La tragicomedia personal

Una de las acertadas costumbres de nuestros escritores, es la de tener columnas de opinión en los periódicos, algunos dicen que para mantener su capacidad creadora vigente, otros que para participar activamente en la vida cotidiana, y los más para tener una atalaya en donde contemplar la humanidad en acción y allí tener una inconmensurable cantera para sus creaciones, pues la mayoría de las veces, sus escritos en esos medios tenían réplicas de los lectores, a través de las redes sociales, en donde eran igualmente difundidas. Ha sido el caso de Gabriel García Márquez, Héctor Abad Faciolince, William Ospina, Santiago Gamboa y Juan Gabriel Vásquez en El Espectador, y Juan Esteban Constain y Ricardo Silva Romero en El Tiempo, y en La Patria Eduardo García Aguilar y Adriana Villegas Botero.

Al ser humano siempre le ha intrigado el saber ¿cómo viven los demás?, no solo por curiosidad, sino para consolarse conociendo tanto sus logros, como también sus frustraciones y de esa manera paliar las propias, además porque nadie quiere ser lo que es. A esta pretensión supieron responder en su época Balzac con su obra monumental La comedia humana, Flaubert con Madame Bovary, difundida por entregas en una revista entre 1856 y 1857 y Marcel Proust con su En busca del tiempo perdido; todas ellas obras clásicas que han trascendido los siglos y han conservado su vigencia, pues en ellas se puede ver tanto la grandeza del ser humano, que sabe sobreponerse a sus limitaciones, pero también llega a ser capaz de atrocidades. Ese era el retrato de esa sociedad.  

Acá hemos tenido en este género descriptivo exponentes de la narrativa colombiana en todas las épocas, miremos no más entre 1970 y 1980, dos grandes escritores Luis Fayad con Los parientes de Ester y Álvaro Salóm Becerra con Un tal Bernabé Bernal, El delfín, Al pueblo nunca le toca, etc. y ahora nos presenta Ricardo Silva Romero, en 607 páginas una radiografía actualizada de la sociedad en el 2016 y la ha denominado Cómo perderlo todo. Allí campean los más conspicuos representantes del sector público y privado y los privados de algo, los políticos y los intelectuales, los militares y los artistas, los hetero y los no tanto y una abigarrada cantidad de personajes que representan nuestra actual sociedad y aunque decimos actual, es la de siempre.

Toma como uno de los personajes centrales al filósofo y profesor universitario Horacio Pizarro quien se desempeña como docente en una prestigiosa universidad capitalina, en donde ha ganado su merecida fama de ilustrado, hasta que un simple desliz en ese resbaloso piso de la envidia académica, sus ramificaciones y amplificaciones en las tales redes sociales, lo llevan por el seguro camino de perdición total. A través de este personaje se desenvuelve una increíble trama que lo involucra no solo a él, sino a todo tipo de personas que configuran el abigarrado ambiente de la sociedad.

Parece increíble, pero la lapidación virtual, el acoso laboral y la exclusión del elitismo académico se originó en la publicación en su perfil de Facebook de su opinión frente a las mujeres, obviamente influenciado por el entorno familiar de su esposa y sus dos hijas mayores y después de leer un artículo sobre la maternidad en la revista New Scientist, escribió, “Las mujeres que tienen hijos son de lejos las más inteligentes”. No midió el alcance de esta opinión, ni el riesgo con la hipersensibilidad que suelen campear en estas redes sociales o tal vez por eso y más bien por impresionar, pues quien mejor que él sabía los alcances del lenguaje, pues estaba escribiendo un libro que había titulado “Los significados ocultos en los términos equívocos y los eufemismos que se emplean en el lenguaje ordinario en la Colombia en guerra”.

Desde el titulo se pretende mostrar un academicismo que lo condenará y si detrás de ese título había una sesuda indagación del lenguaje, ¿cómo se atrevía a colgar en una atalaya sin límites, esa afirmación?; desconoció que su idealizada tribuna no era más que una cloaca nauseabunda en donde cada imbécil pretende posar de auténtico y cada aparecido posa de intelectual y erudito y todo el que se atreva, será víctima del escarnio público ilimitado. Lo que más le dolió vino de Gabriela Terán su antigua compañera filosofa, ahora su jefe: “Es apenas la frase final de un monólogo misógino que ha repetido por lo menos las últimas tres décadas mientras ningunea colegas, piropea alumnas, decepciona esposas y abandona hijas como un buen machista agazapado siempre a la espera de reducir y de violentar  a la mujer sin dejar pruebas: siento vergüenza de mi misma por denunciarlo hasta ahora y vergüenza de que mi universidad  le permita ser su profesor”

En un agradable discurrir van pasando toda serie de personajes que tiene que ver con el profe HP, Horacio Pizarro para los que lo valoran y HP para los demás atrabiliarios que además lo envidian, aparecen con sus tragedias y comedias: el músico serenatero, el taxista, la manicurista, el chef, la estudiante lesbiana, el coronel tratando de salir del closet, después de salir del ejército, el pensionado, la actriz, la guionista, el instructor de gimnasia, etc. Se presentan todo tipo de uniones y separaciones, fidelidades y deslealtades, amistades y desengaños. Se muestra lo efímero y lo permanente, lo banal y lo trascendental, lo circunstancial y lo intencional, es decir de lo que participa todo ser humano y por eso lo individual es lo que establece una tragedia o comedia, pues es relativo a cada uno, y allí vemos mucho de eso

En esta maremágnum en que estamos inmersos, para poder sobrevivir debemos adaptarnos, pues el mundo ya cambió, por eso para disfrutarlo debemos asumir las frustraciones, tener paciencia con los fracasos y aceptar que el pasado ya no nos puede salvar y el futuro como proyección de este presente es más incierto, comprender que las fake news se amplifican con la tecnología, no es sino ver de aquellos a quienes conocemos, los perfiles que proyectan en Facebook y en las demás redes. Esto nos hace desear esas vidas que no son más que ilusiones, por no decir ficciones. La realidad debe ser la ruta, no la ficción. 

Profesional en Filosofía y Letras

Universidad de Caldas

Operación Coronavirus

Casting

Me encuentro aislado y abrumado. Realizo la actividad en la cual nunca me imaginé, el «teletrabajo». A estas alturas de mi vida, en las que estoy en un proceso estratégico de «abajamiento», que consiste en ir hacia atrás, en reversa o hacia los lados como el cangrejo, en donde recupero día a día una concepción del mundo más artesanal y elemental frente a la inconmensurable digitalización, se presenta esta absurda y surrealista guerra soterrada contra un enemigo invisible… ¿invisible?, pues «no me parece», como dice expresivamente una amiga.

Las pestes en el transcurso de la historia siempre han estado vinculadas al juego de poderes económicos y políticos. La más famosa de todas es la mencionada en la Biblia como las siete plagas de Egipto, que fue una estrategia para forzar al faraón a que permitiera la salida del pueblo israelita. La peste negra, en la edad media, se desató en medio de las guerras más furiosas en Europa por la dominación territorial. La gripa española, en 1918, mató a más de 40 millones de personas, inmediatamente después de la primera guerra mundial, una guerra planeada para la reorganización global según los intereses de las potencias colonialistas e imperialistas en conflicto.

Después de todas estas debacles, vuelven a aparecer, con más persistencia, las pestes. La malaria, el H1N1, el zica, el chukunguña… pero aquí me voy a referir, antes del coronavirus, al ébola. En el año 2015 edité la novela apocalíptica, «Operación Ébola», del médico pereirano Jaime Eduardo Vallejo Flórez, en la cual se desarrolla una trama de «la escalofriante realidad que el mundo nunca supo sobre la réplica del régimen nazi ante la invasión de Normandía en 1943, una profecía por cumplir: la desaparición de la raza humana por un arma biológica vírica», en palabras del autor.

Ahora, que está sucediendo el fenómeno del coronavirus, se vuelven a prender las alarmas sobre estas conspiraciones, de las cuales no soy fanático, pero a veces considero que en ellas hay tintes de verdad. Y es que en esas otras guerras entre superpotencias militares y económicas, que luego de la guerra fría, no han planteado enfrentamientos a gran escala y con armas de destrucción masiva, el campo de batalla se presenta en la cotidianidad de las personas, en los supermercados, en las calles, en la plaza pública y… en la salud.

Surgen estas «enfermedades», de las cuales culpan a los animales; por ejemplo, el ébola se lo achacan a los chimpancés en África, y ahora del coronavirus son culpables los animales exóticos que consumen en China (como murciélagos y pangolines, entre algunos de ellos). Ahora la naturaleza es la responsable; han descartado de raíz la posibilidad de que haya sido por manipulación genética de los militares para producir armas biológicas; o la que realizan en laboratorios industriales para provocar guerras comerciales entre las grandes superpotencias, o mejor, para que las multinacionales farmacéuticas se lucren de la vacuna que ya debe estar en sus bodegas esperando la orden para venderla, y que entre sus clientes más destacados está ese peligroso guasón de Presidente que hay en Norteamérica, Donald Trump, quien hace poco dijo que él iba a comprar toda la producción de la vacuna, pero solo para Estados Unidos, en donde la gente en vez de abastecerse de alimentos, está agotando las existencias de armas en las tiendas que las venden sin restricciones.

Lo único que pienso de todo esto, aquí encerrado, enjaulado, como siempre ha pretendido el sistema que estemos, es que todo huele mal, aquí hay gato encerrado (o pangolín), y mientras nos han inmovilizado, «aislado»; las fuerzas del orden campean a sus anchas por las calles, esas en las que hace poco la ciudadanía se movilizaba expresando su descontento y llevando adelante mediante la demopráxis creativa, nuevas formas de acción política (sin distancias y con abrazos y besos) en donde los omniscientes, omnipotentes y oscuros poderes ven un enemigo social más peligroso que el armado.

Un «enemigo invisible» (y sospechosamente muy conveniente en estos momentos históricos de protesta y reivindicaciones sociales) ha logrado inmovilizar a la población y sus manifestaciones; nos ha puesto en un toque de queda con el nombre de «cuarentena» y se ha impuesto el imperio de la ley y el orden con el lema «¡Con distancia, sin abrazos, sin besos»… mientras tanto, yo, aquí, encerrado, enjaulado, releo el libro Operación Ébola, de mi amigo Jaime Eduardo, tratando de encontrar algunas claves que me permitan descifrar lo que realmente está sucediendo.

Referencia bibliográfica: Vallejo Flórez, J. E. (2015). Operación Ébola. Manizales: «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

*  Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

A nuestra Maestra, Leito

Hace 8 días falleció nuestra querida maestra Leonor Gallego, Leito, como cariñosamente le decíamos. Representó para nosotras un símbolo de la capacidad de la mujer para lidiar con eficiencia las complejidades de un mundo académico y laboral de altas exigencias y de espíritu competitivo. En una época en que pocas mujeres tenían acceso a la docencia universitaria y, menos aún, en el campo de la filosofía, ella abrió un camino, mediante el ejercicio filosófico constante, riguroso y disciplinado, a la vez, que, con su ejemplo y compañía, trazó una ruta de trabajo a las posteriores generaciones de mujeres.

Desde muy joven seguí de cerca su periplo, la adopté como tutora y me dispuse a aprender de ella; me invitó a estudiar a Platón, me sedujo con la antropología filosófica y la filosofía del lenguaje, campos del saber que dejaron tal semilla, que aún sigo cosechando. Después, las afinidades compartidas me invitaron a conservar su compañía,  pues compartíamos dos vocaciones: el gusto por los estudios filosóficos y el amor por la educación. Con ella cultivé el cariño y el respeto por los estudiantes, la persistencia obtusa en el estudio y la investigación, y hasta una disciplina un poco obcecada y rígida.

Por siempre fue generosa con su sabiduría. Hasta hace muy poco me impresionaba con su curiosidad por el saber y su goma por los adelantos de la tecnología; siendo una persona mayor me acompañaba a los seminarios y al semillero de investigación, donde impactaba a los jóvenes con sus reflexiones críticas y sus preguntas inquisitivas. Los chicos se seguían sintiendo a gusto con ella, porque les hacía preguntas, que, aparentando ignorancia, provocaban la búsqueda de respuestas.

Vivía al día en los inventos tecnológicos: tenía acceso al último modelo del computador, el celular y el libro electrónico; y, a comienzos de los 90, era la primera en llegar a la clase sobre el manejo de Windows. Lo mismo que se mantenía actualizada en los asuntos teóricos de su interés y en los problemas sociales y políticos del país y del mundo.

Pero no todo es color de rosa. Leito era muy sería, tal vez demasiado; así la queremos. Como mujer exigida por las circunstancias de una época – la década de 1970 y 1980- cuando se requería fuerza para abrir nuevos caminos, tenía gestos de rebeldía y desobediencia ante las imposiciones de la sociedad y del mundo laboral. Era crítica con las costumbres y las prácticas de dominación y discriminación de la mujer, nos dio ejemplo de combate académico y social y no sólo nos enseñó a valorar y a hacer respetar nuestro trabajo, sino que nos acompañó en esas luchas.

Por todas estas experiencias transitadas no nos queda más que dar las gracias por el gusto de las enseñanzas aprendidas y el cariño compartido.

Manizales, Marzo 5 de 2020.

*Docente del Departamento de Filosofía de la Universidad de Caldas. Lic. en Filosofía y Letras. Magister en Filosofía Universidad Nacional. Doctora en Filosofía Universidad de Sevilla de España.

 

Blanca Isaza. Escritora y editora*

Breve itinerario de una investigación

En 2015 entré en contacto con la obra publicada y los archivos privados de la escritora manizaleña Blanca Isaza (Abejorral, 1898 – Manizales, 1967), gracias a la recomendación y a las gestiones de Carlos Alberto Castrillón, profesor de la Universidad del Quindío, de Nicolás Duque, director de la biblioteca de la Universidad de Caldas y de la poetisa Esperanza Jaramillo, nieta de la escritora. En aquel año, todo el archivo que hasta ese momento se encontraba en la casa que Blanca y su esposo construyeron en 1940 y que habría de ser demolida en 2019, pasó a la Universidad de Caldas con el nombre de Fondo Juan Bautista Jaramillo y Blanca Isaza. Este archivo contiene una parte inédita de la historia social de la literatura del siglo XX en nuestro país, enlazada a una pareja de escritores: la colección completa de las dos revistas que ambos fundaron (Azul, en 1919 y Manizales en 1940), una voluminosa correspondencia rigurosamente organizada por años, entre 1915 y 2003, hojas de álbum, recortes de prensa, cientos de hojas con poemas, artículos y cuentos mecanografiados, himnos, proclamas, conferencias, reseñas, biografías, fotos y materiales gráficos.

Sobresale en estos archivos, una comunicación epistolar constante y fluida con lectores, colaboradores, editores, directores de revistas, libreros, funcionarios, diplomáticos, líderes políticos del país y el continente, que da cuenta de cómo se formaban los grupos y las redes de escritores de regiones y ciudades de provincia. Allí reposan numerosos testimonios de hombres y mujeres sobre su devoción a la poesía, así como relatos personales aportados por los propios escritores, sobre sus orígenes y su participación en la vida literaria; en otros casos, testimonios personales sobre la persecución que vivieron algunos de ellos durante los años de la violencia.

En medio de ese mar de papeles impresos, la voz de Blanca estaba adherida, “como el molusco a la concha materna”, a su tiempo y espacio, a la ciudad, la región, la casa, la infancia, los amigos, los parientes; a las preocupaciones espirituales e intelectuales de quienes vivieron las dos grandes guerras del siglo XX y La Violencia (con mayúsculas) de los años 50 en Colombia; pero, además, su obra estaba también impregnada de una relación, que se fue haciendo más familiar con el paso de los años, con un auditorio simpatizante que le prodigaba afecto y admiración, gracias a su trabajo constante para la prensa. Blanca publicaba no solo en su propia revista; también lo hacía en las páginas literarias de periódicos como El Colombiano de Medellín, El Tiempo de Bogotá y La Patria de Manizales, que circulaban por todos los pueblos de Antioquia, el Viejo Caldas, norte del Valle y parte del Tolima. En la correspondencia y en la sección de lectores de la revista Manizales que dirigió entre 1940-1967, se pueden encontrar numerosos testimonios de lectores que decían haber crecido leyendo a la escritora.

El hilo de esta investigación es el proceso de producción de la obra literaria de Blanca Isaza a lo largo de 50 años (1917-1967), pero siempre en busca de esos pliegues entre el texto en sí y  su condición de mujer escritora en una sociedad de provincia, durante las primeras décadas del siglo XX, sus adhesiones y rechazos  en torno a la literatura, sus vínculos con la generación de escritoras que apareció en Colombia durante la década de 1920, los lazos que estableció con el público lector de su obra, con los colaboradores de su revista, y con los comerciantes que la financiaban. Esto me permitió transitar y establecer contrastes entre la literatura, la historia de las ideas y la historia de los procesos sociales de la región; y sobre todo poner a dialogar la obra de la escritora manizaleña en un horizonte más universal, con voces afines de otras latitudes.

Para Blanca, igual que para las mujeres de una generación que había crecido entre la guerra de los mil días y la celebración del Centenario, la literatura fue el nombre de un deseo vago pero intenso que estaba en la raíz de su escritura, producto, acaso, de sentirse en una singular intersección entre el final doloroso del siglo XIX que había dejado en ruinas al país después de la guerra, y los himnos que conmemoraban la gesta libertadora. De esa experiencia alfa y omega, resultó un interés común por el cuento y la poesía, sus dos géneros predilectos; ambos reflejaban dos impulsos opuestos: hacia la ensoñación y la vigilia. Mientras que la poesía era la ventana a un romanticismo tardío que todavía hablaba del yo como un jardín interior o como una selva florida, los cuentos eran crueles, de final trágico: ellos revelaban el ocaso de la visión idílica del siglo XIX y el inicio de una mirada más dura sobre el lugar de la mujer en la sociedad del XX.

Y ya hacia la década de 1940, Blanca encuentra su identidad como escritora en el abrigo del hogar y en el quehacer cotidiano de la revista Manizales, que dirigió durante 27 años desde su casa. A partir de ese momento, como señaló Otto Morales, toda su obra gira en torno a la casa. Esta, con sus ventanas abiertas al paisaje de la montaña, su estudio y su taller de costura, fue su “nido habitable”, tal y como lo entendía el fenomenólogo Otto Bollnow: un contrapeso para resistir al desarraigo de los tiempos y al paso de los años; su jardín de estilo andaluz fue para ella eso que el filósofo alemán definía como: “el espacio en donde el adulto recupera la mirada del niño”. La casa de Blanca y Juan Bautista, hoy desaparecida, fue también una embajada cultural de Manizales durante casi tres décadas; los archivos conservan numerosos testimonios de artistas, mujeres y hombres de letras que pasaron por allí y conocieron a una mujer excepcional que tenía una casa, una familia y un jardín, que en medio de su faena diaria recogía para sus lectores fragmentos de vida en las cajetillas de cigarrillos o en el revés de una receta de cocina.

*Título de la tesis del doctorado en Literatura.

**Profesor Departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Caldas. Licenciado en Filosofía y Letras de la misma universidad. Maestría y doctorado en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Ha publicado además: La narrativa de Andrés Caicedo (1993); El yo en la literatura hispanoamericana del siglo XIX (2006), ambas obras publicadas por la Universidad de Caldas.

Adiós a un pedagogo, a un artista, a un actor cultural… aproximaciones 

Un amigo es un tesoro y si es un humanista es un tesoro inmenso.

Febrero 28 del 2020, se ha ido Alejandro Gómez Correa. Ser apacible, amable, sereno. Estudioso y comunicador de lo que aprendió y supo: matemáticas, de lo que amó y compartió con todos:  la música; pero sobre todo, un ser que desde joven supo entender la impotencia del ser humano ante sus carencias y necesidades, y a ello aportó de manera real, efectiva y silenciosa.

Estudió Ingeniería de Sistemas en la Universidad Autónoma de Manizales y como materia electiva en artes, escogió Composición Musical Asistida por el Ordenador. Después de graduarse, se dedicó a la docencia de las matemáticas en la misma institución y en la Universidad Nacional – Sede Manizales – como catedrático. Escribió y publicó BAKADAFA – Utopía Aritmético/lingüística –  libro didáctico enfocado al aprendizaje de lo matemático.

Músico, tiplista y vocalista por ancestro de familia. De su propia iniciativa, talento y ejercicio, desde joven se convirtió en un ejecutante eximio de la armónica cromática, organillo de bolsillo con el cual siempre recreó a las comunidades de los distintos sitios que visitó. A quiénes solicitaron su anuencia a una actividad de tipo comunitario cultural, siempre les aceptó la invitación – mientras le fue posible – y de manera desinteresada.

Nos hizo recorrer el mundo musical desde Vivaldi, Bach, Handel, el barroco y el renacimiento, Beethoven, Mozart, Ravel; el Tango tradicional, la Bossa Nova, la Chacarera y otros aires latinoamericanos. El  Blues, el Jazz y el Latín Rock de Santana. Desde el Rajaleña, la Guabina, el Bambuco, el Pasillo, la Cumbia, el Porro, el Currulao, el Arrullo y otros aires colombianos, hasta los Aires Flamencos, melodías Árabes, Africanas y Orientales. The Beatles, Moody Blues, Pink Floyd y otros Clásicos del Rock, también sonaron en su organillo de mano, su tiple y su voz. Amó y ejecutó la música del mundo, fue un Ser Universal.

Desde tiempo atrás, fue parte de la asamblea del Bando de Villa Maga, publicación literaria de enfoque humanístico, social, ético y ambientalista dirigida por León Octavio Osorno que tiene como premisas el amor, la libertad, la justicia, el respeto a la naturaleza, el reconocimiento a lo creativo y el derecho a soñar; el rechazo a todo lo que atente contra la dignidad humana, a la violencia, a la corrupción y a la explotación irracional de la naturaleza. Alejandro fue embajador del Bando de Villa Maga, encajaba con su pensamiento, con su ideal, con su sueño. Para dar idea del contenido de dicha publicación consigno: ¨Trino de pájaro cae en un lago¨…  ese, es el asombro de poder soñar.

Ensambló en su espacio una pequeña sala de tertulia cine/literatura, donde convocó al conocimiento de la historia y el arte de nuestro país y de los países y culturas del mundo, al través del cine y la literatura. Pedagogo, artista y sobre todo: Humanista. Nunca se escuchó de él un grito, ni un insulto, siempre nos enfrentó una mirada clara, una gentil sonrisa, un sutil cantar  y una invitación a lo reflexivo. Hasta siempre Alejo, sin olvido. Gracias.

 

La crisis existencial

En octubre del año anterior en la sesión de la Academia Sueca se retomaron los premios Nobel de Literatura, suspendidos por escándalos internos que se creían superados en la institución. La selección correspondiente al año 2018 fue para la polaca Olga Tokarczuk (1962), y para el año 2019, el galardonado fue el austriaco Peter Handke (1942). La Academia sueca, al otorgarle el premio señaló haberlo reconocido por su “influyente trabajo que a través del genio lingüístico ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana”.

Tras la nominación de Handke, el escándalo corrió por cuenta de uno de los académicos, Peter Englund, (Secretario de la Academia Sueca 2009 – 2015) quien manifestó su desacuerdo por las posiciones proserbias del premiado, y que como protesta, no asistiría a la ceremonia, pues eso sería una hipocresía. “La elección del laureado de 2019 no se limita a recompensar una obra literaria, sino que también se interpreta, tanto dentro como fuera de la academia, como una posición que coloca la literatura por encima de la política”, explicó. “Esta no es mi manera de pensar”. De igual forma, Gun-Britt Sundström, miembro no académico del Comité de Literatura Nobel, renunció a participar en la ceremonia alegando las mismas razones. Casi podría considerarse una respuesta a sus malquerientes, algo mencionado en su discurso de aceptación:

Sal a las regiones desconocidas de la tierra y deja que aquellos sin ilusiones sonrían maliciosamente: la ilusión proporciona la fuerza para las visiones. Sí, permítete atravesar el anhelo de la forma y pasar por el mundo curado: la risa despectiva que recibes proviene de la ignorancia. Es el sonajero de los cadáveres de almas.

Handke estudió Derecho, pero definitivamente se consagró a su vocación literaria, en la cual ha explorado diferentes géneros: teatro, poesía, ensayo, novela, guiones de cine, hasta libros de viaje. Desde un comienzo mostró su ironía, irreverencia, y espíritu provocador, y en la primera obra como dramaturgo, con la que consiguió reconocimiento “Insultos al público”, (1966) muestra su impertinencia por medio de cuatro actores que analizan la naturaleza del teatro y se dedican a insultar al público y a elogiar su propia actuación. Uno de ellos afirma, provocadoramente:

Ustedes no piensan. Ustedes no piensan en nada. Nosotros pensamos por ustedes. Ustedes no aceptan que pensemos por ustedes. Ustedes quieren permanecer objetivos. Sus pensamientos son libres. A decir verdad, nosotros nos colamos insidiosamente en sus pensamientos. Ustedes no tienen intenciones ocultas. A decir verdad, nosotros nos    colamos insidiosamente en sus intenciones ocultas. Ustedes no piensan ya por sí mismos.             Ustedes escuchan. Ustedes se dejan invadir. Ustedes no se dejan invadir. Ustedes se niegan a pensar. Sus pensamientos no son libres. Están ustedes prisioneros.

En sus escritos en los cuales brilla la maestría de sus estilo, trata con una fina descripción y en detalle, las características de la naturaleza humana: sus dificultades para expresarse, la angustia de la soledad y lo violento del desarraigo, con una sutileza que nos acongoja, esto lo podemos captar tanto en “El momento de la sensación verdadera”, como en “La mujer zurda”; no menos conmovedor es lo planteado en su obra de teatro “Insultos al público”.

En ambas novelas trata de la vida en pareja, con sus problemas de convivencia, las tribulaciones que implica, los encuentros, desencuentros y los resultados de la intolerancia. En la primera novela acompañamos durante dos días a Gregor Keuschnig, periodista austriaco afincado en Paris, como agregado cultural, quien vive con su mujer Stefanie y Agnes su hija de cuatro años, y frecuenta a su amiga sexual Beatrice. Sus preocupaciones afloran después de haber soñado que se ha convertido en un asesino y le es imposible continuar viviendo formalmente como si no hubiera sucedido. La forma de acomodar en su pensamiento su nueva situación lo hace hundirse más en la angustia.

Desde hoy llevaré una vida doble pensó. No, ninguna vida: ni la acostumbrada ni otra     nueva; porque la acostumbrada solo la simularé y la nueva se agotará en la simulación de la acostumbrada… no puedo imaginarme vivir como hasta ahora, pero tampoco vivir como otro ha vivido o vive. No me resulta desagradable, sino inimaginable…

El trastorno es tal que se confunden el sueño y la vigilia, lo real y lo imaginado, lo cierto y lo probable, muchas veces se nota que de un sueño salta a otro o dentro de uno cae en otro que es parte del anterior, es tal la confusión de él y de uno, que hasta un avezado lector no logra a veces desentrañar la realidad; unido a esto, la forma de la narración, la cual es minuciosa en el recorrido por la ciudad del personaje, al estilo del “Ulises” de Joyce y a veces como si leyéramos a Kafka o “El Extranjero” de Camus, ¡desconcertante!

Su permanente forma de mezclar sus pensamientos y la realidad  crean una ebullición descontrolada, que una vez decantado por su conciencia ese monólogo interno, le permite por medio de un soliloquio acompañarse él mismo e interactuar como si fuera otra persona, a tal punto de confusión, que su vocabulario se enreda y lo hace entrar en contradicción frente a sus seres queridos.

No quería que ella se marchara y, sin embargo, le resultaba molesta. —cuando ella subió al taxi, pensó en decirle: espero que vuelvas, pero se equivocó y dijo, en el mismo tono en el que quería decir la otra frase: “espero que te mueras”.

Nuestro personaje sostiene una ardua lucha interna por recobrar la sensibilidad ya que recuerda los hechos, pero no siente, pero lo más desconcertante es que trata de lograrlo recurriendo al miedo y al tener de nuevo esa sensación ensaya redescubrir las demás. Esa sensación de impotencia y el desconcierto que le producen lo llevan a una total negación existencial, a una amargura por el tiempo que cree haber perdido en su vida y el fracaso que eso implica, más ahora que presiente cerca la muerte.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

 

 

 

Una pantalla para el cine de culto

Judex (1963), del francés Georges Franju, película que integra la programación de la séptima temporada del Cineclub Estúpido. 

El Cineclub Estúpido está de vuelta, tras una pausa de casi tres años. Les dijimos que esto no iba más y henos aquí, así que nunca confíen en nuestra palabra. Reactivar este espacio dedicado al cine de culto (películas raras, básicamente) nos parece crucial. Más allá de un par de iniciativas siempre comprometidas, el cineclubismo hoy en Manizales está adormecido.

Lo hacemos no solo animados por recuperar una vitrina que difunda propuestas al margen de las carteleras comerciales (nos oponemos a que sean la única oferta), sino también por ser la cuota extraña de los pocos cineclubes de la ciudad, lo que procura una variedad de perfiles entre los espacios del cine alternativo.

En Manizales hay apuestas por el cine comercial y (en menor medida) por el de prestigio artístico, bien sea antiguo o reciente. Llegamos a este escenario,  conscientes de la pérdida de sitios valiosos, estimulados por diversificar la oferta con una pantalla semanal para el cine de culto, categoría incomprendida por espectadores promedio,  y desechada por especialistas que solo se rinden ante los hitos del cine.

El cine que amamos, descartado en mitad de estos dos frentes, se vuelve una franja intermedia, un punto de encuentro para aquel cinéfilo apasionado que no se casa con esta u otra sensibilidad, porque las transita en búsqueda de la calidad, indiferente de su procedencia, reconocimiento y estilo. Un cine que es una papa caliente; obras excéntricas, salvajes, viscerales, extrañas, impensables, desconcertantes, sorprendentes, sublimes.

Películas que le dan a este espectador aquello que desea: trabajos novedosos por su dimensión insólita, que rompen convenciones y expectativas, que se liberan sin atender a métodos y procedimientos, dispuestos a lidiar con los errores y aciertos que esta decisión conlleva. Una osadía que los vuelve platos exquisitos para ciertos paladares, de allí la etiqueta de culto, que refiere a un grupo pequeño de espectadores cuyas prácticas pueden ser tan similares como las de una secta.

Lo otro es la diversión, parte esencial del Cineclub. No olvidamos que este espacio es una fiesta, entre muchas cosas más. La oportunidad de pasarla bien y de exaltar el entretenimiento como una herramienta ignorada y despreciada de conocimiento, sin perder del radar la formación de público cinematográfico.

Bienvenidos a la séptima temporada del Cineclub Estúpido. Acompáñennos en este viaje por 13 películas, del 27 de febrero al 28 de mayo.

Programación

. Febrero 27.  One cut of the dead (2017).

. Marzo 5. Irma Vep (1996).

. Marzo 12.  El charro de las calaveras (1965).

. Marzo 19.  Belladonna of sadness (1973).

. Marzo 26.  Knife + heart (2018).

. Abril 2.  Judex (1963).

. Abril 16.  Four lions (2010).

. Abril 23.  Youth of the beast (1963).

. Abril 30.  The devil rides out (1968).

. Mayo 7.  Walkabout (1971).

. Mayo 14.  Seconds (1966).

. Mayo 21.  Valerie and her week of wonders (1970).

. Mayo 28,  Diamantino (2018).

* Jueves a las  6:30 p.m., en Jolly Roger (Avenida Santander No. 55-28, dentro de Amhara Café). Entrada libre.

*Periodista y crítico de cine.