#cocina de las tres piedras

Ésta es una reflexión muy personal acerca de cocinar en esta pandemia, situación que nos ha traído a todos cambios, retos y aprendizajes.

Y de pronto, después de vivir en un mundo de libertades y en un país que tiene consagrado en su Constitución el Libre desarrollo de la personalidad, el día a día se nos volteó al revés y nos empezaron a regular casi todo:

Ya no era decisión personal escoger si se salía o no a la calle, el cubrimiento de la piel no era por moral ni por principios, era para evitar la posibilidad de contagio, el uso del tapabocas, el distanciamiento social, el pico y placa para las cédulas, los toques de queda, la ley seca y un enorme etcétera nos pusieron a pensar acerca de la necesidad de obedecer, sí, obedecer, ese verbo tan devaluado en los últimos años. Y obedecer por mí, por los demás, por todos…

Nadie estaba entrenado ni preparado para una situación de éstas y si en algún zapato no quisiera estar es en el de los gobernantes de todo el planeta… hablando en términos de cocina: ¡qué chicharrón!…

Y la cocina no ha sido la excepción en éste nuevo mundo que nos ha tocado vivir.

Por protección, la mayoría de esos ángeles de la guarda llamadas empleadas del servicio doméstico, se fueron a sus casas, algunas, internas, se quedaron pero con el alargamiento del confinamiento no resistieron la separación de sus familias y se han ido a sus casas, entonces uno de los primeros cambios ha sido: HÁGALO USTED MISMO…

Bueno o malo, nadie sabe… De lo mejor que ha pasado, es que como en las lejanas épocas del colegio, la familia desayuna, almuerza y come junta, en la mesa del comedor, y una de las formas de mitigar el encierro ha sido servir bonito, sacar platos y vajillas, poner manteles, el estar juntos a la hora de comer siempre es una fiesta y más cuando era una costumbre que se había perdido por los avatares de los tiempos modernos y se le está dando la condición de lo que es: celebración, fiesta, amor. Antes, casi nunca coincidían los tiempos de cada miembro de la familia, ésta ha sido una de las ganancias grandes de ésta pandemia, la familia reunida alrededor de la mesa; cuando todo pase, (porque también pasará), será un recuerdo bonito y si se adopta trabajar desde casa, creo que perdurará en el tiempo: es un bálsamo para el espíritu comer juntos y con los seres que se ama.

¿Mercar? Ah difícil que se ha puesto. Si se pide a domicilio hay dos problemas grandes: el primero lograr que contesten de los números dedicados a tal fin. Se puede pasar literalmente toda una mañana o una tarde esperando a que respondan, es un suplicio, una tortura y si se logra uno comunicar muchas veces traen lo que a uno no le gusta: cebollas enormes, berenjenas gigantes y eso sin contar con la displicencia y mala gana de quienes atienden al otro lado de la línea. Nada, pero nada, reemplaza el salir a escoger los víveres (para algunas personas). No todos los supermercados cumplen las normas de bioseguridad y algunos vamos una sola vez y no regresamos, esto reduce la oferta de insumos a los que ofrezcan los supermercados que son juiciosos con las normas.

Como se tiene un día o dos para salir a mercar, a veces llega uno y ya se agotaron los productos que se necesitan, situación molesta pero inmodificable; iniciando la pandemia sólo dejaban comprar tres unidades de cada producto y a veces no eran suficientes, algunos ingredientes como la harina de trigo y la levadura, al iniciar éste confinamiento no se conseguían, la crema de leche se escasea, las fresas y peras también.

Como nunca, la adaptación y la resignación no entendidas como características de una actitud bobalicona sino como la capacidad de re significar los conocimientos y la forma de cocinar, re significar las preparaciones, salieron a flote y ¡ay del que no se adapte!, o come maluco o el cocinar se le vuelve una tortura. Entonces además de la obediencia, hemos desarrollado la paciencia, la tolerancia, la creatividad, el ingenio, la adaptación… El desarrollo de todas estas actitudes es ganancia…

No hablemos de la ansiedad que ha hecho que algunos abran alacenas y neveras para calmar sus miedos y temores comiendo compulsivamente, (eso es harina de otro costal), pero está pasando y el pobre cocinero o cocinera, que cuenta con algunos ingredientes dentro de la minuta que ha creado para el tiempo que transcurre entre mercado y mercado, se encuentra con que han desaparecido y esa dicha de ir al supermercado o pedir a domicilio pequeños ajustes para cocinar, pertenece al pasado y no se ve aparecer en el futuro cercano.

Y entra con fuerza en todos los hogares la cocina de las tres piedras: es un término de origen chino que se refiere a cocinar con lo que se hay, poner tres piedras, una olla y lo que se tenga a la mano, sazonado eso si con creatividad y originalidad.

Al inicio de la pandemia, se vieron muchas fotos en las redes sociales con preparaciones sofisticadas, complicadas, en las que se querían mostrar las habilidades, pero también, y paralelamente, preparaciones sencillas, al alcance de todos, fáciles de cocinar en cualquier casa. Como jocosamente afirmaba mi amigo Toto Sánchez, ahora el aprendizaje necesario es el básico: ¿cómo se hace un arroz con huevo? Es cierto, la gente que se enfrentó a cocinar tres veces al día todos los días, necesita volver a las raíces, a la cocina familiar, a la cocina fácil, sin complicaciones ni dificultades, a la cocina de las tres piedras. ¿Fácil? La cocina si, más no el trabajo pues no se ha tenido descanso ni un solo día, es un cocinar tratando de ajustar dietas, gustos, limitaciones alimentarias, conciliando cansancios, agotamientos, no sólo de enfrentarse a una cocina tres veces al día todos los días, sino también a la elección de qué se va a desayunar, almorzar y comer cada día, todos los días, que no es nada fácil como ilustra la anécdota maravillosa de la empleada del servicio que cobra una cifra “con pienso” y otra “sin pienso…

Las arepas, los panes, los emparedados, las tortillas mexicanas, las sopas de sobre, las salsas de botella o doy pack, los cubos de caldo, los embutidos y enlatados, han estado a la orden del día en muchos hogares, respondiendo al cansancio de la o los cocineros. Desperdiciar o botar comida en éstos momentos es impensable y entonces también han aparecido los calentados, (léase calentaos), me atrevo a conjeturar que en muchas casas se han comido legumbres, (léase granos), por lo menos una vez a la semana y han aparecido mezclados con arroz y hogao al desayuno o comida del día siguiente, coronados con un huevo frito, también el colombianísimo arroz con huevo y tajadas, seguro han sido parte del pan nuestro de cada día, en varias ocasiones: el desvare.

Los domicilios tienen muchos bemoles, en algunos la desconfianza en la trazabilidad de sus buenas prácticas de manufactura e higiene  los hacen a todas luces sospechosos e indeseables, los que vienen crudos o a medio camino para acabar de preparar en casa con instrucciones, son una experiencia lúdica que integra al grupo familiar; en Manizales, cinco de los mejores restaurantes se han unido para ofrecer mensualmente una experiencia llamada de Los Cinco Sabores: umami, dulce, ácido, amargo y salado, en el que cada mes cambian la responsabilidad de un sabor por cocinero y restaurante  y ha sido de lo mejor, una muestra de cómo la calidad no se improvisa ni la creatividad y el compromiso con el servicio tampoco. Y está muy bien darse el gustico de una cena memorable en unión de la familia cada mes, pero el que tenga cómo comer todo el tiempo sólo comida traída a domicilio, tiene un músculo financiero envidiable, que no es el que tenemos la mayoría.

¿Ha contribuido ésta pandemia a la creación de nuevas recetas? Claro que sí, sobre todo por la cocina de reutilización y/o reciclaje, y confieso que algunas de éstas nuevas recetas las he repetido dos o tres veces y creo que han surgido en todos los hogares, además a todos nos ha tocado reemplazar ingredientes y condimentos, porque no podemos aspirar a conseguirlo todo como antes, pero ahí está el chiste del asunto: otra virtud necesaria y desarrollada en ésta época: adaptación.

Por último recordemos que un hogar es el sitio donde un grupo humano prende un fuego para comer juntos, entonces como afirmaba al principio, es el hogar y la familia reunida alrededor de fuegos y sueños la que ha salido ganando con ésta pandemia. Ya nadie se va solo a comer a su pieza, pudiendo disfrutar de comer con sus seres queridos, entonces ha ganado la familia, hemos ganado todos con las virtudes desarrolladas y adquiridas y el seguir cocinando en casa todos los días, no con lo que queremos sino con lo que conseguimos, será parte de nuestra realidad por un buen tiempo, así que obedientes, resignados, creativos, adaptados, felices y llenos, sigamos con nuestra #cocina de las tres piedras.

La primera foto es una cazuela con pollo, verduras y queso y en la olla arroz blanco. La segunda foto es un arroz con tomates y verduras. La tercera foto son pepinos de rellenar o archuchas vallunas con arroz, carne molida, hogao y por encima queso y un poquito de pimentón molido.

*cocinera.docente.
Gastronomía Colombiana, Universidad Autónoma de Manizales.

 

 

 

#Colombia es sabor

Buscando características comunes a las cocinas colombianas y después de más de media vida recorriendo éste país como guía de turismo siempre interesada en sus ingredientes y sus comidas y después centrándome en el Paisaje Cultural Cafetero Colombiano como investigadora, me atrevo a afirmar que siendo Colombia un país pluriétnico y multicultural sus cocinas son el reflejo de éstas dos condiciones.

Empecemos:

  1. – Colombia es el país de las tres eses S: sopa, seco y sobremesa.
  2. -El arroz blanco es la preparación que nos une, el hilo conductor desde San Andrés hasta Leticia, desde el Chocó hasta Arauca acompaña sopas, todo tipo de carnes, guisos, sudaos o es plato único como el arroz con huevo…
  3. -A diferencia de otros países, no tenemos comida de estaciones y nos tomamos un sancocho o un tinto en la costa o la Dorada, (el clima no nos importa mucho a la hora de comer).
  4. -Somos un país de sopas y existen casi que en cada región, algunas con las que quedamos satisfechos, constituyéndose plato único, para servir a la hora del almuerzo, preferiblemente en familia y día festivo o alguna celebración: rundown en San Andrés, sancocho de guandú con carné salá en Barranquilla, mote de queso con berenjena en Córdoba, sancocho de pescado en el Caribe, mute en Santander, ajiaco en Cundinamarca, cuchuco de trigo con espinazo en Boyacá, mondongo en Antioquia y Caldas, sancocho de gallina en el Valle, sancocho de espinazo en Tolima grande, sopa de carantanta en el Cauca, juanesca o fanesca en Nariño, cazuela de mariscos en el Pacífico Colombiano, en resumen: somos soperos y es común el añadir productos frescos y fríos a las sopas calientes: banano, aguacate, cebolla, cilantro, picadillos, calados, arepas, queso y añado la changua, para el desayuno y base de la riquísima sopa de pan en cazuela…
  5. – Sólo en Colombia, México y Venezuela las empanadas tienen el maíz como el ingrediente de su masa y las de Colombia son LAS ÚNICAS EN EL MUNDO QUE MEZCLAN PAPA Y MAÍZ (ingredientes americanos).
  6. – Colombia no tiene, no puede tener, no tendrá un sólo plato que la represente, nos representa lo regional, lo diverso.
  7. -Pero sí que tiene una olla que es bien propia: los calderos, gruesos, con tapa, con orejas, para el arroz, para las sopas, los guisos, los sudaos, los atollaos, los arequipes, los dulces, los fritos…
  8. -Nos gusta y caracteriza el salidulce: tajadas de plátano maduro con carne y arroz, bocadillo con guayaba, sólo por poner un ejemplo.
  9. -Utilizamos frutas para ensaladas, salsas, ajíes asados, pinchos y somos muy creativos al mezclarlas: un banano picado dentro de una sopa es colombianísimo (y delicioso).
  10. -Dividimos nuestras preparaciones en: comida de sal y comida de dulce y en el Paisaje Cultural Cafetero (PCCC) en la zona rural en: comida normal y comida rara.
  11. -En la comida de dulce nuestros dulces de plato, mayoritariamente frutas caladas para comer con quesito, son únicos y lo más usual es acompañarlos con un vaso de leche.
  12. -Añadir quesito en el chocolate, la agua panela, el tinto o las sopas calientes, es para nosotros el pan nuestro de cada día y los extranjeros al principio se escandalizan y luego adoran ésta muy nuestra costumbre. Aclaro que es queso fresco que se pone deliciosamente “chicludo”…
  13. -La abundancia y la generosidad en el servicio son características de nuestras cocinas: “Donde comen dos, comen tres”.
  14. -Tenemos tal cantidad de frutas que ningún colombiano las conoce o ha probado todas.
  15. -Somos potencia mundial en comida de mano: almojábanas, buñuelos, pandeyucas, garullas, barrancos, moriscas, aplanchados, cotudos, panuchas, borrachos, barrancos, patacones, aborrajados, caribañolas, arep’e huevo, papas rellenas, empanadas… y un etcétera enorme…
  16. -La influencia árabe es innegable, me atrevo a afirmar que tenemos la mejor cocina con influencia árabe de toda América. En la costa caribe los quibbes son los primos hermanos de las caribañolas, la panela, los postres “calados” con panela clavo y canela, el parecido de la lechona con el cordero entero asado relleno de arroz, carne, dátiles y especias, el cuchuco de trigo con espinazo de cordero es pariente del boyacense con cerdo, el uso del comino y el cilantro y el cus cus del eje cafetero, sólo por poner algunos ejemplos son una prueba clara de la innegable influencia árabe. Nos falta ponerle un nombre. Algunos dicen que comida karibbe, olvidándose del resto del país, yo propongo: cocina “majita”, pues éste es un término cariñoso de los árabes en Colombia.
  17. -Utilizamos una gran cantidad de hierbas en nuestras preparaciones.
  18. -Nuestra mezcla de especias nacional es el triguisar o trifogón, que contiene: comino, pimienta, laurel, ajo y color (sea bixa orellana, azafrán de raíz o colorante rojo o naranja).
  19. -Muchas personas llaman “azafrán” a cualquier colorante que añada un tono amarillo naranja a las preparaciones y aunque ya han empezado a cambiarle el nombre por: “color”, todavía se consiguen paqueticos con colorante llamados “azafrán”, sin serlo.
  20. -Tenemos una buena variedad de ajíes, de formas, tamaños y sabores diferentes y no se cocinan ni se asan para preparar las salsas, se maceran frescos o secos.
  21. -No somos un país de muchas salsas, la verdad sea dicha y se salvan unas pocas: el chorrio, el hogao, los picadillos, el ají de maní, los diferentes ajíes. Tenemos dos salsas sobre las cuales hay que iniciar una investigación: una mal llamada “chimichurri” que nada tiene que ver con la argentina y otra mal llamada “guacamole”, que tampoco guarda relación con la mexicana, necesitamos indagar de dónde son, cómo surgieron y darles un nombre colombiano.
  22. -Tenemos arepas al desayuno, al algo, al almuerzo o a la comida y las tenemos asadas o fritas, gruesas o delgaditas, redondas, cuadradas o telitas, de maíz blanco o amarillo, de maíz trillado o mote nixtamalizado con ceniza.
  23. -Somos los mayores consumidores de panela del mundo 37.5kl/per cápita/año y nuestra bebida nacional es la agua panela.
  24. -Tenemos el mejor cacao del mundo y utilizamos chocolate 100% puro en pastillas y preparamos uno de los mejores chocolates de taza del mundo.
  25. -También tenemos el mejor café suave del mundo y tomamos tinto a cualquier hora, los niños colombianos toman café.
  26. -Ahora que hablan de las cinco porciones diarias entre frutas y verduras, los colombianos tenemos incorporada en nuestras costumbres esa recomendación. (tomamos jugo de frutas y ensalada y cuando no se hace ensalada, acompañamos el seco -plato principal, la sopa es entrada- con rodajas de tomate y a veces cuando servimos chorizos o chicharrones se acompañan con medio limón, para “cortar” la grasa).
  27. -Nuestras matronas son las maestras del reciclaje, si llega algún producto en abundancia lo comemos en sopa, seco, sobremesa, postre o “calentao”, por varios días.
  28. -Las plazas de mercado o galerías, son sitios donde no sólo se consigue todo fresco sino que la abundancia es correspondiente con nuestra biodiversidad y con el tener todos los pisos térmicos, además la amabilidad de los y las vendedoras es proverbial, como si fuera poco se come delicioso en nuestras plazas, todo kilómetro cero y sin conservantes. Confieso que en otros países me llevan a conocer mercados y pienso: ¡qué sentirían en Paloquemao, en Corabastos, en la Perseverancia, en mis Galerías de Manizales!…

Se pregunta mi hija: ¿por qué le “dio ésta ventolera”? y tengo dos motivos: 1.- Como una respuesta a la pregunta lanzada como un reto por Alba Regina Dávila Correa, reto que acepté. 2.- Soy capaz de caracterizar muchas cocinas del mundo y no me había detenido a hacerlo con las nuestras siendo un descuido y una falta de interés y de amor imperdonables, hacerlo es un poco un mea culpa, es como la cuota inicial de una deuda que debo empezar a pagar.

*Cocinera. Docente Universidad Autónoma de Manizales.

 

 

SLOWFOOD: pérdida y desperdicio de alimentos

Slowfood es un movimiento a nivel mundial creado en 1986  en Italia y que aboga por una comida buena, justa y limpia, cuyo nombre nació como una oposición a la fastfood o comida chatarra. La filosofía de este movimiento es simple y busca contrarrestar el auge de los ritmos de vida acelerados bajo tres preceptos  innegociables: el primero, que la comida sea buena, fresca y forme parte de la cultura local; el segundo, que el producto sea limpio, que no perjudique el medio ambiente, el bienestar animal y la salud humana; y el tercero que los alimentos sean asequibles para los consumidores y que los productores reciban justa remuneración.

Carlo Petrini, es el fundador de éste movimiento que hoy hace presencia en 120 países y que realiza alrededor del mundo reuniones donde participan activistas convencidos de la necesidad de consumir conscientemente alimentos a los cuales se les conozca su procedencia, preferiblemente de producción limpia y eco amigable, lo más natural posible, (esos que ahora han dado en llamar orgánicos), cuidando de respetar a los productores, a las costumbres y tradiciones locales y a los productos amenazados con desaparecer mediante su inscripción en el arca del gusto o a la creación de baluartes. El señor Petrini ha escrito numerosos libros y además hace presencia en eventos alrededor del mundo llevando su mensaje.

Ahora mismo se trabaja en tomar conciencia acerca de la pérdida y el desperdicio de alimentos, lo cual es un problema real que afecta mayoritariamente a los países más desarrollados: la pérdida está constituida por la comida que se echa a perder en los cultivos y el transporte, y el desperdicio es lo que se despilfarra y bota en los supermercados, expendios de comida, restaurantes y casas de familia; es deprimente conocer las cifras de los países del primer mundo o desarrollados, cifras monstruosas, mientras en los países del tercer mundo se aprovecha más y se desperdicia menos, como una manifestación del consumismo irresponsable. No es cierto que no haya alimentos para todos los seres humanos, lo cierto es que desechamos mucha comida mientras ¡ el hambre mata cada año más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis sumadas. El hambre es la mayor amenaza a la salud actualmente, mata más personas que la violencia; alrededor de 795 millones de personas en el mundo no tienen comida suficiente para cubrir sus necesidades diarias, lo que no les permite desarrollar normalmente sus actividades. https://es.wfp.org/hambre/datos-del-hambre

En Estados Unidos y Norteamérica, se desperdician 115kls/per cápita/ anuales, mientras en América Latina la cifra baja a 25kls/per cápita/ anuales, y en el sudeste asiático y África la suma es de entre 6 y 11kls/ per cápita anuales, siendo mayor el aprovechamiento de la producciónde alimentos en los países más pobres.

En Colombia la combinación entre pérdida y desperdicio asciende a casi 10 toneladas al año -constituyendo un 34% de la producción anual de alimentos para el consumo humano- lo que alcanzaría para alimentar a 8 millones de personas en el mismo período, lo que es casi igual a la población de Bogotá.

Tristam Stuart, es uno de los mayores activistas en el mundo que lucha contra el desperdicio de alimentos y existen organizaciones como Foodwin, https://foodwin.org/, una asociación que busca disminuir a cero la pérdida de comida en Europa mediante distintas iniciativas, entre ellas la realización del concurso The Foodwaste Awards, https://foodwasteawards.be/. Francia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir a los supermercados tirar comida en buen estado, mientras que en enero del 2017 el Parlamento Europeo –los países miembros de la Unión
desperdician 88 millones de toneladas de comida anualmente– votó a favor de reducir a la mitad el desperdicio alimentario para el año 2030.

El 64% de las pérdidas se ocasionan en la etapa de producción, poscosecha, almacenamiento y procesamiento industrial, el 36% restante se desperdicia en las etapas de distribución y menudeo y en los hogares.

Pérdida: ineficiencia en la cadena de producción.
Desperdicio: hábitos de consumo y manipulación en centros de venta.

En la cadena de suministro de frutas y vegetales se pierde un 20% durante la colecta y clasificación, se pierde un 3% durante el almacenamiento y transporte, se pierde un 2% en la producción de jugos, enlatados y horneado, se desecha un 9% en la venta al mayoreo y se consume sólo un 47% de lo que se produce; se pierde o desperdicia un 53% mientras en el mundo mueren aproximadamente 25.000 personas diarias por hambre.

Otra actitud que no se entiende, es la relacionada con la apariencia exterior de los alimentos, y dentro de ésta cultura del culto a las formas estéticas establecidas culturalmente y consideradas bellas, pareciera que las frutas y verduras compiten en reinados de belleza, nadie quiere comprarlas, ni los supermercados las reciben si su apariencia no es regular, redonda, sin arrugas, sin dobleces, sin manchas… ¿acaso saben diferente o cambia el aporte de nutrientes? “No hay alimento feo para el hambre” dice una portada de la revista National Geographic, publicada en marzo de 2016, que dedica su portada a este tema.

¿Acaso costó menos abonar el terreno, comprar las semillas, cultivar o recolectar? ¿Acaso sus valores nutricionales cambiaron si su exterior cambió? A veces es bueno parar… decir basta, poner el freno y plantearse el por qué de cada compra y a quién queremos apoyar con nuestro consumo. Si el voto es la forma de expresarse en una democracia (idealmente…), la compra es la manera de apoyar un tipo de empresa, negocio, consumo, de trabajo e incluso de sociedad…

Comprar productos a punto de vencerse, o de apariencia diferente a la esperada, es todo un cambio de hábitos, de paradigma… Hace unos años no imaginábamos la desaparición de los rollos de película para tomar fotos, en la mayoría de las casas había teléfonos fijos y sólo unos pocos tenían acceso a los costosos celulares, los televisores eran grandes y no pensamos que su delgadez permitiría colgarlos en la pared como cuadros, las transacciones bancarias se demoraban varios días, eran pocos los cajeros electrónicos y el poder realizar transacciones bancarias desde un computador y más aún, el hecho de que en cada casa hubiesen no uno, sino muchos computadores, no estaba dentro de lo esperado. Los celulares actuales son potentes computadoras y sirven como despertador, agenda, calculadora, cámara fotográfica, filmadora, grabadora, libreta de notas… ¿habíamos imaginado algo así? La respuesta es no, claro que no… y toda ésta reflexión ¿para qué? Para decirles que se hace necesario un cambio de cultura al momento de comprar los alimentos, que la sostenibilidad no sólo es ambiental sino también de la comunidad en la cual estamos viviendo, que necesitamos consumidores más eco conscientes y que es el concepto de responsabilidad social el que demanda y hace necesario éste tipo de cambio. Yo compro, yo decido, yo no desperdicio por muchas razones: la primera quiero contribuir a disminuir la pérdida de alimentos y no dejarme atrapar en el culto a las formas y a las apariencias exteriores hasta en los alimentos que consumo, los cuales al ser troceados, licuados, mezclados, exprimidos lucen igual y tienen las mismas propiedades nutritivas y el mismo sabor de los que tienen apariencias más redondas, brillantes y hermosas, antes de procesarlos. Las frutas y las verduras recolectadas en su punto óptimo de maduración tienen mucho más sabor que uno recolectado prematuramente por condicionantes del transporte y que debe madurar desprendido de la planta.

Cualquiera puede ser miembro de slowfood, puede pertenecer a una comunidad o a un convivium, puede apoyar al movimiento o simplemente puede simpatizar con su filosofía y empezar a buscar un consumo de alimentos: bueno, justo y limpio. Una excelente manera de hacerlo es comprometiéndose, a título personal, con la disminución del desperdicio de alimentos, el planeta, su bolsillo y sus congéneres se lo agradecerán.

Cocinera. Docente. Slowfood Manizales*

Una paisa montañera “paneleando” en la China

“La poesía del viaje reside en la experiencia vital, es decir, en el enriquecimiento, en la incorporación orgánica de lo recién adquirido, en el incremento de nuestra compresión por la unidad en la diversidad, por el gran tejido del mundo y de la humanidad, en el reencuentro de unas verdades y unas leyes antiguas bajo unas condiciones nuevas.” Herman Hesse, El arte del ocio

Y se llegó el día: llena de expectativas, ilusiones y temor ante lo desconocido salí para la China al evento de los Best World Gourmand Cookbooks Awards en Yantai, acompañada de nuestro libro: Panela, una tradición, Cocina Colombiana, finalista en dos categorías. En Shanghái empecé a comprobar lo que había escuchado: que las cocinas chinas no están ni remotamente emparentadas con la oferta de los restaurantes chinos en Colombia. Mi primera comida en China fue una sopa especiada, con noodles, (esos que con una antigüedad de 4000 años fueron encontrados en el sitio arqueológico de Lajia en China) y me llevaron a hacerme una primera reflexión: en la China los sirven bien cocinados, muy hidratados, mientras los italianos los sirven al dente. Retomando a Hesse pienso que hay que reconocer “la unidad en la diversidad”  y aceptar  que no existe una forma de cocción superior o mejor que otra, y menos cuando las dos están respaldadas con tradiciones y gustos regionales, recordé los espaguetis con leche mantequilla “hogao” y queso blanco de mi niñez,  a los que a pesar de todo lo que me gustaban y me gustan, había proscrito por considerarlos mal preparados y mentalmente les pedí perdón por mi petulancia e ignorancia y decidí que los volveré a preparar y a comer. Al siguiente plato llegué guiada por el olfato  que fue un buen consejero, probé unos dumplings entre asados y fritos, no cocidos al vapor,  pude acercarme  al cocinero y ver el proceso. Fue mi primer encuentro con la costumbre de no poner salsas ni acompañar las comidas con bebidas frías, eso sí en todos los hoteles hay jarras eléctricas para tener agua caliente a la mano y en cualquier restaurante se puede tomar a libre demanda sin ningún costo. En Xian, cuna de los noodles y los dumplings, nos sirvieron los más delicados, bellos, sabrosos y bien servidos dumplings de todo el recorrido.

En Yantai nos ofrecieron varias comidas de diferentes regiones de la China con el mismo sistema: una mesa redonda con otra mesa giratoria encima, donde van poniendo y retirando como en un ballet diferentes preparaciones para que los comensales sirvan pequeñas porciones en los platos usando  palitos  chinos o cuchara de porcelana. La oferta es muy variada: verduras crocantes al vapor, arroz blanco glutinoso sin sal ni aceite, poca carne, siempre en trozos pequeños para facilitar el que todos los comensales puedan servirse, camarones, pollo o pescado, tallos de loto, maní con cáscara cocinado en vinagre, pepino cohombro el más firme, delicioso y crocante que he probado hasta ahora, ausencia de salsa de soya, que esperaba encontrar,  pero si utilizan dos clases de pasta de fríjoles de soya fermentados, una ligeramente dulce, el tofu,  diferente al que se consigue acá, es muy suave de sabor y consistencia; en la mesa hay diferentes tipos de vinagres de sabores delicados para aderezar los platos, los  apanados son perfectos, las sopas se sirven como último plato con una intención digestiva, según me dijeron, sirven frutas picadas intercaladas con las demás comidas y no ofrecen postres. El desayuno no guarda ninguna relación con un desayuno nuestro, mi sorpresa al levantar la primera tapa del samovar en el autoservicio fue ver trozos de choclo cocinados como los que añadimos a un sancocho o un ajiaco, tienen unas frituras crocantes de harina de trigo que los chinos comen en gran cantidad, no faltan unos memorables y deliciosos pastelitos de papa fritos pero en varias cocinas que pedí el favor de que me los dejaran ver preparar, me mostraban los enormes paquetes congelados… ellos sólo los fríen, tienen panes cocinados u horneados al vapor, (el asado no ha sido una técnica que se use mucho en China), huevos duros, verduras con salsa de fríjoles de soya fermentados y ají, trozos de tocino cocinados con especias,  tocineta crocante, unas tres o cuatro sopas y en una máquina automática, encontré un earl grey tea mezclado con te de jazmín y leche de soya equilibrado, exquisito, único, cada mañana me tomaba tres o cuatro tazas, pero no son recipientes grandes, son apenas un poco mayores que un pocillo de tinto y sólo los extranjeros nos acercábamos a la máquina, los nacionales no.  En las cartas de desayunos en Shanghái, Beijing Datong o Xian, no incluyen la bebida y un café cuesta lo mismo que el desayuno, sólo en Datong sirvieron unos enormes vasos de leche de soya caliente como bebida. Ver los peces en los supermercados para ser sacados por el cliente con una malla estando todavía vivos y presenciar como en su presencia los matan, los evisceran, descaman y entregan  limpios y bien empacados, fue algo impactante.

Las comidas callejeras huelen muy bien, todas las que probé eran muy picantes y sin líquido para “pasar” lo que las hacía un poco difíciles de consumir para mí. Lo que ellos llaman la hamburguesa china es un pan hojaldrado partido a la mitad  donde agregan un pato cocinado con especias, desmechado y con adición de cebolla y pimentón con una salsa de fríjoles de soya fermentados y vinagre, no riñe para nada con nuestras memorias gustativas y es una cantidad suficiente y deliciosa. La primera vez la comimos en un centro comercial y costó más el jugo de frutas que la hamburguesa.  Los pinchos de calamares del barrio musulmán en Xian, tienen tanto ají que si uno se acerca cuando los están asando, siente el picor en los ojos y empieza a toser.

El pato laqueado de Pekín, en el restaurante Quanma Jude es memorable: toda una aventura de sabor que empieza con la clase de pato que usan, el tiánya, que se ceba con cereales para que engorde rápido y se asa en un horno cerrado usando como combustible maderas de árboles frutales, el servicio es hermoso y la presentación muy cuidada, como si todo esto no fuera ya una experiencia, el sabor no encontró referente en nuestras memorias gustativas: ¿a qué sabe? pues a  pato laqueado… y se come con delicadas y transparentes tortitas redondas que vienen en vaporeras para conservar el calor y en ellas se pone la salsa de fríjoles fermentados con el puerro y otras verduras crudas, se hacen rollitos y se come con la mano… probamos el paté hecho con el hígado del pato con tostaditas y en algunos bocados le añadimos a las torticas paté, salsa de fríjoles de soya fermentada dulce, las verduras y el pato y el sabor alcanzó niveles insospechados e irrepetibles.

Las frutas deliciosas, los melones, sandías, pitahayas y el pepino tienen una consistencia diferente más firme que los nuestros, el  sabor del durián es como el del pato de Pekín: ¿a qué sabe? pues a durián; el yangmei tiene un sabor fresco, afrutado, con reminiscencia a frutos rojos y algo de cítrico.

No me considero ni pretendo ser una experta en cocinas chinas, sólo quise compartir con ustedes mis experiencias de cocinera paisa montañera, espero no haberlos aburrido y agradezco haber podido estar en la China que es un país amable, bello, cargado de historia y sorprendente.

En la primera foto cerdo, en la segunda un super desayuno con tallos de loto entre otras cosas, en la tercera huevos duros cocinados con cinco especias y empacados al vacío como “mecato” o snacks, lo mismo que las patas de pollo picantes, y en la  cuarta un delicioso cerdo agridulce con piña.

*Cocinera. Profesora de la Universidad Autónoma de Manizales

 

 

PANELA: Una tradición

Presentación del libro que recopila las recetas de los tradicionales trapiches caldenses en el municipio de Supía – Caldas, seleccionado como uno de los tres libros más importantes del mundo en Artes Culinarias en los “Gourmand World Cook Book Awards”, Mejor libro de Escuela de Gastronomía”, considerados como los Premios Óscar a la gastronomía en los cuales participaron más de 200 países, entregados en el mes de mayo de 2018 en China.

Este libro es uno de los productos del convenio entre la Universidad Autónoma de Manizales con su programa de Paz y Competitividad y la Universidad de Caldas como entidad ejecutora del proyecto: Implementación del centro de investigación, innovación y tecnología al sector panelero de Caldas, Centro Bekdau. Para los emberá chamies, pobladores de la región, cultivadores de caña y fabricantes de panea, Bekdau pronunciado be ka dau, es el nombre que le dan a la panela en el dialecto chamí, derivado de la lengua emberá, que es el hablado en sus reguardos.

Este libro que se llama como el producto que lo inspira: PANELA, tiene como marco la búsqueda de la promoción del uso y el consumo de la panela. Se ha hecho con el acercamiento a las comunidades cultivadoras de caña y productoras de panela o de productos tradicionales que la tengan como ingrediente de: Supía, Riosucio, el Guamal y algunas veredas, buscando un respetuoso acercamiento a sus saberes, sus preparaciones, sus sabores y sus tradiciones. La investigación local, se propició mediante visitas a los cultivadores de caña (en este caso pequeños minifundios con características asociadas a la colaboración entre ellos, por ser mayoritariamente indígenas y afrocolombianos con tradiciones como las mingas, muy incorporadas en su modo de ser y actuar, lo que presenta características propias), a los trapiches, aun muy artesanales; a los productores de dulces tradicionales, a los productores de algunos de los productos tradicionales de la región como las colaciones, los alfandoques, los tirados y la miel de estancia que acogieron este proceso donde se dio la participación de hombres, mujeres, jóvenes y adultos mayores, logrando así una vinculación al mismo y de alguna manera cohesionando a estas personas que además de compartir un territorio, también están relacionados por el cultivo de la caña y la producción de panela: han sido ellos, sus historias de vida y sus saberes, los verdaderos autores de este libro.

De ellos y en los talleres, surgió la idea de preparar algunos platos fáciles que incluyeran la panela como ingrediente, con recetas escritas en un lenguaje coloquial e ingredientes fáciles de conseguir, para hacerlas accesibles a cualquier lector. Estas preparaciones se realizaron en el laboratorio de Bekdau en Supía en un diálogo de saberes en el que los estudiantes de Artes Culinarias y Gastronomía de la UAM, José Andrés Hernández y Sebastián Zapata, realizaron la parte de adecuación, mezcla, cocción y emplatado de las preparaciones que aparecen en el libro y participaron en los procesos de acercamiento a la comunidad con visitas a sus cultivos, realización de talleres, aplicación de formatos, recopilación y sistematización de la información recogida. La fotografía la realizaron Melissa Zuluaga y Sergio Ospina, contribuyeron al procesos el equipo de trabajo del Centro Bekdau, así como algunos cultivadores de panela, frabricantes de dulces y amasijos tradicionales y mientras de la comunidad.

Al tomar en sus manos este libro están tocando, mirando y leyendo la materialización de un sueño inspirado en un alimento que forma parte del patrimonio gastronómico regional, considerado muy nuestro e incorporado en nuestra diete, en nuestros recuerdos y en nuestro imaginario, aunque su origen no sea americano.

El origen de la saccharum oficinarum o caña de azúcar, se ha podido ubicar con alguna certeza en Nueva Guinea, según afirman Lucía Rojas de Perdona en su libro Aportes Alimenticios del Viejo al Nuevo Mundo y Alan Davidson en su libro The Osford Companion to Food, la primera referencia conocida hasta ahora es un poema indio de amor llmado Atharra-Veda, donde la caña de azúcar es un símbolo de dulzura y atractivo, la segunda es el envío que desde Europa a India hizo Alejandro Magno en el 327 D.C. y la tercera son referencias escritas de Heródoto en el siglo quinto D.C. Esta gramínea se difundió y se siguió cultivando, su ingreso a tierras colombianas, por la Costa Caribe colombiana se dio después de 1531. Don Sebastián de Belalcázar, la introdujo junto con la cría de cerdos, en lo que hoy conocemos como Valle del Cauca en el siglo XVI, siendo encargado de la provincia de Popayán. Su ingreso y aclimatación a Supía no se encuentra registrada, pero nos atrevemos a conjeturar, basados en los hechos que a continuación mencionamos, que venía dentro de los víveres y aprovisionamiento que para la expedición fundacional que salí de Santiago de Cali el viernes 14 de junio de 1539 (con el encargo expreso de dominar a los indios y fundar ciudades),  desde los cultivos que de la misma tenía en su estancia cerca del ¨Rio Cauca, en lo que hoy es Yumbo, don Sebastián de Belalcázar. No es fortuito que entre los expedicionarios estuvieran don Jorge Robledo, fundador de Anserma el 13 de agosto de 1539 y don Melchor Suer de Navas, don Martín de Amoroto y don Ruy Vanegas, fundadores de Supía el 2 de febrero de 1540, según consta en la Elegía de varones de Indias, escrita por don Juan de Castellanos. El corto tiempo transcurrido entre la salida de Santiago de Cali y la fundación de Anserma, permiten considerar la posibilidad de desplazamientos por el Río Cauca, lo que facilitaría traer la caña, los cerdos y otras semillas y víveres para la supervivencia delos expedicionarios y ésta podría ser la forma como la caña llegó a Supía.

En la península ibérica se usaba el jugo espesado de la caña que por un laborioso proceso se compactaba en forma cónica o de pan, utilizando un embudo de cerámica como molde, técnica aprendida por los españoles de los árabes y traída al Nuevo Mundo en la época de la Colonia, como consta en el libro Aportes alimenticios del viejo al nuevo mundo, lo que hace suponer que esta conocimiento llegó con los conquistadores. El historiador Germán Ferro Medina en su libro Vida cotidiana, viajes y política en Antioquia y Caldas. Mis memorias – Justiniano Macía Vélez 1866-1955, registra como en los trapiches de las fincas las bolas de panela se armaban a mano, aun calientes, sin moldes y se empacaban en hojas de congo o bijao.

La panela no es sólo un endulzante, es un alimento natural y aporta nutrientes: entre los principales minerales que contienen la panela  figuran: el calcio (Ca), el potasio (K), el magnesio (Mg), el cobre (Cu), el hierro (Fe) y el fósforo (P), como también trazas de flúor (F) y selenio (Se), entre las vitaminas están la vitamina C, la vitamina B6, la niacina, la tiamina y la riboflavina. Orgánica y  natural, la panela es un alimento saludable libre de sustancias nocivas, un consumo moderado acompañado de una buena higiene oral posterior a su ingesta, permite el sano disfrute de sus propiedades, aclarando que por ser un producto natural no pierde su contenido de sacarosa y no es recomendada para diabéticos ni para personas con colesterol o triglicéridos elevados, como se piensa equivocadamente.

La panela o dulce macho como le decían los colonizadores antioqueños, quienes la cargaban en el carriel o guarniel junto con las bolitas de chocolate o chucula preparadas con panela mezclada con cacao recién cosechado, tostado y molido manualmente con algo de clavos y canela, para elaborar una reconfortante aguapanela con la primera o un humeante chocolate con las segundas, agregándolas al agua tomada de cualquier nacimiento, río o quebrada que encontraran en su recorrido y cocinándolas en fogones de leña para obtener estas bebidas que están presentes en nuestras claves de sabor y nos han hecho la única región de Colombia donde el chocolate se prepara con agua y panela, con su olor característico, mezcla de panela y cacao y, sus burbujas tornasoladas logradas con un buen batido con molinillo de madera, donde una aguapanela humeante servida en tazas de pucha, no pocillos y con un trozo de quesito fresco adentro, se ofrece al viajero para contrarrestar el frío en los páramos caldenses; presente desde la primera infancia en el tetero, como coloquialmente se ha llamado en la región a la mezcla de aguapanela con leche, nombre que conserva en algunos sitios cuando se sirve como sobremesa; ingrediente imprescindible de la bogadera nombre que todavía le dan los cosecheros que recogen manualmente el mejor café suave del mundo, quienes antes la llevaban en un totumo o calabazo rebosante de aguapanela o aguamiel, amarrada al cinto en con una cabuya, ahora en recipientes plásticos que cuelgan de cinturón, para ir calmando la sed y reponiendo energías. Dulce panela acompañante de las duras jornadas de trabajo, ingrediente de la chaqueta o café colado con aguapanela y también de cafiote, como se llama a la chaqueta fría con un chorrito de limón mandarino y unos cubos de hielo; dulces trozos de panela como acompañantes del claro y la mazamorra; postre de afán cuando ese deseo de algo dulce aparece a horas inadecuadas; maridaje perfecto de buñuelos y natillas en diciembre, cuando como miel de estancia, nombre que le daban nuestros mayores a la miel que se obtiene antes de alcanzar el punto para moldearla, llegaba como presente navideño, directamente desde las fincas, envasada en un canuto de guadua cerrado con un trozo de madera o un pedazo de papel enrollado, adornado con un lazo de cinta roja; ingrediente de salsas y marinadas, tortas, postres, bebidas, aguas aromáticas, base de sirope, tan nuestro, tan de Supía, tan de Caldas… la misma que se utiliza rallada sobre las heridas que se resisten a cerrar por la generación de alcohol al unirse con las bacterias; la que preparada como miel espesa, se utiliza para retirar por inmersión el óxido de piezas viejas y herrumbrosas y la que según el botánico, padre Pérez Arbeláez, se usaba como medio de conservación para carnes, antes de la aparición de los refrigeradores y como conservador y enraizador de los pies vivos de las plantas, panela de alfandoques, tirados, bombones y caramelos, panela presente en todas las plazas de mercado, supermercados, tiendas, despensas y alacenas de nuestra región y, ¿por qué no? De nuestro país. Ella es el personaje principal de este libro.

*Cocinera, docente e investigadora

Docente Gastronomía Colombiana Universidad Autónoma de Manizales

Docente Cocinas Tradicionales con énfasis en el Paisaje Cultural Cafetero Colombiano

Fundación Escuela Taller de Caldas, Salamina

. Andrés Felipe Gómez Sánchez. Director Proyecto Centro Bekdau.

¿Es la cocina un oficio machista?

Carmen Ruscalleda: “En cocina se ríen en la cara de las mujeres”. Cocinera con más estrellas Michelín.

“No, lo que es machista es la organización de este premio (The World’s 50 Best Restaurants) y protesté. Cuando dan un premio a un restaurante, aunque el chef es el líder de todo el trabajo, detrás tiene un equipo masculino y femenino. Si hay lista de los mejores restaurantes, ¿por qué sacan el premio a ella? ¿Luego se inventarán otro premio a un cocinero de color, o al que tenga una prótesis?” Carme Ruscalleda

La presencia del machismo en las cocinas profesionales es real y es de destacar la valentía y claridad de Carme Ruscalleda, la reconocida chef catalana con siete estrellas Michelin entre sus tres restaurantes, sus dos Sant Pau (en Sant Pol del Mar y en Tokio y Moments en Barcelona),  quien brilla con luz propia en el firmamento catalán y mundial al lado de Juan Mari Arzak y Ferrán Adriá  y quien ha rechazado el premio a La mejor chef mujer del mundo y aclaro que ella no considera que exista machismo en el medio, sino en la forma de separar los premios. Empiezo ésta nota  citándola, porque ni el sexo, ni el color, ni la inclinación sexual, definen a un buen cocinero y esa división para premiar al mejor chef y en un pequeño grupo o apartado, escoger a la mejor chef, es francamente una posición machista, como bien afirma ella y sostiene que mientras está en una cocina se le olvidan las estrellas y sólo las recuerda cuando está con alguien de los medios y que en la cocina no se piensa si uno es hombre o mujer, sino en que el servicio salga bien y a tiempo, posición con la cual espero se identifiquen los cocineros que hayan trabajado en una cocina.   En todo el mundo se tiene una participación tan pequeña de mujeres dirigiendo cocinas o sea ejerciendo el cargo de chef de cuisine, que valga la aclaración es un cargo como su nombre lo indica:  jefe de cocina y no una formación u oficio como algunos creen y además un cargo al que se llega después de años de dedicación, trabajo, consagración, trasnochos, quemaduras, cortadas y dolores en  piernas y  espalda y al que pocas, muy pocas mujeres llegan, no solo en Colombia sino  en todo el mundo. Hoy viernes 23 de marzo a las 9:06 p.m., al escribir en google: chefs famosos, aparecieron unas imágenes mayoritariamente masculinas: en los primeros 12 ninguna mujer, entre los primeros 24, dos mujeres:  Rachel Ray y Carme Ruscalleda, en los primeros 36 ya suben a cuatro pues se agregan Giada de Laurentis y  Elena Arzak y en los últimos aparecen Anne Burrell, Julie Child y Anne Sophie Pic, encontrando  7 mujeres en un grupo de 51 chefs mencionados,  lo que equivale a un 7,28%, y si miramos bien, las cocineras tercermundistas no aparecen por ningún lado, lo que nos hace repetir: “una imagen dice más que mil palabras”.

En los palmarés y concursos de alta cocina, no son muchas las mujeres que aparecen  y en la lista de los 50 mejores del mundo, sólo figuran dos o tres y para tener estrellas Michelin es aún más difícil, no alcanzan ni al 5% de los recompensados con estrellas. Si revisamos las cenas tan de moda ahora a 4 u 8 manos, generalmente en cada equipo, sólo hay una mujer y los demás son hombres y no creo que éstos indicadores se puedan leer sin pensar que en realidad algo está pasando en las cocinas profesionales y denuncian en el Forum Parabere, asociación española de cocineras que luchan contra el machismo en la cocina entre otras cosas,  cómo éste 7 de febrero, dos de los restaurantes galardonados con estrella Michelin, por tener a mujeres como chef,  éstas no fueron llamadas al escenario a recibir los premios ni fueron mencionadas por la prensa, y el no mencionar los triunfos de las mujeres y hacer mucha publicidad con los de los hombres, es otra forma de machismo, lo mismo que sembrar velos de duda sobre autorías de trabajos bien hechos, sólo porque fueron realizados por mujeres.  Se es o no se es un buen cocinero, se puede tener  o no tener técnica y la capacidad de mezclar ingredientes para lograr buenos sabores y eso no tiene ni poco ni mucho ni nada que ver con el sexo del cocinero en cuestión y si bien en el pasado, todos los grandes cocineros profesionales fueron hombres, no se puede ignorar que las mujeres estaban mayoritariamente destinadas a la casa, a los oficios domésticos, a tener hijos más o menos cada dos años, (pues no existía la anticoncepción), a realizar las labores domésticas sin las ayudas y facilidades de hoy lavando la ropa a mano y cocinando con leña y para llegar a ser cocineras profesionales les hubiese tocado renunciar al matrimonio y a los hijos, lo cual ha cambiado un poco hoy pero no del todo…

Mientras algunos opinan que el machismo impera en las cocinas profesionales, otros niegan su  existencia afirmando que es una percepción errada ya que la estructura imperante al interior de las cocinas profesionales, les brinda las mismas oportunidades a hombres y mujeres y si es al momento de ingresar a trabajar, puede ser cierto, pero a la hora de ascender y tener cargos de responsabilidad al interior de una cocina, los señores tienen una clara ventaja sobre las mujeres. Las mujeres somos mayoría indiscutible como cocineras tradicionales, sabedoras y/o portadoras de conocimientos relacionados con la historia vista a través de las cocinas y en el recorrido realizado por el Paisaje Cultural Cafetero Colombiano: PCCC, la mayoría de la presencia femenina entre las personas que respondieron a la convocatoria fue un hecho y los pocos cocineros que aparecieron, no tenían el bagaje que sí tenían las mujeres. Las recetas  familiares memorables, esas que se transmiten de generación en generación están asociadas a mujeres: la sopa que hacía la mamá, la torta que preparaba la abuelita o las empanadas de la tía por poner un ejemplo y, no se tiene memoria de menciones de preparaciones transmitidas de generación en generación hechas por hombres, ellos están  más asociados con la experticia para los asados y algunos para las salsas y ajíes, lo mismo que para los cocteles, pero los guisos, cocidos, sudados, pucheros, tortas, postres, dulces de plato de largas cocciones y preparaciones que requieren cuidado y tiempo han estado más ligados a las mujeres lo mismo que la transmisión de conocimientos sobre cocinas tradicionales que se ha comunicado por línea materna, femenina y oral, siendo mayoritariamente las mujeres las depositarias de  los conocimientos referentes a las mezclas, los ingredientes, las hierbas, los puntos y las medidas, condición que ocurre  en todas las cocinas del mundo  y nuestro Paisaje Cultural Cafetero Colombiano no es la excepción.  Una indicación de que las mujeres hemos sido las encargadas de ésta transmisión es la gran variedad de libros de cocina y recetarios escritos por mujeres como la Buena Mesa, de doña Sofía Ospina de Navarro, los libros de doña Maraya Vélez, el Manual Práctico de Cocina en sus tomos de sal y de dulce de la señorita Elisa Hernández, por poner algunos ejemplos, pero éstas escritoras no pisaron una cocina profesional ni trabajaron como chefs.

Espero ver más cocineras al mando de cocinas profesionales y más respeto por su trabajo  profesional y también que los premios se den al mejor cocinero, sin mirar su sexo no crear pequeñas categorías aparte para entregarlos, las mujeres no necesitamos de ésta “protección”.

* Cocinera. Docente Gastronomía Colombiana UAM

 

Comida paisa montañera

Con cilantro, originario de Persia, pero tan nuestro..

Han invitado a éstas páginas a la comida paisa montañera, la de los fogones caldenses. Y ¿por qué no fogón? se preguntarán algunos y la respuesta es evidente: no tenemos las mismas influencias, ni los mismos climas, ni los mismos productos en todo el departamento, ni siquiera en todas las casas de una misma familia, cada hermano al conformar una nueva familia tiene un estilo propio al comer y  al cocinar de acuerdo con su compañero, sus hijos, el barrio donde vivan, y encontramos personas que desayunaron cuando niños arepa con huevos, chocolate batido en agua panela y quesito, pero que  en sus casas desayunan unos tinto, otros café con leche, otros el mismo chocolate, otros milo, otros cereal con leche y la lista podría seguir.

Mientras que en la Dorada se puede comer pescado fresco y más ahora que después de unos cuatro años de escasez volvió la subienda, (y parece que muy generosa), en otras ciudades no puede comerse sino pescado congelado, seco  o enlatado.  El departamento se subdivide en seis regiones: el norte, el alto oriente, el alto occidente,  el bajo occidente, el centro sur  y el magdalena caldense,   pero a la hora de mirar las cocinas regionales debemos tener en cuenta las vías de acceso y de cual ciudad cercana llegan los víveres que no se producen en el municipio. A Anserma, llegan productos mayoritariamente de Medellín lo mismo que a la Merced, mientras que a Aranzazu, Neira, Chinchiná y Palestina, llegan de  Manizales, generando diferencias, lo mismo que los productos que se cultivan en cada ciudad y las viandas tradicionales propias de las fiestas o celebraciones o los “casaos” de los que en cada municipio se sienten orgullosos, como también los productos representativos de algunos municipios como son: los corchos, las arepas de cantadelicia, las morcillas y  los chorizos de Neira, las moriscas de Filadelfia, los huevos al vapor, las macanas, los barrancos y los tirados de Salamina, las obleas de Chipre en Manizales, por poner algunos ejemplos respaldan éstas diferencias.

No se trata de negar la influencia paisa, pero es aventurado decir que somos sólo paisas o como afirman algunos que notan las particularidades existentes: “los caldenses son paisas educados en Popayán”, haciendo referencia a una  marcada diferencia que existe con los antioqueños al tener, como  en efecto tenemos influencias indígenas, afros, españolas, mestizas, alemanas, inglesas, francesas, árabes, italianas, judías, suizas, caucanas, tolimenses, chocoanas y claro que sí, las de la colonización antioqueña y luego las de la segunda colonización de los boyacenses, lo que no nos permite afirmar uniéndonos a otras voces que somos paisas, cuando lo que somos es: Caldenses, con todo lo que esto quiere decir.

Somos a la hora de comer de las tres eses: sopa, seco y sobremesa, también comemos arepa y tomamos tinto, la primera: el pan nativo como la llama Clemencia Price de Arellano es parte de nuestra dieta y el segundo,  el café o tintico, nos ha acompañado desde que don Antonio Pinzón decidió traer el café desde Santander, para sembrarlo en éstas tierras, empresa que siguió con mucho éxito su hijo Carlos Pinzón Posada, quien atendía opíparamente en su casa,  a los místeres que llegaban sirviéndoles una mezcla de cocina criolla con cocina internacional que nos sigue caracterizando, lo mismo que un servicio cuidado  pero sin  aspavientos ni melindres. Logró don Carlos Pinzón en una región que tomaba té traído de Londres, imponer el café y según afirma una nota del periódico el Tiempo de 1998, fue gracias a sus sugerencias, que aprendimos a tomar el café con agua panela hoy tan nuestro, ese que caliente se llama chaqueta, y frío con un poco de limón mandarino se llama cafiote. Y el café nos ha marcado y en casi  todos los municipios caldenses, (sólo en la región del Magdalena caldense no), el café es el producto principal.

Éste café con la creación de los alimentaderos y cuarteles en las fincas cafeteras, también ha marcado nuestras cocinas, pues éstos cosecheros nómadas que recorren todo el paisaje cultural cafetero vendiendo sus servicios, acostumbran a dormir en los cuarteles y a comer en los alimentaderos de las fincas, donde mujeres cargadas de sabiduría se enfrentan a la difícil y ardua tarea de atender los tragos, el desayuno, la media mañana, el almuerzo, el algo, la comida y la merienda de más o menos 70 personas exigentes en calidad y sobre todo en abundancia, servir fríjoles en la tarde es casi una obligación y las tajadas de plátano maduro fritas, conocidas simplemente como: tajadas, son impajaritables en éstas mesas largas, donde no faltan tampoco los chicharrones, las arepas, el sancocho y la carne frita.

La influencia árabe es innegable pues somos dulceros, bien dulceros y las frutas caladas en panela clavo y canela, se encuentran en toda nuestra geografía y siendo la panela un producto de origen moro, así como lo es también el uso de  especias para conservar o “calar” las frutas, ésta influencia está presente en las zonas rurales y urbanas, sin necesidad de pensar  en el por qué ésta costumbre, bien arraigada no sólo en Caldas, sino en muchas regiones de Colombia, la consideramos muy nuestra, muy popular, sin pensar muchas veces en sus orígenes. Recuerdo cómo en un viaje a Marruecos, cuando pedí a la hora del almuerzo mi primer tagine, que llegó con su pequeño fogón de barro debajo, al levantar la tapa en forma de torre el olor que invadió mis sentidos me recordó el sudao que hacía mi mamá… llena de nostalgia me comuniqué con ésta facilidad de las comunicaciones actuales, con mi hermana que había visitado ésas tierras antes que yo y me dijo que ella había sentido lo mismo…  cuando me pusieron un pequeño plato con comino recién tostado y molido, al preguntar cuál era el uso adecuado, me indicaron que se acostumbraba  añadirle un poco a la ensalada y recordé a mi dulce tía que siempre hacía lo mismo con la ensalada caldense de repollo y me puse a pensar cómo éste mundo y las cocinas están globalizadas, deliciosamente globalizadas y lo importante es que una preparación con sólo nombrarla o evocarla, genere memorias y evoque situaciones comunes a un grupo humano, el conocer su historia u origen y el que ni los ingredientes ni las técnicas sean americanas, colombianas o caldenses, no la hace más o menos nuestra.

Y tenemos términos propios como  aguasalita,  migote, migas, calentao, sudao, bogadera, el frito, la abundancia, la revueltería, el revuelto, el mercado de grano y el mercado de plaza, los líchigos, el comer pelao o trancao, la bodera, la olleta, el mecato, la parva, el molinillo, la olla pitadora, el cedazo, la batea, “tiendear”,  entre otros, términos  que para gentes de otras regiones, son en su mayoría, ininteligibles.

Queda mucho por cocinar y por compartir y lo iremos degustando de a poquitos, espero que les haya servido de abrebocas y los haya dejado antojados de más.

 

Rosahelena Macía Mejía

Cocinera. Docente Gastronomía Colombiana, UAM

Autora del libro el libro, “Panela una tradición” escogido como uno de los tres mejores del mundo en el Best World Gourmand Cookbooks Awards, en la categoría de mejor libro de una escuela de cocina.