los usos que actualmente le damos a estas tecnologías y qué usos les queremos dar como sociedad? ¿Cómo pensamos las tensiones de poder que implica su uso como herramienta, su reconocimiento como seres y su control externo?

Charla de Lucia Santaella (Brasil)

Nos enfrentamos a aspectos tan variados como el misticismo electrónico, los sentimientos, las frustraciones y las decisiones políticas. A su vez, se mantienen grandes discusiones dentro del ámbito artístico, como la relación entre la técnica, la creación, el concepto y el discurso: ¿Por qué utilizamos esta herramienta y qué repercusiones medioambientales tiene? ¿Cómo piensas a partir de estas técnicas? ¿Cómo se expresa la poetización de la inteligencia artificial sin necesidad de ser sólo una exhibición de programas digitales?

Y concluyo como siempre, felicitando a todas las personas invitadas por todo lo que nos dejan y especialmente a los procesos locales que vimos en el festival, y también a aquellos que no estuvieron en este marco. Espero que los sigamos acompañando de forma constante en nuestra cotidianidad, que la presencia internacional y de Bogotá sean un insumo para fortalecer la descentralización en lugar de una forma de perder esta riqueza, y que el próximo año por fin me pueda centrar en los talleres, que sin duda son uno de los espacios más interesantes de este evento.

*Museóloga y docente.