De la convivencia a la intolerancia

Un pueblo alegre, en donde brilla el sol, aunque no hay agua, cada martes llega un carrotanque a suministrarla, o la recogen cuando llueve, un pueblo de gente buena que no les gusta los zapatos, en fin un pueblo en donde no hay hambre, pero si solidaridad eso es lo que vemos y reflejan sus habitantes, quienes se conocen entre sí, sabe cada uno lo secretos de los demás, pero no los develan. Aunque es pequeño, tienen cancha de futbol, grupo musical, reina de las fiestas, rezanderas, prestamista gota a gota, putas, brujas el señor de la tienda, y no falta la loquita amanerada, pero inofensiva.

Para el 53° Festival Internacional de Teatro de Manizales en asocio con la Comisión de la Verdad, La Congregación Teatro, dirigida por Johan Velandia, nos trae su obra Rojo, la cual nos muestra la cruda realidad por la que han pasado, y ojalá no sigan pasando, tantos poblados alejados del progreso, abandonados por el Estado a su infortunio y víctimas de fuerzas oscuras que inicialmente los seducen con promesas de un mejor estar, y luego los degradan, los masacran y los desplazan, además de que la corrupción que entrañan, los divide e induce a peleas fratricidas que mal terminan.

Como es sabido, las elecciones son el momento propicio de los políticos para seducir con promesas, que, invariablemente, una vez elegidos las incumplen. Esta vez apareció el señor del helicóptero, a quien según él, Dios le había hablado y escogido como salvador de ese pueblo, en el cual todos estarían calzados como gente de bien, habría carretera, pista, edificaciones, etc., finalmente bienestar. Hubo música, comida, fiesta como anticipo de sus promesas.

Los pecados de sangre por escondidos que se tengan terminan por aflorar y quien era madre, realmente era una tía ocultando un pecado para salvar la familia. Rojo ahora a sus catorce años y al servicio del señor del helicóptero, nuevo gobernador, empieza con él su vida delictiva matando como exigencia de su jefe a su tío por preguntón, Esta muerte lo conmoverá tanto que buscará a la bruja para que le aleje ese espanto y con ella descubrirá otro secreto bien guardado.

Con el gobernador electo comienzan nuevas dinámicas en las relaciones de los unos con los otros, aparece la economía de la droga, la limpieza social, los despojos y desplazamientos, la ley del silencio, la de los que no ven, no oyen y sobre todo no preguntan si quieren seguir vivos. Las desavenencias derivan en odios irreconciliables, así sean entre vecinos y aun entre parientes. Aparecen todos los días y las noches, muertos descalzos, más de doscientos. La mitad del pueblo desaparecido.

Los habitantes se han dividido y ahora ya no son un pueblo, apenas un barrio obviamente con fronteras invisibles, delaciones permanentes y profundas envidias, la droga termina por corromperlo todo. Ya no hay locas, ni delincuencia, pero hay hambre, sequia, no hay acueducto, ni hospital, además cerraron la escuela y ampliaron el cementerio. Impera la desconfianza, madres llorando ausencias, desaparecidos, violaciones, descuartizados, secuestros, todo un explosivo coctel en ese teatro de los acontecimientos.

El colofón se produce en El refugio, al pasar de pueblo alegre a barrio dividido y finalmente a casa compartida, así sirva solo para partir o picar a los sobrevivientes, como lo testifican en esa casa de madera, la sangre en el piso, la carne en las paredes, las cuerdas y los cuchillos, y en donde los muertos escuchan los recuerdos y también tienen pesadillas, cuando sueñan con lo que fueron y miran a los pocos que aun esperan reunirse con ellos.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

Un nuevo despertar

La 53° versión del Festival Internacional de Teatro de Manizales, fue presencialmente inaugurada con la obra Historia de una oveja, escrita y dirigida por Fabio Rubiano, en unión con el Teatro Colón de Bogotá  y el Teatro Petra. Dicha obra, con una escenografía muy funcional y apropiada a sus diversos momentos, con la adecuada iluminación que proporciona el Teatro Los Fundadores, con fondos musicales que  conmueven y con todos los protocolos de bioseguridad que deben imperar respecto del aforo de público y el distanciamiento exigido, nos presenta uno de los problemas sociales más conmovedores de nuestro tiempo, no solo por el impacto que sufren sus víctimas, sino por el desarraigo que causa y la desesperanza que entraña, además de las muertes que arrastra.

La narración corresponde a algunos de los habitantes rurales de la vereda Santo José, pero puede ser en cualquier otra, porque constituye una aberración más extendida de lo que se quiere admitir. Vemos a la niña Tránsito, el egipcio Alí y la oveja Berenée, en situaciones casi incomprensibles por lo dolorosas que resultan y eso en un país, dizque civilizado. Por los diálogos nos damos cuenta de la tragedia que se cierne sobre Tránsito, el egipcio y su familia, incluyendo a su inocente ovejita, que se considera como la niña de ese grupo y así lo revela en sus comentarios, pues habla de paseos en lugar de desplazamientos, en diversos juegos en los que participan sus vecinos y no en masacres a las que son sometidos, etc.

Por la crudeza del relato, todo es simbólico, los muertos representados por los zapatos que dejaron, las muertas por sus ropas colgadas de los arboles, y el lenguaje utilizado como arma disuasiva para lograr no solo el traspaso de las propiedades, si no el viaje forzoso a otros lares, para poder tomar posesión de sus tierras. En esto será clave el personaje apodado el muñeco, fanfarrón, dicharachero y mujeriego que siempre les hace ofertas que deben ser aceptadas so pena de recibir otra orden de muerte. Siempre implorando a Dios y afirmando que todo lo que hace es por las vías legales, vaya a saberse que entiende él por esas vías, es su ley la que impera.

Las paradojas están a la orden del día y lo vemos en el egipcio Alí, con vocación de migrante, antes internacional, abandonando su tierra para huir de las guerras del desierto, quien creyó encontrar en esa vereda la tranquilidad añorada y ahora venía a ser un migrante interno, como los han denominado sarcásticamente a quienes sufren ese desvío. La supuesta niña Transito, ha sido madurada por los golpes de la vida y es ahora aun con sus pocos años la que lleva las riendas y toma las decisiones así no sean las más apropiadas, con el fin de proteger su vida y la de los que confían en ella.

Otro de los macabros personajes lo constituye la mandadera, quien lleva y trae no solo razones, sino información a sus jefes quienes hacen saber que las razones que mandan, son para cumplir sin plazos, ni explicaciones, igual las vacunas con que financian sus gastos menores y la búsqueda de oportunidades para sus tropas. Detrás de todo esto están los descuartizamientos, el cierre de las escuelas, pues las consideran centros de adoctrinamiento, el reclutamiento forzado de menores y todas las barbaridades de las guerras fratricidas.

Después de deambular huyéndole a la muerte, pero acompañados siempre de la incertidumbre y el acecho, vagan sin rumbo; los separan, se reencuentran, viajan a tierras desconocidas, recalan en refugios provisionales de entidades de socorro y al fin encuentran quien los escuche, los entienda y trate de aliviar sus penas, restituyéndoles lo arrebatado. Llegan a su antigua vereda, pero todo está muy cambiado, por no decir destruido, hablemos de transformado, pero tienen el empuje y el coraje que dan las ganas de continuar, esperando esto sea ya definitivo. Un nuevo despertar.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

Aldous Huxley, análisis, interpretación y proyección

El exrector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, ingeniero civil, economista e investigador social, ha abordado la obra del gran escritor y filósofo británico Aldous Huxley (Godalming26 de julio de 1894Los Ángeles22 de noviembre de 1963), de una manera tan interesante, que le permite valiosos planteamientos para este momento tan incierto.

Sus reflexiones nos las presenta en Otro fin del mundo es posible (Cómo Aldous Huxley puede salvarnos), para lo cual recurre a varios de sus libros: La isla, Las puertas de la percepción, Conocimiento y entendimiento, Literatura y ciencia, además de otros escritores de su época, con quienes discutió académicamente.

A pesar del tiempo transcurrido desde su muerte, sus ideas continúan vigentes y en algunos planteamientos de su época propone normas éticas para la sana convivencia, que hoy en día cobran tal relevancia que parecen actuales. Gaviria organiza sus ideas bajo los epígrafes de: salud pública, sustancias psicoactivas, crisis ambiental, educación, y progreso; dedica a cada una un capitulo para su desarrollo.

Este gran pensador dedicó su vida como filósofo a las ideas, a establecer conexiones entre la ciencia y el arte y, a analizar la conducta humana en sus aciertos y vicisitudes, todo lo cual plasmó en sus escritos: ensayos, novelas, investigaciones sociales, etc. Por ello Alejandro Gaviria anticipa sobre el libro que nos ofrece:

 …este libro promueve una visión del mundo, una forma de entendimiento de la realidad   que es escéptica y esclarecida al mismo tiempo. Esta visión enfatiza, entre otras cosas, la necesidad ética de la compasión, el asombro como imperativo vital, el escepticismo sobre las ideologías y las simplificaciones del mundo, la conexión de todas las formas de vida y la búsqueda permanente de sentido y autotrascendencia.

Ante todos los problemas que nos agobian, algunos de los cuales no habíamos sentido antes tan cerca, es pertinente un análisis sereno, pero profundo sobre las implicaciones de todo lo que está sucediendo y nos afecta: el acecho cercano de la muerte, la limitada respuesta de la medicina moderna, los intereses supranacionales y los nacionales también, la crisis del medio ambiente que antes tratábamos de desconocer y hoy la avizoramos mas cerca, el poder destructivo de las ideologías y los extremismos, las amenazas de la manipulación de la tecnología, etc.; de todas maneras como afirmaba Huxley A pesar de todo, a pesar de las penas inherentes a la condición humana, la vida es un privilegio que debemos celebrar.

Hoy más que nunca estamos ante una presencia permanente de la muerte, una conciencia de nuestra precariedad y un temor constante de la fragilidad de la vida y son justamente los filósofos quienes nos lo hacen comprender, por doloroso que sea; a propósito Heidegger afirmó que el ser humano no es alguien que muera, sino que en sí mismo es un ser-para-la-muerte. Con este concepto quiso transmitir que la muerte, más que una situación que encontraremos al final de nuestra vida, es una meta a la que estamos abocados; por su parte Wittgenstein sostuvo que La muerte no forma parte de nuestra vida. No podemos vivir la propia muerte. Y Huxley acota que somos organismos: …sometidos a la necesidad de continuar marchando a través del tiempo irreversible, a través de un mundo absolutamente indiferente a nuestro bienestar, hacia la decrepitud y la certidumbre de la muerte.

En la búsqueda incesante de sentido a la vida ya sea a través del arte, la ciencia, la religión y otros medios, su humanismo lo centró en dos ideas fundamentales: la atención y la compasión. Con la atención se refería a la importancia de aprender a percibir, que es la forma como podemos desarrollar conocimiento, y en cuanto a la compasión como valor ético, es la solidaridad que debemos tener con los demás, tratando de superar el hecho de que aunque los queramos, nos queremos más a nosotros mismos, lo cual nos conduce al egoísmo, olvidando la compasión. Aquí también se refería al amor como consuelo y forma de resistencia ante la muerte, pero que a veces puede resultar frustrante, pues Las presencias más entrañables, serán siempre las ausencias más dolorosas.

Con relación al tema de salud pública afirmó: La ciencia médica ha progresado tanto que ya casi no quedan seres humanos sanos. Y hoy vemos excesos en las aplicaciones de los avances de la ciencia en la medicina, en cuanto a solicitudes de diagnósticos y tratamientos; desdibujando de esa manera la labor humanitaria de estas profesiones. Pero, es que el tema es más complejo de lo que parece, el doctor en Medicina y filósofo colombiano Alejandro Jadad, en 2008 redefinió el concepto de salud acuñado por la OMS en 1948, que la consideraba como “el estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad”, por lo que “nadie podía ser saludable” y la definió como “la capacidad de las personas o de las comunidades de adaptarse, o para gestionar los desafíos físicos, mentales o sociales que se les presenten en la vida”.

En cuanto a la educación como herramienta para el conocimiento, consideró que todas las maneras posibles de llegar a él eran válidas y constituían el paso del mito al logos de los griegos, de la especulación a la racionalización, de la imaginación a la realidad, de la teoría a la práctica, o como estableció Platón, de la doxa como creencia, opinión o noción, a la episteme como conocimiento científico. Todos estos caminos deben abordarse, como acota Gaviria:

 Aldous Huxley creía que los seres humanos somos anfibios, esto es, que tenemos la capacidad de vivir en varios mundos distintos de manera simultánea: el del lenguaje simbólico y el de la receptividad sensorial, el de las ideas abstractas y el del conocimiento práctico, el de las ciencias y el de las artes.

Ante la dicotomía que planteó en su tiempo el físico y novelista inglés Charles Percy Snow en su texto Las dos culturas, en donde establece una clara diferenciación entre los intelectuales, literatos y humanistas, con sus novelas, ensayos, poesías, teatro y otras manifestaciones culturales, y los hombres de ciencia con su espíritu matemático, pensamiento analítico y su rigor empírico; sostuvo con relación al conocimiento que la ciencia y la literatura eran manifestaciones complementarias del espíritu humano y añadió: Espero la llegada de un gran artista que logre hacer la tarea de incorporar las hipótesis de la ciencia dentro de los armoniosos y emocionantes trabajos artísticos.   

Fue un crítico acérrimo del consumismo, aunque no estaba tan marcado en su época como hoy en día, pero le parecía aberrante esa necesidad compulsiva del ser humano en tratar de poseer todo lo que le ofrecían, consideró la publicidad nociva por el condicionamiento al que induce a los seres humanos, quienes se sienten frustrados por las carencias, al no lograr poseer, y tristes por la saciedad, pues la gratificación inmediata nunca será suficiente. Agregó que no solo sucumbimos al engaño y la manipulación de la publicidad, sino que estamos condicionados por el autoengaño, pues muchas veces creemos o aceptamos aquello que sabemos nos perjudica, pero, esa es la naturaleza humana.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

 

 

 

Irresponsable abandono

La independiente editorial Angosta, en su colección Opera Prima, que ya había presentado con notable éxito a Sara Jaramillo Klinkert, con su libro Cómo maté a mi padre, ahora nos ofrece Esta herida llena de peces, primera novela de Lorena Salazar Masso, impresa en marzo de 2021. Actualmente existe también una edición en España, en donde como trabajo de grado realizó esta novela, la cual ha resultado tan bien acogida, que ya preparan traducciones y ediciones en Francia, Italia, Republica Checa, Polonia y Austria entre otros.

Lorena Salazar Masso (Medellín, 1991), estudió Publicidad y luego un máster de narrativa en la Escuela de Escritores de Madrid. Por razones familiares vivió varios años en el Chocó, lo que le permitió conocer muy de cerca toda la problemática social y económica en la cual está inmersa esta rica región colombiana tan olvidada por todos.

En el Chocó de siempre, abandonado a su pobreza y su desgracia, con autoridades departamentales y locales totalmente desinteresadas, y del cual solo se acuerdan los poderes centrales cuando hay una gran tragedia o alguna masacre difícil de desatender, Lorena nos describe con lujo de detalles y en el lenguaje de sus moradores, la convivencia en medio de la precariedad y la inseguridad, de un pueblo tan solidario entre ellos y valiente como se requiere ser ante la adversidad.

La ausencia del Estado ha sido de siempre, a tal punto que el editorial Municipios afros asumen su estrategia de desarrollo, de El Espectador del 12 de junio 2021, puntualiza:

 No sobra repetir aquí, para empezar, que es en esa Colombia afro donde se observan los peores indicadores sociales y económicos del país, que contrastan con sus vigorosas riquezas naturales y culturales. La historia de promesas incumplidas, o incluso de   proyectos ejecutados que a las claras han resultado inefectivos, explica su convencimiento de asumir un esquema de gestión diferente al que tradicionalmente han aplicado, que comienza por ser ellos mismos quienes propongan sus estrategias de desarrollo, construyéndolas con los actores públicos y privados que existen en sus municipios. Todo esto bajo un concepto poderoso: que el desarrollo debe ser un estado de bienestar material e inmaterial regido por patrones educativos, económicos,  culturales y ambientales definidos, y con la creación de capacidades para que la gerencia pública local sea efectiva.

En la narración apreciamos el viaje por el río Atrato, en lancha desde Quibdó hasta Bellavista, con paradas incluidas en La Comilona, Tagachí, Puerto Beté y Unguía. La embarcación tiene capacidad para diez personas y carga para las necesidades de Bellavista. Las aventuras y desventuras de una de las madres de un niño de siete años, que va en busca de su otra madre, constituyen el eje de la novela. El majestuoso río Atrato, lleno de vida para los pobladores ribereños por los pescados que provee, y muerte por las inundaciones que causa y por servir de cementerio a todo tipo de fuerzas del mal, pleno de alegrías por los reencuentros que propicia y de tristeza por las separaciones que fomenta, via de acercamientos placenteros y desplazamientos tenebrosos, contrastan igualmente la diversión y el aburrimiento, la nostalgia y la serenidad.

En un mundo de adultos, un niño representa un faro de esperanza, una luz en las tinieblas, un motivo de alivio de las penas y un aliciente para continuar; eso constituye para una de sus madres este niño, así lo admite ella:

Los niños establecen reglas inquebrantables. Me someto a su ley. A cambio le pido que haga las tareas antes de salir a jugar. Lo preparo para una vida llena de intercambios. Nos vamos educando mutuamente. Yo le enseño a ser él y él me ayuda a deshacerme, a   vivir bajo nuevas formas, señales que nadie comprendería. Está conmigo. No me nació a mí, pero soy su mamá. Lo digo para mí cada noche, una oración al desapego.

Esta tarea no buscada, pero consentida, le correspondió y la asumió complacida, educarlo para el bien y formarlo para la adversidad. Enseñarle a rezar, a obedecer, a temer, corregirlo con cariño, pero con severidad, hacerlo sentir seguro y responsable. Ella había crecido en Bellavista y allí conoció a su vecina Gina. Como quería estudiar se fue para Quibdó y allí aprendió a trabajar con madera para enmarcar cuadros y con tela para hacer flores artificiales, y así conseguir con que costearse sus estudios. Un día cualquiera se le apareció Gina llorando con un bebé en sus brazos, lo acostó en su cama y le dijo que no podía cuidarlo, pues ya tenía otros tres y la comida no le alcanzaba. Le tocó improvisar el papel de madre.

En toda la zona del recorrido la guerrilla es omnipresente, donde menos los esperan, allí están o aparecen; no se sabe si por temor o como medio de supervivencia, su presencia es tolerada y nunca se los enfrenta, ¿para qué? Por eso cuando en una de las paradas del viaje, donde se bajaron, el niño se perdió, con la debida conmoción de todos, aunque finalmente apareció en uno de los campamentos que había armado la guerrilla, conversando con un hombre que limpiaba su arma. Su madre además de angustiada, se sintió desconcertada y sin respuestas a sus preguntas.

Tener un hijo es buscar, todo el tiempo, formas de explicar el mundo. Poner en palabras cosas terribles, milagros, presentimientos. Hablar de dinosaurios sin tener idea. A mi niño, si la historia no le convence, tranquilamente dice  “Ma, no te creo” a veces la niña soy yo y es él quien me enseña a hablar. Puedo explicarle como nace un río, como hace el ángel de la guarda para escucharlo cuando reza o porqué los búhos y murciélagos salen a pasear de noche. Incluso sé que puedo presentarle a su madre y sus hermanos. Lo que no puedo explicar es porqué un hombre carga un arma.

Las tradiciones orales en sus alabaos, en sus conversaciones, sus rituales y su forma de aceptar al otro, como primo, vecino, compadre, hermanito, etc. han creado unos lazos indisolubles como red de apoyo invisible, en la cual todo se comparte la comida, el techo, las tareas cotidianas, los duelos, las alegrías, como en una gran familia. Esto se ve cuando hay inundaciones por las lluvias y los desbordes del rio, o cuando se desata un incendio arrasando sus humildes casas y se forma una cadena desde el rio hasta el foco, todos pasando vasijas con agua para sofocarlo, pues si se quema una casa, se queman diez. Constituye un ejemplo de cómo sobrevivir a la adversidad en esa desafiante realidad. El papel de las mujeres en esta sociedad es fundamental, además de luchadoras, son valientes, altivas, seguras, ejemplarizantes y sobre todo sustento de la cohesión familiar tan necesaria en esta precariedad; los ejemplos son evidentes, la lanchera, la tendera, las monjas y su residencia de paso y a veces hospital, las lavadoras de ropa en el rio, las cuidadora de niños, en fin unas mujeres admirables.

La nostalgia invade a nuestra protagonista, pues ha ido creando unos lazos indisolubles con el niño, y aunque siempre pensó que el momento del desprendimiento llegaría, no quería admitir que la rueda del tiempo ya marcaba su fin.

 No quiero llegar. Me habría ido remando de ser posible. Voy a Bellavista porque la mamá biológica quiere ver a mi niño. Quiere que él le muestre sus juguetes, el diente flojo, la cicatriz del codo, porque el niño se quebró una mano hace dos años. Ella no lo sabe, él se lo va a contar. Quiere mirarlo a los ojos, tocarle una oreja, besarlo en la frente, quizá revisar si está sano, si lo he cuidado bien.

Al final en una descripción magistral y brutal, los personajes de la narración confluyen en una escena dantesca, lacerante como todo allá. Han sido desatadas las fuerzas del mal y el destino les ha tendido una trampa de la cual no saldrán indemnes. Todos los esfuerzos, la dedicación, las esperanzas y las angustias, ya no contarán para nada. Otros han decidido la suerte o mejor, la desgracia de sus congéneres.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Otras realidades

La Gobernación de Caldas por medio de su Secretaria de Cultura, con la Red Departamental de Bibliotecas Publicas, con el fin de apoyar a nuestros autores, y para que los pasajeros aéreos tengan acceso gratuito a unas lecturas que permitan distraer las esperas, y disfrutar con nuestros escritores, tuvo la idea de publicar una colección que denominó Libros al AIRE. Lecturas para viajeros. Así lo puntualiza el Secretario de Cultura de Caldas, Lindon Alberto Chavarriaga Montoya:

Un momento especial vive la literatura caldense. Los premios nacionales, los internacionales, las publicaciones con respetables editoriales y las traducciones hacen pensar en una época brillante de nuestros autores.

Con ellos damos pie a la visibilización de los autores del departamento y a su consolidación como figuras imprescindibles en la construcción de un patrimonio bibliográfico que nos reafirma y enorgullece.

De esta colección hemos tomado atenta nota de lo escrito por Juan Grajales (Manizales, 1998), de quien ya habíamos reseñado su último libro Pinos, editado en España. Su carrera literaria inició muy temprano tanto como lector y como escritor, pues sus primeros cuentos fueron publicados a los trece años. Su primera novela FallsVille la escribió a los trece y la publicaron en el 2015; a los dieciséis La cuarta bestia y a los dieciocho Pinos. Continúa con sus estudios de Biología en la Universidad de Caldas. Su obra La cuarta bestia publicada en el 2016, pareciera ser premonitoria, y de ella habíamos escrito:

“Así como en las diferentes guerras se utiliza todo tipo de armas, las más letales sí han sido y serán las biológicas y de eso se trata ahora, del desencadenamiento de un virus, que no es algo lejano a la realidad, pues con tanta depredación a la naturaleza que hace el hombre, con tanta manipulación genética y supuestas investigaciones científicas, siempre existirá la posibilidad de que aflore el mal y haga prevalecer sus intenciones pretendiendo causas superiores. Lo que parece ciencia ficción no está lejano de la posibilidad.”

En el 2019 apareció el COVID 19 y el resto ya lo sabemos.

Ahora nos sorprende con su libro La luna en un suspiro que trae los cuentos: Nostalgia, La mujer más bonita del mundo y El día de mi muerte. Los tres, cada uno a su manera, nos muestran la existencia de otras realidades, como pueden ser las que vivimos en un sueño, en un estado cataléptico, en un coma inducido, o en los recuerdos.

En Nostalgia, se le ha confiado a un veterano detective viudo y a punto de jubilarse, la investigación sobre la súbita desaparición de personas que después de entrar a una cafetería, nunca más fueron vistas, por ser su último caso a resolver puso no solo toda sus sagacidad, sino todo su tiempo y tenacidad. De por sí el establecimiento en mención y quien lo atendía, tenían algo de fantasmagórico:

Las viejas mas supersticiosas decían que la mujer del sombrero rojo era practicante del   infame arte de la brujería, que era hechicera, que esas costumbres eran normales de   donde ella venia y que las llevaba en su sangre extranjera para corromper aquella tranquila ciudad. No pasaron de ser chismes de balcón, chismes de gente vieja que con el tiempo terminó muriendo, y con ellos murieron los chismes. De todas formas, era bien cierto que el lugar tenía algo muy peculiar, solía atraer a las personas con solo mirarlo, era común ver a la gente detenerse frente a él, incluso cruzar la avenida para echar un vistazo.

Con todo el sigilo del caso, nuestro hombre alquiló un apartamento al frente del establecimiento, por prudencia hizo lentos acercamientos, furtivas grabaciones, lecturas de expedientes relacionados con sus casos, entrevistas a familiares, charlas informales con peatones, etc. antes de abordar el sitio, lo cual hizo con mucho recelo. Con aire de fingida seguridad, se ubicó en una mesa y pidió un tinto que comenzó a degustar, mientras ojeaba un periódico que otro comensal había dejado al irse, pero su primera impresión fue el darse cuenta que era una edición en un papel muy fino y de una fecha diez años atrás. Vendría luego la gran sorpresa

Estuvo leyendo por un rato aquellas noticias viejas y curtidas, muchas de ellas olvidadas en el tiempo y opacadas por los acontecimientos más importantes, como el del atentado terrorista. Nada que mereciera su atención.  Bajó el periódico y, al otro lado de la mesa, se encontraba una mujer que lo miraba fijamente. Al principio le pareció una desconocida, alguien que intentaba decirle algo o que, en el peor de los casos, intentaba inútilmente venderle algo. Los rasgos empezaron a tomar forma, a hacerse más    familiares, más conocidos. Le empezó a faltar el aire cuando supo que debía ser una persona cercana, y sintió que iba a asfixiarse cuando reconoció que ella era su esposa. Su difunta esposa.

En La mujer más linda del mundo, encontramos la paradoja de una vida plena y el ocaso de un lento abandono, al no haber aceptado lo efímero de la juventud y lo permanente de la senectud.

En su adolescencia fue la más perfecta, en su juventud fue la más codiciada. Disfrutó su vida sexual con plenitud, alegría y desenfreno, teniendo la maravillosa oportunidad de elegir lo mejor de lo mejor, de nunca sufrir un rechazo, de nunca sentirse sola.

Nunca pensó que el ocaso estaba más cerca de lo que intuía, por eso siguió creyendo que era joven, linda y merecedora de satisfacer todos sus caprichos y antojos, de dominar y rechazar, de utilizar a los demás hasta que se aburría de ellos, pero…

Desesperanzada, la mujer más bonita del mundo se sentaba en los parques para ver a las personas que caminaban tomadas de la mano, para ver a los niños que jugaban, para ver cómo hasta las tórtolas hacían lo que ella ya no podía. Llorar no quería, sus ojos ya estaban secos y su vida ya no merecía ni una lágrima más. Encontraba en los demás el calor  que a su cama faltaba, y aceptaba con resignación las consecuencias de las dulces mentiras que había bebido toda su vida.

Un sueño puede desencadenar otra realidad, y su despertar ser tan comprometedor, como alucinador, pues nos puede conducir a realizarlo, esto le sucedió al personaje de El día de mi muerte, un empleado normal de una empresa común y corriente, viviendo con una novia protectora y segura de sí misma, pero a veces con poco tiempo para atender las angustias de este hombre. Su sueño lo desubicó:

Fue una pesadilla horrible, asquerosa, aterradora. De ese tipo de sueños en los que, por más que uno quiera, es simplemente imposible despertar y, cuando por fin abandonamos el mundo onírico para sumergirnos en el real, quedamos con una amargura en la boca durante la mañana siguiente. Pero aquella amargura era diferente. Había muerto en el sueño, y sentía que ese día iba a morir.

Al no encontrar apoyo en su novia, lo buscó en un compañero de oficina, sin mucho respaldo. Fue elaborando un ritual de despedida y para no levantar sospechas, simplemente habló de un viaje y cada uno lo interpretó a su manera: vacaciones, cambio de trabajo, desplazamiento a otra ciudad y así todos lo vieron razonable, pero su novia creyó que simplemente la abandonaría. Para acrecentar su desconcierto, hasta fiesta sorpresa de despedida le organizaron esa noche. Sus sentimientos y los de los demás iban en contravía:

Sentí mucha rabia, esto no podía estar pasándome a mí, no era justo para nadie, incluso llegué a pensar que hubiera sido mejor morir sin previo aviso, porque desde que conocía   la fecha de mi muerte, el resto de mi vida se había convertido en agonía anticipada.

En estos tres descarnados relatos vislumbramos lo efímero de la vida, a la vez que lo frágil no solo de la salud física, sino principalmente de la mental. Su lectura nos permite una reflexión sobre lo que estamos haciendo, cómo estamos utilizando el tiempo y que esperamos para hacer los ajustes que hemos ido aplazando.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

 

 

           

Encarando la desesperanza

En momentos de crisis como la actual en donde la inestabilidad se ha instalado en la permanencia, la precariedad ha llegado con contundencia, la intranquilidad es permanente y la zozobra nos acecha, todo por el inesperado virus COVID-19, qué mejor terapia que la lectura, y en este caso la ofrecida por el filósofo y sociólogo francés Edgar Morin, quien, en vísperas de cumplir sus lúcidos cien años, acaba de entregarnos un interesante análisis sobre lo vivido.

Como todas sus obras, Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia, escrita con la colaboración con Sabah Abouessalam, socióloga urbanista y doctora en ordenamiento urbano, nos hace aportes para comprender y nos brinda análisis de las diferentes formas de aprovechar lo sucedido, pues de todo lo que nos ocurra, debemos sacar conclusiones y no solo lamentaciones. Nos presenta su mirada que abarca el confinamiento al que estuvimos sometidos, luego el asombroso despertar a la cruda realidad causada por esa pandemia: cierre de empresas, cuantiosas pérdidas económicas, desempleo, pobreza, enfermedad, desasosiego y muerte.

Como marco de referencia, y con absoluta validez, de su experiencia vital, hace un preámbulo que designó como Cien años de vicisitudes, y en el cual de primera mano nos muestra los resultados de haber vivido y sufrido: la gripe española, la crisis mundial de 1929, el nacimiento del ciclón, con Hitler y todo su significado, la segunda guerra mundial, la gran crisis intelectual de los años 1956-1958, Mayo del 68, la crisis económica y resistencia en dos frentes.

Sobre el estudio afirma: …descubrí que toda política debe basarse en una concepción del hombre, de la sociedad y de la historia. Esto me llevó a matricularme en la universidad para estudiar historia, sociología, filosofía, economía y ciencias políticas. Este estudio no me ha abandonado y es el fermento de toda mi obra.

Con relación al dogmatismo, la segunda guerra mundial y su participación señala: …extraje la lección de no dejarme arrastrar, de mantener la vigilancia critica y autocritica, y de revisar mis ideas cuando se produjeran nuevas experiencias históricas. Pero la lección principal de la guerra fue resistir. Me siento muy feliz de haber asumido en esa época el riesgo importante de incorporarme a la Resistencia.

En cuanto a la crisis ecológica y la forma como ha sido enfrentada, considera que la toma de conciencia no solo ha sido lenta, sino poco contundente y menciona la negligencia de la acción política y económica para evitar los desastres humanos y naturales, ya que los intereses económicos priorizan los beneficios inmediatos y tratan de ocultar los problemas o simplemente los ignoran.

Con su postura intelectual y política ha hecho resistencia a lo que considera las dos barbaries que afronta el hombre: por un lado, la vieja barbarie venida de los tiempos inmemoriales, que se traduce en dominación, esclavitud, odio y desprecio… y, por otro lado, la barbarie fría y gélida del cálculo y el beneficio, que domina en una gran parte del mundo. Y así concluye el lector comprenderá entonces que encuentre normal esperar lo inesperado y prever que lo imprevisible pueda acontecer.

El cuerpo de la obra presenta tres capítulos: Las quince lecciones del coronavirus, Los desafíos del poscoronavirus y el tercero, Cambiar de vía. Inicia con una Introducción en la cual afirma:

Y es sabido que la conquista de las Américas produjo la unificación bacteriana del planeta, pero la novedad radical de la COVID-19 reside en que ha provocado una megacrisis como resultado de la combinación de crisis políticas, económicas, sociales, ecológicas, nacionales y planetarias que se retroalimentan y cuyos componentes, interacciones e indeterminaciones múltiples, están  interrelacionados, es decir, que son   complejos en el sentido originario de la palabra complexus “lo que esta entretejido”.

La primera revelación innegable de esta crisis inédita es que todo lo que parecía separado es inseparable.

Todo esto nos ha llevado a entrar en una era de incertidumbre y un futuro imprevisible en gestación. La esperanza es que se produzca una regeneración política que conlleve a la verdadera protección del medio ambiente y a una humanización de la sociedad con el fin de encarar lo inesperado, que ya vemos será una constante con la cual debemos convivir, pero solidariamente, si queremos continuar al menos vivos.

Cada uno a su manera ha experimentado en medio de esta pandemia cuáles son en realidad las verdaderas necesidades, nuestras aspiraciones, hemos diferenciado lo superfluo de lo esencial, lo oculto en las alienaciones de lo cotidiano y han aflorado los valores fundamentales tan necesarios como la solidaridad, la compasión y la amistad. Como afirma Morin, nuestra precariedad estaba olvidada, nuestra precariedad estaba oculta.

Hemos visto cómo la comunidad científica, afanada por buscar contrarrestar esa ola de muertes, aunó esfuerzos y logró en tiempo record, con los recursos tecnológicos modernos, encontrar la anhelada vacuna, pero, así como predominó la cooperación internacional en esa búsqueda, finalmente se impuso la competencia, el aspecto económico en la comercialización y distribución de ese salvavidas. Lo mejor del ser humano y lo peor de su naturaleza, se vieron desdibujados por la precaria distribución mundial de la riqueza, con países ricos y exceso de vacunas y países atrasados no solo en su desarrollo, sino también en su protección. Se lamenta nuestro filósofo así: el humanismo está en crisis frente a  las derivas y los repliegues nacionalistas, la reaparición de racismos y xenofobias y la primacía del interés económico sobre todos los demás.

Para ilustrar la inequidad planteada por Morin, veamos las cifras presentadas por la organización Our World in Data, de la Universidad de Oxford, en donde se expone que al dos de mayo se habían vacunado en el mundo 1.164.477.500 personas, de las cuales el 70% correspondían a Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Brasil. En cuanto número de vacunas completas por cada 100 habitantes, se tenían: en Israel 58.4, Chile 35.2, Estados Unidos 31.3, Uruguay 19.2 y Colombia 3.3. Como contraste, en el África con 1.340 millones de habitantes solo se tenían vacunados 0.37 por cada 100 personas, o sea menos de una persona. Finalmente, el 22 de mayo apareció como noticia que entre junio y julio Haití (once millones de habitantes) esperaba recibir 130.000 dosis de 750.000 asignadas por la OMS. Vale la pena recordar que La Española es una isla del Caribe en donde se ubican dos estados independientes, Republica Dominicana con 7.9 personas vacunadas por cada cien y Haití, que no ha podido iniciar su vacunación.

En el capítulo correspondiente a Cambiar de vía Morin plantea la necesidad de regenerar la política, humanizar la sociedad y así establecer un humanismo regenerado, propone entre otros: un decrecimiento progresivo en el consumo de lo superfluo, lo frívolo, lo ilusorio, fomentado por la aplastante publicidad, aboga por la producción de objetos no desechables, reparables; incrementar el transporte público y potenciar los ferrocarriles en detrimento de los aviones, todo para desintoxicar el medio ambiente. Con relación a las comunidades, seguir fomentando los lazos de solidaridad y empatía que afloraron con la pandemia.

Respecto de la automatización, tiene su propia percepción:

La técnica es lo que permite a los humanos esclavizar las energías naturales mediante las máquinas. Pero también es lo que permite hacer a los humanos esclavos de la lógica determinista, mecanicista, especializada y cronometrada de la máquina artificial… La   otra cara del desarrollo industrial, a la vez creador de bienestar (para los clientes) y de malestar (para los trabajadores), comporta hoy en día dos amenazas: una viene de la degradación ecológica del ambiente en que vivimos; la otra, de la degradación sociológica de la calidad de vida.

En cuanto al humanismo regenerado, entiende que es preciso combinar en forma constante lo racional y lo pasional, pues constituyen la naturaleza humana, que esa afectividad puede desembocar en amor u odio, coraje o miedo; que la sola razón es fría, inhumana, pero que la técnica a pesar de aportar lo mejor y lo peor, según lo aplique el hombre, puede también, deshumanizarlo. Nos queda la esperanza, la cual no implica certeza, pero si, peligros y amenazas, pero debemos asumirla.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

La cuarta bestia

Después de Falsville la cual escribió a los quince años, este joven escritor Juan Grajales (marzo 30 de 1998), aborda en su segundo libro (La cuarta bestia, noviembre 2016, Manigraf Grupo Editorial), a la manera de los grandes novelistas de esta ciudad, como Eduardo García Aguilar con su Tierra de leones, Octavio Escobar Giraldo con Después y antes de Dios y Orlando Mejía Rivera con su Recordando a Bosé, nuestra querida Manizales, pero de una manera apocalíptica.

En sus cuatrocientas cinco páginas de narración nos va llevando en una abigarrada descripción desde una apacible calma a una tenebrosa catástrofe que va cobijando todo lo que toca y así va destruyendo lo más querido que se tiene desde las posesiones materiales, hasta los seres cercanos a nosotros. Una vez iniciada la trama no hay sosiego en la lectura, pues intentamos como los seres involucrados, encontrar apertura de esas tinieblas pavorosas, sin encontrar salidas plausibles. La narración se muestra siniestra, como en la mutación descrita así:

“En el tiempo que estuvo en el cubículo había sufrido una transformación perturbadora, sus dientes se habían caído y habían sido reemplazados por protuberancias puntiagudas, su piel estaba pálida y las venas oscuras contrastaban bajo ella, y su mente…, su mente era la que más había cambiado. No sentía miedo, ni amor, ni nostalgia, ni tristeza, solo hambre. Hambre e ira. Escuchaba la inconfundible voz de la mujer de mármol obligándolo a cambiar, a someterse a una metamorfosis sobrenatural. Salió del baño balanceándose por los pasillos desolados, rozando las paredes llenas de pancartas con sus dedos puntiagudos. Se detuvo un momento, pudo escuchar los latidos de un corazón cercano, pudo oler la sangre siendo bombeada a través de las venas, su garganta se irrito y le pidió a gritos poseer esa sangre. Iría a por ella.”

Durante el relato se van describiendo no solo los lugares emblemáticos de la ciudad, sino también el tipo de relaciones que se van tejiendo o destejiendo, se van reforzando o anulando y así aparece lo más sublime y bajo del ser humano, el cual en situaciones de crisis se ve mejor definido, pues estas hacen aflorar lo más recóndito del hombre. Así lo percibimos en un episodio de un vuelo, en el que se relaciona de manera aséptica una masacre:

“Estaban inclinados, el avión seguía subiendo, estaban sobrevolando la ciudad, dando vueltas sin sentido, ganando altura estúpidamente. Bajo el suelo, varios kilos de explosivos esperaban a ser detonados. No tenían una pantalla de cuenta regresiva, no podemos saber cuándo pasará. Arriba todos siguen angustiados, estaban allí, luego ya no están. La carga ha explotado.”

Así como en las diferentes guerras se utiliza todo tipo de armas, las más letales sí han sido y serán las biológicas y de eso se trata ahora, del desencadenamiento de un virus, que no es algo lejano a la realidad, pues con tanta depredación a la naturaleza que hace el hombre, con tanta manipulación genética y supuestas investigaciones científicas, siempre existirá la posibilidad de que aflore el mal y haga prevalecer sus intenciones pretendiendo causas superiores. Lo que parece ciencia ficción no está lejano de la posibilidad. Los cuadros son dantescos:

“No viste lo que había hoy en el hospital, ayer era una locura, hoy es un infierno. La gente se está muriendo, igual que mamá, igual que tu amigo Carlos, hasta los mismísimos doctores están enfermando. Los oí decir que no quedaban mas bolsas de cadáveres, que los tenían que amontonar todos en una bodega, pudriéndose como si fueran animales.”

La narración, aunque casi siempre es lineal, va cambiando de personajes y escenarios lo cual obliga al lector estar muy atento y expectante de lo que le va sucediendo a los actuantes a medida que trascurre el relato. Se presentan algunos “flash backs” para poner en contexto  características de los personajes, pero no es lo común y ayudan mucho a dar claridad.

La trama urdida por este estudiante de Biología de la Universidad de Caldas, está tan bien construida que cada vez que se ve la luz al final del túnel para cada uno, aparece es otro nuevo escollo a superar, otra nueva inesperada circunstancia a remontar, y así hasta el final que cuando creemos que habrá claridad, la tendremos que seguir buscando y esto como en las buenas zagas, dará para una próxima entrega, ¿recuerdan Los juegos del hambre de Suzanne Collins, o Harry Potter de J. K. Rowling?

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

 

 

 

La dura realidad

La violencia en Colombia no solo es un tema recurrente sino que es la mayor tragedia que hemos padecido y de la cual no pareciera posible una salida concertada, pues cuando se había logrado un acuerdo estructurado con el mayor grupo en conflicto, las FARC, aparecieron otros a copar el espacio dejado; como en el caso del narcotráfico, cada vez que desaparece de escena un gran capo, siempre hay otros suplentes que a veces resultan más sanguinarios que su predecesor.

Por lo menos para interiorizarla, y para que el olvido no se constituya en cómplice silencioso de la violencia, los escritores se han encargado de mostrarnos, así sea desde la supuesta ficción, lo doloroso que es para quienes la sufren en carne propia, ya sea por el desplazamiento, el secuestro, el asesinato o la desaparición forzosa de sus familiares. Los medios de información también nos mantienen al día de esa penosa radiografía colombiana.

Tres veredas desocupadas por completo. Por lo menos 193 familias y 508 personas fueron desplazadas de sus hogares. El Ejército Nacional está en máxima alerta. El activismo de la zona reclama que esta situación se presenta cada año. Los nuevos paramilitares luchan con los disidentes de las Farc, todo mediado por fuerzas del narcotráfico. Una población aterrorizada y sin saber qué hacer. Un Estado ineficaz. Ese es el diagnóstico terrible de lo que está ocurriendo en Ituango y las zonas aledañas. Editorial El Espectador 19 de febrero de 2021.

Por su parte El Tiempo en su edición del 16 de marzo de 2021 afirma: En 2020, según información de la Defensoría del Pueblo, hubo en total 28.509 víctimas de este flagelo, lo que equivale, en promedio, a 78 desplazados al día. Pese a la alarmante dimensión de la cifra, en lo corrido del 2021 el fenómeno va a un ritmo muy acelerado pues diariamente estarían desplazando a por lo menos 168 personas, lo que equivale a un aumento del 115 por ciento en el número de víctimas, de acuerdo con la entidad.

En cuanto al aporte de los escritores, veamos uno de los más recientes. Se trata del de Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975) quien estudió entre 1980 y 1993 en el Gimnasio Moderno,  en donde las clases del poeta Ángel Marcel lo llevaron a los quince años a escribir sus primeros cuentos, poemas y obras de teatro en la revista del colegio, El Aguilucho. Luego, en la Pontificia Universidad Javeriana estudió literatura y después en la Universidad Autónoma de Barcelona de  1999 al 2000 cursó una maestría en cine y allí escribió sus primeros guiones cinematográficos. ​ Desde mayo de 2009 tiene en el periódico El Tiempo su columna Marcha fúnebre. En su libro Río muerto, publicado el año anterior, nos presenta una cruel versión del tema que estamos abordando.

La narración se desarrolla en el Corregimiento de Belén del Chami, en el municipio de Monteverde, en el suroccidente colombiano, o pudiera ser igualmente en cualquier otro alejado poblado, olvidado por el gobierno. Los infaustos sucesos tienen lugar un mes de febrero de 1992, pero su vigencia es atemporal. Allí viven en su tierra el campesino Salomón Palacios, con su esposa Hipólita Arenas y sus dos hijos, Maximiliano de doce años, y Segundo de ocho. Ha sido una zona en donde la confluencia de guerrilla, paramilitares, narcotraficantes, todo tipo de grupos al margen de la ley, y ejercito han vuelto invivible e inviable la vida de sus escasos moradores. Aunque todos se conocen, al mismo tiempo se rehúyen, haciendo más enrarecido el ambiente.

De los 3.931 habitantes del corregimiento de Belén del Chamí, que “Chami” es “cordillera” en la lengua embera, más o menos la mitad sobrevivía a duras penas. Pero dígame usted que se puede esperar de un lugar que no está en el mapa.

El estricto control del caserío y sus habitantes pasaba de un grupo a otro, cuando este llegaba arrasando y estableciendo su ley a sangre y fuego y limpiando todo vestigio de poder del grupo desplazado o aniquilado. Así fue como  el Bloque Fénix al mando del su comandante Triple Equis, se propuso la reconquista de ese territorio de la patria, quitando todo al viejo Frente 99, y así quedándose con todo:

 …ocurrió en las orillas de aquel manso y claro rio Chami –que entonces les dio por llamar el rio Muerto—aquella “masacre de los compinches” o aquella “matanza de las manos” en la que fueron torturados y acribillados los negros y los blancos más fuertes del poblado, y a sus mujeres y sus niños les cortaron las manos izquierdas y las   lanzaron a la corriente, por seguirles sirviendo a los guerrilleros de resguardo, de escondite.

Cada grupo tomaba así como trofeo de su conquista, no solo los haberes de algunos “seleccionados”, sino también sus mujeres, aun niñas, sus casas y sus tierras y esta vez habían escogido como escarmiento a Salomón, sin importarles para nada su familia, pues además ya el jefe de policía le había echado el ojo a Hipólita, su esposa, con el consentimiento del grupo. Esto lo hacían pues, las amenazas que les hicieron para que se fueran dejando todo atrás, fueron desoídas por Salomón. Por eso Caicedo, el enterrador antes del amanecer se arriesgó a darle sepultura, creyendo que nadie se daría cuenta a esa hora, por eso les dijo a Hipólita y sus hijos:

Salomón Palacios, el trasteador, el mudo, era primero que todo un hombre bueno –les dijo duro y claro–, y sin embargo ni la gente del bloque Fénix ni la gente del Frente 99 ni la gente de la policía ni la gente del ejercito ni la gente del templo confiaban en él porque cometió el error de ser un hombre bueno hasta con los peores hijos de puta.

Después del asesinato de su esposo, el dolor los conmovió profundamente a tal punto que sus hijos creyeron que su mamá enloquecería, pues cayó en un letargo y mutismo que la iban consumiendo, pues no lo podía admitir, creía era una mala pesadilla que había roto el pacto que se hicieron algún día, de morirse juntos cuando los niños fueran viejos, pero la confabulación de todos esos infames acabaron con sus esperanzas.

Cuando salió de su adormecimiento tomó la determinación de hacerse matar con sus hijos para así recobrar a Salomón. Este coraje que obró como catarsis le permitió enfrentar a sus vecinos quienes habían oído a los asesinos, los conocían, y se reían con ellos; al agente Sarria inspector de policía, a quienes todos odiaban pero temían y a quien enrostró tantas verdades y bajezas que aun armado, se sintió totalmente inerme. Luego en el templo en lugar del salmo del día le cantó a los pastores de esa iglesia las verdades por todos calladas, los abusos con las hijas menores de los feligreses, la descarada expoliación de lo poco que aquellas gentes tenían y así a cada uno le fue diciendo lo que no querían escuchar, hasta que tuvieron que recurrir al jefe Triple Equis, para que recobrara el orden al que estaban sometidos. Además,  porque no podía ser que una mujer despechada por mas viuda que fuera, ofendiera al pastor con acusaciones temerarias.

El control social de la población logrado a través del amedrentamiento y el temor de ser ajusticiado o desplazado, constituye una amenaza a la población, que como único recurso debe mostrar, así sea como medida de supervivencia, alguna simpatía con esos grupos, a veces infamemente confundida como apoyo a sus acciones, ¡qué ignominia! Este continuo temor y la ausencia del estado, han creado situaciones insostenibles, en las cuales los débiles son las víctimas.

Aunque el escritor Antonio Tabucchi sostiene que la historia parece ocuparse de la verdad, pero quizás no diga mas que fantasías, y la literatura parece ocuparse de las fantasías, pero quizás, no diga más que verdades, en nuestro caso, la realidad supera la ficción. Ya no es el realismo mágico, sino la inquietante y permanente zozobra.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

 

Ecos del HAY FESTIVAL 2021

Para quienes hemos tenido la oportunidad de asistir a algunas versiones en Cartagena y en Medellín, nos fue muy placentero el que el HAY FESTIVAL, haya tenido la buena idea de organizar esta versión de manera virtual, desde Cartagena, Medellín y Jericó. Ha sido la salida que se ha dado a eventos culturales similares como las ferias del libro, algunos conciertos, festivales de teatro y otros. Se pierde la espontaneidad, el contacto con el público, los intercambios verbales directos y otros inconmensurables valores, pero de alguna manera se disfruta. Las temáticas desarrolladas estaban bajo el parasol del lema del evento ‘Imaginar al mundo’ y así pudimos percibirlo.

Como la oferta era tan amplia, había que escoger de acuerdo con los intereses, las expectativas, las temáticas y el gusto personal. El abanico cubría desde lo ecológico, lo económico, lo social, la música, el cine, y por tanto sobre la creación literaria, local e internacional, con exponentes de todo género, nacionalidad y arte. Se programaron ciento setenta y cuatro participantes de una veintena de países y se pudo disfrutar de más de cien eventos virtuales gratuitos. Como ha sido costumbre los protagonistas no solo han sido los invitados, sino también los entrevistadores o presentadores, quienes eran escritores reconocidos o personas además de vinculadas a la cultura, conocedoras de la temática a analizar.

Simplemente mi interés es compartir algunos de los planteamientos de los expositores y sus entrevistadores, que me causaron inquietudes; no puede lograrse en una columna limitada por el espacio y el respeto por los lectores, pero espero contribuir a la divulgación de esas ideas y a animar a que se sigan estos eventos que constituyen una oferta cultural extraordinaria.

Iniciamos con Rosa Montero (Madrid, 1951) periodista y escritora española, quien desde 1976 y poco después de la fundación del periódico El País, se inició en el trabajo editorial como autora de numerosas columnas con un estilo único. Escritora ampliamente conocida y premiada, cuyo último libro La buena suerte, publicado el año anterior, lo estuvo analizando con Ana Cristina Restrepo Jiménez (Medellín, 1970), escritora, graduada en Periodismo, especialista en Periodismo Urbano, y Magíster en Estudios Humanísticos.

Afirma Rosa Montero que el escritor no escoge las historias, que estas lo escogen a él y explica como en un viaje en tren similar al del protagonista de su libro, se le ocurrió este relato. Es como los sueños que te cogen con los ojos abiertos. Es simplemente un jugar con la imaginación, pero ese resultado, que le tomó tres años, el lector lo recorre en dos días.

Nos cuenta sobre un hombre que se le ha destrozado la vida, es un tema de supervivencia y esperanza. Muestra como el ser humano a pesar de sus desgracias, sus caídas, es capaz de volverse a poner de pie y construirse una nueva vida mejor aun que la que se tenía, es mirar el mundo de otra forma y nárraselo de esa distinta manera, aun a partir de cero.

Insiste en que no escribe para enseñar nada, solo lo hace para aprender. A propósito nos va mostrando los conflictos entre el bien y el mal, en las diferentes esferas, tonalidades y contrastes. Presenta fragmentos de una corrupción asqueante y de la cual sería culpable toda la humanidad: los estragos de las drogas, las violaciones intrafamiliares, los abominables crímenes y el abuso del mundo con los débiles.

En cuanto a la locura, sostiene que la normalidad no existe, que siempre hay desvíos del patrón normativo y que son abundantes las dolencias mentales, por eso es necesario dramatizarlo para que la gente pierda el miedo a la mal llamada locura, la cual constituye una ruptura de la narración social. Ocurre cuando la narrativa de una persona, la manera de ver el mundo y contárselo a sí mismo, deja de estar de acuerdo con la de su entorno.

Sostiene que las novelas son fragmentos de la vida del escritor y aunque no le gusta lo autobiográfico, manifiesta que en cada obra escrita hay algo muy profundo del autor, que ni él mismo es capaz de desentrañar.

Pasamos ahora Joël Dicker (Ginebra, 1985). Suizo, hijo de una bibliotecaria y un profesor de francés, pasó su infancia en Ginebra, donde asistió al Collège Madame de Staël, aunque no se sentía muy atraído hacia los estudios. A los 19 años tomó clases de actuación en la escuela de Drama en el Cours Florent en París. Un año después, regresaría a Ginebra para estudiar Derecho en la Université de Genève, graduándose en 2010. Fue entrevistado por Felipe Restrepo Pombo (Bogotá, 1978) periodista y escritor colombiano quien estudió literatura en la universidad y comenzó su carrera periodística en la revista Cambio, trabajando junto a Gabriel García Márquez.

De la obra de Dicker traducida a varios idiomas, se han vendido más de diez millones de ejemplares y su último libro El enigma de la habitación 622, publicado el año pasado, constituye un homenaje al editor que creyó en su trabajo. Justamente sobre esta obra se desarrolló la presentación.

Dicker sostiene, la experiencia con la escritura y los juegos con el tiempo, son la esencia de la literatura y de la evasión. Para él es un intercambio entre el autor que va a escribir una historia y un lector que va a interpretarla, la va a hacer existir; para que la historia exista, debe ser leída; por eso, no hay una realidad, hay varias, una por cada lector. Así, la realidad es el mito de la ficción, la ficción es la libertad total. Uno puede ir donde quiere, contar lo que quiere, sin nunca preocuparse de la realidad que va a venir a controlar, verificar y destruir. La realidad destruye la ficción. Si la ficción no está de acuerdo con la realidad, se tiene la tendencia a decir, eso no funciona, eso no es posible. Me pregunto, ¿Qué es lo que el lector va a pensar?, el lector es quien decide.

A esta realidad-ficción, se contrapone lo que se vive en las redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, etc. en donde existe la tendencia a crearse y creerse una vida que no es la realidad. Sirve para mostrar a los otros solo aquello que escogemos y nos hace quedar bien, así se vive por los otros y para los otros, no para nosotros, pues no nos tenemos confianza y casi que ni creemos en nosotros. Y así todo lo que uno haga debe ser documentado, mostrado, compartido y sobre todo validado. Esto nos lleva a olvidar lo esencial, los verdaderos amigos, el amar y ser amados.

Por eso, si uno conoce el fin de la vida, lo importante es lo que hacemos con ella, los amigos, la familia, el amor, ¿Qué va uno a dejar?; uno vivirá a través del espíritu de los otros, lo que uno ha hecho, los buenos recuerdos…cada día que pasa no vuelve y no se puede borrar, regresar, olvidar. Debemos por tanto tomar conciencia de la responsabilidad de lo hecho. La lectura nos induce a imaginar los sitios, las imágenes, los personajes, son momentos de reflexión sobre nuestras imágenes. El éxito de un libro está en el placer que produce tanto en el escritor, como en el lector.
El enigma de la habitación 622 también es un libro sobre la escritura de una novela, presentada por un personaje que es escritor, constituyéndose así en una especie de metalibro, la literatura como transmisión de saberes. Ayuda a cada lector a crear su propia reflexión.

También tuvimos oportunidad de escuchar a Alejandro Gaviria y Juan Luis Mejia, interrogados sobre el futuro de la cultura por Maria del Rosario Escobar. Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 1966) es un académico, economista, escritor e ingeniero colombiano nacido en Chile. Fue Ministro de Salud y Protección Social de Colombia desde el 3 de septiembre de 2012 al 6 de agosto de 2018. También fue director del Centro para los Objetivos de Desarrollo Sostenible para Latinoamérica y el Caribe (CODS) hasta 2019 donde inició sus labores como rector de la Universidad de los Andes.

Juan Luis Mejía Arango (Medellín, 1951). Estudió Derecho en la Universidad Pontifica Bolivariana. Fue director de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Desde ese momento, su vida ha estado ligada con la educación y la cultura. Director de la Biblioteca Nacional de Colombia, durante el gobierno del presidente Belisario Betancur. En 2004 fue nombrado rector de la Universidad EAFIT, de Medellín, cargo que ocupó hasta diciembre de 2020.

Maria del Rosario Escobar, es comunicadora social y periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana con maestría en estudios humanísticos de la universidad Eafit, especialista en semiótica de la interacción comunicativa, y especialista en periodismo urbano; también ha sido docente de cátedra en el área de Humanidades de Eafit, y ha realizado publicaciones e investigaciones en temas de arte para diversos medios y fondos editoriales.

Este constituyó un panel de lujo, en el cual trataron sobre el presente, el modelo de trabajo en el sector cultural, apoyo, mecenazgo y por ultimo sobre el libro de Alejandro Otro fin del mundo es posible. Parece paradójico que sea un buen momento para la literatura, pero la venta de libros aumentó, el confinamiento propició la lectura y el rescate de libros que nos esperaban, igual sucedió con la creación. Por contraparte la crisis del teatro, el cine, los conciertos, las exposiciones, etc., se acentuó. El tiempo se dividió en la vida del trabajo y el estar en casa, se cayó en el ascetismo, pues la sociabilidad no fue posible.

Hay mucho pesimismo, temor por el estancamiento, la cultura sigue siendo la cenicienta de los presupuestos, públicos y privados, pero en lo colectivo, la cultura debe tener futuro. Este aislamiento nos ha permitido reflexionar sobre las preguntas esenciales del ser humano, darnos cuenta como somos de frágiles, ¡ver la muerte de cerca es conmovedor!

En el libro Otro fin del mundo es posible, se nos plantea, que no debemos ir sobre seguro, que debemos mantener una búsqueda incesante, no adormecernos en la comodidad. Estamos perdiendo el silencio, la capacidad de contemplación. Debemos ser un poco más amables. Por sus planteamientos y posturas frente a la cultura, la vida y la forma de pensar y comportarse, estos dos rectores se han ganado el título de rectores de la Universidad de la Vida.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

Abandonos

En 1964 fue fundada en España, por Camilo José Cela, la editorial Alfaguara  y al año siguiente establecieron el Premio Alfaguara de Novela. Este premio ha sido obtenido por varios escritores colombianos como Laura Restrepo con su obra Delirio en el 2004, Juan Gabriel Vásquez con El ruido de las cosas al caer en el 2011, Jorge Franco con El mundo de afuera en el 2014, y ahora después de seleccionar entre 2.428 manuscritos, de los cuales había 1.293 de España, 419 de  Argentina, 259 de México, 187 de Colombia, 88 de Perú, 74 de Estados Unidos, 73 de Chile y 35 de Uruguay, presentados a la XXIV edición, ha sido escogida la obra de la colombiana Pilar Quintana, Los abismos.

Pilar Quintana (Cali, 1972), quien en la Universidad Javeriana de Bogotá estudió Comunicación Social, ha  trabajado como libretista de televisión y redactora de textos publicitarios. A mediados del 2000 salió a viajar por el mundo y regresó a los tres años, para radicarse con su pareja en Juanchaco, en el Pacífico colombiano, en donde estuvo por nueve años, en medio de la selva y el mar.

Como reconocimiento a su trabajo literario, además de haber recibido IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, acaba de ser considerada finalista con su libro La perra, en la categoría de novela traducida de los National Book Awards ( prestigioso premio que desde 1950 ha sido ganado por escritores tan connotados como William Faulkner, Pillip Roth y Cormac McCarty) (Random House, 2017). Esta obra ha sido traducida al inglés, danés, holandés, italiano, alemán, griego, hebreo, francés, portugués e islandés.

En La perra, encontramos un descarnado relato en el cual afloran de manera peculiar las diferencias sociales en un lugar que para unos, por la eventualidad de su permanencia, es paradisiaco, y para otros no lo es tanto, pues la forma de habitarlo, de ganarse la vida, de los peligros que los acechan, con un mar tan violento y una selva tan inhóspita, hacen más penosa su subsistencia.

Nuestros personajes Damaris y Rogelio, unieron sus míseras vidas buscando algo de compañía, sosiego y de pronto algo de comprensión. El soldado que prestaba servicio militar en esa lejanía del Pacifico, Juanchaco, preñó a su mamá y las dejó antes de ella nacer. Desde que tuvo conciencia empezó a sentirse abandonada, cuando su madre tuvo que dejarla para ir a trabajar en casa de una familia en Buenaventura al cuidado de su tío:

            Damaris tenía cuatro años, un vestido heredado que le quedaba chiquito y dos trenzas cortas y paradas en lo alto de la cabeza como antenas. En esa época no había muelle ni lanchas rápidas sino un barco que venía una vez a la semana y la gente abordaba desde potrillos que salían de la playa. Damaris y el tío estaban en la arena y su mamá en la línea en donde rompían las olas, con los pantalones remangados. Seguramente estaba a punto de montarse en el potrillo que la llevaría al barco, pero lo que Damaris guardaba en su menoría era a su mamá alejándose a pie mar adentro hasta que se perdió de vista. Era uno de sus recuerdos más viejos y siempre la hacían sentirse sola y llorar.

Los recuerdos dolorosos fueron los que la acecharon, pues cada  vez que se sentía bien, algo turbaba esa felicidad. La vecindad con los señores Reyes, Luis Alfredo y Elvira, que vivían en Bogotá y habían decidido establecer en esa belleza de sitio, como todas las personas pudientes, su vivienda de veraneo; disfrutaban su estadía con su hijo Nicolasito. Como el alma pura de los niños no conoce diferencias, por la proximidad de su vivienda llegó a ser su amiga. Entre juegos y exploraciones establecieron su inocente relación, la cual a los ocho años les permitía disfrutar la libertad que brinda la imaginación y propicia el medio que invita a ser descubierto, sin percatarse de los peligros que acechan y que truncó dolorosa e inesperadamente esa relación.

            Damaris y Nicolasito llegaron solos a su destino, un punto bajo y lleno de peñas donde las olas lamian el acantilado. Al principio se quedaron tranquilos mirando unas hormigas arrieras que bajaban por un árbol en fila y cargadas con pedazos de hojas. Eran grandes, rojas y duras, con puntas filudas en la cabeza y el lomo. “Parece que tuvieran armaduras”, dijo Nicolasito. Entonces se acercó a las peñas diciendo que quería que el rocío de las olas lo mojara. Damaris trató de impedirlo, le explicó que era peligroso, le dijo que en ese lugar las peñas eran resbalosas y el mar traicionero. Pero él no hizo caso, se paró sobre las peñas y la ola que reventó en ese momento, una ola violenta, se lo llevó

            La imagen quedó grabada en la memoria de Damaris así: un niño blanco y alto frente al mar, a continuación el chorro blanco de la ola y luego nada, las peñas vacías sobre un mar verde que a lo lejos parecía tranquilo. Y ella ahí, junto a las arrieras, sin poder hacer nada.

Toda esa desolación debía ser colmada de alguna manera y fue así como a sus dieciocho años se juntó con Rogelio, un pescador lugareño, con quien pretendió establecer una familia, pero los años iban pasando y ella no quedaba embarazada. A pesar de muchos brebajes, sesiones con curanderos, infusiones y operaciones con jaibaná incluido, nada ayudó ni a Damaris, ni a Rogelio. Esa frustración por su infertilidad creyó compensarla de alguna manera con una cachorrita que le regalaron y llamó Chirli, a la cual dedicó toda la ternura que tenía reservada para el hijo que nunca tuvo. Le brindó todo la ternura requerida y la cuidó desde el comienzo pues sabía de las mañas de su marido, respecto de los perros, aun los propios:         

            Ninguno se acercaba a Rogelio y todos desconfiaban de la gente, pero Olivo no se acercaba a nadie y desconfiaba tanto que no comía si había personas a la vista. Damaris sabía que era porque Rogelio aprovechaba cuando estaban comiendo para llegar hasta ellos sin que se dieran cuenta y agarrarlos a latigazos con una guadua delgada que tenía solo para eso. Lo hacía cuando habían hecho algún daño o porque sí, por el placer que le daba pegarles. Además Olivo era traicionero: mordía sin ladrar y por detrás.

En la narración se va pasando casi imperceptiblemente del amor al odio, de la docilidad a la resistencia, del fervor a la indolencia y del interés a la apatía, en todo tipo de relaciones. Vemos seres humanos casi salvajes, no solo en sus actitudes, sino en sus comportamientos. Sobresalen las pequeñas satisfacciones logradas con mucho sacrificio, que son las más perdurables, el primar el ser, sobre el tener y el concepto de lealtad como acompañamiento al abandonado, y como muestra la irreflexible decisión en la azarosa búsqueda del animal perdido o escapado:

            Damaris fue a la cabaña, se puso las botas pantaneras, agarró el machete y la linterna y se metió en el monte donde habían andado los perros. En ningún momento sintió miedo de todo lo que daba miedo en esa selva: la oscuridad, las equis, las fieras, los muertos, el finado Nicolasito, el finado Josué y el finado señor Gene, los espantos de los que había oído hablar cuando niña… Tampoco se asombró de su valentía… La rozaban cosas ásperas, peludas o con espinas y ella brincaba creyendo que era una araña, una culebra de las que vivían en los arboles o un chimbilaco chupador de sangre, pero no la mordió nada, solo la picaban los zancudos…

Cuando mas sola estaba, más triste se ponía, por la incomprensión de unos, los recuerdos lacerantes, la miseria acechando y las decepciones que le traían sus cuidados hacia su perra; no lograba estabilizarse, su sufrimiento no compartido la asfixiaba y no sabía cómo reaccionar:

            Pensó en Rogelio, que estaba en un bote miserable en medio de la furia de esa tempestad, sin nada más que un chaleco salvavidas, una capa de lluvia y unos plásticos para protegerse, pero se preocupó mas por la perra, allá afuera en el monte, empapada, aterida de frio, muerta de miedo y sin ella para socorrerla, y volvió a llorar.

Esta situación de penuria en medio de la opulencia de los turistas, contrasta con la belleza de las playas cuando se está de paseo y la violencia de las olas cuando se está a la intemperie a media noche buscando el sustento diario, lo mismo cuando se va de aventura por los senderos ecológicos y el afrontar en forma constante los acechos de fieras y bichos salvajes de esa temible selva.

La actitud de Damaris frente a la vida, su deseo de salir adelante a pesar de las dificultades, fracasos y decepciones, no solo es admirable, sino que constituye una muestra de coraje y decisión, que a no dudarlo la llevará a salir airosa de tanto infortunio. Siempre habrá un amanecer.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

Amores desgraciados

Podemos sentir el instante en que una vida se nos va y esto constituye algo irrecuperable, pero también podemos sentir que otra vida se nos está yendo paulatinamente en una decadencia desaforada, pero inevitable; constituye otro tipo de perdida tan dolorosa por la gradualidad con que vemos el deterioro de esa persona, camino irreversible al abismo. Esto y todas las circunstancias que acompañan ambas perdidas es lo que nos ofrece Sara Jaramillo Klinkert en su primer libro Cómo maté a mi padre.    

A propósito el manuscrito fue leído por Héctor Abad Faciolince y publicado en diciembre pasado, por su editorial Angosta.  Luego del éxito editorial al pronto agotar su primera edición, los derechos fueron adquiridos por la editorial Lumen de Penguin Random House, para una más amplia divulgación.

Sara Jaramillo Klinkert (Medellín 1979), es una periodista y comunicadora social de la Universidad Pontificia Bolivariana, quien ha sido colaboradora de los principales medios de comunicación de Colombia. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia Bolivariana, estudió el Máster de Escritura Narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid, en donde comenzó a concretar su libro. Fruto de su alta capacitación, su intensa introspección, su coraje para revelar sus secretos y convencida de su vocación, nos ofrece esta conmovedora autobiografía, con el convencimiento de que con ella, al fin pudo aceptar la realidad, y darle paz a su espíritu con el entierro definitivo de su padre y la comprensión de su hermano.

Comienza con la edad de completa calma, viviendo en una finca un poco lejos de la ciudad, con su mamá, su papá, Santi su hermano mayor y los trillizos, quienes constituyen una familia numerosa, cuando ya no se usaba, pero fue por el alumbramiento del trío. El contacto con la naturaleza, los juegos al aire libre, el cohabitar con todo tipo de animales, les fue forjando no solo un espíritu de libertad, sino la capacidad de afrontar desafíos. El canto de los pájaros los despertaban, el sonido de la quebrada y  el croar de las ranas los arrullaban. El crecer de los árboles y las cosechas de las frutas les marcaban el tiempo, era toda una arcadia feliz, la cual fue marco del amor especial que desarrolló su padre por ella.

Aunque cada uno de los pequeños demandaba su atención y afecto, obviamente ella por ser la niña de la casa, despertaba por su perspicacia, su dedicación al hogar y a sus hermanos, un amor especial en su padre quien la consideraba la niña de sus ojos, así era como ella lo percibía. A veces se quedaba mirándome como si no hubiera en el mundo nada más qué mirar y yo me perdía en sus ojos y en su risa y en sus muecas, sin saber que me pasaría el resto de la vida evocándolas para que no se me olvidaran.

Para ella por su parte su padre era ni más ni menos que su héroe, su protector, su cómplice de travesuras; nunca olvidaría cuando la llevó a la cueva de los conejos silvestres, y al hacerle meter su manita entre una abertura, tocar la piel peludita de sus crías, que su mamá no toleraba en casa, pues acabarían con sus matas de flores. Para entenderse les bastaba mirarse, o un gesto imperceptible para los demás, ese era su secreto. Aunque teníamos mayordomo, a él le encantaba llegar de la oficina y ponerse a podar la grama, abonar los arboles, coger las frutas maduras y arrancar las malas hierbas. Yo, a veces, le ayudaba, no es que me preocuparan las malas hierbas, sino que era mi excusa para pasar toda la tarde a su lado.

Todo esta alegría y regocijo, que parecía inacabable, se vino al piso como un castillo de naipes que se desbarata, de una manera tan inesperada como trágica, con el asesinato de su padre, cuando ella tenía once años y ni siquiera había pensado en crecer. Cuando se enteró deseó que todo fuera una mala pesadilla de la que uno se despierta congestionado, pero aliviado y al ver a sus hermanitos, surgió la negación. Vi a los trillizos jugando en uno de los cuartos y desee ser tan pequeña como ellos para no tener que entender lo que estaba pasando…  Aquella tarde, una parte de mí se fue al abismo, murió para poder acompañar a mi padre en ese viaje sin retorno.

Ese golpe fatal genera tanta angustia, tanta incertidumbre y tanta desesperanza, que se pierde el centro de gravedad, la razón de existir y el mundo parece llegar a su fin, pues sin quien la acoja, la proteja y la quiera como su padre, ya no hay razón para continuar, y a esa temprana edad, en la que la maldad no tenía ni remota existencia, esa pérdida irreparable, es todo un trastorno mental, muy difícil de asimilar. Cuando alguien se muere, uno tiende  aferrarse a los recuerdos, a unir los retazos. Es una lucha constante contra el olvido, a sabiendas de que no hay manera de ganarle… Uno no acepta la ausencia, pero termina por acostumbrarse a ella. Con el tiempo, mi padre fue una sombra, un fantasma, un nombre y luego nada más que un recuerdo… Uno quiere estar solo y abrazarse a su dolor. Familiarizarse con él. Hacerse a la idea de que estará dentro de uno durante toda la vida.

Pero, la vida debe seguir, los años van pasando, los nuevos sentimientos y conocimientos comienzan a llenar los vacíos y las ausencias, y nuevas perspectivas, inquietudes y problemas van copando la cotidianidad. Sostener un hogar con cinco hijos, cada vez más demandantes, y mantener todo bajo control constituye una carga muy difícil de llevar solo por su mamá, así que Sara, nunca supo cómo, llegó a constituirse en una madre para sus hermanos y estos en los hijos que nunca tuvo.

Siempre se piensa que lo peor ha pasado, sin saber que nuevos peligros acechan, y lo más grave, sin estar preparados para afrontarlos. Fue lo que sucedió con Pablo uno de los trillizos, el que más se parecía a su padre y quien además de inteligente, brillaba por sus raciocinios y argumentaciones; hubiera sido excelente abogado como su papá.… era capaz de traspasar la línea que separa a la valentía de la temeridad y cuando esa línea se cruza no hay manera de devolverse. Al estado de temeridad no se llega de manera improvisada.

La degradación empieza con el primer pitazo y de allí al abismo, solo hay instantes. Siempre se piensa que no se puede caer más bajo, y resulta que si es posible. Cuando la adicción recién asoma, nadie puede saber el juego macabro que se despliega… No hay reglas claras y, si las hubiera, nadie podría hacerlas respetar, porque la única condición del adicto es no respetar ninguna regla. Y todos alrededor terminan afectados, así no estén jugando.

Varios años pasaron como con el papá, al no querer aceptar su ausencia, ahora no querían aceptar la decadencia de su hermano, como si nada estuviera pasando y lo que estaba pasando era, todo. Pasó algunas noches lejos de mí, en la estación de policía. Otras, en cambio, lo oí llorar y él a mí…  Al cabo de los años me cansé. Di por perdida la batalla. Un día le dije que no me iba a sorprender cuando llamaran a decir que habían encontrado su cuerpo en una cuneta al pie de la carretera. Un día llamaron a decir que habían encontrado su cuerpo en una cuneta al pie de la carretera. Y no me sorprendí.

Definitivamente, cómo duele crecer, los recuerdos duelen porque nos retrotraen a momentos en que fuimos muy felices, en que no existía sino el presente, nos alejamos cuando crecemos y añoramos lo perdido con el paso de los años. Suena cruel pero real: Nos tomó diez años vender la casa en la que vivimos juntos hasta que dejamos de soportarnos. Ahora que lo pienso bien, poco a poco, fuimos huyendo de ella cuando la convivencia se torno imposible. Por eso es que no podemos aplazar los goces, los encuentros, la compañía, la felicidad es volátil etérea, y cuando menos pensamos ya no la podemos disfrutar.

La tristeza retorna con los recuerdos que aun conservamos y añoramos épocas felices; a Sara se le acentuaron sus pérdidas el día que entregó la casa. Y entre tristes sollozos, no creyó oír, sino que oyó de nuevo las risas infantiles en el patio, el canto de los pájaros, las protestas de su madre por las peleas entre ellos, la música de las fiestas, las canciones que entonaban, al igual que la voz de su padre, que ya creía olvidado.

El amor es el mejor antídoto para el dolor y este le llegó a Sara en el lugar y el momento menos esperado, así como es el amor, al aceptarlo y tras una introspección, así lo sintió: Él me devolvió algo que había quedado enterrado junto al cuerpo de mi padre: a su lado sentí seguridad, sentí abrigo, sentí que nada podía pasarme, por él pude ponerle nombre al sentimiento que me venía acompañando desde los once años. Se llama desamparo y ocurre con la ausencia trágica del padre…

Hablar con uno mismo, aceptar la muerte que hizo esfumar los sueños. Admitir la ausencia de  aquello que a uno le han arrancado a la fuerza y que no se va a recuperar jamás, fue el fruto de una semana de aislamiento total del mundo y le sirvió como catarsis, para poder encontrar la paz interior y la comprensión de los otros.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

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Reconciliaciones tardías

A Jerónimo ya viejo, la vida le dio tiempo de reconciliarse no sólo con ella, sino con su hermano y a través de un rito, con Juana su propia hija, a quien había perdido hacía varios años y ahora se enfrentaba ante la realidad de su desaparición en un accidente aéreo, de un avión en el cual, le aseguran que también iba un hijo suyo, de quien además desconocía su existencia.

Es la historia que nos ofrece Marta Lucía Orrantia Sabaraín (Bogotá, 1970), periodista y escritora colombiana, quien ya había publicado Orejas de pescado (2009), y Mañana no te presentes (2016). Ha sido editora de la revistas Gatopardo y SoHo. Además fundó y dirigió la revista Rolling Stone en su versión para la zona andina y Panamá. Se ha desempeñado como catedrática en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.

Estamos ante una conmovedora historia del mundo de dos viejos que se criaron juntos, jugaron, crecieron, se complementaron, compitieron, se querían, se pelearon, se odiaron y hoy ya viejos, buscan comprenderse, ayudarse y perdonarse. Es todo el ciclo de vida que casi está terminando, de dos hermanos que han afrontado muchas dificultades y ahora más que nunca se acompañan y se necesitan, como ayer. Aparece el miedo a envejecer y el proceso de aceptación de la realidad. De todas maneras, envejecer termina siendo un privilegio, cuando vemos la desaparición de los otros.

También es la historia de un gran amor de un padre y su hija, él es su ídolo, ella su admiración, ellos, cómplices. Pero también así como se quieren, terminan bruscamente, con gran dolor para ambos, pues así es el amor, no importa el tipo, sea filial, maternal, conyugal, espiritual, platónico o de otra índole.

Otra mirada la constituye la vida de un viudo que se cansó de buscar el amor o, en la mayoría de los casos, darle rienda suelta a la pasión, terminó,  después de infinidad de aventuras, casándose con quien creyó reuniría todo lo buscado en una mujer con la esperanza de que con el tiempo, llegaría a amarla. Es una exploración del machismo, pero también una mirada al comportamiento de la psiquis del hombre, frente a la cosificación de la mujer, ella sólo como objeto de seducción o como instrumento de placer, en una postura egoísta. Un análisis del alma masculina.

Adicionalmente tenemos una búsqueda insaciable de la verdad que los llevará a escrutar el pasado, reviviendo mucho de lo ya olvidado y creando una atmosfera de culpa que perseguirá a uno de nuestros personajes, quien para buscar la calma, deberá sufrir mucho, hasta tener el coraje de reconocer sus abusos y pedir con sinceridad perdón a quien aun puede concedérselo, y confiar en que otras personas que ya no están, lo hubieran perdonado.

Con respecto a su hija, dice su padre: Juana fue única hija, para bien y para mal, porque nunca tuvo quien la escuchara en las noches cuando terminaba con sus novios, nunca tuvo con quien pelear o a quien pedirle ropa prestada, nunca tuvo confidentes en su mismo techo ni con quien compartir sus juguetes. Ella creció sola y se aisló, se fue y terminó odiándome, tal vez con razón, pero en todo caso era ella, ella y nadie más.

Ahora que no le quedan ni los recuerdos, pues el aislamiento fue definitivo, ensaya a recuperar al menos las razones no solo de la ruptura, sino de no haber hecho nada para recuperarla, creyendo que había mucho tiempo por delante, o que a lo mejor ella tomaría la iniciativa, por eso con congoja  piensa: Pero el castigo más doloroso fue que, desde ese momento, Juana dejó de pedir permiso para salir en las noches, dejó de avisarle cuando llegaba y dejó de contarle sus problemas más secretos. Juana dejó de ser su  amiga y Cipriano no dijo nada porque sintió que había sido él quien había traicionado primero esa complicidad.

Respecto de su hermano, las relaciones actuales muchas veces los llevan a recriminaciones que conducen a reproches mutuos, no solo por lo hecho, sino por lo dejado de hacer. Beatriz, la esposa de Cipriano, muere y Alicia, la mujer de Néstor, quien tampoco escapó al seductor, ahora sufre alzhéimer y ellos, se engarzan en una pelea hiriente:

 –Usted es el que no tuvo corazón, Cipriano. Para usted las mujeres eran cosas, un pelo, unos ojos, unas tetas. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que ninguna es prohibida, porque su egoísmo no tiene límites. / –No empiece se lo ruego. Este no es el momento. / –¿Entonces cuando era el momento? ¿Hace treinta años? ¿Hace cuarenta? / Cipriano se puso de pie, rojo de ira con los puños apretados. / –Usted dice que Beatriz murió de cáncer porque reprimía sus emociones ¿No se ha preguntado por qué tiene alzhéimer Alicia?

 …Usted es mi hermano, pero lleva años sin ser mi amigo. / Esa frase le dolió a Cipriano más que todo lo que había escuchado en su vida. Le dolieron los recuerdos, los juegos infantiles, las travesuras, las conversaciones en la oscuridad de la casa de sus padres. Le dolieron las navidades, los entierros, los cumpleaños. Le dolió la vida y lo único que pudo hacer fue irse…

Cipriano se prendó de los ojos negros de Beatriz, que le auguraban tormentas que se quedó esperando. Él, tan buen conocedor que creía ser de las mujeres, creyó que ella era la ideal y resultó un espejismo, pero la esperanza era que con el tiempo él la amaría, pero ella se convirtió en los celos personificados, en dominadora y perfeccionista, que no encajaba en el prototipo que buscaba su marido. Desgració su vida y la de los suyos.

La doble tragedia que se le vino encima a Cipriano con el accidente que ocasionó las muertes de su hija y de su hijo, lo obligaron a buscar la verdad y a través de esa búsqueda, recuperar la vida con sus recuerdos y la ayuda de su incondicional hermano. También tuvo oportunidad de conocer el medio en que se desenvolvía su hija y logra a través de las amigas de ella, saber algo que lo alegró: –No se ponga triste don Cipriano. Ella todo el día hablaba de usted…/ La otra asintió y empezó a hablar de las veces que Juana citaba a su padre y algunas enseñanzas que él no recordaba haberle dado pero que lo llenaron de orgullo. Así que Juana no me odiaba, se dijo…

Esta constatación de la realidad le dio el suficiente valor para pedir perdón, le ablandó el corazón y lo predispuso aunque póstumamente, a hablar con su hija en un rito de sanación organizado en el campo, por sus compañeras y así se expresó:

 –Lo único que puedo hacer es pedirte perdón. Por todo el sufrimiento del que no te pude proteger. Por todas las lagrimas que no pude evitar que derramaras. Por todas las pesadillas que tuviste y todos los monstruos que debiste matar sola. Sé que esta ceremonia es para despedirte, pero yo no quisiera que te fueras. Quiero que te quedes a mi lado, que te extravíes en ese camino hacia el más allá y termines en mi casa, junto a mí, escuchándome pedirte perdón.

Con Néstor la reconciliación fue muy sincera y Cipriano en medio de su soledad, y sabiendo que los viejos lo único que saben hacer es estorbar, sintió que ya no tenía a quien estorbar y que era mejor estar reconciliado con los suyos y consigo mismo. Con ello logró la catarsis enunciada por los griegos después de presenciar los horrores, una purificación de las pasiones, provocada por la contemplación de algo trágico, en este caso la muerte violenta de su hija y la súbita aparición y al mismo tiempo desaparición de un hijo fruto de su irresponsabilidad, que solo después de casi cinco décadas vino a enterarse de su existencia sin siquiera saber quién era su madre.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

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De amores y odios

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El eterno retorno

Martín Franco. Autor del libro “La sombra de mi padre”.

El tema de las relaciones padres-hijos, ha mostrado diferentes facetas, algunas veces de admiración y reconocimiento, y otras de malentendidos recíprocos y parálisis mutuas y  como lo podemos encontrar en la apreciación de Simone de Beauvoir, con su madre, manifiesto en su libro Una muerte muy dulce

Pero, porque era mi madre, sus frases desagradables me molestaban más que si   hubieran salido de otros labios. Y me sentía tan crispada como a los veinte años cuando ella –con su habitual torpeza– trataba de hablar íntimamente: “Ya sé que no me consideras inteligente. Pero, de cualquier manera, de mi procede tu vitalidad y eso me complace.” De todo corazón me hubiera mostrado de acuerdo sobre este último punto; el comienzo de su frase me había cortado el impulso. De ese modo nos paralizábamos mutuamente.

Por su parte Manuel Vilas en Ordesa, asegura sobre la relación con su padre: Éramos padre e hijo entonces, en una forma en que ya nunca lo volveríamos a ser. /Jugábamos muy bien. /Formábamos un solo ser, nos fundíamos. /Éramos amor. /Pero nunca lo hablamos, nunca lo dijimos. /Nunca. Héctor Abad Facio-Lince, manifiesta su admiración hacia su progenitor y el temor por su pérdida así: La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse

En su libro autobiográfico Sara Jaramillo Klinkert, Cómo maté a mi padre, describe:

A veces se quedaba mirándome como si no hubiera en el mundo nada más qué mirar y yo me perdía en sus ojos y en su risa y en sus muecas, sin saber que me pasaría el resto de la vida evocándolas para que no se me olvidaran…  Aunque teníamos mayordomo, a él le encantaba llegar de la oficina y ponerse a podar la grama, abonar los arboles, coger la frutas maduras y arrancar las malas hierbas. Yo, a veces, le ayudaba, no es que me preocuparan las malas hierbas, sino que era mi excusa para pasar toda la tarde a su lado.

Marta Orrantia, en Cipriano, lo describe en una ceremonia de despedida de su hija muerta, diciéndole:

Lo único que puedo hacer es pedirte perdón. Por todo el sufrimiento del que no te pude proteger. Por todas las lagrimas que no pude evitar que derramaras. Por todas las pesadillas que tuviste y todos los monstruos que debiste matar sola. Sé que esta ceremonia es para despedirte, pero yo no quisiera que te fueras. Quiero que te quedes a mi lado, que te extravíes en ese camino hacia el más allá y termines en mi casa, junto a mí, escuchándome pedirte perdón.

Y ahora encontramos al periodista de la Pontificia Universidad Javeriana, Martín Franco Vélez (Manizales, 1981), quien se inició en la sección de cultura del periódico El Tiempo, y ha trabajado en varios de los principales medios escritos del país: CromosDonjuán, SoHo. Ha sido profesor de periodismo durante casi un lustro en la Universidad Javeriana y colabora con El EspectadorArcadiaEl Malpensante La Patria. Su primer libro, La sombra de mi padre, sobre la temática que hemos esbozado, nos perturba por la inusual forma de plantearle no solo a su padre, sino también a la familia, sus inquietudes e inconformismo, ahora que también es padre. La única forma de desahogo, catarsis y reconciliación lo logra con este testimonio autobiográfico.

La narración cubre cuatro generaciones, representadas por su abuelo Emilio Franco Arango, su padre Jorge Franco, él Martín y su hijo Emilio. Han sido desplazados, su abuelo por la violencia, su padre por despido empresarial y Martín buscando su futuro, lejos de Manizales. Han soportado situaciones dolorosas, su abuelo, según dice, fue echado de la finca por su hijo Jorge, Martín echó de su apartamento a sus padres y espera que en el futuro algo similar pueda sucederle.

La simiente del problema pudo haber sido cuando estando furiosos en medio de una borrachera, Martín le gritó a su padre “No sea güevón”, y lo vi pararse de su asiento, con su sombrero aguadeño que nunca se quita, y lo vi venir hacia mí con las manos a la altura del pecho, los puños cerrados, la cara torcida en un rictus de rabia. Esto sería apenas el detonante de una situación, que se iría complicando por la ausencia, las críticas, los resentimientos, la terquedad y finalmente el implacable y a veces injusto juicio de los hijos.

Luego tratando de recomponer la situación Martín, en una carta que envió a su padre, aprovecha no solo para sentar su punto de vista, sino para juzgar y sostiene en ella:

Perdóname si esto te duele papá, pero créeme que a mí me duele más decirlo: me duele en el alma ver como tu te encierras allá en la finca a tomar whisky desde hace más de diez o quince años y que mi mama, mientras tanto, sigue partiéndose el lomo trabajando en su jardín infantil. Me duele ver como desde hace una cantidad de años te refugiaste en la excusa de no conseguir un empleo para no hacer nada más. Eso es lo que siento y discúlpame.

Además lo recrimina por la sobreprotección a su hermano Andrés y le augura que eso lo perjudicará cuando ellos falten, sin saber que antes los hará sufrir tremendamente. Y sobre su relación manifiesta: Se que la relación de Andrés y mía es mala y cada vez se pone peor, pero así son las cosas de la vida. Quizás yo lo juzgo muy duro, y puede ser, pero no estoy, ni estaré de acuerdo con muchas cosas suyas y por eso es la molestia: porque yo no lo justifico.

Es injusto juzgar a los padres, pues no conocemos circunstancias, antecedentes, ni motivaciones que tuvieron para obrar como lo hicieron, pero debemos estar seguros que obraron con criterio y convencidos de haberlo hecho lo mejor posible. Cada circunstancia y cada hijo tienen su particularidad, además el medio, las compañías, las distracciones, y en general todo el entorno, nos condiciona y los condiciona de tal forma que en muchas ocasiones lo que creemos que es correcto, a veces no lo es tanto, de ahí que una sana convivencia, además de tratar de entender la brecha generacional, implica tratar de entenderlos a ellos. Luego se sentirá el dolor por ello, como lo manifiesta Martín: Tal vez lo primordial de nuestra lucha constante está precisamente en ese punto: en la batalla de mi padre por ser un amigo cercano y en mi lucha interna por no abrir jamás esa puerta.  Y quizás, quien sabe, el equivocado soy yo.

En la narración se va notando la madurez que se adquiere no solo con los años, sino también con las responsabilidades que van surgiendo a medida que vamos avanzando en el camino, esa misma madurez es la que ayuda a comprender aquello que habíamos juzgado con tanta facilidad y sin mucha consideración. Nos volvemos más sensibles. Las tragedias familiares permiten acercamientos que no creíamos o queríamos posibilitar y las reacciones son inesperadas.

Muy valerosa la actitud de Martín, al ventilar todos esos conflictos, tratando de encontrar sosiego, pues en esa búsqueda le lleva a un mejor conocimiento de los demás y sobre todo de sí mismo, esa introspección es la que lo conduce a imaginar ese eterno retorno, en que lo que hacemos está condicionado por lo que otros hicieron, y ese condicionamiento lo transmitiremos indefectiblemente, por eso presagia:

En algún momento –seguro más temprano que tarde–, yo también seré juzgado; no tardará el día en que a mi hijo le parezcan desatinadas mis acciones y en el que pensará, tal vez con rabia, que no quiere eso mismo para su vida. Todos pasamos por el tribunal de los hijos, quienes rara vez nos absuelven. Somos implacables como hijos y esperamos con benevolencia como padres. Esa es la paradoja de nuestras vidas.

Como la sombra protectora de un gran árbol que proyecta la majestuosidad de su madurado crecimiento, fue la de Emilio Franco, que cobijó a su padre, no solo con sus enseñanzas, sino también con sus manías y formas de ser y esa misma alcanzó a cubrir a Martín, transmitiéndole  su predilección por la lectura y la escritura, y la de su padre Jorge, le indujo además la nobleza para pedir perdón cuando se ha equivocado. No podemos pretender heredar solo los valores, pero si tratar de sobrellevar los caprichos y resabios que vienen por la misma genética. Es la vida, por eso debemos vivirla de tal manera que dejemos al menos un bello recuerdo, no muy efímero.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

 

 

De amores y odios

El corazón tiene razones que la razón ignora. Pascal

Hemos conocido a Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) como productor y director cinematográfico, a través de sus películas, Amores perros21 gramosBabelLos tres entierros de Melquiades Estrada y otras, ahora lo leemos en un portento de obra, Salvar el fuego, con la cual logró uno de los más prestigiosos premios de literatura, el Alfaguara de novela del 2020.

Sobre su libro, en el Acta del jurado, manifiestan: Salvar el fuego es una novela polifónica que narra con intensidad y con excepcional dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo donde el amor y la redención aun son posibles. El autor se sirve tanto de una extraordinaria fuerza visual como de la recreación y reinvención del lenguaje coloquial para lograr una obra de inquietante verosimilitud.

Al respecto ha manifestado que esa historia se le ocurrió hace veinticinco años, que la fue madurando mentalmente, hasta que decidió plasmarla, a lo cual dedicó cuatro años y medio y su resultado fue de mil cuatrocientas paginas, que luego de seis exhaustivas revisiones quedó en las seiscientas cincuenta y nueve páginas. Explica que no planifica la escritura, no investiga sobre los temas, no se imagina los finales, sino que su trabajo lo siente como si alguien le estuviera dictando, como si fuera una escritura automática; su déficit de concentración lo compensa con intuición pura.

El conocimiento de las calles, por su constante recorrido, desde su niñez, le han dado suficiente material tanto para sus películas como para sus novelas y como dice somos con quienes nos relacionamos, por eso lo recreado por su arte tiene todos los elementos reales de la vida: amores, odios, temores y corajes, persecuciones y evasiones, lealtades y traiciones, creaciones y destrucciones, superaciones y retrocesos, discriminaciones e integraciones, vida y muerte, el mundo tal como es. Y aunque afirme que su novela no es sobre narcotráfico, éste como ha permeado la sociedad, las autoridades y los comportamientos, también permea su libro.

Es una novela sensorial, ya que pone en juego nuestros sentidos y muchas veces debemos aguzarlos, para asimilar un verdadero efecto en su lectura. A través de tres narradores, con voces, acentos y terminología propia de sus personalidades, en tiempos narrativos diferentes, que poco a poco van confluyendo en la medida que aportan detalles sobre los personajes y su avatares, hasta que al final, luego de trasegar por escabrosas descripciones, se amalgaman en una verdadera identidad.

Encontramos las diferentes clases sociales actuando con la rabia o el temor que los caracteriza, infancias afortunadas, o reprimidas y maltratadas hasta el abuso, influencias de los padres en hijos para bien o para mal, desarrollos profesionales exitosos y trabajos de explotación miserables, autoridades represivas con algunos y complacientes con grandes delincuentes. Y en medio de todo ese cosmos, está ese otro microcosmos, también con sus jerarquías, códigos no escritos pero duramente impuestos, negocios funcionando sincrónicamente, abusos inconcebibles y por supuesto flamante corrupción, ese es el mundo o inframundo carcelario.

Aunque el eje central es la historia de verdadero amor de Marina y José Cuauhtémoc, también se intercalan una gran cantidad de narraciones que convergen en la acertada configuración de los personajes y utilizando para ello gran cantidad de formas, una de ellas al estilo de Rulfo, hablando con los muertos como lo hace Francisco Cuitláhuac, hermano de José, con Ceferino su padre: Y mira papá, terminaste peor que la madre de tu madre, tu cerebro inundado por la marea roja de una hemorragia incontenible que ahogó tus neuronas y te dejó postrado, mudo y contrahecho, en esa silla de ruedas… ¿Qué pensaste cuando meses después José Cuauhtémoc te roció de gasolina y te susurró al oído “el infierno si existe” y luego encendió un cerillo y lo arrojó a tu regazo para prenderte en llamas? ¿Qué pensaste, papa? Por favor, dime ¿qué pensaste?

Otra de las formas narrativas que aporta información al relato lo constituyen los escritos realizados por los presos de la cárcel en donde purga sus penas nuestro personaje. Estos textos son el producto de un taller de escritura creativa que lograron tener en el presidio y por medio del cual otra manifestación artística como la danza, le fue permitida a Marina con su escuela coreográfica, para culturizar a los internos y de paso iniciar furtivamente una tormentosa relación, que aunque le permite por fin tener la vida en sus manos, la conducirá a situaciones insospechadas, aunque se le había advertido de cuidarse de abrir puertas que nunca se sabe donde conducirían.

Marina al comienzo pensó que La intimidad total con José Cuauhtémoc debía posponerla lo más posible para estar segura de que las puertas abiertas no me llevaran a lugares de los cuales ya no fuera posible regresar.  Pero esa seducción animal con su poder de atracción sexual, la revaluación del concepto de felicidad y el sentido de las prioridades,  fueron más poderosos que la sensatez. De esa manera la vida nos lleva por sitios impensables y circunstancias imprevistas.

De las descripciones de los códigos tácitos del narcotráfico, que se deben respetar a rajatabla, aparecen algunas como: A otro huerquillo que conocí le ordenaron matar no sé a qué narco. Se negó y al día siguiente dejaron la cabeza de su hermano en la puerta de su casa con un mensaje que decía. “Al jefe no se le puede decir que no”. ¿Sabes qué hizo el huerco? Se suicidó.

Otra orden incumplida, otro tormento como escarmiento: El Rolex juró y perjuró que les había pedido respetar la tregua que le había exigido su jefe, el Manita Corta. “No les impusiste respeto a ese par y como te faltaron huevos para manejarlos, de una vez te los quitamos”, dictaminó el Tequila…Y para demostrar que estaba decidido a cortar de raíz cualquier intento de rebelión, se los arrancó a mano limpia.

La persecución hasta la destrucción originada por sobrepasarse con la mujer de un sicópata celoso: El nuevo Otelo dictó la orden maten a José Cuauhtémoc. Mátenlo despacio si pueden. Mátenlo mirando a los ojos. Mátenlo dos, tres, cien veces. Mátenlo como él me mató a mí. Mátenlo de frente, por la espalda, por un costado…

Y mientras estos ajustes se hacían en forma individual, en lo colectivo se fraguaban treguas non sanctas. No importaba si la prensa evidenciaba los cochambrosos acuerdos entre criminales y gobierno. El país clamaba por la paz y paz no se le daría. Convenía mas tratar con narcos sosegados y profesionales, que con macacos furibundos e indomables. La única condición: demostrar control férreo en las plazas y en los reclusorios que dominaban. Cualquier viso de que las cosas se les salían del huacal, se anulaban las alianzas y se volvía al punto cero.

Estamos ante una narración que entraña violencia en muchos sentidos y ámbitos, pero también aparecen el amor, la pasión, el arte y sus manifestaciones en la escritura y la danza contemporánea, la superación personal, partiendo de casi nada, el éxito y su lenta, pero categórica construcción, es un caleidoscopio en el cual así como se forman las imágenes, se deforman, pero es que eso es lo que constituye la vida. Igualmente nos permite ver así sea una ficción, que los extremos se tocan y que la renuncia a lo establecido, buscando lo desconocido, aunque entraña su riesgo, algunas veces puede resultar.

Por ello es pertinente al inicio de la obra, el epígrafe del pensador francés, Edgar Morin:

 Al fin y al cabo en las sociedades burocratizadas y aburguesadas, es adulto quien se conforma con vivir menos para no tener que vivir tanto. Empero el secreto de la juventud  es este: vida quiere decir arriesgarse a la muerte; y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad.

En Salvar el fuego se tienen claros ejemplos de sumisión y rebelión con un abierto desafío a la realidad. Dos seres gravitando en campos orbitales diferentes, recorriendo todos los espectros, él entre el odio de su antiguo cuate, con su cruenta persecución para cobrarle la afrenta con su vida,  y la expectativa de su nuevo amor y ella entre la estabilidad del tedio cotidiano y el atrayente abismo de la pasión descubierta.

Y es que el hombre vive en una continua dicotomía entre pensamiento y acción que finalmente resulta conjugándose, pues si bien es cierto utiliza su mente para hacer análisis, evaluaciones  y raciocinios, para la toma de decisiones, no lo es menos que le hace falta la acción, aquella que es aguzada por los sentidos e impulsada por las pasiones. En ese balance cuentan mucho el temor y la esperanza y cuando las pasiones son intensas no hay espacio para evitar el desenfreno, fruto de un amor desmesurado, que no contempla sino su concreción.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

 

Extraña mirada

La versión 52 de nuestro Festival Internacional de Teatro de Manizales, con la tenacidad de Octavio Arbeláez y su equipo, logró concretarse, así fuera de manera virtual como se han venido haciendo las ferias de libro, los conciertos, los foros, las conferencias y las demás manifestaciones artísticas, es que no podemos dejar lo que tanto nos ha costado.

Por eso, recibimos con grata expectativa la oferta que nos brindaron y tratamos primero de comprender y aceptar los nuevos tiempos, y luego disfrutamos las creativas formas de expresión propuestas. Como siempre la gente de teatro, muy recursiva. Se ha rescatado nuestro FITM 2020.

Las obras presentadas, como siempre, daban muchas posibilidades de armar los programas, sin las afugias de las carreras al salir de una obra para alcanzar a tiempo otra función y sobre todo, lograr una buena ubicación en la sala, además con la posibilidad de ver algunas de ellas en el momento oportuno, pues permanecían disponibles por veinticuatro horas.

La página del Festival en internet, era actualizada continuamente y el periódico TEXTOS, con su identidad como siempre; allí se tenían reseñas sobre las obras, entrevistas con directores y otras interesantes colaboraciones, propias del medio. La oferta académica también estuvo disponible con exponentes sobre la temática del teatro, de gran renombre, como Piedad Bonett, Ricardo Silva y Patricio Rivas quien deslumbró con su ponencia Shakespeare desconfinado. También disfrutamos un ciclo de conversaciones con temáticas tan sugerentes como: Creación en confinamiento, Cuando esto se acabe y Arte y tecnología. Mención aparte merece la celebración del día del teatro latinoamericano y los 45 años del CELCIT.

En todas hubo interesantes posturas frente al problema del confinamiento, la creatividad que surge o que se escapa, las oportunidades encontradas, las limitaciones impuestas, etc., es decir, el cómo lo ha percibido y sufrido cada uno, o la manera de asimilarlo y aprovecharlo, la resiliencia y la rigidez, la adaptación o la negación, todo según lo miremos o lo ignoremos.

Ana contra la muerte

De las obras vistas en este Festival, me conmovió profundamente el drama de una madre ante la tragedia de la enfermedad de su hijo y la forma como la enfrentó, en un claro dilema de vida o muerte, la cual nos la presenta Gabriel Calderón, desde el Uruguay con COMPLOT TEATRO en  la obra de su autoría y  dirección, Ana contra la muerte.

 En escena Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive, que como él mismo lo afirma, constituyen tres locomotoras para poder sostener ese portento de obra, manteniendo una permanente tensión. Una de ellas siempre es la madre y las otras dos, en diferentes escenas pueden ser su amiga, la médica, la enfermera, la juez, el dealer de drogas hijo de su amiga, la oficial de emigración, la sicaria, etc.

Con una escenografía minimalista, pero muy recursiva, podemos estar con la ayuda de la iluminación en un consultorio médico, en casa de una amiga, en el escondite de un traqueto, en la sala de inspección de un aeropuerto internacional, en la cárcel, en una unidad de cuidados intensivos, o en un reclusorio.

Estaremos recorriendo una triste realidad que además es cotidiana, el sufrimiento de una madre por el dolor de un hijo, que en este caso padece de un cáncer que lo condena a la amputación de una pierna, a esta tragedia se suma la precaria situación de la familia, que la obliga a recurrir a amigos, familiares, vecinos, entidades de salud y todo aquel que pueda aportar a esta noble causa.

Después de padecer incontables sufrimientos y con el oportuno apoyo médico, comienza después de la dura aceptación a rehacer su vida, él con una prótesis y su madre con la satisfacción de haber podido superar todo ese calvario, que lo resume así: cómo llora el alma de la inocencia, cuando le arrancan una esperanza. Luego de este episodio ha llegado el momento de volver a alguna  normalidad, con el miedo cotidiano pero no con el mortal. Pero las sorpresas que nos depara la vida son muy diferentes a nuestros planes. Después de unos exámenes,  la doctora le comunica que ha vuelto. La reacción es, primero la no aceptación por la desesperanza, luego el resquemor por la metástasis y finalmente la impotencia que se siente al pensar que lo ya recorrido no cuenta.

El desasosiego que siente al saber que hay mucha investigación científica para mejorar el bienestar y la apariencia de quienes tienen con que sufragar eso, pero tan poco interés por la salud de un niño sin recursos, pues las nuevas tecnologías y los tratamientos experimentales son onerosos, la llevan al desespero y no encuentra una salida diferente para obtener los recursos necesarios, que la más riesgosa, con la cual había caído muy bajo y le había implicado privarse de los primeros cinco años de su hijo, ese desespero lo lleva siempre, pues constituye uno de esos recuerdos peligrosos con los que nos toca vivir. Así, y sobre todo por su hijo, se ofrece por dinero a volver a llevar droga con los peligros que implica.

Cae en una celada. Una abogada que la asiste le hace ver que aunque la razón aducida de la necesidad de recursos para el tratamiento de su hijo es válida, no menos lo es la incautación realizada, que su situación es frágil y difícil su caso. Discuten sobre las virtudes efímeras como la belleza de la abogada y su holgada posición económica, en contraste con su fealdad y pobreza, por lo cual hay que buscar virtudes que no las debilite el tiempo, en contraste con los defectos que sí se alimentan y refuerzan con él. Por eso debemos acordarnos de las virtudes que tuvimos, porque con ello, de alguna manera no las perdemos y nunca tenemos que olvidarnos de que alguna vez, todos fuimos buenos. Porque cuando lo olvidamos, nos volvemos peligrosos, muy peligrosos.

En una especie de entreacto de la obra se escucha la canción de MECANO, que le gusta a él, Me cuesta tanto olvidarte. Su letra parece un sombrío anuncio premonitorio:   Y aunque fui yo quien decidió que ya no más/ Y no me canse de jurarte que no habrá segunda parte/ Me cuesta tanto olvidarte/ Me cuesta tanto olvidarte/ Me cuesta tanto.

De nuevo en la cárcel y sin protección, sufre un atentado por parte de una sicaria que considera que su trabajo es loable porque lo hace por dinero y la buscan por efectiva, además de que Dios debe vivir muy contento con ella porque le pone un precio a la muerte, y así logra que si vivir es difícil, morir es muy fácil; el dealer que la contrató creyó que era mejor muerta que dudosa, se sobrepuso y se recuperó, porque la imagen de su hijo que la necesitaba era superior a cualquier cosa.

La juez que abocó su solicitud de permiso para acompañar a su hijo moribundo le hizo ver todo el perjuicio que había causado con su delito, lo cual aceptó, pero manifestó que no se arrepentía, que haría no solo lo ya hecho, sino todo lo que hubiera que hacer por su hijo. Esa es una madre. Su argumentación es tan contundente y dicha con tanta vehemencia, que la juez la acepta y concede el permiso.

Con el paso del tiempo, Ana termina por aceptar que Dios actúa de una forma misteriosa, pero que ella sigue pendiente de enfrentarlo no solo a ÉL, sino también a la muerte.

En la foto las actrices Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive en Ana contra la muerte.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

 

 

De la realidad a la posverdad

La realidad siempre estará allí para todos, aunque nosotros no la percibamos. Solamente cuando nos percatamos de algo que suscita nuestro interés, nos damos cuenta de ella, y percibimos los hechos, pero en los enunciados que constituyen nuestra interpretación de ellos, introducimos el sesgo de nuestra subjetividad. Lo obvio, lo objetivo, que debe ser racionalmente examinado, lo contaminamos con lo emocional, y ya no actuamos individualmente, sino que la mayoría  de las veces lo hacemos dentro de las convenciones y normas de la colectividad con la que simpatizamos y de esa manera podemos aceptar muchas de las cosas sin confirmarlas.

Esto ha abierto un nuevo campo a lo que ha definido el diccionario Oxford, Post-truth (posverdad): Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales.

Es por eso que se permiten crear escenarios u otro tipo de verdades, abstrayéndose de la realidad, tomando algunas ideas y aportando razones que mejor las sustenten. No importa que hayan sido desmentidas con anterioridad, pues la insistencia en ellas, las llevan finalmente a ser sino aceptadas, por lo menos toleradas como realidades alternativas. Ejemplos se ven continuamente, con solo mirar una campaña política se pueden encontrar:

En Estados Unidos, las ciudades arden, los pobres se toman los suburbios y está a punto de subir al poder un gobierno de izquierda radical que quiere transformar el país en una utopía socialista que acabará con el sueño americano. Y solo un hombre, Donald Trump, puede evitar este descenso a la anarquía total.

Por supuesto, nada de eso está sucediendo. Es la realidad alternativa que están construyendo.

Esta es la elección más importante en la historia de nuestro país. Su voto decidirá si protegemos a ciudadanos respetuosos de la ley o si damos rienda suelta a los   anarquistas, criminales y agitadores que nos amenazan. Y esta elección definirá si defendemos el estilo de vida estadounidense o si permitimos que un movimiento radica lo desmantele y destruya de manera permanente

No era esperable nada diferente de Trump, quien según un medio tan autorizado como The Washington Post, concluye sobre el presidente que durante estos cuatro años ha  vendido más de 20.000 verdades a medias o mentiras.

Este fenómeno global ha sido analizado por expertos filósofos, lingüistas, políticos, sociólogos y todo un respetable grupo de científicos sociales. Han identificado tres causas que subyacen como explicativas de ello. Veamos sucintamente. La primera hace referencia al colapso de la confianza en las instituciones. Muchas veces se nota el gran esfuerzo por la normalización de la mentira y el uso abiertamente del engaño como valioso recurso, frecuentemente con la complicidad o el supuesto apoyo de los medios de comunicación, que nos inundan de información, que aceptamos sin verificar o al menos cuestionar. Muchos columnistas opinadores de oficio ayudan a socializar esas posverdades, creando así, versiones convenientes.

El segundo factor lo constituye es el inaudito establecimiento de élites anti–intelectuales, que con sus posturas, derivan en el rechazo abierto al pensamiento crítico y son rabiosamente anti–hechos. Jamás se les ocurre tener visión detallada, atenta lectura, pensamiento crítico, precisión conceptual y aplicación de la duda metódica.

El tercer factor que facilita la adopción de la posverdad y rechazar el esfuerzo de la verdad obtenida por la aplicación de métodos rigurosos, como los arriba enunciados, tiene que ver con revolución tecnológica en comunicaciones.

Mucho de esto es lo descrito por el mexicano Jorge Volpi en su libro Una novela criminal, Premio Alfaguara de novela 2018,  en lo que él mismo ha denominado una novela documental o una novela sin ficción, a la que supo anteponer un epígrafe de Paul Valéry, previniendo al lector: La mezcla de lo verdadero y lo falso es mucho mas tóxica que la pura falsedad.

El caso de la detención del mexicano Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez, como supuestos secuestradores y la liberación de tres de sus víctimas, descrito con lujo de detalles en su libro Una novela criminal, colmó la atención durante años de dos presidentes mexicanos, dos presidentes franceses y grupos representativos de ciudadanos en ambos países. Todo debido a las flagrantes violaciones de procedimientos no solo durante la captura, sino también en los procesos judiciales, las pruebas aportadas y las formas a veces poco ortodoxas de lograrlas, por los medios policiales y judiciales. Aun después de la lectura quedan dudas a favor y en contra, pero es un claro ejemplo de la aplicación de la posverdad.

Desde el 2005, hasta el 2018,  lapso de tiempo transcurrido en la narración de casi quinientas páginas, la cual consta no solo de descripciones minuciosas, actas judiciales, informes policiales, testimonios, alegatos, actas oficiales y todo tipo de declaraciones concernientes al caso en mención, y a medida que leemos, nos vamos confundiendo cada vez más en esa maraña de contradicciones, acomodaciones, rectificaciones, negaciones flagrantes a la verdad y un largo etc. que hacen el relato más apasionante en la medida en que aparecen nuevos elementos o nuevos personajes.

Para aplicar los tres conceptos enunciados antes, veamos lo referente al colapso de la confianza en las instituciones. Un país con problemas de narcotráfico, secuestros y corrupción, permeado en muchos niveles tanto en el ejecutivo, como en el judicial y con una policía que con no claros propósitos hacia creer que perseguía obsesivamente el delito, constituían un marco ideal para muchas perversiones, como el crear situaciones que parecían resultados de largas investigaciones y muchas veces en complicidad con la prensa hacer aparecer operaciones arregladas, como riesgosas incursiones. Veamos algunos casos:

Si un policía sin suerte no es un buen policía, los agentes Escalona y Aburto parecen ser los mejores policías del mundo: en un recorrido aleatorio por una muy extensa y poblada zona de la ciudad no solo logran que la victima identifique a uno de sus captores (al cual nunca vio de frente ya que según su dicho inicial siempre estuvo vendada o contra la pared), en un automóvil en marcha (que de pronto deja de ser blanco para adquirir una tonalidad gris plata),sino que, al seguir sus pasos este los conduce a la casa de los  supuestos secuestradores…

 ¿Podemos saber si Valeria identifica a Israel porque lo recuerda o porque la policía y el Ministerio Público le insisten que es la persona que debe recordar?

 A menos que nos hallemos frente a la banda de secuestradores mas descuidada de la historia, uno tiende a pensar que todas estas pruebas han sido sembradas por los mismos agentes que aseguran haberlas descubierto.

El segundo factor a analizar lo constituye el establecimiento de élites anti–intelectuales, que no obrar con el rigor y criterio necesarios para buscar la verdad y sin ningún esfuerzo aceptan lo que les propongan, como se afirma en el libro: No sentencian los jueces. Sentencian los medios.

La historia de Israel es la historia de su voz. En televisión, oímos una voz feble, apocada, en susurros. La voz de un perro apaleado. Con esa voz reconoce su culpabilidad ante las cámaras, amagado por la policía que acaba de torturarlo.

Afortunadamente y ante acomodadas evidencias y fabricadas pruebas, cuando existe criterio, duda metódica y prima la razón, no la emoción, existen jueces ecuánimes que son capaces de valorar integralmente todo un proceso por complejo que sea, como lo hizo la jurista Sánchez Cordero:

Igual que millones de mexicanos la exministra recuerda haber visto la detención en vivo de Florence e Israel y compartió la sensación mayoritaria de que se trataba de una pareja de criminales. Tras mirar una y otra vez el video del 9 de diciembre de 2005, no le quedó duda de que el montaje había destruido por completo la presunción de inocencia y la posibilidad de reconstruir la verdad. “¿Qué tiene que hacer un juzgador?”, se pregunta. “Remontar sus prejuicios.”

El último factor a tener presente para la facilidad de configurar las posverdades lo constituye la revolución tecnológica en comunicaciones, la cual permea todo el proceso, lo amplifica o lo simplifica de acuerdo con las conveniencias y los fines que se proponen, en este caso las autoridades, coadyuvadas por los medios de comunicación tan proclives a las exageraciones sin comprobaciones. Muchas veces sin criterio para diferenciar lo seguro de lo probable, lo cierto de lo dudoso, lo autentico de lo falso, lo real o lo inverosímil.

En este largo recorrido tras la búsqueda de la elusiva verdad, será la persistencia de sus actores, quienes lograrán al menos encontrar luces en tan tenebroso y contaminado escenario, su trayectoria deja siempre muchas inquietudes.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

Abominable crimen

Una de las mayores atrocidades por las devastadoras consecuencias que acarrea no solo a sus víctimas directas, sino a sus familiares, allegados y en general a la sociedad, lo constituye la trata de personas. Es un delito execrable. Para visibilizar este fenómeno que deja millones de víctimas en todo el mundo, fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Personas.

Este delito está constituido por la captura, traslado o recepción de personas con propósitos de esclavitud laboral, mental, reproductiva, explotación sexualtrabajos forzados, extracción de órganos, o cualquier forma moderna de esclavitud contra la voluntad y el bienestar del ser humano. Un delito internacional que tristemente se mantiene desde hace siglos en el mundo, y que afecta a millones de hombres, mujeres, niños y niñas.

La organización Save the Children calcula que por lo menos 12 millones de personas están siendo sometidas a explotación para realizar trabajos forzosos o servidumbre sexual. El 13% de las víctimas de la trata de personas detectadas en Europa Central y occidental provienen de países de América del Sur. El 66% de las víctimas identificadas desde 2006 en países de América Latina son mujeres, el 13% niñas, el 12% hombres y el 9% niños. En el 2019 en Colombia se identificaron 124 víctimas de este tipo de delito, considerado como el tercero más lucrativo en el país, después del narcotráfico y la venta de armas.

Este marco tan brutal es en el que se inserta Felipe Agudelo Tenorio, para desarrollar su última novelaEl escritor, poeta, narrador y guionista nació en Bogotá en 1955, tiene previamente publicadas dos novelas, Las Raíces de los Cielos, 1993, y El Vuelo Negro del Pelícano, 2016; también libros de cuentos, y poemas. Ha sido colaborador de periódicos y revistas culturales en varios países, e igualmente para la televisión nacional ha escrito dos producciones La Hija del Mariachi y La Ley del Corazón.

Búsqueda Incesante constituye una verdadera pieza de novela negra al estilo de los grandes, pues así como Leonardo Padura nos narra a través de su detective Mario Conde los grandes hallazgos para dilucidar los crímenes investigados, Felipe Agudelo nos lleva de la mano de Gotardo Reina a través de una cloaca increíblemente descrita, tal como nos lo ha enseñado Mario Mendoza con su experiencia investigativa por haber frecuentado el bajo mundo o inframundo del hampa bogotana, para inspirarse en sus libros.

La profesión de Felipe Agudelo derivó de la tragedia de su vida, encarnada en la desaparición hace doce años de su hermana menor, el día que la acompañó al centro comercial en donde se iba a encontrar con sus amigas para entrar a cine y luego comerse un helado. La llevó en su camioneta y la dejó en el andén, ella salió corriendo del carro al encuentro con sus amigas, diciéndole que le gustaba mucho hablar con él porque lo amaba con todo el corazón.

  Nunca llegó. Todavía me punza el mismo frío horrible que sentí, como si la mismq muerte se me hubiera metido de sopetón dentro del cuerpo. Nunca llegó. Dos palabras que he oído demasiado, que se repiten, me persiguen y me torturan sin cesar. Amarilis nunca llegó a ese cine. Nunca llegó a verse con sus amigas. Nunca llegó a la heladería. Nunca llegó a la casa. Nunca llegó.

Cuando con el tiempo se dio cuenta que ese terrible dolor, esa permanente zozobra, esos nefastos pensamientos que acompañan, ya no solo a la víctima sino también a sus allegados, pensó que su conocimiento del tenebroso medio, su facilidad de infiltrarse sin despertar muchas suspicacias, su capacidad de análisis, sus cualidades de investigador, sus habilidades para establecer los más torcidos vínculos que le pudieran ayudar en sus pesquisas y muchas otras cosas más, decidió ofrecer sus servicios a través de su oficina de Investigador Privado.

Supo ejercer muy teatralmente su oficio, no solo en las apariencias, sino también en los resultados. Cada cliente satisfecho o no, era su mejor carta de recomendación y cuando lo conocían, inmediatamente se confiaban a él, una imagen es mejor que todo un discurso. Su vestimenta no es que fuera la de un dandi, pero es que no era eso lo que buscaba, quien lo contactaba: Quien me viera concluiría que había dormido vestido, tras los avatares de una rumba brava. Pero, por favor, no se confundan, esa es una pinta que acostumbro, no por comodidad, sino por cálculo. A la gente se la juzga por la sola apariencia y he constatado que cultivar una facha desaliñada les induce una gran confianza a mis clientes, pues no conozco al primero que al buscarme no esté pensando en alguna película que vio.

Además de su hábil secretaria Hortensia, sabía que podía contar con su hermano menor Lotario, dueño de lujosos bares y reservadas discotecas, quien, para la protección y control de sus establecimientos, contaba con un bien adiestrado y fiel equipo de seguridad, él además era campeón en defensa personal, artes marciales y otro poco de cosas similares.

Otro referente es uno de sus informantes Yizus Kraist, de él afirma: …me recuerda a un camaleón, pues se mimetiza con primor en los ambientes que se propone descrestar. El engaño es su arma preferida. Además, Yizus es delgado y no muy alto, lo golpearon demasiado como para que aprendiera a defenderse, devolviendo ojo por ojo, diente por diente, lo suyo es más autóctono: hígado por ojo, testículos por diente. Pero para esas prácticas manipula, compra, induce, seduce o amenaza sin contemplaciones a otros, para que sean ellos los que se manchen las manos, puesto que a él únicamente le interesa mancharse la conciencia, si es que la tiene.

Con este arsenal de personas, contactos y su propia seducción personal logró armar un equipo muy competente, y así comenzó a infiltrarse en esa cloaca en la cual, se satisfacían los gustos más extravagantes, en cuanto a droga, sexo y cualquier otro desvío inimaginable del ser humano, el mismo agrega: Allí —entre otras actividades nocivas— se testean los narcóticos psicotrópicos y alucinógenos que aún están en fase experimental y cuyos efectos primarios son aún desconocidos en el mercado internacional, que ávido está  a la espera de que le presenten sus novedades.

En una incursión que había concertado con la policía para rescatar a una menor que estaban prostituyendo, logró no solo ingresar al sitio, sino despertar inquietudes entre los presentes, pero con la naturalidad que lo caracterizaba, pudo salir airoso después de haber logrado identificar la niña que iban a rescatar. Pero la suerte no lo acompañó hasta el final, pues en la afanosa huida tropezó con Mulo Muerto y su gente, y luego se supo que estaba ya convenido. El apodo le venía de la patada que tenía y del hedor que expelía. La paliza fue memorable.

En medio de sus recorridos supo que este siniestro personaje era quien capturaba las niñas para luego negociarlas y fue así como conformó el plan para rescatar el mayor número posible de ellas, ayudado de su perseverancia, su astucia y sobre todo su repugnancia por ese maligno ser. El factor sorpresa iba a ser en este caso su mejor arma, además del apoyo de su hermano y su escuadrón tan bien entrenado y aperado. Lo cogieron desprevenido con sus hampones de guardaespaldas. Así describió el encuentro: Al tenerlo cerca se le vienen a la mente las imágenes de las niñas desaparecidas y siente deseos de matar al tipo, ganas de clavarle su cuchillo en la barriga, de abrirle la garganta y dejarlo desangrar. Los dos se miran en silencio. Un combate sordo en el que uno lucha por controlar el odio y el otro por ocultar el miedo… Pero Gotardo retrocede, sonríe y da una orden seca. Él sabe que la única verdadera hazaña moral de una persona es abstenerse de la venganza, pues el que cede a ella se rebaja a convertirse en alguien igual al agresor. No obstante, el castigo si es una acción recomendable.

Como bien sabe nuestro detective está ante un delincuente de los más peligrosos, además de obstinado en el silencio, cuando le conviene. Por eso una confesión espontanea del sitio en donde tiene confinadas a sus víctimas es impensable por los métodos más ortodoxos, así que lo hizo desnudar por su grupo de apoyo y ya con él inerme, comenzó su convincente interrogatorio, cuchillo en mano: –Yo sé que aquí no están, pero sé que tampoco están en el centro…Usted es un monstruo, sí, pero no es completamente estúpido. ¿Le repito la pregunta? ¿O empezamos a cortar? / –¿Si le digo donde están me va a soltar? / –Si no me dice dónde están lo voy a capar…/–Usted no puede hacer eso… / –Para que me crea, empecemos por un testículo. ¿Cuál prefiere, el derecho o el izquierdo?

Gotardo Reina logró rescatar de las garras de unos hampones a un grupo de menores, entregar a Mulo Muerto a la policía, eso sí, un poco averiado, reponerse de una dolorosa frustración amorosa, develar el misterio de la desaparición de una persona, pero en su corazón sigue el gran vacío de la ausencia de su hermanita menor, esto es precisamente lo que lo motiva a continuar con su búsqueda incesante.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas

Sinfonía inconclusa

Hemos tenido escritores que basan su narrativa en poblaciones unas veces reales, otras recreadas, como Juan Rulfo en Comala, García Márquez con Macondo, Juan Carlos Onetti y Santa María, Faulkner con Yoknapatawtha y ahora tenemos al español  Manuel Vilas (BarbastroHuesca19 de julio de 1962) que privilegia, ya veremos el porqué, un valle y unas montañas, Ordesa (El parque nacional de Ordesa y Monte Perdido están ubicados en el Pirineo Oscense, y es el segundo parque nacional más antiguo de España).

Este gran escritor, novelista, ensayista, poeta, columnista, es decir un cultor de la palabra, se ha constituido en un fenómeno editorial con su novela Ordesa publicada por Alfaguara en el 2018, con más de cien mil ejemplares vendidos, superando catorce ediciones y con varias traducciones. Lo conmovedor de esta obra es que constituye por medio de su autobiografía, un homenaje a sus padres ya muertos y que trata de rescatar en esta memoria, como dice lo hace no para juzgarlos, sino para comprenderlos.

En este relato en el que hace un recorrido desde donde le alcanza la memoria, con los detalles propios de cada etapa vital, infancia, adolescencia, mayoría de edad, educación, trabajo, matrimonio, paternidad, separación, con sus respectivos dolores, alegrías, infortunios, decepciones, triunfos, fracasos, anhelos, frustraciones, etc. es decir de lo que está compuesta la vida.

En cada uno de esos estadios, fue determinante el papel de sus padres, ya en la formación de valores, soporte anímico, acompañamiento y sobre todo, con ese amor de padre y madre tan desinteresado y tan dispuesto a darlo todo por un hijo, y por su parte esa admiración y orgullo por ellos. Mucha entereza se requiere para explicitar su propia vida con carencias, problemas, reveses, etc. para exaltar el papel de sus padres, reivindicar su memoria y rescatarlos del olvido, en que algunas veces los tuvo cuando vivieron, aceptarlo, lo ennoblece.

Ahora reconoce como fue de premonitoria su madre cuando le decía al hijo ya adulto: Mira que si no vienes a verme, tus hijos harán lo mismo contigo”, lo que en realidad me estaba diciendo era: “Cuando esté muerta, volveré a ti por ese camino, ese camino flanqueado de árboles frondosos y de luz del mes de junio, con el ruido de los ríos cerca, cuando esté muerta seguiré estando contigo a través de nuestras soledades, la tuya y la mía; el camino, míralo es un camino, un soleado camino, el camino de los muertos

Con su padre tuvo una relación muy cercana, lo acompañó muchas veces en sus actividades y distracciones, lo admiraba por su presencia y porte masculino, su gallardía y esto le servía para disimularle sus caprichos, propios de la época. Le parecía muy interesante el papel de su padre como representante comercial que le permitía recorrer buena parte de España en su carro que lo consideraba casi como otro miembro de la familia, por eso sufrió cuando lo vio en la decadencia por perdida de la actividad y por la senectud, que lo golpeó muy fuerte. Con fruición recuerda cuando iban a jugar maquinitas: Éramos padre e hijo entonces, en una forma en que ya nunca lo volveríamos a ser. /Jugábamos muy bien. /Formábamos un solo ser, nos fundíamos. /Éramos amor. /Pero nunca lo hablamos, nunca lo dijimos. /Nunca.

Al tratar de recuperar a la manera de Marcel Proust, el tiempo perdido, por medio de la ficción buscando la ilusión de lo imposible de recuperar, por causa del paso inexorable del tiempo, va comprobando las premoniciones de su madre, pues ella que siempre estaba tan pendiente de él, lo llamaba constantemente, seguro con el solo propósito de escuchar su voz, con alguna banalidad como disculpa, si ya había llegado a su casa, si ya había cenado, si había dormido bien, etc. a tal punto que muchas veces cuando en su celular veía que era su madre, optaba por no contestarle y luego con alguna mentira piadosa trataría de explicarse. Por ello, con tristeza constataría luego que los regalos que había comprado a sus hijos para entregárselos una tarde que fueron a visitarlo, los habían dejado tirados en una de las camas. Y otro día que su hijo después de una corta visita, salió presuroso diciendo que le hacía falta caminar, al decirle que si lo acompañaba, este le respondió que prefería hacerlo solo.

Pero como en el “eterno retorno” de Nietzsche, el pasado siempre está al acecho con sus soledades, y así es como continuamente se siente nuestro narrador, en un abandono terrible ahora acrecentado por la ausencia de quienes realmente lo quisieron y lo aceptaron como fue, ¡cuánta falta nos hacen nuestros seres queridos! Invariablemente manifiesta esa desazón: Este tipo de sensaciones de desesperanza profunda me han acompañado mucho en mi vida. Luego afirmará: Y esa es otra parte fundamental de mi persona: toda la vida me ha acompañado el temor a volverme loco, a no saber racionalizar las cosas que me ocurrían, a que el caos se me llevara por delante. Y recalcará más adelante: Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito… No me espera nadie en ningún sitio, y eso es lo que ha sucedido en mi vida, que debo aprender a caminar por las calles, por las ciudades, por donde me toque, sabiendo que no me espera nadie al final del viaje. Nadie se preocupará de si llego o no llego.

A esta soledad le sumó el alcohol, que le causó problemas y tuvo la entereza de plasmarlo en esta confesión, pero no para ufanarse de sus locuras, ni para moralizar respecto de su recuperación, sino como otra faceta de su vida que pudo superar a tiempo con esa fuerza interna y esos anticuerpos que le inocularon sus padres, en su voluntad. Como testimonio nos dice: Todo alcohólico llega al momento en que debe elegir entre seguir bebiendo o seguir viviendo. Luego acota: Quien ha bebido mucho sabe que el alcohol es una herramienta que rompe el candado del mundo. Acabas viéndolo todo mejor, si luego sabes salir de allí, claro. Recuerda para olvidar: cuando no bebes, los días son más largos, los pensamientos pesan más, los lugares se fortalecen, no olvidas nada en las habitaciones de los hoteles, no rayas el coche, no rompes los retrovisores cuando aparcas, no se te cae el móvil en la taza del váter, no confundes los rostros de la gente. Y será precisamente en el sitio emblemático (A mi padre le encantaba Ordesa. Porque en Ordesa de repente todas las insanias de la vida se mueren ante el resplandor de las montañas, los árboles y el rio), en donde comenzará su sanación: Me adentraba en los bosques. Volví a tocar la vida. Viaje hasta Ordesa, y me quede contemplando las montañas. Vi con claridad los errores de mi vida y me perdoné a mi mismo todo cuanto pude, pero no todo. Aun necesitaba tiempo.

En un momento determinado del relato, como un señor poeta que es Manuel Vilas, ensaya armonizarlo recurriendo a nuevos nombres para sus protagonistas y recurre a los grandes maestros de la música, compositores e intérpretes para que sean ellos quienes ejecuten esta bella sinfonía y traten de concluirla con la grandeza que les dieron a sus composiciones. Así tendremos a Bach, su padre, y Wagner, su madre, Vivaldi y Brahms, sus hijos, sus tíos Monteverdi y Rachmaninov y una larga lista de estrellas como debe ser el firmamento familiar, o por lo menos, como lo sabe apreciar ahora.

Los años traen la decadencia y es una parte triste del relato, es el ocaso, pero lo hace con una sensibilidad y un respeto admirables, esto dice de su padre, ese gran hombre que se lo dio todo y quien lo fortaleció con su presencia: Mas que morirse, mi padre lo que hizo fue perderse, largarse. Se convirtió en un Monte Perdido. Lo que hizo fue desaparecer. Un acto de desaparición. Lo recuerdo muy bien: se quería largar. Una fuga. Se fugó de la realidad. Encontró una puerta y se marchó.

Se fue desvaneciendo, se desvanecía su vida y su conversación se desvanecía, era ya silencio. Puede un hombre convertirse en silencio. Mi padre que es silencio ahora, ya fue silencio antes; como si supiera que iba a ser silencio, decidió ser silencio antes de la llegada del silencio, dando así una lección al silencio, de la que el silencio salió tocado de música.

Lo de su madre lo marcó de tal forma que surgió este libro y así lo sintió:

Y miré hacia donde estaba mi madre muerta, y había allí una tempestad de tiempo y aniquilación, era un orden lógico para el que no estaba preparado.

Casi morir es lo de menos.

Fue la última vez que te vi, mamá, y supe que a partir de ese momento iba a estar completamente solo en la vida, como tú lo estuviste y yo no me di cuenta o no quise darme     cuenta.

Me dejabas tal como yo te dejé.

Me estaba convirtiendo en ti, y de esa forma tú perdurarías y vencerías la muerte.

Para un poeta es más fácil novelar, que para un novelista cambiar su prosa por algo tan elaborado como lo es un poema, por eso muchas páginas completas parecen escritas con esa finura que solo los inspirados logran. Al final del texto, en un epílogo, aparecen muestras de este gran versificador, que complementan y aclaran aspectos del relato. ¡Conmovedor!

* Profesional en Filosofía y Letras – Universidad de Caldas

 

 

Autopsia a la sociedad

Este año también nos abandonó a sus noventa y cinco años, otro de los grandes escritores latinoamericanos, quien además fue guionista de cine, Rubem Fonseca (Juiz de Fora, Minas Gerais, 11 de mayo de 1925Río de Janeiro, 15 de abril de 2020). Abogado de profesión, policía de oficio y escritor de vocación aunque un poco tardía ya que su primer libro de relatos Los prisioneros apareció en 1963, a sus treinta y ocho años, con una muy buena acogida, luego seguirían algunos otros básicamente cuentos y en 1973 salió su primera novela El caso Morel en la cual hace una descripción de la descomposición social del momento, pero sin caer en moralismos que lleven a reivindicaciones de cualquier índole, es más una clara controversia entre el bien y el mal, la tensión que genera y los juicios de valor que conlleva.

El conocimiento que tenía de la sociedad, sus marcadas diferencias económicas, sociales, políticas y en general culturales, lo fue plasmando en sus obras, de tal forma que al leerlas se comprende la desazón que le producía la indiferencia estatal por tratar de hacer los ajustes requeridos para un bienestar colectivo, las artimañas de los políticos por conservar sus prebendas, las actitudes mezquinas de los adinerados para aumentar su patrimonio a cualquier costo, incluyendo los sobornos que tanto degustaban en las altas esferas los mandatarios y la interminable cohorte de lacayos.

Renglón aparte merecen los intereses soterrados de los militares llámense ejército, aviación, armada o policía, sus ansias de poder, sus intrigas, sus negociados y en general sus actitudes tantas veces contradictorias, no ocultaban su nostalgia por retomar el poder del que alguna vez fueron amos omnímodos. Toda su ficción, que más parece realidad ha quedado plasmada en una treintena de volúmenes, entre novelas y libros de cuentos, que muestran el talante de este gran creador.

Todo esto y mucho más descrito con la maestría, la propiedad, la experiencia y la sapiencia que solo uno de los grandes logra hacerlo, podemos disfrutarlo en Agosto, una de las novelas más emblemáticas de Rubem Fonseca, además en uno de sus personajes, el comisario de policía Alberto Mattos, tenemos casi un alter ego del mismo escritor, tanto por la descripción que de él hace, como por la lógica en su argumentación, obviamente debida no solo a su formación profesional, sino también a la práctica policial del mismo Fonseca. Al respecto Romeo Tello Garrido afirma que una vez le dijo que: prefería pensar que un escritor puede decir todo lo que a él le parezca importante, independientemente de lo que los lectores puedan opinar al respecto, pero siempre a través de sus obras y no como personaje público que dicta sentencias en cuanto tiene un micrófono enfrente. 

En 1954, en las postrimerías del cuarto período presidencial de Getulio Vargas, en el Brasil, dentro de un hervidero de desigualdades sociales, intrigas políticas, tráfico de influencias, corrupción moral de toda índole, manejo amañado de los recursos públicos, sobornos a políticos, militares, gobernantes, policías, jueces, etc., prostitución y en general un descontento y desasosiego general, corresponde al comisario de policía Alberto Mattos, abocar el asesinato de un connotado industrial, lo que llevará a destapar un gran concierto para delinquir orquestado por los más altos heliotropos de la sociedad, quienes no paran en mientes para el logro de sus fechorías, ya sea contratando sicarios, comprando políticos, silenciando autoridades y cambiando las normas legales, por aquellas que les favorezcan y les permitan acrecentar su poder económico, social y político.

Alberto Mattos antes de ser policía, ejerció como abogado defensor de los necesitados y por tanto los menos pudientes, lo cual le permitió conocer de cerca la miseria humana pero, miseria por necesidad, ahora le toca enfrentarse a lo miserable del ser humano, pero por su vileza y códigos morales propios de la delincuencia, como el código del silencio y la lealtad frente a quienes contratan sicarios, para quitar todo tipo de obstáculos. Sabe que, no por ascender en las clases sociales, se asciende a altos estándares éticos y morales; muchas veces es lo contrario, como lo expresa:

-¿Alguna razón para el señor Matsubara?–Dígale que su aporte será tenido en cuenta.
Sin despedirse de nadie, el hombre dio media vuelta y se fue.
Dentro del sobre había un cheque de quinientos mil cruzeiros, una contribución para la campaña del diputado Roberto Alves, secretario particular del presidente. Hacía poco Matsubara había conseguido un préstamo de dieciséis millones en el Banco do Brasil

Así como todos policías y delincuentes sabían de la incorruptibilidad de Mattos, nadie se atrevía a tratar de sobornarlo, sabían de sus precariedades materiales, pero entendían que su comportamiento era casi una excepción, tanto frente a los malevos, como a la observancia de la ley y así lo pregonaba: -Bastaría con golpear a ese puto para que abra el pico—dijo Pádua.  Nosotros no vamos a hacer eso -advirtió Mattos -¿El tipo va a tu casa a matarte y me vienes con esos escrúpulos idiotas? No es solo tu vida la que fue amenazada sino también la de todos nosotros. Ese tipo tiene que servir de escarmiento. Esos putos tiene que aprender que quien se mete con mostros muere que ni perro rabioso.

Mientras trata de esclarecer el crimen que abocó y determinar las oscuras motivaciones que lo rodearon, aparecen en escena no solo otros actores, sino también otras circunstancias que le hacen replantear sus hipótesis de investigación, hasta le hacen dudar no solo de sus capacidades como investigador, sino de la misma realidad.

¿La relación entre causa y efecto sería esencial a la naturaleza de todos los raciocinios referentes a los hechos?, pensó Mattos. ¿De qué servirían las inferencias resultantes de una cadena de suposiciones?  Sabía que las proposiciones alusivas a los hechos no podían dejar de ser contingentes. Las conclusiones a que estaba llegando, al observar la trémula pareja delante de él, era producto apenas de los sentidos, de las impresiones de aquel momento, y podían ser falsas. Todo podía ser falso.

En medio de esa incertidumbre, al mismo tiempo se estaba enrareciendo el ambiente político de tal manera que la agitación entre los militares leales al gobierno y los menos ortodoxos o de pronto oportunistas, aunado al clamor de un gran sector cansado de las inequidades y la corrupción estatal, generan un ruido de sables de unas consecuencias inconmensurables:

El militar solo tiene un compromiso, el de mantener y defender la constitución con el sacrificio de la propia vida, afirmó el brigadier Godofredo de Faria, que acuso al poder ejecutivo de desmandarse, al poder legislativo de acurrucarse y al poder judicial de omitirse. “No queremos ser mercenarios de un gobierno pervertido y traidor. Nosotros los generales no estamos cumpliendo con vuestro deber. Seamos dignos del uniforme que   llevamos” 

Nuestro admirable inspector tenía que lidiar con los códigos de los delincuentes, quienes unas veces habían contratado su muerte y otras, por alguna circunstancia fortuita, trataban de evitarla, no por arrepentimiento sino por conveniencia y esos códigos protegían a quienes los contrataban y de ahí su éxito, como en el caso del Turco Velho, respetado por su discreción y temido por su eficacia. Pero lo más desconsolador era, cuando esa acomodada interpretación de la ética correspondía a sus pares: -Pádua, sé que mataste a Turco Velho. Yo no puedo quedarme sin hacer nada sabiéndolo. No puedo ser cómplice.-No estás siendo cómplice. Y vas a quedarte sin hacer nada simplemente porque no puedes hacer nada.-Claro que puedo.-No puedes. Sé que eres un buen policía, pero ni Sherlock Holmes podría probar que maté a ese tipo. Mattos, Turco Velho era un sicario y te iba a matar. Debes dejar de sufrir por tonterías. Por eso es que tiene esa úlcera.

Todas las imaginables intrigas palaciegas tanto por parte de los civiles, como de los militares habían erosionado a tal punto al por cuatro veces presidente Getulio Vargas, quien de todas las anteriores había salido indemne, que ya se sentía en el ocaso del poder:

Alzira pensó que la historia había redimido a su padre en 1950. Ahora, en aquel   doloroso agosto de 1954, en que por primera vez veía al padre como a  un viejo desencantado, un hombre sin esperanza, sin deseo, sin ánimo de luchar; un hombre pequeño, frágil, enfermo, víctima de las torpes alevosías de los enemigos, de los juicios ambiguos de los amigos; ahora, ella tomaba conciencia de la historia como una estúpida sucesión de acontecimientos aleatorios, una maraña inepta e incomprensible de  falsedades, inferencias ficticias, ilusiones, poblada de fantasmas. Ahora ella se preguntaba si acaso había dejado de existir aquel otro hombre, cuya memoria guardara tantos años en su corazón. ¿Era otro fantasma? ¿Nunca existió?

Tanta maldad, tanta miseria, tantas desigualdades y arbitrariedades cometidas generalmente soportadas por los menos afortunados, incuban en la sociedad un germen de maldad que se vuelve muy difícil de extirpar y que contribuye a que tanto la corrupción como la explotación, se conviertan en un modus vivendi al cual trata de acomodarse la mayoría, para usufructuar los beneficios derivados de ese caos, o recoger las migajas de esa ignominia. Ante tantas desgracias y adversidades solo queda la esperanza de un cambio que recobre el rumbo y permita que el progreso sea patrimonio colectivo.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

Luis Sepúlveda: el eterno soñador

No se cansa uno de leer a este escritor y gran personaje, que utilizó todos los recursos estéticos para dejarnos su mensaje…

Al referirnos a Luis Sepúlveda (Calfura Ovalleregión de Coquimbo, Chile, 1 de octubre de 1949-OviedoAsturias, 16 de abril de 2020), difícil es separar sus libros y su vida, ya que en la mayoría de ellos está plasmada su biografía por medio del préstamo que hace a alguno de sus personajes, de partes de su propia existencia, ya que él mismo dijo que las autobiografías no son más que vanidad.

Su vida llena de altibajos emocionales y situaciones de riesgo fue configurando un personaje casi de novela, escritor, cineasta, activista político, periodista, viajero incansable; un gran hombre ético, solidario y ante todo, un humanista. Su formación la realizó en el Instituto Nacional en Santiago y luego en la Universidad de Chile ingresó a la Escuela de Teatro. Posteriormente en Alemania, durante su exilio, hizo su licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad de Heidelberg. Como parte de esa vida novelada, en 1971 se casó con la poetisa Carmen Yáñez, después del nacimiento de su hijo Carlos Lenin, el matrimonio se terminó, pero en Alemania veinte años después, hubo un reencuentro amoroso.

En 1973 después del golpe militar encabezado por Pinochet, fue encarcelado casi tres años y luego su pena de 28 años de prisión, fue conmutada por ocho años de exilio. En 1977 abandonó Chile y comienza una diáspora que lo llevará de país en país, de revolución en revolución, de guerra en guerra, hasta ir encontrando un poco de sosiego y mucho de conocimiento que fue plasmando en sus libros, que hoy disfrutamos. Su periplo en Latinoamérica incluyó: Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador, en donde conoció a los indios shuar, que le dieron tema para uno de sus más elogiados y premiados libros, El viejo que leía novelas de amor.

Después de haber participado en la rebelión sandinista, circunstancia que le produjo un amargo sabor, por la defraudación de los dirigentes de ese entonces, se instaló en Hamburgo, en donde trabajó como corresponsal de prensa, lo cual le facilitó su espíritu de nómada; luego su vinculación con el movimiento ecologista Greenpeace, le permitió viajar, entre 1983 y 1988, por los mares del mundo.

Su espíritu aventurero lo tuvo desde pequeño. Dijo que empezó como lector, viajando de la mano de los escritores; hablaba sobre la necesidad de descubrir el camino y echarse a  andar, que no quería oír, sino vivir. Afirmaba que hay muchas maneras de aprender lo inherente al oficio, pero que tuvo la gran ventaja de tener grandes mentores, que desde temprana edad lo ayudaron a descubrir su condición de narrador, pero siempre tuvo algo muy claro: Vivir intensamente compensa cualquier dificultad y cualquier sacrificio, vivir a medias ha sido siempre castigo de oficio de mediocres.

Vivía orgulloso de su oficio y sostenía que sus viajes o salidas no eran para buscar historias, o confirmar hipótesis, la vida está llena de historias que están eligiendo a alguien que las cuente. “Se trabaja sobre una idea, hasta que se vuelve una obsesión, esto se traduce en un texto que se convierte en literatura y hace del escritor un creador de belleza”, insistía en que el relato de los vencedores, lo hacían los historiadores, pero el de los perdedores, le correspondía a los novelistas, los cuales los engrandecían.

Consideraba la del escritor, una de las mejores profesiones del mundo, además la más antigua. Escribo porque me gusta y porque no sé hacer otra cosa… lo hago solo por el placer de la palabra escrita y también porque a través de esa palabra escrita puedo manifestar mi punto de vista con respecto muchas cosas que considero bien y de muchas cosas que considero mal. Con la literatura me relaciono de una manera lúdica, alegre, porque sé que soy además un artista capaz de crear belleza.

Su carrera signada por la excelencia se vio reflejada en su treintena de libros, con múltiples traducciones, ediciones y puestas en escena en varias películas; más de treinta distinciones y premios internacionales como: Caballero de Las Artes y las Letras de la República Francesa. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Toulon, Francia. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Urbino, Italia. Premio Tigre Juan, 1988 por Un viejo que leía novelas de amor; además en 1992 Premio France Culture Etrangêre y Premio Relais H d’Roman de Evasion, por el mismo libro.

Su carrera de trotamundos trató de anclarlo en Gijón, España, en donde se radicó desde 1997 y allí,  fiel a su vocación,  fundó y dirigió el Salón del libro iberoamericano, que todos los años se celebra en la segunda semana de mayo, pero la vida nos reserva muchas sorpresas; a finales de marzo luego de su regreso de Póvoa de Varzim (Portugal), donde había participado en un festival literario fue diagnosticado de Covid-19. El escritor, guionista y director de cine falleció el 16 de abril, a los setenta años, en el centro hospitalario de Oviedo tras más de un mes y medio batallando contra el virus. Vecinos de la ciudad lo homenajearon el 23 de abril, Día del Libro. Centenares de personas se asomaron ese mediodía a sus ventanas para agitar libros y aplaudir durante varios minutos al vecino y escritor quien será propuesto como hijo adoptivo.

Su recorrido vital, sus aprendizajes, sus experiencias y sobretodo su sensibilidad, supo plasmarla en sus relatos, como en el caso de Un viejo que leía novelas de amor, en el cual su estadía con los indios shuar, le proporcionó la vivencia, el conocimiento y la firmeza para hacer tan cinematográficas descripciones de las aventuras de colonos, cazadores, salvajes y toda clase de depredadores, que siempre medran en estas tierras de la Amazonía. Un cazador en busca de pieles mata a un tigre que cuida unos cachorros y veamos su descripción:

           Piense, excelencia. Tantos años aquí y no ha aprendido nada. Piense. El Gringo hijo de puta    mató a los cachorros y con toda seguridad hirió al macho  Mire el cielo, está que se larga a llover. Hágase el cuadro. La hembra debió de salir de cacería para llenarse la panza y amamantarlos durante las primeras semanas de lluvia. Los cachorritos no estaban destetados y el macho se quedó cuidándolos. Así es entre las bestias, y así ha de haberlos sorprendido el gringo.

              Ahora la hembra anda por ahí enloquecida de dolor. Ahora anda a la caza del hombre. Debió de resultarle fácil seguir la huella del gringo. El infeliz colgaba su espalda el olor a leche que la hembra rastreó. Ya mató a un hombre. Ya sintió y conoció el sabor de la sangre humana, y para el pequeño cerebro del bicho todos los hombres somos los asesinos de su carnada, todos tenemos el mism olor para ella.

No menos espectacular el relato de la mordedura de una serpiente: De los shuar aprendió a desplazarse por la selva pisando con todo el pie, con los ojos y los oídos atentos a todos los murmullos y sin dejar de balancear el machete en ningún momento. En un instante de descuido lo clavó en el suelo para acomodar la carga de frutos, y al intentar asirlo nuevamente, sintió los colmillos ardientes de una equis entrando en su muñeca derecha.

A los dieciséis años su viaje iniciático a la Patagonia, le servirá complementado con su paso por el grupo movimiento ecológico Greenpeace y su carrera de corresponsal de prensa, para describir los atentados a la naturaleza por parte de magnates internacionales que mueven por mar desechos de todo tipo para descargarlos en países indefensos o ávidos de algún dólar, la infame deforestación, la pesca industrial, por succión practicada por infames navieras de todo tipo de bandera, son los modernos corsarios y para completar, la caza de ballenas, prohibida por tratados internacionales, que no afectan a estos depredadores. Todo esto lo trata en Mundo del fin del mundo. Para empezar narra el exterminio de los indígenas, para implantar la civilización y con ella la propiedad privada:

            Mi madre fue víctima y testigo de uno de los grandes genocidios de la historia moderna. Hacendados que hoy son venerados como paladines del progreso en Santiago y Buenos Aires practicaron la caza del indio, pagando primero onzas de plata por cada par de orejas y luego por testículos, senos y finalmente por cada cabeza de yagan, ona, patagón o alacalufe que les llevaran a sus estancias.

Y si no hubo objeción en exterminar humanos, menos la habría para inmisericorde sacrificio como el de las ballenas, usando los más mortíferos sistemas de caza:

         Había muy poca luz, pero nos bastó para conocer el estilo de caza del capitán Tanifuji. ¿Escuchó hablar alguna vez de la caza de caballos a la australiana? Es muy sencillo: en helicópteros buscan la manada de caballos salvajes y esperan la llegada de la noche. Entonces, con poderosos reflectores los enloquecen de miedo, los caballos corren en círculos, sin alejarse, y los cazadores los ametrallan desde el aire.

            Por eso espero Tanifuji el helicóptero en Corcovado. Y allí, en Gran Ensenada,   ametrallaba ballenas que acudían curiosas a la llamada de los reflectores.

            Al amanecer los japoneses seguían subiendo ballenas muertas a bordo. Los vimos izar  unas veinte, una tras otra, y habían trabajado toda la noche sin descanso por lo que es imposible saber cuántas mataron. El agua de la ensenada hedía a sangre y por todas partes flotaban restos de piel.

No se cansa uno de leer a este escritor y gran personaje, que utilizó todos los recursos estéticos para dejarnos su mensaje, como en el caso de su relato Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, con el agregado Una novela para jóvenes de 8 a 88 años, escrita según lo dijo, como un homenaje a Hamburgo la ciudad que lo acogió tan amablemente en una época tan aciaga para él. En esa historia se nos revela como un fabulista que muestra a través de los animales lo más vil y elocuente del ser humano. Constituye una verdadera historia de amor y desprendimiento.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas