Un verso perdido de William B. Yeats… en una biblioteca de Manizales

A menudo he sentido en mi vida cotidiana un ímpetu inverosímil por cambiar de sitio, de ciudad, de casa o de trabajo, pero al final no ha sido más que un arrebato transitorio. Uno aguanta en parte su rutina porque no tiene a donde más dirigirse, y sea o no hospitalaria su casa o su ciudad, uno aprende a quererla, se resigna y recrea incesantemente en calles iguales, las mismas manos y los mismos brazos, y más o menos las mismas miradas. En mi caso, me acostumbré a Manizales, ha sido la ciudad en la que mayor tiempo he permanecido, la que más he amado y a la que he deseado lo mejor, a tal punto que he emprendido varias hazañas para ganar su cariño. No me ha sido del todo esquiva esta amante sibilina, en su seno he aprendido a amar la poesía, el arte, la filosofía y el cine, pero también he aprendido el desengaño y el coraje de una pasión ingrata.

Hace poco volví a sentir ese arrojo que me empuja a querer hacer algo radical, algo que justamente me permitiera por fin echar raíces o dejarlo todo definitivamente sin mirar atrás; pero no, volví a mirar atrás, como Lot o como Orfeo, y me he topado con una enorme y sombría roca. La memoria es porosa para el olvido,  escribió en alguna parte Borges, lo cual confirma el hecho que no recuerde el libro en el que obtuve esa frase o esa idea. Varias veces me ha sucedido algo semejante, y hace un par de años quizá con mayor frecuencia; probablemente sucedía de igual modo antes, pero entonces no le prestaba tanta atención como ahora. Cuando eso ha sucedido he intentado por todos los medios buscar hasta que doy con la fuente, y casi siempre lo he logrado, salvo con un verso de William B. Yeats, que leí hace más o menos 15 años, y que a pesar del Internet y de Google, las veces que he emprendido la búsqueda la he abandonado frustrado por no dar con él.

Yo suponía que decía algo así como: “Dadme un fósforo y encenderé el mundo”. ¿Cómo no gustarme semejante imagen? Y no es que yo sea anarquista o terrorista, y mucho menos apocalíptico. La imagen es potente, en este caso: “Dadme un fosforo y encenderé el mundo”, no es una mera metáfora, no solo se sustituye una acción o se reemplaza una cosa por otra, sino que es algo que se siente como real, es una acción que se realiza con mucha o poca intensidad, en el mundo de la vida o en la imaginación. La pantalla de la imaginación es también el escenario visceral en el que el poeta o el artista se juega la vida, por eso será que las proezas de los poetas han sido equiparables a las de los guerreros, pues cada uno a su modo fundan los lugares y levantan un mundo. En este caso es diferente, el ánimo que me inspiraba ese supuesto verso de Yeats no era justamente el de imaginar o levantar un mundo distinto, sino el de iniciar un incendio y ver arder el mundo, el que me rodeaba o el mío propio; aunque,  ahora que lo pienso bien, no necesariamente tendría que ser así, porque encender quiere decir también prender, iluminar, e incluso, dar a luz. Un fósforo para prender una antorcha, para iluminar el mundo.

En cierta ocasión me sentí como Diógenes que andaba con una lámpara de aceite en Atenas, en época de Sócrates, dizque buscando a alguien sabio (otra versión dice que buscaba era a un hombre honesto). Yo también en Manizales de cierta manera esperé encontrar a uno, un hombre sabio u honesto; pero no, si Diógenes no lo encontró en Atenas mucho menos lo iba a encontrar yo en Manizales en la primera década del 2000, so pena de esa impostura que cometieron nuestros “sabios” ancestros llamándose a sí mismos dizque grecoquimbayas. Que ridiculez. Siquiera que mi abuelo era un tipo normal de la calle, y no un impostor intelectual de aquellos. Quizá debí de irme a Bogotá, a la Atenas suramericana como la llamaban las “eminencias” de la Capital, por allá a finales del siglo XIX, pero igual que en el otro caso, si no lo encontró Diógenes en la Atenas real mucho menos lo iba a encontrar yo en esta otra Atenas presumida. En otras ocasiones sentía un arranque diferente, un ardor inverosímil, de ir a quemar libros viejos; no obstante, recuerdo el día, hace mucho, cuando yo todavía era un jovenzuelo, mi abuela: alma bendita ¡Qué en paz descanse! sacó unos libros viejos de texto, y uno que otro de literatura, dizque para botar. A la hora de la verdad, yo no pude quemarlos, sino que los llevé a donar a una biblioteca que había en mi barrio, y desafortunadamente me los recibieron.

Yo conocía al Califa Omar y su supuesto crimen de haber mandado a quemar la Biblioteca de Alejandría, y a pesar de ese blasfemo episodio, consideraba a Omar, me parecía un buen tipo, por desafiar ese poder desmedido y arrogante de Roma y del cristianismo, que por aquella época ya se oponía a cualquier influencia grecorromana, y en la que probablemente ya se había obsesionado con esa quimérica reliquia que llamaban el Santo Grial (…)

(…) Hoy se sabe que Omar no fue quien mandó a incendiar la Biblioteca de Alejandría, simplemente porque cuando llegaron los árabes a Egipto en el siglo VII hacía muchos años que esa biblioteca ya no existía; además, los árabes tenían y querían mucho más los libros (el conocimiento y la ciencia) que los cristianos. Para la muestra un botón: ¡Quema los libros y blanquea el latón! Decían los alquimistas para referirse a algún trabajo alquímico o espiritual, no al hecho concreto de quemar los libros, que, probablemente sí aplicaron a letra muerta los cristianos en esos tiempos (como lo hicieron los judíos antes con Cristo). Si destruían pinturas y esculturas, y hasta quemaban gente que no practicaba sus mismos dogmas, la quema de libros seguro no era ajena a ese tipo de prácticas oscurantistas. No hace mucho EEUU bombardeó la Biblioteca de Bagdad en la invasión a Irak en el 2001 (o 2002), y conste que justo después de la caída de las torres Bush llamó a su eventual invasión, una cruzada. Eso y las cruzadas “democráticas” de hoy contra los museos o estatuas milenarias de Damasco, Palmira o Siria, por parte del mismo EEUU y sus aliados, pasa en nuestra memoria (colonizada y enajenada) como si nada. ¡Qué elegancia la de Francia!

Como el Santo Grial a mi se me perdió en la bruma de la memoria un verso de Yeats, aunque yo no invadí a sangre y fuego, ni sacrifiqué a nadie para desentrañar ese misterio, solo buscaba un par de horas en Internet y ya, ni siquiera tenía certeza de que su apellido fuera ese, lo llegué a confundir con un tal John Keats, que también era poeta, aunque este era inglés, y un tanto más romántico que Yeats, que era irlandés, y también poeta, pero no tan empalagoso como el otro. Lo que si recordaba era que Yeats era un poeta simbolista, tal vez lo había leído en el prólogo del libro aquel, y cuya editorial tampoco recordaba, de lo contrario hubiera sido más fácil la búsqueda. También recordaba que esa editorial era bilingüe y que había leído sus libros de Oscar Wilde y Arthur Rimbaud. El caso es que en la última búsqueda inútil que hice en Internet se me ocurrió que ya no podía dejar pasar más tiempo, y que en cuanto regresara a Manizales en vacaciones de fin de año, debía ir a la mismísima biblioteca de la que saqué hace más o menos 15 años ese libro.

En ese entonces (2002) la biblioteca quedaba en aquel bello edificio moderno conocido como Teatro Los Fundadores, en el segundo piso; creo que fue una muy buena época para la biblioteca, el edificio le iba muy bien, aunque tanta dicha no duró mucho, por cuestiones burocráticas o falta de voluntad política como suele decirse. Creo que estuvo allí no más de tres años, y la pasaron a un lado, en el Colegio Isabel la Católica (también un bello edificio, pero este republicano), lo que significó, de cierta manera un retroceso, puesto que el espacio se redujo considerablemente, igual que la iluminación y la ventilación. Allí llegué un tanto apurado y ansioso, porque por fin iba a confirmar si el verso que había rondado mi mente por tantos años era así como lo recordaba. A las afueras del edificio habían dos filas enormes, obviamente no tenía nada que ver con la biblioteca sino con la Feria de Manizales (famosa por sus corridas de toros y por ser un aburrido y pretensioso pastiche de la cultura española), pues estaban dando boletas para los conciertos en la Plaza de Bolívar. Estaba cerrada, miré bien, y entonces recordé que hacía años la habían trasladado a un edificio donde funcionaba algo de la policía o de tránsito,  cerca de la Plaza de Mercado.

Por fin llegué a la Biblioteca Municipal de Manizales, y siquiera que estaba abierta porque en ferias casi todo funciona solo medio día, entré y pedí a la bibliotecaria que, si por favor buscaba un libro de poemas de W. B. Yeats, fui con ella y constaté en el computador que en efecto estaba registrado, nos dirigimos a la estantería en la que figuraba, ella buscó en el lugar justo donde tendría que estar, pero no estaba, así que debería de estar prestado. Le pedí que si mirábamos quien lo tenía y cuando lo entregaría, pero en cuanto volvimos al computador y ella miró, me dijo que no estaba, que tal vez se lo habrían robado o lo habrían dado de baja, lo cual era incoherente, porque esa edición no era tan vieja. Entonces le dije que me dejara tomarle una foto a la ficha bibliográfica, el libro era del 2000, de la Editorial Áncora Editores, edición bilingüe traducida por Nicolás Suescún, llamado Poesía Escogida. Por un momento quedé pasmado, supongo que se me notó la cara de frustración, y viendo eso la chica bibliotecaria me dijo que mirara en la Biblioteca del Banco de la República, que fijo estaba allí, y que buscara por el 800, que todos los libros de literatura en Colombia compartían números similares. Recobré el ánimo, busqué un rato el libro, por si de pronto lo habrían puesto en un lugar equivocado, pero no, me fui corriendo a la otra biblioteca, no me subí en el ascensor porque no recordaba en qué piso estaba la sección de literatura, subí cinco o seis pisos por las escaleras, pedí ayuda a un veterano bibliotecario, quien confirmó la información en el computador y me dirigió al lugar, donde por fin volví a ver ese libro, en el que yo suponía había visto ese verso perdido de W.B. Yeats.

Lo leí por donde yo recordaba que estaba el verso aquel, al final de cada poema, dudé si de verdad estaría al final porque había revisado casi la mitad del libro y nada, por un momento pensé que otra vez estaba buscando en vano, que quizá se trataba de otro poeta, de John Keats de pronto, o de cualquier otro (tal vez T.S. Eliot), del cual no tenía (ni quería tener) la más remota idea. Hasta que por fin lo encontré, y como temía (pues no había podido dar con él por internet) no era como yo lo estaba buscando, sino de otro modo. Así: “(…) pídanme que encienda un fósforo y que sople”.  Entonces lo leí todo, pues se trataba de un poema dividido en dos partes llamado A la memoria de Eva Gore Booth y con Markiewicz, en la segunda parte estaba el poema que tanto me había inquietado en algunos momentos de mi vida. Constaté que en realidad Yeats no me gustaba de a mucho, que ese verso era lo mejor que había leído de él, y que el poema era un tanto hermético. Sin embargo, no lamenté todo el tiempo que intenté buscarlo, o el equívoco en el que incurrí al recordarlo y al interpretarlo alejado tal vez de su verdadero sentido. Lo que sí lamenté, y mucho, fue la pérdida del libro en la Biblioteca Municipal, y de su estado, pues por lo que vi, parecía estar más o menos en la misma situación de hace 16 años cuando trabajé allí; no vi nuevas colecciones, y las nuevas instalaciones sin duda no eran mejores que las del Teatro Los Fundadores. Eso me provocó cierta nostalgia, no tanto por el libro, sino por el tiempo perdido, el mío en esta ciudad en la que nunca fui profeta en su tierra, pero, sobre todo, el de la biblioteca que no parece merecer la suerte que esta ciudad “culta y educada” le ha dado.

Entonces pensé que, en vez de naufragar en ese trago amargo de la melancolía provocada por una gran pérdida (como aquel libro robado o dado de baja de Yeats, o por aquella ciudad), debería de resistir y revelarlo como pudiera. El coraje es como una enorme piedra que de repente se rompe. Esa catástrofe crea un paisaje, un grito, un poema, o algo así.

 

II

 

Queridas sombras, ahora lo saben todo,

la locura que es luchar

contra el bien y el mal común.

Los inocentes y los bellos

no tienen de enemigo sino el tiempo;

levántense y pídanme que encienda un fósforo

y otro más hasta prender el tiempo;

y si el incendio se remonta,

que siga hasta que todos los sabios sepan.

El gran mirador construimos,

nos encontraron culpables;

pídanme que encienda un fósforo y que sople.

 

*Profesional en Gestión Cultural y Comunicativa
Productor i-realizador Audiovisual

Magíster en Hábitat

 

La ternura de una profunda mirada

El pasado diez de octubre la Academia Sueca anunció que retomaba los premios de Literatura de los cuales se había suspendido la convocatoria del 2018, por escándalos internos en la institución, que incluían acusaciones de acoso sexual, corrupción y filtración de algunos veredictos anteriores. Esta vez fueron seleccionados para los premios correspondientes a los años 2018 y 2019, dos autores muy comprometidos con la realidad, con su presente y los derroteros del mundo, se trata de la polaca Olga Tokarczuk (1962) y el austriaco Peter Handke (1942), respectivamente.

Olga Tokarczuk lo obtuvo «por una imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida». Se trata de la segunda escritora polaca que recibe el Nobel de Literatura (la primera fue la poeta Wislawa Szymborska, en 1996) y la decimoquinta mujer en la historia del premio, que completa 116 versiones.

El siete de diciembre, en su discurso de aceptación del galardón, que denominó “El narrador tierno”, afirmó:
La vida es creada por los acontecimientos, pero solo cuando somos capaces de interpretarlos, tratamos de entenderlos y de darles un significado, se transforman en experiencia. Los acontecimientos son hechos, pero la experiencia es algo inexpresablemente diferente. Es la experiencia, y no cualquier evento, lo que constituye el material de nuestras vidas. La experiencia es un hecho que ha sido interpretado y situado en la memoria. También se refiere a una cierta base que tenemos en nuestras mentes, a una estructura profunda de significados sobre la cual podemos desplegar nuestras propias vidas y examinarlas completa y cuidadosamente.

Esto es realmente lo que nos aporta en su libro “Los errantes”, el cual está constituido por una serie de cuadros descriptivos presentados como un caleidoscopio de una abigarrada mezcla de temas sociales, políticos, económicos, históricos, geográficos, y un etc. al final. Constituyen paradójicamente minuciosas descripciones que a vuelo de pájaro recorren este mundo y otros posibles, mostrándonos el continuo movimiento de la vida en lugares muy conocidos, como aeropuertos, estaciones de ferrocarril y de metro, paradas de autobuses, lugares inhóspitos, desiertos reales y muchos otros imaginados. Definitivamente una escritura sin fronteras.

No hay espacio, ni lugar para la monotonía, ni el aburrimiento, pues constituye una apropiada mezcla de relatos cortos, otros un poco más extensos y finalmente unas historias que no quisiera uno se terminaran, pero el suspenso continua en algunas, pues cuando uno cree que se han completado, mas adelante resurgen con nuevos ímpetus, aunque otras nos dejan como un sabor extraño al concluir. Pasa de unos relatos kafkianos, a otros surrealistas y unos arribos a ninguna parte, así son nuestras vidas, de allí lo magistral de la narración.

Las calidades narrativas de Olga Tokarczuk las podemos apreciar en un extracto de su relato KAIRÓS, en el cual describe el derrame cerebral que alguien acaba de sufrir:
Pero el océano rojo instalado en la cabeza del profesor, alimentado por ríos sanguíneos no paraba de crecer y poco a poco inundaba más y más territorio, primero las llanuras europeas donde nació y creció. Desaparecieron bajo las aguas ciudades, puentes y presas que con tanto esfuerzo habían construido generaciones enteras de sus antepasados. El océano se acercaba al umbral de su casa con tejado de caña e irrumpía sin contemplaciones en el interior…

Y así continua el derrumbe interior causado por el derrame cerebral que finalmente va borrando todo en la mente, hasta agotar el último recuerdo y finalmente traer la muerte.

Con todos sus relatos y su forma de captar nuestro interés, pues sostiene, la creación es un trabajo colectivo entre la propuesta del escritor y la interpretación del lector, definitivamente dan ganas de arriesgarse y deseos de detenernos a contemplar la vida y el mundo con esa aguda mirada tan penetrante de la cual no escapan los minuciosos detalles de sus descripciones, que para lograrlas, afirma, se vale de la ternura:

La ternura es espontánea y desinteresada; va mucho más allá del sentimiento de empatía. En cambio, es el compartir consciente, aunque quizás un poco melancólico, del destino común. La ternura es una profunda preocupación emocional por otro ser, su fragilidad, su naturaleza única y su falta de inmunidad al sufrimiento y los efectos del tiempo. La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes y la similitud entre nosotros. Es una forma de mirar que muestra al mundo como vivo, interconectado, cooperando y codependiente de sí mismo.

Tenemos una mezcla de lo real con lo imaginario, lo posible y lo concreto, lo realizado y lo por hacer, lo histórico con lo proyectado y obviamente el continuo cotidiano en el cual estamos inmersos y muchas veces nos limita a disfrutar esas experiencias ofrecidas en su literatura. Después de ese viaje sin fin en el que nos hemos sumergido de la mano de esa experta, nos resta revisar nuestro equipaje para el próximo viaje y con un sincero análisis determinar si estamos o no livianos para continuar nuestro siguiente trayecto.

*Profesional en Filosofía y Letras
Universidad de Caldas

Las mujeres en el periodismo deportivo

El pasado 13 de febrero se llevó a cabo en  la Universidad de Manizales la Cátedra de Periodismo Orlando Sierra Hernández. Las periodistas Juliana Salazar y Camina Espinosa, egresadas de esta institución de educación superior, disertaron sobre el tema “Las mujeres en el periodismo deportivo ¿una cancha desigual?”, ante estudiantes y profesores.

Juliana Salazar, editora de deportes en Caracol Radio. “Ser periodista deportiva significa todo en mi vida. Es un pasión y por eso todos los días me levanto no a trabajar sino a disfrutar de lo que hago. Sí hay desigualdad en el medio y es por un machismo muy marcado. Con el paso de los años ha cambiado y es también porque las mujeres ya nos arriesgamos a dar un paso más. Con conocimientos y estudio se puede ganar un lugar a la altura de una comentarista de fútbol, algo que jamás se pensaba que pudiera hacer una mujer”, aseguró

Camila Espinosa, Jefe de prensa del área de deportes de la Universidad de Manizales.“Para que el periodismo deportivo femenino y masculino sea igual  tenemos que ser la misma cantidad de mujeres en las salas de redacción, en los cargos altos de las federaciones y equipos y además  valorar más el deporte femenino. Poco a poco hemos ido ganando espacio pero sí necesitamos igualdad de condiciones”.

El río: territorios posibles

 UNA OPORTUNIDAD PARA REFLEXIONAR, CREAR Y PROYECTAR AL PAÍS

Este proyecto cultural del Banco de la República, busca incentivar la reflexión y la participación individual y comunitaria sobre los ríos como territorios de vida, a través de la circulación y producción de distintos contenidos culturales y de una extensa programación académica, que se realiza desde 29 ciudades colombianas.

El río: territorios posibles reflexiona sobre tres ejes temáticos: Cómo se vive, que aborda las relaciones sociales que se generan alrededor de los ríos, sean estas económicas, ambientales o culturales; Cómo se cuenta, que incluye narrativas históricas y artísticas sobre los ríos colombianos: y Cómo se proyecta, que busca reflexionar acerca de los retos y necesidades que se requieren para garantizar su preservación.

Jairo, Javier y el sueño de las abejas

Tengo en la memoria imágenes vívidas -como fotografías en álbumes cuidadosamente conservados durante cuatro décadas- de montajes en los cuales han participado Javier Humberto Arias y Jairo Gómez como actores, como directores o como ambos. Al pasar las gruesas páginas van apareciendo láminas de papel fotográfico Kodak (la gran mayoría en blanco y negro) con rostros de personajes, vestuarios y escenografías de las puestas en escena que han realizado Jairo y Javier desde los tiempos de las grandes pasiones artísticas y políticas en el Galpón de Bellas artes, y ahora en el Teatro Portátil.mc.

Durante décadas, los dos actores se encontraron a las ocho de la noche en la puerta del Galpón de Bellas Artes: Javier salía del ensayo con el Teatro Popular de Manizales –TPM-, mientras Jairo iniciaba el trabajo diario de la Agrupación Teatral La Brecha. “Hola compañero”, saludaba Jairo con voz grave y vocales siempre acentuadas. “Buenas noches Jairo”, respondía el otro con el tono alto y el timbre agradable que permitiría reconocerlo entre multitudes.

Ahora que hacen parte de los decanos del teatro en Manizales han decidido divertirse, en el sentido de lo que también podría llamarse el goce creativo, con El sueño de las abejas. Se trata de seis cuadros o composiciones, cada uno con duraciones que no exceden los doce minutos, en las cuales los aficionados a la literatura verán pasar evocaciones, textos e imágenes hechas con materiales que tienen la apariencia de los clásicos Julio Cortázar y Julio Ramón Ribeyro, o de los más portátiles Andrés Neuman y Laura Restrepo. Quienes se ocupan de la sociología, también encontrarán un homenaje anticipado, podría decirse premonitorio, al legado de Alfredo Molano.

Si el espectador lo desea, puede interpretar cada composición como una pieza autónoma, también puede optar por armar conjuntos secuenciales de relatos o hacer combinaciones aleatorias como las que se mueven en el fondo de un tubo de caleidoscopio. Cada composición es empujada por distintos materiales de la vida privada, de los conflictos sociales y, en algunos casos, motivada por las preguntas más básicas y aparentemente  inútiles de la existencia. Siguiendo corrientes actuales que apelan a denominaciones sofisticadas, la obra podría considerarse una exploración teatral de las subjetividades políticas que en algunos casos rayan en el absurdo.  Si bien cada composición tiene unidad de sentido, las eventuales versiones completas de la obra y sus conexiones con los hechos de la vida pública las armarán los espectadores en sus cabezas (probablemente, como en mi caso, a la hora de conversar sobre la obra le darán un orden emocional a las composiciones). Al terminar la función, en El sueño de las abejas los espectadores seguirán construyendo mundos y situaciones improbables.

En las seis composiciones, los personajes y sus acciones están hechos para acercarse a lo que acontece durante el largo camino a Ítaca o al Catatumbo, para conocer de primera mano sobre lo que ocurre antes y después del rito del duelo, para reírse en el basurero de la impostación académica o para encontrarse en la soledad de los artefactos tecnológicos.

Javier y Jairo coincidieron durante años en la entrada del Galpón en Bellas Artes hasta que los grupos TMP y La Brecha se desintegraron. Luego los vi saludarse con las mismas fórmulas protocolarias -y conversar sobre casi todas las cosas que ocurren en el país- en las entradas de los teatros de la ciudad. Ahora decidieron hacer un teatro portátil con temas y repertorios que sacan a la luz reflexiones para nuevos tiempos.

*Profesor Universidad de Caldas

Las diez películas más esperadas del año

En la foto:  Johnny Depp y Mark Rylance en una imagen de Waiting for the barbarians, la reciente película del colombiano Ciro Guerra.

Hacer una lista de las cintas más esperadas del año es una apuesta incierta. No hay garantías de que esas obras puedan marcar la diferencia, más allá de la calidad que representan los trabajos previos de sus directores.

Puede que de aquí a unos meses alguna película que no estaba en el radar se imponga como la revelación del año, que irrumpa de tal forma que dañe los planes sobre dónde estarían las buenas propuestas, algo muy saludable para el panorama del cine, dicho sea de paso. La otra posibilidad es decepcionarse con aquellas que tanta ilusión generaban.

Esto en un escenario en donde las películas provienen de fuentes diversas: grandes y pequeñas productoras de Hollywood, plataformas de streaming, latitudes apartadas de los focos de producción mayoritarios, con decididos propósitos comerciales o no.

Si antes el cinéfilo tenía controladas las vías por las que llegaba al cine, hoy no es tan sencillo. Se debe ser más atento, encender las alarmas, estar al tanto para hacerse una idea medianamente justa de lo que ocurre con el cine contemporáneo.

Tarea ardua, pero necesaria para no caer en el conformismo y la equivocación de que no hay vida más allá de las carteleras comerciales. Aquí una lista de 10 películas a las cuales seguirles la pista este 2020, clasificadas según mi grado de expectativa:

1. Luz, de Juan Diego Escobar Alzate

El año esperado para ver la ópera prima del cineasta manizaleño luego de su paso por festivales del mundo como Sitges, el más importante de cine de género. La obra, filmada en las inmediaciones de la capital de Caldas, es un western fantástico con toques de folk horror sobre una comunidad aislada en las montañas liderada por un predicador conocido como El Señor y a la que llega un supuesto mesías. Por confirmar fecha de estreno en Colombia.

2. Dune, de Denis Villeneuve

El director de Arrival (2016) adapta la monumental novela de ciencia ficción escrita por Frank Herbert, tarea en la que fracasaron tanto David Lynch como Alejandro Jodorowsky. Un elenco de lujo que incluye a Timothée Chalamet en el papel de Paul Atreides, protagonista del libro. Llegará a las salas en diciembre.

3. Memoria, de Apichatpong Weerasethakul

El cineasta tailandés, ganador de la Palma de Oro en Cannes por El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas (2010), rodó esta película en Colombia y que protagoniza Tilda Swinton. El realizador indicó que la obra abordará los miedos y la imaginación que suscitan la violencia colombiana. Aún sin fecha de estreno.

4. Waiting for the barbarians, de Ciro Guerra

El debut en inglés del colombiano es una adaptación de la novela homónima del nobel sudafricano J. M. Coetzee, quien escribe el guion. Un magistrado británico en una pequeña ciudad colonial cuestiona su lealtad al Imperio, mientras ignora una guerra inminente. Johnny Depp protagoniza esta cinta que pudo verse durante el pasado Festival de Cine de Venecia, pero que todavía no tiene fecha de estreno comercial. Robert Pattinson y Mark Rylance se suman al reparto.

5. First cow, de Kelly Reichardt

La directora de Wendy y Lucy (2008) se embarca en un relato de época sobre un cocinero y un inmigrante chino que sacan provecho económico al ordeño de la vaca de un terrateniente en el Salvaje Oeste. Se estrena en marzo en Estados Unidos, pendientes los lanzamientos en el resto del mundo. Produce A24.

6. Mank, de David Fincher

Herman J. Mankiewicz, coautor junto a Orson Welles del guion de Ciudadano Kane (1941), es el personaje al que
Fincher dedicará este biopic de Netflix protagonizado por Gary Oldman. Sin fecha de estreno confirmada.

7. Annette, de Léos Carax

Adam Driver y Marion Cotillard protagonizan este musical del artífice de Los amantes del Pont Neuf (1991). El cineasta francés no estrena una película desde Holy Motors (2012). ¿Se estrenará en Cannes?

8. Tenet, de Christopher Nolan

El proyecto más ambicioso de Nolan, como lo reconoció en una entrevista, tendrá de nuevo los ingredientes que el inglés domina como pocos: acción, espionaje, viajes en el tiempo y estructuras narrativas que rompen las convenciones. Estrena en julio.

9. Bergman island, de Mia Hansen-Løve

La directora de Edén (2014) nos propone el viaje de dos cineastas a Farö, isla sueca que inspiró al maestro del cine europeo Ingmar Bergman y en donde este ambientó varias de sus películas. Con actuaciones de Mia Wasikowska, Vicky Krieps y Anders Danielsen Lie. Todavía sin fecha de estreno confirmada.

10. Last night in Soho, de Edgar Wright

El cineasta británico regresa tras su película anterior, Baby driver (2017). Esta vez emprende un thriller psicológico del que solo se sabe estará ambientado en el Soho londinense. Fecha de estreno por confirmar.

*Periodista y Crítico de Cine.