Nuestro premio Nobel Alfredo Molano

A propósito de Voces de Chernóbil, crónica del futuro, de Svetlana Alexievich

En febrero de 2016, pocos meses después de que la bielorrusa Svetlana Alexiévich ganara el Nobel de literatura, publiqué en Quehacer Cultural una reseña sobre Voces de Chernóbil. Durante la lectura de ese libro me impresionaron las similitudes que encontré entre el trabajo de Alexiévich y el de Alfredo Molano, quien falleció en lla madrugada del 31 de octubre de 2019. En homenaje a la memoria de este enorme escritor, sociólogo, periodista, politólogo, historiador y humanista, reproduzco nuevamente el texto escrito hace casi 4 años.
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A veces ocurre que mientras uno lee un libro o ve una película, la mente conecta esa obra con otra con la que aparentemente no tiene relación. Hace poco, por ejemplo,  escribí en este espacio sobre El quinto hijo, la novela de Doris Lessing  y su parecido con la película Tenemos que hablar de Kevin, del director Lynne Ramsay, aunque la cinta se basa en una novela de la estadounidense Lionel Shriver.

Algo similar me ocurrió con la lectura de Voces de Chernóbil, crónica del futuro, de la nueva Premio Nobel de Literatura,  Svetlana Alexievich. Leyéndola confirmé el enorme escritor que es Alfredo Molano Bravo, periodista y ensayista, al igual que la bielorrusa. A continuación les explicaré por qué.

Sobre Chernóbil, la historia que ha llegado hasta este lado del planeta dice que el 26 de abril de 1986 explotó el reactor atómico de Chernóbil, en Ucrania, en la frontera con Bielorrusia. La nube radioactiva que generó la explosión, y que sólo fue alertada días después por Suecia, ocasionó que en los meses y años siguientes la población de la zona naciera con malformaciones y fuera más propensa al cáncer. Leer a Alexievich es conocer el drama por dentro: las mentiras de la prensa soviética, la falta de protección de bomberos, soldados, campesinos; la desinformación a las personas afectadas, la corrupción con las donaciones, el duelo de las viudas, la tristeza eterna de los padres que entierran hijos y nietos por leucemia y cáncer de tiroides.

Voces de Chernóbil parece un coro griego. Así como en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides hay unos protagonistas acompañados de un coro polifónico que interviene para encadenar hechos, anunciar desgracias o lamentar desastres, así en Voces de Chernóbil aparecen múltiples voces individuales que narran su desgracia y que en conjunto construyen un coro que da voz y forma a un desastre que no fue un accidente sino un crimen de Estado en tiempos de Gorbachov.

Más allá del contenido de la historia, es particularmente interesante la forma del relato y ahí viene la similitud con Alfredo Molano. Para escribir este libro, catalogado con el rótulo de “ensayo”, la Premio Nobel hace numerosas entrevistas y decide escribir monólogos. No son diálogos ni perfiles. No sabemos casi nada de la apariencia física de los entrevistados, ni muchos detalles sobre sus viviendas u oficinas o su atuendo. Tampoco sabemos qué preguntas les hace. Sólo conocemos sus voces, algunas ilustradas, otras ordinarias, algunas rabiosas, muchas resignadas.

Aparecen los chistes que la gente hace, lo que come, lo que lee, las cosas que añora. Como lo viene haciendo Molano desde hace décadas, en una técnica que aprendió de la sociología y de escuchar a la gente y que hace que en sus libros el autor sea invisible y se registre sólo la voz de los protagonistas, que son personas comunes y corrientes.

Molano tiene con Alexievich más de una coincidencia: ambos han ejercido el periodismo, conocen las salas de redacción, pero lo suyo es la reportería de largo aliento, el trabajo de campo, fruto de viajes que permiten conectar el paisaje con la gente. Sus títulos lo revelan: Selva adentro,  Del llano Llano, En medio del Magdalena Medio. Ambos rehúyen las fuentes oficiales y realzan el valor del testimonio de la gente de a pie. No sólo rescatan lo que dicen sino también cómo lo dicen. Por eso los libros de Molano, como Voces de Chernóbil, son polifónicos aunque tengan un único autor: respetan el habla local, sus giros, palabras y acentos, no como una “nota de color” sino como signo relevante de la cultura.

Son contemporáneos: Molano nació en el 44 y Alexievich en el 48. Y a ambos los inquietan temas similares: la guerra, el destierro, la sociopolítica, la opresión del poder que ambos han vivido en carne propia. Alexievich tuvo que asilarse en el año 2000 durante más de una década por la censura del presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko y a Molano le correspondió lo propio durante siete años, también empezando este siglo, por amenazas paramilitares. Su formación y sus historias particulares los han llevado a ejercer un periodismo que no es neutral, que no es aséptico, sino comprometido con la defensa de los derechos humanos y el ideario político de la libertad como principio elemental. La voz de los campesinos es importante en las obras de ambos.

El Premio Nobel de Svetlana Alexievich constituye una reivindicación para las obras literarias de no ficción y para las capacidades narrativas del periodismo. Ojalá algunos de los lectores colombianos que gana la bielorrusa con este reconocimiento, se animen también a buscar otros libros similares en nuestro entorno. Cualquiera de los casi 30 títulos publicados por Molano pueden ser un buen punto de partida. Son de una calidad que nada tiene que envidiarle a la recién laureada.

*Escritora.

PINOS. Juan Grajales

Para analizar la condición humana que mejor que tomar los personajes en su propio medio, para ir viendo cómo surgen amistades, amoríos, aventuras, ilusiones que muchas veces conducen a engaños, decepciones, rupturas y dolorosas separaciones, pues ese es el caleidoscopio en el que está inmerso el ser humano y es en esas interacciones en donde se puede valorar en su debida medida, el tipo de relación que se crea y se mantiene o solamente si es algo ocasional, que también se puede disfrutar.

En la universidad, en el trabajo, en los sitios de diversión es donde se van configurando los personajes que nos muestra el autor y a través de sus conversaciones, sus confesiones, sus frustraciones y tragedias, se va desarrollando una trama que nos comienza a atrapar y de la cual debemos estar muy pendientes pues en las quinientas páginas del texto aparecen muchos personajes que cuando menos se piensa conectan unas redes inimaginables, esa es la maestría del escritor.

La bondad del ser humano se percibe fácilmente por su claridad de pensamiento, su transparencia en la expresión y su rectitud en el actuar, además de la coherencia en su pensar, decir y obrar; lo difícil es detectar la maldad pues quienes la ejercen, generalmente se cuidan de las apariencias, el engaño es una de sus armas y la candidez o confianza que tenemos innata, nos hace creer en el ser humano, y todo esto es lo que propicia caer en sus peligrosas redes.

Los sufrimientos nunca revelados resultan los más lacerantes, como el que nos describe del universitario homosexual que no se atreve a enfrentar su dilema, el de la periodista que tiene que soportar el acoso laboral para poder subsistir, la decepción de la mujer que cuando pretende ser correspondida, éste le confiese que está comprometido, etc. Todo esto descrito con una sutileza que permite comprender esas tragedias internas.

En otra escala de esa pasión por el mal, aparecen las víctimas de esos oprobios: la esposa ingeniera de sistemas quien investiga la desaparición de su hija y por su obsesión con esa pesquisa, es, sin el apoyo de su esposo, considerada demente y aislada de la sociedad; la detective que no se cansa de investigar los casos de los demás, como resignación al nunca aclarado de la pérdida de su pequeña hija, la de los padres del universitario de ejemplar conducta, que lo tienen acusado de un atroz crimen, y así nos va atrapando esta conmovedora historia.

Escrita de tal manera como si fuera el presente actual, aprovecha para mostrar la tecnología imperante, como las redes de comunicación, los adelantos técnicos para enfrentar desastres, las relaciones de poder en el gobierno y la seguridad, la vida universitaria, las diversiones de los jóvenes y los no tan jóvenes, los fisgoneos de las vecinas en los barrios residenciales, etc. Es decir la cotidianidad.

Es en esa cotidianidad en donde es dable analizar los extremos de la conducta humana, los sufrimientos que causan y las alegrías que suscitan. Veámoslo como lo describe el autor: “Para ella, todos los recuerdos dolorosos de su hija acababan de avivarse, veía en él a los agresores, a los violadores, a los asesinos.” Y en otro pasaje nos dice: “Si acaso esta es la única vida de la que disponemos, si sólo nos queda menos de medio siglo para ser parte consciente de este mundo, quiero simplemente tratar de ser feliz e intentar convencer a los otros de hacer lo mismo.”

Todo esto y mucho más, es lo que nos presenta Juan Grajales en su tercera novela PINOS, un relato que no puede encasillarse fácilmente como novela policiaca, negra, drama u otro calificativo, pues fundamentalmente es un análisis de la conducta humana, en donde muestra los opuestos entre la bondad y la maldad, pero de una manera desgarradora, como ya nos ha mostrado que lo sabe hacer.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

Desde la obra arquitectónica del Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona de Manizales

Por mucho tiempo me pareció que la obra inconclusa del Centro Cultural ROGELIO SALMONA era una carcasa abandonada después de la guerra. Pasaba por su lado como esos enamorados que no han descubierto el amor y seguía sin importar lo que iba a pasar. Sin entender la vista como ese aparecer cultural que cambia la vida de lo observado y el observador. La magia del aparecer.

Desde el umbral de ingreso el espacio llega como una bocanada de aire, líneas geométricas invaden los ojos tras una revelación. Las entradas nos llevan al interior y desde las rampas rapsodas sobre las paredes, caminatas en busca del aire interior. La pausa sugiere el círculo y su cuadratura, después del vacío una invitación a la gruta que en el interior nos llama. En su aposento nos encontramos frente a diversas plazas rodeadas de círculos igual al humo de las catacumbas, centrando espirales sobre la cabeza, sacando partes del todo, mirando al través, sintiendo el paso de luces infinitesimales sin alcanzar a percibir su procedencia y la estructura que cubre el espacio evitando el sol, igual a ese filosofo que dijo a Alejandro Magno que se retirara y el sol llegara a su cuerpo. Entonces, surge una iluminación sutil de las rendijas, antiguas filtraciones entre las paredes, una espada de claridad partió el edificio, y la claridad atraviesa cada piso con sutiles diferencias.

Entre catacumba y gruta, entre modernidad y concreto, entre círculos y carrileras de libros, entre edificio y vuelo de paloma, vemos lejano el espacio detrás de los vidrieras como hombres modernos y nos sentimos cerca por la antigua clarividencia, nos aleja la cubierta cóncava y nos acerca el paisaje, estamos como ignotos ciudadanos en una plaza, cercados por la tecnología y el deseo de ser en la estratosfera. Las rampas recorren los nervios exteriores de una rueda que sube y baja.

La terraza jardín, un cono para que el paisaje tome café, paisaje que entra por las agudas transparencias, jóvenes  soñadores, huevos primigenios del eterno retorno dentro de cien años, inclinados sobre los audífonos como el antiguo campesino  frente a la semilla, ignoto mensaje de falta de concordancia. La luz natural del día cae de las paredes buscando el origen de la gravedad, y al mirar el sol perdemos el sentido ya que no lo encontramos.

¿Cómo hizo SALMONA para enredar aire y luz en su composición? ¿Cómo hizo para ubicar líneas rectas y curvas, plazas lejanas, visiones de otro tiempo, círculos sobre el aire que se reparten en el huevo cósmico? ¿Horizontes retraídos como la matrioshka rusa?

El edificio no tiene techo, en épocas cubierto de polvo y madera, de infinitos insectos, porque es un nuevo espacio de la vida silenciosa sobre la cabeza de soñadores, gatos con su hirsuto caminar hundían la realidad flotante, otra realidad puesta de cabeza, inauguración de un piso imaginario, continuación constructiva del ascenso, ya no usamos carretas con alas sino que nos elevamos con alas de tierra. Un techo habitable, teatro con gradas, allí los pájaros y demás insectos prestados de los árboles, del aire vecino, quedamos en la parte alta como en la cubierta del barco en que el viento arbolea el paisaje. Los materiales se articulan buscando la imagen, el ladrillo de la imaginación dialogando con el ladrillo vernáculo, la materia prestando su incomprendida fragilidad para que el viento y el agua de su forma.  Los edificios del barrio Palermo junto con el Morro de Sancancio inclinan la cerviz sin advertir el vecino que tienen, igual al primer observador que no atinaba sobre la realidad. La arquitectura nos invita a amar el territorio haciendo que tome raíces imaginarias, dando dimensiones creíbles a las ideas, buscando el suelo donde asienta la vida, un hito en la historia se ha aposentado en Manizales.

El edificio continúa la obra colonizadora del siglo XIX cuando nuestros abuelos trazaron surcos y caminos, entre amores y tapiales, es un cambio de rumbo en la historia de la ciudad, con nervaduras de las hojas, con los pliegues del amor, un barroco desarmado, columnas griegas en el volumen de los guaduales, rampas que nos llevan raudas como los caminos vecinales en el trasegar del tiempo.

Dejamos atrás el edificio público, el color de la imaginación, los techos planos de ladrillo mampuesto, las corrientes de aire que corren a velocidades para decir del mundo. El proyecto inacabado pero completo, el recuerdo de arquitecto como intelectual de la convivencia de la materia. Experiencia itinerante del autor como causa y efecto, del espectador, semblanza y disfrute.

Otro día, observando este volumen que culmina la montaña, su interior que antes no estaba dado, se ha llenado de formas, figuras y visiones, distingo el cono invertido y se dónde está, qué cubre, qué riesgos asume sobre las cabezas, como el primer círculo de figuras que bajan, de figuras que suben, de las triadas de Hegel, de las líneas imaginarias de Platón, de la música de las esferas, de la geometría de Spinoza, del cálculo infinitesimal y el agua perdida entre los áticos, todo alcanza la superficie sublunar.  El espacio se ha colmado de aire, densidad de la imaginación que, acompañada de ideas,  llena el universo.

Dice Rogelio Salmona que el arquitecto prepara ruinas donde tomarán plena significación los espacios silenciosos, rememorativos, oscuros e incomprensibles, luces que nadie domina, puentes, uniones, lazos, amores y desamores. Historia, más el devenir.

La arquitectura de la ciudad en la obra de SALMONA nos acerca a múltiples dimensiones de lo real, el tiempo se encamina, el futuro se detiene en formas platónicas, nuevos ámbitos y rostros se levantan en el horizonte surcado de montañas.

*Escritor

JENNY MORENO. Entre la ópera y el aula de clases

Los más grandes escenarios y el público de la ópera europea vieron por años el canto y la actuación de Jenny Moreno, una mujer que orientó su carrera profesional a compartir con estudiantes de Manizales lo que más sabe: la música.

Hizo estudios de Licenciatura en Música con énfasis en Canto en la Universidad de Caldas, institución donde actualmente es profesora, y que la vio regresar  11 años después como magíster en Canto y Performance de la Universidad de Aveiro e Interpretación del Conservatorio Superior de Música de Oporto en Portugal.

El canto, la familia y la docencia son para Jenny Moreno los pilares de su vida.  “Recuerdo que en la época del colegio era la estudiante que cantaba en las izadas de bandera y demás eventos. Participaba en concursos infantiles y quise estudiar música, pese a la preocupación que tuvo mi mamá los primeros años de la carrera porque pensaba que no sería productiva ni rentable”.

El tipo de voz de Jenny es soprano lírica,  invitada habitual a protagonizar producciones de ópera. “Las calificaciones de las voces tienen distintas connotaciones  y una de ellas es por extensión o sea que tan grave o agudo puedes cantar y la segunda es como el apellido que es el color y la agilidad. Las sopranos somos las más agudas y  algunas de ellas son ligeras, líricas o dramáticas. Mi voz es más oscura, con más proyección que la soprano ligera y menos agilidad en el movimiento de las notas”.

Una pausa en el camino 

Jenny esperaba quedarse en Portugal únicamente el tiempo que durara su primera maestría, pero el destino la llevó a estudiar más y a presentarse en escenarios de ese país, de Suecia y de Reino Unido. Un estado delicado de salud por el que pasó su abuela la hizo replantear su futuro, regresar a Colombia y dedicarse a enseñar y así estar cerca a su familia.

“Mi estadía en Portugal se extendió porque tuve oportunidades de estudiar, uno de los profesores que me apoyó fue Antonio Salgado. Hice una especialización muy práctica mediante montajes de varias óperas y giras por todo el país. Él “me tiró al agua” muchas veces porque no me consultaba si quería participar en concursos,  sino que simplemente cuadraba todo para que yo hiciera pruebas de audición.  Ahora le agradezco ese aprendizaje”.

Después de varios intentos Jenny pudo regresar a Colombia. En tan solo 20 días dejó a sus amigos, sus trabajos y a los seres queridos que tuvo durante el tiempo que vivió en Europa. “Regalé mis cosas a un orfanato que quedaba al frente de mi casa”, recuerda la profesora.

Comenzó a trabajar en septiembre de 2014 como docente ocasional. Su vida transcurría entre Manizales y Medellín;  cada semana,  y por dos años, viajaba de una ciudad a otra a enseñar en la Universidad de Antioquia y en la Universidad de Caldas. Finalmente decidió quedarse en  su ciudad natal,  y no precisamente como actriz y cantante de ópera sino como docente.

“Recuerdo que una vez me dijeron: cuando te entrevisten,  si el agente te pregunta si te quieres casar dices no, si quieres tener hijos dices no, si tienes novio responde que no, así las respuestas sean todo lo contrario y eso se debe a la disponibilidad que debe tener una artista para viajar e ir de un escenario a otro, y eso no lo quiero para mí”.

Por temporadas la invitan a ser parte de las producciones de Taller de Ópera de la Universidad de Caldas. Uno de los personajes que más recuerda es el de  Florinda que interpretó hace dos  años como protagonista de la obra del mismo nombre.

Esta producción fue el resultado de un trabajo de investigación del maestro Nelson Monroy quién se dio a la tarea de recuperar una ópera perdida en el tiempo, escrita por José María Ponce de  León con textos de Rafael Pombo. “La dificultad fue encontrar las partituras que estaban regadas por varias ciudades del país y re-escribirlas”.

Para Jenny su papel como profesora se logra cuando en  una ciudad como Manizales empiezan a suceder hechos importantes en canto. Considera de más valor su trabajo aquí que en otra ciudad donde todo está hecho en las artes. Para ella cada estudiante es un mundo con sueños, problemas, desafíos y talento y seguirá ahí esperando por aquellos que quieran aprender.

*Comunicadora Social y Periodista.

Productora Manizales 92.7 FM y 1000 AM.

Subgerencia de Radio – Radio Nacional de Colombia