Primera Política Pública de Cultura para Manizales

10 años de vigencia, hasta el 2031, tendrá la primera Política Pública de Cultura aprobada para Manizales, resultado de un extenso ejercicio de diálogos ciudadanos e institucionales iniciado en el año 2017, y parte de insumos construidos en años anteriores.

El proceso fue adelantado por el equipo técnico del Instituto de Cultura y Turismo, con el apoyo del Grupo de Teoría y Práctica de la Gestión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales.

“La política, dijo el Gerente del Instituto de Cultura y Turismo de Manizales, Camilo Naranjo, tiene como objetivo garantizar el ejercicio pleno de los derechos culturales de las ciudadanías y el desarrollo de las capacidades del sector cultura del municipio de Manizales, con la promoción del enfoque diferencial y las acciones afirmativas que contribuyan al reconocimiento y respeto de la diversidad e integridad cultural de los distintos grupos poblacionales, comunidades y ciudadanía”.

Es así como mediante la generación de condiciones técnicas, institucionales, financieras, normativas y sociales, se busca, a través de principios fundamentales como la responsabilidad, el enfoque diferencial, la inclusión, la participación ciudadana y la cultura ciudadana, propender por una ciudad con mejor calidad de vida y mejores condiciones económicas.

Los seis ejes estratégicos que conforman esta carta de navegación, y de los que se deprenden las líneas de acción de la política, facilitarán la articulación entre entidades públicas, privadas y comunitarias; así como la gestión de recursos y el fortalecimiento de las capacidades ciudadanas en los procesos culturales de la ciudad.

Los ejes son:

. Eje Estratégico 1: Cultura como factor de desarrollo: económico, social y territorial.

Líneas: La cultura y el tejido productivo: (gestión, financiación y desarrollo económico); desarrollo del tejido cultural local; cultura y desarrollo urbano y territorial; la Cultura y el desarrollo social.

Eje Estratégico 2: Transversalidad de la cultura.

Líneas: Transversalidad de la cultura en las políticas afines del gobierno local; transversalidad de la cultura en las líneas de acción del gobierno local y transversalidad interna dentro del área de cultura.

. Eje Estratégico 3: Acceso a la cultura.

Líneas: Acceso a la cultura y factor precio; acceso a la cultura y comunicación y diversidad; acceso a la cultura, infraestructura y equipamiento, y acceso a la cultura y creación de públicos.

. Eje Estratégico 4: Cultura y participación ciudadana.

Líneas: Participación como ciudadanía cultural organizada y Participación, y actividades y servicios culturales.

. Eje Estratégico 5: Memoria y la innovación en la construcción de la identidad local.

Líneas: Cultura memoria e identidad local, y cultura, creación, innovación e identidad local.

. Eje Estratégico 6: Alternativas de recuperación y fortalecimiento del sector en el escenario pandemia y pos-pandemia.

Línea: Mitigación de efectos pandemia y pos-pandemia.

El Instituto de Cultura y Turismo coordina el cronograma de socializaciones de la política pública con los actores culturales, como el Consejo Municipal de Cultura, los Consejos de Áreas Artísticas de Manizales, integrantes y líderes de procesos culturales, así como los usuarios y comunidades donde hay presencia de las Casas de Cultura y Bibliotecas Públicas.

Paralelo a estos espacios, se está trabajando en la construcción del Plan de Acción de la Política, que, de acuerdo a lo establecido, debe realizarse a los cuatro meses siguientes a la expedición del decreto de la política.

 

Ecos del HAY FESTIVAL 2022

El HAY FESTIVAL Cartagena de Indias se constituye en una de las actividades más importantes para la difusión de la cultura como compromiso social. Este año, en razón a la situación sanitaria de nuestro país, se celebró la versión XVII, del veintidós al treinta de enero, en Medellín, Jericó y Cartagena, con una mezcla de actividades presenciales y virtuales, tanto para los expositores, como para los participantes.

Más de un centenar de eventos fueron programados con temáticas tan amplias como: artes y cultura, ciencia y tecnología, conflictos, filosofía, historia, literatura, periodismo, moda, sociedad, economía, y un largo etcétera. Para acceder a lo virtual simplemente se requería la inscripción, gratuita en cada evento; además hasta el catorce de febrero estuvieron disponibles todas las charlas en la página del festival; aunque virtualmente se pierden la espontaneidad, el contacto con el público, los intercambios verbales directos y otros inconmensurables valores, de alguna manera se disfruta. Muchas de las presentaciones pueden verse en Youtube.

Como ha sido costumbre, los protagonistas no solo han sido los invitados sino también los entrevistadores o presentadores, escritores reconocidos o personas, además de vinculadas a la cultura, conocedoras de la temática a analizar. Mi interés de compartir algunas de las inquietudes que me suscitaron varias de las charlas, me lleva a presentar unos planteamientos escuchados, aunque, por el limitado espacio de una columna, se trata solamente de una síntesis para contribuir a la divulgación de esas ideas y animar a que se participe, así sea virtualmente, en estos eventos que constituyen una oferta cultural extraordinaria.

Como mejorar la educación fue el tema abordado por Juan Manuel Restrepo con Moisés Wasserman (Colombia) ex rector de la Universidad Nacional, con estudios de doctorado y posdoctorado en Bioquímica y Microbiología, ha dedicado su vida a la ciencia; y, Claudia Restrepo rectora de EAFIT desde el 2021, con experiencia de 20 años en diseño y gerencia de programas y proyectos de alcance social, especialmente relacionados con educación, cultura, ciudadanía y hábitat.

Se resalta la necesidad de la educación en emociones y en sentimientos, pues es con las emociones con las que generalmente se toman las decisiones, así parezcan muy racionales. Plantea Wasserman que el modelo educativo en Colombia agudiza las desigualdades, en lugar de remediarlas. Que se debe propender con la educación movilidad social, ampliación de los círculos, preparar gente realizada y feliz.

Respecto de las mejoras, se deben lograr cambios tangibles que conlleven capacidad de transformación, pues se está educando en profesiones que probablemente en diez años no existirán; una educación no pensada para la disciplina, sino para el reto, para problematizar. Implica un cambio de paradigma, pensar de manera más adaptativa.

En cuanto a la preparación de jóvenes competitivos en un mundo globalizado, mediado por la tecnología, se debe tener en cuenta que esto implica más que construir competencias, construir potencialidades, tener la capacidad de resolver problemas. La tecnología es parte de la civilización, es un elemento, no es el objeto en sí mismo, ni el único. No se educa en la herramienta, sino en el ser que va a hacer uso de ella. Por ello, en un proceso de aprendizaje, no pueden disgregarse mente, cuerpo y corazón.

Respecto de la pertinencia y, teniendo presente la aceleración de la obsolescencia, la educación debe ser continua para poder tener la habilidad de entender problemas de los cuales inicialmente se sabía poco. Como somos sociales y técnicos, y estamos construyendo cosas para mejorar nuestro bienestar, la educación no debe ser para el trabajo, sino para la vida, y en ella conjugamos: ciencia, técnica y humanismo.

Mauricio García Villegas, doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad Nacional de Colombia, en el Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin y en la Universidad de Grenoble, investigador de Dejusticia y columnista de El Espectador, con Juan Diego Mejía, abordaron el tema Políticas y emociones.

Tomando como referencia su último libro El país de las emociones tristes, nos plantea sobre las emociones que nos opacan: el odio, la venganza, el resentimiento, la envidia, etc. las cuales son universales y conducen a los conflictos, las armas y desencadenan las guerras. El tema no es eliminarlas, pues hay ocasiones en que hay que actuar en consecuencia en situaciones de injusticia, desigualdades e inequidad total, éstas dan lugar a enfrentamientos; en algunos casos la situación de furia y el odio están justificados. Aunque la primera víctima del odio, es el que odia.

Los odios apocan, disminuyen, limitan, son contraproducentes y finalmente no conducen casi a nada. Somos animales emocionales e imaginativos, por lo cual nos formamos ideas no solo de nosotros sino de los demás. La imagen de nosotros y los nuestros siempre será magnificada y la de los demás, será la peor. Como tenemos mente confirmadora, tratamos de confirmar aquello en lo cual ya creemos; no siempre ejercemos nuestra capacidad racional, evaluadora, investigadora, o la utilizamos poco. Estamos con aquellos que repiten lo que pensamos y esos círculos y publicaciones son los que frecuentamos. Lo demás nos parece, si no equivocado, poco válido.

Las relaciones humanas constituyen un juego de espejos, te miro y me formo una imagen de ti, igual lo haces conmigo. Con esa imagen me enojo, porque piensas mal de mí y empezamos a crear castillos en el aire con todas esas imágenes. Tenemos imágenes sobredimensionadas sobre el bien y el mal, exagerando la maldad de los demás y las bondades nuestras. La banalización del mal. Cuántas veces el miedo a la reacción de los demás ante nuestras acciones nos condicionan de tal forma que nos pueden conducir a una parálisis por análisis.

El mundo no es una fatalidad sino la forma como lo vemos. Por eso depende de nuestra voluntad y razonamiento, que las tragedias no lo sean tanto, o para obtener logros o emprender lo que nos proponemos. Casi todas las ideologías están constituidas por una mezcla de verdades y mentiras, pero no todo es relativo; incluso en los planteamientos que menos apreciamos hay ideas interesantes, debemos tener la apertura de análisis y así tendremos menos fricciones y más comprensión.

Santiago Gamboa en conversación con Adriana Cooper abordó el tema de su última novela Colombiano Psycho, en la que muestra la realidad nacional de una manera impresionante y en la cual, en medio de la ficción, se deslizan realidades palpables de violencia y corrupción.

Trata de hacer una reflexión filosófica con claros referentes literarios, y aunque su libro puede considerarse novela negra, tiene mucho de periodismo, no solo en sus personajes, algo como lo que realizó Truman Capote, o Leonardo Padura y Patricia Highsmith. Además, como novedad, incluye el personaje de Santiago Gamboa como escritor para lograr un encuentro entre lector y autor.

Plantea para qué sirve buscar la verdad en Colombia y esto lo convierte en un objetivo, pero quienes investigan acá, asevera, son los periodistas, no la fiscalía, ni los que les corresponde, además la verdad se encuentra y lo decepcionante es que no pasa nada. Mira y remira la complejidad humana, se sorprende de cómo teniendo un país maravilloso con una magnífica biodiversidad, como sociedad somos incapaces de convivir en forma pacífica. Así la literatura se constituye en una de las formas de interrogar el presente, y cada vez que se escribe sobre Colombia casi siempre se termina escribiendo novela negra, por lo conflictivo de la realidad.

Entre los principales problemas del país siempre afloran el narcotráfico, la delincuencia, la guerrilla, etc., pero de lejos la corrupción se presenta como mayor flagelo, pues es un desvío flagrante de los recursos del Estado que dejan de ser utilizados en salud, educación, vivienda, en general prosperidad, tan necesaria. Las últimas estimaciones son del orden de 55 billones anuales de recursos que no se usan en lo que se debería.

Los escritores colombianos, desde diferentes perspectivas, están develando el acontecer social mediante, no solo de la novela, sino del ensayo, la historia y otros géneros. Así van configurando historias en las que confluyen lo real, con lo imaginado, la ficción que a veces parece realidad. Aunque tantas veces sea la realidad la que supere la ficción, lo inimaginable concretado.

En la conversación de Irene Vallejo con Yolanda Reyes, el tema fue su libro ensayo, El infinito en un junco.

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) escritora y doctora en Filología Clásica, recibió el Premio Nacional de Ensayo por su libro, El infinito en un junco (2019), el que fue su tesis de grado, una obra magistral sobre la historia de los libros y la lectura. Abarca más de treinta siglos de recorrido por las distintas tecnologías y métodos de fabricación de los libros, la vida de talleres, bibliotecas y librerías alrededor del mundo, y los secretos, prohibiciones y tradiciones que han rodeado la lectura. Yolanda Reyes (Bucaramanga, 1959) escritora colombiana, dedicada desde muy temprana edad al cultivo de la creación literaria, estudió Ciencias de la Educación en la Universidad Javeriana de Bogotá y amplió sus estudios en España, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

La fluidez de expresión de Irene Vallejo certifica su ardua tarea de escritura. Su elocuencia, sencillez, precisión conceptual y simpatía, hacen que su presentación induzca rápidamente a su lectura. Es una cascada de conceptos expuestos en forma tan simple que cautivan.

Lo increíble es la forma como superó el pánico para empezar a escribir un trabajo tan riguroso como lo es una tesis doctoral y la forma como plasmó toda esa labor de archivos, textos, traducciones y todo tipo de documentos, provenientes de innumerables centros de investigación, bibliotecas, internet, etc., en algo tan atractivo como resultó su libro. Logró que los personajes de la historia llegáramos a ser, a través de esa lectura, nosotros mismos. Que, a Homero, Virgilio, Alejandro, Tolomeo, los monjes, los esclavos, y todos quienes forman la historia del libro, los sintamos muy cercanos.

La magia apareció cuando se preguntó, con su espíritu de investigadora y de narradora, por qué no puede escribirse de una manera tal que constituya un homenaje a la literatura y, además, agradable de leer. Invita a nuestros autores a la mesa para hablar en pie de igualdad, lograr que internet sea Alejandría y su gran biblioteca, teniendo presente que en nuestras bibliotecas conviven, sin conflicto, todas las culturas, religiones, razas y épocas, dándonos la lección de la paz universal.

Muy poética nos comenta sobre las diferentes formas corporales que han servido de soporte a las palabras: el barro, los árboles, la piel, el papel y ahora, la luz (electricidad) en los medios electrónicos; todo esto ha dado luz a los libros, ha transformado los rituales, la manera en que leemos, pues no hemos leído igual en todas las épocas. Así como los bibliotecarios han custodiado los cofres de palabras, la biblioteca tecnológica ha sido contenida en el computador, lo cual nos ha permitido no solo acumular información, sino saber fácilmente en dónde está.

 * Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

 

 

Guardar lo que hacemos, contar lo que somos

Parece que en este mundo todo se multiplica de forma exponencial: trabajos, proyectos, música, memes… Solo por arrojar un dato, el 90% de la información de internet fue creada en los últimos 2 años y el área de la cultura no está fuera de esta realidad. El dilema es que ese mismo mar de estados, eventos y posibilidades parece lograr que nos ahoguemos muy despacio hasta el punto en que olvidamos guardar y comunicar lo que hemos hecho (en especial a largo plazo). A fin de cuentas, cuando todo parece solo “una cosa más del montón” y cuando nos comunicamos con imágenes que desaparecen en 24 horas ¿por qué habríamos de darle importancia?

Hace unos días estaba leyendo una reseña de un libro escrito por William López (2015) sobre Emma Araujo, una de las primeras mujeres en hablar de educación en museos en el país desde el Museo Nacional de Colombia, en donde generó programas para públicos escolares en una época donde se mantenía intacta (aún más que ahora) la idea de que la cultura sólo era un derecho para una élite ilustrada.

Entre toda la historia me llamó la atención la siguiente frase “(…) las tramas discursivas y los relatos que se despliegan en los espacios expositivos de los museos son casi siempre efímeros (…) Es una historia pendiente por escribir. Posiblemente porque esos protagonistas de los museos, los museólogos, casi nunca escriben, y sucede al final que las huellas de sus itinerarios se borran tras ellos. Al final, este componente humano que está detrás de los museos, su cara oculta, son personas que desaparecen y se pierden para la historia” (Castell, 2016)

Este fragmento me llevó a pensar en que sus palabras se extienden más allá de los museos y los espacios expositivos, llegando a gran parte de la actividad cultural: artistas, gestores, curadores, historiadores y docentes pasan desapercibidos día a día dejándonos con una historia del arte, del patrimonio y de cada una de las acciones asociadas a su quehacer contada desde afuera. Pero las prácticas locales tienen memoria y permiten que los procesos de investigación también exploren hacia adentro de nuestro territorio, donde muchas iniciativas, saberes y artistas continúan trabajando, dejando enormes frutos aún contra todo pronóstico. 

Sin duda alguna, si nos situamos en Colombia, este problema tiene más impacto en las regiones donde dichas prácticas no han encontrado respaldo en gran parte de las instituciones. Para empeorar, estos territorios han estado fuera de una suerte de poder omnipotente que ostentan ciertas ciudades, especialmente Bogotá, sin dejar de lado que incluso en estas grandes escenas culturales el trabajo de investigación es complejo y si comparamos con otros ámbitos tiene más barreras y menos oportunidades.  

Por eso me planteo unas preguntas que considero vitales en el campo cultural: ¿cómo estamos archivando y haciendo historia desde nuestra ciudad? ¿cómo contamos todo aquello que ha sucedido? Siento en ocasiones que adolecemos de archivo. Primero, en su sentido más básico: registrar, catalogar, guardar memoria a largo plazo de lo que se realiza, de las personas y de los procesos detrás de cada logro. Claro está que se han hecho inventarios culturales y patrimoniales, que han existido esfuerzos por contar historias en textos y en algunas revistas (en especial universitarias), que se han procurado agendas y proyectos de circulación de artistas y de sabedores patrimoniales, pero sigue siendo complejo pensar en su continuidad, encontrar dicha información y, en especial, articularla entre sí. Esto solo por mencionar algunos medios y hechos recientes, teniendo en cuenta que en el pasado personas nacidas en Manizales han sido pioneras en revistas de nivel nacional y también que a nivel local (desde los fundadores de la escuela de Bellas Artes hasta hoy) se ha publicado en diferentes formatos. 

Hacer archivos implica escribir, grabar, fotografiar y editorializar en muchos medios online y offline, pero también leer, escuchar, comunicar y expandir.  El archivo desde las artes visuales es un concepto contradictorio y complejo, que puede enriquecer la manera en que solemos entenderlo desde otras áreas: Tiene que ver con un contenedor, más no es sólo donde se guardan recuerdos; tiene que ver con una colección, más no es una acumulación de elementos; tiene que ver con el acto de registrar, más no es sólo lo material que hemos definido guardar; tiene que ver con clasificar, más excede este proceso para centrarse en sus relaciones… El archivo es poético y afectivo, dependiente de los códigos con los que leemos la realidad y por lo tanto, los que usamos para narrarla. 

Archivar es entonces enunciar el pasado desde el presente para imaginar un futuro: El archivo implica la posibilidad de volver atrás y detenerse en una cadena acelerada de manifestaciones de consumo, es decir, consumir de otra manera, ser compulsivos de otra manera.  En estos espacios encontramos momentos repentinos que recuperan la memoria y sus vínculos, se permean del presente y les dan sentido a nuevos relatos. 

Es un acto que resiste al olvido y nos permite, más allá de acumular rastros, preservar la memoria, sus medios, condiciones y contextos. La historia misma es un recuerdo dinámico que no está pensado como una línea recta. Más allá de contarnos hechos, el archivar va construyendo realidades y demostrando que el lienzo no está en blanco, generando así una conexión con la memoria histórica, colectiva y cultural que se crea a partir de hechos sencillos, particulares y concretos, de tu voz y la mía. 

En este proceso de archivar y releer nos encontramos un espacio de dudas, tensiones y nuevas formas de valorar – en una escala local – todo el funcionamiento propio de nuestros espacios y proyectos. Porque no cabe duda que sobrevivir cierto tiempo en un ambiente donde lo cultural está relegado a ser efímero, ha sido un logro digno de admirar y estudiar en muchas iniciativas. Por naturaleza, casi todos los espacios culturales de nuestra ciudad son contra-corriente en algún sentido. 

¿Cuáles serían entonces las ventajas de guardar y comunicar lo que hacemos? Implica dejar una huella para darnos cuenta de qué hemos hecho y cómo podemos mejorarlo. Una posibilidad de evaluar, reestructurar, renovar contextos y conocer las posibilidades. Poco a poco es una puerta para usar más referentes locales y traer a memoria a esos artistas, iniciativas, patrimonios y comunidades con toda la fuerza que tienen, que suele pasar desapercibida. Una oportunidad para recordar, investigar, conservar y sistematizar; una invitación a construir a partir de esto. Como concluye un estudio de Taller Historia Crítica del Arte: 

“Los archivos son el registro sensible del pasado y por esto, en los intersticios que hay entre sus materiales, la memoria instituida (tan menguada en el caso colombiano) y los recuerdos y versiones de los protagonistas de la escena artística nacional, se hallan múltiples horizontes de comprensión del actual estado de cosas del arte, por un lado, y de su potencialidad por otro. Ante todo, el encuentro cada a cada con quienes conservan estos importantes acervos documentales mostró la inmensidad de territorios incógnitos y en ocasiones ocultos, censurados e ignorados, que podrían configurar el árbol narrativo de la(s) historia(s) del arte en Colombia” (2010)

En esta ciudad en la que tantas cosas pasan y tanto talento existe, donde las instituciones y patrimonios materiales e inmateriales tienen cosas para contar, y donde además hay muchos artistas con propuestas interesantes, necesitamos que queden consignadas y difundidas. Podríamos lograr que dejen de pasar desapercibidas, por un lado, las iniciativas de autogestión que hacen artistas, muchas veces emergentes, las cuales están volviendo a mirar las comunidades y resaltando voces locales, y por otro, los relatos que cargan maestros, instituciones y lugares históricos que se están perdiendo y son desconocidos para tantas personas. Que las voces de Chucho Franco, las historias del Museo Samoga, los mitos del Cementerio San Esteban o las yerbas de La Mona no pasen desapercibidas, y con ellos muchos más con miedos y ventajas similares que pueden no haber sido compartidos. 

En este caso pienso que contar la historia desde nuestras propias voces lograría estar más cerca de una democracia cultural, es decir, de tener la posibilidad de producir espacios para compartir la cultura desde lo local y descentralizar el control de estos; y no seguir con la idea de democratizar la cultura que nos llega desde afuera, lo que significa popularizar unos conocimientos “eruditos” y jerarquizados (Aidar, 2020)

Sin duda para hacer esto accesible es necesario unir esfuerzos y procurar que las instituciones (desde las universidades hasta los ministerios públicos) comprendan que registrar las creaciones, considerar los catálogos y expografías como productos académicos y tantas otras propuestas son necesarias para construir historias. Necesitamos crear micro políticas y micro comunidades que se apropien de los espacios, conocer la importancia de estos lugares fuera de la centralización a la que nos hemos acostumbrado y revalorizar la riqueza local. Un ideal es que cuando las cosas pasen de manos a futuras generaciones, no dependan de sus gestores directos y al mismo tiempo que no se pierda la memoria. Cuando dejemos de tener la necesidad de estar ahí, los relatos orales y escritos tendrán más fuerza para proyectarse, como menciona Monserrat Iniesta “Únicamente una memoria vivida que haya sido activada políticamente tiene la capacidad de construir futuros locales diferenciados” (2009)

 

Aidar, G. (2020). ¿Es posible pensar en prácticas museológicas sociales y críticas dentro de los museos tradicionales? 

Castell, E. (2016). Pensamiento y acción museológica. Errata #16 | Saber y poder en espacios del arte. pedagogías y curadurías críticas. N°16, Bogotá.

Iniesta, M. (2009). Patrimonio, ágora y ciudadanía. Lugares para negociar memorias productivas. RBA Libros, Cataluña.

Taller Historia Crítica del Arte (2010) Archivos, memoria y arte contemporáneo en Colombia: entre la amnesia y la comercialización. Errata #16 | Arte y archivo. N°1, Bogotá.

*Artista Plástica y Gestora Cultural y Comunicativa. Estudiante de Museología y Gestión del Patrimonio. Fotografías cortesía de la autora.

 

 

Industria Licorera de Caldas primera empresa de licores en ser Carbono Neutral

No es un secreto para ninguna persona que el cambio climático ha tenido y tendrá consecuencias para nuestro planeta y por lo tanto para nuestro futuro como especie en este planeta. Es por esto que la lucha contra el cambio climático se ha vuelto un imperativo en las últimas décadas y reuniones multilaterales como el Acuerdo de París, han hecho que la reducción de emisiones sea prioritaria para las empresas de todo el planeta.

Por ello, la Industria Licorera de Caldas decidió hacer el cambio y reducir su huella de carbono hasta llegar a ser la primera licorera en Colombia en ser Carbono Neutral, gracias al acompañamiento y verificación de un Organismo Verificador autorizado, como lo es en este caso Bureau Veritas Certification.

Así mismo, la Industria Licorera de Caldas calculó y verificó la Huella Hídrica por la producción de sus licores, fortaleciendo la gestión responsable del recurso hídrico. Esta iniciativa se traduce en la generación de conciencia del uso del recurso hídrico según la disponibilidad del mismo, permitiendo la toma de mejores decisiones sobre cómo manejar y gestionar adecuadamente el recurso aplicando la sostenibilidad económica, social y ambiental para las futuras generaciones, posicionando de esta manera a la organización en la vanguardia de la gestión corporativa.

“Estamos muy orgullosos de haber sido la primera licorera en Colombia en lograr este balance sostenible en nuestros procesos. Lo hacemos porque además de traer beneficios como identificar ahorro de costos, identificación de inversiones verdes, tener un respaldo de nuestro compromiso a accionistas y stakeholders, nos permite compensar nuestra actividad económica. Además, el hecho de que muy pocas empresas en Colombia estén midiendo su huella nos permite estar a la vanguardia del mercado”, señala Luis Roberto Rivas Montoya, gerente general de la Industria Licorera de Caldas.

¿Qué es la Huella de Carbono y la Huella Hídrica?

La huella de carbono es la totalidad de gases de efecto invernadero producidos por su actividad, ya sea de forma directa o indirecta. Hacer la medición y reducción requiere un proceso minucioso y verificado para evaluar e informar con precisión sobre las emisiones de carbono, y para identificar áreas de mejora. Para esto, Bureau Veritas ofrece servicios de medición y verificación de la Huella de Carbono, basados siempre en metodologías como el IPCC (Panel intergubernamental de cambio climático) o el GHG Protocol y estándares de reporte como la Iso 14064-1 y 3.

Por su parte, la Huella Hídrica es un indicador de uso de agua que incorpora el consumo directo e indirecto de un productor o un consumidor, y se define como el volumen total de agua dulce que se utiliza para producir un bien o generar un servicio. La Huella Hídrica es una herramienta de gestión institucional que permite adaptar su negocio y gestionar adecuadamente los riesgos relacionados con el recurso hídrico, respondiendo a las exigencias socio-ambientales de los mercados, clientes y consumidores.

Sin embargo, en Colombia aún son muy pocas las empresas que se preocupan por esto y según la Encuesta de Opinión Industrial Conjunta realizada en agosto del 2021 por la ANDI, tan solo el 27.5% de las empresas en Colombia mide y reduce su huella de carbono. Una cifra pequeña que a simple vista puede dar un panorama sombrío del interés empresarial por reducir sus emisiones. Y es que, a pesar de que se cree que la mayoría de estas empresas son mineras o relacionadas con hidrocarburos, lo cierto es que muchas empresas fuera de estos sectores están interesadas en ser parte del cambio.

De acuerdo con Luis Carlos Martínez, Coordinador de Negocios de Sostenibilidad en Bureau Veritas, “existe cierta desinformación al respecto sobre qué empresas deben hacerlo, cuánto demora el proceso y quiénes son las empresas autorizadas para certificar estos procesos o hacer las auditorías, pero todas las compañías o en su mayoría, durante sus operaciones, generan gases de efecto invernadero que tienen un impacto en el clima del planeta y es lo que trae como consecuencia el aumento en la intensidad y frecuencia de los fenómenos naturales cada año, por ende, tienen una responsabilidad social en trabajar para contribuir y minimizar ese impacto negativo en el planeta”.

“El siguiente paso es la realización de una nueva medición para entender si realmente la implementación de los planes de reducción está dando resultados y se logró una disminución de la emisión de gases de efecto invernadero. Con este, se emite un análisis y una declaración de los gases de efecto invernadero para determinar el número de toneladas CO2e generadas y reducidas, con ello una empresa puede emprender iniciativas de compensación sobre las toneladas que no pudieron ser reducidas y de esta manera convertirse en Carbono Neutral”, concluyó Martínez.

En Colombia hay intentos destacables de muchas empresas fuera del sector minero e hidrocarburos que están comprometiéndose voluntariamente con el cambio. Esperemos que el futuro sea optimista y el otro 72.5% de empresas que aún no han empezado a hacer este proceso se unan a la causa.

Programa Horizonte Europa

La Universidad de Manizales, a través de la Dirección de Investigaciones y Posgrados, fue seleccionada como Punto Nacional de Contacto (NPC) de Horizonte Europa en el clúster “Cultura, Creatividad y Sociedad Inclusiva”.

“Nosotros nos convertimos en los divulgadores de las oportunidades que ofrece el programa Horizonte Europa a la comunidad de investigadores e innovadores colombianos, en especial de la región, particularmente en temas de cultura, creatividad y sociedad Inclusiva. Como resultado se espera mejorar la participación de actores del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, en el programa Horizonte Europa”, dijo Héctor Mauricio Serna Gómez, director de Investigaciones y Posgrados de la Universidad de Manizales.

Los Puntos Nacionales de Contacto (NCPs) tienen como objetivo animar la participación de los investigadores nacionales en el programa Horizonte Europa y apoyarlos en la presentación de sus propuestas. Además, los NCPs deben organizar jornadas informativas sobre las distintas convocatorias que lanza el programa, realizar sesiones de preparación para la presentación de sus proyectos, y dar asesoramiento especializado.

El consorcio está conformado por:

NCP Líder: Universidad de Caldas.

El Punto de Contacto Regional: Cámara de Comercio de Santa Marta para el Magdalena (Caribe) + Corporación Universitaria Minuto de Dios + Universidad de Manizales.

NCP Sectorial: RedLat: Red de productores culturales latinoamericanos.

Más información: 6068879680 extensión 1499 o al correo electrónico: dir_investigaciones@umanizales.edu.co

De interés: La Red de Puntos Nacionales de Contacto de Horizonte Europa, el programa marco de investigación e innovación (I+I) de la Unión Europea (UE) para el período 2021 -2027.

Edición 200 de la Revista Aleph 

Se encuentra en el ciberespacio la edición 200 de la Revista Aleph  (enero/marzo, 2022. ¡Año 56!). Se accede a la edición completa, en PDF, con el siguiente enlace: https://www.revistaaleph.com.co/images/ediciones_pdf/Revista_Aleph-200.pdf

En una entrevista realizada hace algunos años por el Quehacer Cultural, su director el Profesor Carlos Enrique Ruiz contó sobre el origen de esta publicación literaria y cómo llegó a convertirse en una revista de circulación nacional e internacional.

En el bachillerato hacíamos periódicos rudimentarios, con el liderazgo de Hugo Marulanda. En sexto año (grado once de hoy) publicamos “Atalaya”, escrito a mano por Hugo, con pluma estilográfica, que intentaba circular los lunes, pero de vez en cuando. Se extinguía a mitad de camino, por los rayones y jaleos de los compañeros. Ya en la Universidad, con el activismo surgían periódicos en fugaces esténciles “Gestetner” y papel periódico. Uno de ellos de nombre “Rumbos”, dirigido por Cosme Marulanda-Villegas, de mayor pretensión cultural, pero también con fugaz destino, donde escribí alguna reflexión al mirar obra de arte.

Este activismo de entraña cultural fue motivado por la llegada al decanato de un hombre de condiciones singulares: Alfonso Carvajal-Escobar, ingeniero de la Escuela de Minas, en Medellín, a comienzos del siglo XX y arquitecto de París. Sin antecedentes en la docencia, pero con probada experiencia profesional y liderazgo cívico, asume la dirección en nuestra Escuela de Ingeniería, con solo 170 estudiantes, que era la sede por entonces de la Universidad Nacional de Colombia, en Manizales, pionera en el centro-occidente del país, invocado por los alumnos, después de un paro que duró un mes (mayo de 1964), en tiempos del rectorado de José-Félix Patiño. Paro que hicimos en contra de un decano de las 5 de la tarde, cuando solo iba a  firmar papeles de rutina.

Carvajal-Escobar asume en julio de 1964 y de inmediato promueve, en dedicación total, la reactivación plena de la Universidad, prestando atención a la precaria biblioteca, al convertirla en centro de atenciones, se identifica con los estudiantes ‘pilas’ y a su lado estimula multiplicidad de actividades en la cultura, en deportes, en el bienestar en general. Pronto lanza nuevos proyectos académicos, y con el respaldo de la dirección central en Bogotá consigue crear programas diurno y nocturno en Administración de Empresas, todavía hoy con buena salud, la carrera intermedia de Geodesia y Topografía, única de esas características que ha existido en la UN, con duración apenas de dos promociones. Luego vinieron otras singulares creaciones suyas: el programa de Arquitectura, y las ingenierías química, eléctrica e industrial. Carreras universitarias que creó en un entendimiento pleno con sectores institucionales y productivos de la ciudad y el departamento. Además generó proyectos de ampliaciones físicas con edificaciones para la docencia, laboratorios, la administración y el bienestar de los estudiantes (residencias, restaurante). Durante ocho años (1964-1972), sin pausa, reemprendió un camino y le abrió perspectivas de institución de alto nivel a la UN en Manizales. Todavía hoy se continúa el proceso que él reinició con visión estratégica y sostenido paso. Fue algo así como el “refundador”, y se le reconoce con justo sitial en la historia como el “Decano Magnífico”.  Un busto en su memoria erigimos los exalumnos en el claustro central del “campus Palogrande” y de igual modo la biblioteca  central lleva su nombre.

En ese ambiente cultural estimulante salió el número uno de la Revista ALEPH, en octubre de 1966, con bella carátula, en blanco y negro, con fotografía de Albert Einstein, y contenido que combinaba la técnica con el humanismo. El auspicio de Alfonso Carvajal-Escobar fue total y definitivo. Impulso que hoy sostenemos, en su memoria, con cuarenta años de existencia y 139 ediciones a diciembre de 2006.

El núcleo que hizo parte de la fundación lo integramos Hugo Marulanda-López (qepd), Antonio Gallego-Uribe (qepd) y Carlos-Enrique Ruiz (qandnp: quien aspira a no descansar nunca en paz), como estudiantes. El profesor Bernardo Trejos-Arcila, por entonces catedrático en la U, fue asesor de primera mano. La nota editorial estuvo a cargo del profesor Armando Chaves-Agudelo (qepd), quien explicó el nexo científico del nombre. A decir verdad, el nombre lo escogí influenciado por la lectura de “El retorno de los brujos”, con aquellos relatos entre los transfinitos de G. Cantor y la visión universal concentrada en un punto de “El Aleph” de Borges.

En momento anterior a la salida de la Revista, creamos, a partir de modesta carta mía, el flamante “Departamento de Extensión Cultural” que aparece como amparo institucional en la edición primera. Dependencia que en lo personal asumí como estudiante, sin salario ni oficina: la actividad era el reto de cada día,  con los solos recursos de la imaginación y la cooperación de un amplio voluntariado.  Debo anotar, en justicia, que ambas realizaciones contaron también con el padrinazgo de Marta Traba, la inolvidable crítica de arte, escritora e intelectual ejemplar, quien se desempeñaba en Bogotá como directora nacional de Extensión Cultural.

 

 

“Café con voz”: serie web a cappella hecha en pandemia

TINKUY Ensamble Vocal nos pone a bailar (y a pensar) con esta serie web, una apuesta actoral y coral, al ritmo de la música tropical latinoamericana.

En el momento más difícil de la pandemia, cuando la mayoría de la población mundial se encontraba en confinamiento, los integrantes de TINKUY Ensamble Vocal se negaron a renunciar al arte. Cada uno, practicando en soledad y haciendo uso de sus casas como escenografía, crearon un proyecto audiovisual innovador en el sector de la música y las industrias creativas: “Café con voz”.

Esta apuesta escénica-coral es la primera serie web a cappella en Hispanoamérica, hecha en pandemia; se trata de una historia de romance, intriga y resiliencia que transcurre en la Comercializadora Internacional de Café, una empresa con amenaza de quiebra que debe buscar en la unión de sus empleados, la salida a sus múltiples problemas.

Inspirados en las dificultades del momento, así como en la música de Juan Luis Guerra, Willie Colón y el Gran Combo de Puerto Rico, los integrantes de TINKUY dedicaron meses de su trabajo a la producción de esta serie, un proyecto en el que participaron distintos expertos (libretista, director escénico, director de cine, director musical, cantantes y diseñadores) para lograr, de manera remota, construir un relato colectivo.

La dirección general y musical de la serie está a cargo del maestro nacido en Manizales Yolmer Hurtado Ramírez y la dramaturgia y dirección escénica, a cargo del maestro Luis H. Espinel.

El próximo 10 de febrero será el lanzamiento de “Café con voz”!, a través de todos los canales digitales del ensamble: Facebook, Instagram, Tik tok y YouTube.

“Café con voz”
Por: Luis H. Espinel (director escénico)

Aún quedan empresas cuyas condiciones laborales son benignas para sus trabajadores, aquellas que no han caído en las tentaciones de las ganancias absolutas arrasando las condiciones del recurso más importante de toda empresa: El Humano. Cuando se preservan las relaciones entre las personas es muy probable que ellas constituyan algo muy preciado, la familiaridad. Aquella en la que todos los miembros sin distingo del rol que desempeñen se procuran bienestar mutuo.

Las alegrías de las músicas tropicales son fáciles y contagiosas, la confianza se consolida y la prosperidad se presenta. Es un equilibrio delicado, del cual todos son responsables, pero fácil de romper, cuando alguien es incapaz de superar la ambición y la soberbia, se aprovecha de la de la buena voluntad y el conflicto se vuelve más fácil que la armonía.

Una empresa exportadora de café es el espacio donde ocurren los hechos, inspirados en la festividad de la música de Juan Luis Guerra, Willie Colón e incluso el Gran Combo de Puerto Rico, donde un grupo de trabajadores se
encuentran para el amor y la esperanza, y es en la unión y la confianza donde logran restaurar el equilibrio roto y descubrir que juntos son más fuertes que la adversidad.

“TINKUY” Ensamble Vocal

Según el vocablo indígena, en su uso toponímico, cuando dos ríos o dos caminos se encuentran hacen TINKUY, y de estos TINKUY se forman ríos más grandes o caminos nuevos. Desde el arte, desde la música, desde el canto colectivo como política de vida, elegimos hacer TINKUY que es la suma de fuerzas, de apertura, de nuevos sentidos, la unión de ideas.

“Tinkuy” Ensamble Vocal es una importante agrupación colombiana, con trayectoria nacional e internacional, que ha participado en Festivales Internacionales en Europa (Chorus vivus), Brasil (FESTIVAL AMAZONAS CORAIS, CANTA BRASIL), México (San Nicolás Canta), Argentina (Festival Internacional de Concepción, Canta un mundo), Chile (Patagonia Canta), Panamá (ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE MUSICA CORAL) y en Colombia (Festival Internacional de Coros de la U.I.S. y CORPACOROS) entre otros.

Ha abordado repertorio coral sacro y profano diverso, y repertorio sinfónico coral como: La Misa
Festiva de Jhon Leavitt, “El canto de los bosques” Op. 81 de D. Shostakovich, en diferentes
escenarios como el Auditorio León de Greiff, Auditorio Fabio Lozano, Teatro CAFAM de Bellas Artes
entre otros.

TINKUY Ensamble Vocal se ha creado en Bogotá (Colombia) como un espacio abierto en nuestro país para desarrollar la música coral como una herramienta, en primera instancia, artística, que permita explorar diferentes géneros musicales, sin ninguna calificación comparativa, simplemente en la búsqueda de hacer música con calidad.

Con ella como excusa, podemos formarnos musicalmente, crecer artísticamente a todo nivel, pero sobre todo propiciar un ambiente de acompañamiento, crecimiento y transformación humana, entendiendo la práctica colectiva de la música como una dinámica para el ejercicio ético y espiritual, permitiéndonos soñar con construir una mejor sociedad, partiendo del sentido que implica contar con este trabajo para el autocuidado y, desde ese lugar, valorar al otro como miembro del grupo y compañero caminante de la vida.

https://www.instagram.com/p/CZj7HvmB8Jhttps://fb.watch/b0JWIeTXDp/

Para mayor información comunicarse con:
“ T i n k u y ” Ensamble Vocal
Celular: 300 2835710 / 300 2149886
https://www.somostinkuy.com/
https://www.instagram.com/tinkuyensamble/
https://www.facebook.com/tinkuy.ensamblevocal
Correo electrónico: http://tinkuyensamblevocal@gmail.com / yohura@yahoo.com

 

Mirar a Manizales a la distancia

Esta “declaración de amor —completa con reproches—”,  fue escrita en febrero de 2020 por Marcela Villegas, escritora nacida en 1973 en Manizales y cuyo fallecimiento ocurrió el 7 de febrero de 2022 en Bogotá.  Agrónoma de la Universidad de Caldas y magíster en Estudios ambientales de San José State University. Durante un tiempo trabajó en temas de desarrollo sostenible. En 2016 se graduó de la Maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional y en 2018 publicó su primera novela, Camposanto (Sílaba Editores), que recibió el IV Premio Nacional de Novela Corta otorgado por la Universidad Javeriana. Y en 2021 el libro de cuentos La Conmoción de los encuentros (Sílaba Editores).

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Hace veintidós años que mi casa no queda en Manizales. Desde 1997 he vivido en tres lugares distintos, lejos o muy lejos –esto lo escribo desde otro país, en una ciudad de cara al mar—, y nunca he dejado de mirar la ciudad a la distancia, una distancia que he medido en cientos o en miles de kilómetros o tasado en meses y años, queriéndola más o menos, al vaivén de los recuerdos, las noticias, los rumores. Y año tras año, emprendo el camino de regreso.

Mis viajes a Manizales han implicado cruzar la cordillera Central conduciendo un Volkswagen Escarabajo modelo 1980 con dos niños como pasajeros (incontables paradas al baño, mareos y peleas en el asiento trasero), un aterrador trayecto desde Honda en bus intermunicipal y varios intentos fallidos de aterrizar en La Nubia que terminaron volando a Pereira para, desde allí, llegar por tierra. Vuelvo, a pesar de la distancia y lo laborioso del viaje, porque en Manizales vive aún buena parte de mi familia. Vuelvo también porque mi identidad, esa cosa inasible, está más marcada por el lugar en el que nací de lo que estoy dispuesta a aceptar.

El regreso a los sitios queridos puede ser doloroso; el progreso o el tiempo arrasan los paisajes o eso que pensamos es el espíritu del lugar se transforma y se vuelve difícil de reconocer. En ocasiones somos nosotros los que hemos cambiado y miramos con otros ojos, menos admirados o un poco cínicos. Veo la ciudad de nuevo y me reconozco a través del filtro de la nostalgia, veo que ella, como yo, muta y se mantiene.

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Soy yo, muy pequeña, en el altillo de la casa de mi abuela en una rara mañana despejada, mirando las montañas que se extienden hasta perderse de vista y los tres nevados, casi al alcance de mis manos, o en la sala de la casa de mis primas, parada frente a un piano de cola, escuchando fascinada el relato de cómo había sido subido a lomo de buey —en parihuelas, qué palabra extinta tan preciosa— por la cordillera. Soy yo adolescente, en la Inmaculada Concepción en misa de doce con mi abuela, agobiada de calor y tedio, contando los arcos de cedro en la nave mayor, o caminando bajo la bóveda del bosque de Río Blanco, el suelo mullido exhalando un olor vegetal muy antiguo.

Reconozco Manizales y su historia como una larga negociación con las montañas, de la que hablan sus calles y sus construcciones improbables, y pienso en la encrucijada de la ciudad, que crece con unas limitaciones muy singulares impuestas por su relieve y los intereses de unos cuantos poderosos. Me entristezco cada vez que encuentro que han cubierto de concreto una ladera más, o como han dejado que, a otra construcción única, por su belleza y por ser testimonio de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, la asfixie el abandono para poder reemplazarla por una rentable mole de cemento.

En ocasiones me pregunto por qué la ciudad y sus ciudadanos, en apariencia tan orgullosos de sus tradiciones, no defienden su paisaje, sus montañas y sus edificaciones emblemáticas con el mismo vigor que emplean en aferrarse a otros aspectos del pasado. Y otras veces, como hoy, cuando termino de escribir esta declaración de amor —completa con reproches—, vuelvo a verme, veintidós años atrás, a las puertas de la edad adulta y llena de incertidumbre, despidiéndome de la ciudad en el taxi que me lleva al terminal de buses, a otra vida, mientras en la radio (¡cómo puede ser de cursi la realidad!) Gardel canta Volver.

Paraísos de Colombia

El libro de gran formato Paraísos de Colombia de Andrés Hurtado,  editado por Benjamín Villegas, dos grancaldenses cuya consigna ha sido rescatar y hacer quedar bien a Colombia ante el mundo, nos reconcilia con la tierra, con la vida, con la patria ideal.
En sus páginas satinadas, se percibe la luz del primer día, el batir de las alas de aves que han sobrevivido a los monstruos voladores de edades clausuradas.  Pasando sus páginas,  se sobrecoge el ser humano al contemplar las murallas y picos de roca que aún desafían los millones de años transcurrido desde cuando nuestra tierra era una tea encendida, otro sol minúsculo.
Este magnífico libro capta, como un poema, las  siete edades (días), que dice la Biblia,  duró la creación del universo, y logró publicarse en el comienzo del cataclismo final que con terquedad ha venido preparando la humanidad.
El libro Paraísos de Colombia es la campanada del ángelus antes de que la noche perpetua invada la tierra.
Fuera del poder artístico de la fotografía y el motor admirable de la edición, pareciera que el fotógrafo hubiera recorrido a Colombia hace 20 mil años, cuando la primeras tribus preparaban los colores vegetales y minerales para emprender la pintura de esa capilla sixtina de nuestra prehistoria que representan los murales de Chiribiquete. Esta obra es un paneo sobre el tiempo y el espacio que la mayoría de  colombianos no conocemos.
*Escritor.

Dos soledades

Le Bonheur, c´est savoir ce que l´on veux et le vouloir passionnément

 Félicien Marceau

 El sueño de la crisálida, es el libro que nos trae la novelista y dramaturga española, Licenciada en Ciencias de la Información, Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), que por su técnica narrativa podría casi tomarse como una autobiografía de una periodista desengañada de su profesión, no se sabe si por ella misma o por quienes no se la soportaban por lo talentosa, y así, en un intento por ajustar las cuentas, devino publicista.

Tiene una vasta producción tanto en narrativa como en dramaturgia en ambos campos, con reconocimientos internacionales. Para citar algunas producciones en la narrativa se tienen: El ingrediente secreto (2006), Mitología de Nueva York (2010), La leyenda de la isla sin voz (2014) y Mujeres que compran flores (2016); ha sido un éxito en España y Latinoamérica, con derechos vendidos a Francia, Italia, Alemania, Noruega, Corea y Bulgaria, entre otros países.

Vanessa Montfort

A partir de un encuentro casual, en un vuelo internacional, entre una ex periodista y actual publicista y una ex monja en busca de su nuevo destino, se va forjando una relación que poco a poco se irá consolidando, pues cada una ayudará a la otra no solo a buscar sosiego, sino a identificar su felicidad, aprendiendo a diferenciar lo importante de lo urgente. En el fondo son muy parecidas, pues hace mucho tiempo no han visto un atardecer, siempre han estado sometidas a intensas labores, a odiosas discriminaciones, maltratos laborales e institucionales y los escasos reconocimientos han sido miserables. Esto y mucho más las identifica y será lo que finalmente las liberará. Se trata de la publicista, Patricia Montmany y la religiosa, a quien se referirá como Greta, y quien la hará reflexionar así:

 Nuestro único y gran cambio vital. Algo en lo que siempre creí, pero a lo que hasta ahora no he sabido dar nombre: la sospecha de que todos los seres humanos tenemos al menos una oportunidad de realizar un cambio de ciento ochenta grados para adquirir nuestra forma más autentica; la ocasión de poner a prueba nuestra gran capacidad de transformación, propia y de nuestro entorno. Y la tenemos, aunque a veces nos creamos incapaces de ejercitarla o de creer en ella.  

Una minuciosa investigación a partir de las conversaciones, documentos y actuaciones de Greta, permitirá a Patricia con el método tradicional del: Qué. Quién. Cuándo. Dónde. Por qué. Cómo, mostrarnos sin fanatismo religioso ni laicismo exacerbado, una oscura realidad de abusos, explotaciones, desmanes, castigos y prohibiciones a los que fue sometida en su comunidad, antes de ser expulsada de la misma, haciéndole perder así no solo su vocación, sino los mejores años de su vida para ser infamemente lanzada al ostracismo, sin contemplaciones. Esto es lo que tratará de documentar y exponer la periodista, para evitar que ocurra a otras personas y así reivindicar a ese ser humillado y ofendido.

Al recorrer esa interesante narración, va apareciendo como trasfondo todo lo que ocurre actualmente con los cambios tecnológicos, su utilización e influencia excesiva en nuestras vidas. Se va configurando un documento que nos cuestiona como sociedad, nuestros deseos, nuestra forma de actuar y sentir y la manera como nos hemos entregado a esa nueva forma omnipresente, que supuestamente representa el progreso, pero que si nos descuidamos nos conducirá  rápidamente a la denominada fatiga digital, que conlleva la sociedad del cansancio, planteada por el filosofo  Byung-Chul Han.

La narración la configuran dos mujeres rebeldes, de raza distinta, nacionalidad híbrida, la una separada de su profesión, la otra divorciada de Dios, una ex monja, otra ex periodista, se necesitan, pero sin saberse el porqué. La una nació el día en que su papá los abandonó, la otra estaba recibiendo un gran premio en su profesión, mientras su padre fallecía. Ambas sentían que ya nada las liberaba del miedo a la muerte y hoy es peor, le han cogido miedo a la vida y  esto las identifica. Hacen un pacto con plazo a un año, para que la una logre publicar su historia y la otra obtenga sus papeles para ingresar de nuevo a la vida. Empieza su relato así:

 –Cuando cumplí la mayoría de edad, ingresé en una orden religiosa. Durante catorce años me he sentido una inadaptada, por muchas razones que son complicadas de explicar–, y a mis treinta y tres años justos, tras un calvario y una crucifixión, bueno… he sido expulsada, enferma y sin ningún recurso económico. Por eso he vuelto a Colombia con mi familia para recuperarme unos meses y ahora regreso a España, donde quiero reconstruir mi vida desde la nada más absoluta.

Hablé con quien no debía hablar, vi lo que no debía ver, cuestioné lo incuestionable, amé a quien no debía amar…

Por su parte Patricia creía firmemente lo afirmado por su padre, con relación a la importancia del trabajo, aunque esto lo hubiera alejado de los momentos familiares más importantes para su hija, quien solo lo reprochó con su silencio. Por eso, cuando lo acompañaba en su lecho de enfermo y se enteró de la adjudicación de un gran premio, decidió ir a recibirlo. La realidad es que yo, digna hija de mi padre, volé hasta aquel acto separándome de su lecho de muerte. A los padres siempre se les hace caso, al menos cuando están moribundos.

Esa premisa la asumió de tal forma que se encontró trabajando en una carrera sin metas, pues cada logro no era suficiente, sin tener tiempo para pensar qué es lo que quería, ni porqué eso, es lo que se quiere, en un sinsentido construido por estar solo concentrada en el presente; se volcaba hacia el trabajo porque era lo único que se puede controlar.  Así su vida laboral se resumía en un plazo que siempre rozaba el límite de lo imposible. No entendía por qué se autoexilió del periodismo en el mundo de la publicidad, pues  ambos tenían la misma velocidad y exigencia, poco reconocimiento, igual frustración y menos pasión; como un sacerdocio sin vocación.

Sabía que el convivir lleva implícito tratar de adaptarse sin éxito a la mediocridad de otros o sufrir su violencia, pues cuando alguien detecta tu diferencia, te acosa para hacerte volver al grupo y diluirte en él. El desafío a la normalidad lo conocía desde el colegio, era el bullying, pero decían era cosas de niños, ahora en el trabajo la intimidación o el acoso, lo denominan mobbing y dicen va con la remuneración. Lo grave es que como cualquier maltrato y hostigamiento sistemáticos, va deteriorando a la persona hasta que destruye sus defensas y su autoestima. Algunos llegan al punto de perder la fortaleza para conducir sus propias vidas que se hunden en la depresión.

Para agregar a su confusión es necesario analizar el medio actual en el que nos movemos e interactuamos, la virtualidad, ya inserta en el trabajo, la educación, la diversión, o sea en nuestra vida. Por eso, el comunicarse en la red, incomunica más, creando la fantasía de que se está comunicado, así tenemos miedo a relacionarnos emocionalmente. Vale la pena reflexionar, ¿por qué preferimos la visión del mundo en diferido mientras la grabamos en un móvil que lo que perciben en directo nuestros sentidos? ¿Por qué sustituimos nuestra voz por los mensajes de un chat sin entonación, expresión ni vida? Lo que ocurre en directo ya no importa. Lo que importa es poseerlo, grabarlo y guardarlo.

Para neutralizar esos estados de inestabilidad emocional, de ansiedad y angustia, debía recurrir a medicamentos que también iban socavándola y conduciéndola a un estado en el cual la autorrealización coincidía con la autodestrucción. Por eso, cuando no se tiene ni tiempo, ni ganas de contemplar un atardecer, es porque estamos perdiendo la emoción de disfrutar lo que ocurre en un determinado momento y que es imposible de sentirse a través de una pantalla. La presencialidad se requiere tanto en el teatro como en la vida, o mejor en el teatro de la vida.

Félicien Marceau, afirmó sobre la felicidad que consiste en saber lo que uno quiere, y desearlo apasionadamente. Por eso se debe ser muy cuidadoso en la elección, para evitar las decepciones cuando se obtenga lo ansiado. Es clave disfrutar el presente, pero soñando en el futuro así este sea incierto, aceptar que no somos perfectos, pero podemos mejorar, que no podemos gustar a todos, que la vida es de contrastes: sufrimientos y alegrías, triunfos y fracasos y que nunca tendremos tiempo para lo importante, si lo dejamos para después.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas