Pausa y reflexión

(Aislamiento y creatividad)

Nadie pensó que la humanidad necesitara una pausa y no la iba a aceptar voluntariamente. Empeñados en la velocidad, en el ritmo ascendente que hace varias décadas venían jalonando diferentes países y multinacionales en el desarrollo tecnológico, en el mensaje a la juventud, en el sentido de que el mundo no tenía botón de retardo. Ninguna actividad humana tenía pausa. Había un impulso que anunciaba mayor actividad, en el caso del licor no necesitaba parar, si era la tecnología cada vez los modelos sobrepasan la imaginación, los deseos de los jóvenes iban más lejos que sus posibilidades. En las redes sociales el vigor y el egoísmo sobresalen entre todas las emociones. El sector de estos experimentos son los jóvenes, de ahí que los anuncios publicitarios son dirigidos a ellos, y a los viejos los muestran buscando suplementos alimenticios y luchando para que no les duela la espalda.

Hubo movimientos que preconizan la lentitud pero eran mirados como retardatarios. Sin embargo, un desprecio por la vida se ha apoderado de la humanidad aumentando enfermedades como la obesidad, la drogadicción y otras que no mencionamos pero que están presentes. Y la consecuencia normal de este estilo, en la cultura, es ausencia de la lectura. Ya que la lectura es lentitud, tener disposición para leer un párrafo con tiempo y entender al autor. Han aumentado autores que no necesitan que se les entienda, libros que se publican y no es necesario leerlos, sino saber que se publicaron. Hay autores veloces como los periodistas, acostumbrados a registrar la novedad y la mejor velocidad es la del dinero, que va y vuelve, y ahí están las editoriales buscando obras del momento.

No es tiempo de moralismos. Estamos ante una realidad inocultable. La cultura ha pasado a un segundo plano y es una forma de vida de algunas personas, ya no importa qué es la cultura, sino quien programa, no importa qué haga o presente.

Es una cosificación generalizada en que manda el dinero, la banalidad como forma de vida, y la estupidez en el pueblo consumidor. Relaciones que tienen que ver con utilizarnos entre nosotros como medios y no reconocer un valor intrínseco y respetable. Entonces, las redes sociales son escenarios donde muestran el poder, el egoísmo y el desprecio por la opinión ajena.

Con esta pausa o aislamiento van a cambiar costumbres, no solamente el saludo, sino que volveremos a la realidad del hombre que siempre ha sido débil frente a guerra, a pandemias como la peste y el hambre. Los intelectuales no van a temer hablar claro y decir lo que piensan. El presidente de EEUU ha doblado el brazo y reconoce la debilidad. Los políticos han demostrado ignorancia, en Italia, en Francia, en Méjico.

Siempre ha habido gente en cuarentena y aislados, filósofo y escritores, músicos y artistas. ¿Cuánto tiempo estuvo aislado Cervantes para escribir el Quijote de la Mancha? ¿Cuánto tiempo estuvo Spinoza recluido escribiendo la Ética que no pudo publicar en vida por miedo a que lo mataran? Ahora existen argumentos para hablar de la necesidad de un cambio de comportamiento del ser humano, y decir que el camino que llevamos está equivocado, reflexión que deben hacer el intelectual y el artista. Hiedegger, filósofo alemán, expuso que dábamos más importancia al ente que al ser, refiriéndose al primero como la técnica vacía. Sí, se puede hablar duro y con certeza como cuando en la tragedia y vida griega se anunciaban catástrofes a través de locos e iluminados.

*Escritor