PANELA: Una tradición

Presentación del libro que recopila las recetas de los tradicionales trapiches caldenses en el municipio de Supía – Caldas, seleccionado como uno de los tres libros más importantes del mundo en Artes Culinarias en los “Gourmand World Cook Book Awards”, Mejor libro de Escuela de Gastronomía”, considerados como los Premios Óscar a la gastronomía en los cuales participaron más de 200 países, entregados en el mes de mayo de 2018 en China.

Este libro es uno de los productos del convenio entre la Universidad Autónoma de Manizales con su programa de Paz y Competitividad y la Universidad de Caldas como entidad ejecutora del proyecto: Implementación del centro de investigación, innovación y tecnología al sector panelero de Caldas, Centro Bekdau. Para los emberá chamies, pobladores de la región, cultivadores de caña y fabricantes de panea, Bekdau pronunciado be ka dau, es el nombre que le dan a la panela en el dialecto chamí, derivado de la lengua emberá, que es el hablado en sus reguardos.

Este libro que se llama como el producto que lo inspira: PANELA, tiene como marco la búsqueda de la promoción del uso y el consumo de la panela. Se ha hecho con el acercamiento a las comunidades cultivadoras de caña y productoras de panela o de productos tradicionales que la tengan como ingrediente de: Supía, Riosucio, el Guamal y algunas veredas, buscando un respetuoso acercamiento a sus saberes, sus preparaciones, sus sabores y sus tradiciones. La investigación local, se propició mediante visitas a los cultivadores de caña (en este caso pequeños minifundios con características asociadas a la colaboración entre ellos, por ser mayoritariamente indígenas y afrocolombianos con tradiciones como las mingas, muy incorporadas en su modo de ser y actuar, lo que presenta características propias), a los trapiches, aun muy artesanales; a los productores de dulces tradicionales, a los productores de algunos de los productos tradicionales de la región como las colaciones, los alfandoques, los tirados y la miel de estancia que acogieron este proceso donde se dio la participación de hombres, mujeres, jóvenes y adultos mayores, logrando así una vinculación al mismo y de alguna manera cohesionando a estas personas que además de compartir un territorio, también están relacionados por el cultivo de la caña y la producción de panela: han sido ellos, sus historias de vida y sus saberes, los verdaderos autores de este libro.

De ellos y en los talleres, surgió la idea de preparar algunos platos fáciles que incluyeran la panela como ingrediente, con recetas escritas en un lenguaje coloquial e ingredientes fáciles de conseguir, para hacerlas accesibles a cualquier lector. Estas preparaciones se realizaron en el laboratorio de Bekdau en Supía en un diálogo de saberes en el que los estudiantes de Artes Culinarias y Gastronomía de la UAM, José Andrés Hernández y Sebastián Zapata, realizaron la parte de adecuación, mezcla, cocción y emplatado de las preparaciones que aparecen en el libro y participaron en los procesos de acercamiento a la comunidad con visitas a sus cultivos, realización de talleres, aplicación de formatos, recopilación y sistematización de la información recogida. La fotografía la realizaron Melissa Zuluaga y Sergio Ospina, contribuyeron al procesos el equipo de trabajo del Centro Bekdau, así como algunos cultivadores de panela, frabricantes de dulces y amasijos tradicionales y mientras de la comunidad.

Al tomar en sus manos este libro están tocando, mirando y leyendo la materialización de un sueño inspirado en un alimento que forma parte del patrimonio gastronómico regional, considerado muy nuestro e incorporado en nuestra diete, en nuestros recuerdos y en nuestro imaginario, aunque su origen no sea americano.

El origen de la saccharum oficinarum o caña de azúcar, se ha podido ubicar con alguna certeza en Nueva Guinea, según afirman Lucía Rojas de Perdona en su libro Aportes Alimenticios del Viejo al Nuevo Mundo y Alan Davidson en su libro The Osford Companion to Food, la primera referencia conocida hasta ahora es un poema indio de amor llmado Atharra-Veda, donde la caña de azúcar es un símbolo de dulzura y atractivo, la segunda es el envío que desde Europa a India hizo Alejandro Magno en el 327 D.C. y la tercera son referencias escritas de Heródoto en el siglo quinto D.C. Esta gramínea se difundió y se siguió cultivando, su ingreso a tierras colombianas, por la Costa Caribe colombiana se dio después de 1531. Don Sebastián de Belalcázar, la introdujo junto con la cría de cerdos, en lo que hoy conocemos como Valle del Cauca en el siglo XVI, siendo encargado de la provincia de Popayán. Su ingreso y aclimatación a Supía no se encuentra registrada, pero nos atrevemos a conjeturar, basados en los hechos que a continuación mencionamos, que venía dentro de los víveres y aprovisionamiento que para la expedición fundacional que salí de Santiago de Cali el viernes 14 de junio de 1539 (con el encargo expreso de dominar a los indios y fundar ciudades),  desde los cultivos que de la misma tenía en su estancia cerca del ¨Rio Cauca, en lo que hoy es Yumbo, don Sebastián de Belalcázar. No es fortuito que entre los expedicionarios estuvieran don Jorge Robledo, fundador de Anserma el 13 de agosto de 1539 y don Melchor Suer de Navas, don Martín de Amoroto y don Ruy Vanegas, fundadores de Supía el 2 de febrero de 1540, según consta en la Elegía de varones de Indias, escrita por don Juan de Castellanos. El corto tiempo transcurrido entre la salida de Santiago de Cali y la fundación de Anserma, permiten considerar la posibilidad de desplazamientos por el Río Cauca, lo que facilitaría traer la caña, los cerdos y otras semillas y víveres para la supervivencia delos expedicionarios y ésta podría ser la forma como la caña llegó a Supía.

En la península ibérica se usaba el jugo espesado de la caña que por un laborioso proceso se compactaba en forma cónica o de pan, utilizando un embudo de cerámica como molde, técnica aprendida por los españoles de los árabes y traída al Nuevo Mundo en la época de la Colonia, como consta en el libro Aportes alimenticios del viejo al nuevo mundo, lo que hace suponer que esta conocimiento llegó con los conquistadores. El historiador Germán Ferro Medina en su libro Vida cotidiana, viajes y política en Antioquia y Caldas. Mis memorias – Justiniano Macía Vélez 1866-1955, registra como en los trapiches de las fincas las bolas de panela se armaban a mano, aun calientes, sin moldes y se empacaban en hojas de congo o bijao.

La panela no es sólo un endulzante, es un alimento natural y aporta nutrientes: entre los principales minerales que contienen la panela  figuran: el calcio (Ca), el potasio (K), el magnesio (Mg), el cobre (Cu), el hierro (Fe) y el fósforo (P), como también trazas de flúor (F) y selenio (Se), entre las vitaminas están la vitamina C, la vitamina B6, la niacina, la tiamina y la riboflavina. Orgánica y  natural, la panela es un alimento saludable libre de sustancias nocivas, un consumo moderado acompañado de una buena higiene oral posterior a su ingesta, permite el sano disfrute de sus propiedades, aclarando que por ser un producto natural no pierde su contenido de sacarosa y no es recomendada para diabéticos ni para personas con colesterol o triglicéridos elevados, como se piensa equivocadamente.

La panela o dulce macho como le decían los colonizadores antioqueños, quienes la cargaban en el carriel o guarniel junto con las bolitas de chocolate o chucula preparadas con panela mezclada con cacao recién cosechado, tostado y molido manualmente con algo de clavos y canela, para elaborar una reconfortante aguapanela con la primera o un humeante chocolate con las segundas, agregándolas al agua tomada de cualquier nacimiento, río o quebrada que encontraran en su recorrido y cocinándolas en fogones de leña para obtener estas bebidas que están presentes en nuestras claves de sabor y nos han hecho la única región de Colombia donde el chocolate se prepara con agua y panela, con su olor característico, mezcla de panela y cacao y, sus burbujas tornasoladas logradas con un buen batido con molinillo de madera, donde una aguapanela humeante servida en tazas de pucha, no pocillos y con un trozo de quesito fresco adentro, se ofrece al viajero para contrarrestar el frío en los páramos caldenses; presente desde la primera infancia en el tetero, como coloquialmente se ha llamado en la región a la mezcla de aguapanela con leche, nombre que conserva en algunos sitios cuando se sirve como sobremesa; ingrediente imprescindible de la bogadera nombre que todavía le dan los cosecheros que recogen manualmente el mejor café suave del mundo, quienes antes la llevaban en un totumo o calabazo rebosante de aguapanela o aguamiel, amarrada al cinto en con una cabuya, ahora en recipientes plásticos que cuelgan de cinturón, para ir calmando la sed y reponiendo energías. Dulce panela acompañante de las duras jornadas de trabajo, ingrediente de la chaqueta o café colado con aguapanela y también de cafiote, como se llama a la chaqueta fría con un chorrito de limón mandarino y unos cubos de hielo; dulces trozos de panela como acompañantes del claro y la mazamorra; postre de afán cuando ese deseo de algo dulce aparece a horas inadecuadas; maridaje perfecto de buñuelos y natillas en diciembre, cuando como miel de estancia, nombre que le daban nuestros mayores a la miel que se obtiene antes de alcanzar el punto para moldearla, llegaba como presente navideño, directamente desde las fincas, envasada en un canuto de guadua cerrado con un trozo de madera o un pedazo de papel enrollado, adornado con un lazo de cinta roja; ingrediente de salsas y marinadas, tortas, postres, bebidas, aguas aromáticas, base de sirope, tan nuestro, tan de Supía, tan de Caldas… la misma que se utiliza rallada sobre las heridas que se resisten a cerrar por la generación de alcohol al unirse con las bacterias; la que preparada como miel espesa, se utiliza para retirar por inmersión el óxido de piezas viejas y herrumbrosas y la que según el botánico, padre Pérez Arbeláez, se usaba como medio de conservación para carnes, antes de la aparición de los refrigeradores y como conservador y enraizador de los pies vivos de las plantas, panela de alfandoques, tirados, bombones y caramelos, panela presente en todas las plazas de mercado, supermercados, tiendas, despensas y alacenas de nuestra región y, ¿por qué no? De nuestro país. Ella es el personaje principal de este libro.

*Cocinera, docente e investigadora

Docente Gastronomía Colombiana Universidad Autónoma de Manizales

Docente Cocinas Tradicionales con énfasis en el Paisaje Cultural Cafetero Colombiano

Fundación Escuela Taller de Caldas, Salamina

. Andrés Felipe Gómez Sánchez. Director Proyecto Centro Bekdau.

¿Qué es un escritor?

Puede sonar a recurso retórico formular esta pregunta, pero al tratarse de un encuentro de escritores, es oportuno recapitular este concepto,  más ante unos tiempos cambiantes como los que vivimos.

Hagamos memoria y repasemos la historia, esa clara voz que crea los puentes entre las diferentes épocas luchando contra el presente en favor de un pasado y de un futuro. Todos recordamos esa bella figura egipcia del Escribano hospedada en el Museo del Louvre. Han pasado 4.500 años desde el día que se hizo esta estatuilla, que no tiene 40 cm. de alta y representa a un hombre sentado, cómodo y con sus útiles a la mano, listo y concentrado en serle útil al faraón. Era ese hombre, miembro de una casta especial envuelta en magia debido a que este grupo era dueño de un lenguaje secreto que se componía de signos, cada vez más abstractos, pero que puestos en orden daban un sentido, ampliando la mente y retando el olvido. Su función era contabilizar la riqueza del Reino de Egipto y fijar para las dos vidas, la presente y la futura, las hazañas de su señor y dios. El recién inventado alfabeto y su evolución gráfica eran el sustento de su función social. Esta figura es la primera representación que tenemos de un hombre de letras; era el escribano un artesano de alto rango, preciso dentro de una sociedad cada vez más organizada y compleja.

El primer cambio se dio en la época greco-romana mil quinientos años más adelante. El mito de la escritura fue develado porque cada vez más hombres sabían leer y escribir y al no estar ligados a un rey o a un dios hallaron el espacio de escribir en función de una cotidianidad. La poesía, la historia y la filosofía eran los temas liberales que se apoderaron de las letras que a pesar de que eran patrimonio de a una élite, llegaron hasta nosotros.

Una vez hundida Roma y su magnífica cultura hace 1.600 años, los nuevos amos venidos del norte, dueños de unas demacradas runas que sumadas no ajustaban un alfabeto, desecharon gran parte de ese legado cultural. El retroceso fue contundente, tanto que esa época se hizo acreedora al remoquete de Era Oscura. Así como fueron descuidadas las vías que unían a todo el imperio romano,  manteniendo vivo el comercio y conduciendo tropas a más lejanas conquistas, a la escritura la enclaustraron los nuevos señores, literalmente, en los monasterios. El escribano egipcio cedió el puesto al monje benedictino que destacaba ante una gran población iletrada, y el togado ciudadano romano, escritor de poemas tipo Virgilio y lector de los viajes históricos de Heródoto, desapareció temporalmente del escenario de la civilidad. La función del hombre de letras en esa sociedad teocrática del Medioevo era servir a dos señores: al terrenal rey y al espiritual Papa. El rey lo ocupaba en su cancillería redactando leyes o decretos y despachando una correspondencia con los vecinos tronos, y el Papa lo empleaba multiplicando los textos sagrados básicos para fijar y difundir un dogma. Acordémonos que Carlos Magno, aquel prohombre del siglo IX, aprendió a escribir siendo viejo ya.

A pesar de usar el mismo alfabeto, casi la misma lengua que nosotros, todavía no hemos encontrado un escritor.

Es con un monje rebelde que se da el cambio. Fue el polémico Martín Lutero, en Alemania, el que usó a fondo una nueva tecnología creada por su paisano Gutenberg; es con la imprenta que se da la diferencia. Aquí, con la mecanización de la reproducción de los escritos es que sucede la ruptura. Es aquí donde se da un antes y después de la fijación de los 95 argumentos en Wittenberg en el año 1517.

La eclosión de, ahora sí, escritores independientes que produce la imprenta es enorme. Erasmo, Melanchton y todos ellos inundaron a Europa con sus escritos que preferiblemente polemizaban sobre religión, tema de alto impacto en esos días, y a la vez surgen los lectores que pueden acceder a esos escritos que no requieren de una vida para ser pasados a mano por un monje, sino que una maquina los re-produce sin mayor esfuerzo y mayor costo económico.

¿Cuál fue el primer escritor que pudo vivir de las regalías que le pagaban los ávidos impresores de Basilea, Ámsterdam o de Frankfort? Es difícil de determinar este asunto, tal vez lo fue el mismo Erasmo o tal vez lo fue Sebastián Brant, autor de “La Embarcación de los Locos”, aquella obra satírica, un  bestseller, que captó la atención de un amplio público, como lo comprueban las traducciones de este texto a todos los idiomas corrientes de la Europa cada vez más renacentista.

Para el escritor ahora es indispensable el libro, sobre este objeto se apoyará para imprimir su huella intelectual y desde allí desafiará a reyes, dogmas y dioses, sus históricos amos. Sin libro no hay escritor, esa es la esencia de esta evolución que partió de la invención del alfabeto. No es equívoco decir que autores lo somos todos los seres humanos alfabetos que escribimos, pero escritores lo somos aquellos que hemos producido un libro.

Surge con la imprenta una nueva y fértil constelación dentro de la cultura: escritor, libro y lector, esencia de la nueva sociedad que cada vez le da más espacio al individuo. Escribir nutre y exalta la conciencia y será la Revolución Francesa la que convertirá estas ideas en dogmas políticos, dándole un nuevo realce al tema de la democracia y la autodeterminación del hombre.

Surgen cada vez más géneros y medios de difusión. Periódicos, revistas y por supuesto libros que son llenados con ensayos, novelas, dramas y poemas y el escritor se profesionaliza. La ley de la oferta y la demanda, al ser el libro un producto, se hace notar en el mundo de las letras; es el lector comprador el que asume el patronato.

Volvamos al evento y a la pregunta. Para nosotros hoy ¿qué es entonces un escritor? Construiremos la respuesta usando la constelación que causó la imprenta: escritor, libro y lector. Obviamente que en una sociedad de masas, así como la describe Adorno, esta triada es peligrosamente potencializada.

Vemos que el individualismo sigue siendo el denominador común de nuestra civilización. Así que todas las ideas, emociones, miedos y anhelos, por subjetivas que sean, serán con gusto leídos por nuestra sociedad. Cambia si el libro que está expuesto a los avances de lo digital que ataca al libro en papel como tal, que induce a los editores en insistir aún más en el libro mercancía. Por último se debe decir que el lector está sujeto, casi que en mayor grado que el mismo escritor, a las leyes de la sociedad de consumo, así que el escritor corre riesgo de degenerar en un simple proveedor de emociones para un lector orientado por los grandes intereses mercantiles. Difundir un libro es vender un libro y esto sucede a muy bajo esfuerzo si esto se articula con una moda o tendencia. Es entonces el escritor un miembro de la sociedad expuesto a convertirse en la mejor marioneta de un sistema, perdiendo su esencia. Prestigio, honestidad y originalidad son sustituidos por una inteligente campaña publicitaria y voila, tenemos otro genio de las letras premiado y coronado por la industria del libro. Del escritor que acusa y logra un impacto social en su sociedad, como en la decimonónica Francia, queda poco en este mundo presuntamente global.

*Escritor e historiador. Palabras pronunciadas en la inauguración del XXI Encuentro de Escritores de Filadelfia en el mes de mayo de 2018.

LA TESIS. Otras formas y medios de hacer teatro

 “La Tesis” creación de Teatro Inverso, grupo profesional constituido por docentes del departamento de Artes escénicas de la Universidad de Caldas.

Es una puesta en escena muy particular, pues se realiza al interior de un grupo de creadores teatrales, pero a su vez responde a unas necesidades de tipo académico, al constituirse en un trabajo de grado de la Maestría en Artes de la Universidad de Caldas.

El Teatro Inverso lleva 9 años en una labor destacada de creación de obras de teatro, en las cuales expresa una mirada a la violencia en Colombia en algunos de sus variados y perversos aspectos: El desplazamiento forzado, la violencia política y de género, los desastres naturales, entre otros. Está constituido por jóvenes creadores y veteranos investigadores, quienes han logrado importantes propuestas que han girado ya por diferentes países latinoamericanos.

“La Tesis” es una obra producto de una investigación dirigida y escrita por Juan Camilo Molina, quien se hace algunas preguntas venidas del arte y la historia. Combina aspectos históricos con posiciones críticas e irónicas que desde el humor generan un ambiente narrativo muy agradable, con cierto componente didáctico de la historia, pero en general recreando puntos de vista propios de época, y dejando al final un panorama abierto de preguntas sobre la posición del artista en la creación-investigación y en la confusión posmoderna de los conceptos de arte, en su expresión sin fronteras, en la imposibilidad del consenso y en la dramática apertura de sus definiciones.

La obra reconoce e introduce importantes e inevitables debates sobre aspectos históricos, estéticos y propios de la forma teatral. Se expresa en la puesta una narrativa escueta e ingenua, pero con fuerza y frescura, pues indaga en otras formas y medios de hacer teatro, en una confrontación abierta con la academia, con la razón y en una imbricación conflictiva entre términos como creación-investigación-academia. Es la obra un intento de confrontar su propio discurso, creado desde una razón que se resiste al concepto, que no encuentra su definición única. “La Tesis” se despliega interpretando la historia, penetrando en su misterio, abriéndose a los diversos conceptos; finalmente las teorías no dan cuenta del arte, pueden circundar en torno a él, aproximarse o alejarse, reconocerlo y diferenciarlo, pero nunca comprenderlo de manera definitiva.

El director de “La Tesis” hace de su obra la tesis de grado, asunto polémico desde la perspectiva académica, en la cual, los postulados de tipo teórico y de fundamentación, expresada en la argumentación de tipo racional, ha sido el carácter tradicional. Plantea de entrada la polémica entre la obra como investigación y la investigación académica referida al arte.

La propuesta se estructura en un recorrido por la historia del arte: refiere un poco la polémica de Platón con los poetas, la evangelización cristiana, el Renacimiento y las posteriores crisis entre la filosofía, la poesía y la ideología de los artistas. Está dividida en cuadros y cada uno de ellos toma épocas diferentes, por medio de los cuales se muestran algunos lugares comunes de la historia; de manera muy divertida se cuenta, a través de imágenes, la manera como las artes plásticas, a partir de las pinturas de los grandes artistas, dejaron demarcada la historia desde sus creaciones.

“La Tesis” es una puesta en escena arriesgada que toma como material dramatúrgico la historia del arte y genera un juego satírico, fresco, novedoso y propositivo de caminos poco explorados en la escena local.

En varios aspectos la propuesta escénica, expresa capacidad de riesgo: en primera instancia para un estudiante de maestría que pretenda que su obra sea la tesis, representa un gran salto en lo que académicamente se ha considerado, pues se supone que ésta es ante todo escritura, documentación y sistematización. Es un hito,  un antecedente importante que el director y dramaturgo de una puesta en escena, incluido en ella como actor, considere es el trabajo para graduarse como magister. Es importante señalar que “La Tesis” como investigación tuvo la importante asesoría del doctor en Filosofía, el profesor Adolfo León Grisales, autoridad en asuntos de estética y filosofía en general.

Así mismo la estrategia misma de creación dramatúrgica, pues en el mejor sentido del metateatro, un director contrata a un grupo de actores para representar la obra, y en los intermedios exponer algunos conflictos salariales y otros que incluso aluden a la realidad misma de la tesis y de los compromisos académicos del equipo de producción.

En conclusión, “La Tesis” representa un conflicto latente entre la creación y la academia, la creación y la investigación, además enfrenta los desarrollos teóricos y la práctica misma de la puesta en escena. Detrás de una obra siempre están los conceptos, se incluye de alguna manera en una concepción estética y el artista no puede escapar a la racionalidad y el pensamiento. Sin embargo, la obra de arte trasciende el concepto, lo supera, pues ningún estudio puede estar por encima de ella, es decir, explicarla de manera satisfactoria o dar cuenta de manera completa de su significado. La obra de arte siempre está generando nuevos sentidos y la estética, como filosofía del arte, siempre estará detrás de ellos tratando de explicarlos o de armonizarlos con algún estudio preexistente.

*Profesor Universidad de Caldas

Una reseña de una App: Tiros y tijeras

Patrón y Bocadillo buscan sicarios en una venta de bazuco mientras reflexionan sobre el origen del mal en el mundo. Esta es una de las escenas de la App Tiros y tijeras, en la que un travesti negro llamado Tiffany y dos mafiosos enseñan lógica. No es inverosímil. La precisión argumentativa y la rigurosidad de los debates callejeros a veces también se pueden encontrar en la academia, e incluso en las facultades de Filosofía.

Los autores intelectuales y materiales de Tiros y tijeras son los miembros del equipo de la Penúltima verdad, un proyecto de la Universidad del Caldas encabezado por el filósofo y escritor Pablo Rolando Arango. “Si los medios de comunicación pueden utilizar este tipo de personajes [supongo que se refiere a los mafiosos] para hacer series de televisión, nosotros podemos utilizarlos para enseñar lógica”, dice Pablo. Y tiene razón.

Uno abre la aplicación y encuentra cuatro secciones identificadas con las ilustraciones de los personajes: juegos (con la cara del Patrón), que consiste en retos para medir la coherencia de las creencias del participante; falacias (con la cara de Tiffany), que explica los engaños lógicos comunes a través de las aventuras ilustradas de Patrón, Bocadillo y Tiffany; galería (con la cara de Bocadillo), donde se agrupan todos los episodios; y créditos (con la cara de una señora), que expone –qué tal si no– quiénes fueron los artífices de la creación.

La intención de Tiros y tijeras es muy sencilla. Usualmente los ejemplos que se utilizan en los materiales para la enseñanza de la lógica y de la filosofía son ajenos y lejanos geográficamente a la realidad de los estudiantes (“si un hombre en Edimburgo abre una sombrilla…”), así que solo logran distraerlos más (“profesor, ¿dónde queda Edimburgo?”).

Tiros y tijeras es una herramienta gratuita para aprender lógica a través de personajes cercanos y llamativos, sin solemnidad ni ultracorrección política. Sí hace mucha falta que le digan a uno, como en esta App: “Usted parece incurrir en una contradicción”. Y que a continuación le expliquen por qué.

https://play.google.com/store/apps/details?id=io.ionic.tiros_y_tijeras&hl=en_US

Tomado de “El Alacrán”. No. 24. Diálogo y difusión cultural.