“Latitud Cero”

Afiche del lanzamiento de la novela de Mario Armando Valencia: Latitud Cero. Lecciones de equilibrio, que se realizará el 25 de abril a las 6:00 p. m. en la Pinacoteca del Palacio de Bellas Artes (Universidad de Caldas, Manizales, Colombia).

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“Sumergirse en el caos y nadar”

Konrad Lorenz

Mario Armando Valencia escribe sobre Armando Valencia, Armando Valencia escribe sobre Mario Valencia… Mario Armando Valencia es al mismo tiempo autor y muchos autores de esta novela autobiográfica hecha con retazos de vida que también se ha imaginado-inventado y que, a manera de collage narrativo, entabla un diálogo con los collages del artista Robinson Obando. “Latitud Cero (lecciones de equilibrio)” es un testimonio en tono mayor, una constelación que gravita en torno a los equilibrios y desequilibrios de un escritor de profesión que deambula por infancias, adolescencias, mundos universitarios y académicos que han forjado un temperamento y un carácter de rebeldía y resistencia.

Esta reflexión que realizo en torno a la novela de Mario Armando, es una incursión de barriobajeros que se han entrelazado múltiples veces en sus territorios. Se lee en la breve reseña biográfica del autor: “Mario Armando Valencia Cardona (1969), del barrio El Carmen en Manizales, Colombia (…)”, lo cual indica que hay un reconocimiento de las raíces. El Barrio San Joaquín, mi territorio, limita con El Carmen, y las vidas del autor y la mía están cruzadas por experiencias y exploraciones de deambulantes bohemios por estos lugares populares que están en lo más remoto y profundo del origen de esta Manizales del alma.

El escritor de esta novela es de los que tienen carácter fuerte, de esos que se han enfrentado a los sistemas anquilosados que manejan los hilos de la cultura. Su actitud le ha generado animadversiones en los círculos intelectuales y académicos de la ciudad y de otros lugares en donde ha ejercido su talante artístico. Mejor dicho, muchos no lo quieren, mientras otros sí lo respetamos, y valoramos como trascendental su contribución al escenario literario local, regional, nacional e internacional (esta novela fue editada en Buenos Aires, Argentina).

Su obra es extensa, y va desde la poesía, el ensayo, la post-crítica literaria, la crítica de arte y ahora la novela. Obras como “Pequeñas historias acerca de la caída libre”, “Galería de muertes modernas”, “Efecto Rembrandt”, “Cascabeles para el gato: filosofía para poetas y poesía para filósofos”, “La dimensión crítica de la novela urbana contemporánea en Colombia” y “Ojo de jíbaro” dan testimonio de su oficio permanente como creador.

Mario Armando, con una sólida formación académica doctoral y posdoctoral en el exterior, además de ser invitado a eventos académicos en diferentes universidades internacionales, no ha dejado se expresarse en los ámbitos de la existencia desde el grito desgarrado de alguien que permite que en su ser resuenen los latidos de lo humano, propios y ajenos. Una escena que me impactó del libro refleja esto:

“Entonces yo, de manera mecánica procuro canalizar toda esa ira. La ira de no haber sido capaz de tomar el puñal en ese callejón y defenderme, la ira de no haber hecho venganza por el asesinato de mi hermano, la ira del despojo, de los años entre callejones, sopa y arroz con huevo, la ira del olvido y el abandono,  del desamor y el malquerer. “

Mientras Mario Armando hace estas reflexiones, frente a él está el homúnculo de pelo grasoso que le increpa su mal comportamiento, pero él no lo escucha, solo continúa tecleando fuerte para que los golpes sobre las letras suenen en todo el salón:

enrams a ver  que Bauelvon e e n u gjetoa aer  cna  den un   sjeuntona gg dn  nden gpprofrjrejrnfg ddnfldjfunfn ruksicvjaskd,ckcicifdjtfuamdejduttkfkdfdm. La grrriq a ee aaeoeaKMODAMAXAJFDFMJADJNJFNVUVUVNRUTURI. Habia q en r a la guerpr aorjqiuren nosnoanaudnavvnpamffam,.. No go de e  rfna a amoddjf   amamdkdkfkfkfksdf.. L  af er dcnje  a auna djdoid adjpderned dncdcks`lmnam.,. .

La escritura en ese momento es un borbotón de rabia, expresando todo el dolor que sale de su corazón:

N0  e sunao ma emrmg rgmsokjggfgkmbkbmk. E sa s e xpeirniic aknkaen axkdjfk  cocndon mannab e qaznemekadàodjj gffjvovnggkfjvngn aosidjkakasddaofdvafdjvgnafkaqjsidjj.

Este retazo del collage de Mario Armando es la “cima” de la “sima”, ese acorde supremo que sube hasta lo más alto y desciende a lo más bajo de la interpretación de la vida. Es la expresión del Mario frente al Armando, del Armando frente al Mario, en un juego peligroso de la tensión a lo “Jekyll and mister Hyde”. El autor, en su libro, es el libro mismo, una especie de Frankenstein remendándose a sí mismo en una sutura ontológica en donde se funden el creador y lo creado. Creatura bella y monstruosa que deambula en las orillas de la ciudad y de los recuerdos que vuelven una y otra vez como látigos de expiación perpetua. Es la epifanía del martirio moldeada en letras, palabras y frases que se instalan en la novela como un performance transparente y honesto de la vida propia.

A estas alturas de la vida, el autor no pretende exaltar la belleza… ni nada, solo recurre a la posibilidad de creación desde lo “sucio”, una suciedad que siempre ha estado maquillada porque es incómoda. Aquí, los rostros han sido despojados de sus máscaras y se acude a los mundos esotéricos del tarot, la magia, Jung y oscuros misterios arcanos para buscar en los mundos simbólicos esas otras posibilidades que de pronto están allí, ocultas tras las sombras, pero potentes y reales.

La única coordenada de esta obra es esa Latitud Cero que ni el autor tiene clara, pues su brújula gira y gira como el tango de Discépolo. Nadar en la mar-océano, sumergirse en aguas profundas y furiosas, salir a respirar… y ahogarse infinidad de veces… y llegar al otro lado, como el perro, con la punta de la cola seca, como indica el I Ching… esa es la ruta… una ruta trazada en el collage de letras, palabras y oraciones que divagan en elipsis de tiempos muy antiguos y muy nuevos, tiempos que pasan vertiginosamente creando la tormenta perfecta. En esta maraña existencial, orbitan las imágenes del artista pereirano Robinson Obando, que son la cartografía de la narración, en un bello collage expresionista, técnica de la cual es maestro. La obra plástica que acompaña la novela surge de una pasantía artística de Robinson en la residencia del autor en Popayán, en la cual, escritor y artista plástico cohabitaron durante meses en una acción de creación conjunta pletórica de misterio, magia, surrealismo y arte.

En esa amalgama forjada en los talleres de la imaginación y la memoria, Mario Armando (con sus textos) y Robinson (en imágenes) tejieron los mapas de rutas alucinantes, situaciones y personajes que renombran el pasado y el futuro. Allí también estoy yo, en la manera particular como el autor me incluye, en medio de otros y otras que, como flores del mal a lo Rimbaud, surgen de los pantanos de la existencia: Martín Rueda, el Flaco Claudio Mario, El Hipócrita Lector, Flavio Zapata, Homero Giraldo, Gil y Vásquez, Margot, Juan Manuel Lorca, Waldo Ospina, Edgar Checo, la femme fatale Cristal… formamos una comparsa funambulesca y ebria que deambula por las calles de Kumanday, como el autor nombra a Manizales.

Después de esta novela-tormenta que quita las máscaras como lo pregonaba Antonin Artaud, viene una calma, porque la vida es de vaivenes de tempestades y calmas, como bien nos enseñó Shakespeare, y esa calma se refleja bellamente en el último párrafo de “Latitud Cero”:

La doctora me recibe calmada y sonriente y me extiende una manta bordada en gruesa lana blanca. La recibo temeroso. Entre los hilos del tejido se asoman dos pequeños ojos azules celestes que vienen de allá, de otra latitud, de algún lugar ubicado por fuera del mundo.

Exposición

Cuelgo en esta columna, algunas de las obras expuestas en las paredes-páginas de la novela Latitud Cero, transformada en una performancia novedosa que sutura lenguajes gráficos y escriturales como obras de arte que giran una en torno a la otra. Los collages del artista pereirano Robinson Obando no son ilustraciones ni representaciones, son personajes en papeles que acentúan el barbarismo, la sinceridad y la espontaneidad de este trabajo creativo que podría acercarse a lo expresado por Artaud en su obra “El rostro humano”, porque en los collages de Robinson hay también muchos rostros.

Referencia bibliográfica: Valencia Cardona, M. A. (2024). Latitud Cero. Lecciones de equilibrio. Buenos Aires: Hespérides.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

En el viñedo de don Adán

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Acabo de recorrer otro cultivo poético de don Adán López. Se trata de un viñedo del cual ha fermentado los poemas que aparecen en su libro: Lo que el otoño me dejó y cantos. Sus vinos están embotellados delicadamente y los tonos oscuros y misteriosos de los tintos se iluminan con los rayos de los claros elíxires. Cada recipiente de cristal tiene en sus etiquetas las palabras que expresan el contenido y los sabores. Delicados o fuertes aromas de jardines, todo depende del año, el momento del día o la noche y la concurrencia de los elementos naturales. Esto solo se puede apreciar al destapar los corchos.

Don Adán es ante todo un viticultor de la vieja escuela romántica: “Todas las noches, las estrellas miran desde arriba y ven cómo sufre quien espera y ve que lo esperado es falsedad, que se presenta cual una aparición ligera, una exhalación nada más. Ese algo es ilusión, mentira, sueño; una locura, un divagar, un ir sin saber hacia dónde” (Tiempo sigiloso). Porque los románticos se refugian en las cavernas platónicas de sus almas y desde allí, aunque rehúyen el barullo de la sociedad, sueltan los suspiros y lamentos como susurros de vientos sutiles.

Veo una rosa bajo los hilos de la lluvia. Se estremece, pero no cae. ¡Pobrecita, azotada por el viento y sin consuelo! Flor de aflicción entre las tormentas azarosas de la vida. La vi crecer y languidecer. Luego la contemplé desplomándose hacia el nadir, como se hunde una estrella después de haber hecho su recorrido por la vasta región del infinito” (Rosas bajo la lluvia de noviembre). Poema en memoria de Rainer María Rilke, de quien bebe también sus vinos tormentosos y apasionados.

El corazón del poeta palpita en cada sorbo, y lo impulsa a dedicarles a sus amadas letras teñidas de nostalgia, en este caso a Juliana: “Con mis ojos recorro el camino que conduce al lugar en donde tuve mis afectos. Cansado, vencido, reticente e infiel, soy quien soy, un Ulises que el cielo no rechazó, ni tuvo en cuenta”. Así, peregrino del amor, se extravía en los laberintos del camino y se atreve a desafiar lo divino: “Te doy mi bendición, ángel travieso, y no preguntes siquiera por mi nombre” (Bendición).

El poeta bohemio y delirante también vislumbra el sufrimiento y dedica su inspiración a quienes el poder humilla… “también los brotados del seno de la tierra, como buenos hijos del Universo, pueden alzar la voz y proclamar su identidad al infinito” (No solo lo dorado). Sus andanzas se extravían en la memoria, porque “son las hojas del libro sagrado de nuestra propia historia. Algunas son tan negras como el cieno; otras tan blancas, que relumbran como los cristales bañados por la lumbre matutina” (Lo que se dice). En la penumbra, antes de apagarse, la memoria deambula… Don Adán arrastra sus palabras fatigadas desde la infancia, pues martirio y pesadumbre han sido sus compañeros en el divagar insomne.

El poeta es el héroe, viejo y cansado, frustrado y víctima de su propia creación y anhelos: “Es recomendable llevar una vida agitada y buscar todos los medios para morir joven. Después que nadie diga que no se divirtió. Tener muchos amores y marchitar las flores de su florido Edén. Eso sería lo ideal, pero la vida no es algo que se pueda programar con entera precisión” (Para ser un héroe moderno).

Al final de los días, en el ocaso, ya la mirada cansada y el cuerpo espectral, el horizonte es oscuro y el mar no es mar, “otra mancha verdosa de aceite baña la playa desolada, haciéndola más sombría que una enorme montaña. El puerto sórdido repleto de turistas y de restos de naufragios que no sé cómo ocurrieron” (El papel).

El canto se vuelve eco, tropezando torpemente por paredes y abismos… dejó de ser trueno y ahora es murmullo,

El círculo de la luna tras la palma.

Una hostia que habla

sin palabras.” (Cantos de luna)

Así, don Adán se hunde en el torbellino del tiempo, en una renuncia silenciosa que lo lleva hacia esos mundos que trató de alcanzar con sus palabras; de todos modos, algo queda:

En una pupila, asoma una perla transparente. Grande es el dolor que la ha arrancado de la parte más oculta, en que las cosas secretas se quedan aletargadas, como en un lago silente. Los arcanos tienen llaves que encierran mensajes indescifrables” (Una lágrima).

Referencia bibliográfica: Adán, L. (2023). Lo que el otoño me dejó y cantos. Medellín: Magenta Editorial

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Música de las esferas

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 El pasado mes de noviembre se celebró el Primer Festival Nacional de Música de Órgano en la ciudad de Manizales, que es una iniciativa de Juan Sebastián Palacio Zuluaga, organista de la Basílica de la Inmaculada, y Károl Muñoz Galván, organista de la Catedral Primada de Colombia. Este evento es la posibilidad de recuperar las tradiciones artísticas de una ciudad que en sus orígenes tuvo escuelas musicales importantes y en cuyo ambiente sonaban de manera permanente los sonidos de pianos, guitarras… órganos y cantos gregorianos.

Para mí, la música que eleva el espíritu y me transporta a esferas celestiales es la de órgano. En la música clásica, mis preferencias siempre han estado con Joan Sebastian Bach, y uno de los sentimientos más telúricos que he tenido es cuando asistí, en Sao Paulo, Brasil, a una misa en el Monasterio de Sao Bento, la cual es celebrada con órgano y canto gregoriano. Recuerdo que cuando empecé a escuchar los sonidos del órgano y el coro integrado por monjes benedictinos, mi piel se erizó y en un estado de trance, en donde creí que levitaba, mis ojos se encharcaron, ¡esa sí es una experiencia mística!

Hay muy pocas ciudades hoy en día en el mundo que celebran los oficios con órgano y canto gregoriano, y Sao Paulo es una de esas. En Manizales, en la primera mitad del siglo XX, se podía asistir a liturgias acompañadas de estas dos expresiones musicales, y había coros de canto gregoriano y organistas. Una imagen imborrable en mi vida, cuando era niño, es la del maestro alemán Karl Ludwig Schweinenberg, maestro de capilla de la Catedral Basílica de Manizales, organista y director coral, interpretando el órgano. Muchas veces lo encontraba por los alrededores de la Catedral en sus andanzas matutinas y bohemias. Recuerdo que me impactó la noticia de su muerte en 1982 cuando un automóvil lo atropelló al frente de la Catedral, pues el maestro Karl fue un referente de esa época en nuestra ciudad de grandes músicos y escuelas como la “Schola Cantorum Santa Cecilia”, que era la Academia Diocesana de Música. El maestro Karl, también fue, en 1950, director del Conservatorio, en época de la administración de la Escuela de Bellas Artes de Gonzalo Quintero, periodo que duró hasta 1954.

Larga es la tradición musical de Manizales y estas expresiones clásicas, órgano y canto gregoriano, eran parte fundamental de su acervo cultural. Por este motivo celebro que gracias al empeño de artistas jóvenes se estén promoviendo de nuevo. Pude asistir a las presentaciones programadas y definitivamente fue una experiencia… ¡de otro mundo!

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

 

Bolívar, mi paisano

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En la vereda Pueblo Rico, municipio de Neira, Caldas, hay un monumento a Simón Bolívar. Se trata de una columna sobre la cual está el busto del Libertador, en donde figura una placa indicando que fue el primer Bolívar instalado en 1917 en el parque del mismo nombre en Neira, y que años más tarde fue donado a Pueblo Rico. En Neira, cuando estuvo en el parque, fue el eje de múltiples homenajes, de los cuales resalta el que se le brindó cuando se cumplió el centenario de la muerte del libertador en 1930 y todo el pueblo y sus autoridades civiles, eclesiásticas y militares le ofrecieron vistosos homenajes musicales, desfiles de bandas, misas y discursos veintejulieros.

De los Bolívares en Colombia, los que más representan el ideal patriótico son el “Bolívar Desnudo” de Pereira y el “Bolívar Cóndor” de Manizales, ambas obras del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancur. La otra escultura significativa de Bolívar, del artista italiano Pietro Tenerani, instalada en la Plaza de Bolívar de Bogotá, fue una de las primeras obras escultóricas que en homenaje a Simón Bolívar ubicaron en un espacio urbano de Latinoamérica. Así mismo, es la primera escultura de corte republicano que se instala en el espacio público de la capital de Colombia.

Se trata de obras grandilocuentes, pesadas y enormes, en bronce, las cuales le dan al personaje histórico vuelos míticos y sobrehumanos. En contraste con la magnificencia de estos monumentos, en mi memoria está la imagen del escultor Arenas Betancur, borracho, viejo y sabio pregonando que la estatua de Manizales era la gárgola que le faltaba a la Catedral. El maestro deliraba, lo mismo que Bolívar en el Chimborazo, embriagado de grandeza.

Estos Bolívares que se encuentran en las plazas de la mayoría de pueblos y ciudades de Colombia, representan el heroísmo que se le atribuye al libertador. Desde muy pequeños, se nos ha recalcado la proeza libertaria de Simón Bolívar, e instaurado en nuestras mentes su imagen soberbia sobre Palomo, el mítico caballo blanco, imagen que tenía similitudes con la de Napoleón en su caballo Marengo, también blanco y enorme. Luego, nos dimos cuenta que estos héroes no tenían físicamente la dimensión de sus representaciones pictóricas y escultóricas, pues eran de estatura pequeña, como se aprecia en la estatua de Pueblo Rico.

Y es que este sencillo Bolívar… Bolívar-niño-grande, me conmueve más que los gigantescos y delirantes. Este Bolívar, mi paisano, como de juguete, me hace recordar los soldaditos de plomo, que en mi lejana infancia me acompañaban en sueños creativos de mundos en donde la muerte era un juego delicioso y no moría nadie, pues todos resucitábamos alegres para abrazar a los vencedores, porque antes que enemigos, éramos amigos que reemplazábamos la violencia por el goce de la vida.

Bolívar, mi paisano, es también mi amigo, pues él y yo entablamos, cada que lo visito en Pueblo Rico, diálogos imaginarios en donde deambulamos por los caminitos, veredas, montañas, ríos, lagunas y bosques de estos Andes bienamados. A él le cuento mis triunfos, mis pasiones, mis desventuras y desamores. También junto a él, en la esquina de la casa de don Rogelio, en donde está instalado el busto, se reúnen los contertulios de la vereda a charlar asuntos de memoria ancestral, colonización, e historias de vida y muerte. Para mí es una delicia participar de estas reuniones cuando voy a Pueblo Rico.

Este Bolívar, mi paisano, tiene la actitud perenne del contemplador, su mirada es soñadora y tranquila, con el azul del cielo y los mares, el blanco de las nubes y el barro de los caminos. En él, lejos están sus arrebatos libertarios en el Monte Sacro, la exactitud milimétrica del proyecto geopolítico de la Carta de Jamaica y el delirio “mesiánico” sobre el Chimborazo. No, este Bolívar, mi paisano, es juguetón, cual niño, más real que ese otro, idealizado y mitificado hasta la tortura, como fue casi toda su vida, a pesar de la gloria, pues el haberse echado como Atlas el mundo encima, tiene su precio y la paga es costosa.

El otro Bolívar, el “histórico” y su tragedia, están suficientemente documentados hasta la saciedad; defensores y detractores todavía se enfrascan en la trayectoria de un hombre que luego de su triste agonía en cuerpo y alma, muere en Santa Marta, rodeado de abandono, pobreza y traiciones para ser subido, posteriormente a los altares de la “gloria”, la cual siempre es un engaño.

Para mí su verdadera grandeza radica en lo humano, con sus virtudes y defectos, que los tuvo, y muchos. Y en esa grandeza, me he encontrado este Bolívar, mi paisano, mi amigo, en la esquina de un pequeño poblado, rodeado de viejas casas campesinas de bahareque, tejas de barro y amplios corredores, que me permite ver un ser de rostro plácido, sin la adustez de esos otros que adornan las plazas de muchos lugares, pesados, duros y fríos. No, este Bolívar, mi paisano, está hecho de humilde yeso, pintado con los colores y el estilo en el que pintamos cuando somos niños, sobre una sencilla columna que testifica la donación hecha por mi pueblo Neira, en donde fue el primer Bolívar, a la vereda Pueblo Rico.

Este es el Bolívar que me ha cautivado, que me alegra cada que lo contemplo, porque es un paisano más en un pequeño caserío, testigo perenne del paso mío y de mis paisanos, sencillos como él, sin pretensiones, con la parsimonía de las vidas tranquilas y lentas cuyo disfrute es vivir enmarcados por un paisaje hermoso, de montañas de verdes de todos los colores, casas solariegas con fachadas de jardines y al fondo la vista espectacular de un Manizales del Alma que es hija de esos arrieros fundadores que pasaron por el camino en el cual ahora está Bolívar, mi paisano, también arriero, testigo sin afanes del río del tiempo.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Imágenes de Bolívar de la vereda Pueblo Rico, en el Municipio de Neira, Caldas, en la cual los contertulios de la vereda se reúnen para charlar. (Fotografías Carlos Mario Uribe)

El Declamador

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Las escuelitas en donde estudié mis letras iniciales, siempre estuvieron marcadas por espectáculos culturales en donde nunca faltaba el teatro, el canto y la declamación. En mi casa practicaba la entonación de las poesías, la puesta en escena y los gestos enmarcados por mis brazos y manos que agitaba cual molino de viento enfatizando las emociones. Era la época de clásicos de la poesía popular: El brindis del bohemio; Reír llorando; La gran miseria humana, El seminarista de los ojos negros, etc… extraídos de las pequeñas bibliotecas que había en las casas en donde no faltaban estas antologías populares. En mi caso, papá tenía unos cuantos libros que él apreciaba como tesoro: los famosos Almanaques Mundiales, que cada año salían en gruesos volúmenes con mucha información valiosa de historia, geografía, astronomía y notas de cultura general; las infaltables revistas Selecciones, en las cuales bebimos muchos de nosotros; los libros prohibidos de José María Vargas Vila, como Aura o las violetas; y estos libritos de poesía popular. Mi padre solía recitar de vez en cuando algunas estrofas de los mismos, y le encantaba sobremanera La gran miseria humana, de Gabriel Escorcia Gravini:

“Una noche de misterio
estando el mundo dormido
buscando un amor perdido
pasé por el cementerio…

Desde el azul hemisferio
la luna su luz ponía
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa,
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía.

La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía
y pulsaba el aura umbría
el arpa de los cipreses,
y en aquellas lobregueces,
de mi corazón hermanas
me inspiraron,
y con ganas
de interrogar a la Parca
entré a la glacial comarca
de las miserias humanas.

(…)”

El poema continúa en muchas estrofas más, pues es largo y delicioso.

Esta introducción me permite presentar a quien considero es uno de los últimos clásicos de la declamación en Manizales, mi amigo Armando de la Rosa, cuyo nombre no se dice, se declama, y quien “es frecuente ver caminar como poeta soñador por las calles de esta mágica ciudad con la lluvia y el sol a cuestas”, como dice de él el médico Uriel Buitrago.

Armando practica desde hace muchos años este arte escénico que se desarrolla frente a un público o grupo que observa y escucha, como testigo ocular y auditivo de la misma. Su interpretación puede ser colérica o pausada, con temas que generan polémica enfatizada con voz fuerte y ceño fruncido o silencios y susurros bien interpretados. Los buenos declamadores siempre generan asombro utilizando el rostro, los ojos, la voz, las manos y todo su cuerpo.

En la maleta, Armando tiene clásicos de amor, humorísticos, tristes, de fantasía, serios, anecdóticos, soñadores, nostálgicos, expresados con todo el sentimiento de alguien que los vive y transmite apasionadamente. Contemplarlo en acción es una experiencia inolvidable. Y para ello tenemos la oportunidad de admirarlo en la presentación que hará junto con su espectáculo artístico y noche de gala “Romance Lírico”, el 29 de septiembre en la Sede Social de Cootilca, calle 44 n° 23-52a, sector Cristo Rey, en donde actuará junto a reconocidos artistas como el grupo Rumba Flamenca y Árabe; Corazón Latino Show; y Son Varadero, que muestra la riqueza de ritmos afroantillanos como la guaracha, el son, la conga, la guajira y el son montuno.

Estos eventos son propiciados gracias a la gestión de Armando, quien voz a voz y con gran esfuerzo realiza toda la organización desde el contacto con los artistas, la difusión y el mercadeo, que es hecho de a pie, con lista en mano de quienes lo apoyan y a quienes visita, uno a uno, realizando la promoción, a la vez que también participa como artista con su presentación como declamador, que recomiendo por su calidad y puesta en escena, pues es muy grato volver a disfrutar de un espectáculo que hizo parte de los escenarios y veladas manizaleñas en épocas pretéritas y que ojalá hoy se recupere porque considero que es uno de los tesoros de nuestro acervo cultural y patrimonial.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Tertuliar con Alfredo

Yo era un muchacho estudiante del Instituto Universitario de Caldas y con muchas inquietudes, como todos los jóvenes. Los libros hacían parte de mi cotidianidad y leer era un placer y una manera de paliar las vicisitudes que por esa época me inquietaban. El compartir lecturas me daba la posibilidad de tener amigos, pues era tímido y ensimismado.

Manizales poseía un ambiente libresco, había muchas librerías en la Carrera 23, a las cuales yo acudía como a templos. Cerca al Parque Caldas estaba “Mi Libro”, de Pachón, su dueño, quien nos hacía recorrer los estantes repletos de libros como por un laberinto. “Atalaya”, de don Jorge, era otro sitio emblemático; él, su propietario, era un viejo malgeniado que se daba el lujo de atender a quien le daba la gana, porque si consideraba que alguien no merecía tal o cual libro, así lo tuviera en la librería, pues simplemente no se lo vendía, esto luego de un interrogatorio al cual sometía a los clientes.

En aquella época, mi catolicismo estaba en transición hacia un materialismo dialéctico con tintes esotéricos, por lo que revolvía mis lecturas y saltaba de un tema a otro. Por eso frecuentaba también la librería de “Las Paulinas”, que todavía existe, al frente del Club Manizales; aún conservo un afecto por este lugar, y de vez en cuando me detengo ante su vitrina para ver las carátulas de temas religiosos que alguna vez me interesaron. Hacia los lados de la Galería, había un sitio de libros usados con un hermoso y absurdo nombre, El Burro Pensante, en donde conseguí mis primeras obras de Marx, Engels, Oparin… En fin, menciono estas librerías de las muchas que había.

Pero también rodaban por la Carrera 23 las Carretas, que ofrecían libros como hoy lo hacen con frutas y verduras. Fui muy amigo de Osvaldo, un hombre alto y con aspecto de ogro que recorría la 23 de oriente a occidente y de occidente a oriente desde muy temprano, con su desvencijada carreta llena de libros de segunda.

En ese ambiente me crié y marcó mi vida. En ese ambiente empecé a conocer personas afines a mis inquietudes lectoras y fueron algunos de estos amigos los que me llevaron al primer sitio en donde conocí una tertulia. Se trataba de la tienda de Macario, en una de las cuadras que hoy ocupa el Centro Comercial Parque Caldas. Era una de esas tiendas mixtas, hoy en vías de extinción, en donde vendían productos de consumo cotidiano como arepas, panes, arroz, panela, plátanos, papa… petróleo, carbón… y en donde había unas mesitas de cantina y bultos sobre el piso en los cuales uno se podía sentar. Donde Macario se vendía también trago, y la gente, como mencioné, se sentaba en sillas o en los bultos, para charlar de todo.

Estos sitios eran como la continuación de las fondas camineras, su versión citadina, por lo que convocaban a gente diversa, desde obreros, vendedores ambulantes, zapateros… hasta escritores, profesores e intelectuales que organizaban charlas en torno a temas determinados ambientados en músicas populares como el tango, el bolero, bambucos, pasillos, son, etc.

Allí fui invitado la primera vez a presenciar una tertulia; yo era, como dije al principio, un estudiante de colegio, y cuando ingresé donde Macario, mi asombro fue enorme cuando vi a estos seres variopintos charlando de libros. Había algunos profesores de la Universidad de Caldas, y eso para mí era como estar cerca de seres enormes, pues mi gran anhelo era ingresar a la universidad y veía a quienes estaban en la universidad como inalcanzables. Era un privilegio escuchar lo que se conversaba, no participando, pues no hacía parte de estos círculos, pero el mero hecho de estar allí me inundaba de magia.

En medio de la tertulia destacaba un personaje del cual tenía alguna referencia, pues era escritor, poeta, y algún amigo me había pasado un libro suyo. Se trataba de Alfredo Bernal, profesor de la Universidad de Caldas y asiduo de la Tienda de Macario y sus tertulias. No fue inmediatamente que hice parte de estas discusiones, pero paraba la oreja para no perderme detalle.

Realmente fue cuando ingresé a la Universidad de Caldas, que pude tratar personalmente con Alfredo, quien también promovía una tertulia literaria con estudiantes y a la cual pertenecía mi amigo y compañero de estudios Jairo Hernán, fue con él con quien pude tratar a Alfredo y tener una relación más o menos cercana.

Yo nunca pertenecí a la tertulia de Alfredo Bernal, pues no he sido de tertulias de aula, siempre he preferido las de los parques o las tiendas, esas que surgen intempestivamente y con temas no preestablecidos, en medio de vahos etílicos, pero sí tuve la oportunidad de estar con él y con mis amigos Jairo Hernán y León Darío Gil, cuando conformamos el Colectivo Hojas Anchas, y Alfredo asistía a nuestros encuentros o nosotros lo visitábamos o en proyectos como el de la “7a Feria del Libro Vendible”, en donde se juntaron los libros de las bibliotecas de varias personas, y en un local al frente del Edificio El Triángulo se vendieron a muy bajos precios. Con el dinero recogido se realizó una tertulia de amigos en una finca, con todas las de la ley.

Alfredo era de tertulias, estimuladas por aguas espirituosas, porque los que somos de ese talante pensamos y sentimos que las cosas a palo seco no funcionan. Esos tiempos se han acabado y quedamos unos pocos que todavía le rendimos pleitesía a Baco para poder disfrutar de nuestros libros y charlas, en medio de poesía, música y buena compañía.

Y como la mazorca de la vida se va desgranando, pues uno de los que se ha ido es Alfredo, quien hace poco falleció en Armenia, en donde se había radicado hacía varios años. Nos queda el recuerdo de sus poemas, su guitarra y las canciones con las que nos deleitaba. Con Alfredo y mis amigos tertuliar era un goce y por eso, todavía, pero no con la frecuencia de antes, nos reunimos a botar corriente y a recordar a esos seres que como Alfredo están en nuestro panteón de la Sociedad de los Poetas Muertos.

Y como epitafio suyo, dejo este soneto de su libro “De cosa varia”, publicado en 1998 por la editorial “El Propio Peculio”:

Canción última

Todo el amor que tú me diste un día
se fue quemando como leño seco,
hoy queda ya un dolor, tal vez un eco
de ese amor que se fue y yo no sabía.

Fue como voz lejana y melodía
cuyas notas volaron hacia el cielo,
canción que como luz en el desvelo
no alumbrará ya más mi medio día.

Sin embargo el recuerdo de tus ojos,
de tus manos azules, de tus labios,
sigue en mi alma en torturante celo.

Mi vida seguirá cual sigue el viento,
sin tu voz, sin tus ojos, sin tu aliento,
hasta que al fin de mí se apiade el cielo.

Alfredo Bernal Villegas. (Dibujo de TiN)

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

La “Mimo” de La 23

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Nataly,
sólo un poema delirante puede acercarse a ti;
sólo unas palabras bamboleantes te pueden acariciar,
palabras que cabalguen, como tú, en la espina dorsal de esta ciudad alada.

Saltaste de precipicio en precipicio,
hasta el último día en que tus ojos tristes
decidieron no derramar más lágrimas.

El árbol de la vida,
el árbol de la muerte,
el cual decidiste adornar como péndulo de horas cansadas,
se transformó en el axis mundi de tu último destino;
por el trepaste hacia tus sueños,
forjados en el fragor de miasmas, bohemias
y desamores.

Fuiste compañía inasible
de esa calle sagrada,
de esa carrera 23 que nos ha marcado el camino.

Sobre tus huellas mis huellas,
sobre mis huellas las tuyas;
tus miradas y las mías se esquivaron y encontraron multitud de veces,
en una danza existencial que ahora continúas
en otra parte,
regalando sonrisas y alegrías,
esas que te fueron escasas.

Con tu máscara de mimo,
pretendías ocultar ese dolor que no era sólo tuyo,
pues también lo compartimos,
como seres humanos,
demasiado humanos.

Nataly… la “Mimo” de La 23…
¡que encuentres dicha en ese más allá!

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

“¡De malas!”

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Henry David Thoreau, en el libro “La desobediencia civil”, publicado en 1849, plantea su tesis acerca, precisamente, de la desobediencia civil. Este autor aplicó en su vida los principios que exponía, como por ejemplo negarse a pagar impuestos, lo cual le acarreó prisión. Su actitud frente al Estado consistió en negarse a colaborar con un régimen que justificada la esclavitud y emprendía guerras sin razón, en ese momento la de Estados Unidos contra México.

La resistencia de Thoreau a la autoridad del Estado tuvo repercusiones mundiales e influenció directamente, desde la No Violencia, a personajes como Gandhi en la liberación de la India y la campaña de Martin Luther King por los derechos civiles, en Estados Unidos. Hoy en día es la inspiración de movimientos sociales como la objeción de conciencia, contra el militarismo, las violencias y los abusos de la autoridad.

En definitiva, es la lucha por la libertad desde el respeto y la No Violencia. Por eso quiero referirme a tres situaciones que han ocurrido recientemente con actitudes de mujeres colombianas, y que repercuten a nivel nacional e internacional.

La primera tiene que ver con Francia Márquez, nuestra Vicepresidenta, a quien se critica desde todos los ángulos de la intolerancia por ser negra, pobre y mujer. Los sectores oscuros de la sociedad la han emprendido contra ella cada vez que actúa, ejemplo, el viaje a África; como decimos coloquialmente, “se la tienen montada”. No hay discusiones de fondo en los asuntos que tienen que ver con su importante trabajo como vicepresidenta, solo noticias faranduleras y amarillistas.

Frente a tantos ataques maledicentes e injustificados, la Vicepresidenta ha respondido con frases que son del lenguaje popular de resistencia, de la gente del común, que también es una manera de enfrentar la autoridad y el poder soterrado de quienes no desean los cambios: “¡de malas!”. Esta frase contundente surge desde lo más profundo del pueblo, porque es un lenguaje “vulgar”, del vulgo, de la base, de las masas, de esas que ahora pueden tener voz y representación en una mujer salida de los estratos más humildes.

La otra mujer a la que “se la tienen montada”, es la ministra Irene Vélez, por su utilización de tennis en los actos protocolarios, por ejemplo, la reciente visita oficial a España. Muchos medios dedicaron las notas periodísticas a criticar el hecho de que la ministra no respetara el protocolo, a lo cual ella respondió de una manera que expresa la forma como asume su trabajo y su vida: “se trata de ser libres”, porque con este acto simbólico, desea reflejar que por encima de los acartonamientos y las imposiciones institucionales, está la libertad.

Por último, menciono a Verónica Alcocer, esposa del presidente Gustavo Petro, quien bailó mapalé en las calles de Madrid, y, ¡claro!, los medios enfocaron su atención en este “mal comportamiento” de una primera dama y también “se la montaron”. Ella respondió que se trataba de demostrar sin vergüenza las hermosas tradiciones populares de Colombia. Porque nuestra identidad es resistencia, es empoderamiento, son nuestras raíces de las cuales debemos sentirnos orgullosos.

Estos simples hechos, reflejan la lucha que persiste entre el control y el autoritarismo frente a la resistencia, una resistencia que se manifiesta hoy en día, afortunadamente, desde lo simbólico, lo cultural, lo popular, la No Violencia creativa. Por eso, cuando se nos pretenda imponer reglas y normas que violen los derechos y la libertad, ejerzamos el humano y sagrado deber a la “desobediencia civil”, porque no es que las cosas por legales sean justas… y a quienes pretendan continuar imponiendo la mentira, el odio y la violencia contra la libertad, entonemos al unísono con Francia Márquez: “¡de malas… que se jodan!”

Mahatma Gandhi (dibujo de TiN).

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

 

 

 

 

Héctor Hernando López y su iceberg

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El poeta invitado en nuestra columna es Héctor Hernando López Hincapié, quien nació en Anserma, Caldas, y vive en Manizales desde hace muchos años. He leído su último libro “Presencia y distancia”, publicado por la Secretaría de Cultura de Caldas en la colección “Libros al aire”, del cual, para reseñarlo, voy a retomar la idea de Ernest Hemingway sobre la literatura como iceberg, en este caso, los que denomino poemas-iceberg de Héctor Hernando. Se refiere este concepto a que los textos siempre son la punta del iceberg que asoma una pequeña proporción de su inmensa mole que en mayor porcentaje se encuentra sumergida en el océano, porque así es la creación, el resultado de toda una vida de experiencias, de la cual surge un toque leve, en este caso, con forma de poema, y más específicamente poemas breves.

Me voy a enfocar en los que aparecen de mínima extensión en el libro de Héctor, textos leves como la brisa y profundos como el mar: “Palabra altisonante/imperfecta y escondida/incapaz de explicar/el silencio de la tarde”. En el anterior poema, imagino al autor ensimismado y aturdido frente a un atardecer de Chipre, consciente de la incapacidad de las palabras para nombrar el éxtasis, el cual solo es posible esbozar en un susurro.

Y es que en los silencios, él encuentra la esencia de las palabras: “Lo que nos dijimos/fue lo que más/pudo acercarnos”. Son tres versos contundentes y limpios, gotas que caen en el pozo de un alma transparente. Pero también un alma atormentada: “Nunca escribo/para satisfacer/deseos insulsos./Lo hago para luchar/con esos demonios insondables”, pues el acto creativo surge de los pantanos, como las flores de Baudelaire, como las flores más hermosas, cuyo aroma nos atormenta, como las flechas de Cupido.

Y es que ese demonio del amor, gusanito que nos habita como parásito sin posibilidad de expulsar, suena de la siguiente manera en sus palabras: “La vajilla,/el butaco de madera/y la mesa donde escribo/como nuestro amor/se fueron desgastando”, porque, como continúa en otro poema: “En el verano de mi juventud/te amé,/ha llovido mucho/desde entonces”.

Es la maldición existencial de los poetas, de sus lamentos: “Tendré un mediodía/de ilusiones/con la esperanza/incierta/de estar equivocado”; que siempre, al final de las jornadas, exclama en la derrota:

Solo el amor puede lograr

que un hombre espere

con encanto

un amanecer

sin la angustia de pensar

en sus muertos.

 Referencia bibliográfica: López Hincapié, H. H. (2022). Presencia y distancia. Manizales: Secretaría de Cultura de Caldas.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Pajarero

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Camuflado entre los árboles del bosque en una de las montañas de Villamaría, “Memo” espera con paciencia una aparición, una visión de fantasía que premie el tiempo dedicado a meditar sobre la naturaleza mientras llega el objeto de sus deseos, un ave, un pájaro que provoque de nuevo el asombro en todo su ser, pues cuando esto sucede, todo el encanto del mundo se intensifica y trae sensaciones indescriptibles que solo pueden percibirse in situ.

Luis Guillermo Valencia Rendón, “Memo”, es una de esas personas que hoy en día se denominan “pajareros”, quienes dedican su sensibilidad al avistamiento de aves, que en nuestra región tenemos en mucha cantidad y diversidad. Él ha dedicado gran parte de su vida al trabajo ecológico, construyendo redes entre personas y colectivos mediante las caminatas que emprende con grupos por distintas regiones de nuestra geografía. Es un amante de la Pacha Mama y practica este amor desde todos los escenarios en los cuales se compromete.

“Memo” es el fundador del grupo de pajareros AndinAve, que realiza avistamientos de aves en diversos lugares del Parque Nacional de Los Nevados. De allí surgió la idea de gestionar ante el Concejo de Villamaría, Caldas, la denominación como ave emblemática del municipio al “Chivito Paramuno”, un colibrí endémico del Parque Nacional de los Nevados. Dicha iniciativa fue aprobada por el Concejo de este municipio, lo cual permitirá la protección de nuestros bosques, su fauna y flora.

Con base en esta propuesta ya materializada, otros grupos ambientalistas han retomado la idea en sus localidades para la escogencia de aves emblemáticas; es el caso de la vereda Pueblo Rico, Neira, en donde “Memo” asesora a los líderes comunitarios en la redacción de este proyecto, mediante el cual se plantea, desde una consulta con la población, nombrar el ave que represente la historia y el presente ecocultural de esta hermosa zona caldense. Al frente de la iniciativa está Mauricio Zuluaga, quien en su finca Cañón del Guacaica, promueve el ecoturismo y el avistamiento de aves.

Esperamos que esta bella iniciativa se convierta en realidad, como se logró en Villamaría, y de la mano de Mauricio “Mao” Zuluaga y Guillermo “Memo” Valencia tengamos un bello símbolo que nos represente ante el departamento, el país y el mundo como integrantes de este Paisaje Cultural Cafetero que ha permitido enorgullecernos de nuestra identidad a partir de la riqueza humana y natural que se nos ha dado con generosidad, para respetarla y convivir en equilibrio, porque como dicen los ancestros, la naturaleza no es de nosotros, nosotros somos de la naturaleza.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

“Alzados en almas”

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Ha partido el comandante de los “Alzados en almas”, nuestro querido Wadis Echeverri Correa. Sus gritos por el arte, en vez de gritos guerreros, seguirán resonando como ecos de esperanza y libertad. Ahora, su báculo hollará las nubes, esas que lo guiaban permanentemente por los caminos de la vida, como Quijote andariego.

De Wadis encantaba su sencillez, que se reflejaba en la forma de vestir. Siempre en usanza montañera, camisa remangada y sombrero aguadeño, con zurriagos o báculos que le daban un aire de profeta. Su rostro tenía todas las características del campesino, siempre se me pareció a la de mi abuelo, angulosa y con el bozo fino y bien cuidado.

Son muchos los recuerdos que tengo de él, desde su programa de radio, con el inolvidable lema: “Buenos días, tarde…” en Radio Manizales, hasta la lectura del que considero el primer fanzine en Colombia, su “Correo de los Carrapas”, publicación artesanal fotocopiada y cuyas artes elaboraba a puño y letra. Eso siempre lo admiré y me causaba asombro que no hubiera pasado a otras tecnologías editoriales.

Me lo encontraba en eventos culturales en Manizales y también en los encuentros de escritores de su natal Filadelfia, hacia la cual tenía un amor entrañable a pesar de las difíciles situaciones que allí le ocurrieron.

En sus trashumancias por muchos sitios del país, “báculo en ristre”, sobre un caballito de palo de escoba, anduvo enderezando entuertos mediante la palabra y el carnaval, porque eso era él, un carnaval andante, un arco iris que iluminaba los lugares oscuros marcados por la violencia, la soledad y el miedo. Sus incursiones en actividades sociales y políticas fueron precursoras de las formas que hoy se utilizan para expresarse frente a los gobiernos, mediante la danza, la literatura y el arte.

Eterno jardinero, su oficio lo llevó a convertirse en el cuidador de los poemas-flores de la Casa de Poesía Silva, en donde María Mercedes Carranza lo acogió, como reconocimiento a quien, como genio y figura, era en sí un ser humano-árbol-poeta-jardín ambulante. En Wadis se expresa perfectamente la metáfora de nuestra mitología originaria, en donde la naturaleza se consideraba una totalidad, múltiple y diversa, como era nuestro entrañable amigo, metamorfosis de fauna, flora, agua, tierra, aire, fuego.

Querido Wadis, ahora eres memoria sagrada, savia, sabiduría ancestral, presente y futuro. Eres fuente primigenia de nuestra sutura ontológica, que nos permite recibir tus beneficios desde el sol, la luna y las estrellas. Nos seguirás bañando con tu rocío multicolor y la brisa de tu recuerdo acompañará, por siempre, nuestros caminares, nuestros andares quijotescos por estas breñas en las cuales tú creaste los senderos y los dejaste para el enriquecimiento de nuestra cultura y de nosotros como integrantes, apreciado comandante Wadis, de la tropa de los “alzados en almas”.

*Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Una “Luz” en las sombras

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 Luz Marina Carvajal Cardozo ha dedicado la mayor parte de su vida laboral al apoyo pedagógico de estudiantes con capacidades diversas, dadas desde su condición como personas que presentan discapacidad visual, ceguera y baja visión irreversible, acompañamiento institucional y familiar. Ella es psico-orientadora egresada de la Universidad Católica de Manizales, con especialización en Educación Personalizada y se hizo tiflóloga en el Instituto Nacional para Ciegos, Inci, con y para la población que presenta discapacidad visual.

Su trayectoria inicia como docente rural en la vereda Los Caímos del municipio de Risaralda, Caldas, y luego en la Institución Educativa Santa Rita de la vereda Maracas, en el municipio de Manizales, y en el año 1982 participó en capacitación-concurso para enseñar a personas con discapacidad visual en el Instituto Nacional para Ciegos (Inci), en donde empieza a trabajar al año siguiente en una labor ininterrumpida hasta el año 2010 en que se jubila.

Luz Marina, empieza a utilizar estrategias incluyentes (todos con todos y para todos), cuando al llegar al Inci crea el Taller Recreativo, Expresivo y Cultural, vinculando con esta población a hermanos, primos e hijos de funcionarios de este centro de rehabilitación, personas, estas últimas, videntes que sirvieron de apoyo y fortalecimiento de los procesos académicos, recreativos y artísticos, pues en dicho taller se trabajaba la improvisación teatral, las salidas pedagógicas, la implementación de áreas curriculares. Esta estrategia educativa incluyente valora por igual las capacidades de las personas, sin importar su condición social, económica, de raza o biológica. En el caso de las personas con discapacidad visual, se optimizan todos los recursos para que su desempeño en los diversos contextos se dé en igualdad de condiciones con las demás personas que solo difieren en sus características individuales.

Quienes presentan discapacidad visual son diferenciados en cuanto a la percepción de luces, colores, sombras o bultos, lo cual es aprovechado haciendo uso de ayudas o herramientas que les permite la adquisición de destrezas que sustituyen sus carencias visuales, con la posibilidad de movilizarse en espacios conocidos como el hogar, o abiertos, como la calle, patio de descanso o el poder acceder sin mayores dificultades al conocimiento.

En este punto, Luz Marina tiene un amplio reconocimiento a nivel departamental y municipal en cuanto a su creatividad para la construcción de ayudas didácticas que apotan en procesos educativos; así sucedió en el encuentro de funcionarios del ICI, asesores del MEN, Secretaría de Educación de Manizales, algunas compañeras de la Unidad de Atención Integral, UAI, de ese entonces, hoy programa de inclusión, realizado en Medellín en el año 2004, en donde su trabajo fue reconocido públicamente al participar en el diseño de las orientaciones pedagógicas en atención a la población en condición de discapacidad visual.

Con su ingenio ha diseñado recursos variados para la enseñanza del braille y ábaco, adaptando estos elementos para la formación de grupos de personas como docentes en formación. También ha elaborado ayudas pedagógicas para que esta población pueda interactuar con el arte, la literatura, la música y muchas otras expresiones culturales. En esta construcción de materiales pedagógicos recibe el apoyo de su hermano, el artista plástico Jorge Carvajal “Chirico” y su hermana Marleny Carvajal con quienes ha conformado un equipo de trabajo creativo y permanente para que este quehacer permanezca, asumiendo procesos de enseñanza con estas personas que tienen maneras de percibir diferentes.

Después de jubilarse, Luz Marina continúa su misión como docente de apoyo a la población en mención, ciegos y de baja visión irreversible, con el Departamento de Caldas y el municipio de Manizales, hasta el año 2021 en que se desvincula de estos procesos contractuales y se encamina a un trabajo personal en el desarrollo de herramientas y procedimientos para interactuar con las poblaciones que han sido el motor de su vida profesional y humana.

He querido titular esta columna con la palabra “Luz”, porque Luz Marina es eso, un faro en el camino de tantas personas a quienes la sociedad muchas veces ha excluido por una condición que puede ser transformada en otras capacidades, pues los seres humanos, todos y todas, tenemos múltiples habilidades que se compensan unas a otras, y eso es lo que ha realizado Luz Marina Carvajal Cardozo, en un trabajo que merece todo nuestro agradecimiento, respeto y admiración.

Mapa político de Caldas elaborado por Marleny Carvajal C. y Carolina Pamplona a quien Luz Marina Carvajal Cardozo orientó cómo elaborar material didáctico en alto y bajo relieve con diferentes texturas, para personas con discapacidad visual.

Ábaco japonés elaborado por Jorge Carvajal Cardozo “Chirico”, para personas con discapacidad visual.

Tipos copio o plantilla guía de escritura a lápiz, de varios renglones, para escritura braille.

Kit adaptado para matemáticas (regla, escuadra y transportador), para personas con discapacidad visual.

 

 

Libros en Inquisición

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Por estos días, en Pensilvania, Caldas, hicieron una pira funeraria… perdón, una pira literaria con libros de la Biblioteca Municipal, cuya humareda se divisó desde muchos kilómetros a la redonda. La iniciativa fue del alcalde, quien ordenó a la directora de la biblioteca que se deshiciera de esos libros inservibles. La funcionaria obedeció sin ningún miramiento, sin contemplaciones, cumpliendo la orden al dedillo.

Cuando leí la noticia en el periódico vinieron a mi mente sucesos trágicos para la historia de la humanidad: la Biblioteca de Alejandría, el holocausto nazi, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, etc… como acciones de aniquilamiento cultural en donde el conocimiento y la sabiduría producida fueron consumidos en hogueras incitadas por el fanatismo y el odio. Me pareció inaudito que hoy todavía sucedan estas cosas, pero luego de reflexionar, me di cuenta que esto pasa de manera frecuente.

Las bibliotecas de libros físicos están desapareciendo, reemplazadas por archivos digitales. Hay un desprecio generalizado por estas obras que lo único que hacen es ocupar espacio. La consigna es destruirlas, prenderles fuego, convertirlas en cenizas de las cuales no volverán a resurgir como el Ave Fénix.

Soy un enamorado de los libros en papel, de sus olores, del polvo que acumulan en el paso del tiempo. Abrir un libro es para mí un acto de magia; al desplegar sus hojas ingreso en portales de ensueño y maravilla. Admirar las cubiertas, las carátulas, los tipos de letra, las ilustraciones, en fin, todos los elementos que han permitido crear estas obras de arte, significa el viaje, la aventura… el caminar por mundos de vida y muerte, acompañado por seres visibles e invisibles que nos habitan y habitamos desde los arcanos innombrables y eternos.

Considero que los libros físicos, si bien no son tan funcionales como los digitales en esta época de inmediatez, deben permanecer como testimonio y memoria arqueológica de una era bella en que lo artesanal era implícito de la creación… y todavía quedamos algunos especímenes a quienes nos gusta manosear, oler, saborear y disfrutar de un buen libro, ojearlo y penetrar en sus misterios, los cuales nunca dejarán de asombrarnos. Amo mis libros viejos y nunca dejarán de ser los compañeros incondicionales del tránsito por la existencia. Me declaro integrante de la resistencia contra la pérdida de la memoria, esa que atesoramos en los libros de papel, como baúles encantados, porque si son combustible, únicamente es para avivar la imaginación sin límites.

*Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Astrología

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En estos días se generó una polémica por la supuesta equivocación que tuvo la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, en una intervención en el Planetario de Bogotá, ante el grupo de niños y niñas que viajarán a la Nasa para una visita especial a sus instalaciones. Ella dijo que este tipo de actividades permitirán que en el futuro se conviertan en “astrólogos”, en vez de decir “astrónomos”.

Yo creo que no es una equivocación, sino más bien una propuesta, pues la astrología, que es la precursora de la astronomía, tiene, para mí, más profundidad humana. Desde la etimología, la astronomía proviene de dos palabras del griego: astro (estrella) y nomía (regla, norma, ley). Astrología, también contiene la palabra astro, y logía (palabra), o sea, el lenguaje de los astros. Por lo tanto la astronomía es una derivación fría y cartesiana de la astrología, la cual sí contiene elementos que se nutren de la magia, la poesía y lo más profundo de nosotros y del cosmos.

Por algo se dice que somos polvo de estrellas, que si asumimos una actitud contemplativa del universo podremos escuchar sus sinfonías, que si nos atrevemos a viajar en las noches por las constelaciones, nuestra bitácora estará escrita con el verbo de lo innombrable. Estas disquisiciones caben en la astrología, no en la astronomía.

Francia Márquez no se equivocó, más bien hizo una propuesta encriptada para quien tuviera oídos, no para los sordos. Que volvamos a la fascinación del mundo desde la magia, que es sabrosura, que no es aburridora, que es viva, que surge de los corazones de pueblos, como el indígena y el negro, que conservan esa relación con la naturaleza de corazón a corazón.

Dejemos la astronomía para los gringos, para la Nasa, para la ciencia racional y fría del mundo occidental, y asumamos de nuevo la astrología como un tratado del alma de las cosas, de los astros, que son esos corazones que palpitan en el firmamento haciéndonos guiños permanentemente para que volvamos a enamorarnos en noches estrelladas, camino al infinito.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Las mujeres de la poesía en Manizales

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Si hubiese un elemento o un material que se asemeje a la divinidad, éste sería la mujer, lo cual ha sido dicho hasta la saciedad por cantores y enamorados. Y por supuesto, si a ese elemento le adicionamos un lenguaje, pues el más indicado es la poesía. Agrego esto: si en Manizales preguntamos cuánto ha impactado en la ciudad la poesía, muy seguramente harían referencia a los festivales de poesía que ha organizado La Nave de Papel. Lo digo porque he tenido la fortuna de asistir a varios de sus encuentros que, en su momento, han tenido la calidad de lo pasajero, lo anecdótico y lo que devora el tiempo.

El festival, que este año arriba a su puerto o versión número 13, lo he vivido de diversas maneras, como diseñador, crítico, columnista, pero en su mejor presentación, como poeta. Tuve el encargo de su director, Carlos Mario Uribe, de diseñar la imagen para el afiche del primer encuentro en 2010, donde se pudo evidenciar la importancia de la presencia femenina con invitadas como Gilma de los Ríos, Beatriz Zuluaga, y jóvenes voces que ahora demuestran el acierto de su organización. En 2011 fui invitado como poeta y sentí más cerca cómo ha sido de importante la mirada femenina desde la poesía.

Es que no han sido pocas mujeres las que han pasado por este encuentro, referente entre los festivales de Colombia. Eugenia Sánchez Nieto, Patricia Suárez, Ana Patricia Collazos; a nivel local: Astrid Arboleda, Lorena Madrid, Juana Echeverry, Dorian Hoyos Parra, Jhoana Patiño, y en el ingrediente musical de varias versiones, Isabel Ramírez “La Muchacha”, además de muchas otras. Abro un paréntesis y advierto esta infidencia: de las invitadas que el festival ha soñado traer a Manizales, recuerdo a dos: Cristina Peri Rossi y Gioconda Belli.

Después del reciente e histórico triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez, es decir, de la izquierda, en una Colombia entronizada por un uribismo sinónimo de la ultraderecha, quiero recordar de manera especial aquellas fechas de marzo de 2011 en el segundo Festival Internacional de Poesía de Manizales. En la mesa poética que lo inauguró en el auditorio de la Cámara de Comercio, rememoro a las tres mujeres con las cuales leí poesía aquella noche, se trata de Martha Patricia Meza, Diana Lucía Rentería y Patricia Elia Ariza Flores, esta última más conocida como Patricia Ariza, elegida por el nuevo Presidente como Ministra de Cultura.

De 77 años, nació en Vélez, departamento de Santander, es poetisa y dramaturga; estudió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia y, junto con otros artistas, fundó a mediados de los años 60 en Bogotá la Casa de la Cultura, actual Teatro La Candelaria y la Corporación Colombiana de Teatro. Desde hace años dirige el Festival de Teatro Alternativo y el de Mujeres en Escena por la Paz, este último creado hace tres décadas como un espacio para el teatro, la danza, el cine, la poesía y la música. Y como Petro expresó al anunciar el nombramiento de Patricia, será «un estallido de cultura en toda Colombia para la paz y la convivencia».

Afiche del Día Mundial de la Poesía (2011), organizado por La Nave de Papel, en el cual participó Patricia Ariza, nueva Ministra de Cultura.

*Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

 

El alma de las palabras

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Tengo en mis manos el libro “Albricias”, de Melba Inés Ospina Martínez, una nueva aventura literaria que la autora asume con las herramientas que solo pueden obtenerse desde la contemplación. Y sí, es que Melba Inés es una “contempladora”, que ejerce la visión del universo desde el alma, pues sus ojos palpitan como corazones impulsando la savia que circula por las venas de la creación.

“Recorro largas jornadas/en busca del hacedor de sueños,/¡qué sorpresa me he llevado!/‘soy el hacedor de sueños’”. Esta estrofa, de su poema “Ecos de un verso”, es como un murmullo que cabalga sobre las olas del río del tiempo. En el, su impulso creativo surge de lo onírico, en una preciosa gota que es una joya de filigrana poética.

Y es que el sueño, como manantial surgido de profundidades innombrables, nutre la cornucopia del libro: “Viste la vida de amaneceres,/el alma de ternura;/cubre los sueños con brisas juguetonas/y el descanso con rayitos de luna./” Estos versos del poema “Sutilezas”, son palabras soñadoras, hechas con esa materia inmaterial, eterna e imperecedera.

Los poemas en Melba Inés, son como el big-bang, que dan nacimiento a un cosmos nuevo, porque, “no requiere de muchos lápices,/en una hoja de papel/cabe entero el universo” (“Donde cabe el universo”). Sus mundos están habitados por amaneceres ensoñadores, delicadas nubes de acuarela, viento y a veces truenos que se precipitan con fuerza. Pero siempre sale de nuevo el sol y el arco iris enmarca la vida que continúa.

La vida es otra de las vertientes que recorre como meandro los textos del libro, como lo expresa en su poema “El mejor aplique”: “De tienda en tienda/busca la niña un aplique/para verse hermosa./El tendero le dice:/
‘No busques niña, que la belleza/está en tu vida, tu risa, tus ojos, tu alegría?’”. En este viaje fantástico, las palabras de Melba Inés continúan su travesía en la nave de los sueños… y la nostalgia permite que las nubes enreden sus trenzas y el sol las ate con rayos dorados para adornar el vestido dominguero para salir a pasear. Nostalgia para saborear estos recuerdos que saben a caminos polvorientos, a trapiche viejo mientras las tejas de barro lloran lágrimas de verano.

Son búsquedas en el pasado marcado por batallas, jornadas de siembra y cosecha, presencias y ausencias, cantares, silencios, amor y olvido, porque: “Más allá de mi piel/está el otro/con un palpitar de corazón” (“Más allá de la piel”) cuyas manos tejen historias, como lo hace Melba Inés alentándonos a que busquemos nuestra imagen en el espejo, nuestras miradas, nuestras sonrisas. Es que el tiempo roba los recuerdos, como el agua al mar, y borra las huellas en la playa.

Suenan campanas y se adentran en la niebla que se desliza entre los árboles con aire mágico. Gotas de rocío son las palabras de estos versos, como espigas doradas que pintan de rosa las mejillas de los niños. Nuestra autora es contundente en manifestar su amor por las cosas simples, que hacen vibrar el alma. Ella cuenta estrellas, contempla la luna llena y canta al cielo.

Hay un eco ancestral que resuena también en el libro, forjado de siluetas que se agigantan, se mueven y se retuercen, como se lee en el poema “Siluetas” y continúa en “Fogata”, encendiendo soles, como lumbres en el horizonte, que provocan nubes de humo para instalar las sombras de la noche, mientras llega el brillo del lucero vespertino en la redondez de la luna llena y “el cielo espera mi plegaria/para bendecirme” (“Presente indicativo”).

Hay un sentido homenaje a la tierra de la poetisa, Filandia, Quindío, que ella recuerda con cariño en sus atardeceres mágicos, sus montañas, caminos, calles empedradas y los quehaceres del alma; seguramente estas remembranzas son como postales de quien lleva tardes midiendo el camino con pasos cortos, acompañado por el sol.

También los umbrales hacen parte de este acervo poético, en donde, con acierto revelador nos sugiere: “Abre o cierra puertas en el tiempo justo/y será tu cielo siempre claro”. Puertas que en su obra nos conectan con lo sagrado, con los sonidos del silencio para escuchar la voz de Dios, en la colina que germinó la semilla, en la paleta de colores del sol, en el canto de amor de las aves y en los secretos de viajeros ocasionales.

Todo este asombro frente a la naturaleza y el alma, Melba Inés lo deposita delicadamente en el crisol de lo sacro; sus bendiciones desean abrir los ojos a la vida, al primer llanto, a unos brazos que te sostengan, como una aprendiz de tibios amaneceres, tardes apacibles y noches oscuras para luego imprimir lecciones con tintas indelebles.

De esta vocación magistral, pues laboró como profesora durante muchos años, la autora sugiere el enseñar también como un aprender a ser fuerte como las semillas, como los brotes de plantas frágiles que crecieron y se hicieron corpulentas para doblegar los embates de las tormentas y la fuerza de los vientos. Así se genera la “Grandeza”, cuando: “Grita la hoja al caer del árbol,/la flor al abrir su corola,/la semilla al brotar a la vida,/el arco multicolor al cesar la lluvia./Gritan el sol, la luna, las estrellas/y el alma sin hacer ruido/para reconocer tu grandeza, Señor”.

Las reflexiones del libro nos llevan a la incertidumbre de lo existencial, de las búsquedas estériles cuando se extienden los brazos buscando el infinito, ese que está más allá de sus manos, pues los tesoros fueron saqueados y el ruido acalló al silencio. Dolorosamente en “Subasta” se siente el desgarro: “Recibo diez, recibo cien,/yo quinientos, acepto mil;/aborden, cierren la puerta,/las armas escupen balas./Como racimos/suspendidos en el aire,/los que huyen se agolpan/rogando por su vida/en busca de refugio/.

Desde este lamento la palabra se vuelca a lo divido, en donde está el Padre Nuestro y su nombre santificado, ese Padre que está en la mirada de los niños, la ternura del abuelo, la labor de la madre, el obrero y el labriego. Como en un arrebato extático la poetisa ruega: “‘Venga a nosotros tu Reino’/Mantén la mirada en mi vida y corazón,/y cólmalos de amor, paz, generosidad.” Luego, la cruz es el símbolo de los desposeídos, esos que ella siente en el “Cristo de mi Rosario”, un Cristo roto, de lágrimas, maltrato y pies desnudos que se cruzan en el camino.

Entonces, luego de esta especie de calvario poético, el libro dirige su mirada a la “Niña María”, esa que hizo las tardes apacibles con su mirada, que enciende la luna y los luceros; pura, bella, tierna y puente entre el hombre y Dios. A ella le dedica una oración, a la madre de Jesús, en la cual deja en sus manos la vida de aquéllos que más ama y lleva en el corazón para que los guíe, proteja y bendiga.

Es aquí en donde podemos insertar el sentimiento de la autora por la madre terrenal: “Heroína de mil historias,/la que nunca se cansa;/tiene en sus manos/todos los remedios,/la que me ama/con el corazón entero.” Bellamente rememora cuando hizo de su falda una canasta y la llenó de flores para hacerle a la mamá un bello vestido de pétalos y amores. Anhela el abrazo de ella en la primera infancia y las historias que le contaba, los juegos en el campo, el río, el columpio con lluvia, sol y viento. De esta edad dorada de la vida, es que surge el manantial de la inspiración, efluvio de pájaros, mariposas, estrellas, ranas y grillos. Allí aprendió a hablar en silencio con el alma y elevar oraciones al cielo.

Melba Inés Ospina Martínez refleja en “Albricias” la sensibilidad transparente y profunda de quien oficia el arte más bello, ese que trabaja con palabras y metáforas, las cuales iluminan la obra de una escritora que desliza sus pensamientos sobre el papel como si fueran danzantes que surgen de las profundidades del alma, un alma tocada por la varita mágica hecha de ensoñaciones y asombro permanente por el milagro de la creación.

Referencia bibliográfica: Ospina Martínez, M. I. (2022). Albricias. Manizales: Editorial Manigraf.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Imaginaria

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A María Camila

En el Parque Caldas, de Manizales, hay un enorme y centenario cedro negro a cuyo abrigo me gusta sentarme para contemplar el paisaje y la gente, tanto la que es desconocida para mí como la que frecuenta el sitio.

El árbol tiene un denso follaje y sus ramas se extienden como una gigantesca sombrilla que abraza el firmamento. Las raíces, gruesas y muy largas hunden sus dedos callosos en la madre tierra. Para mí es la materialización del árbol de la vida. En su sombra, cálida y tibia, juguetean las niñas y los niños que disfrutan de la libertad que brinda un sitio, como este, encantado. Y hay muchas palomas, que revolotean permanentemente en torno al majestuoso cedro recogiendo la comida que les brindan las personas.

Para mí, el estar allí permite que la imaginación se expanda como el follaje del cedro negro y me deje llevar por fantasías y meditaciones hacia otros mundos que están en este mismo. Yo creo en la inspiración, y este sitio es un lugar sagrado que la provoca. Mis viajes al lado del viejo árbol se sumergen en las narraciones chamánicas de Carlos Castaneda, en cantos ancestrales y búsquedas cuánticas como las de Jacobo Grinberg.

Mientras estoy sentado en el regazo de este árbol de la vida, fluyo como el río del tiempo, como el río de Heráclito, como el agua que toma la forma de lo que la contiene. Los colores, olores, sabores… se convierten en una sinfonía sinestésica de arco iris iridiscentes… destellos que son visiones de los otros mundos… Desde este sitio la cotidianidad revienta y somos uno con el todo, todo con el uno… allí se nos presentan en sentipensamientos los maestros de la trascendencia… Hermes Trismegisto… Jesús… Buda… Khalil Gibran… Elena Blavatsky… Albert Einstein… Gurdjieff… nuestros chamanes, taitas, jaibanás, mamos…

En mi lugar sagrado y mágico vibro con la melodía de las esferas, viajando por el multiverso de los metaversos, en donde el tiempo y el espacio se transforman para vislumbrar la libertad que me hace guiños desde las nubes y el horizonte… allí, los duendes y las brujas bailan al son de tambores milenarios surgidos del alma del cedro negro centenario del Parque Caldas… un árbol de la vida que está en el centro de nuestra ciudad, poderoso y benefactor, testigo y superviviente de la incapacidad de esta sociedad para ver más allá de sus ambiciones y egoísmos… Gracias bendito árbol, que me liberas de la ceguera cuando me acerco a tu sombra benefactora.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Cedro negro del Parque Caldas en Manizales. (Fotografía: Carlos Mario Uribe)

Deformidades

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Ejerzo desde hace tiempo un ejercicio de lectura que llamo “recuperación”, el cual consiste en volver a mis libros viejos y sacudirles el polvo del olvido para reciclar narrativas, parapetado en este momento de mi historia en el cual hago entrecruzamientos de lo que estos textos me pueden brindar para comprenderme en lo que soy hoy en día. Esto me ha permitido recuperar memoria perdida y encender desde esas páginas ancestrales fuegos que palpitan en mi ser y que creía perdidos.

La lectura que he recuperado recientemente es el libro “Lo grotesco en la narrativa de Roberto Arlt”, de Juan Manuel Acevedo Carvajal, publicado en 2010. En sus páginas me he reencontrado con fantasmas que poblaron mi juventud, habitada por seres deformes que deambulaban por las calles de Manizales en la cual yo también era un deambulante. Hago remembranza de una serie de dibujos que hice la cual nombré “Deformidades”. Era mi época universitaria y mi percepción del mundo exagerada.

Estos “deformes” de mi antigüedad vuelven a aparecer en este libro, con los seres grotescos, parte de ese universo goyesco que retoma Arlt en su literatura. He sido admirador del escritor argentino Roberto Artl desde hace mucho tiempo, me encantan sus mundos retorcidos y los personajes salidos de antros y catacumbas nimbados con la señal del desprecio y la iluminación desde la miseria. Artl el inventor, el loco, el rebelde… el escritor sin normas… el marginal… en fin, casi como un alter ego de lo que he pretendido ser en mi vida.

Las lecturas telúricas son precisamente estas, en donde se nos mueve el piso y nos confrontamos a nosotros mismos, y más en una época en donde lo “bello”, “hermoso”, “perfecto”, predominan en todas partes y el desprecio por lo otro, lo diferente es acentuado por los medios. Por eso, páginas que se atreven a narrar estos otros mundos en escenarios inciertos y con personajes que se salen de los moldes, me impulsan en el viaje crepuscular en el que estoy, que he denominado “inercia contemplativa”, esa que me permite admirar y sentir desde lo profundo del alma las sutilezas que están en lo invisible.

No sé si se consiga el libro todavía, creo que debe estar en los estantes de bibliotecas universitarias que todavía conservan la materialidad de la escritura, pues el autor, Juan Manuel Acevedo Carvajal, es un académico de vieja guardia, graduado en filosofía de la Universidad de Caldas y que ahora hace su carrera académica en las universidades de Pereira, hasta ahí sé de su rastro… pero no me importa, pues su libro se me ha aparecido como un fantasma del pasado, y el autor del mismo también es un fantasma diluido en el laberinto de los años.

En todo caso ahí me queda esta relectura, como un alimento fermentado en tiempos ancestrales que remojo con esta vida del presente. Para mí, en esa alquimia está la magia del leer que practico ahora.

Referencia bibliográfica: Acevedo Carvajal, J. M. (2010). Lo grotesco en la narrativa de Roberto Artl. Armenia: Editorial Universitaria de Colombia.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Desde la profundidad del Alma

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Pedro José Silva Valencia (Timbío, Cauca, 1988) es el autor del libro Relatos desde la profundidad del alma, publicado por “ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)”. El escrito es una colección de textos que empezó a desarrollarse desde el año 2013 y se constituye en la ópera prima del autor, quien es magister en filosofía de la Universidad de Caldas.

Sus páginas son como las paredes de la caverna de Platón, en donde se reflejan en sombras las imágenes de una existencia plagada de fantasmas, delirio y soledad. Los personajes deambulan en medio de ciudades condenadas, montañas laberínticas, sueños y pesadillas. El último destino es la perdición, la demencia, el alcoholismo, el desengaño… destinos condenados y miserables que no tienen más remedio que la muerte.

Es una profundidad existencial que habita los mundos de Van Gogh, en medio de paisajes que solo son reales porque los protagonistas así lo quieren, a su manera. Hay oscuridad, sí, pero que hace parte, como el yin y el yan, de la luz, la que en el libro se refleja en fuegos fantasmales de pueblos olvidados, como los de Juan Rulfo.

Muchas veces, en mi vida, me identifiqué con estos escenarios, en los cuales he habitado, por eso el libro se me hace cercano, emparentado con las profundidades de mi alma, esa que tantas veces ha naufragado también en delirios, sombras, cavernas, laberintos y olvidos.

El epílogo de Relatos desde la profundidad del alma, es un manifiesto honesto y transparente del autor: «¿Por qué escribir en una noche silenciosa?/Qué pregunta más extraña y tan vacía de contenido. ¿Acaso la escritura requiere de un tiempo preciso?/Si al final de los días solo queda la lejana tranquilidad de la palabra escrita, y la extraña sensación de observar como la tinta y el papel se confunden en un solo cuerpo./Y así, lentamente, como las hojas en otoño, se van las palabras, se van los sueños y como la arena en el reloj… la fluidez».

Referencia bibliográfica: Silva Valencia, P. J. (2021). Relatos desde la profundidad del alma. Manizales: “ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)”.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Cañón del Guacaica

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 Los pavuras y carrapas, aborígenes que vivían al norte del municipio de Neira, pasaban por parte de lo que es hoy Manizales a enterrar a sus muertos, con la creencia de mirar al oriente y buscar los influjos del dios Sol; vivían en bohíos que eran chozas de madera, guadua y paja, se dice que practicaban rituales mágico-religiosos que incluían la antropofagia; su base alimentaria era el maíz; aquellos nativos desaparecieron en la conquista, lo mismo que los Quimbayas, que habitaban desde el río Guacaica hasta el actual departamento del Quindío y son considerados de los mejores orfebres del mundo. Lo que puede decirse es escaso, y mucho más lo es lo que pueda decirse sobre la herencia cultural en los manizaleños. No obstante con la migración antioqueña hacia el sur, podemos decir que en parte se adoptó la herencia de manejo del terreno de vertiente.

Dice alguna leyenda que el cacique Irru, tenía una hija, su princesa, sobre ella este cacique tenía todas sus complacencias. La princesa era enviada cada año a llevarle ofrendas al dios Kumanday o padre de la Montaña Blanca, allá en la cordillera alta, junto con las más selectas hijas de los nobles de la tribu. Llevaban exquisitas frutas, sal, oro y el líquido sagrado: la chicha extraída del maíz, alimento ancestral de los indígenas. Había que subir por el cauce de un río que tributaba sus aguas al Río Grande.

Un día la princesa iba a realizar su último viaje, ya que para la luna llena se casaría con un príncipe carrapa; ello les daría más fuerza a las dos tribus, los irras y los carrapas. Salió acompañada de su séquito a la sagrada misión, siendo despedida por sus padres y los miembros de la tribu, en medio de gran algarabía y regocijo. Pasó un tiempo prudencial y la princesa y su séquito no regresaban; preocupado, el padre envió a sus mejores guerreros, quienes regresaron sin noticias de la princesa y sus acompañantes; desesperado emprendió la búsqueda acompañado por los mejores guerreros carrapas, amigos de los irras, pero todo fue en vano, parece que la montaña blanca, el padre Kumanday, la reclamó para sí. El cacique Irru, en medio del dolor, bautizó el río grande con el nombre de su hija: Guacaica.

Con esta historia quiero destacar el trabajo de autogestión de la comunidad de Pueblo Rico, la Junta de Acción Comunal de «Casas Viejas»; y contextualizar el emprendimiento ecoturístico de Mauricio Zuluaga «Mao», quien ha plantado en Pueblo Rico, Neira, Caldas, el Cañón del Guacaica. Para llegar a este sitio hay varios caminos. Se puede ingresar por el peaje entre Manizales y Neira, o por la carretera que parte de Cielito Lindo, llegando a Neira, o desde el mismo Neira. Allí podemos encontrar cabañas, zonas de camping, avistamiento de aves, mariposario, cascadas, medicina natural y artesanías.

Pueblo Rico se ha constituido en una excelente alternativa ecoturística de Caldas, enclavada como perla en el Paisaje Cultural Cafetero y con expresiones culturales auténticas enraizadas en tradiciones campesinas y populares que enriquecen el arcoíris de nuestra región. Allí, el 19 de diciembre se realizará una Feria de emprendimiento, en donde se socializará el proyecto Ruta tradiciones ancestrales del Guacaica, organizada por el Comité de Turismo de la Junta de Acción Comunal Casas Viejas con el apoyo del Semillero de investigación y agenciamiento cultural de la Universidad Nacional; Guacaica Orgánico; La Casa de las Mariposas; Zetaz Artesanías; La Granja del Tío Ho; granja El Tesoro; finca Las Torres, emprendimiento gastronómico; finca La Conciencia Villa Jardín; Villa Emiliano; Alimentos Sauca; ojo con la gota de TiNta; el maleTíN; y la Nave de Papel. El evento estará ubicado al frente de la iglesia San Miguel Arcángel, de Pueblo Rico, desde las 2 hasta las 6 de la tarde, con muestras artesanales, gastronómicas, paquetes ecoturísticos, los libros de «el maleTíN», presentaciones musicales, etc.

Invito a quienes leen esta columna a que visiten Cañón del Guacaica, muy cerca de Manizales, para disfrutar de una experiencia natural y cultural, guiados por un líder de los movimientos ambientales y artísticos, «Mao», quien los hará vivir una jornada en medio de la magia y el encanto de uno de nuestros territorios más hermosos, el cañón del río Guacaica.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».