La estética totalitaria en Argentina, 1985

Al terminar de ver Argentina, 1985 (2022), me levanté del asiento con un sentimiento amalgamado de emoción y desconcierto. La película está bien, sus valores de producción son altísimos, la reconstrucción de época, las imágenes de archivo que vemos en los créditos y que fueron reproducidas al detalle en la película son también impresionantes, así como lo es también la interpretación de Ricardo Darín, casi irreconocible por el maquillaje y por su magistral capacidad actoral, pero otras cosas que no terminaban de cuadrar en mi mente, sentía ilegítimo el disfrute que estaba experimentando, algo sobraba o algo hacía falta. Esa certeza de que algo no estaba bien pese no tener mayores comentarios negativos son la razón de ser de este artículo, una reflexión sobre la forma, una pregunta para profundizar en esa sospecha.

Analicemos, en primer lugar, la estructura. La forma de Argentina, 1985 es tradicional, Aristotélica: un solo protagonista, el fiscal Julio César Strassera, y un único objetivo, mandar a la cárcel a todos los integrantes de la junta militar argentina por los crímenes que cometieron contra la ciudadanía. Nos damos cuenta posteriormente de que la narración pertenece al género judicial, pues la mayor parte de la acción dramática ocurre en los juzgados, así como el clímax final. En tercer lugar también apreciamos elementos de la narración heroica —durante los primeros minutos Strassera intenta evitar la asignación de esta tarea, acorde con los pasos que menciona Joseph Campbell en “El héroe de las mil caras”: el héroe recibe un llamado a la aventura y posteriormente rechaza el llamado.

Esta reunión de ideas no representa ninguna innovación, mucho menos un conflicto, la película Veredicto final (1982) de Sidney Lumet, director especializado en el género judicial, utiliza también esta misma combinación de elementos. Frank Galvin,  protagonista de la película, es un abogado para quien la muerte es una oportunidad de negocio, así que va de funeraria en funeraria ofreciendo el pésame y su tarjeta para cobrar seguros e indemnizaciones hasta que un caso de negligencia médica lo conmueve tanto que decide ir a juicio contra el hospital y mediante este proceso vemos un arco de redención del personaje.

Muy fácilmente podemos ver cómo estos tres elementos generan un producto sólido y cohesivo en Veredicto final, pero en Argentina, 1985, vemos muchos de estos elementos sin terminar de anudarse correctamente. Por un lado, vemos a Strassera como un fiscal abúlico, pero no apático y posteriormente vemos a algunas personas que no están de acuerdo con que sea el fiscal encargado de reunir las pruebas en contra de los oficiales, pues él tuvo ese puesto durante el régimen y no hizo nada. Así como mencioné en el artículo sobre Pablo Larraín, el paso de la indiferencia al compromiso político es suficiente argumento para una historia, pero aquí el fiscal no da ese paso por voluntad, sino que lo fuerzan. Pudimos haber visto a Strassera enfrentarse con los demonios del pasado, comprometerse como ciudadano para redimirse por sus omisiones durante la dictadura o sobreponerse a las amenazas de un grupo de militares que le cortan el camino y lo presionan para que renuncie, pero no vemos nada de eso. Las amenazas se muestran como un acontecimiento más, apenas parte del contexto, no representan una acción dramática superior. No vemos a Strassera preocupado, intentando mantener la compostura para que su familia no se venga abajo ante la presión, las cosas pasan como una brisa de verano.

Si no estamos ante un drama personal en el que vemos el desarrollo de un personaje ante una circunstancia adversa, podríamos pensar que lo que ocurre en los juzgados sea el centro de Argentina, 1985, quizás la acción sea más externa, la lucha del fiscal contra el defensor, de la fiscalía contra la junta, pero ni siquiera escuchamos una palabra de la defensa en los juzgados, siempre que el representante de los militares se dispone a hablar pasamos de escena desperdiciando toda oportunidad de generar indignación a partir del cinismo evidente que este defensor tendría. Pudimos haber visto a un digno rival, alguien que nos hiciera sentir abyección y odio, un abogado carismático, encantador de serpientes, maestro de la retórica que pone a sudar frío al protagonista, pero en su lugar nos pusieron a un pusilánime más.

Así que, por último, es posible que si no se trata del drama personal ni del enfrentamiento, la película se parezca un poco más a JFK: caso abierto (1991) de Oliver Stone en la que el clímax consiste en una escena extensa en el juzgado en la que el fiscal muestra todas las inconsistencias en la imputación de Lee Harvey Oswald por el asesinato de Kennedy y sugiere que hubo más implicados. Incluso en los primeros minutos de Argentina, 1985 luego de que el fiscal forma un equipo, manifiestan de forma explícita el desafío que tienen: demostrar la responsabilidad de los militares, relacionarlos con la violencia de Estado sistematizada y generalizada en todo el territorio argentino, pues seguramente lo primero que hicieron fue lavarse las manos, de modo que la película sería detectivesca y cerebral, mostraría la reunión, la clasificación de la información y la elaboración de las pruebas y el argumento, pero también vemos poco de eso.

¿Qué es lo que nos muestra la película entonces? Un grupo de muchachos que creen en la justicia y la ley, un grupo de mujeres valientes que reviven en su testimonio de cautiverio todo el dolor y la humillación que pasaron, amigos leales, familiares incondicionales, un retrato general de toda la gente buena que estuvo detrás de este caso y que había en el país a pesar del clima pro-fascista que primaba en la sociedad, así como un sinnúmero de representaciones positivas de personajes y relaciones tan necesarias ahora en la pantalla grande, cada vez más poblada por nihilistas y cínicos.

El discurso del fiscal que evidentemente tiene el propósito estructural de clímax y que viene anticipado por una secuencia en la que vemos el proceso de revisión y múltiples reescrituras del texto sí resulta emocionante, pero se siente fuera de lugar porque esta escena no permite anudar nada. No hay una fuerza dramática activamente opuesta a Strassera, de modo que su discurso tampoco representa nada dramáticamente, es decir: no es una forma concisa de amarrar los testimonios previos que vimos en el juzgado, tampoco es una forma de dar un golpe retórico contundente a la defensa y mucho menos nos permite ver ese paso del fiscal de corbata abúlico a ciudadano comprometido, aunque hubiera podido ser todo eso.

Reitero lo dicho, pese a todo, la película emociona, pero emociona por el poder del material de base, porque el hecho histórico es inspirador y porque en Colombia también se han dado casos de ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas militares, así que podemos vincularnos con eso. También debemos reconocer la habilidad del elenco, los testimonios increíbles que encharcan los ojos de esas actrices tan poderosas, así como el equipo técnico capaz de producir esas atmósferas tan aptas para que la emoción surja, tanto así que este guion que mucho abarca y poco aprieta no impide el disfrute general ni tampoco evitará que la recomiende.

Aunque hay una cosa preocupante: si dejamos que la emoción nos nuble el pensamiento y permitimos que las obras con las que estamos de acuerdo políticamente sean menos precisas en su ejecución que las demás, estamos celebrando la propaganda y no el oficio audiovisual. La exaltación de la emoción con propósitos de persuadir, sobre todo en el ámbito político, son más propios del dictador que del defensor de la democracia. Con eso hay que tener mucho cuidado, no vaya a ser que los totalitarismos terminen por apropiarse de ese espacio de libertad que es la pantalla del cine.

*Escritor. Realizador de cine.

Biblioteca Digital de Confa incluye nueva colección de ebook de Panamericana

Sin excusas, elige leer

La Biblioteca Digital Confa continúa con su propósito de acercar a la población a la lectura en digital y con ello favorecer el acceso a información, aportar al mejoramiento de la calidad educativa del departamento y  mejorar los índices de lectura de libros en Caldas, es por ello que para empezar el 2023 incluyó una nueva colección de 110 títulos de Panamericana.

Esta colección representa una novedad ya que ofrece títulos modernos y actualizados, los cuales están vigentes en librerías, son cercanos a muchos de los gustos de los colombianos y fueron seleccionados en distintos géneros  y para distintas edades,  algunos de ellos se suman al plan lector, un apoyo para el docente dentro y fuera del aula.

Estas historias escritas buscan un lugar en el tiempo de disfrute y aprendizaje de los cerca de 5.000 visitantes mensuales que tiene hoy la Biblioteca Digital de Confa.

Narraciones como Colombia mi abuelo y yo, La hermana del principito, Descubriendo a Miranda y La extraña en mi, se suman a los clásicos ya vigentes y hacen parte de las colecciones de novela juvenil, novela gráfica, literatura infantil, fomento a la lectura, cocina, temas generales, conocimiento para niños, Marketing y emprendimiento, ambiental, autoayuda e historia que trae consigo la biblioteca para este 2023.

El acceso a la Biblioteca Digital de Confa es gratuito, es por ello que la invitación es a que se registren con su documento y un correo electrónico para poder disfrutar de esta nueva y entretenida colección.

Biblioteca Digital de Confa ofrece en total 1.980 libros, además de podcast, audiolibros y videos de booktuber, una propuesta multimedia integral para todos los gustos.

La Biblioteca Digital de Confa tiene la posibilidad de leer en la plataforma, descargar los libros, colocarlos como favoritos e incluso regalarlos a otras personas a través de correo electrónico, con ello se posibilitan interacciones importantes alrededor de la lectura.

  • Según estudio realizado por el centro de investigación Lectupedia en el 2022, en promedio un colombiano lee 1,9 libros al año, muy por debajo de Canadá, donde leen 17 libros al año.

  • Según la Encuesta Nacional de Lectura, ENLEC 2018, Manizales es la 5 ciudad donde más se lee de forma digital, por debajo de Yopal 83%, Tunja 81,7%, Bogotá 81,2% y Villavicencio 80,1%.

  • En la biblioteca digital de Confa actualmente se descargan en promedio 200 libros al mes.

Conoce el catálogo y elige el libro para empezar a leer: Ingresar

La música atraviesa la cotidianidad de Juano Jurado

Abogado en Investigación Criminal, Magister en Derecho, en este momento adelanta el Doctorado en Literatura. Profesor de la Universidad de Manizales en los programas de Ciencias Jurídicas y de Humanidades y de posgrados en otras universidades.

Hablamos de Juano Jurado (Juan David Jurado Ocampo), a quien le queda tiempo también para la creación musical: es compositor, cantante, interprete del piano y de la batería.

Oriundo de Manizales, se define como “un hombre muy sencillo dedicado a mi familia y muy creyente en la principal religión universal que es el amor, por eso intento enamorarme de todo lo que hago, de mi vida jurídica y de mi vida artística, básicamente ese soy yo”. Vive su cotidianidad entre el hogar, la docencia, la música y la literatura.

Y en todos estos “ires y venires” acaba de lanzar por todas las plataformas virtuales su última producción, Santo Pecado, una canción que escribió hace 5 meses cuya letra tiene analogías y mensajes ocultos, como todas sus composiciones. “Cuando escuchen la letra se darán cuenta de que la temática es la de un hombre seducido por una mujer y ella puede ser el bien y el mal, pero detrás existe el dilema de identidad de sexo e identidad de género. Cómo desde afuera se sataniza o se le da la beatificación a una persona dependiendo de la decisión que tome en esos momentos y ellos están todo el tiempo en esa cornisa de para qué lado ir”. Así describe el mensaje profundo detrás de una letra que aparentemente es de rumba, de mujeres y tentación, esa es su forma de escribir.

En medio de tantas ocupaciones, la pasión por la música se constituye en el eje transversal de la vida de este cantautor. “Yo pienso que no sería ni siquiera un buen docente sin utilizar las herramientas de la música, por eso mis clases son muy dinámicas, lo dicen los estudiantes, no lo digo yo. La música, con toda la teatralidad que tiene, me ayuda a mostrar un escenario distinto en mis clases y en los espacios jurídicos donde me muevo. No me imagino ser abogado fuera de las humanidades”, puntualiza.

Su trayectoria artística profesional se inició hace 12 años, ya  con 6 producciones publicadas en las que aparecen géneros como balada, pop y rock mezclado con punk. Son las siguientes: Producto Social en el 2009, en Bogotá, el abrebocas para estudiar Derecho, una canción que escribió a los 11 años cuando fue víctima de un atraco. Demo Promocional, en el 2011, tres canciones. Malas Decisiones en el 2013 con 11 canciones. Piel y Mente en el 2018, un álbum de 5 canciones. Hechicera en el 2020, y en el 2023 Santo Pecado.

Además publicó el libro Cutáneo: relativo a la piel, poemas que se han convertido en canciones y que hacen parte de los espectáculos que presenta para públicos reducidos en espacios muy culturales “porque la idea es que escuchen las propuestas de Juano y su equipo, en vivo no toco canciones de otros artistas”.

Respecto a las estrategias digitales que se utilizan para difundir la música en la actualidad, Juano tiene su mirada muy particular, considera que cada vez se les exige más a los artistas, así lo explica:

Anécdota de Belisario con Otto Morales Benítez

“Los colombianos tenemos una deuda con Otto Morales Benítez, que nunca le pagamos: “¡No lo hicimos presidente de la república!”, dijo el expresidente Belisario Betancur, de quien el país viene celebrando por estos días el centenario de su nacimiento en Amagá, Antioquia, en febrero de 1923.

En memoria suya y de su gran amigo, el exministro caldense Morales Benítez, recuerdo de una graciosa anécdota que él mismo nos contó en la Academia Colombiana de la Lengua, institución de la que ambos personajes fueron miembros honorarios. Fragmento de mi libro “Huellas en la Academia” (Amazon, 2018).

Encuentro juvenil

Belisario Betancur era entonces, a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, un pobre estudiante de provincia (de Amagá, por más señas) que a duras penas lograba sobrevivir en Medellín. Disfrutaba de una beca -¡Gracias a Dios!- para estudiar Derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana, pero solía estar con los bolsillos vacíos, aunque fuera presa de grandes ideales, de locas ambiciones, mientras devoraba más y más libros, hablaba de literatura e historia, y hacía sus primeras incursiones en la política, lejos de imaginar adonde habría de llegar. La difícil situación económica le golpeaba con rigor.

Por fortuna, había hecho amistad con uno de sus condiscípulos: Otto Morales Benítez, pueblerino como él (de Riosucio, en Caldas); recién llegado de Popayán, donde había terminado bachillerato, y, en buena hora, fundador de “Generación”, el suplemento literario del tradicional e influyente periódico El Colombiano, que dirigía junto a otros dos jóvenes intelectuales: Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento, quienes, todos a una, no dudaron en abrirle las puertas para divulgar sus escritos.

¡Sólo que no podía firmar con su nombre! ¡No! Como él, Belisario, no era codirector del suplemento, ni columnista, ni nada parecido, tampoco le iban a pagar un peso por tales colaboraciones, según el mandato supremo de las directivas del diario. Y como su problema era la falta de plata…

Remedio a la vista

Fue cuando a los jóvenes periodistas se les ocurrió una brillante idea: que como allí tenían a su cargo una columna de opinión -“Ecos y comentarios”-, firmada por los tres, ¡cada semana podrían rotarse para que uno de tales comentarios fuera de Belisario, pagándole así, sin que nadie, absolutamente nadie, lo supiera!

De hecho, El Colombiano les pagaba a Otto, Sanín y Miguel por su columna y por el suplemento, pero ellos a fin de mes le entregaban su parte a Belisario, por derechos de autor, aunque él nunca firmara sus notas. Entretanto, Morales Benítez, quien realmente era el mandamás de “Generación”, celebraba la ocurrencia con su estruendosa carcajada que se escuchaba a lo largo y ancho del vasto territorio antioqueño.

Belisario, en cambio, no tenía motivos para morirse de risa. Estaba contento, claro está, por la mesada que recibía, suficiente para comprar más libros, aunque sus bolsillos (y su estómago) siguieran vacíos, pero era una verdadera tortura colaborar en esa forma, pues sus comentarios eran de su autoría, no de sus amigos, cuyos estilos eran bastante distintos al suyo.

¿Cómo iba a escribir -se preguntaba, aterrorizado- a la manera de Otto Morales Benítez, de Jaime Sanín Echeverri o de Miguel Arbeláez Sarmiento? ¿Cómo? ¿Si cada uno tiene su propio estilo, fácil de identificar por cualquiera y, en especial, por el director del periódico, Fernando Gómez Martínez, un intelectual con todas las de la ley, a quien nadie podía meterle gato por liebre?…

Fue cuando encontró, de nuevo con la ayuda divina, la fórmula para evitar ser descubierto en su fechoría: si la columna en cuestión era suscrita por Otto, debía citar, con insistencia, al peruano José Carlos Mariátegui; si lo era de Sanín, pasearse a cada paso por el Siglo de Oro español, con uno que otro verso de fray Luis de León, y si finalmente era de Miguel (quien se las daba de vanguardista), hablar de Novalis, Rilke, Kafka y los poetas simbolistas, como Mallarmé.

“Yo tenía, pues, tres seudónimos: Otto Morales Benítez, Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento”, recordaba, entre risas, el ex presidente Belisario Betancur a mediados de 2015, con 92 años encima, sin olvidar la deuda de gratitud que tenía con sus viejos amigos ya fallecidos.

Escritor anónimo

“En este acto, al inaugurar la Sala Otto Morales Benítez en la Academia Colombiana de la Lengua y, sobre todo, con la creación del Instituto para el Humanismo Social, siento que por fin le estoy pagando esa deuda”, dijo el exmandatario conservador, pensando con nostalgia en la mano tendida del antiguo director de “Generación”, entonces recién fallecido en Bogotá.

“Pero, los colombianos -agregó- todavía tenemos una deuda con él, pues nunca le pagamos: ¡No lo hicimos Presidente de la República!”.

“¡Qué gran Presidente habría sido!”, dijo.

“Y ya se nos iba haciendo tarde para este reconocimiento al gestor del humanismo social en Colombia”, fueron sus palabras finales que, por cierto, sonaron como un reclamo más para pagar nuestras deudas con Otto Morales Benítez, el presidente caldense que no tuvimos.

Colofón

Cuando el ex presidente Betancur llegó ese día, hacia mediados de 2015, a la Academia de la Lengua, alguien se declaró gratamente sorprendido por lo bien conservado que estaba a tan avanzada edad.

“¿Y cómo no va a estar bien conservado? Al fin y al cabo, él es conservador”, dijo alguien mientras se abría un cordial debate en torno a la relación entre el conservatismo y la longevidad.

(*) Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua

Dorian Hoyos Parra: una mujer invencible

“Les agradecemos que nos acompañen en este encuentro denominado Poéticas Manizaleñas que surge de una necesidad latente de la ciudad, pues Manizales se narra en cada instante, dicen que aquí en cada esquina hay un poeta. Estas montañas, estas calles, y estos atardeceres están hechos para convertirse en historias, es por esto, que Manizales y Caldas son conocidos como cunas de escritoras y escritores, los cuales han hecho un aporte invaluable a la literatura del país”.

“Esta tarde estamos aquí para celebrar la vida de la escritora Dorian Hoyos Parra, agradecemos en primer lugar a su hija Alejandra por la complicidad y a ella, a Dorian por la ternura, la disposición y la voluntad con la que acudió a esta cita. Hoy hablaremos desde la amistad, la fraternidad y el cariño sobre su vida, su obra y toda la narrativa que se encuentra detrás de sus historias y que hacen parte de esta ciudad y de sus habitantes”.

“Agradecemos también a Juan Carlos Acevedo quien ha crecido al calor de los poemas y es sin duda un compañero de tertulia perfecto para Dorian en esta tarde y para nosotros que estaremos escuchando como testigos atentos”.

Con estas palabras inició el Centro Cultural del Banco de la República de Manizales, el 17 de febrero de 2023, el homenaje a la escritora Dorian Hoyos Parra para celebrar sus 90 años de edad, en el marco del centenario de la institución.

Después de que empleados del banco leyeran algunos poemas de la autora, el poeta Juan Carlos Acevedo, encargado de presidir el diálogo, hizo la presentación de la homenajeada: “Es una mujer que no se rinde, que no se deja vencer, que se levanta como de sus caídas físicas, una y otra vez, una invencible mujer que atravesó dignamente el siglo 20 y avanza plena en el siglo XXI. Ha sido hija y hermana, madre y abuela, empleada y artista, amiga y esposa. Dorian Hoyos Parra está hecha de esa materia única de la que están hechas las mujeres. Por su larga lista de amigos que van desde Pablo Neruda hasta los grandes poetas Luis Vidales y José Luis Diazgranados o Iván Cocherín, Carlos Eduardo Marín, Maruja Vieira y la gran poeta Beatriz Zuluaga han pasado sus sueños, con esa lista de amigos han pasado sus miedos y sus esperanzas y lo digo porque su cercanía con ellos consolidó no solo su vocación de literata sino también la de humanista…”

Dorian, poeta, historiadora, novelista, ensayista, librepensadora y “católica a mi manera”, nació en Manizales. Ha dedicado su larga vida, además de la escritura, a servir, con sus atributos de alegría, vitalidad, optimismo y generosidad que siempre la acompañan, a las causas cívicas y culturales que han determinado el progreso de la ciudad. Ante más de un centenar de familiares, amigos y admiradores narró con visible emoción, y su característico humor, episodios de su fructífera existencia.

La maestra también es abogada, carrera que estudió en Bogotá. Allí se vinculó en 1969 laboralmente al DANE durante 25 años, donde tuvo como compañeros a destacados personajes de la literatura colombiana tales como Luis Vidales, José Luis Diazgranados, Humberto Durán, Luis Fayad, con quienes consolidó una afectuosa amistad.

De regreso a Manizales en 1993 continuó con su producción literaria, iniciada a los 7 años de edad cuando escribió su primer poema, la cual se refleja en sus libros: Cantos Intemporales (Poesía, 1981), Gotas de Rocío (Poesía, 1991), Eros y Urano: Amor y Cielo (Poesía, 1999), Café y Ciudad, por la cotidianidad de la población cafetera de Manizales (Novela histórica, 1999), Alma de Gema (Poesía, 2008), Vivencias (Poesía, 2013), El Camino en la Sombra y Cien Años de Soledad: Coincidencias y Similitudes (Ensayo, 2006). También ha colaborado con artículos en revistas y periódicos locales y nacionales.

Al final del acto, en medio de los aplausos de un público testigo de su trasegar por la ciudad de sus amores, leyó algunos de sus poemas, cuya lectura se registra en este audio:

 

 

 

Pajarero

Casting

Camuflado entre los árboles del bosque en una de las montañas de Villamaría, “Memo” espera con paciencia una aparición, una visión de fantasía que premie el tiempo dedicado a meditar sobre la naturaleza mientras llega el objeto de sus deseos, un ave, un pájaro que provoque de nuevo el asombro en todo su ser, pues cuando esto sucede, todo el encanto del mundo se intensifica y trae sensaciones indescriptibles que solo pueden percibirse in situ.

Luis Guillermo Valencia Rendón, “Memo”, es una de esas personas que hoy en día se denominan “pajareros”, quienes dedican su sensibilidad al avistamiento de aves, que en nuestra región tenemos en mucha cantidad y diversidad. Él ha dedicado gran parte de su vida al trabajo ecológico, construyendo redes entre personas y colectivos mediante las caminatas que emprende con grupos por distintas regiones de nuestra geografía. Es un amante de la Pacha Mama y practica este amor desde todos los escenarios en los cuales se compromete.

“Memo” es el fundador del grupo de pajareros AndinAve, que realiza avistamientos de aves en diversos lugares del Parque Nacional de Los Nevados. De allí surgió la idea de gestionar ante el Concejo de Villamaría, Caldas, la denominación como ave emblemática del municipio al “Chivito Paramuno”, un colibrí endémico del Parque Nacional de los Nevados. Dicha iniciativa fue aprobada por el Concejo de este municipio, lo cual permitirá la protección de nuestros bosques, su fauna y flora.

Con base en esta propuesta ya materializada, otros grupos ambientalistas han retomado la idea en sus localidades para la escogencia de aves emblemáticas; es el caso de la vereda Pueblo Rico, Neira, en donde “Memo” asesora a los líderes comunitarios en la redacción de este proyecto, mediante el cual se plantea, desde una consulta con la población, nombrar el ave que represente la historia y el presente ecocultural de esta hermosa zona caldense. Al frente de la iniciativa está Mauricio Zuluaga, quien en su finca Cañón del Guacaica, promueve el ecoturismo y el avistamiento de aves.

Esperamos que esta bella iniciativa se convierta en realidad, como se logró en Villamaría, y de la mano de Mauricio “Mao” Zuluaga y Guillermo “Memo” Valencia tengamos un bello símbolo que nos represente ante el departamento, el país y el mundo como integrantes de este Paisaje Cultural Cafetero que ha permitido enorgullecernos de nuestra identidad a partir de la riqueza humana y natural que se nos ha dado con generosidad, para respetarla y convivir en equilibrio, porque como dicen los ancestros, la naturaleza no es de nosotros, nosotros somos de la naturaleza.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Mujeres Escritoras Centenarias de Caldas

En el marco de la celebración de los “100 años generando confianza” del Banco de la República, la sucursal cultural de Manizales iniciará el 23 de febrero el proyecto Mujeres Escritoras Centenarias de Caldas, el cual se extenderá por 10 meses, cada mes dedicado a una autora en torno a su vida y obra.

Será una actividad de gran impacto cultural y de memoria para la ciudad y el departamento, teniendo en cuenta la poca visibilización que han tenido estas mujeres, a pesar de sus obras prolíficas y de gran calidad literaria.

La propuesta fue construida de la mano de la escritora y periodista Adriana Villegas Botero, quien realiza su tesis de doctorado sobre este tema,y como lo resalta la gerenta del Centro Cultural del Banco de la República en Manizales, Ivonne Paola Mendoza, “es un proyecto muy bello que viene del corazón de la casa”. Hasta el mes de noviembre una autora por mes será la protagonista de lecturas y conversaciones. “Estamos tejiendo una alianza con la Secretaría de Educación del municipio para que los niños cada mes estudien a las autoras. Escoger las 10 escritoras no fue fácil, pero vamos a tener ese bello regalo de hablar de las mujeres centenarias bien sea porque hayan nacido o porque su obra en la década entre los 20 y los 30 se haya desarrollado en la región. Es un poco lograr posicionar las voces femeninas del gran Caldas que muchas veces son opacadas o no visibilizadas por otras voces casi siempre masculinas”, añade la ejecutiva.

La institución destaca que el interés especial de estos conversatorios es invitar a las nuevas generaciones a reconocer el rol de las mujeres en la construcción académica del departamento de Caldas, honrado por ser la cuna de escritores de gran nivel, así como por generar procesos de memoria colectiva que conserven el legado literario de la región.

La primera invitada será la periodista, poeta y escritora Agripina Restrepo de Norris. Nacida el 23 de julio de 1889 en Don Matías, Antioquía, falleció el 6 de febrero de 1983 en un ancianato de Pereira, fue sepultada en Calarcá, Quindío. La fundadora de la revista Numen pasó su infancia en Manizales, donde realizó sus estudios primarios y secundarios en la Normal de Señoritas.

El ciclo de conversaciones tendrá la siguiente programación en la sede del Centro Cultural del Banco de la República de Manizales:

  1. Agripina Restrepo de Norris, a cargo de Rigoberto Gil –23 de febrero 3:00 p.m.
  2. Blanca Isaza de Jaramillo Mesa, a cargo de Jorge Mario Ochoa. 22 de marzo
  3. Chila Molina Salazar, a cargo de Adriana Villegas – 19 de abril
  4. Belisa Botero, a cargo de Sofía Gómez Piedrahita – 24 de mayo
  5. Uva Jaramillo Gaitán, a cargo de Angela Gaviria – 21 de junio
  6. Natalia Ocampo de Sánchez, a cargo de Fernando Alonso Ramírez – 19 de julio
  7. María Eastman, a cargo de Carlos Augusto Jaramillo – 23 de agosto
  8. Maruja Vieira, a cargo de Mary Luz Montoya Sáenz – 27 de septiembre
  9. Carmelina Soto Valencia, a cargo de Yeni Zulena Millán – 25 de octubre
  10. Dominga Palacios, a cargo de Juana María Echeverry – 22 de noviembre

Informes en lmejiagr@banrep.gov.co

Aventura juvenil de Adel López Gómez y Luis Tejada

Aunque nació en Armenia, muchos consideran al maestro Adel López Gómez un manizaleño a carta cabal, pues aquí, en la capital caldense, vivió muchos años, hasta su muerte en 1989.

La siguiente crónica, sobre su aventura juvenil con el famoso cronista Luis Tejada, aparece en mi libro “Turismo cultural por Colombia”, recién publicado en Amazon.

Amigos como hermanos

Eran dos muchachos en plena adolescencia, que sólo querían asomarse, con osadía, a la edad adulta. Luis Tejada era uno; el otro, Adel López Gómez. El primero, un poco mayor, estaba cansado de dictar clases en el colegio de su padre en Circasia (Quindío, que entonces pertenecía a Caldas) y de enviar sus artículos al diario El Espectador, en Bogotá; el segundo, a su vez, confiaba en que el éxito literario alcanzado en Armenia, su ciudad natal, se trasladaría a la capital de la república.

En tales circunstancias, ambos acordaron abandonar el hogar paterno e irse a La Atenas suramericana, aunque la decisión final en tal sentido dependía de sus padres, quienes les oyeron una y otra vez su anhelo de marcharse para ser escritores y consagrarse en los más exigentes círculos literarios del país.

La preocupación de sus familias era evidente, pero al fin, entre rabietas y lágrimas, les dieron permiso.

¡Viaje a pie para Bogotá!

López Gómez había vendido el único ternero de su propiedad, con lo que obtuvo el dinero necesario para cubrir sus gastos básicos; a Tejada, en cambio, sus padres, hermanos y amigos le organizaron una colecta pública “para financiar su locura”, según decían algunos, entre risas.

Al partir, no tenían de qué preocuparse: de sus casas los despacharon con fiambres suculentos, previendo la prolongada travesía que debían hacer, cruzando, en principio, el Alto de la Línea.

Corría el año de 1919. Como no había carretera en sentido estricto sino un estrecho y peligroso camino de herradura; como por allí no pasaba el tren, ni tampoco los buses o autos de ahora para el transporte intermunicipal, el único medio para movilizarse eran caballos, de los cuales carecían los dos jóvenes de esta historia. ¡Tenían, entonces, que hacer su largo recorrido a pie!

Pero, eso les tenía sin cuidado. Un día no lejano -pensaban, confiados- llegarían a la capital, lo único que les importaba. Ya sabrían cómo arreglárselas por el camino.

Pasaportes de celadores

Tuvieron suerte. Del pesado fiambre se libraron con facilidad: en el primer descanso que hicieron, lo devoraron casi en su totalidad, y así, ligeros de equipaje, comenzaron a subir por la empinada montaña, con tanta fortuna que se toparon con el dueño de una finca, amigo de sus familias, quien les dio albergue en su propia casa para pasar la noche.

Al día siguiente, animados y optimistas, pudieron concluir el ascenso y bajar hacia las tierras del Tolima. Cuando caía la tarde, llegaron a una posada: La Argentina, donde fueron bien recibidos; después, al entrar a Ibagué, se encontraron con otro viejo amigo, “como de la familia”, que ocupaba un alto puesto en el gobierno, quien hizo uso de sus influencias para favorecer a los muchachos, consiguiéndoles pasaportes como celadores de la Oficina de Rentas… ¡y los despachó en tren a Bogotá!

En tales condiciones, no tuvieron siquiera que pagar sus pasajes, al tiempo que gozaban de una envidiable comodidad, recibiendo el mejor trato posible durante el viaje.

Llegada a la capital

A Luis Tejada, las cosas le resultaron muy simples: su vinculación a El Espectador fue inmediata, tanto por ser colaborador como, especialmente, porque los Cano, propietarios del periódico, eran sus parientes; López Gómez, en cambio, perdió la buena suerte que traía: no consiguió empleo; el escaso dinero que llevaba no le alcanzó siquiera para pagar la modesta pensión que alquiló con su amigo en un hotel de tercera categoría, y finalmente decidió regresar a su hogar, derrotado, triste.

Antes de despedirse, se repartieron sus pertenencias: Adel le dejó a Luis tal o cual vestido de paño para soportar el frío sabanero, al tiempo que le recibía su ropa más liviana.

Tejada, a propósito, se convirtió al poco tiempo en el mejor cronista del país, compitiendo con escritores de la talla de Luis Cano y Alberto Lleras Camargo, entre otros. Y si bien López Gómez se apareció en Armenia, una semana después de su partida, estaba convencido de volver a Bogotá, ¡para triunfar!

Recuerdos de la aldea

En aquel entonces, Armenia era una ciudad muy distinta a la de hoy, apenas una aldea, de siete a ocho mil habitantes, cerca del río Quindío que se desprende desde lo alto, en las estribaciones de la cordillera central, para atravesar zonas boscosas con empinados guaduales, indispensables para la construcción de viviendas.

Recién había nacido el municipio, en 1889, y sus fundadores se paseaban todavía por las calles. narrando sus extraordinarias hazañas, una y otra vez, en el parque, los cafés y las esquinas.

López Gómez tuvo allí su cuna, el 17 de octubre de 1900, en los albores del siglo pasado. Pertenecía a una familia influyente, como que uno de sus tíos fue alcalde, mientras otros parientes cercanos ocupaban puestos de primacía en la naciente población, donde él pasó su infancia en la finca paterna.

Héroe en casa

Don Adel López Londoño, su padre, era “medio campesino”, por lo cual sostenía, a cuatro vientos, que la mejor escuela es la tierra por acostumbrarse allí los hijos a trabajar en un contacto más natural y humano con el mundo, más inocente y más tranquilo, especial para vivir.

Durante el día, “don Adel” -que así le llamaban en el pueblo- dirigía a sus peones, revisaba los palos de café, estaba pendiente de la vaca que iba a parir y del caballo herido en una pata; por la noche, en cambio, se dedicaba por completo a su familia y, en especial, a sus hijos, aún pequeños, reunidos a su alrededor para oírle declamar poemas, salidos, en su mayoría, de un amplio repertorio de autores españoles.

Pero, lo que ellos más disfrutaban eran sus cuentos, narrados por él con alegría y entusiasmo, representando a los personajes de quienes hablaba, al tiempo que los niños, sorprendidos, esperaban con ansias el final de cada historia, fuera para reír o entristecerse, siempre en medio de aplausos.

El padre, entonces, era su héroe por excelencia. Y cuando, de un momento a otro, interrumpía la lectura para irse a consultar, en la biblioteca, el pesado diccionario de la Real Academia Española, lejos estaban de imaginar que lo hacía en virtud de su purismo, de su honda vocación académica o de poeta castizo.

Pensaban, con seguridad, que estaba algo cansado o, mejor, que como un mago preparaba su próxima función, llena de fantasías.

Las primeras letras

Su madre era tranquila, paciente, de espíritu sereno. Si bien realizaba sus labores domésticas, sacaba tiempo para darles clase a sus hijos, también con las debidas consultas a la biblioteca de la casa.

Cuando menos pensó, el niño Adel –Adelito, le decían- pudo leer y escribir a temprana edad, fascinado, en particular, por las poesías de Espronceda. En tales circunstancias, su nuevo anhelo era previsible: competirle a su padre en la noche, ¡siendo tan buen declamador como él!

No obstante, con los años resultó indispensable que los niños tuvieran su educación formal, en un colegio. De ahí que la familia, como tantas otras, se vio obligada a irse para Armenia, donde residían muchos de sus parientes, cuya favorable posición social les exigía de antemano sacar de la finca a los muchachos, ya grandecitos.

En su caso, el estudio en la ciudad no era de su agrado. Prefería ser independiente, sin depender en lo posible de alguien, ni siquiera de sus padres, y por ello cambió las aulas escolares por el trabajo, como escribiente en un juzgado, donde tramitaba sumarios y recibía declaraciones mientras escribía, a escondidas y en las horas de descanso, sus primeras páginas en prosa.

Fue así como empezó a publicar sus artículos en un pequeño periódico local: Ideales, donde cantaba al amor, a la patria, a la naturaleza, con el romanticismo propio de su época, cuando aún no incursionaba, a sus quince años, en el género del cuento que más tarde le haría tan famoso.

El niño prodigio

Lo del juzgado, aunque indirectamente, tuvo que ver con su incipiente carrera literaria. Y es que entonces López Gómez escribió, con gran facilidad -aunque habiéndolo pensado bastante por varios días-, su primer cuento: “El alma del violín”, para un concurso de ese género, el cual fue promovido con bombos y platillos en Armenia.

El fallo del jurado no pudo ser mejor: ocupó el segundo puesto, no pudiendo alcanzar el primero porque su autor fue nada menos que un señor de 43 años, a quien él conocía de cerca: ¡el jefe del juzgado donde él trabajaba!

A partir de ahí, la vida le cambió por completo: ya no sería sólo “el hijo de Adel López Londoño”, sino una especie de niño prodigio, naciente escritor a quien sus compañeros de estudio miraban con respeto y trataban con el orgullo de ser sus amigos y confidentes literarios.

La ceremonia de premiación fue solemne. Allí se hizo presente toda la sociedad de Armenia, no tanto para asistir al acto como para conocer y admirar en persona al talentoso adolescente; su jefe, sorprendido, le cedió el puesto de honor en el escenario, admitiendo de antemano que no volvería a escribir, y hasta se dio el lujo de escoger a la reina que le daría su trofeo, elección que favoreció a una bella jovencita: María Tejada -¡hermana de Luis Tejada!-, quien, en medio de vítores y aplausos, le hizo entrega del galardón.

Adiós a la infancia

Así, con escasos 16 años encima, Adelito se empezó a abrir paso en el mundo literario, donde estaba dispuesto a destacarse como escritor. Pensó, en consecuencia, que Armenia no era el ambiente propicio para ello; que debía dejar la ciudad para tomar otros rumbos, donde hubiera autores de su talla que pudieran valorar a cabalidad sus escritos, y partió hacia Bogotá, de la mano de Luis Tejada, tal como dijimos al principio.

La infancia y la adolescencia quedaban atrás, en su memoria.

*Exdirector del periódico “La República” y miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua

Manizales hervidero cultural corre el riesgo de volverse hervidero de frustraciones

Los artista, gestores, emprendedores y entidades culturales de Manizales se enfrentan este 2023 a nuevas realidades que afectarán en mayor o menor medida la dinámica de sus proyectos y procesos. Esas circunstancias, entre otras, son los anuncios de cambio del Ministerio de Cultura, la potencial creación de la Secretaría de Cultura del municipio, una propuesta de política pública cultural para la ciudad, la aplicación de la estampilla pro cultura.

Se configura así un ambiente de incertidumbres y desafíos que pone en juego la estabilidad de un inmenso tejido patrimonial de valores humanos, sociales y económicos que se mueven alrededor del sector cultural de una ciudad que se perfila como universitaria.

Esta situación acrecienta la necesidad latente de medir en términos cuantitativos el impacto que la cultura, como eje transversal del desarrollo, tiene sobre la calidad de vida de este territorio, ejercicio que nunca se ha hecho y que con el avance de los medios de información y demás categorías de análisis facilitará el debate público alrededor de un tema tan sensible y vigente en la vida de los manizaleños.

Para Uriel Giraldo Álvarez poeta, profesor universitario y director de la Sala de Teatro El Escondite, Manizales es un hervidero cultural, un hervidero de iniciativas inclusive empresariales desde el punto de vista artístico, “pero corre el riesgo de que se vuelva también un hervidero de frustraciones porque tenemos programas en todas las artes, inclusive uno académico de gestión cultural, y eso hace que surjan muchos emprendimientos culturales pero la ciudad no los apoya debidamente”.

Al referirse a las expectativas que han surgido este año, anota que no sabemos bien que implicaciones tiene el paso del Instituto de Cultura y Turismo a Secretaría de Cultura, “un año de acomodación del nuevo formato tanto para la institución como para quienes tenemos tratos con ella y eso, coincidiendo con un año electoral, es más difícil para nosotros porque viene la ley de garantías y no sabemos hasta donde llegue alguna injerencia y direccionamiento político de recursos. Además, no tenemos idea de cómo van a implementarse las políticas nacionales de llevar el arte y la cultura a los colegios, eso que siempre hemos anhelado, siempre hemos extrañado la separación de los ministerios de educación y cultura. Sabemos que es una propuesta de la presidencia de la república, pero no sabemos todavía cuáles son los planes concretos”.

A él le parece que el perfil de Manizales como ciudad universitaria ha hecho cambiar la cultura, incluso la idiosincrasia de la ciudad. “Tiene sus cosas muy buenas, pero parece que no se ha preparado porque el hecho de ser ciudad universitaria implica muchas cosas, incluso infraestructura para los estudiantes, pero especialmente de la oferta cultural que requiere esa población. El destino educativo de gente de todo el país en sí ya es una riqueza cultural muy interesante que la ciudad no ha sabido valorar y las mismas universidades creo que tampoco”.

Llama la atención Giraldo Álvarez sobre la oferta cultural que requiere esta población y que la ciudad no apoya ni ofrece debidamente “porque da la sensación que las universidades creen que sus programas en este sentido son suficientes y resulta que no. Hay otras posibilidades artísticas en la ciudad que hay que respaldar porque si no terminan los estudiantes simplemente nutriéndose de una manera endogámica de lo que la misma institución donde estudian produce y entonces es posible que muchos egresados regresen a sus sitios de origen casi que sin romperse ni mancharse porque no se dejaron permear por otras expresiones culturales que se mueven en la ciudad”.

Génesis de la hidra

En trescientas veintitrés páginas, divididas en diecinueve capítulos, Maria Cristina Restrepo López nos presenta en forma novelada, en un periodo que abarca desde 1963 hasta el año 2000, La mujer de los sueños rotos, un  relato de amor, pasión, violencia, dolor y soledad, la historia de Laura Martínez, desde su adolescencia hasta su madurez.

Esta historia tiene como marco de referencia los años en que la sociedad emprendedora, elegante, austera, de buen gusto y sanas costumbres, de Medellín, se dejó atraer por el facilismo en la consecución de dinero, las extravagancias de los nuevos ricos, el ascenso de los emergentes logrado a través del narcotráfico, los despilfarros en el consumo, la adquisición masiva de vehículos de alta gama, cuadros y obras de artistas famosos, el desfile de jovencitas acompañantes de esos nuevos personajes, etc.

Inicialmente fue el deslumbramiento, lo cual permeó la sociedad burguesa, para luego corromperla, sin que se dieran cuenta, así se pasó de los buenos modales a la ordinariez, al relajamiento de las costumbres, y de la ética a la permisividad, asumiendo que esto era lo correcto en los nuevos tiempos.

Maria Cristina Restrepo López (Medellín, 1949), es licenciada en Filosofía y Letras y Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana y estudió Lenguas Modernas, Historia del Arte y de la Civilización en el Instituto Internazionale de Roma. Ha sido docente, traductora, gestora cultural y directora de la biblioteca de la Universidad Eafit. Es autora del ensayo El olvido en la obra de Marcel Proust (1986), el libro de cuentos La vieja casa de la calle Maracaibo (1989), las novelas De una vez y para siempre (2000), Amores sin tregua (2006), La mujer de los sueños rotos (2009), la crónica El miedo, crónica de un cáncer (2009), la novela Lo que nunca se sabrá (2010) y Verás huir la calma (2014), una biografía novelada sobre Jorge Isaacs.

La novela narra diferentes periodos de los que se refiere el año, para comprensión del lector, pues la narración no es lineal, si no que como lo que relata, es como estar en una montaña rusa, con altibajos sorprendentes, veamos en la juventud de la protagonista:

A su edad Laura y las compañeras de colegio tenían ese desconocimiento de la vida propia de las personas que han crecido amparadas por el celo de los padres, protegidas por un círculo social que se interponía entre ellas y las realidades más duras. La desgracia, la violencia, el peligro, estaban por fuera del mundo en el cual se movían con tranquilidad. Soñaban despiertas, pero nunca con lo inesperado, porque no podían        siquiera imaginarlo. 

En esa época le fue presentado por un amigo suyo, un jovencito que le causó desconcierto, no solo por su debilucha presencia, si no por sus pálidos ojos, decía ser el príncipe Julio de Borbón y como tal era tratado. Lucho Jaramillo le explicó que esos eran los ojos pálidos de la familia, los ojos legendarios de los Borbones de España… Bastaba oírle ese ceceo que a Lucho le parecía fascinante y a Laura poco natural, para saber que era español.

Laura Martínez, hija del doctor Mario y de Lucía, en esa época se soñaba casada, con hijos y hasta vislumbraba la casa en donde viviría. Se casaría luego, a sus veintitrés años, enamorada y muy ilusionada con Juan Carlos Mejía, hijo de don Humberto y de Nancy; muy pronto se daría cuenta que su marido lo hizo, más pensando en el prestigio de su suegro y en las oportunidades que podría tener al estar vinculado a su familia, que por amor. Muy decepcionante. Tuvieron dos hijos Federico y Camilo, quienes como niños la colmarían, pero luego hasta les estorbaría.

A comienzos de los años ochenta esos nuevos ricos con todas sus extravagancias, exigencias y ordinarieces irrumpen en subastas de obras de arte, actos sociales, y fiestas que antes solo eran reservadas a unos pocos; aunque un par de veces hay alusión a El Patrón, las descripciones del libro se centran en uno de sus más fieles lugartenientes, Jaimison Ocampo, quien tiene a su cargo una escuela de entrenamiento de sicarios, con unas implacables normas.

El Patrón, había ido cultivando amistades, tanto entre los pobres a quienes socorría, como a los ricos a quienes daba oportunidad de participar así fuera en forma indirecta o velada en sus inversiones, las jóvenes que lo acompañaban, más que desearlo, lo necesitaban para así salir de su pobreza, al igual que el séquito de guardaespaldas que lo rodeaban.

Repartía viviendas entre los pobres, construía canchas de futbol para los jóvenes de las   barriadas, reparaba campanarios de las iglesias, financiaba a los sacerdotes para las fiestas religiosas, pagaba hospitalizaciones, amortizaba deudas ajenas.

La aceptación social fue casi unánime, desvergonzada, justificada por los favorecidos y repudiada por una minoría que sería estigmatizada, extorsionada, secuestrada y muchas veces desaparecida como escarmiento y constancia de a quienes se debía rendir pleitesía. La estrategia de penetración fue primero de halagos, regalos, compras de sus propiedades por sumas muy superiores a su verdadero valor, luego el permitir participar en sus negocios a los empresarios más osados, que les permitirían blanquear sus capitales. Como de ese círculo formaban parte: políticos, autoridades civiles y militares, jueces, periodistas y hasta la iglesia, todo fluía sin problema. Era más una connivencia, confabulación o tolerancia, que una convivencia.

A todo esto no le prestaba mucha atención Laura, quien estaba obnubilada con su nueva relación con el arquitecto Fernando Pérez, que como esa otra realidad, en donde la conquista empezó tímida, casi inocentemente hasta que fue una realidad, la suya también se concretó, a pesar de que eso era lo que detestaba en su marido, la infidelidad.

Había oído hablar de las orgias que tenían lugar en las nuevas discotecas. La rifa de jovencitas, los premios denigrantes que se ofrecían a la que se tragara una cucaracha, a la que bebiera aguardiente hasta perder la conciencia. Era testigo del flujo incesante de muchachas hermosas que bajaban de los barrios en las motos de los sicarios, se sentaban en los Mercedes y las Toyotas de los jefes, para desaparecer pronto y ser        suplantadas por otras un poco más jóvenes, igualmente bellas, con la misma ansia de probar como era aquello de lucir una joya diferente cada noche, cenar en los mejores restaurantes, viajar en avión privado, gastar más, mucho más, de lo que gastaban las ricas de Medellín.

Toda esa orgia parecía no tener fin, ni se avizoraba salida a tal crisis, hasta que se tocó fondo y tanta intolerancia, tanta desvergüenza, se empezó a combatir de frente, aunque un poco tarde. La reacción fue inmediata y contundente, las bombas, los atentados, las masacres, el asesinato de policías, con precio pagadero por cada muerto, los secuestros, las extorsiones, las desapariciones, todo lo más salvaje que el ser humano pueda cometer, se hizo para amedrentar la indefensa población, ya sumida en la desesperación.

Medellín seguía en guerra. Veía con horror como los medios de comunicación hablaban de torturas, de desapariciones, desde su apartamento oía las bombas que estallaban matando, hiriendo o mutilando a centenares de personas inocentes. Morían asesinados jueces, políticos, policías. Los escuadrones de la muerte hacían capturas masivas de   jóvenes de las barriadas. Oía hablar de allanamientos, de detenciones. La ciudad se encontraba militarizada, lo cual parecía empeorar las condiciones de terror.

Por su parte en los barrios populares las madres rogaban por los hijos vivos, muchachos que se rebuscaban la vida de manera incierta, otras por sus hijos caídos en esa lucha, por sus hijas descarriadas, desaparecidas o por las encontradas en alguna cuneta de la carretera, cuando ya no satisfacían a sus protectores. No hubo familia en Medellín que no llorara un ser querido. Fue el precio de la entrega desmedida a esa contracultura mafiosa.

Con el paso de los años, a Laura le llegaron muchas decepciones, rupturas, abandonos, desengaños y situaciones irrepetibles las cuales no logra alejar de su mente por lo azarosas y dolorosas que fueron, no sabe como salió airosa. Ahora en plena madurez sabe que la mayoría de las decisiones importantes, se dejaban al calor del momento, sin medir su trascendencia:

Quizás era eso lo que le había ocurrido a su enemigo en el momento decisivo, el instante en el cual había jugado con su vida como si se tratara de algo sin importancia. Si estaba vivo, como aseguraban algunos, recordaría aquel momento con tanta intensidad como ella. Era probable que se arrepintiera de la decisión adoptada. No tenía por qué haberla dejado vivir, como tampoco tenía por qué haberle dado muerte.

Esta historia publicada en 2009, fue el modelo que se expandió por todo el país, y que no ha sido posible erradicar a pesar de la captura o eliminación de los jefes de cada época. Primero fue Carlos Ledher, capturado y extraditado en 1987,  y se dijo había sido un golpe para acabar con el narcotráfico, luego en 1989, Rodriguez Gacha fue abatido, e igual comentario. En 1993 le tocó el turno a Pablo Escobar, se afirmó lo mismo. En 1995 les llegó el turno a los Rodriguez Orejuela y los extraditaron, después de un largo etcétera en la lista del último gran capo capturado, el negocio sigue vigente. Estamos ante el fenómeno de la hidra.  En la mitología griega, la Hidra era un antiguo y despiadado monstruo acuático  con forma de serpiente policéfala  y aliento venenoso. La Hidra poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le era amputada.

Ellos también aprendieron de esta orgia sangrienta, ya son más discretos, menos visibles, menos ostentosos, pero más agresivos en la participación política y económica. Han hecho pactos de conveniencia con las demás fuerzas oscuras, llámense guerrilla, paramilitarismo o delincuencia común y aun inciden en las fuerzas legítimamente constituidas.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas