100 años del cable aéreo

El Historiador Pedro Felipe Hoyos, estrena el 2 de febrero de 2022 el documental “El cable aéreo más largo del mundo”, con el cual conmemora los 100 años de creación de este sistema de transporte en su ruta Mariquita-Manizales. Incluye 6 minutos de filmación del año 1922 y una entrevista al último operario vivo, Gustavo Jiménez, además tomas en Mariquita, Herveo, Fresno y Manizales.

Según explica el escritor, su impacto económico en la importación y exportación de mercancías, especialmente café y cuero, fue muy importante, así como, a raíz del incendio de Manizales, en el transporte del primer hierro y el primer cemento para la reconstrucción que era muy urgente porque iba a haber una desbandada de gente.

“Fue un sistema de transporte muy interesante, en su época el más largo del mundo: 73 kilómetros 350 metros, 365 torres, 9 motores halando el cable. Este sistema hoy en día lo estamos utilizando en Manizales, Pereira, Bogotá, Medellín y Cali, una respuesta muy económica para el transporte en la montaña”.

Cuenta Hoyos que el cable aéreo fue una empresa británica con sede en Londres. “No tuvo apoyo local, la tecnología y el capital eran de ellos, muy poquitas acciones las tuvo aquí don Sinforoso Ocampo, más simbólicas que operativas. Sí hubo un aporte de ingeniería local con la torre de Herveo, la torre 20, hierro que se hundió con el barco en la Primera Guerra Mundial. Hacía falta para poder montar todo el sistema, entonces decidieron elaborarla en madera”. La torre se encuentra en Manizales y hace parte del conjunto de la estación La Camelia, lugar donde hoy funciona la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, símbolo trascendental en nuestra historia declarado patrimonio nacional colombiano.

El documental estará colgado en las redes sociales de las alcaldías de Manizales, Herveo, Mariquita y Fresno.

Links del documental:

https://drive.google.com/file/d/1kvTBgQK2_G8lzkCZYONEuokQzamF5JJ0/view?usp=drivesdk.

https://drive.google.com/file/d/1RqsBAj3fGz288RC9iIeI2MF-6BB-GGqF/view?usp=drivesdk

 

 

Una vida entre tesoros

Investigadores, escritores, estudiantes y usuarios en general de la Biblioteca del Banco de la República de Manizales se quedarán sin Alonso Ignacio Parra, el guía y consejero que por 40 años y 8 meses los ha atendido con diligencia y amabilidad en la búsqueda de documentos, registros, lecturas que conforman el patrimonio bibliográfico, hoy con cerca de 90.000 libros, de este centro cultural de la ciudad. Alonso se retira para gozar de su jubilación.

Inició la vida laboral en el Banco el lunes 25 de mayo de 1981, día en que la Biblioteca abrió sus puertas al público de Manizales con 17 jóvenes empleados a quienes denominaron “el kínder de Aurelio”, nombre del Gerente de ese entonces Aurelio Trujillo. Alonso tenía 22 años de edad y junto a Jairo Benavides de 25 “éramos los dos más viejos porque los demás, 16 hombres y mujeres, de 17 años en adelante. En esa época no había restricciones laborales para los menores”.

Prácticamente todo el tiempo trabajó en el área cultural, excepto algunos días que le correspondió buscar billetes del robo al Banco de la República en Valledupar, “colados” en el comercio, una actividad que desarrollaban entre las 11:30 a.m. y la 1:00 p.m., y denominaban “tareas”.

Recuerda Alonso que la Biblioteca al principio tenía capacidad para 115 personas, que se inició en la sede antigua del centro de la ciudad con las colecciones particulares de Jorge Santander Arias y de Silvio Villegas, que solo se prestaban libros para leer y consultar dentro de las instalaciones y que el horario era de 8:00 a.m. a 8:00 p.m. en jornada continua. Que la primera directora fue Gloria López de Robledo y la primera persona al frente de la añorada Sala de Música Valentina Marulanda.

Para el poeta y gestor cultural Juan Carlos Acevedo Ramos, asiduo visitante a la Biblioteca del Banco de la República en su rol de escritor y tallerista, Alonso Parra siempre ha sido un aliado, diligente y conocedor de la colección como pocos. “Su disposición para resolver las necesidades e inquietudes de los usuarios, su larga experiencia, le permiten complementar las búsquedas que día a día se presentan”.

Esta es la entrevista completa a Alonso Ignacio Parra días antes de su retiro definitivo de la Biblioteca, circunstancia que lo conducirá a un descanso pletórico de ricas experiencias, gracias a su contacto con los tesoros que lo acompañaron durante 4 décadas largas.

 

Spencer: la angustia silenciosa de una princesa

La nueva película del chileno Pablo Larraín puede verse desde hoy en Cinépolis Manizales, a las 8:00 p.m., en función subtitulada.

Hay una anécdota reveladora acerca de la princesa Diana de Gales. Minutos antes de un concierto de Michael Jackson en Londres, pudo charlar con el Rey del Pop, a quien preguntó si cantaría Dirty Diana (Diana Sucia, en español). Jackson dijo que no, por respeto a su majestad, pero Lady Di señaló que era una lástima, pues amaba la canción. La respuesta cogió por sorpresa al cantante y bailarín.

En especial, sirve para darse cuenta de que estaba en las antípodas de las formas inflexibles y el decoro de la nobleza. A pesar de la solemnidad del papel que desempeñaba, la princesa era una mujer sencilla, relajada y con sentido del humor, valores que, como podrán imaginar, no facilitaron su adaptación a la compostura y la rigidez expresiva de la realeza británica.

Justamente, la dificultad de asimilar aquella vida, con la ansiedad y la angustia que traía, es el tema central de Spencer (2021), la nueva película del cineasta chileno Pablo Larraín, que puede verse desde hoy jueves en Cinépolis Manizales. Protagoniza Kristen Stewart.

Esta cinta parece conformar una serie de películas a cargo de Larraín sobre esposas de nobles y jefes de estado paralizadas por el existencialismo y el dolor. La primera fue Jackie (2016), en la que Natalie Portman encarnaba a Jacqueline Kennedy tras el asesinato de su marido, el expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy.

Aunque la semejanza no es solo temática, sino de estilo. Si hay un valor admirable de la filmografía de Larraín es su versatilidad: desde el despliegue de formas y la experimentación de películas como Neruda (2016) o Ema (2019) hasta la sobriedad, elegancia y delicadeza de sus dos largometrajes para Hollywood: Jackie y Spencer.

Su más reciente trabajo es una indagación psicológica que se zambulle en la mente agotada y convulsa de la princesa Diana, justo para el momento en que suma años en la Casa Real Británica y en que sus hijos, los príncipes William y Harry, viven la adolescencia y la infancia, respectivamente.

Es notable su irritación, al punto de que la capacidad para seguir disimulando aquel desagrado ha llegado al límite. Stewart da cuerpo y forma a un ser que emerge del escondite en el que se mantuvo durante años y que ahora sale con violencia a la superficie en busca de aire, desesperada por reconciliarse consigo misma y afirmarse en el mundo sin ataduras.

Todo bajo una perspectiva minimalista, limpia y simple con la que Larraín hace que percibamos la inmensidad de los espacios, la fluidez y la armonía de los movimientos (prepárense para mucha steadicam, al estilo Terrence Malick), la belleza de entornos en donde grandes palacios se conjugan con el verde rural.

En lugar de un relato sobre la realeza abarrotado de lujo, pompa y grandiosidad, Spencer opta por el brillo y la sencillez de unos cuantos elementos puestos con sensibilidad en el espacio. Un fondo de privilegio y glamour que ocupan escasas figuras humanas, las cuales lidian con la desesperación, la melancolía y el pesimismo.

Porque Spencer es un refinado y cruel cuento de hadas. Una princesa secuestrada en su gran castillo, presa de una indolente tradición que estrangula su individualidad y su libertad. La psique afligida de una mujer a causa de circunstancias y fuerzas que la someten, pero que con espontaneidad y chispazos de alegría se enfrenta a un entorno decidido a marchitar cualquier asomo de vida.

*Crítico de Cine.

 

 

 

Cursos gratuitos

Opened, la plataforma de cursos virtuales de la Universidad de Manizales, ofrece desde esta semana tres nuevos cursos gratuitos para todos los interesados: “Introducción a la comunicación y al periodismo científico”, “Autismo: más allá del modelo médico”, y “Asociaciones sostenibles y capacidades colectivas”.

Estos cursos cuentan con un modelo educativo innovador que permite tener acceso a formación académica con profesores expertos en diferentes temáticas, con las mejores tecnologías para estudiar desde cualquier lugar del mundo, en cualquier dispositivo y de manera asincrónica.

El curso “Introducción a la comunicación y al periodismo científico” presenta la historia de esta subdisciplina, sus usos y herramientas para difundir procesos científicos y tecnológicos de manera coherente, innovadora y rigurosa. Para inscribirse debe ingresar a: https://opened.com.co/course/show/introduccion-a-la-comunicacion-y-el-periodismo-cientifico

“Autismo: más allá del modelo médico” es un curso orientado por la profesora Viviana Andrea Arboleda Sánchez: “abordamos tanto las disfunciones y dificultades que se presentan en esta condición desde el modelo médico clínico y también las habilidades, capacidades y potencialidades de los niños, niñas y adolescentes neurodiversos desde un paradigma más inclusivo”. La inscripción está abierta en el siguiente enlace: https://opened.com.co/course/show/autismo-mas-alla-del-modelo-medico

Por último, “Asociaciones sostenibles y capacidades colectivas” tiene como objetivo potenciar las capacidades de trabajar en proyectos colectivos que faciliten la sostenibilidad de las cadenas productivas en los territorios. A este curso se puede ingresar a través de: https://opened.com.co/course/show/asociaciones-sostenibles-capacidades-y-colectivas

Los cursos virtuales que se ofertan actualmente son completamente gratis y las personas interesadas pueden tomarlos en cualquier momento y desde cualquier lugar. Al final, si lo desean, pueden pagar 15 dólares para recibir su certificación.

Actualmente la Universidad de Manizales ofrece un total de 22 cursos gratuitos en línea en temas que van desde las finanzas personales hasta la salud mental. Un total de 5350 personas de 75 países han tomado hasta la fecha los cursos gratuitos virtuales que ofrece la institución.

Para conocer la oferta completa de Opened ingrese a https://opened.edu.co/

Maestro Jesús Franco

Paz en la tumba del Maestro Jesús Franco. Falleció el viernes 21 de enero de 2022. Nació en Sevilla (Valle) y desde muy joven se trasladó a vivir en Manizales, ciudad donde desarrolló su fructífera y reconocida vida artística y profesional como profesor, durante muchos años, del programa de Artes Plásticas de la Universidad de Caldas.

Connotado acuarelista, este texto escrito por el profesor Octavio Hernández Jiménez introduce el libro Caldas en las acuarelas de Jesús Franco, editado por la Gobernación de Caldas con motivo de la celebración de los 90 años de edad del Maestro Chucho Franco en el año 2019.

La región del Gran Caldas ha sido por su geografía, hidrografía, topografía y por su alma impregnada de verdes diluidos en agua, un edén para los artistas que pintan con acuarela. Teodoro Jaramillo (Ibagué, 1913 – Manizales,1983), profesor de acuarela en Bellas Artes de Manizales, recorrió el país fijando su mirada en lugares como las playas del Pacífico y las viviendas de los negros de ese litoral; de esos recorridos dejó sus documentos gráficos en acuarela. Robert Vélez Sáenz (Manizales, 1918 – 1989), fue arquitecto, retratista en óleo, acuarela y acrílico. Bernardo Arias (Pácora, 1945), ha trabajado con acierto el grabado y la pintura sobre papel, con magníficas obras en técnica mixta con tinta, óleo y acuarela. Jenaro Mejía (Manizales, 1951), es arquitecto y pintor de acuarela y óleo.

A los mencionados agregamos a Jesús Franco nacido en 1929, en Sevilla (Valle) y radicado en Manizales desde 1960, como profesor en el programa de Artes Plásticas de la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Caldas. Por muchos años combinó su labor docente con la pintura en acuarela. Al jubilarse consagró su vida de artista al retiro campestre, en La Francia, al occidente de Manizales, en donde, acompañado de su esposa, los perros y su familia, además del jardín saturado de flores y de los trinos de las aves que lo visitan, cultiva varias técnicas de pintura entre ellas la acuarela, técnica típicamente inglesa que, en la última etapa de su vida, como a otro Turner, lo llevaría al óleo. Ah, y a la tertulia permanente con sus amistades.

“Chucho” Franco, hipocorístico con el que se le conoce, ha expuesto en Medellín, Bogotá, Buenos Aires, Quito, Manizales, Sevilla, Santa Marta y quince localidades más. La Imprenta Departamental de Caldas le publicó un libro de gran formato titulado Acuarelas de Franco Ospina. En estas obras se perciben las sensaciones de belleza y soledad.

En el año 2003, Jesús Franco participó en la I Trienal de Acuarelistas que se llevó a cabo en la Quinta de Bolívar de Santa Marta. Tomaron parte 74 acuarelistas de 9 países: España, Italia, México, Cuba, Japón, Francia, Rusia, China y Colombia. Por Colombia fueron seleccionados: Hernán Lemaitre, Adriana, Patiño, Clemencia Vásquez, Diomedes Vargas, Gonzalo Castellanos, Ignacio Consuegra, Jenaro Mejía, Jesús Franco, José A. Hernández, Juan Abondano, Juan Bernal, Juan Manuel Jaramillo, Luis Eduardo Villa, Manuel de los Ríos, Martha Caicedo, Ricardo y Roberto Angulo, Roy Pérez y otros artistas. Antes, había participado en el II Salón Nacional de la Acuarela realizado en Medellín, en 1982, en el que ocupó el primer puesto “Eladio Vélez”, en la categoría de Paisaje.

El poeta antioqueño Jorge Robledo compuso un tríptico de sonetos en los que evoca sensaciones inspiradas en las acuarelas de “Chucho” como la constante consagración de la naturaleza y la obra del hombre.

Cada acuarela suya, diluida con lírico realismo, representa un homenaje al paisaje del Gran Caldas. Casi siempre contempla la naturaleza andina, sus vertientes encajonadas, chorros, cascadas, las plantas de los montes y los sembrados, las descomunales moles grises como caparazones de tortugas, los troncos y los bejucos que se columpian sobre las quebradas, la sinfonía in crescendo del agua pocas veces estancada, las lagunas en que se copian las tardes, los paisajes ariscos y evanescentes por donde sube perezosa la neblina rumbo a los cafetales y los picos de nuestras montañas. El agua ha sido su materia prima y la técnica también ha sido el agua.

El paisaje real es una cosa y la visión que el artista logra hacer de él es otra. El pintor se interpone entre el público y la realidad. Como pocos pintores, Jesús Franco estaba preparado para hacerle a Caldas, en el primer Centenario de fundación (1905-2005), un reconocimiento plástico acorde con la naturaleza y el espíritu de los caldenses. Su mirada no era romántica e idealista sino más bien de particular interpretación. En sus acuarelas, la vegetación es vista con mirada evocadora representada por esa neblina que se extiende como una cortina. En las hojas, los troncos y las cortezas de sus árboles, palpita la vida.

Para la celebración del I Centenario de creación del Departamento de Caldas, Jesús Franco realizó 27 acuarelas, una por cada municipio caldense. En su propuesta ofrece panorámicas de cada una de las áreas urbanas vistas desde el entorno: una montaña, un cerro, un guadual, una cerca, la silueta de un tronco reverdecido y, en lontananza, en el centro o a un lado, el conglomerado tan apacible como una majada dispuesta a pasar, allí, la tarde.

El acuarelista no se metió por calles, callejuelas o vericuetos en búsqueda de sus habitantes o de los oficios a los que se dedicaban, sino que contempló cada pueblo según la ubicación topográfica. Se trata de un acercamiento a cada poblado. Dominando esos escenarios aparecen las torres de los templos que, en la cultura cristina, equivalen a los alminares de las mezquitas. A sus lados se desperdigan las casas del período de poblamiento, casi siempre de bahareque con tejados de barro, paredes blanqueadas con cal, zancos de guadua, abismos y cañadas, enredaderas festivas y guayacanes agobiados de flores que se mecen bajo el toldo de nubes regordetas. Expuso parte de la colección de acuarelas de los 27 municipios de Caldas en varias localidades como el Club Tucarma de Apía y el Club Chamberí de Salamina.

La Gobernación de Caldas adquirió la totalidad de esa serie de acuarelas regionales pero la ciudadanía les perdió la pista. En 2015, María Elena Estrada las trataba de ubicar en las principales oficinas del magnífico Palacio Amarillo de Caldas. Unos opinaban que, por lo menos, convendría darles un vistazo antes de que desaparecieran y otros criticaban la propuesta pues el destino de las obras de arte no es colgarlas como objetos decorativos en distintos espacios desvertebrados de cualquier contexto. En los despachos, embebidos en preocupaciones prosaicas, los visitantes de paso no sacan tiempo para mirarlas.

Es copiosa la obra del Maestro Jesús Franco. A comienzos del siglo XXI donó un conjunto de acuarelas a la Casa de la Cultura de su tierra natal que es una estancia en la amplia penumbra de sugestivos espacios. En ella instalaron las obras con apropiada iluminación. Los sevillanos manifiestan su orgullo ante el patrimonio legado por el artista al que condecoraron con la Medalla Hijo Ilustre de Sevilla, en el año 2000.

Casi una paradoja: una de las formas más etéreas del arte como es el trabajo con las manchas de agua se apresta a conservar, en el tiempo de los venideros habitantes del Gran Caldas, las caricias de unas acuarelas sensuales.

En la temporada de jubilación como profesor del programa de Bellas Artes, Jesús Franco tornó al redil del óleo sobre lienzo, con estilo semiabstracto en el que mezclaba colores y formas geométricas con sombras desvanecidas, mucha penumbra y demasiadas alegorías. Se trata de óleos con signos dispuestos en distintas atmósferas.

Ante los bosquejos de los miembros de su crecida familia y ciertas efigies de personalidades nacionales retratadas por él, se puede pensar que Jesús Franco pudo ser un buen retratista, pero prefirió el paisaje.

En etapa reciente, pintó al óleo crucifijos que, como el mismo artista lo aclaró, “no (aparecen) como una expresión religiosa sino como una denuncia frente al poder de quienes hani8uuuuuuuuuuuuuujkiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii utilizado sus conocimientos para dominar el mundo”; obas que entonan un miserere por el dolor humano. En otro cuadro exalta a Antígona a la que ve como una representación de las mujeres que lloran a sus muertos. “Como esta protagonista griega, son muchas las mujeres que han padecido la violencia, no solo en Colombia, sino también en España, la de la Guerra Civil; en Europa, la de las dos guerras mundiales, en Bosnia, Vietnam, Afganistán, Palestina, Siria, en el Cono Sur, en Centroamérica y Venezuela. En todos los sitios del planeta donde haya guerras, siempre habrá Antígonas”.

Acrílicos abstractos, pensados, analizados, con su parte oscura y su parte alegre, con la utopía de vivir, la oscuridad por donde se filtra la vida. Obra que despierta sensaciones; la forma para materializar la espiritualidad de Chucho.

Formas abstractas que, si se muestran de otra forma, se perciben otros cuadros. Lecturas diferentes según sea la forma de asumir la vida. Volcanes que explotan en la noche, y al variar su posición, aparecen otros cuadros. Cuatro cuadros en uno. Sobre la obra abstracta, Chucho monologa. “Pintarlas me libra de tanta palabrería”. Es una visión onírica, según sus propias palabras.

No todo está dicho. Falta por mencionar de su trabajo artístico los elementos biológicos de profundidades marinas, los géiseres y los cenotes de los que cada observador trae un mensaje diferente. Ante el arte, todos percibimos sensaciones distintas. Ahí están esas renovaciones que no cesan.

Acuarela, lápiz, acrílico, óleo… El renovado tiempo del óleo, con ese penetrante olor a trementina, coincidió con el tiempo del escritor polémico que saca sus ratos para redactar prosa y versos, En su vida cotidiana, Chucho ha sido, desde siempre, contestatario. En las frecuentes tertulias que convoca en su casa “La Arcadia”, al calor de su verbo insistente, de un momento a otro, las pinturas de convierten en hogueras de palabras encendidas.

“Envejecer en muy duro” confiesa Jesús Franco. El problema de los años es que muchos envejecen tanto del cuerpo como del alma. La función del artista es resignarse al envejecimiento del cuerpo, pero no permitir que envejezca el alma de los que contemplan su obra.

*Escritor.

 

El aula, un espacio para el crecimiento personal y social

El 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de concienciar a todo el planeta de la importancia de la educación para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Concretamente el Objetivo número 4 establece una Educación de Calidad.

A propósito del tema conversamos con Ángela María Cadavid Marín, directora del Instituto Pedagógico de la Universidad de Manizales, y con las profesoras de los posgrados del Instituto, Claudia Bionet Gómez Álzate y Gloria Isaza de Gil, quienes hacen referencia a la importancia de la educación para el país y del retorno a las aulas universitarias.

¿La educación continúa siendo un eslabón importante en el desarrollo del país?

Claudia Bionet Gómez Álzate: La educación es la base del desarrollo social, económico, cultural y científico del país; solo mediante el desarrollo de estrategias para educación de vida y de capacidades en los diversos niveles educativos, básica, media y superior, se pueden cerrar las brechas sociales entre las comunidades y generar condiciones latentes de movilidad social. Pensar en el acto de educar implica la correspondencia entre aquello que se genera después del paso por las aulas, sean virtuales, presenciales o de otra modalidad; existe entonces una relación con el otro que interpela, otro docente o compañero que aporta a la forma de comprender el mundo con la forma de aprehender el mundo. Por lo tanto, es el mejor medio para garantizar la emancipación y la libertad de los seres humanos para un buen desempeño interpersonal y como ciudadanos del mundo.  Por ello, no solo continúan siendo un eslabón importante sino el eslabón que promueve el cambio en las condiciones de vida para el bienestar de nuestras comunidades.

¿En este sentido es importante el regreso a las aulas de los universitarios que cursan programas presenciales?

Gloria Isaza de Gil: Es muy importante que los estudiantes retornen el claustro universitario no sólo para el encuentro con el conocimiento sino con los otros, condición indispensable para el desarrollo humano. De esta manera, la universidad se constituye en el escenario de disertación, comprensión e interpretación de la ciencia y la realidad en perspectiva particular que deviene de las relaciones intersubjetivas que se construyen en el conocer, a través del trabajo colaborativo, para el desarrollo de habilidades y competencias que demandan los tiempos actuales. De esta manera es indudable que los espacios presenciales brindan las oportunidades de crecimiento personal y social de toda la comunidad educativa

¿Qué condiciones, particularmente, se fortalecen en el proceso de enseñanza con la presencialidad de los estudiantes?

Claudia Bionet Gómez Alzate: La presencialidad en su modalidad tiene aspectos propios de las disciplinas y la forma como se relacione con sus objetos de estudios, específicamente la práctica, las discusiones en contextos y las experiencias según sea el tipo de programa. En este escenario, las particularidades de cada programa generan mayores condiciones para que el aprendizaje se lleve a cabo y que el proceso de enseñanza sea garantizado por la relación directa con docentes y pares. Es pertinente mencionar que estas particularidades sociales del conocimiento también pueden ser alcanzadas mediante los programas virtuales o interacciones sincrónicas y asincrónicas, pero dependerá entonces de las ramas del saber y los programas que indiquen en sus planteamientos metodológicos y didácticos, las prioridades que se llevarán a cabo. En términos generales, la presencialidad genera espacios de diálogo, discusión e interacción directa entre sujetos que según los tipos de aprendizaje de los estudiantes facilita su aprehensión y puesta en marcha de saberes.

¿El trabajo presencial permite la participación libre y espontánea de los estudiantes en ejercicios de aprendizaje colaborativo?

Claudia Bionet Gómez Alzate: El aprendizaje puede definirse como la forma en la cual el estudiante asimila el saber y lo relaciona y apropia a su realidad. Para cada estudiante existen formas diversas de construcción de estrategias para el desarrollo del aprendizaje profundo, es decir, que cumpla con los propósitos formativos de los programas. La presencialidad permite a algunos estudiantes su participación más activa y espontánea en las actividades y ejercicios de aprendizaje, pero esto no garantiza que sea la totalidad, ya que posiblemente mediante otro tipo de modalidades como la virtualidad, a distancia u otra con condiciones similares, se logre esas participación libre y espontánea en los foros o en las reuniones virtuales mediante el uso de herramientas virtuales y no específicamente desde la presencialidad. En términos generales, la participación de los estudiantes se genera mediante las estrategias de enseñanza propias de la modalidad y, para el caso de la presencialidad, la forma directa de evidenciarlo es mediante la expresión oral y discursiva en clase, bajo la apuesta de la configuración de escenarios de aprendizaje colaborativo.

¿El desarrollo de ejercicios en las aulas y de las prácticas en los laboratorios permitirá el desarrollo de habilidades y competencias que requieren los futuros profesionales?

Claudia Bionet Gómez Alzate: El desarrollo de ejercicios en las aulas permite una relación más directa entre el estudiante, el docente y el objeto de estudio, y abre las posibilidades para mejorar las relaciones entre las estrategias de enseñanza y aprendizaje de las diversas asignaturas. En el caso de los programas diseñados en la modalidad presencial, se previeron espacios para el desarrollo de prácticas de laboratorios. Es válido mencionar que en la actualidad con el desarrollo científico y tecnológico existen alternativas de enseñanza y aprendizaje que hacen que el mundo digital aproxime competencias con similares características desde el seguimiento sincrónico y asincrónico que puede garantizar el desarrollo de dichas capacidades según se proyectó en el perfil de egreso de los estudiantes. Por ello, es fundamental determinar el tipo de actividades de aprendizaje y estrategias de enseñanza utilizadas y plantadas ya que es establecen parámetros para el aprendizaje de manera más articulada.

¿El regreso a la universidad es entonces, una oportunidad para todos, es decir, profesores y estudiantes?

Ángela María Cadavid Marín: El regreso a las aulas demanda una oportuna y apropiada disposición, acondicionamiento y planificación, tanto por asuntos de salud como por asuntos educativos, en tanto la virtualidad nos ha cambiado a todos; del aula física pasamos al aula virtual y ahora se retorna al aula física, donde la gran oportunidad ha de ser el verdadero sentido que se le dé a la educación, velar y garantizar por una educación inclusiva y sostenible, aspectos que desde el Instituto Pedagógico de la Universidad de Manizales venimos trabajando. Esto nos ha permitido, desde una perspectiva pedagógica, plantear qué es importante preguntarnos en esta nueva etapa, cómo va a circular la palabra del maestro, cómo lograr la comprensión del aprendizaje teniendo como origen, o como basamento, la realidad vivida durante la pandemia, donde los estudiantes han aprendido a interactuar de otras formas con sus semejantes, donde lo vivido permita enriquecer los procesos de enseñanza y de aprendizaje, lo que permite considerar muy oportuno lo aprendido en esta experiencia puesto que ha dejado una huella vital en varias generaciones; la oportunidad será entonces que la educación no siga siendo la misma, en tanto la pandemia nos ha permitido reconocer la relevancia de la educación tanto para los procesos de aprendizaje como para los procesos de socialización, donde la vida juntos emerge como posibilidad.

De interés: El Instituto Pedagógico está adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Manizales y desde allí se lideran los programas:  Licenciatura en Educación Básica con énfasis en inglés, Maestría en Educación desde la Diversidad, Maestría en Educación (virtual), Maestría en Educación y Desarrollo Humano, Doctorado Formación en Diversidad, y, Diplomado en Docencia Universitaria. Si está interesado en ser parte de uno de estos programas podrá comunicarse a las líneas de WhatsApp: 320 6949566 – 311 7734152 – 311 7734145

Una joya, investigación sobre el YIP

De Carlos Pineda he sido conocido desde hace años, desde antes de emprender su vida académica y profesional por fuera del país. Desde su regreso, y ambos vinculados a los estudios para sustentar la declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero, por la UNESCO, he estrechado con él algo la amistad y acrecentado mi admiración por el gran fotógrafo que es. Se ha convertido en quien mejor ha plasmado el Paisaje Cultural Cafetero, tema que domina y retrata con soberbia belleza en sus fotografías. Es ahí en donde el YIP aparece como ese magnífico elemento cultural de la producción cafetera y su economía.
Ahora, para mi sorpresa, nos regala este magnífico libro que esta semana anunciara por las redes. Contacté a Carlos de inmediato, me lo vendió y con sólo mirar la tapa, empieza uno a quedar cautivado. Atrapa por la magnífica estética del libro, por la copiosa presentación de las ya bien ponderadas fotos, pero, además, por el consistente desarrollo del texto. Queda uno admirado por advertir que se trata de una verdadera investigación sobre ese maravilloso vehículo que es el Jeep Willys. Nos lleva a entender su historia, que comenzó concebido como un medio para la guerra (como tantos otros descubrimientos y desarrollos científicos y tecnológicos con que cuenta la humanidad) para luego, en su proceso evolutivo de muchas etapas, convertirse en ese magnífico vehículo. Ha sido aclamado por su utilidad en la agricultura y para la vida familiar, y galardonado más de una vez por la belleza de sus diseños sucesivos.
Es este libro pues, una joya por su contenido, pero también, repito, por su esmerado diseño visual, por lo creativo y novedoso. Debemos agregar que presenta un texto muy bien redactado, que se lee como un relato ameno casi novelado, con la adicional cualidad de ser preciso y de extensión justa. ¡Felicitaciones y gracias, Carlos!!!
Enero 7 de 2022

La salsa, un símbolo de la Manizales más genuina

Está circulando el libro Manizales a ritmo de salsa y jazz (Hoyos Editores) en el que Carlos Velásquez como protagonista narra una parte fundamental de la historia cultural de la ciudad, en sus recorridos entrañables con autores, intérpretes, personajes, lugares, viajes, rumbas, sones y cantares, compartidos a lo largo de su vida, no solo en el papel de gozador sino de investigador nato de la música del Caribe, con salseros y salseras que han hecho de este género musical más que un ritmo, un estilo de vida. “La salsa es de los barrios populares, la salsa tiene una historia común en Manizales, y los salseros son cofradía que generacionalmente va transitando de estilo en estilo, pero con una identidad que pocas cosas tienen”, anota el Gestor Cultural, Paulo Andrés Sánchez, en el siguiente texto escrito para prologar el libro.

Un picaíto a pleno sol aún con la prenda viva en “La Bombonera”, me puso de frente a un universo que era un antojo hasta entonces, y que seguía de cerca con conocimiento de causa, pero apenas como rescatista de las jornadas de rumba de mi padre. Llegué a esa cancha del barrio El Carmen por casualidad, luego de una llamada a casa en la que me decían que don Orlando estaba prendidito, que estaba comiendo empanadas ahí en La Bombonera, que, si podíamos ir por él, y yo ofreciéndome de voluntario, tomé el taxi para recogerlo, pero el remedio salió peor que la enfermedad. Estaban tan buenos el partido y las empanadas, que fue cuestión de minutos para engancharme con ese combo. ¡Un partido con fondo musical!, y como si fuera un picó barranquillero, desde una casa salía el sonido endiablado -acaso de Mark Dimond…-, no tengo tan claro ese recuerdo, pero tampoco es difícil proponer cualquier nombre de un titán de la salsa, porque seguro por ahí sonó, mientras los improvisados futbolistas intentaban quitarse la resaca transpirando el exceso de ron. Pocos años más tarde conformé ocasionalmente ese equipo en El Carmen el de fútbol, en Pio XII, el de las empanadas, en La Asunción, el de los desayunos. En general, los caminos de la salsa en Manizales son una evidencia sociológica de la ciudad, y casi como un rasgo determinante, este género se instaló lejos de las élites de la “Atenas” suramericana.

Seguramente Manizales en el contexto nacional sea proporcionalmente la ciudad más salsera de Colombia, más salsera que tanguera, aunque disímiles sean los factores de sofisticación de una y otra oferta. No tenemos una calle de la salsa porque tenemos comunidades de la salsa, circuito de la salsa y también historia en la salsa y de la salsa; sí, también hay muchos nombres de lugares emblemáticos en la memoria, y de salseros emblemáticos también, ya lo verán a lo largo del libro, por ejemplo el recuerdo de los picaos en La Bombonera de El Carmen tenían principalmente dos afluentes en aquella época, Timbalero y Borincuba, antes fueron La Fania y otros tantos, lo mismo las amanecidas en Pio XII a instancias de Miguel Eloy, porque una cosa era clara, y era que para poder rematar una rumba, fuera de la cantina que fuera, tenía que haber un entorno seguro para el grupo, y a esas alturas, seguro significaba que permitieran que allí pudieran instalarse a seguir escuchando música y escanciando las botellas.

La salsa es de los barrios populares, la salsa tiene una historia común en Manizales, y los salseros son cofradía que generacionalmente va transitando de estilo en estilo, pero con una identidad que pocas cosas tienen. La salsa es una de esas cosas que los abolengos no lograron subvertir, y en ese sentido se convierte en un símbolo de la Manizales más genuina, en un espacio en el que conviven armoniosamente todos. Se dejan espacio en las pistas de los bailaderos para las diferentes tendencias. Cabe Jairo Correa en una sola baldosa con su pareja, pero también cabe el acrobático “Coqui” y sus ávidas compañeras de baile, y a pista llena no hay necesidad de VAR porque ni se tocan, y si hay un toque se zanja con un cambio de pareja amistoso, y eso la ratifica eminentemente popular en todo sentido. Alguna vez en torno a esta creación de Carlos Velásquez podremos deconstruir ese relato, y seguro salen decenas de historias colaterales, cada individuo tiene una historia fantástica militando en las filas de la salsa.

Por ahora quisiera tender como antesala de un relato afortunado, un hecho como puente que por supuesto tiene relevancia y debería tener aún más, por lo menos mayor presencia en la conciencia colectiva, y es que desde la música y el territorio, Manizales ha eludido la segregación impulsada por un correlato impopular en el que había espacios para los “azucenos”, y otros para los demás, pero reivindicando la acción popular como eje de la identidad, se han establecido como hechos centrales en el urbanismo los espacios que recogen la memoria musical de la ciudad, lo importante ha sucedido en pleno centro, no obstante la existencia de otros referentes en la periferia. Producto de ese centro vital en torno a la música y a la cultura, sin que se aludiera en aquel momento -los años 80´s y comienzos de los 90´s- a la economía creativa y cultural, se configuró comercialmente un polígono geográfico en dos cuadras perpendiculares, que representa en este texto introductorio un epicentro de lo que a punta de memoria y mucha experiencia ha narrado Carlos Velásquez como relatos paralelos y son el de la salsa y el jazz en Manizales. Las cuadras a las que me refiero son la carrera 23 entre calles 23 y 24 y la calle 24 entre carreras 23 y 24. Sobre la carrera el Banco de la República, y un poco al oriente la Librería Palabras, y sobre la calle, Borincuba, Reminiscencias, el D.A.S. y Kien.

Otros ciudadanos seguramente pueden identificar otros polígonos similares, Manizales estuvo lleno de ellos, y me refiero a este porque allí tuve la fortuna de crecer. Borincuba había albergado a varias generaciones de salseros y salseras, precisamente los del combo de los partidos en El Carmen eran de las nuevas generaciones, pero todos ellos, o mejor, todos nosotros bajo el arropo de los viejos salseros y salseras, que apaciguaban sus jornadas laborales en un lugar que se hacía menos lejos que Timbalero, otros llegaban allí por el contrario, para exacerbar lo contenido durante el día tras la investidura del subordinado; de cualquier modo allí la rumba tuvo mucho sentido y calidad. Unos subían desde Kien hasta Borincuba, otros bajaban desde Borincuba hasta Kien, aunque esta última ruta era menos frecuente. Otros salían de Palabras para entonarse en Kien y pasar al Cuéllar y cerrar la noche en Borincuba. Ese privilegiado trajín tuvo fermentos, El Espectáculo de la Salsa por ejemplo, ese espacio que condujeron, dirigieron y locutaron Alberto Castaño Cruz y el propio Carlos Velásquez, y los ciclos de conferencias sobre rock, y jazz que se llevaban a cabo en la sala múltiple del Banco de la República, conducidos por Rafael Macía, Alberto Moreno y Julio César Samper, que luego condujeron a los primeros conciertos de jazz, en este libro hay una inmersión en esto que refiero tangencialmente, porque a lo que quiero llegar es a la reflexión de lo que se coció en esos espacios, que fueron aliciente e inspiración para que con la salsa como senda, el universo musical fuera encontrando en mi inquietud y la de otros amigos la comprensión del jazz, como ese hecho cultural que quizás pudiera ampliar el horizonte de esos guetos contemporáneos de una Manizales que parecía haber hecho modernización de invernadero con el abatimiento del meridiano cultural.

Estas breves líneas que no prologan el trabajo de Carlos Velásquez, sino que lo celebran, solamente sugieren una fotografía egoísta de un retazo de memoria porque Carlos funge en ella como otro mentor, como el historiador de una época que a través de dos géneros populares se convierte en prueba concreta de la urdimbre que somos como sociedad, un contexto de brechas abiertas en donde evidentemente aquello que se forjó sin clandestinidad y hasta con algo de libertinaje y exceso, configuró, y sigue configurando lo que sigue haciendo resistencia cuando las apariencias se acaban. El gran angular lo tiene Carlos Velásquez, él, toma las fotografías y las revela con mayor agudeza, por eso en este libro importan los personajes, sus historias, la cronología que no sé bien si en estricto rigor corresponde completamente en las idas y vueltas por esos lugares que como fuente surten su relato.

A los salseros y salseras quizás por desgaste o por experiencia se nos van olvidando algunas cosas, de tanto baile acumulado, de tanta rumba disfrutada, y viene bien que el autor nos refresque la memoria con la generosidad de quien acumula delirios ajenos para compilarlos como historia de una forma de vivir la vida en Manizales, la que carnavalea en medio del ruido ensordecedor de las campanas en el parque público que le confieran como templo a la cofradía salsera, y la que de vez en cuando con más recato se reclina en la barra del único bar que sobrevive a la corta, pero aún inconclusa historia del jazz en la ciudad, que aunque creo que le vino bien, según lo cuenta Velásquez, no parece preparada para juntarse con los que cada noche se inventan una fiesta para conmemorar el rito de estos sones y cantares.

La formación y conservación de públicos y audiencias para la música implica abrir la agenda, que al espectáculo en vivo le sobrevengan los contextos a través de agendas teóricas, de franjas académicas; que a la creación la alimenten la historia y la imaginación, y que a todo ello lo abrace fuerte la memoria, el corte de negativos que solo en el cuarto oscuro de revelado toma forma; y este libro es como el álbum que fue capturando Velásquez, dejando que imaginariamente le fuera susurrando el revelado su amigo Helio Orovio.

Gracias Carlos por la paciencia, por guardar hasta ahora esos recuerdos, por ocupar tu tiempo en compilar en este documento una parte tan valiosa de la historia cultural de Manizales, y por ayudarnos a recordar que esta ciudad es de los trabajadores, y que de un barrio obrero a los Agustinos puede que no sea un paso, pero si un tramo lo suficientemente extenso que alcance para todos los encuentros, y por dejarnos pensar que cuando con voz de Carlos Embale nos pregunten, ¿Dónde estabas anoche?, algunos podamos decir: leyendo la historia de la salsa y el jazz en Manizales de Carlos Velásquez.

 * Gestor Cultural.

Ilustración de portada Rubén Darío Vélez P.

 

Las mismas pulgas

A Pancho

«Cada noche conmigo, a mi lado, al mismo tiempo que yo, mi perra se va al sueño (…) Nos sumimos juntas. Nos profundizamos»
(Somos luces abismales, Carolina Sanín)

En la foto Pancho y Flush

Tras el cristal llueve. Aquí no. Aquí estamos cálidos y tranquilos. Nos miramos a ratos. Él me huele y yo lo miro. Me huele porque así es la manera real en la que él mira. Me rasco constantemente las piernas, él la cara; aunque sabe que no debe y por eso a ratos me lanza esa mirada lacrimosa y lenta, porque yo le recrimino con un bufido. Nos entendemos con pocos gestos. Me rasco la pierna porque seguro me mordió una pulga que salió saltando de su pelaje.

Él se tira largas jornadas en la cama, cierra los ojos y se encorva; se lame alguna parte del cuerpo y se encorva; se rasca y se encorva. Yo hago lo mío: leo y me rasco; escribo y me rasco; tomo sorbos de ron y me rasco. La lluvia sigue cayendo afuera y él la oye o eso parece porque mueve sus orejas como localizando el ruido. Nunca pensé tener tanta intimidad y silencios con un perro. Me creía un tipo estoico ante las mascotas. Eso creía hasta que llegó él, con esa forma tan extraña de caminar y alegrarse. Llegó cuando nadie lo quería. Llegó porque, como propone Carolina Sanín en «Los Niños» (Laguna Libros, 2014) «Los perros no están en la suerte. Están aquí y allá, acostados» (p.139). Pancho, así se llama, no estaba en mi suerte, pero llegó y ahora me mira revolotear entre libros de Sanín y Virginia Woolf para justificar su estadía aquí. Virginia Woolf, por ejemplo, era una típica británica en eso de los perros. Los amaba y en sus Diarios están la muestra. Mascotas propias y ajenas la contagiaban de cierta alegría vital de la que ella carecía. Con Pancho, me pasa igual: cuando llego me lame, me muerde los pies con cariño y yo me siento querido, esperado, vivo.

En «Flush» de Woolf (Montacerdos, 2018), pasa algo parecido entre Elizabeth Barret Browing y su perro cuyo nombre da título a esa biografía: el perro corre tras ella, le lame y acompaña. En esas jornadas surge un relación íntima, una forma de entrecortase única y sencilla. Una relación que uno solo pueda establecer con un perro, o eso me parece ahora.

El contacto de Sanín con su perra Ánima, soporta esta hipótesis. En la composición (como ella llama a sus texto) «El sosiego», parte del libro «Somos luces abismales» (Random House, 2018), ella conversa en la intimidad con su perra. Le interpela y cuenta historias. Igual que Elizabeth en la biografía que escribió Barret. Esta dimensión comunicativa, la creamos todos. Los movimientos de manos y las rutinas, crean un vínculo con nuestras mascotas. Pancho silente y tranquilo, lo sabe y con algunos movimientos nos cuenta lo que le pasa.

El vínculo transciende lo íntimo y privado. Se desplaza a la calle, escenario primordial de los perros. En «Los Niños», por ejemplo, el perro de la protagonista adquiere dimensión y forma cuando sale a caminar, descubre y con ello alimentan su relación con el mundo. Igual Flush, él huele todo, se acerca con inquietud sobre los objetos de la calle, deambula. En ese deambular subsana «los años de encerramiento» a los que Elizabeth lo ha sometido.

Caminar con un perro, es una experiencia similar. Perros como Flash o Pancho, estiman sus pasos en correlación a los centímetros que pueden oler. Por eso digo que es la forma real en la que él me mira, cuando me huele. Me revela un dimensión extraña del detenimiento cuando se para a oler los andenes. No es igual la caminata en solitario que con un perro pues con él, estamos obligados a un grado de contemplación y paciencia diferente. El ritmo del paso cambia y por tanto el cuerpo también.

Afuera sigue lloviendo. Pancho se durmió y yo me estremezco al mirar su cuerpo lleno de pelos rubios. Siento un deseo gigantesco de protegerlo, de ser para él lo que la gente en la calle le negaba: soporte, alimento y calor. Eso mismo expresa Sanín y Woolf. Entienden ellas esa dinámica de cariño profundo y tibieza que se teje entre el perro y su humano. Incluso Homero lo sabía y por eso Argos fue el único en reconocer a Odiseo cuando llegó a Ítaca. Pancho me reconoce, me siente y acompaña.

Los libros y Pancho, son en mi hogar el vínculo fundamental con el mundo. Por eso todos, mi pareja, el perro y yo, tenemos las mismas pulgas y frecuentamos a los mismos autores. Somos una familia porque nos muerden los mismos bichos y nos angustian las mismas letras. Y eso, ni la lluvia que por estos días cae a caudales lo podrán lavar.

Rezagos de infancia

Seres desgraciados que arrastran infancias infelices y que al mismo tiempo y seguramente sin quererlo han desgraciado a otros, o con su carácter o con sus actuaciones, podría decirse que es lo que nos presenta en su último libro la española Rosa Montero quien, con su maestría y capacidad de hacernos reflexionar, nos ofrece en La buena suerte, un caleidoscopio de la naturaleza humana que se balancea entre el bien y el mal.

Rosa Montero (Madrid3 de enero de 1951), es una escritora y periodista quien ingresó en 1969 a la Universidad Complutense de Madrid en donde inició estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras con la intención de estudiar psicología y posteriormente periodismo. En 1970 comenzó a trabajar como periodista en diversos medios informativos, finalmente dejó los estudios de psicología, y luego obtuvo su título de Periodismo en la Escuela Superior de Periodismo de Madrid. En la misma época universitaria colaboró con grupos de teatro independiente. Desde 1976 trabaja de manera exclusiva para el diario El País.

Entre sus novelas podemos citar: Crónica del desamor (1979), Te trataré como a una reina (1973), La hija del caníbal (1997), El corazón del tártaro (2001), La loca de la casa (2003), La ridícula idea de no volver a verte (2013), El peso del corazón (2015), y ahora La buena suerte (2020). Sobre periodismo tiene un libro de antología El arte de la entrevista. 40 años de preguntas y respuestas (2019). Se trata de veintiocho entrevistas a personajes tan diversos como: Doris Lessing, Luis Miguel Dominguín, Santiago Carrillo, Julio Cortázar, Paul McCartney, Claudia Schiffer, Margaret Thatcher, Harrison Ford, etc. De este libro ella misma afirma:

Y el caso es que la lectura de estas conversaciones mantenidas a lo largo del tiempo no    solo dejan entrever las diversas épocas que hemos vivido en los últimos cuarenta años, sino que además me refleja a mí en un segundo plano, como una sombra en un espejo empañado. Ahí estoy, al fondo, envejeciendo.

En su último libro, La buena suerte, nuestro personaje central Pablo Hernando Berrocal, es un prestigioso arquitecto de cincuenta y cuatro años, descrito como el arquitecto de la intensidad, con reconocidos premios internacionales por sus obras en los cinco continentes, y por la exigencia consigo mismo y el perfeccionismo que lo caracteriza, prefiere ser muy selectivo para sus realizaciones, las cuales ejecuta a través de un pequeño gabinete, con otros socios. Su lema de la arquitectura como orfebrería, lo ha ganado porque: Posee un estilo único, depurado, a medio camino entre la vanguardia y el clasicismo, con influencias nórdicas y con un toque siempre sorprendente, conmovedor, inquietante. 

Lo que nadie sabía de ese brillante profesional era la tragedia que tuvo que soportar desde niño, a causa de un padre borracho a quien tenía que recoger y llevarlo a rastras desde un bar de mala muerte y el continuo castigo al que era sometido por su progenitor con una correa con hebilla que le dejaba señales infames (de las cuales alguna explicación buscaba dar a sus compañeros en el colegio), y que luego se aferraba a su cuello y le pedía perdón. Esto incubó en él una furia, una humillación y frustración por no poder matar a su padre. De otro lado, el recuerdo de su madre, también lo lacera: Pablo comprende que vivir con su padre debió de ser muy duro. Seguro que le pegaba. Seguro que la maltrataba. Pablo entiende perfectamente que se fuera, pero no que le dejara a él, con cinco años en manos de ese animal.

En cuanto a su matrimonio con Clara, una colega de la oficina, todo se fue en propósitos de una vida feliz, que no fue capaz de concretar, tal vez, por no saber expresar los sentimientos, ésta, se fue agotando:

 Con los años las parejas se van llenando de pequeñas desilusiones, de divergencias del    proyecto amoroso que creyeron antever en la primera pasión, de fallos propios y ajenos, rendiciones, aceptación acomodaticia de sus egoísmos y su cobardía. Con los años, el otro o la otra cada vez está más cerca en las rutinas pero más lejos en lo esencial… No hay nada que envejezca tan deprisa como el amor mal amado.

Entre encuentros y desencuentros, conflictos y soluciones, competencia e imposición, fue trascurriendo una relación que pudo ser un oasis, pero que convirtieron en un infierno, aunque a los ojos de los demás no traslucía, pues parecían la pareja ideal. Ahora se da cuenta que no supo aprovechar las ocasiones para hablar con ella; tuvo oportunidad de amar y la desperdició. Siempre pensó que tendría tiempo, que el futuro era promisorio y que habría oportunidad de encontrar el rumbo, pero la desgracia los acechaba.

 Pero, al enviudar, el mundo se desmoronó y se marchitó. No sólo había perdido a la mujer más importante de su vida, sino que además había desperdiciado el tiempo sin aprender a amarla. Se sintió viejo, mutilado, fracasado, culpable. Creyó que la muerte de Clara sería el mayor dolor que podría experimentar en toda su existencia. Y también en eso se equivocó.

Y en cuanto a su hijo, (tenía doce cuando Clara falleció) ahora con veinte años, de alguna manera él se fue con ella, pues también lo perdió. Nunca pudo relacionarse con él. Creció bastante solo, acompañado de psiquiatras, tutores, profesores de apoyo y todo lo que pudo proporcionarle, menos su presencia y su necesaria compañía, se dedicó a su trabajo y sus viajes, mientras su hijo se comenzó a relacionar muy mal. Comenzó a los quince años, con un grupo de fanáticos futboleros que agredían a los del otro equipo; en una gresca a uno de ellos lo cosieron a puñaladas y a otro lo dejaron en una silla de ruedas. A los dieciocho años le mostró una solicitud para cambio de apellido y así empezó a usar el de su mamá. Como líder de un grupo neonazi, Despertares, quemaron vivos a dos mendigos. A los tres meses de detenido logró fugarse en un traslado de juzgados. En esa misma época fue la última vez que lo vio, ya se había ido de la casa y una noche entró a sacarse un cuadro; al verlo, desconcertado, no midió el alcance de ese acto.

Cuando Marcos le golpeó duro en la cara y el estomago, Pablo se dejó pegar sin hacer    nada, pero no por elección, sino porque no había sido capaz de resolver el conflicto de  sus emociones antes de que su hijo lo atizara. No consiguió si decidirse entre besar a su hijo o darle un puñetazo.

En medio de todo ese raudal de emociones, Pablo decide abandonar su vida y buscar una nueva, como si solo se tratara de cambiar de camiseta, pero resulta que esos cambios no son tan simples. Se puede cambiar de ciudad, de oficio, de relacionados, etc., pero el pasado es algo que siempre llevaremos a cuestas, no solo nuestra formación, gustos, manías, fobias, temores, y todos los otros sentimientos que han configurado nuestro ser.

Pretendiendo sobre todo alejarse de su hijo y todo lo que esto representaba, se instaló en un asqueroso apartamento, al lado de la estación del tren, en Pozo-negro un pueblo que cuando era minero tuvo nueve mil seiscientos habitantes y ahora solamente quedaban unos mil trescientos, en un entorno mugriento y con un ruido infernal, que produce el paso del tren diecisiete veces diarias, de las 7:45 de la mañana a las 23:40 de la noche. ¡Qué patetismo! A él que le gustaba cierta imperfección: El vibrante atractivo de lo inesperado. El desasosiego de lo que no respeta la simetría… siempre y cuando ese desasosiego resulte hermoso… El amor por la imperfección es su punto de fuga, su rescate. Hasta que comienza a reaccionar, pero ¿ya, no será tarde?

Al tratar de adaptarse a su nueva vida, comienza a darse cuenta de que vivir en esas condiciones lo lleva rápidamente al desorden, al abandono, a la suciedad y lo peor a acostumbrarse a ello, una persona tan pulcra y delicada en sus maneras. Creemos lo salvara una vecina de treinta y nueve años, Reluca, quien es todo un personaje, con un pasado muy triste pues fue abandonada desde que era un bebe, recogida y criada en un orfanato, a los dieciocho lanzada de nuevo a la calle, luego tuvo un episodio en una clínica mental, y con el tiempo conoció a un drogata, que en una de sus trabas, conduciendo alocadamente, se accidentaron y ella perdió un ojo. A pesar de todo, afirmó: ¡Qué suerte! Yo es que siempre he tenido muy buena suerte, ¿sabes? Y menos mal que soy así de afortunada, porque, si no, con la vida que he tenido, no sé que hubiera sido de mí. 

Pablo ha logrado alejarse de su medio, escondiéndose en esa pocilga, estableciendo nuevas relaciones y evitando contactos con su otro mundo, pero los remordimientos, los complejos de culpa y los temores que le suscitan la sombra de su hijo, lo siguen persiguiendo. ¿Encontrará  refugio en Reluca?

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas