“Las emociones son imprescindibles en la gestión patrimonial del paisaje”

Dice el español Francisco Javier Boya Alós quien participó en el II Encuentro Internacional de Paisajes Culturales realizado en el mes de Octubre en Manizales,  organizado por el Centro Cultural del Banco de la República, la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional. Es  legislador en temas ambientales, de ecosistema y zonas de montaña. Proponente y ponente del estudio sobre el desarrollo de las zonas de montaña en España además en diversos procesos legislativos sobre política forestal, agua, cadena alimentaria. Intervino con la conferencia “El paisaje de las emociones. La construcción política y cultural de los paisajes en Los Pirineos”.

En el encuentro se habló de la concepción y gestión del paisaje desde lo económico, lo social, lo político. Usted se interesó en mirarlo desde las emociones ¿por qué?

Hay muchos motivos. Ciertamente la mirada sobre el paisaje es subjetiva y yo digo que hay dos formas de hacerlo: una eminentemente externa que nos permite ver la naturaleza como paisaje, pero hay otra que es interior, es decir, cada uno evoca en el paisaje algo que de alguna manera le proyecta sus sentimientos, sus nostalgias y a veces sus recuerdos. Yo desarrollo  la idea de la mirada interior sobre el paisaje que de alguna manera corrobora algo que ha sido muy estudiado y que no lo descubro yo: es la nostalgia, es decir, el momento en que la humanidad se separa de la naturaleza y automáticamente surge la necesidad de descubrir el paisaje, que es una invención relativamente moderna, y de reproducir aquello que vemos en la naturaleza a través del arte. Aquí hay una interacción enorme entre el paisaje, los sentimientos y la subjetividad que cada uno expresa respecto a ese paisaje.

Esa posibilidad subjetiva de mirar el paisaje, ¿objetivamente qué le aporta a una declaratoria de paisaje cultural?

Yo la entiendo como una definición que tiene mucho que ver con una reflexión intelectual sobre el paisaje. Yo creo que estamos en un momento de cambios importantes. La definición y la estructuración de una política del paisaje hasta ahora se han  planteado en unos términos relacionados con unas estructuras territoriales muy cartesianas que han tenido en cuenta criterios básicamente urbanos, de ordenación territorial en el más puro sentido cartesiano. Pero no se ha tenido en cuenta esta perspectiva emocional que tiene mucho que ver con lo cultural. Yo creo que incorporar esta visión a la gestión patrimonial de estos paisajes, sobre todo la gestión política,  nos aporta una riqueza imprescindible para afrontar los retos que tenemos en el futuro. Acabé mi conferencia hablando de identidad y como relacionamos el paisaje con la identidad. Evidentemente la identidad no se construye solo a base de una idea, digámoslo así, cartesiana del paisaje, o incluso una idea ambientalista del paisaje. La identidad se construye si somos capaces de proyectar ese paisaje, esos sentimientos y todo aquello que acompaña el arraigo. Por tanto desde ese punto de vista las emociones son imprescindibles. Entonces hay que incorporar esta idea del paisaje emocional como una faceta más de abordarlo, incluido lo que tiene que ver con su estudio y con su gestión.

¿Está cambiando la forma de relacionarlos con el paisaje?

Hoy nuestros paisajes en Europa y en América Latina cambian cada día,  pero sobre todo lo que está cambiando es la forma de relacionarnos con ellos. Yo me doy cuenta que mi nieto se va a relacionar con el paisaje básicamente a través de la tecnología. Cuánta gente lo que hace es colgar en instagram los paisajes que acaba de ver. Es lo que viene,  por lo tanto crear nuevos imaginarios sobre el paisaje nos va a obligar a entender exactamente cómo el ser humano adopta esos medios tecnológicos, de alguna manera los metaboliza y los convierte en una nueva forma de relación con el entorno, con el paisaje y con todo lo que tiene que ver con su propia interpretación. Eso será mucho más complejo que antes porque los románticos descubrieron los paisajes bucólicos,  y de alguna manera los elevaron a una categoría de sublimación y de ello hicieron mucho arte y mucha cultura y mucha poesía. Para nosotros va a ser más difícil,  por tanto es allí donde yo creo que los intelectuales, sobre todo en el mundo del arte,  tienen un papel muy importante, va a redefinir un poco esta relación con los entornos, con los paisajes. Este es un proceso abierto, dinámico que iremos sabiendo lo que va a suceder a medida que pase el tiempo y a medida que haya gente con mucho talento que nos ayude a entender la nueva dimensión del mundo que viene.

En la conferencia que dictó en Manizales leyó un poema en occitano, una lengua que solo hablan 3.000 personas en su territorio. ¿Cuál cree usted es el aporte de la lengua a la valoración de los paisajes culturales en el mundo contemporáneo?

Es una buena pregunta. Nosotros estamos preservando una legua que tuvo un impacto enorme en la cultura europea,  fue la lengua de la cultura de la  edad media, el occitano que se hablaba desde el centro de Francia hasta abajo, toda esa zona excepto el rincón del mar Cantábrico donde ya empezaba el vascuence, y algo del Pirineo navarro, el resto era todo occitano, prácticamente hasta cerca de París. La política francesa, en aquel momento muy jacobinista, declaró que la única lengua válida en el estado francés era el d´oil, el francés que hoy conocemos, y por tanto el occitano pasó a una situación de marginalidad que ha llegado hasta nuestros días y que prácticamente lo ha conducido a la desaparición. La lengua en relación con el paisaje y la naturaleza es muy importante porque al final lo que explica es un concepto en el que de alguna manera la interacción del hombre con ese espacio se ha verbalizado. Por ejemplo en mi lengua hay muchos términos que se relacionan con la nieve y eso quiere decir que el lenguaje ha impreso algo que es muy importante cuando hablamos de paisaje y de esta concepción emocional del paisaje,  pero también de los lugares que es lo que los franceses  llaman el espíritu. Aquí puede haber una discusión porque alguien dirá los sitios no tienen espíritu o los pueblos no tienen alma. Yo creo que hay algo tangencial que tiene que ver con determinado lugar que es único de aquel lugar y que es la suma de muchas cosas y que cada uno puede interpretarlo subjetivamente,  pero al final determina una característica particular y única a cada territorio. A partir de ahí se verbaliza con el lenguaje y por tanto lenguaje y paisaje tienen una relación muy íntima.

En su conferencia planteó que para construir una identidad global necesitamos de las identidades locales…

Si claro. Es verdad que en este momento la identidad global se está construyendo desde la redes  sociales donde la comunicación ha evolucionado de una forma sorprendente. Hace 18 años apareció la primera página web y parece que toda la vida hemos tenido internet, página web, celulares. Yo entiendo que la evolución meteórica de la tecnología marca nuestros comportamientos, es cierto que cada vez todos nos parecemos más porque los gustos y las modas circulan a una velocidad meteórica y al final la gente termina comprando en internet y vistiéndose igual en un sitio que otro. Eso no ha sucedido nunca antes en la historia. Es verdad también que de alguna manera si no somos capaces de preservar las identidades locales lo que vamos a perder es un enorme patrimonio de diversidad, y por tanto la cultura global puede ser la suma de miles de culturas diversas, de 4.000 5.000 lenguas que en este momento están vivas todavía en el planeta o puede ser sencillamente un producto del mercado. Para mí es fundamental  que seamos capaces de preservar la cultura del paisaje cafetero, la cultura occitana del Valle de aran, las 160 ó 170 égtnias culturales que tiene Colombia. Lo peligroso y lamentable es que no hay una política suficientemente fuerte por parte de la Unesco que destine recursos para la protección de todo este patrimonio cultural. Es por ello que los ciudadanos tienen que ser muy conscientes que el arraigo y defensa de las culturas locales deben ser una prioridad en este momento.

Usted ha visitado a Colombia en varias oportunidades como asesor de un proyecto de cooperación con España relacionado con los municipios de montaña. Asegura que el paisaje no es solo imagen, es comunidad. ¿Qué mirada tiene sobre la gestión del paisaje en nuestro país?

Mi experiencia es muy enriquecedora porque la primera vez vine a Colombia sin ninguna expectativa a hablar de desarrollo territorial y la verdad me fui gratamente sorprendido. Pero después de este encuentro me voy a ir más gratamente sorprendido porque me ha impresionado el nivel del debate académico, sobre todo la preocupación de los colombianos por su entorno y por todo lo que tiene que ver con el paisaje. Eso quiere decir que estamos preocupados por cómo construir la sociedad del futuro y cómo vamos a interactuar en un territorio que va a marcar nuestras formas de vida en las próximas décadas y eso es un grado de civilidad muy importante. Es cierto que Colombia tiene muchas dificultades, pero realmente creo hay una base muy sólida para afrontarlas y es por eso que para mí desde el punto de vista intelectual es muy gratificante venir acá.

Dijo que se han perdido valores en la concepción de los paisajes ¿Es la misma impresión sobre el paisaje cultural cafetero?

Ahora me costaría contestar esta pregunta porque estuve en una mesa muy interesante sobre las problemáticas del paisaje cultural cafetero y la verdad es que cuando uno conoce su historia y conoce los problemas que hay a su alrededor, son de una dimensión muy importante. Efectivamente eso no evita que la capacidad de forjar una identidad en el entorno del cultivo del café y de todo lo que ha generado, en estos momentos sea uno de los elementos claves de su identidad. Desde este punto de vista creo que si el paisaje tiene que ver con la identidad, deberíamos, y digo deberíamos porque yo también me siento involucrado, ver cómo esa identidad suma en positivo y es capaz de generar un espacio que ayude a la nueva sociedad que está surgiendo en todas partes en este siglo XXI, una sociedad más justa que sea capaz de tratar con dignidad a los ciudadanos.

Juan Carlos Valencia atraviesa las fronteras musicales

La música, la composición, la dirección y la familia son los pilares del músico Juan Carlos Valencia. Sus obras han llegado a festivales en Croacia, Panamá, Brasil, Portugal, México, Honduras, Venezuela, Alemania, Argentina y Francia, tan solo algunos de los países que el compositor recuerda.

Su infancia la vivió en Pácora su tierra natal. A los 10 años hizo parte del Programa Departamental de Bandas en el colegio Marco Fidel Suárez y aunque por un año interpretó el eufonio, su instrumento es la trompeta.

“Llegué a Manizales en el año 95 y me presenté a Ingeniería Electrónica pero gracias a Dios no pasé. Para no devolverme al pueblo entré a estudiar música y ahí me quedé. Fue difícil para mi familia aceptar la  decisión”, cuenta Juan Carlos.

La composición y los arreglos musicales llegaron después de estudiar  jazz y música moderna en el Conservatorio del Liceo en Barcelona y una maestría en Música con profundización en Composición y Arreglos en Jazz en la Universidad EAFIT de Medellín.

Pasó por chirimías, mariachis, orquestas de salsa, grupos de música popular y quintetos de maderas, pero su pasión es la música académica para  banda, orquesta sinfónica, big band y formatos de música de cámara. Enseña, compone, hace arreglos y dirige la Banda Sinfónica de la Universidad de Caldas y la Tribu Big Band.

El maestro Juan Carlos ya perdió la cuenta de sus composiciones, cree que van más de 100 entre obras propias (algunas África, Juana y María, Back home, Pasillo concertante) y arreglos. Le falta registrar los derechos de autor de más de la mitad.

“Le compongo a mi familia, a mi esposa y a mi hija. Me inspira el costumbrismo, la historia, mi pueblo  y la música colombiana. Soy formador y he dirigido bandas, orquestas, grupos de cámara y big band. Ahora con la trompeta hago música moderna y jazz”.

Uno de los arreglos que el maestro hizo y que más se interpreta en festivales y conciertos es el currulao Mi Buenaventura de Petronio Álvarez en la versión para quinteto de metales y banda sinfónica. Generalmente hace arreglos de la música de Lucho Bermúdez y José Barros.

“Si cuento con tiempo para componer o hacer arreglos busco estar solo para evitar distracciones. Hago un mapa mental de lo que quiero que suene. Escribo el título, la duración de la obra, los clímax,  la instrumentación y pienso en imágenes que me motiven”.

Otra de las obras importantes en su carrera es el Concierto N°1 para Trompeta y Orquesta que fue interpretada por Juan Fernando Avendaño, uno de los trompetistas más importantes de Colombia.

Espera comenzar a escribir obras para instrumentos solos y hacer parte de una producción audiovisual.  Ya adelanta conversaciones para cumplir con esta meta que es uno de sus sueños pendientes.

RECONOCIMIENTOS

2018. Mejor Obra Inédita en el Concurso Nacional de Bandas en Anapoima-Cundinamarca. Obra  “Danzas Costeñas”

2018. Mejor Bambuco Inédito en Categoría Libre en el Concurso Nacional del Bambuco Inédito para Banda Sinfónica de Tocancipá. Obra “Un bambuco para Anita”.

2016. Mejor Obra Inédita en el Concurso de Bandas en San Pedro. Obra “Pasillo concertante”.

2012. Mejor Bambuco Inédito en Categoría Libre en el Concurso Nacional del Bambuco Inédito para Banda Sinfónica de Tocancipá. Obra “Mariana”.

2012. Mejor arreglo en categoría especial en el Concurso Nacional de Bandas de Paipa. Obra “El fusagasugueño”.

2010. Biblioteca Virtual del Ministerio de Cultura. Obra “Navidad negra”.

2001. Gran Pipintá de Oro en el Festival Nacional del Pasillo de Aguadas con el grupo Kanna Jazz Brass.

*Comunicadora Social y Periodista.

Productora Manizales 92.7 FM y 1000 AM.
Subgerencia de Radio – Radio Nacional de Colombia

Hasta el último aliento de mi vida haré teatro: Liliana Díaz

 “Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí. Pensando en cosas que estaban muy lejos ahora que esas cosas ya no existen, sigo dando vueltas y más  vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrar nunca”.

Este es un fragmento de la obra de teatro “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores” de Federico García Lorca, uno de los personajes que en 33 años de vida artística, no olvida la actriz manizaleña Liliana Díaz. La razón: con él logró sentir que era actriz de teatro a pesar de que llevaba más de 10 años en las tablas al momento de interpretarlo.

Lo que Liliana sabe de teatro se lo debe a su experiencia y amor por el arte. En sus inicios no existía en Manizales una carrera universitaria para formarse en lo que quería, y fue así que el primer encuentro con el arte de las tablas lo tuvo con el grupo Teatro Popular Villamaría.

Estuvo siete años en el Grupo Teatral Tich  y a lo largo de su carrera aprendió de talleristas que llegaban de otras ciudades. Uno de los grandes maestros que recuerda es a Germán  Moure del Teatro Libre de Bogotá, director en la obra “Tienda de mentiras”. Por su experiencia en las tablas en el año 2009 el Ministerio de Cultura le otorgó el título de Licenciada en actos representativos.

Su pasión es la actuación. No pensó llegar a dirigir hasta que en el año 1999 se le presentó la oportunidad con el grupo Actores en Escena donde ha ejercido su oficio de actriz, pedagoga, dramaturga, directora durante 25 años. Para Liliana estar en el escenario es conectarse con su esencia.

“La sensación es muy extraña. Estar en el escenario es mágico. Más allá del ego hay que tratar de sentir una conexión entre la historia, los compañeros y el público. Hay que ir más allá de la vanidad. Yo siempre le digo a mis alumnos hay que tener cuidado con el ego que se acrecienta en el escenario”.

Su vida teatral en estos momentos se divide entre formar a sus estudiantes en Actores en Escena y en la Fundación Niños de los Andes, actuar y escribir. De sus exploraciones con la dramaturgia nació la obra “Voces ocultas”  que pronto estrenará con su grupo de teatro y que habla de las mujeres y los pesos que llevan a sus espaldas por la historia.

No piensa retirarse del teatro a una edad o en un tiempo determinado. Quiere permanecer hasta el último aliento de su vida en los escenarios. Pese a su experiencia con la dramaturgia y la dirección,  ser actriz es su prioridad.

“Siempre quise personificar a Lady Macbeth de William Shakespeare pero ya no tengo edad para eso. Espero recopilar a las mujeres de Shakespeare  en una obra para montar un monólogo. Me gustan estos personajes, su valor sentimental odios y pasiones”.

En Manizales hay público para teatro

Liliana destaca que Manizales siempre ha tenido un movimiento teatral importante con salas que hicieron historia, algunas ya no están pero el movimiento se mantiene con los grupos que nacen y eso se debe a la licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad de Caldas.

“El movimiento teatral está mucho mejor porque ya están saliendo jóvenes formados  interesados en el oficio. Estamos en un buen momento teatral en la ciudad. Yo estoy muy agradecida con el público manizaleño y desde Actores en Escena hemos formado ese público”.

A propósito de los 50 años del Festival Internacional de Teatro de Manizales, para Liliana es un evento muy importante que debería establecer vínculos con el arte local.

“Tener un Festival Internacional de Teatro en el lugar donde uno vive permite aprender y desaprender y confrontar nuestros saberes.  Pero sí creo que podría tener una relación más cercana con los procesos permanentes de la ciudad. Se han hecho propuestas pero no se concreta nada”.

Por su fuerza interna y confianza no usa amuletos y tampoco hace rituales antes de salir al escenario, algo común en el medio teatral. Su mayor frustración es no tener una sede propia para Actores en Escena. Su mejor recompensa es el público y que los aplausos superen el propósito de la actuación.

*Comunicadora Social y Periodista.

Productora Manizales 92.7 FM y 1000 AM.
Subgerencia de Radio – Radio Nacional de Colombia

 

 

La Corriente: cuentos magnéticos

A propósito del primer libro de la física y escritora Juliana Restrepo.

Juliana Restrepo, la autora de La Corriente, escribe sobre Juliana, Elvira, Camila y otras mujeres que se parecen mucho a ella. Mujeres de Medellín, de clase alta, que viven la adolescencia en la época en la que el narcotráfico tenía azotada la ciudad, y ese mundo mafioso aparece como tras escena en algunos de sus cuentos. Otros relatos se ubican en Francia, en donde la autora, que estudió física, cursó su doctorado.

La cartografía de los cuentos, así como su banda sonora, hablan de los personajes, pero también de la autora. Sin ser biográficos sí hay unas claras apuestas estéticas desde el universo personal de la autora y eso es quizás es lo que le da a estos cuentos una voz tan singular: una fuerza magnética.

Juliana, la autora, nació en 1982, pero sus textos no aluden solo al pasado y al presente de las julianas de la ficción. También escribe sobre julianas mamás, viejas, ancianas. Muchas posibilidades del universo femenino aparecen en estos relatos que aunque funcionan de manera autónoma, dialogan entre sí, con nombres que viajan de una página a otra y con guiños que se repiten para ayudar a identificar inquietudes comunes.

Se trata, a mi modo de ver, de un libro honesto. La autora escribe desde su lenguaje y desde su clase social. Revela los cuestionamientos que le genera ser de un estrato alto, en una sociedad tan estratificada como la nuestra. Y reflexiona sobre sus privilegios con una voz desparpajada, natural, sencilla, que fluye sin artificios y que permite construir imágenes verosímiles sobre espacios cotidianos como la finca, la casa, la rumba, el parque.

Hemingway hablaba del cuento como la punta del iceberg y Ricardo Piglia decía que un cuento siempre cuenta dos historias. Es posible que no todos los cuentos se ciñan a ese mandamiento, pero en el caso de los textos de Juliana Restrepo lo que se insinúa o se dice entrelíneas es mucho más potente que lo que está explícito. Hay un ejercicio de edición potente para sintetizar la anécdota en pocas palabras y sembrar dudas en el lector, que se acerca con cautela a lo que aparentemente se ve simple y cotidiano.

Quizás haya lectores a quienes les suenen un poco artificiosas las frases en inglés y francés que atraviesan algunos textos. Creo que esta característica también revela la impronta de una narradora que vive entre dos mundos y ha naturalizado su existencia en distintos idiomas.

Es curioso que el libro se llame La corriente, como uno de los cuentos. Curioso porque el vocablo corriente tiene dos sentidos: por un lado “la corriente” puede ser “la normal” o “la ordinaria” o “la sencilla”. Por otro lado la corriente es el agua que fluye, o la fuerza del agua que corre. Siendo así, es un título certero: este volumen de 12 cuentos habla sobre mujeres corrientes de una clase y una época. No hay grandes sucesos extraordinarios. Los cuentos se centran en escribir la cotidianidad. Pero por otro lado la autora logra escribir con una fuerza que escapa a la primera vista: no es efectista, no usa artificios, es la corriente interna, invisible, la que sostiene los relatos y hace que ciertas imágenes se queden perturbando la mente del lector por un buen tiempo.

La corriente. Juliana Restrepo. Editorial Angosta. 2016. Medellín.126 páginas.

*Escritora, Periodista, Abogada.

Caldensidad historia y literatura

De Adalberto Agudelo Duque

En esta obra, de variados registros ensayísticos, se destaca el gran conocimiento literario e histórico que el escritor Adalberto Agudelo Duque posee de la memoria escrita producida en el territorio del Gran Caldas. Llama la atención su capacidad crítica y su manera de dialogar, a menudo sardónica, con una tradición literaria que suele no incluirse en el canon literario colombiano, bastante centralizado en unas regiones y en unos nombres. Sin renunciar al buen decir, se muestra en ocasiones irónico y mordaz en la recepción de algunos autores y obra. En este sentido, destaca su mirada desacralizadora en torno a Bernardo Arias Trujillo.

A propósito de región, el ensayista se demora con fortuna en tópicos fundamentales como la colonización, la parroquia, la aldea, las leyendas, la literatura para niños, la oratoria “grecocaldense” y la construcción de ciudad que amplían narradores y poetas contemporáneos. El investigador Agudelo Duque busca en la llamada “Literatura secreta” de Caldas y como todo un iconoclasta, asume una lectura en varias vías que dialogan entre la literatura universal y lo que ocurre en la más reciente literatura de los caldenses.

Editorial Universidad de Caldas. 2018. Colección ensayo.

*Escritor. Profesor Universidad Tecnológica de Pereira