De pie y al unísono de los aplausos fue el cierre

● 33 funciones en sala y calle durante nueve días.
● 25 compañías teatrales invitadas; 5 de Galicia, invitado especial.
● Quinto Congreso Iberoamericano de Teatro con más de 60 invitados internacionales.

Cuatro compañías internacionales y una local fueron las encargadas de clausurar una versión más del Festival internacional de Teatro, que sigue demostrando que Manizales es una ciudad teatrera por excelencia. Dos funciones en calle y tres en sala cerraron con honores la fiesta de teatro más antigua de latinoamérica.

Esta edición cierra con un balance muy positivo en todos los componentes del Festival, como destaca el director del FITM, Octavio Arbeláez, “En primer lugar el componente artístico nos da la posibilidad de asomarnos a la realidad de nuestro tiempo, a la producción escénica de Iberoamérica y sin ninguna duda, a los puntos más altos de los aconteceres escénicos de nuestro continente”.

 

El Festival Internacional de Teatro de Manizales expresa un agradecimiento especial a todos los asistentes a esta 55 edición, y también a las empresas, instituciones, marcas y medios de comunicación para hacer posible un año más del FITM.

Tenebrosa creación

Con la clonación, la fertilización in vitro, los transgénicos, los trasplantes de órganos, los injertos de tejidos, todos los demás avances tecnológicos y científicos, y los experimentos con humanos de hoy en día, sistematizados con la inteligencia artificial y sincronizados con el mundo virtual, el jugar a creadores de especies humanas, no se ve tan extraño como en el siglo XIX, cuando lo vislumbró una gran escritora visionaria, quien se atrevió a plasmarlo.

Estos planteamientos los aterrizó la compañía teatral Viajeinmóvil de Chile, creada en el año 2006, y en esta oportunidad nos presenta una adaptación de la novela Frankenstein, o el moderno Prometeo, historia escrita a sus diecinueve años por Mary Shelley y publicada en 1818.

Con una escenografía que consta básicamente de un biombo que permite actuar a un intérprete y cinco marionetas que simulan personajes en varias escenas, un mueble que puede servir de mesa de operaciones o depósito de desechos o partes humanas, y un adecuado juego de luces acompañadas de vapores que pueden ser nauseabundos o aromas deliciosos,  es todo, para que un actor y manipulador de marionetas logren esta creación.

La historia comienza en un laboratorio en donde Víctor, el científico escribe a su prometida Elizabeth explicándole el porqué de su ausencia, pues debe aplazar su viaje hasta concluir un trascendental experimento, con el que pretende cambiar el concepto de la muerte, pero no entra en detalles. Se trata de reconstruir seres humanos con partes útiles de diferentes cadáveres. Lleva una bitácora con sus avances, pero cuando piensa que ha concluido y la criatura aparece, horrorizado no le queda más que escribir en ella, “experimento fracasado”. Abatido abandona el laboratorio y exhausto se echa a descansar, abandonando la criatura que por demás en medio de vapores se ha erguido de la mesa de operaciones o mejor de reconstrucciones.

El ser recién creado tiene una apariencia que lo hace tenebroso y repugnante. Sale y después de un largo recorrido llega a una feria de diversiones en que no es extraña su presencia, pues creen es parte del espectáculo. Luego abandona el lugar y se dirige a un recóndito bosque en el que mora una familia pobre a la cual comienza  a proveer de alimentos de los que carecen, no se deja ver, pero lo consideran un genio bueno. Luego allí, entabla conversación con el abuelo ciego y le explica su infortunio, con los ojos del alma que son sus manos, el abuelo le palpa la fisonomía y comprende el porqué de los prejuicios de los humanos y su rechazo por ese ser que ha sido tan bondadoso con ellos, sin esperar retribución alguna.

A todas esas el científico quedó como en hibernación durante seis meses que estuvo inconsciente, después de recobrarse tiene un encuentro con Henry, su mejor amigo a quien confía su secreto y temor por la represalia que pueda tomar la criatura. Efectivamente, a este amigo cobra la afrenta de haber sido abandonado por sus creador y así como a él le dieron vida, el la quita. Aterrado el científico, se compromete a crearle una compañera que no le rehúya, que lo acepte como es y lo acompañe siempre, así ella sea tan fea y tan imperfecta como él, pues será el amor el que supla el resto.

Le pone como plazo la noche de la boda de Frank con su Elizabeth, pero al final el científico decide romper su juramento e ignorar a la criatura. La reacción ante ese ser tan despreciable que ni siquiera le quiso dar un nombre a él, su creación, es hacer sentir al científico tan miserable como se siente él, privándolo de la compañía que no le quiso suministrar, sería su última víctima y así su última esperanza.

Desamparado y errante buscando sosiego frente a tanta burla e injusticias, a tanto odio y rechazo que produce, pero que en el fondo tiene las mismas cualidades y defectos de los humanos de donde partió, la nobleza y la villanía, los sentimientos de amor y odio y las demás características de los mortales que lo crearon. Finalmente lo encuentra a manos de un alma caritativa que después de saber su mísero relato, decide ayudarlo a encontrar la calma y así descansar en paz de las consecuencias de los ambicioso actos humanos.

Cuando el rigor científico no está acompañado de una ética a toda prueba, la soberbia de los científicos, el afán de protagonismo, la ambición de notoriedad, hacen tomar a veces decisiones cuyo resultado además de impredecible, puede convertirse en castigo a tanta vanidad,. Cuantos fracasos hemos conocido y hasta padecido.

* Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

Foto Lina Castaño.

 

 

 

 

Dos obras conmovedoras y reivindicadoras de la esencia del teatro

Constante y Gongo Jazz Band, dos piezas teatrales, dos textos magistrales, dos puestas escénicas en claves de recepción acertada con el público.

Las presentaciones de las obras Constante de la Compañía Teatro Nacional de Uruguay el jueves 26 de octubre y Gongo Band Jazz de Francophonies Hassane K. Kouyaté el 27 de octubre en el Teatro Los Fundadores, resultaron sencillamente conmovedoras y reivindicadoras de la esencia del teatro como obra de arte de la presencialidad: Poética de actor, buena historia y una excelente recepción del público.

Cada una de estas puestas en escena, la primera con las tramas alrededor del suceso de una antigua historia que se conoció desde tiempos Argelinos, de la cama donde se torturaba a un Príncipe llamado Constante, y la otra, la crónica de hechos históricos del Congo, país africano y la sumisión colonialista de dicho país y en general la expoliación Europea del llamado Continente Negro y lo ocurrido con las excentricidades del Rey Leopoldo II de Bélgica y el asesinato del líder Patrice Lumumba.

Del grupo uruguayo destaco la magistral ejecución de la técnica vocal, el universo de creatividad de los recursos escénicos para contar una historia, en la que finalmente queda claro que en la historia de las dictaduras del Uruguay, en dicha cama también se torturaba y finalmente termina expuesta en un museo como obra de arte.

La compañía uruguaya, con la obra Constante, nos reconcilia con el oficio dramatúrgico, el arte de actor y el anacronismo que hace viajar en el tiempo de manera renovada y asombrosa los relatos. De esta manera el arte recitativo , de rimas del Siglo de Oro Español toman vigencia en la obra con el público como acto poético válido, vigente y de alto valor de recepción sensible y profunda.

De otro lado, el grupo congolés, logra contar la historia dolorosa y excluyente del colonialismo de Bélgica y los hechos por los que la misma historia les condena y de los que aún existen las secuelas y por tanto las resistencias. En África la música es un relato fundante de la cultura. Al transcurrir la historia que se sucede en la escena de una manera sencilla, con la oralidad a simple vista, sin artilugios de la Cuarta Pared, se suceden los hechos y extravagancias del Rey y todo el desarraigo y desprecio del mundo de los Blancos Europeos en África. Al final, el canto de dolor y de denuncia, de olvido y esperanza, nos hace vivir un momento de sentimiento profundo de memoria y de respeto por las culturas, la dignidad y las soberanías de todos los subyugados ante cualquier imperio bien sea político o de sentido.

Recordé junto a varios amigos generacionales que nos encontramos al salir del Teatro Los Fundadores, una vez finalizadas las obras, que el buen teatro pide público y no consumidores, el teatro tiene tensión narrativa que se dirige a la profundidad del sentimiento y no espectacularidad informativa de emocionalidades desechables, la obra de arte tiene anacronismo y memoria. La mercancía artística sólo tiene instantaneidad y olvido.

Como colofón, también recordé que desde el bello corredor paisajístico de Manizales en Chipre, se ven las montañas que nos atan de alguna manera con el Congo porque allá al occidente están las comunidades negras del Chocó también provenientes del África. Pero también recordé que aquí, como la cama de torturas de Constantino, tenemos una historia asombrosa de “6.402 falsos positivos”.

* Dramaturgo, actor, director de teatro.

Fotos Lina Castaño.

Polifonía coreográfica creada desde la diversidad

55 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MANIZALES
CRÍTICA TEATRAL
Obra: Varón en Polifonía
Coreografías de la diversidad
Grupo: Pasos Juntos y Compañías

Esta obra es el resultado de una beca del Programa Nacional de Estímulos de Min-Cultura en la categoría de creación para coreógrafos o grupos de larga trayectoria. Ganarse la beca es un logro importante para el colectivo, la Universidad de Caldas y la región que impacta. El director del proyecto es José Fernando Ovalle, docente de la Universidad de Caldas, quien inicio la investigación autobiográfica en el 2006 con la obra “Él” y luego en 2016 se da continuidad con la obra “El viaje de él”. En el 2023 se convoca a académicos y actores independientes de la danza para ampliar la reflexión y los discursos. Son 7 hombres y dos mujeres en escena en los que resuenan las poéticas del cuerpo.

Elementos como la tierra, símbolo de siembra en acto de amor y vida, el Oso como hombre padre, el huevo que reafirma la paternidad y recursos como los colores, las canecas, los bananos, refuerzan aspectos ligados a la diversidad y una masculinidad grandilocuente e idealizada. Varón en Polifonía destaca la tensión entre tradición y contemporaneidad, transversaliza técnicas de la danza tradicional afrocolombiana con la danza contemporánea, partiendo de la memoria de los cuerpos poéticos, de los cuerpos archivos. La obra fusiona atmosferas electrónicas, paisajes sonoros, dinamizando de esta manera el folclor musical afrocolombiano. La música es en vivo.

La obra le da la voz a las masculinidades que reflexiona en tiempo presente, donde los discursos de genero tienen gran relevancia, cuestionando la tradición en relación con los constructos de ser hombre y ser mujer. La obra es una polifonía coreográfica creada desde la diversidad para recrear la vida como escenario de sanación y reconciliación, presentando al varón que siembra para renacer en múltiples colores. El proyecto coreográfico problematiza discursos que giran alrededor de la masculinidad, observando afectaciones y cicatrices que condicionan el comportamiento, pero también las maneras de inmersión e interacción en la sociedad.

Detrás del proyecto Varón en Polifonía hay una indagación y una reflexión de larga data, desde prácticas artísticas en muchos campos de la danza, además de investigaciones teóricas al respecto. La propuesta dancística con todos los recursos que pone sobre el escenario, hace gala de mucha fuerza expresiva, de cierto tono trágico, pero a la vez liberador y sanador de la herida que por tradición el varón asume en silencio y que aquí se expone en toda su vulnerabilidad, la hace explicita y por lo tanto encuentra vías de comprensión y armonización a través de la metáfora escénica.

Varón en Polifonía significa la posibilidad de expresarse en la diversidad que realmente es, y no en la estandarización a la que culturalmente es sometido, aquí se niega la uniformidad y se confirma la polifonía en el cuerpo, en el ser y en la vida.

Crítico Teatral.

Le molesta la palabra poetisa y se define como poeta, periodista y feminista

Falleció la insigne poeta Maruja Vieira (Manizales, 1922 – Bogotá 2023). El siguiente es el prólogo del libro “El nombre de antes”  incluido en la Colección Biblioteca de Escritoras Colombianas, un proyecto del Ministerio de Cultura de Colombia.

Con casi 99 años, Maruja Vieira se disculpa porque a veces le falla la memoria. Lo dice con timidez, anticipándose al posible olvido de alguna fecha exacta o el nombre de una persona remota. Pero su memoria sigue siendo prodigiosa y eso se evidencia en su alegre conversación, en la que intercala explicaciones y anécdotas con versos de su autoría; declama el final del poema «Lo que más duele de tu ausencia» y los versos completos de «Visión de infancia» y «Los muros y el recuerdo».

Como el comentario preciso para el diálogo presente lo pensó y escribió hace décadas, entonces el poema llega para complementar la charla. Es como si un apuntador invisible o una voz interna le dictara línea por línea cada verso que sale de su boca, sin traspiés ni titubeos, con una cadencia que hace énfasis en el adjetivo preciso y una expresión corporal de la que se infiere que no solo oye la poesía, sino que, además, la ve.

Antes de ser poeta fue declamadora. Antes de declamar fue lectora. Antes de aprender a leer, sus padres, su hermano y su abuela le leían en voz alta.

En ese antes no se llamaba Maruja, sino María Vieira White, y ya tenía el don de la musicalidad que le permite memorizar versos como si fueran canciones y escribir poesía con un ritmo interno singular.

Ella aclara: «Yo nací periodista».

* * *

Joaquín Vieira Gaviria era maestro de escuela en Sopetrán cuando estalló la guerra de los Mil Días. Su filiación conservadora lo llevó a enrolarse en el Ejército, donde ascendió hasta coronel. Un día, unos soldados le llevaron a un supuesto «bandolero», un muchacho liberal que al coronel le pareció demasiado joven. Movido por su pasado docente, decidió devolver al capturado a su familia en vez de hacerlo prisionero.

Cabalgó con el joven Ernesto White Uribe hasta Frontino para dejarlo en casa de su papá, John Henry White Blake, quien había migrado desde su natal puerto de Cowes, en Inglaterra, para trabajar como ingeniero y geógrafo en Urabá. El inglés agradeció el gesto del coronel y lo alojó en su casa. Ahí fue cuando Mercedes, la menor de los doce hijos White Uribe, conoció al coronel.

Varios factores pudieron haberse atravesado en el amor entre Joaquín y Mercedes: ella tenía trece años; él, treinta cinco y, además, estaba el asunto político: Joaquín era un coronel conservador y Mercedes era prima de Rafael Uribe Uribe, el más destacado general liberal de la guerra. La guerra siguió, los liberales perdieron y, años después, el coronel fue designado para un alto cargo en Frontino, donde el reencuentro con Mercedes fluyó más rápido de lo previsto. Ella tenía dieciocho años cuando se casó, en 1909, y fruto de esa unión entre un conservador y una liberal nació dos años después en Medellín su primogénito, Gilberto, quien durante casi medio siglo presidió el Partido Comunista en Colombia.

* * *

A comienzos de la década de 1920, la muy conservadora Manizales era una ciudad con setenta años de historia y cincuenta mil habitantes, que vivía el auge económico de la bonanza cafetera y el dinamismo político de haberse convertido en capital del Gran Caldas, luego de su segregación de Antioquia en 1905. A esa ciudad arribaron los Vieira White, con Gilberto de once años, y fue allí donde nació la segunda y última hija de la familia, María, el 25 de diciembre de 1922.

Sus primeros años transcurrieron en una casa tradicional en el actual Parque Caldas, y luego en otra en el barrio Lleras, en la que no faltaron los libros, la lectura, ni la compañía de Micifuz: «Mi mamá escribía, y muy bien, pero nunca publicó. Mi papá leía y mi hermano también. El único que no leía era el gato».

Era blanca mi casa, con ardientes geranios
Que cifraban la luz en las altas ventanas

«Cuando pienso en Manizales veo la torre de la Parroquial, que era lo que yo veía con mis ojos de cuatro años desde el balcón de la casa de don Camilo Hoyos, donde nací. No sé si todavía existe, pero la vi en una estampilla retratada. Es la casa de la esquina que da frente a la Parroquial».

Tenían las ventanas —cristal desvanecido—
un horizonte de árboles, de torres y palmeras.
Las calles alargaban el sueño del camino.

Entre 1922 y 1926, tres grandes incendios destruyeron Manizales. El segundo, en 1925, quemó 229 edificios en 32 manzanas, y el tercero, en 1926, acabó con la Catedral. María estaba muy pequeña, pero fue tanta su conmoción que esos son sus recuerdos más antiguos: «Me tocó verlos y sentirlos. Yo diría, con Aquilino Villegas: “Mis ojos mortales vieron el incendio”».

Esa imagen apocalíptica, sin embargo, no alcanza a turbar la memoria de una infancia feliz: «Recuerdo las comidas; me daban cosas muy ricas, y también me veo caminando de la mano de ese ser humano tan bueno y noble que fue mi padre».

Tres mujeres fueron determinantes en esos primeros años para su relación definitiva con la literatura. Su madre, Mercedes, leía en voz alta un amplio repertorio en el que cabían desde autoras locales, como Blanca Isaza de Jaramillo Meza y la boyacense Laura Victoria (Gertrudis Peñuela de Segura), hasta poemas, dramas y traducciones del español Felipe Cabañas Ventura. Su abuela materna, Rita Uribe Uribe, también era una voraz lectora de poesía e historia y fue con ella con quien María aprendió a leer. Este gusto se afianzó con Claudina Múnera, pedagoga, escritora y feminista, quien se encargó de estimular ese interés literario en la nueva estudiante del Liceo Femenino, colegio al que ingresó en 1928.

—Señorita Mercedes, ¿en realidad qué sabe hacer la niña?
—¡Nada! No le gusta coser. Dice que no quiere coser con «guja».
—Pero ¿qué le gusta hacer?
—Leer.
—Pues, entonces, ¡que lea!

Como ocurre con varios de sus textos periodísticos, que dialogan con sus poemas, la crónica «Memoria de Claudina Múnera» es el envés de «Recuerdo», poema dedicado a la misma profesora.

Recuerdo que mi escuela tuvo un balcón de árboles
y un patio, junto al claro viaje de los gorriones.
La vida era una mano que me esperaba afuera
y una cabeza blanca, llena de sueños altos.

Joaquín Vieira fue el primer gerente de las rentas de Caldas, y gracias a su contacto con el «alquimista» cubano Ramón Badía, el departamento ha gozado durante un siglo de los réditos del tradicional Ron Viejo de Caldas. Su legado se honra hoy en la sede de la Industria Licorera de Caldas con fotos que exaltan su figura. Lo que no se cuenta es que, en 1930, cuando terminó la Hegemonía Conservadora y el Partido Liberal asumió el poder, el coronel retirado perdió su trabajo y, aunque tuvo la oportunidad de trabajar en Ibagué, a cambio de revelar la fórmula del ron, prefirió migrar a Bogotá, con incertidumbre económica, pero sin problemas de conciencia.

* * *

Bogotá le cambió la vida a María. A sus once años ingresó al recién fundado Instituto Montessoriano, dirigido por Sofía Quijano de Ayram, otra activa pedagoga con quien pudo fortalecer su vocación literaria y su conciencia feminista: doña Sofía acababa de crear la primera facultad de derecho para señoritas.

A la influencia de la profesora se sumó la transformación de su hogar. «Nosotros llegamos con menos holgura de la que teníamos en Manizales y nos ubicamos en el ala de una casa muy grande del centro: era la casa de Georgina Fletcher Espinosa, una mujer maravillosa para la historia colombiana; la mujer feminista más notable de su tiempo».

Georgina Fletcher coincidió con Claudina Múnera en varias iniciativas en favor de las mujeres. Cuando los Vieira llegaron a su casa, ya era una líder reconocida no solo porque desde 1924 era representante en Colombia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, sino, además, porque en 1928 lideró junto con Baldomero Sanín Cano el proyecto de ley sobre los derechos civiles de la mujer colombiana, que naufragó en el Congreso.

En su casa eran frecuentes las tertulias: invitados, lectura y conversación. María conoció allí a la poeta Marzia de Lusignan (Juanita Sánchez Lafaurie), quien «me sirvió mucho para aprender realmente qué debería decir» y fue allí, con quince años, donde escribió su primer poema, luego de la muerte de su abuela Rita.

A los dieciséis se retiró del colegio y empezó a trabajar. Primero en la Casa Conti, un almacén de instrumentos musicales, y luego en la Texas Petroleum Company, donde permaneció por siete años.

«Mi primo Ignacio Uribe Correa me ofreció un empleo como secretaria. Allá aprendí de todo, pero sobre todo cómo se desenvuelven una mujer y un marido […]. Yo solo tenía un padre y un hermano, que no es lo mismo, aunque ellos fueron absolutamente positivos en todo lo que pasó conmigo cuando empecé a escribir poesía, y además tuve muy buena suerte con la publicación en los periódicos. El silencio es una cárcel para el poeta y yo pude expresarme desde muy temprano».

A comienzos de los años cuarenta María Vieira White era una joven secretaria que alternaba su trabajo de oficina con la poesía y el periodismo: leía, escribía, declamaba, y empezó a publicar su obra en Lecturas Dominicales, el suplemento literario de El Tiempo. «Me gustaba declamar: Neruda especialmente, Antonio y Manuel Machado, y de Colombia, a Juan Bautista Jaramillo Meza. Hice muchos recitales y, declamando poesías ajenas, fui llegando a la mía. Yo no decidí hacerme poeta. Los poemas siempre llegaron por sí solos, sin anuncio ninguno. Desde pequeña sentí la vida desde un ángulo que resultó ser el poético y descubrí que lo que yo escribía gustaba».

En 1943 el poeta Pablo Neruda visitó Bogotá. María quiso conocerlo y el Partido Comunista facilitó las cosas: Gilberto ya era su dirigente, y el congresista Jorge Regueros Peralta era el novio de María, así que pudo unirse a la comitiva comunista que fue al aeropuerto de Techo para darle la bienvenida al chileno. Pocos días después, en una conversación amistosa, ella se animó a mostrarle a Neruda sus publicaciones en Lecturas Dominicales. «Él me dijo: “En Chile a las Marías les decimos ‘Maruca’”, y yo le respondí: “Acá les dicen ‘Maruja’”. “Te llamarás Maruja Vieira”, dijo, y desde ese día me quedé así».

Ya había publicado columnas y poemas en la prensa y había recibido un segundo bautizo, pero solo se sintió poeta a partir de un paseo a la laguna de Tota, con Enrique Uribe White, «primo hermano doble de mi mamá y un personaje muy fuerte en nuestras vidas». Maruja llevaba algunos de sus poemas mecanografiados y estando en el barco «él cogió los manuscritos y empezó a leer en silencio. Algunos los guardaba y otros los tiraba al agua. Cuando ya había arrojado varios, yo le dije: “Esos poemas no tienen copia” y él contestó: “Mejor”. Yo me sentí poeta ese día en que Enrique aceptó mi poesía porque lo que sobrevivió a la laguna se convirtió en mi primer libro».

Con el bautizo de Pablo Neruda y la bendición de Enrique Uribe, Maruja saltó de las páginas de periódico al formato de libro: Campanario de lluvia apareció en 1947 con prólogo de Álvaro Sanclemente; Los poemas de enero salió en 1951, también con la Editorial Espiral, y ese mismo año Jorge Montoya Toro editó en Medellín el volumen Poesía. El cuarto título, Palabras de la ausencia apareció en 1953 con prólogo de Baldomero Sanín Cano, y a partir de ahí siguió una sucesión de obras que suma alrededor de veinte libros, el último de ellos, Una ventana en el atardecer,
de 2018.

* * *

Maruja trabajaba en los almacenes J. Glottmann cuando la sorprendieron los incendios y saqueos del 9 de abril de 1948. Luego del Bogotazo, la situación política se tornó tensa para su hermano, y en 1950 ella se radicó en Caracas, desde donde trabajó en la Radiodifusora Nacional de Venezuela y escribió para diarios de Caracas y Bogotá.

Rápidamente se convirtió en una escritora reconocida. Publicaba libros, le pagaban por sus colaboraciones en la prensa, su voz sonaba familiar en la radio y tenía una vida social activa. Sin embargo, algunos consideraban que era una mujer incompleta: «Cuando cumplí los veintisiete años y, desde entonces con frecuencia creciente, hasta convertirse en gota de agua que horada la piedra, estoy oyendo la pregunta consabida y ritual “¿Cuándo te casas?”», escribió desde Caracas en Dominical, de El Espectador, en 1952.

«¿Cuándo te casas?» es una crónica vigente en la que desnuda al patriarcado desde un feminismo mordaz y divertido. Esta provocó una respuesta de Gabriel García Márquez en la columna «Día a Día», de El Espectador, en la que señala que «casarse con una escritora de prestigio —piensan tontamente los hombres solteros— es sin duda un honor, pero un honor demasiado estrepitoso y apabullante para quienes consideran que ya es suficiente peligro para sus complejos el hecho de casarse con alguien que sepa mejor que ellos cómo se remiendan las medias».

García Márquez la describe como una mujer «excepcionalmente atractiva», que escribe con «gracia y habilidad» y es «excelente poetisa». Maruja Vieira no habría usado ese término para referirse a sí misma. Le molesta la palabra poetisa y se define como poeta, periodista y feminista. «Las primeras feministas fueron las mujeres inglesas, las sufragistas. Yo tengo sangre inglesa por mi abuelo materno y me interesa mucho lo que tiene relación con la liberación de la mujer, la independencia y la capacidad de la creación. Es muy importante que la mujer participe de todos los elementos de la sociedad en que vive. Así me formé y por eso desde los dieciséis trabajé en todo lo que pude».

* * *

Luego de un período entre Venezuela y Bogotá, en 1955 se radicó en Popayán y, a partir de 1956, en Cali, sin sospechar que estaba próxima a comenzar la etapa más intensa de su vida.

Contigo estaba escrito
el nombre del amor sobre la Tierra;
contigo, lluvia de la medianoche,
tierna raíz de astros.

José María Vivas Balcázar era un poeta conservador cercano a Laureano Gómez y al periódico El Siglo. Antes de conocerlo, Maruja lo leyó en Venezuela gracias a una recomendación de su amigo Otto Morales Benítez. En una velada poética en Caracas, Maruja escuchó una versión de «En la mansión del padre» y se animó a escribirle al autor para contarle lo que habían hecho con su obra. La carta fue contestada desde Chile con un libro de regalo.

Tiempo después Maruja fue invitada a otra tertulia en Cali y allí se encontró con José María, quien declamó «En la mansión del padre». La conmoción de ese encuentro derivó en un noviazgo de tres años, en el que el esquema de su familia, de padre conservador y madre liberal, se replicó en el nuevo hogar. «Maruja: ¿Cuándo te casas?». «El miércoles 9 de septiembre de 1959 a las 6:00 a. m. en la iglesia de San Judas Tadeo de Cali».

A las pocas semanas quedó embarazada:

Estabas tú, invisible todavía,
niña de las canciones.

Pero Ana Mercedes no alcanzó a conocer a su padre. Ocho meses después de la boda, José María sufrió un infarto fulminante a sus cuarenta y dos años y dejó a su esposa con siete meses de embarazo y en la más profunda desolación. Lo que sigue a partir de ahí es una obra poética que trae a la memoria el relámpago de ese amor y conjura con palabras la distancia que separa a los amantes: «La poesía se enfrenta valerosamente a la muerte y le gana, porque al escribir poesía se eterniza la vida».

Cuando cierro los ojos vienes
del país de la muerte.
Llegas
a la orilla del río del tiempo.

* * *

Su pequeña familia se extendió a una larga lista de amigos: Luis Eduardo Nieto Caballero; su primo César Uribe Piedrahita; la escritora Elisa Mújica, quien la propuso para integrar la Academia Colombiana de la Lengua; la poeta Matilde Espinosa, novia de su hermano y amiga inseparable de Maruja hasta su muerte, en 2008; Dora Castellanos, a su juicio, la mejor poeta colombiana; y Meira Delmar, «mi amiga del alma desde los primeros mensajes que intercambiamos y hasta hoy, porque, aunque se fue, su obra sigue viva en mí». A ellos, y a muchos otros, les dedicó poemas cargados de ternura.

Escribió siempre a máquina o en el computador y sin rituales especiales. «No hay una hora en la que uno diga “A esta hora no viene la poesía”, así que en cualquier momento se puede escribir. La poesía llega a todas horas porque está dentro de uno mismo. No es que uno la consiga, ella llega a la cabeza».

«¿Cómo quisiera ser recordada?». «Como escritora, sencillamente. Como poeta, como periodista. Sin complicaciones, palabras raras ni invenciones extrañas. Me interesa que comprendan lo que digo: la poesía eterniza el momento si se entiende. Su único compromiso es perdurar y para lograrlo tiene que ser clara, sencilla y accesible. Lo importante es dilucidar el pensamiento convertido en poesía, o sea en música con la palabra».

Maruja Vieira considera que su obra es «poesía periodística» y que sus poemas son crónicas: relatos de su vida, sus afectos, sus duelos y sus lugares queridos, así como postales sobre el conflicto armado y la violencia política, tan cercana a su vida. Su poesía, de la que este volumen recoge una muestra, ofrece una mirada íntima alrededor de la voz y la palabra, la infancia y la familia, el amor perdido, la maternidad, la memoria y el olvido, la guerra, el paso del tiempo, los amigos y la muerte, que se vence con la escritura.

Maeterlinck nos enseña que cuando recordamos
a los que ya se han ido, nos ven llegar a ellos.
Esta mañana tibia te buscan mis palabras
y mi amor infinito, más allá del silencio.

Referencias

. Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona. (2021, 25 de febrero). Conversaciones: Libros, lecturas y experiencias. «La vida en las letras de Maruja Vieira [Video]. YouTube. https://www. youtube.com/watch?v=H9YA8sDvsWE

. Consuegra, J. (2012, 12 de septiembre). Maruja Vieira: Un poeta para ser poeta tiene que ser poeta… Eso no se aprende, se siente… Libros & Letras. https://www.librosyletras.com/2012/09/entrevista-maruja-vieira.html

. Díaz-Granados, J. L. (2014). Maruja Vieira. Creación y creencia. Ministerio de Cultura. https://www.mincultura.gov.co/planes-yprogramas/programas/programa-nacional estimulos/publicaciones/Documents/MARUJA%20WEB.pdf

. García Márquez, G. (2015). La importancia de llamarse Maruja. En Entre cachacos. Obra periodística 2, 1954-1955 (pp. 737-738). Penguin Random House. (Columna original publicada en 1954 y reproducida en https://marujavieira.com/obra/periodismo/cronicas).

. Nadhezda Truque, S. (2020, 28 de septiembre). A los 85 estamos descaradamente vivos. Semanario Voz. https://semanariovoz.com/los-85-estamos-descaradamente-vivos-maruja-vieira/

. Sierra, J. E. (2021, 18 de julio). La poeta Maruja Vieira y su amor eterno. Eje XXI. https://www.eje21.com.co/2021/07/la-poeta-maruja-vieira-y-su-amor-eterno/

. Restrepo, C. (2012, 31 de octubre). Poeta manizalita, a los 90 años, estrena blog y página web. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12348381

. Ventura, B. C. (2018). Maruja Vieira: Palabra en el tiempo [Video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=K_IDEK0iNEY

. Vieira, M. (s. f.). Memoria de Claudina Múnera. https://marujavieira. com/obra/periodismo

. Vieira, M. (1947). Visión de infancia. En Campanario de lluvia. Espiral.

. Vieira, M. (1951a). Recuerdo de mi escuela. En Los poemas de enero. Espiral.

. Vieira, M. (1951b). Lo que más duele de tu ausencia. En J. Montoya Toro (Ed.). Poesía.

. Vieira, M. (1952). ¿Cuándo te casas? Dominical, El Espectador. https://marujavieira.com/obra/periodismo/cronicas

. Vieira, M. (1985). Cuando cierro los ojos. En Mis propias palabras. Biblioteca de Escritores Caldenses, Imprenta Departamental.

. Vieira, M. (2008). Niña de las canciones. En Todo lo que era mío. Colección Un Libro por Centavos, Universidad Externado de Colombia.

. Vieira, M. (2010). Lluvia de agosto. En Tiempo de la memoria. Caza de libros.

. Vieira, M. (2017). Los muros y el recuerdo. En Antología personal. Universidad de Antioquia.

. Vieira, M. (2018). Una ventana al atardecer. Secretaría de Cultura de Caldas.

* Periodista y abogada. Directora de Comunicaciones y Mercadeo de la Universidad de Manizales. Autora de la novela El oído miope (Alfaguara, 2018) y del libro de cuentos El lugar de todos los muertos (Secretaría de Cultura de Caldas, 2019) y del libro juvenil Sakas (Editorial Matiz, 2023).

El estertor del remordimiento

Comentario a Esta cabeza mía que no se puede callar

Contenido coproducido con Revista Alternativa

Hay algo terrorífico en ver a una persona con su rostro cubierto, más que miedo, la imagen genera angustia. Puede ser simplemente una cuestión de poder, incomoda que alguien puede vernos mientras nosotros no; también puede ser una cuestión epistemológica, antagonizamos la máscara que nos impide ver el rostro que hay detrás, esa incógnita dispara el deseo de saber y la ansiedad ante la ignorancia, o más filosófico sería pensar que no ver el rostro de una persona implica no poder reconocerla y, quizás, nos aterra no poder reconocer el rostro humano, la idea implícita de individualidad que hay en este, que desaparezca el rostro de otro implica la disolución posible del nuestro y de esta manera, la imposibilidad de ser reconocidos.

Todas estas hipótesis pierden relevancia ante el hecho. Ante la presencia de una figura con su rostro cubierto, no hay pensamiento sino horror. Esta imagen sin rostro que dejó marca en mi memoria es la de los hombres armados de los noticieros de los noventas cuando era niño, ese es mi referente del enmascarado y la imagen todavía me produce terror.

Esa misma sensación la reproduce el montaje de Esta cabeza mía que no se puede callar, dirigida por Jorge Hugo Marín, el más reciente montaje de la compañía de teatro La maldita vanidad, presentado el 25 de octubre en el 55° Festival Internacional de Teatro de Manizales. Justo al final, todos los personajes se cubren el rostro con su pasamontañas negro y miran fijamente al público. Hay algo amenazador ahí que solo resulta soportable porque ocurre dentro del teatro, en el espacio controlado de la obra de ficción.

El aura de inseguridad permanente que la obra nos hace experimentar se debe a la presencia de estas figuras enmascaradas al margen del escenario que evitan pararse en la luz. Son los actores fuera de escena y de personaje haciendo de presencia ominosa, una solución escénica brillante para resolver las salidas de los actores en este espacio teatral mínimo, sin telón ni trasescena. Los pocos elementos escenográficos y el recurso de la luz para realizar las transiciones que fluyen naturalmente gracias al sonido, tanto la banda sonora que nos acompaña permanentemente como a la voz de los actores que escuchamos incluso en la oscuridad; en conjunto con un texto intenso, lleno de ironía y drama, con un lenguaje realista, que se siente tan fresco por su abandono de toda pretensión literatosa, y la presencia de este elenco tan capaz de suscitar emociones en el público y de convencernos de la realidad de sus personajes, producen un efecto completamente inmersivo que no se rompe ni siquiera cuando los personajes dicen en voz alta sus pensamientos, cuando las rumiaciones y remordimientos de consciencia de cada personaje se apoderan del escenario.

«El trabajo de La maldita siempre ha sido tratar temas actuales que tocan problemáticas sociales, culturales y políticas que nos atraviesa como colombianos. Y en el caso de esta cabeza mía que no se puede callar, quise abordar el tema de la violencia sexual ejercida contra hombres, que aparece en un informe de la comisión de la verdad», dice el director.

Sería cínico decir que el argumento de la obra es sencillo, aunque el dispositivo narrativo sí es muy claro. Acompañamos a Saúl, un joven de 18 años, durante las últimas horas antes de abandonar su pueblo y también a otros personajes cercanos a su hogar. El pueblo está controlado por un grupo paramilitar que se encuentra haciendo «limpieza social» y que ya se ha llevado la vida de su padre y de su amante debido a la intolerancia que tienen hacia hombres que no se ajustan con «la norma».

«Muchos de los testimonios que tenemos de la comisión de la verdad son de hombres que ni siquiera son homosexuales» continúa el director, «por su comportamiento, su belleza o porque simplemente les parecía los mataban, los desterraban o los volvían sus prostitutos y abusaban sexualmente de ellos», complementa el director. Cabe mencionar acá también que la obra posee imágenes fuertes y que celebro esa decisión de la compañía de mostrar la violencia las cosas aunque causen dolor o resulten escandalosas, lo sutileza no lograría ese impacto que nos mueve hacia la empatía.

Con respecto a las pretensiones políticas de la obra, menciona Jorge Hugo, «no sé si podamos lograr reparación con la obra, pero sí por lo menos un espacio de diálogo, la obra está recién estrenada, fue un éxito en Bogotá y queremos llevarla a muchos rincones del país».

Un recurso adicional del montaje que debería distanciarnos, pero que por sorpresa no lo logra, es ese fondo dinámico en el que cuelgan las posesiones de los personajes. Es utilería cuando está el personaje en escena y escenografía en su ausencia. En esta disposición de los objetos se siente la presencia de sus personajes, sus fantasmas. En palabras del director, esta «composición de galería de exposición, que de repente se vuelve lo que usan los actores para poder contar desde lo mínimo fue una indagación que logramos en la casa, nuestra compañía, y que sentíamos que necesitaba la obra para lograr un equilibrio. Es una obra muy cruel, pero hay una belleza en la imagen que logra atrapar al espectador». En esa composición del fondo, los objetos colgados remiten a estos personajes, en sus posesiones está la evidencia de su paso por la tierra, son, así como la obra, una invitación al reconocimiento y a la memoria, cosas que en este país nos siguen haciendo tanta falta.

* Escritor. Realizador de Cine.

Fotos Lina Castaño.

 

Despojamiento

No es solo la reciente historia de Colombia la que muestra tanta tragedia, tanta violencia, tanto desplazamiento, tanta violación pero, es imposible determinar con precisión cuándo comenzó esa barbarie, pues cada vez que se asume una fecha alguien involucrado por acción, omisión o sumisión, o algún sobreviviente de un lugar apartado y normalmente  de área rural, podrá refutarla. Pero lo que sí es muy claro ha sido la labor de la JEP, Justicia especial para la Paz, cuyos resultados comprobables han sido recopilados y publicados, por lo menos como testimonio de esa crueldad en la cual han aparecido tantos participantes que medraban al amparo del silencio y la impunidad. En el CATALOGO del Festival Internacional de Teatro de Manizales, en su versión número 55, se lee:

            La Justicia Especial para la Paz en Colombia (JEP) publicó en el 2022 un informe sobre los hombres violados en la guerra de poder territorial de los últimos 30 años,             consignando en la memoria diferentes testimonios que lo verifican. Es innegable que las        mujeres fueron las principales víctimas de la violencia sexual en el marco del conflicto colombiano, sin embargo, según el Registro Único de Víctimas (RUV) señala que los hombres también fueron objeto de violencia sexual. El 5,81% de los registrados son             varones, esto equivale a 2.140 personas.

Con este lacerante insumo, Jorge Hugo Marín, actor, director, dramaturgo y profesor universitario, quien con otros artistas en el año 2009 fundó La Maldita Vanidad Compañía Teatral, con la que nos presentaron la creación artística del año anterior Esta cabeza mía que no se puede callar. Ella inicia con la celebración por parte de Victoria, su madre, del cumpleaños de Saúl para la cual están invitados presenciales, su maestra, su mejor amigo, don Luis el vecino carpintero, su papá será el otro invitado, ausente (para Saúl asesinado y para los demás, solamente muerto). Para él seguirá siendo su mentor, protector y un recuerdo irreemplazable.

La fiesta debe ser discreta y terminar pronto pues en el pueblo por la inseguridad, rige el toque de queda y con esa restricción nadie puede estar fuera de casa. De todas maneras y sin mayores explicaciones cada día aparecen nuevos muertos, es como una limpieza social pero ensañada en los homosexuales o en las personas diferentes.

Por esa inseguridad, al llegar a sus dieciocho que considera la edad de poder tomar sus propias decisiones, ha determinado dejar el maldito pueblo e irse a la capital. La celebración cuenta con regalos, música, torta y enchiladas mejicanas. Pero Saúl no se siente a gusto y lo que piensa, al igual que lo de las demás personas se escucha, es un artificio pero permite saber o corroborar lo que piensa cada uno y las contradicciones que genera tanta zalamería y supuesta cortesía, constituye lo que se ha denominado políticamente correcto, no decir sino lo permitido o lo que el otro quiere escuchar; en el fondo todos somos hipócritas.

La obsesión por su padre le trae conflictos no solo con su mamá, (a quien se refiere con indiferencia, como doña Victoria), sino con su vecino don Luís quien coquetea indiferentemente con la profesora, o su madre, aunque trata de tocarle la cara a él también. Es separado y no tiene idea ni le interesa saber en donde andará su familia, su soledad la soporta con un perro que es su adoración pero que mantiene amarrado para que se vuelva bravo, dice que la ventaja es que no jode tanto como las personas. Luis demuestra manifiesta simpatía por los grupos que han librado de tanto indeseable a los pueblos, como en el cercano a ellos y admira la violencia de sus ejecuciones, las cuales atemorizan a sus habitantes para poder ejercer control sobre ellos.

Cuando aparece para la celebración su amigo, (quien tiene problemas de dicción, expresión y coordinación), le vuelve el alma al cuerpo, pues su sola presencia es motivo de fiesta, ya que los demás le estorban: su mamá y sus interminables series en televisión, o sus programas en busca de talentos musicales, los cuales invariablemente acompaña con uno que otro trago, los reproches y regaños sin ninguna autoridad de don Luis y las zalamerías y coqueteos de su profesora, está mamado.

A pesar de la hora se despiden y salen a su propia celebración, con regalos y sorpresas preparadas por su amigo, van a un parque solitario a esa hora para tener más intimidad, en la cual de la manera más pura expresan su sentimiento de amistad. Al acecho están las fuerzas oscuras las cuales han sido motivo de querer abandonar el pueblo. Los abordan, los interrogan, y finalmente tras separarlos, uno de ellos viola brutalmente a Saúl.

La tensión, el terror, la angustia y la zozobra sufrida por años en los pueblos y en algunas ciudades por las fuerzas del mal fueron a las que sometieron a ese pobre muchacho quien no tuvo otra alternativa, so pena de perder la vida, como su padre, que abandonar solo el pueblo ya que su amigo le manifestó la imposibilidad de acompañarlo por la necesidad de cuidar su madrecita tan enferma, pero lo consoló entregándole y poniéndole una manilla que le dijo lo representaba a él y que era para que sintiera su permanente presencia. Ha decidido que no es hora de callar, que eso no se puede quedar así, decide denunciarlo, describirlo y publicarlo.

El arte hace posible como en esta creación, que sintamos en carne propia, así sea figurativamente, esas fuerzas del mal y que seamos solidarios con los que las han sufrido y propendamos con nuestro comportamiento alejar esas oscuros designios. Debemos seguir alertas.

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Fotos Lina Castaño.

 

 

 

La herida masculina como movimiento

Comentario a Varón en polifonía y entrevista con su director, Fernando Ovalle.

Fotos Andrés C. Valencia.

Contenido coproducido con Revista Alternativa

Este domingo 22 de octubre, junto a la torre de El Cable, como parte del programa de teatro callejero del 55 Festival Internacional de Teatro de Manizales, Varón en polifonía, que también se presentó el sábado en el parque Ernesto Gutiérrez, le brindó al público una de las propuestas más interesantes del festival. Aclaro que no tengo ninguna pretensión de objetividad: la temática, la música y el orgullo de que el grupo pertenezca a esta ciudad me la impiden.

Resulta necio hablar del argumento de Varón en polifonía porque este tipo de representación no ocurre en un espacio narrativo, sino en un escenario sagrado, aunque no nos refiere a ninguna religión puntual y  lo puntual no sea nunca su objetivo. El título nos da una clave para la interpretación: polifonía, multiplicidad de voces. Voces que toman cuerpo o cuerpos que expresan su propia voz, como la luz blanca difractada por un prisma que nos permite ver por separado los elementos que la componen. «Yo te llamo amigo, yo te llamo hermano, yo te llamo amante, yo te llamo varón», canta una mujer al inicio —quizás la encarnación de la madre tierra— y con esto nos da a entender la idea fundamental de que el Varón es uno y múltiple, uno conformado por muchos, y que el escenario hace de prisma, lo descompone. Cada cuerpo que vemos es una manifestación, un aspecto, una pequeña parte de ese todo. Y con una línea narrativa muy fina, a modo de alegoría, vemos cómo el varón en un principio mítico de los tiempos hizo uso de su libertad para entrar en conflicto con el otro, cómo entre los varones surge la Herida Masculina —comparable con el concepto de Pecado Original.

En términos funcionales, el mito es un relato que nos permite entender el porqué de las cosas. En el colegio nos enseñan algunos, los que explican por qué existe el día y la noche, las estaciones, la lluvia y los ríos. El mito judeocristiano nos enseña, entre otras cosas, por qué la vida puede ser difícil. Fernando Ovalle propone un mito nuevo, esta Herida Masculina que llevamos dentro, que nos provocamos entre hombres y que justifica esas tendencias agresivas: el deseo de dañar al otro y de dañarse a sí mismo, la dificultad que implica ser varón.

Así como el catolicismo en la misa revive la historia del dios encarnado como Jesucristo que se sacrifica por el perdón de los pecados de la humanidad, Varón en polifonía al revivir este mito de la herida masculina inserta su propuesta en la dimensión de lo ritual y, como una de las funciones del ritual, su propósito es el de la sanación. Antes de dar paso al momento climático de la obra, el que tendría su análogo católico en el momento de la «reconciliación», un texto expresado mediante la conversación de un padre y un hijo nos comunica una idea clave: compara al hombre con el león que es capaz de cometer actos de crueldad como el de matar a todos los cachorros que no son crías suyas y sugiere también su capacidad de criarlos hasta que lleguen a una adultez en la que pueden valerse por sí mismos. El hombre es un ser capaz de infinita crueldad, pero también de infinita ternura. Acto seguido, como una fecundación a la inversa: una mujer deposita un huevo en la boca de cada hombre, estos lo cargan en su boca, lo llevan en su cuerpo y al expulsarlo finalmente, lo acunan y lo cuidan con amor. Paradójicamente, en esta paternidad parece haber liberación, júbilo, alegría.

Entre los muchos protagonistas del festival, el invierno ha sido uno. En la presentación del domingo, este contribuyó al montaje descargando la lluvia justo en sus últimos minutos, después de este viaje por los dolores y vicisitudes en el que el cuerpo de los bailarines está cubierto de pintura, sudor y tierra, vino el agua del cielo a limpiarlos, una bonita e inesperada contribución de la naturaleza a la dramaturgia de la obra.

Conversamos con Fernando Ovalle, director de Varón en polifonía, sobre la riqueza simbólica de la obra y el diálogo que establece entre teatro y danza:

Varón en polifonía es danza que se puede ver como si fuera teatro ¿qué haces desde la dirección que permite esta lectura desde lo teatral?

Yo me dedico a la danza contemporánea, que es un término muy amplio. Pensemos, por ejemplo, en el árbol. Ahí lo vemos quieto, pero en el interior están sus fluidos en movimiento, el árbol danza internamente. Ideas como esta permiten una ampliación de la idea del concepto de «danza».

Yo trabajo los conceptos de «cuerpo territorio» y «cuerpo memoria». El cuerpo es un archivo que puede ser leído y reflexionado. Por eso pienso que la danza debe estar cargada de códigos y símbolos. Hago una danza que se pueda leer, que conmueva, que mueva el pensamiento y al tener un valor polisémico abre la posibilidad de múltiples lecturas e interpretaciones. Como director trabajo con todo esto, con unos hilos que parecen invisibles, pero que tengo muy presentes, pero solo tengo control sobre lo que puedo decir, de eso me hago responsable. La lectura de la obra depende del bagaje cultural de cada espectador.

¿Qué inspira la creación de Varón en polifonía?

Desde el año 2006 vengo realizando unas obras relacionadas con lo masculino. Obras como Mantis religiosa (2011) 5 experiencias, 5 espacios, 5 movimientos (2012) y  Hombre flor (2022). Varón en polifonía surge de la pregunta «¿qué es ser un hombre latinoamericano?» Entonces parto desde la historia de mi vida, pero desde la autobiografía como posibilidad de ficción, de juego escénico, y desde la danza expandida, que incluye el texto, la palabra, la acción cotidiana y que incluso puede ser sin música.

El director de la película Un varón, Fabián Hernández, habla de ese concepto del «varón» como una idea positiva de la masculinidad opuesta al «macho», algo que veo que también abordas tú. ¿Por qué utilizar específicamente la palabra «varón»?

Porque la palabra «Varón» me seduce. Me gusta cómo suena. Esos términos de «varón» y «hembra» hacen referencia a una condición biológica y genética a la cual no podemos escapar, otras cosas ocurren con las transiciones o con la gente que nace, por ejemplo, con los dos sexos biológicos, pero esas no son mis búsquedas. Socialmente el deber ser del hombre puede impedir el desarrollo del ser auténtico. Esas imposiciones sociales hacia lo que debe ser un hombre están cargadas de violencia. Eso es lo que me interesa a mí, cómo es el hombre más allá de esas figuras hegemónicas que condicionan su deber ser.

Pese a esas búsquedas tan de vanguardia se siente que la obra está muy enraizada en las tradiciones. ¿Cuáles son los referentes que tomas para este montaje?

Yo llevo 17 años en esto y tengo influencias de todos lados. Pero las raíces las trabajé sobre todo en la música. La danza contemporánea tiende a utilizar una música muy experimental, muy de vanguardia, huye del ritmo, utiliza mucho la electrónica, la síntesis de sonido y yo quiero romper con eso. La música es toda compuesta por un músico, Juan Salazar, y yo quería algo contemporáneo pero que utilizara instrumentos y ritmos de la música del pacífico: arrullos, alabaos, chigualos, y eso provoca la sensación de que estamos también inscritos dentro de un saber ancestral y comunal.

Siendo Varón en polifonía una obra tan llena de códigos y de sistemas complejos de significado ¿por qué hacer de esta una obra de calle?

Porque hay que democratizar la danza. En nuestra sociedad un hombre de 50 años que baila se mira con cierta sospecha, por eso la idea del grupo es que haya hombres maduros bailando. Queremos llevar esto al público de toda la ciudad porque sino nos quedamos en un circuito elitista de pocos espacios. Lo bonito de presentarnos en calle es que la gente que va pasando se queda a mirar y aunque no entienda mucho algo le llega, lo importante es generar algo ahí en su cabeza, contribuir a dislocar el pensamiento.

* Escritor. Realizador de Cine.

La amistad

En la cafetería Nueva York, muy alejada del sector en donde habitan, uno a una cuadra del otro,  atendiendo el requerimiento de Amín de verse a las siete y media de la mañana, acude Ignacio intrigado pues hace días no se encuentran. Amigos desde el colegio se conocen sus manías, gustos, disgustos, sueños, paranoias y algo más.

Será el grupo teatral VIVEMIKEY quien con su El sueño de la bomba atómica…o la teoría de los glaciares, quien nos develará el misterio que convoca a este par de compinches, ansiosos de la concreción de sus sueños. Con una escenografía simple que muestra una de las mesas de la cafetería en donde desarrollarán el plan de Amín, quien con ello espera cumplir sus sueño de ir a vivir a Nueva York y proporcionar a Ignacio recursos para lo suyo.

Amín hijo de madre soltera, sin conocer a su padre, tiene en su amigo un refugio y lo considera de su familia, pero sin los odios, ni obligaciones que ésta implica. Es hiperactivo, locuaz, dicharachero, pero a la vez sicorrígido por su formación matemática y su disimulada timidez. Una de sus mayores aficiones es la de resolver polinomios, unas complejas expresiones algebraicas.

Ignacio por su parte y su porte, pues casi dobla en estatura a su  amigo, es alguien reservado, admirador y admirado por Amín, pero en el fondo es un solitario que agradece la amistad tan sincera de su amigo, pero a la vez trata de convertirse en su polo a tierra. Amín considera que de no ser por él, no sabe cómo habría superado la depresión que le causó el fallido rescate de su prima a manos de dos atracadores que en un solitario callejón trataban de violarla y cuando él apareció y lleno de furor y arrojo con una piedra gigante en la mano corrió decidido a atacar a ese par de malevos. Su arranque fue tan violento que nada lo detuvo, pero enceguecido por el odio, no vio el salto a un lado que dio el uno y el paso atrás del otro, de tal manera que su impulso fue recibido por la cara de su prima quien estuvo tres semanas en cama con su carita reventada.

De nuevo será Ignacio quien tratará de ubicarlo, pues dice ahora estar enamorado de Jazmín la mesera, quien a pesar de verse triste, lo ha sabido acoger, dice él que ella no es feliz, su amigo le dice que cómo se le ocurre estar enamorado de una vieja de sesenta años, ciento cincuenta quilos, que parece una campeona nacional femenina de sumo y que si no ha notado que lleva un anillo. Para cada uno de los peros, porque así es el amor, tiene respuesta Amín, o trata de encontrarla, como al decir que muy casual haber escogido una cafetería con el nombre de su residencia preferida, de que ella lo haya atendido con tanto amor después de venir con tanta constancia, etc., además de que lo que Ignacio siente es envidia y que el amor no puede basarse en la clase social.

Superado este inicial impasse y concretando el motivo trascendental de la cita, le suelta la brillante idea que dará un vuelco a sus vidas y torcerá sus destinos. Lo hace partícipe de la complicidad para asaltar esa cafetería en donde hay una cantidad de dinero, pues el panadero es un ser despreciable e infeliz que guarda la plata en ese mismo sitio. De lo dicho pasa a la acción, abre su maletín y extrae dos capuchas una verde y otra roja para que escoja, y una pistola. Con ella en la mano va indicando los detalles del plan y la viabilidad del mismo, agregando que una vez consumado el se irá con su Jazmín para su Nueva York.

A todo esto tan absurdo, Ignacio lleno de ira trata de hacerle ver las fatales consecuencias de un plan tan disparatado, por tan poca cosa, a lo que Amín le propone entonces irónicamente hacerlo en el Banco Nacional. Le endilga la mentalidad de perdedor de su amigo y la inmadurez con que asistió a la cita, pero solo por la intriga que le causó dicha propuesta. De nuevo pasan a la acción cuando Ignacio asustado trata de quitarle la pistola por el riesgo que implica que los vean en un sitio tan público con ese artefacto a la vista. Pasan vertiginosamente demasiadas cosas, pelean, se tiran al suelo, tratan de arrebatarse el arma, mucha tensión. Al final uno le apunta en la cabeza al otro, luego trata uno de suicidarse, todo en un inesperado remolino.

A todas estas los clientes se percatan y salen apurados, el pandero reacciona y armado de una varilla trata de defenderse, se pelean a muerte, aparece la policía, el plan se va a pique y ellos reventados con la varilla, se van a la cárcel. Lo más positivo de este absurdo será el afianzamiento de la amistad que los mantiene unidos.

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Fotos @El_andreti

 

El bostezo de la bomba atómica

«Anoche no dormí hasta entrada la madrugada y tengo por delante diez horas de oficina entonces ¿qué demonios provoca esta sonrisa a las 7:35 de la mañana?». Con los versos de esta canción inicia el corto genial, comedia musical de humor negro, 7:35 de la mañana del director español Nacho Vigalondo, al cual parece hacer referencia Julián Arango, director de Sueño de la bomba atómica al citar a los dos personajes en un café a esa hora. Así como el protagonista del cortometraje, que se propone declarar su amor inocente a una mujer que no conoce por medio de una acción de extrema violencia, lo mismo hace Amín, protagonista de esta obra, interpretado por un inspiradísimo Daniel Calderón, que quiere atracar una panadería y escaparse con la mesera a Nueva York con las ganancias del atraco.

A modo de contrapeso de este personaje carismático, soñador y psicópata —entendido esto último como alguien con una percepción alterada de la realidad y dificultad para comprender las convenciones y códigos sociales—, tenemos a Ignacio, su opuesto: silencioso, pesimista y depresivo —confirmado esto por las ideaciones suicidas suyas a las que alude el texto.

La mejor pieza de escritura en esta obra reside en su título. El sueño de la bomba atómica representa el deseo de que el mundo acabe en un abrir y cerrar de ojos. Condensa, magistralmente, esa sensación de angustia contemporánea de personajes como estos, hombres grises y marginados que no son capaces de grandes cosas y que no han nacido para eso. Por esta razón sorprende tanto que un título tan poderoso venga acompañado de un texto dramático tan convencional, tan de manual de dramaturgia, que se mantiene en el espacio cómodo de la tradición del entretenimiento: la pareja dispareja, los chistes sobre la fealdad, la torpeza, la incapacidad de alguien para pronunciar bien el inglés y la falta de educación de una señora del aseo. Racismo, porofobia, gordofobia y homofobia integran el corpus de su material cómico, del cual respiramos con disparates que dice Amín cada dos líneas de diálogo, puntuadas por el acento enfático con el que Ignacio le menciona que es un estúpido, haciendo al público estallar a carcajadas.

La psicosis, el síndrome de asperger y el daltonismo no hacen a la gente estúpida. En el fondo, parece que el autor no tiene muy clara la profundidad y riqueza del material que tiene entre manos: dos hombres heridos, enfermos mentales, con una amistad férrea. La hora y cuarto de función se me consumió entre bostezos ante un texto superficial, poca exploración de personajes y un humor, entre comillas, negro.

A El sueño de la bomba atómica no la condena su condición de «obra de entretenimiento», sino su carencia de valor cultural. No nos habla de nuestros vicios como sociedad, sino que se escribe desde los vicios del prejuicio individual. El teatro es un espacio también para retratar los vicios humanos y la comedia es uno de sus lugares más apropiados. Se regocija en la vulgaridad, la grosería y la bajeza, es cuestión de remitirse a los bufones de Shakespeare, a Aristófanes y a Molière.

El humor negro existe para recordarnos que con indulgencias no nos ganamos el cielo, que con limosna no borramos nuestros malos pensamientos y que nosotros también somos crueles en el fondo, no es, como parece creer Julián Arango, una etiqueta para defenderse de los ataques que pueda merecerle su obra por parte de todos los grupos poblaciones de los que se burla.

* Escritor. Realizador de Cine.

Fotos @El_andreti

La Muerte festiva. Fascinación

55 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MANIZALES
CRITICA TEATRAL

Obra: Lautaro
Grupo: Pantolocos

Lautaro es el espectáculo completo: Música, coreografía, actuación, gestualidad maximalista, dramatismo poético, fiesta, muerte, vida. La técnica utilizada que salta a la vista para los expertos es el Mimo Corporal Dramático, creada por Decroux, actor e investigador francés. La maestría demostrada por el elenco supera todas las dificultades que presenta el teatro Los Fundadores como escenario que por la distancia y los problemas técnicos de sonido, a veces la proyección no se logra de manera adecuada. Los Pantolocos llenan el espacio, no solo con presencia física, sino con una energía coordinada y dirigida con éxito a enganchar la percepción del espectador.

Lautaro es teatro físico, de un protagonista cuya voz no se escucha, no es importante porque lo que vale es su estrato social, el rol asignado para vivir y para morir. Lautaro está muerto en vida y lo que veremos será esa metáfora, la cual se convierte en una serie de sucesos delirantes donde la locura lo lleva a vivir de manera solemne su propia fiesta fúnebre. Todos lo persiguen como aves carroñeras, van detrás del condenado intentando conseguir su firma para quedarse con sus bienes, lo acosan de manera inmisericorde y se aprovechan de su marginalidad y silencio. La fábula es muy elemental y se comprende perfectamente a través del lenguaje de los cuerpos que de manera generosa amplifican cada acción, que es coreografiada y se toma milimétricamente todos los rincones del escenario.

La obra es Teatro Físico en el que el cuerpo transmite emociones y sensaciones. Es un espectáculo donde el suspenso siempre está presente y aunque no está muy claro lo que puede pasar, se espera la próxima acción para sorprenderse, pues el juego, la dramaticidad, la lúdica siempre crean ambientes poéticos de una alta sugerencia. El teatro surte su efecto total, los cuerpos siempre están en actitud plástica, con posturas que dicen, con lenguajes que cuentan una historia, que proponen un sentido, una línea de lectura, una empatía constante. La escenografía y los decorados son mínimos, aunque otros factores externos al intérprete como el maquillaje, la máscara y la iluminación contribuyen a una excelente caracterización.

La ambientación musical también es muy importante, clave para el espectáculo. En momentos de alta densidad dramática se escucha la Ópera de Carmina Burana y otras solemnes piezas de música clásica que ambientan las coreografías y generan atmosferas propicias para los rituales propuestos desde el escenario. También aparece el personaje de la muerte, una voluptuosa mujer de rojo, que llega con el poder de la intimidación y torturando con chistes malos. Es una muerte festiva, que finalmente depone su peligrosidad para que el protagonista recupere su voz y cambie el ordenamiento de la historia. Es una obra basada en la expresión física de alto virtuosismo, es un trabajo muy honesto en el que actores y actrices lo dan todo sobre el escenario, haciendo gala de una gracia y un dominio técnico que inspira mucho respeto, pero, sobre todo admiración por el gran disfrute que dispensan y por hacer un regalo visual, tan significativo y tan necesario en los
tiempos que corren, donde la muerte hecha metáfora puede convertirse en la aliada y tal vez incluso podamos reírnos de ella.

* Crítico Teatral.

Foto Lina Castaño.

«Todos creemos conocer la historia del país y estamos llenos de retazos»

Conversación con María Adelaida Palacio.

Fotos Andrés C. Valencia.

Contenido coproducido con Revista Alternativa

¿Quién es Margarita León? se presentó en el auditorio de la Universidad Nacional de Colombia este domingo 22 de octubre en el marco del 55° Festival Internacional de Teatro de Manizales. El montaje, a cargo de Regia Colectivo y dirigido por María  Adelaida Palacio, narra el proceso de investigación y reconstrucción de los hechos del asesinato de una militante de la Unión Patriótica por parte de su hija. Texto y montaje brillan por su naturaleza de obra «colindante» —expresión tomada de la escritora Cristina Rivera Garza.

Esa «colindancia» la expresa también la voz de Theo Montoya sobre su película Anhell69, «una película sin fronteras, sin géneros, una película trans», que es otra forma de abordar la misma idea, ya no desde el territorio, sino desde la sexualidad. En el fondo esto siempre representa un gesto romántico y esencial del arte: el intento de encapsular la ambigüedad, la incertidumbre y lo difuso. Siguiendo esta lógica, aunque suene extraño afirmarlo porque el género y la identidad sexual no son temas en ¿Quién es Margarita León?, a su manera, la obra es muy queer.

Y así como queer, tenemos las expresiones de «colindante» o «cuántico», palabras que intentan encerrar ese concepto de lo que no quiere encasillarse. En nuestro lenguaje, las propias palabras incluso, se resisten a una clasificación absoluta, a vivir dentro de sus límites, tras las líneas fronterizas. Los relativos son pronombres o adjetivos que un simple acento convierte en adverbios. Los sustantivos se vuelven adjetivos y los adjetivos, adverbios según la sintaxis.

Con esta misma facilidad transiciona todo en el escenario de ¿Quién es Margarita León?: los personajes y espacios se transmutan por obra y gracia de la alquimia teatral. Los actores entran, salen de personaje y dejan su rol para ajustar la escenografía o para terminar de crearla; una mesa es comedor, camilla, escritorio y tarima; el texto cambia del registro informativo, al poético, al dramático y al cómico; su final no es uno solo, sino una serie de escenarios posibles, y la sensación que deja al terminar es de ambigüedad, de que hemos presenciado un hecho completamente real a través del mecanismo de la ficción o, por el contrario, que la filigrana de la ficción es tan fina que la mentira pasa por real o, por traer una posición más conciliadora, que ese concepto tan fugaz de «la verdad» en la obra estuvo en una danza constante entre las fronteras del documento histórico y la fabulación pura.

En conversación con nosotros, la dramaturga y, según sus propias palabras, «directora por accidente», María Adelaida Palacio, nos revela algunas ideas sobre el proceso de escritura y montaje de la obra. Las compartimos acá con la intención de correr el telón y reconocer la magia que ocurre también tras este.

En primer lugar, ¿en qué consiste ese «accidente» que te lleva a dirigir?

Desde hace diez años decidí que prefería escribir. ¿Quién es Margarita León? la escribo como invitada a un proyecto de dramaturgia con España alrededor de la idea de «cicatrizar», sobre cómo se han sanado las heridas del conflicto en Colombia y en España. Me pasó como con la obra que hice antes, La triste vida de Joaquín Florido, cuando iba en la mitad dije «quiero ver esta obra en escena y la quiero dirigir yo».

La obra me recordó El problema del mal de Adela Donadío por toda la información que da, parece la puesta en escena de una crónica, pero algunos elementos me hacen dudar. ¿En qué material se basa el texto dramático?

Cuando llegué a Bogotá conocí a una amiga de mi madre y al llegar a su casa tuve una confrontación política muy fuerte porque su familia perteneció al movimiento [UP], unas hijas perdieron a su padre. La recordé y con ella empiezo la investigación: me da una entrevista, me pasa un material y a partir de ahí construyo la historia. El texto no tiene formato de crónica, pero el mismo día que empezamos a ensayar salió el fallo de la Corte Interamericana [que condena al estado colombiano por el exterminio sistemático de los integrantes de la UP] y eso fue como un llamado.

Muchas veces en la dramaturgia, la escritura y la escena queremos que todo quede implícito, pero la búsqueda, los pedidos y solicitudes del movimiento [UP] es «digan las cosas» y encontré que la mejor forma de decirlas era rompiendo la cuarta pared, tratando de atravesar la historia por el formato conferencia.

En los procesos que llevamos con Regia Colectivo estamos investigando los límites entre la presentación y la representación, actor y personaje, realidad y ficción, lo verdadero y lo mentiroso. Es súper importante decir que tuvimos un apoyo divino de Pop Up Art, una empresa de gestión cultural que le apuesta a estos proyectos de investigación. Creamos una alianza grande y generosa que permitió que pudiéramos jugar y salir de nuestra zona cómoda. El texto es solo la historia de ella [Carolina León] y de cómo se pregunta qué le pasó a su madre, sobre el día de su muerte y los hechos de ficción, no tiene atravesado nada de lo que puede ser crónica o conferencia. Esos momentos de presentarse o de hablar de la Unión Patriótica y la historia del país los llamamos «contextos».

 ¿Cómo empiezas a entablar ese diálogo entre «contextos» y ficción?

Yo escribo el texto con la idea de que la información pase a través de lo tecnológico y lo analógico. En el texto hay videollamadas, fotografías, periódico, cartas, todo lo que uno se encuentra haciendo una investigación y eso lo queríamos mostrar en escena, entonces para los ensayos queríamos un retroproyector, una cámara, computadores, pantallas… Esto no es una cosa de ideas, sino que tiene que pasar, es un juego en el que van apareciendo cosas. Por ejemplo, hay una videollamada un momento, pero una vez tenemos la cámara y la proyección en vivo alguien más dice «yo también quiero usarlo». Con la obra me di cuenta de algo maravilloso: si una convención funciona, se desborda. Estos elementos empiezan a decir «yo tengo espacio, aquí me necesitan».

 Pese a ser ficción, la obra se siente personal, casi confesional. ¿Tienes la intención de llevar la intimidad a la esfera pública, de hacer política la historia personal?

Sí, sin duda. El texto dice «La historia de mi madre es menos de una página, la historia de mi país es menos de una página». Yo creo que la obra es una especie de metonimia, una parte por el todo. Pensé escribir la historia de la amiga de mi madre, pero ella me pidió que tomara distancia, ellos han sufrido mucho con eso. La historia de los desaparecidos, torturados, asesinados es terrible, pero también queda la historia de los sobrevivientes que han pasado por cosas durísimas de marginación, de inseguridad, desconfianza y espera uno poder contar eso también.

Ya que hablas del distanciamiento, este es constante en la obra, todo el tiempo nos recuerda que estamos presenciando una ficción: es racional, cerebral, llena de datos, pero al final nos conmueve y emociona ¿cómo logras esto?

Es solo algo que yo creo: se da por estar constantemente entrando y saliendo en la ficción. Yo uso la idea de exilio y de los abuelos que esconden la verdad. Carolina [la protagonista] es un constante acercarse a la realidad para que después la alejen, eso pasa también en el espectador. Para mí ella es como todos los colombianos y colombianas que no conocen la historia y que se enteran de cualquier suceso político. Ella va abriendo ese canal y para nosotros también sucede. El efecto al final, que yo siento que no es tan desbordado, es como un golpe, como algo que acontece y para mí es más lindo que acontezca a que haya una precipitación de emociones.

Para terminar retomemos la imagen inicial, la de la cicatriz. ¿Esta obra qué representaría?, ¿rascar la cicatriz?

La idea de la cicatriz es que deja una huella. Es una marca que genera un recuerdo. La obra se trata del cuidado de la cicatriz para que pueda sanar, por eso no hay sangre. Yo tenía muy claro que no quería sangre ni culpables, sino que viéramos todos los canales posibles.

 ¿Entonces cumple la función de pomada?

Hace parte de saber, de construir memoria, del ejercicio de la memoria para ayudar a cicatrizar. Seamos conscientes: a todos nos va a doler, pero en eso consiste el ejercicio. Desde ahí nos paramos todos. Este equipo de artistas es muy inteligente: «ojo con romantizar, ojo con victimizar, esto es reconstruir» fue lo que pensamos siempre. Hicimos el ejercicio con historiadores, con familiares de miembros del movimiento, con filósofos, estuvimos muy acordonados y tuvimos mucho cuidado. Todo el tiempo nos preguntamos «¿en qué estamos equivocándonos frente a posiciones?», es tan fácil caer ahí. Todos creemos conocer la historia del país y estamos llenos de retazos. Yo ahora tengo este pedacito, me faltan mil más.

* Escritor. Realizador de Cine.

«El día que el teatro se vuelva virtual, eso ya sería otra cosa»

Conversación con Marcela Valencia

Foto Andrés C. Valencia.

Contenido coproducido con Revista Alternativa

Con motivo de la venida de la compañía teatral Petra para el 55° Festival Internacional de Teatro de Manizales, hablamos con la actriz, Marcela Valencia sobre la dinámica, los procesos creativos de la compañía y lo retos en su más reciente montaje Una banda sonora, cuya crítica puede leerse en este enlace, con la que se inauguró el festival este año.

Eres actriz, gestora y productora, pero tienes incidencia en el montaje o ¿cómo contribuyes a la dirección?

Fabio Rubiano dice que yo soy el control de calidad. Particularmente con este montaje le decía cuando pensaba «esto no se va a entender», porque en la obra tenemos la particularidad de que sí hay diálogos, pero no se escuchan. Y eso genera muchas complicaciones para uno como actor.

¿Ese control de calidad solo sugiere cambios o también es creativo?

Todos los actores al crear personajes proponen. Uno escribe desde el personaje, desde el escenario. Ya lo otro es que con los años que llevamos trabajando Fabio y yo, le hago recomendaciones, pero él tiene la última palabra.

En Petra destaca su búsqueda de innovación, de adaptarse a nuevos formatos y medios ¿qué tan importante es para la compañía esa búsqueda?

Más que innovar es explorar. Fabio dice que nos podríamos quedar en un sitio cómodo y que sabemos manejar, pero la idea es buscar nuevos temas y lenguajes. Esta obra, por ejemplo, es primera vez que lo hace Petra y no sé si en el mundo. No es danza-teatro, ni performance, es una obra de teatro donde hay diálogos, los actores hablan pero por la banda sonora, que es el eje principal de la obra, los personajes no se escuchan. Así lo quiso el director.

Eso fue particularmente difícil para mí porque uno siempre se apoya en el texto. El texto le da a uno las emociones y la forma de decir las cosas. Sí tenemos un libreto. Lo leímos y no lo volvimos a coger porque no teníamos que aprendernos los diálogos de memoria, eso no era lo importante.

¿Cuáles son las motivaciones tras la búsqueda de estos nuevos lenguajes?

Yo creo que para eso está el arte, para poder explorar. La idea no es «venga innovamos» sino más como artista poder crecer, moverse en otros ámbitos, no quedarse en lo mismo. Es como el bailarín que quiere encontrar otro tipo de movimientos.

En medios has declarado que «el teatro siempre está en crisis». ¿La crisis también los ha movido a la exploración?

Yo pienso que en latinoamérica, que es tan difícil hacer teatro, donde no hay unos rubros grandes para el teatro independiente, sino que antes de hacer una obra hay que buscar los recursos, que para conseguir una casa hay que endeudarse y que no hay un Estado que diga «¿ustedes quieren una casa de teatro? Venga, cojan esto», en ese sentido, digamos, que uno sí entra en crisis. Y las crisis pueden generar cosas positivas, pero eso no quiere decir que uno tenga que estar en crisis para crear.

Pensando en otros escenarios críticos, con las nuevas tecnologías y la revolución de la inteligencia artificial. ¿Ha venido Petra desarrollando o implementando estas en su trabajo creativo?

Yo no sé si Fabio como director llegue mañana y diga, «oiga, trabajemos este tema». En estos momentos no. En cuanto a las redes siempre estamos innovando y buscando tendencias, pero realmente el teatro es una cosa presencial. Lo máximo que hicimos, y fue por la pandemia, para el festival de teatro en Manizales que se hizo ese año, grabamos una obra con celulares porque sabíamos que iba a ser transmitida de forma digital. También hicimos un experimento que se llamó El cubo, que fue de una convocatoria que nos ganamos con RTVCPlay. Eso fue un experimento muy lindo. ¿Qué paso ahí? Estábamos actuando como si estuviéramos haciendo cine, pero todo se desarrolló en un teatro. También hicimos una masterclass y un podcast, pero a Petra lo que le interesa es hacer teatro. El día que el teatro se vuelva digital o virtual o que sea de grabar deja de ser teatro y a ese nivel de bajarnos del escenario para grabar cosas y emitirlas no nos interesa, eso ya sería otra cosa.

Tú dices que el teatro implica un vínculo entre los actores y el espectador. ¿En qué medida estos experimentos siguen siendo teatro?

La pandemia nos llevó a crear desde las casas, desde la virtualidad, pero el teatro ha sobrevivido a guerras, a pandemias y ahí sigue por esa comunión que genera con un público, crea comunidad, crea un enlace. A mí me dolería mucho el día que estemos en nuestras casa sin vernos haciendo teatro. A mí lo que no es presencial me cuesta mucho, el teatro virtual me aterra. Uno ve una grabación de teatro y piensa «qué es esto tan inmundo» y cuando va a ver resulta que fue un éxito en salas, porque eso es otra cosa cuando es presencial.

En Una banda sonora ¿la actitud de esta familia es de negación? ¿son una «familia bien» intentando ignorar el afuera?

No, no no. Esto es una familia común y corriente que puede estar en una casa en cualquier lugar del mundo en la que hay una guerra que les impide llevar una vida normal, pero no es una familia rara, sino una que está en su casa. En el caso de mi personaje ella no se quiere ir porque ahí vive. Es enfrentar una guerra y qué pasa cuando uno está en una casa escuchando explosiones y qué tienen que hacer estas mujeres para sobrevivir. Debe ser muy difícil defender su familia y defender su territorio, podrían llegar a hacer cosas que nunca hubieran hecho si no estuvieran en guerra.

En los montajes de Petra  hay un interés por mostrar personajes del común afectados por la historia de forma tangencial ¿como actriz cómo haces visibles esas cicatrices que deja la guerra en un personajes como este que no recibe una herida directa?

Yo no lo trabajo físicamente, no es que la guerra las haya dejado sin un ojo. Lo que puede pasar con ella, la hermana mayor de una familia que necesita comer, que tiene que defender y además un hijo que está buscando, que no sabe dónde está. Se lo han llevado y ese es su dolor, ese es el contexto emocional y parto de ahí. Eso debe dar un contexto físico como puede ser este vestido y este peinado que me estoy haciendo ahorita, que tiene Sharon y que tiene Derly viene de una propuesta desde Fabio y desde el director de arte y responde a la idea de que a pesar de la guerra tratan de mantener una dignidad en su vestidos. Y a pesar de que estén llenas de polvo por las explosiones y todo lo que puede pasar en una guerra, con sus peinados, con su maquillaje muestran una posición como de «aquí estamos y aquí nos mantenemos».

¿Qué representa en tu vida Manizales?

Manizales es una ciudad que cuando la escucho mencionar me viene la sonrisa. Hemos venido mucho a presentarnos y siempre nos reciben muy bien. Además hemos visto unas obras tan importantes como las que se han presentado en este festival. Esta ciudad la quiero mucho y la llevo en mi corazón porque me enseñó el teatro del mundo. El público de Manizales se enseñó y se acostumbró a ver teatro. Cuando uno se va a presentar acá dice «qué miedo» porque son muy exigentes. No entendemos por qué, en lugar de ser este un festival que debería tener más apoyos, cada vez tiene menos. Está cumpliendo 55 años, llegó a ser un festival de talla mundial y a nivel de latinoamérica marcó un hito. Aquí han venido los mejores maestros del mundo. Es muy doloroso pensar que esto se pueda acabar.

* Escritor. Realizador de cine.

Foto Andrés C. Valencia.

Contenido coproducido con Revista Alternativa

Regia Colectivo presenta soluciones de tipo escénico que generan gran sorpresa

55 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MANIZALES
CRITICA TEATRAL

Obra: ¿Quién es Margarita León?
(Colombia un país inviable)
Grupo: Regia Colectivo

Una historia más de violencia política en Colombia, teniendo en cuenta que el Teatro ha sido lugar de testimonio desde hace muchos años, donde se ha documentado este horror humano. Siempre lo ha hecho el teatro desde los Panfletos de los años 70`s, hasta historias refinadísimas con ópera incluida y otras tantas formas clásicas del arte comercial. Nunca podrá el teatro escapar a la historia contada desde trágicos sucesos como los que son tan frecuentes en Colombia. La historia de Margarita tiene que ver con el magnicidio de la UP, pero particularmente sobre la relación de una madre y una hija de 7 años vestida de Fiesta, ella se queda esperándola en la banca de un parque mientras se encuentra con su padre en una notaría.

¿Quien es Margarita León? es una obra con un fuerte componente documental, su estructura tiene contexto, refiere una época y circunstancias propias de casi todos los asesinados en uno de los exterminios planeados en el país del Sagrado Corazón. Lo que pasa es que esta obra tiene un fuerte componente terapéutico y dramático, se exime de hacer propaganda política, no es ideologizada y los datos precisos pertenecen más al itinerario, pero que en cierto sentido juegan como ficción sin serlo. No hay efectos, no hay decoración y el alma de la fábula es tan simple y sencilla que la empatía es perfecta con el público. La historia es minimalista, sin personajes de carácter, solo un poco de iluminación y unas acciones precisas que juegan a la manera de dramaturgia, atmosfera de gran conmoción, alta sensibilidad y sobre todo se arma un rompecabezas que todos los colombianos tenemos sobe ese tipo de asesinatos de una “sombra maléfica” que siempre ha operado en el país y sigue operando con la protección de los grandes poderes económicos y políticos heredados de gobiernos pasados.

Es una puesta en escena de una sencillez y elementalidad, que cuando menos piensa el espectador está completamente atrapado. Son historias con visos de noticia, no manipuladas, bien contadas, con un tono trágico, poético, triste, incluso nostálgico. Una de las narradoras empieza a contar la historia y en un segundo de sinceridad confiesa que el personaje del que está hablando es ella y ha llegado al país de Canadá a investigar por qué mataron a su madre y quién es su padre, de quien no tiene ninguna noticia. El asesinato de Margarita, sigue el prototipo de todos los miembros del partido político en mención, realizados por miembros del estado o con ayuda de ellos, lo que les ha permitido una impunidad de un alto porcentaje. Por ello uno de los personajes expresa: ¡Colombia es un país inviable¡ Lo fue en esa época y lo sigue siendo.

Regia Colectivo presenta unas soluciones de tipo escénico que nos genera una gran sorpresa. Al llegar a la sala hay un grupo de personas sobre el escenario y parecería que van a dar una conferencia, de entrada no hay ninguna ritualidad teatral: salir o entrar de escena, vestuarios, maquillaje, imposturas de personajes que se transforman o pretenden mostrar identidades con
carácter. Así muy lentamente termina completamente atrapado el espectador, quien de soslayo regala una lagrima ante la conmovedora historia de una niña que a los 7 años vestida de fiesta se queda esperando a su madre en una banca del parque mientras un agente protegido por el estado sega su vida y la de miles de personas más.

* Crítico teatral.

Fotos Andrés C. Valencia.

Decrépitos tiene todos los vicios y las virtudes heredados de la “Creación Colectiva”

55 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MANIZALES

Obra: Decrépitos
Grupo: Los Chicos Del Jardín

Decrépito según el diccionario de la lengua española es una persona que está en decadencia y que tiene disminuidas sus facultades físicas y mentales a causa de su avanzada edad. Y el nombre de la obra nos da una idea de lo que veremos como puesta en escena de Los Chicos del Jardín. Por la publicidad uno se imagina un poco de viejos achacosos por quienes se puede sentir fastidio, pesar, conmiseración, amor, odio o risa burlona como la que provocan los viejos sordos popularizados por “Sábados felices” y con los que se divierte a pierna suelta el pueblo colombiano. O también podría ser una denuncia desde la mirada sociológica sobre el maltrato al que son sometidos en los ancianatos y lugares públicos donde se cuidan viejos que por ley natural van hacia la decrepitud.

Realmente Los Chicos del Jardín nos muestran una comedia divertida, con visos trágicos, llena de lugares comunes, donde se representa el “personaje tipo”, la vieja con alzhéimer, la mitomanía, incluido el viejo con su peculiar manera de gozarlo todo; se divierten con malicia, ironía, además con ciertos “gags” y ademanes, que en general es la demostración del talento y el histrionismo de los integrantes del grupo. Decrépitos tiene todos los vicios y las virtudes heredados de la “Creación Colectiva”. La unidad del texto a veces se resquebraja, hay acciones, conductas aisladas que no responden a la unidad de la obra, pero también hay una espontaneidad permanente de creatividad que fluye y dinamiza mucho la escena.

Decrépitos es una obra que no es muy sólida desde el punto de vista de la Fábula, en ciertos momentos pierde verosimilitud, no se le cree a los personajes y las situaciones. Sin embargo, pareciera que la riqueza de la obra está en las caracterizaciones individuales y seguramente puede constituirse en exitosa para un público amante del teatro festivo, pues hay mucha gracia en esa decrepitud, que no alcanza a producir lástima, tristeza o dolor, se ve a la legua que son personas jóvenes con mucha energía.

La obra permite deducir que hay una investigación detrás, que observaron la población objeto y tal vez se basaron más en los aspectos externos, en el lenguaje y formas físicas expresivas. La metafísica del viejo o del decrépito pudiera llevarlos por otros senderos de investigación como el grotesco o la caricatura, sin embargo es un logro manifiesto la línea de trabajo definida.

Lo realmente importante en el trabajo de Los Chicos del Jardín es la frescura de sus propuestas escénicas, la juventud y organización en muy diversos campos de la producción y la investigación teatral. La exploración teatral en Manizales es diversa y lleva ritmos muy particulares. Desde la academia y el pensamiento teatral, se esperaría mayores riesgos desde el punto de vista estético, que se incursionara en poéticas y lenguajes con mayor compromiso, y antes que minimizar formatos o simplificar los argumentos o la fábulas, asumir mayores retos, alimentarse teóricamente, afrontar búsquedas mayúsculas en la creación y producción. Pero eso resulta muy fácil decirlo desde afuera y como observadores, cuando sabemos que los grupos están en lucha por la sobrevivencia y se comprende que a veces lo urgente no permite hacer lo importante y que nuestro proceso tiene algunas limitaciones.

* Crítico teatral.

Fotografía Andrés C. Valencia.

Una banda sonora que retumba

Recientemente vi en Whatsapp una frase que dejó una amiga en su estado, seguramente comentando el conflicto entre Palestina e Israel. La volatilidad de aquel formato me impide reproducir las palabras exactas y reconocer su autoría. Aún así, me parece importante dejar esta oración a modo de epígrafe, tan pertinente para el momento histórico que vivimos, para esta semana de Festival Internacional de Teatro de Manizales y para iniciar un comentario al montaje teatral de la compañía Petra que inauguró la versión número 55 del festival con su obra Una banda sonora, presentada este 20 de octubre en el teatro Los Fundadores. La frase rezaba algo así: «A los poetas nos gustaría escribir sobre los pájaros, pero las bombas no nos dejan escucharlos».

Aquí se condensa de manera apropiada el compromiso político de los artistas, menos vocacional de lo que se piensa, mucho más relacionado con las dificultades propias del creador con su entorno: las dificultades de la composición en medio de la barbarie hacen de esta una musa. La obra de arte es denuncia, no porque quien se dedique a crear sea activista, sino porque sin el silencio que permite la creación de toda música, la única obra posible será la queja ante el ruido.

Ruido como el que está tan presente durante el montaje de Una banda sonora. Este concepto que viene del audiovisual y nos remite a épocas de antaño en las que el cine todavía se distribuía en cintas de celuloide no hace referencia exclusiva a la música de una película, como se piensa comúnmente, sino que se refiere a la totalidad de su sonido: voz, efectos, música y ambientes. La experimentación formal de Petra en esta ocasión consiste en la implementación de una banda sonora completa para la obra, lo que representa un reto actoral: el de coreografiar todas las acciones y sincronizarlas con el sonido, como si se tratara de una danza. Adicional a esto, al estar la narración ubicada en el contexto de una ciudad en guerra, el ambiente sonoro es tan estridente con sus disparos, explosiones, banda marcial, camiones y tanques, que los diálogos de los personajes no alcanzan a escucharse. Incapaces del diálogo, la voz de los personajes regresa a un estado previo al del lenguaje articulado, hay gritos, llanto, risas, unas pocas palabras y aún más escasas oraciones.

Algunas posiciones puristas del teatro consideran que su esencia reside en el cuerpo y la voz de sus intérpretes, más que el texto de los diálogos y el argumento de la historia. En Una banda sonora, al establecer la situación dramática de la ciudad en guerra y decidir inundar con este sonido el espacio, el director Fabio Rubiano crea un dispositivo narrativo que le permite hacer que naturalmente los personajes deban comunicarse mediante gestos e interjecciones.

Esta abundancia de ruido, así como el ritmo veloz de la acción dramática, no dejan tiempo ni posibilidad de reflexión para el público. La obra no ocurre en medio del vacío, sino de la saturación. Por exceso o déficit el efecto es el mismo. Y ante la dificultad de interacción mediante el diálogo que la puesta en escena impone en los personajes, el cuerpo es el que debe expresar. La decisión directoral tan apropiada puede traducirse como comentario: la guerra, parece afirmar Rubiano, nos devuelve a un momento prelingüístico.

Mucho ignoramos sobre esta familia sin apellido que protagoniza la historia. No tenemos claro, por ejemplo, si había una convivencia sana antes de que llegara la guerra, ni siquiera sabemos cuánto lleva esta, o si acaso la guerra ha estado desde siempre ahí y, por ende, la comunicación en la casa nunca ha sido posible. Este universo parece creado a partir de la idea implícita de que sin comunicación estamos en un permanente estado de guerra. Y a falta de lenguaje hablado, aparece este lenguaje del cuerpo, y un cuerpo completamente vulgarizado que se usa como herramienta, como señuelo y como arma de guerra; cuerpos que entran en contacto unos con otros como promesa o preámbulo de relaciones sexuales; no hay caricias, no hay cariño, no hay protección y, por estas mismas razones, los contactos se niegan.

Los cuerpos de estas cuatro hermanas y su usufructo, las intrigas amorosas, el reconocimiento del placer y del cuerpo propios, así como la maternidad, el reconocimiento del cuerpo ajeno y la búsqueda del cuerpo desaparecido son elementos claves de la obra. En los placeres corporales, específicamente el sexo y la danza, las cuatro mujeres que protagonizan la obra encuentran su forma de resistir al entorno violento que las viene deshumanizando desde antes de iniciar la narración.

El planteamiento dramático y la exploración formal de Una banda sonora son fascinantes, pero el producto genera algunas dificultades. Las convenciones que establece la banda sonora genera confusión. Por ejemplo, la música que escuchamos durante las fiestas: ¿Está dentro del universo o fuera? ¿Si está dentro por qué nadie la pone a sonar? ¿Y si está fuera por qué los personajes la escuchan? Otro comentario más general tiene que ver con la sensación de que la expresividad corporal del elenco es desaprovechada: solamente el personaje de la hermana menor llama la atención con su movimiento, a medio camino entre bailarina y contorsionista. Los demás cuerpos sí se comunican e interactúan, pero solo los movimientos de ella son plásticos y expresivos.

Con relación al argumento la historia es difícil de seguir, algunos momentos son ambiguos, es mucha la información que hace falta y que hay que completar con imaginación. Sinceramente, esto no resulta problemático. Por el contrario, me agrada la idea de dejar vacíos o ambigüedad para que la mente del espectador trabaje también. Queda la pregunta, eso sí, por esa falta de claridad, si es intencional o si es resultado de una dificultad en comunicar la información. Esa respuesta solo la tiene su director.

Pese a estas asperezas —que al fin y al cabo son de índole técnica—, Una banda sonora es un trabajo que destaca, sobre todo, por la exploración y experimentación formal que propone y que Petra como compañía busca constantemente, por la inteligencia del texto que suscita tantas ideas y comentarios, y por la manera como el argumento logra traducirse en ideas escénicas que, aunque se perciben como tradicionales para un iniciado, resultan novedosas para un público habituado a montajes más convencionales en el que la narración se encarga de hacer el trabajo sucio.

* Escritor. Realizador de Cine.

Fotografía Andrés C. Valencia.

Contenido coproducido con Revista Alternativa

Una continua improvisación de personajes en un mundo del absurdo

55 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MANIZALES

Obra: Una Banda Sonora (Caricatura de la guerra)
Grupo: Teatro Petra

Es realmente impactante la primera impresión que se tiene de la escenografía puesta sobre el escenario, es una gran promesa que pronto se derrumba, cuando aparecen los personajes absolutamente silenciados por la música, las explosiones y otros efectos sonoros. Estos s eres medio absurdos son prisioneros de la decoración, bella imagen poco funcional en un ambiente post apocalíptico permanente, anquilosado, detenido, que no se resuelve en ningún sentido.

Es una banda sonora y una banda visual que alude a la guerra y unos personajes en el conflicto no resuelto de quedarse o irse de la casa. Se alude a personas desaparecidas y otras tragedias comunes en la realidad social colombiana. La palabra como estructura de dialogo y pensamiento no aparece, es el riesgo dramatúrgico que corre un autor cuya fortaleza es la palabra y al parecer fracasa en el intento o por lo menos se queda a mitad de camino.

Un espectador va a teatro con el interés de saber que pasa en el escenario. En la visual se observa un carro Renault 4, un bebe que llora, una mujer que no quiere abandonar su casa, polvo que cae del techo, animales mitológicos y cabezas que pretender psicologìzar la escena, sin un objetivo muy claro. Se escuchan explosiones cada tanto y muchos llamados al desalojo. Un personaje que llega del exterior, da órdenes, pero tampoco resuelve ni desencadena nada. Cada acción que se agrega no influye en la situación general, parece una continua improvisación de personajes en un mundo del absurdo.

Una Banda Sonora tiene énfasis en el Teatro Físico, en la dramaturgia del cuerpo, en la simultaneidad de los signos. Generalmente el teatro que prescinde de la palabra tiene otros elementos narrativos, que permiten una lectura elemental y básica, pero hay guías para el espectador, para atraparlo, seducirlo y que no pierda la expectativa sobre la historia que está tratando de poner sobre la escena. (Los jóvenes ven el celular, los mayores se duermen).

Desde el punto de vista de la acción no pasa nada en la obra, hay mucha actividad, es cierto, movimiento de los personajes, pero no hay un antecedente y un consecuente, un principio y un final que permita que una historia coherente o una fábula se desarrollen en el sentido convencional del teatro dramático. Obvio que lo que sucede es intencional, Rubiano no es un dramaturgo ingenuo, él sabe lo que está haciendo, (eso creemos) ¡¡Un experimento interesante!! un poco aburrido, pero sigue siendo nuestro héroe.

En esta Banda no hay una línea de pensamiento o una línea narrativa que le permita al espectador entender cuál es el dilema moral al que se enfrentan, si son personajes conscientes o marionetas en situación de alienación, si tienen una posición política, religiosa, o no les importa lo que les pasa. Así sea ficción el teatro convoca personas que tienen un interés como espectadores, que van al teatro esperando percibir, sentir, pensar; esta obra lo logra, porque tal vez lo que no pasa allí tampoco pasa en la realidad.

En una banda sonora podría haber suspenso, pero en esta no, no hay expectativa por lo que pueda pasar, porque el protagonismo está en los efectos y estos no tienen historia; el futuro no importa, puede ser o no ser, es irrelevante y una próxima explosión hace parte de la rutina diaria. Una Banda Sonora es muy explosiva, visualmente es bonita, hay efectos dramáticos instantáneos que se diluyen en el próximo segundo. Es ese el gran problema del efectismo en el teatro, que capta por momentos la atención, pero a la larga se pierde la partida.

Los Petra son unos magos para la tecnología, gran formato, muchos especialistas en todas las ramas. Vaya para ellos el reconocimiento como el grupo tal vez más desarrollado en Colombia en ese aspecto. Ellos se dan el lujo de experimentar en todos los campos de la escena y hacerlo muy bien, corren riesgos y hasta pueden inaugurar festivales con el estreno de una obra, es decir, terminar de montarla en la presentación, ese también es un lujo que pocos se pueden dar en Colombia. Felicitaciones, nunca cambien.

* Crítico teatral

Fotografías Andrés C. Valencia

El ruido de la guerra

Para la inauguración de la versión 55 del Festival Internacional de Teatro de Manizales, el grupo de Teatro Petra y su director Fabio Rubiano trajeron su obra Una banda sonora la cual nos deja además de inquietudes, demasiados interrogantes, pues nos toca empezar por admitir que aquellas guerras que creíamos eran en otros países o aun en el propio, eran exclusivas de las áreas rurales y eso, en las más lejanas, pero la realidad es otra.

Es que los conflictos forman parte del ser humano y sus relaciones con sus semejantes, primero son los desacuerdos, luego las escaramuzas y eso va escalando a niveles insospechados, partiendo de que los conflictos inician con nosotros mismos y si no somos capaces de resolverlos, buscamos a quien echarle culpas para poder pelear. Esto no es solo a nivel personal, también institucional y peor, no solo entre vecinos, sino entre hermanos de historia común, de parentesco y de sangre, etc.

La escenografía que nos muestra la obra es impactante, un apartamento casi destruido, al mejor estilo de la Franja de Gaza, ventanales destrozados, paredes derruidas, techos desprendiéndose, amenazando ruina, polvo por todas partes, ruidos atronadores como de combate, cortes de luz, etc. y una familia sobrecogida por el espanto de una guerra muy cercana, que los afecta directamente. El diálogo entre sus miembros es incomprensible y solo se escucha con nitidez la orden externa de desalojar perentoriamente, so pena de no responder por su seguridad.

Lo único claro es lo que suena afuera de la vivienda, una marcha marcial como de desfile de tropas listas para el combate. El fragor es tan terrible, que como dicen “hay tanto ruido que no deja escuchar”. La orden de desalojo es general y repetitiva, pero esta familia y otros inquilinos se resisten a abandonar lo único que tienen, quedan así, autosecuestrados. Los diálogos internos son incomprensibles, como otras tantas cosas, y será solo la música, la gestualidad y los ademanes, la que permita comprender por parte del espectador, ese drama. No todos soportan de igual manera las tensiones y eso queda reflejado en el errátil comportamiento de esos habitantes abandonados a su suerte.

Como en todas las circunstancias, el ser humano busca adaptarse para poder así sobrevivir a todas esas penurias, primero les cortan la luz, luego les quitarán el agua, vienen los racionamientos, pero el mundo debe continuar. Los conflictos al interior de la familia se acentúan y cada uno debe también resolver sus propias dudas, obviamente de eso se trata la vida tanto en la ficción, como en la realidad, tanto en el teatro, como en los escenarios de la vida. Por eso la ficción va siempre de la mano de la realidad y viceversa.

Papel protagónico juega quien hace las veces de mensajero, es el cartero con sus buenas y malas noticias, con sus peticiones y rechazos, es quien satisface algunas de las demandas de las víctimas o anuncia los requerimientos de los victimarios, en un ir y venir que presagia lo más ominoso. La simulación juega un papel protagónico, bien sea cuando nos muestra un lisiado que nos llama a conmiseración, una manta doblada que simula el bebé raptado, al cual se arrulla como si fuera real, y se cree oírlo llorar de hambre, los sonidos del acto sexual que en su clímax parecen gritos de sufrimiento, cuando son es de pasión, y así se nos va la vida entre simulaciones y realidades, deseos y frustraciones, pero debemos saber distinguir para no caer cada vez más hondo. La razón del rechazo a abandonar la ciudad por parte de esa familia unida, es clara: uno es de donde están sus muertos.

Como afirma su director, Fabio Rubiano: Si uno se basa en la realidad para construir la ficción, a nosotros casi que nos toca hacer un trabajo al contrario, porque nuestra realidad a veces tan ficcional, a veces tan absurdas las realidades de América Latina, que uno podría contar cosas que parecen increíbles.

El teatro definitivamente nos cuestiona, nos interroga y obviamente, nos hace reflexionar, no es una diversión, es más bien una inmersión sicológica, sociológica, política y ante todo muy personal, esa era una de las finalidades de la tragedia griega, que mostraba lo peor de la humanidad, para lograr sacar de nuestro interior lo mejor del ser humano. De lo colectivo a lo personal, de lo externo a lo más intimo de nosotros.

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Fotografías Andrés C. Valencia.

 

 

“Estoy haciendo política sin pena”: Humberto Valencia

“Lo importante ha pasado a un segundo plano, ahora estamos resolviendo lo urgente”, así empieza esta conversación con el artista y gestor cultural Humberto Valencia quien se ha atrevido, en representación del sector cultural, a hacer campaña política para aspirar a una curul en el Concejo de Manizales en las elecciones del próximo 29 de octubre.

Licenciado en Música de la Universidad de Caldas, el único músico de la familia, su pasión durante toda su vida ha sido la percusión, generada, puede ser, en el estímulo de sus hermanos cuando estaba en el vientre materno, quienes llenaban un tarro con botones y se lo hacían sonar.

Se inició a los 7 años en la Fundación Batuta Caldas, cuando tenía 15 años ingresó a la Orquesta Sinfónica de Caldas. El proceso de formación en la percusión lo desarrolló con el Maestro Víctor Hugo López, hoy en día percusionista de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Hizo parte de la Banda Sinfónica de la Universidad de Caldas y de la Banda de Manizales. Fundador en el año 2004 e integrante todavía de Ensamble Cruzao, agrupación donde empezó a tocar maracas llaneras. En el 2011 se integró a la Filarmónica Joven de Colombia. Con el pianista Eduardo Rojas, viajó a Estados Unidos a dictar clases. En el año 2014 se vinculó a la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Estudió en el Conservatorio Simón Bolívar de Caracas, y participó en el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela “un movimiento artístico increíble”.

Esta es a grandes rasgos la trayectoria artística de Humberto, un profesional que, además, tiene la vocación de ayudar y servir, cualidad que ha demostrado, por ejemplo, con la gestión activa que ejerce en la Orquesta Sinfónica de Caldas para sacarla de las crisis que habitualmente debe afrontar por falta de recursos.

“Un reflejo de lo que vivimos en nuestro sector cultural es que los artistas somos muy buenos para desarrollar nuestras aptitudes, para estudiar, para interpretar, pero en una cosa sencilla y simple como hacer un trámite no funcionamos, para eso no somos nada efectivos. Me siento un bendecido de pertenecer a la Orquesta Sinfónica de Caldas y no padezco lo que les ocurre a otros artistas que están permanentemente buscando una oportunidad, un tema que no es solo de Manizales sino de la sociedad colombiana”.

Varios amigos lo motivaron a asumir el reto de hacer proselitismo político en las elecciones del 29 de octubre como candidato al Concejo de Manizales, reto que fundamentaron en sus capacidades no solo artísticas sino personales en el mundo de la gestión. “Yo tengo claro que los artistas en esta ciudad asumimos nuestras carreras profesionales por la pasión y el amor, porque es nuestra vida, es lo que nos mueve y eso ha ayudado a que administraciones gubernamentales saquen pecho. Ahora que estoy en este proceso me he reunido con muchos políticos y he intentado hacerles entender que la cultura es una mina de oro que ellos no han descubierto porque aquí no solo se trata de darle trabajo a los artistas, aquí se trata también, y es nuestra función, de transformar el tejido social. Eso se volvió retórica en nuestra realidad, pero es fundamental”.

Humberto Valencia tiene como uno de sus referentes el séptimo libro de la Comisión de la Verdad porque en él se insiste que en este país desarrollamos una cultura de la violencia. “Colombia lleva más de 70 años en una guerra interna, otros países de la región han tenido problemas como los nuestros, pero los han superado, a nosotros se nos volvió cotidiano. Este libro pide a las personas que hacen arte en el país, que ayuden a cambiar el chip de la sociedad colombiana porque son las únicas que pueden provocar una transformación en el comportamiento de la violencia. Muchos no entienden todo lo que origina tener una dinámica cultural alrededor de una orquesta, o de un movimiento teatral, todo lo que enlaza esta cadena. Me parece muy importante que desde lo que hacemos impactemos a la comunidad, hacer conciertos es una manera, pero también tenemos que ofrecer formación porque como le digo a los políticos, es allí donde ustedes también van a ganar y esto tiene que ser un gana gana”.

El artista insiste en que el ejercicio político que adelanta lo hace por solidaridad y como representante del sector cultural. “No hablo solo del movimiento musical porque no es el único que está pasando trabajos, qué pasa con los otros artistas, y no le tenemos que solucionar la vida a nadie, pero si tenemos que plantearles panoramas donde puedan desarrollar sus carreras, que tengan un campo de acción”.

Una vez tomada la decisión de hacer campaña, Humberto tuvo que emprender la tarea de buscar un aval y lo acogieron en Cambio Radical. “No me encontré con otros partidos, la vida me puso en Cambio Radical y me han tratado muy bien. Muchos artistas han cuestionado esta decisión y yo les respondo, cuál es el partido que refleja al sector cultural y si lo refleja que ha hecho. Yo veo en este momento que, entre los partidos políticos, puede que esté equivocado, sobre todo en este periodo electoral en el que hay 267 candidatos al concejo de Manizales, hay uno que le está dando el aval a una persona para que tenga la oportunidad de expresar una voz política. Y ahora la pregunta es, ¿cuál es el partido bueno? Las personas que me conocen a lo largo de mi vida artística saben que yo no voy a cambiar mis principios porque haga parte de un partido político que se llame x ó y. Lo dije en un video, hacer política sin plata sí tiene ventajas porque si llego al concejo no tengo una inversión que recuperar”.

Es por eso que espera una respuesta positiva del electorado, y especialmente del sector cultural, que se sienta identificado con la idea que el candidato representa. “Yo sé que es un aliciente que necesitamos, pero volvemos a lo mismo. Me he encontrado que los artistas somos reacios al tema de la política a pesar de que lo necesitamos y no me voy a pasar del arte a la política. Estoy haciendo política sin pena porque no estoy diciendo nada raro ni nada malo ni estoy inventando nada. Ahora, la curul es una meta a corto plazo, pero si no se consigue estoy convencido de que voy a seguir trabajando en un proyecto político para representar y organizar el sector cultural de la ciudad”.

Se lamenta de que en esta sociedad la cultura se ha convertido en el cuadro que ponemos en la sala para adornar. “Alguien en una fila para entrar a un concierto donde yo  repartía volantes me dijo politiquero oportunista y le contesté: yo entiendo su molestia pero yo también estoy molesto y por esa molestia decidí dar este paso, llevo 23 años tocando con la Orquesta Sinfónica de Caldas y me han tocado 3 cierres, me he quedado sin trabajo y la he pasado mal, entonces esto no es oportunismo, yo me gané este espacio, además la campaña está enfocada también a las personas que consumen cultura, a los públicos, si usted está haciendo fila aquí es porque le gusta la cultura, entonces seamos consecuentes porque le estoy demostrando que me gané este espacio”.

Para él cualquier resultado de la campaña que adelanta es bueno porque, agrega, “ya empezamos a ganar terreno y ojalá los artistas entendamos, los primeros que debemos estar al pie del cañón, que no vamos a solucionar la vida solo desde el arte, solo tocando o solo pintando o solo bailando y estoy hablando de nuestras vidas, de nuestras carreras. También tenemos que entender que nuestras competencias como artistas tienen que ir un poco más allá, más articuladas con la realidad que vivimos”.

Al preguntársele qué espera lograr si se gana la curul en el concejo, explica que hay cosas neurálgicas que se tienen que empezar a solucionar. “Debemos fortalecer lo que ya funciona, por ejemplo, la banda municipal no puede tocar 6 meses en un año, o la orquesta sinfónica 10 meses en un año o los procesos teatrales depender de lo que se ganen en una convocatoria, no solo eso, tiene que haber un proceso responsable en el que la administración municipal haga una inversión real en el sector. Para los artistas en Manizales es muy importante la circulación, aquí que hay tantos artistas debería haber un mercado cultural como pasa en Bogotá y Medellín y eso tiene que negociarse con las administraciones municipales”.

Considera que la cultura la debe financiar el sector oficial pero también cree que hay que sembrar una semilla para que haga parte del entretenimiento y eso es un proceso que, piensa, ya empezó. “Desarrollar una industria del entretenimiento desde la cultura, para generar emprendimientos, erradicar la idea de que como soy artista todo me lo tienen que dar, tampoco es así,  por eso estamos como estamos, siempre es la limosna y quienes dan la limosna no tienen idea cómo, es una ruptura total y sumémosle lo fragmentada que está la colectividad cultural de Manizales, no hemos entendido que si nos unimos podemos tener hasta la capacidad de poner un alcalde en Manizales, cada uno está pensando en solucionar la cotidianidad. Mi meta es reunir el sector y eso he hecho en la campaña. Esto es un camino que ya empezamos.

Humberto Valencia está convencido de la calidad del arte en esta la ciudad y también convencido de que los artistas pueden triunfar en Manizales, así como hay muchos que triunfan en el extranjero.

El gestor cultural manizaleños y Gerente del Teatro Colsubsidio en Bogotá, Paulo Sánchez, escribió en su cuenta de Facebook:

Un voto de confianza por un amigo que se ha metido en el difícil encargo de aspirar a una curul en el Concejo de Manizales. Pretende representar al sector cultural, y eso ya es una tarea suficientemente compleja. Se ha interesado por radiografiar algunos asuntos relevantes de la cultura en la ciudad, sus carencias, sus inequidades, y de a poco va incorporando a su discurso el compendio de dolores de un espacio al que le han quitado más de lo que le han dado, porque lo ha vivido como artista con cerca de 20 años de ejercicio exitoso, y como integrante de agrupaciones que permanentemente han estado a la deriva, por lo que sabe de primera mano de qué hablamos cuando se refieren a la fragilidad de las artes y la cultura en la ciudad. Hay representantes de muchos temas en la contienda, muy pocos de la cultura. Espero que, si mi amigo sale elegido concejal, no se vaya a corromper, y no se vaya a dejar cambiar las prioridades de campaña, porque si lo eligen, es porque viene de la música. Daré mi voto de confianza a Humberto Valencia CR7 (a pesar del partido), y creo que puede ser una iniciativa que podemos rodear para que logre sus intenciones.

 

 

Violencia contra la mujer en una sociedad violenta

Todavía muchas personas siguen pensando que el problema de violencia contra la mujer es algo aislado, es algo que sólo le ocurren a ciertos estratos sociales y a personas con ciertas condiciones socio económicas y culturales que permiten que estos vejámenes se sigan presentando.

Tenemos en el imaginario colectivo, que la víctima de violencia es una mujer generalmente abnegada, poco dedicada a sí misma, de pocos recursos económicos, madre cabeza de familia y sin ningún tipo de oportunidad laboral para poder desarrollarse humana y profesionalmente.

Pero ahí, de frente, tenemos la realidad dándonos lecciones, enseñándonos que como seres humanos todavía vivimos en una sociedad llena de estereotipos y que cuando se trata de cuestiones criminales todavía seguimos perteneciendo a la escuela criminológica de Lombroso, donde las características para identificar a un delincuente nato estaban dictaminadas por cuestiones netamente físicas, como las características faciales y corporales de los sujetos. Pues ahora, parece que las víctimas en pleno siglo XXI también son víctimas por ser de un tamaño determinado, posición económica específica o por pertenecer a un grupo de personas que no tienen muchas oportunidades laborales y educativas.

Sin embargo, llegan hechos como los ocurridos con la Selección Española Femenina de Fútbol, jugadoras que, tras consagrarse campeonas en el año 2023, demostraron su fuerza y gallardía, mostraron sus habilidades deportivas y llevaron a las mujeres a los más alto de la élite del deporte masculino; comenzaron a ser víctimas de violencia de género desde unos micro escenarios de dominación masculina, donde todo se ha ido normalizando y ahora, nadie se acuerda de lo ocurrido.

Primero fue el mismo presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que sin autorización de la jugadora Jenni Hermoso la tomó de la cara y le robó un beso, en plena ceremonia de celebración. Después se supo que uno de los entrenadores de La Roja se pasó con otra de las integrantes del equipo en medio de la celebración de un gol en el certamen mundial.

Sumado a lo anterior, cuando las jugadoras denunciaron todos estos hechos y solicitaron respeto y justicia, el señor Rubiales presidente de la Real Federación Española de Fútbol, salió ante los medios de comunicación no a disculparse sobre lo ocurrido, sino a justificarlo y a explicar por qué debe verse este acto de agresión contra la mujer como algo que ocurre normal y constantemente en escenarios de alegría y celebración futbolística.

Ahora, si traemos la problemática a un contexto colombiano y latinoamericano, no estamos muy lejos de lo que sigue sucediendo a nivel mundial. Por este lado del mundo también la realidad nos enseña que las víctimas de violencia no son solo las mujeres en estado de vulnerabilidad. Se conoció cómo una joven colombiana de 18 años fue asesinada en México, esta mujer terminó siendo relacionada como sobrina del exministro de Hacienda de Colombia, José Manuel Restrepo.

Entonces debemos comprender que no se trata de un asunto aislado de algunos estratos socio económicos, que las mujeres que aparentemente están cerca de las élites mundiales o nacionales también son víctimas de violencia, y que como se vio solo en los casos aquí referenciados, la violencia contra las mujeres se evidencia desde pequeños espacios de interacción social como espacios de celebración, espacios laborales, contextos deportivos, hasta llegar a la más terrible manifestación de la violencia contra la mujer: el feminicidio.

Lo anterior se suma a una cifra de denuncias por violencia contra la mujer que, solo en Colombia durante la primera parte del año 2023 según medicina legal ya ascendían a 19.606 eventos de violencia intrafamiliar contra mujeres y 213 feminicidios.

En consecuencia, este es un recordatorio para que no dejemos de pensar en que estamos frente a una problemática latente y constante, comprendamos que países como Colombia y México siguen siendo de los principales territorios donde más se cometen actos de violencia contra las mujeres y los escenarios de poder no han permitido avances significativos en la protección de estas más allá de la creación burocrática con la creación de cargos, entidades o instituciones que luchan contra la violencia de género pero no promueven la libertad de la mujer.

Debemos comenzar a ser mucho más conscientes del problema de violencia que nos aqueja, no podemos seguir naturalizando la violencia y justificando que siempre ha sido así. Pero tampoco podemos llegar a puntos extremos de paranoia colectiva donde cualquier acto cotidiano se convierta en violencia psicológica o estructural.

El problema adicional a la violencia contra la mujer, es que los latinos, y específicamente los colombianos, nos acostumbramos a los escenarios violentos, creemos que la violencia es normal en la dinámica cotidiana de la vida: si voy a conducir un vehículo me preparo para ser violento con los que considero que no son buenos actores viales; si voy hacer un negocio, me preparo para amenazar y no dejarme de quien se quiera aprovechar, si voy al trabajo me van acosar, sí voy a estudiar me van hacer matoneo, si tengo alguna discapacidad me van a discriminar. Y así infinitamente.

Entonces tomamos otras situaciones no violentas y las hemos estado calificando de violencias simbólicas, porque dentro de nuestros contextos de violencia generalizada todo lo vemos como un acto violento: un halago es violencia, una invitación es violencia, un regalo es violencia, una atención es violencia, querer ayudar es violencia. Y es allí, donde nos ahogamos en una dinámica de nunca acabar, donde naturalizamos tanto ser una sociedad violenta que cualquier acto no violento le intentamos encontrar acomodo como una acción belicosa, solo porque se nos hace extraño que algo no lo sea. Siempre hay una malicia pensando en que se va a generar un daño.

Finalmente, podrán existir múltiples organismos e instrumentos jurídicos internacionales, nacionales, regionales y locales para erradicar la violencia contra la mujer. Pero, para sacar a una sociedad de la dinámica cotidiana de violencia, se necesitan actos reales humanos. Debe haber consensos emocionales colectivos que permitan situarnos en nuevos lugares de fortalecimiento para las relaciones sociales.

De nuevo, evitemos la importación de normas y de costumbres, que la globalización y la hiperculturalidad sean instrumentos adicionales para conocer que las problemáticas de violencia son internacionales, pero que las soluciones de erradicación deben responder a contextos específicos y no a la estandarización del comportamiento del hombre o de la mujer.

* Músico, compositor, abogado y docente de la Universidad de Manizales y de otras universidades. Especialista en Investigación Criminal y Magíster en Derecho. Doctorando en Literatura.

Octubre 2023