¿Quién teme a Jairo Gómez?

El 20 de enero pasado cumplió 70 años de vida el director de teatro, dramaturgo, actor y poeta de Manizales, Jairo Gómez Hincapié. Su familia celebró este acontecimiento con una fiesta a la que asistieron sus amigos y parientes cercanos. Durante el acto el profesor de la Universidad de Caldas y escritor, Mario Hernán López Becerra, evocó la vida y personalidad de Jairo:

Debió ser una tarde de 1979, cuando Jairo Gómez Hincapié y Albeiro Serna Salazar junto a otros actores, se presentaron en el aula máxima del Instituto Universitario de Caldas. Al final de la presentación de Terror y Miserias del Tercer Reich, Jairo Gómez explicó a los estudiantes las claves de las teorías y prácticas de Bertolt Brecht, expuso con detalles los significados del teatro dialéctico, luego invitó al público a conversar sobre la obra. Como era usual en épocas pasadas de encuentro y palabra, el debate tomó más tiempo que la presentación de la obra.

¿Qué tendría de cautivadora aquella escenografía sencilla? ¿Qué habría en el gesto de los actores, en sus voces, en los textos y en el color gris de esa escena que fue capaz de quedar depositada en la memoria?

Un año más tarde, Jairo Gómez leyó un poema con la musicalidad de un largo etcétera en el viejo auditorio de la Universidad Nacional de Manizales. Sentados frente a él, los jóvenes del Instituto -convertidos en estudiantes universitarios-, escucharon al poeta, director y actor de teatro lanzar etcéteras al aire como augurio del vacío retórico de los años futuros.

Por esos días, en los pasillos de la Universidad Nacional, alguien habló de la presentación en el Galpón de Bellas Artes de la obra Dos Hombres en la Mina, puesta en escena por la Agrupación Teatral La Brecha. Los personajes, en esa versión representados por Jairo y Albeiro, se encuentran atrapados en una mina: ¿Sabes qué día es hoy?, dice uno de los mineros ¡es primero de mayo!

De nuevo vale la pena preguntar, ¿Qué tendría de particular aquella escenografía? ¿Qué habría en el gesto de los actores, en sus voces, en los diálogos y en la oscuridad de esa escena que fue capaz de quedar depositada por cuatro décadas en la memoria del público?

Si el tiempo ayuda a entender los libros, también podría decirse que la memoria usa el tiempo para decantar y fijar la imagen teatral que altera el pensamiento y la sensibilidad. El mayor error de Humbert Humbert (el profesor cuarentón obsesionado por la doceañera Lolita, en la novela de Vladimir Nabokov), fue permitirle que estudiara arte escénico. “No sólo cultivó el desdén. (…) También aprendió a traicióname”, dice Humbert. Hay un arte que jode la vida y Jairo tiene responsabilidades en ello.

Jairo es conversador tímido y artista lujurioso. Cuida las palabras con el silencio y las protege con la mirada al mismo tiempo que es capaz de lograr que un personaje en la escena tenga el ritmo de un amante rendidor, insaciable, multiorgásmico. La mezcla de silencio y fuerza lo convierte en un ser telúrico, de formas delicadas, pero, al mismo tiempo, peligrosas.

En el empaque de hombre parco y amable habita un conspirador contra las estéticas y los poderes instituidos, un contradictor de ideologías imperantes y políticas de papel. Es un loco que saca frases fantásticas del costal y suelta carcajadas en mitad de la calle para espantar al silencio. Observado en detalle, también es un equilibrista que se atreve a caminar sobre la cuerda floja: invita a la pausa cuando todo el mundo corre, convoca al desorden allí donde la quietud se impone como norma. Es usual verlo imaginar historias ante una puerta cerrada o detenerse a contemplar los trastos arrojados en el patio de una casa desvencijada.

Como todo loco de costal, Jairo carga recuerdos y pesares: el mayor espacio lo ocupa una máquina de coser. En una pequeña caja de madera, el loco porta el estuche con agujas e hilos heredados de la madre. Envueltos con un trapo rojo guarda un par de fotografías borrosas del padre apostado en una esquina del viejo barrio de Los Agustinos; en un bolsillo del saco guarda la carta con una línea escrita por el hermano distante: Te espero mañana, dice la nota.

Además de ser el loco que carga un costal hecho con poemas, objetos y personajes, es también un loco cósmico: en las noches, su cuerpo lo cubre con una colcha de colores vistosos, elaborada con telas finas, tejida con hilos de amistad y solidaridad que ha sabido cultivar sin afán ni pretensiones.

Aunque es egresado del Instituto Manizales –colegio contiguo a la vieja estación de policía ubicada en un barrio bohemio y cuchillero al lado de la iglesia de Los Agustinos- deberían declararlo bachiller honorífico y distinguido del Instituto Universitario, en especial por los servicios prestados a la imaginación de los jóvenes estudiantes una tarde de 1979.

Javier Humberto Arias, Pedro Zapata y Mario Hernán López
conversan con Jairo Gómez.

La paz como objetivo final

La paz como objetivo final, hace parte del ciclo Conversación con Científicos, una estrategia de la Vicerrectoría de Proyección Universitaria de la Universidad de Caldas a través de su Centro de Ciencia Francisco José de Caldas.

En esta oportunidad la periodista Juan Valentina Bustos entrevista a Mario Hernán López Becerra, investigador, profesor de la Universidad de Caldas, doctor en Paz, Conflictos y Democracia.

López Becerra plantea como antecedente más inmediato de las protestas sociales actuales en nuestro país, las manifestaciones que en el año 2019 se dieron en Colombia, en América Latina y en otros países del mundo, las cuales se caracterizaron por la inusitada participación de la juventud. Afirma que es esta la gran perdedora en el modelo actual de desarrollo. “Todo lo que ha ocurrido con las transformaciones tecnológicas, que ha aumentado la productividad de manera alucinante, le ha pasado una cuenta de cobro enorme a un sector de la sociedad muy particular que son los y las jóvenes”.

Al abogar por la ampliación de la democracia, está convencido de que la Universidad tiene una tarea de largo aliento hoy, mañana y siempre en cuanto a la educación política de estudiantes y profesores, para cumplir con su responsabilidad de aportar a la construcción de paz. En este sentido considera que estas instituciones deben convertirse en territorio de paces con compromiso regional, lo mismo que asumir deberes claros en el impulso y acatamiento de los acuerdos de paz.

En el video la conversación completa.

 

 

Contra el distanciamiento

I

Dicen que con los años la gente agnóstica se vuelve creyente, al mismo tiempo que se torna cada vez más escéptica en materia política (todo tiempo pasado fue mejor, es el lema). Mi hermano, estudioso de esos temas, advierte que el problema está en la falta de dopamina.

Rodrigo León Cardona, el más lúcido y divertido de los amigos, hace poco cruzó el umbral de los 80 años. En las conversaciones recientes, Rodrigo ha hecho gala de inteligencia práctica para describir el estado del mundo y desmontar con serenidad de artesano los mecanismos de la política y la sociedad actual.

A esta altura de la vida -le escuchamos decir esta mañana- el desafío de la paz en Colombia es cambiarlo todo sin que pase nada.

II

¿A dónde van a dar los libros leídos? ¿En cuál lugar de la memoria o de las emociones quedan depositados? Se lee para trabajar, decía el maestro Estanislao Zuleta.

En los tiempos que corren, los libros y las lecturas han cumplido un papel terapéutico central: casi todas las mañanas en conferencias telefónicas o en encuentros de tapabocas en Juan Valdez, con Dolman Rubio y Alfonso Vera hemos armado y desarmado historias y argumentos de narradores y ensayistas.

Los libros leídos han sido pretextos para conversar sobre todas las cosas, para burlarse de la solemnidad del poder y para evocar, a palo seco, los buenos tiempos de las tertulias en las cantinas locales.

III

El mejor homenaje que se puede hacer a un amigo muerto es convertirlo en fantasma. Mientras las iglesias y otras instituciones religiosas canonizan héroes sospechosos, a los amigos hay que transformarlos en presencias amorosas, en apariciones alegres o en espantos inspiradores de juerga.

Anoche, en medio de tequilas y buen humor, nos encontramos con el médico Tulio Marulanda; por respeto elemental omitimos preguntarle por sus vivencias de muerto reciente.

Con la magnífica gracia acostumbrada en vida, Tulio narró de nuevo las aventuras de loco desatado en la facultad de Medicina. Se le veía adaptado y seguro en la nueva tarea de fantasma.

IV

Por estos días, en Netflix, están pasando una serie documental de seis episodios sobre el rock en América Latina. Rompan Todo es producida, entre otros, por Gustavo Santaolalla. La historia, en mucha parte contada por Santaolalla, ha generado críticas de todo tipo.

Cada capítulo tiene como telón de fondo los acontecimientos políticos que, desde la segunda mitad del siglo XX, han hecho de buena parte del rock latinoamericano una música peligrosa para los regímenes autoritarios. Charly García no sale bien librado en materia política.

Mientras una parte de la juventud latinoamericana encontraba en el rock una expresión transgresora y contestataria, otra parte lo hallaba en la rumba salsera.

Como ocurre con casi todas las cosas establecidas por la moral, en el largo plazo resulta risible que el rock fuera considerado por una tendencia de la izquierda política como música pequeño burguesa y decadente.

V

Han pasado 80 años desde cuando a Marco Tulio Bermúdez y a su hermano los dejaron abandonados en la puerta de la casa del viejo barrio de Los Agustinos en Manizales.

La abuela Rosa María se encargó de la crianza de Marco Tulio, la tia Carmen Emilia haría lo propio con el hermano.

Nunca fue a la escuela, tampoco se interesó por aprender algún lenguaje escrito, en su lugar desarrolló un sistema propio de símbolos e interpretaciones. Gracias a él, casi todas las cosas familiares tienen nombres y significados alternos.

Con muy pocos centavos en los bolsillos, Tulio nos ha envuelto en un mundo radicalmente original, sin codicia ni propietarios; un mundo básico, sencillo y alegre.

VI

Uno de los vecinos del barrio, en alguno de los encuentros ocasionales en la tienda de la esquina, mencionó a Hildebrando, se trata del título insípido de un libro del médico antioqueño Jorge Franco Vélez: una mezcla de novela, crónica, historia y autobiografía publicada en los años ochenta.

Una tarde del encierro, el vecino dejó el libro en mi casa. Empecé a leerlo con el desgano que produce a esta altura de la vida una narración de apariencia tradicional y costumbrista.

Cincuenta o sesenta páginas adelante, el relato se transformó en una historia misógina, alcohólica, racista, decadente y mafiosa que descuera a buena parte de la sociedad colombiana.

VII

“Murió Armando Manzanero”. Escribió el médico Carlos Ricardo Escobar en el chat esta mañana. “Murió Tito Rojas”. Respondí con la certeza de que Carlos Ricardo, tan lejano de la rumba salsera, no tendría idea de la música sabrosa de Tito.

“Murió Roberto Junguito”. Escribió otro amigo cercano a las políticas económicas neoliberales. “Murió Sean Connery”, riposté con lo primero que se vino a la cabeza.

Desde cierto ángulo, la vida es una contadera gota a gota de los muertos conocidos. Ayer murió Isabel Gallego, fue secretaria de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad de Caldas. Buen viaje cósmico para Isa.

VIII

Hay gente que hace cosas extrañas, atípicas. Hay personas que no lo dan todo por comida, se escucha decir en una canción de Willie Colón.

A Josefina la dejaron tirada a un lado de la carretera, antes del CAI de la Violeta, en la vía hacia Chinchiná. La botaron por hembra, cuentan las Peters.

Josefina ha crecido vigorosa, divertida, egocéntrica…

En el barrio San José de Manizales, Lida Janeth ha recogido de los basureros 17 perros y 10 gatos. Es gente emocionada y locata (como los cronopios de Cortázar), empeñada en cambiar el mundo.

IX

Es usual que los editores de libros escritos por académicos se quejen del uso y abuso de jergas inaccesibles (¿Han oído hablar de las epistemologías hologramáticas?)

En ciencias sociales la cuestión puede resultar más crítica, si se considera que buena parte de los trabajos y publicaciones se realiza con el concurso de comunidades y organizaciones sociales de origen popular.

Echo este cuento para decir que el libro del profesor Francisco Gutiérrez Sanín, titulado ¿Un nuevo ciclo de la guerra en Colombia?, es un trabajo fresco y esclarecedor, escrito para todos los interesados en comprender lo que está pasando con los acuerdos de paz y las violencias emergentes.

X

Miguel Ángel López Lince murió hace casi dos décadas. A diferencia de algunas pautas de crianza actuales que estrechan el mundo interior y quieren promover comportamientos ascéticos, Miguel inculcó en sus hijos valores prácticos, mundanos, bohemios.

-Mijo, consiga un cantinero que lo escuche y un peluquero que no hable-.

De Miguel heredamos el interés por los libros y la afición por el trago y las cantinas; el gusto por la música y la conversación. También es de él esa nostalgia infundada y llorona que se produce a las 12 de la noche del 31 de diciembre, y que se deshace en fiesta 15 minutos después.

XI

Como se sabe, las redes son un mar de información falsa. Con frecuencia se encuentran textos apócrifos, adjudicados a Borges, a Gabo, a Víctor Hugo o a cualquier celebridad literaria o política; lo tenaz es que la gente reproduce esos textos sin miramientos.

En general, se trata de escritos dulzones, algunos francamente cursis, con mensajes para Corín Tellado o la doctora corazón (¿las recuerdan?).

A propósito del tema, hace poco recibí una llamada de la EPS. Una psicóloga quería saber sobre mi estado emocional y mental. Aproveché la ocasión y le hice un par de confesiones sobre pesadillas en la pandemia. “Lea a Coelho”, dijo al final de la llamada.

*Profesor Universidad de Caldas.

 

 

 

Jairo, Javier y el sueño de las abejas

Tengo en la memoria imágenes vívidas -como fotografías en álbumes cuidadosamente conservados durante cuatro décadas- de montajes en los cuales han participado Javier Humberto Arias y Jairo Gómez como actores, como directores o como ambos. Al pasar las gruesas páginas van apareciendo láminas de papel fotográfico Kodak (la gran mayoría en blanco y negro) con rostros de personajes, vestuarios y escenografías de las puestas en escena que han realizado Jairo y Javier desde los tiempos de las grandes pasiones artísticas y políticas en el Galpón de Bellas artes, y ahora en el Teatro Portátil.mc.

Durante décadas, los dos actores se encontraron a las ocho de la noche en la puerta del Galpón de Bellas Artes: Javier salía del ensayo con el Teatro Popular de Manizales –TPM-, mientras Jairo iniciaba el trabajo diario de la Agrupación Teatral La Brecha. “Hola compañero”, saludaba Jairo con voz grave y vocales siempre acentuadas. “Buenas noches Jairo”, respondía el otro con el tono alto y el timbre agradable que permitiría reconocerlo entre multitudes.

Ahora que hacen parte de los decanos del teatro en Manizales han decidido divertirse, en el sentido de lo que también podría llamarse el goce creativo, con El sueño de las abejas. Se trata de seis cuadros o composiciones, cada uno con duraciones que no exceden los doce minutos, en las cuales los aficionados a la literatura verán pasar evocaciones, textos e imágenes hechas con materiales que tienen la apariencia de los clásicos Julio Cortázar y Julio Ramón Ribeyro, o de los más portátiles Andrés Neuman y Laura Restrepo. Quienes se ocupan de la sociología, también encontrarán un homenaje anticipado, podría decirse premonitorio, al legado de Alfredo Molano.

Si el espectador lo desea, puede interpretar cada composición como una pieza autónoma, también puede optar por armar conjuntos secuenciales de relatos o hacer combinaciones aleatorias como las que se mueven en el fondo de un tubo de caleidoscopio. Cada composición es empujada por distintos materiales de la vida privada, de los conflictos sociales y, en algunos casos, motivada por las preguntas más básicas y aparentemente  inútiles de la existencia. Siguiendo corrientes actuales que apelan a denominaciones sofisticadas, la obra podría considerarse una exploración teatral de las subjetividades políticas que en algunos casos rayan en el absurdo.  Si bien cada composición tiene unidad de sentido, las eventuales versiones completas de la obra y sus conexiones con los hechos de la vida pública las armarán los espectadores en sus cabezas (probablemente, como en mi caso, a la hora de conversar sobre la obra le darán un orden emocional a las composiciones). Al terminar la función, en El sueño de las abejas los espectadores seguirán construyendo mundos y situaciones improbables.

En las seis composiciones, los personajes y sus acciones están hechos para acercarse a lo que acontece durante el largo camino a Ítaca o al Catatumbo, para conocer de primera mano sobre lo que ocurre antes y después del rito del duelo, para reírse en el basurero de la impostación académica o para encontrarse en la soledad de los artefactos tecnológicos.

Javier y Jairo coincidieron durante años en la entrada del Galpón en Bellas Artes hasta que los grupos TMP y La Brecha se desintegraron. Luego los vi saludarse con las mismas fórmulas protocolarias -y conversar sobre casi todas las cosas que ocurren en el país- en las entradas de los teatros de la ciudad. Ahora decidieron hacer un teatro portátil con temas y repertorios que sacan a la luz reflexiones para nuevos tiempos.

*Profesor Universidad de Caldas

Son para ti

En la fotografía El viejo-Rigo. Foto de Carlos Velásquez de su libro en preparación Historia de la salsa en Manizales

Es probable que los aficionados a la música cubana y a la salsa clásica en Manizales tengan un origen común: Timbalero fue el punto de partida de una fiesta que en sus inicios convocó a estudiantes vallunos y costeños que llegaron a hacer carreras como ingenieros en la Universidad Nacional; buena parte de la clientela de origen local estudiaba en la Universidad de Caldas, la salsa también la bailaban profesionales recién graduados y trabajadores de pequeños negocios ubicados en los alrededores. En una estrecha pista de baile, con paredes sudorosas decoradas con espejos grandes y cuerina roja, se encontraron codo a codo, durante casi tres décadas, dos generaciones de rumberos.

Sentados alrededor de mesas de aluminio redondas, los bailadores esperaban el primer acorde de algún tema sonero para saltar a la pista. Al fondo del local, justo al lado de la columna junto a la barra, cada fin de semana los mejores clientes fumaban y brindaban con ron o aguardiente cristal como homenaje a los coros inigualables de los hermanos Lebrón.

La discoteca (discoteca es un nombre en franco desuso) estuvo ubicada unas pocas cuadras arriba de la iglesia de Los Agustinos, muy cerca de las cantinas en las cuales el tango y la milonga hicieron del barrio -que lleva el mismo nombre de la iglesia- un sector popular, bohemio y malevo. En los rincones musicales del viejo barrio de Los Agustinos se encontraban cada semana los aficionados a la música argentina y los bailadores salseros; en algún momento, esa coincidencia produjo un tipo de baile de pasos cortos, juego reiterado de brazos y cabeza gacha que algunos llamaron salsa manizaleña. Quizá por esa razón, sobre el repertorio salsero de origen puertorriqueño y neoyorquino, se impuso el sabroso baile del cañandonga.

Empezando este siglo El Viejo-Rigo vendió el negocio; con el nuevo dueño, Timbalero se trasladó hacia el sector de la plaza de toros. Probablemente la expansión comercial hacia el oriente de la ciudad, el surgimiento de la zona rosa y la llegada masiva de aficionados a la salsa hecha con temas dulzones fueron marchitando la buena rumba hasta su cierre y transformación posterior en mito urbano. En las redes sociales aún se encuentran círculos de amigos de Timbalero (“solo vieja guardia”, se lee en facebook).

Vieja guardia es una expresión que se escucha en algunos sitios donde ahora se congregan los sobrevivientes de las transformaciones inevitables en la música y el baile. En lugares como La Galería Bar, en la zona de El Cable, estudiantes, profesores, funcionarios de todas las causas y bohemios de oficio escuchan con nostalgia, alegría o devoción las canciones de Héctor Lavoe, los temas de La Fania, el repertorio cubano, los boleros antillanos y los nuevos ritmos que vienen de la mano de fusiones culturales. La Galería mantiene el aire de cantina para adultos que se ha ido perdiendo en las salsotecas con la llegada de diseñadores de escenografías para crear fantasías juveniles.

Algunos estudiosos de la música han sentenciado la muerte de la salsa, otros ritmos se imponen modificando el repertorio gestual; en las grandes discotecas cada uno baila a su manera como expresión de autonomía o como performance. Los sobrevivientes de Timbalero se encuentran en lugares pequeños, con grupos de conversadores, mesas de madera y cantinero amigo. Si usted llega un jueves o un viernes desparchado a La Galería Bar, en el edificio Cervantes, pida un trago en la barra y dígale a Carlos que le haga sonar una canción de la orquesta Sierra Maestra: Son para ti.

Primera sede de Timbalero en el Barrio Los Agustinos de Manizales. Foto Carlos Velásquez.

*Profesor Universidad de Caldas.