Lo miserable del ser humano

Resulta fascinante la confluencia de varios idiomas en la pluma de grandes escritores para darnos la oportunidad de disfrutar obras que de otra forma no hubiera sido posible acceder. En esta oportunidad tenemos originalmente al escritor polaco Joseph Conrad, con El  agente secreto, cuya versión original fue en inglés, con prefacio del prestigioso novelista alemán, Thomas Mann y la traducción al español a cargo del escritor chileno, Jorge Edwards.

Esta apropiación de la lengua del país que ha acogido a innumerables escritores, se ha dado con más frecuencia de la que creemos. Vale la pena mencionar al checo Milan Kundera, quien al tener que abandonar su país, escogió vivir en Francia en donde asumió su lengua e hizo todo su desarrollo novelístico con ella. Igualmente es digno de mencionar al cubano Guillermo Cabrera Infante, quien exilado en Inglaterra, utilizó el inglés como herramienta para plasmar su creación. Todos lo han hecho como tributo de gratitud al país que los acogió. Al respecto Thomas Mann acota:

El enamoramiento fortuito del modelo vital de otra nación, la emigración decidida y radical, la completa naturalización personal y espiritual en un ámbito extranjero, como si de la corrección por parte del intelecto humano de un error de la falible naturaleza se tratase, se repite al parecer con relativa frecuencia en la historia de la cultura y la poesía, y quien comparta la sana reverencia por lo natural… constatará con satisfacción una liberalidad en lo nacional cuyo resultado no ha sido la perdida de la cultura y la muerte intelectual, sino un logro intelectual admirado por todos los pueblos.

El nombre original del escritor polaco era Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski y al recibir la nacionalidad británica adoptó el de Joseph Conrad. Nació el 3 de diciembre de 1857, en el seno de una familia de la baja nobleza en BerdychivPodolia, hoy situada en Ucrania y por entonces en la Polonia ocupada por los rusos. Su padre combinaba la actividad literaria como escritor y traductor de Shakespeare y de Víctor Hugo con el activismo político al servicio del movimiento nacionalista polaco por el que sufrió una condena a trabajos forzados en Siberia. La madre de Josef murió de tuberculosis durante los años de exilio, él tenía ocho años,  cuatro años más tarde fallece su padre, al que se le había permitido volver a Cracovia. Lo recoge y ampara entonces su tío Tadeusz Bobrowki, pero a los diecisiete años Conrad deja Cracovia por Marsella y comienza su vida sobre el mar en un barco mercante francés. Esa experiencia cambiaría su vida ya que con ella nacería una pasión (que no abandonó jamás) por la aventura, por los viajes, por el mundo del mar y por los barcos.

Para él, el ideal del trabajo en la marina se centraba en la gran potencia inglesa y su poderío naval, lo cual lo alentó a aprender el inglés, pues no bastaban su polaco, su ruso y su francés, de esta manera su deseo se cumplió con creces y no solo pudo acceder al mar, sino al territorio británico, del cual llegaría a conocer a fondo la sociedad que lo conformaba, sus potencialidades, debilidades y demás características de la época.

Además de disfrutar en medio del mar, su destino elegido, supo plasmar esas vivencias en los relatos que nos dejó como novelas no solo de aventuras, sino de tragedias y desgracias, que retrataron lo mejor y lo peor del ser humano. Quedan como claros testimonios: El espejo del mar (2012), Lord Jim (1900), La locura de Almayer (1895), El negro del Narciso (1897), Nostromo (1904), La línea de sombra (1917) y El Pirata (1923). Merece especial mención la descripción que logró del despojo que realizaron los europeos a los nativos en el África de donde extrajeron el marfil y el copal canjeando estos por baratijas, esa narración la consignó en El corazón de las tinieblas (1902).

Si bien es cierto la mayoría de su obra fue desarrollada en relatos marinos en los cuales las vicisitudes, los peligros y las explosivas situaciones desencadenadas por los largos encierros y tristes penurias, no es menos grandiosa su elocuencia en las narraciones eminentemente terrestres, como lo resalta Thomas Mann:

Pero su masculino talento, su anglicismo, su amplitud de miras, su mirada incisiva, fría, pero llena de humor, su nervio narrativo, su fuerza y su seria alegría, no pierden un ápice cuando pone los pies en tierra firme y contempla, analiza y plasma con enorme equilibrio crítico y estético la vida social en tierra.

Este es el caso que nos presenta en El agente secreto (1907), en el cual podemos apreciar todas las intrigas de la época a través de la historia que ocurría en una embajada de un país oriental, en Londres, a la cual estaba adscrito un personaje muy particular, quien creía estar realizando un papel muy importante para la seguridad mundial, pero su contraparte, el primer secretario de la embajada, no pensaba lo mismo y luego de ridiculizarlo, humillarlo, menospreciarlo, amenazarlo y darle un ultimátum, supo utilizarlo en una operación miserable.

Esa mirada del diplomático sobre la estabilidad reinante lo perturbaba al punto de hacerlo afirmar ante el agente secreto:

–La vigilancia de la policía, y la severidad de los magistrados. La blandura del procedimiento judicial de este país, y la completa ausencia de medidas represivas, son un escándalo para Europa. Lo que se requiere ahora es un aumento de la intranquilidad, de la agitación que sin duda existe… El apego sentimental de este país por las libertades individuales es absurdo.

En esa charla tan poco amable y menos diplomática, se fraguó el destino final del agente y fue concluida con total claridad por parte del secretario: Usted no puede contar por mucho tiempo con sus emociones, sean de lastima o de miedo. Para que ahora tenga alguna influencia en la opinión pública, un atentado con bombas debe ir más allá de la intención de venganza o terrorismo. Debe ser puramente destructivo.

Esta sentencia de muerte desestabilizó al señor Verloc, quien no veía una salida clara a tan crucial encargo, que además era parte ahora de su labor so pena de perder no solo su empleo, sino su realización como persona, su prestigio y quien sabe que otras cosas más.

En medio de todo ese drama, Conrad nos va mostrando como transcurre la vida en esa sociedad, analiza el papel de los policías y los malhechores (quienes reconocen las mismas convenciones, y tienen un conocimiento práctico de los métodos del otro y de la rutina de sus respectivas ocupaciones), la burocracia, los círculos de poder y sus intrigas, los salones culturales, las labores de los anarquistas de escritorio o de arengas públicas, posando de peligrosos individuos, pero regodeándose con la sociedad que cuestionan y que muchas veces los amparan de supuestos peligros que les acechan de parte de sus perseguidores.

Conrad escribe como si estuviera actuando y sabe lo que especula el criminal y lo que considera el investigador, veamos ambos puntos de vista:

En todas las eventualidades que había previsto, el señor Verloc había hecho sus cálculos con una visión correcta de la lealtad instintiva y de la ciega discreción de Stevie. La   única eventualidad que no había previsto lo había dejado consternado, en su condición de persona humanitaria y de marido afectuoso. Desde todos los demás puntos de vista constituía más bien una ventaja. Nada puede equipararse a la eterna discreción de la muerte.

Y en cuanto al investigador: El valor práctico del éxito depende en no poca medida de la forma como uno lo mira. Pero el destino no mira nada. No tiene discreción.

En cuanto a la señora Verloc, es de resaltar la vida miserable que arrastra quien renunció a un amor de juventud, por preservar la vida de Stevie, su hermano limitado mental, a quienes acogió con cariño el señor Verloc en su casa. Ella se convirtió por motivos de gratitud, en una abnegada ama de casa, sin mayores exigencias y con mucha tolerancia y silencio frente a las extrañas actividades de su marido y sus habituales contertulios. Ella adoptaba el punto de vista frio y razonable de que mientras menos exigencias se impusieran a la bondad del señor Verloc, más probabilidades había de que sus efectos tuvieran una larga duración.

En esta tragicomedia Conrad retrata la sociedad de esa época, la cual no ha cambiado demasiado, al igual las relaciones de Inglaterra con el resto de Europa, parecen una copia un poco refinada de las actuales y asombrosamente el parangón del papel de Rusia frente a Occidente, ni para que profundizar más. Como vislumbró Nietzsche “el eterno retorno”, para bien o para mal.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Transparencia narrativa

El seis de octubre del 2022 la Academia Sueca en Estocolmo anunció la entrega de su galardón número ciento diecinueve del Premio Nobel de Literatura iniciado en 1901. Francia es el país que más premios de estos ha obtenido, dieciséis. Este reconocimiento universal solamente lo han recibido diecisiete mujeres y es la primera vez que se hace a una francesa. Ahora correspondió a Annie Ernaux y curiosamente el ganador la primera vez en 1901 también fue un francés, Sully Prudhomme.

El portavoz de la Academia al anunciar el resultado explicó algunas de las razones para la selección: Examina de manera consistente y desde diferentes ángulos una vida marcada por fuertes disparidades en cuanto a género, idioma y clase. Su trabajo es intransigente y está escrito en un lenguaje sencillo y limpio. Es merecedora, por la valentía y agudeza clínica con que aborda los recorridos, las fortalezas y la recuperación colectiva de los recuerdos personales

El presidente francés Emmanuel Macron al referirse a ella afirmó: Su voz es la libertad de la mujer y de los olvidados del siglo. Se une con esta coronación al gran círculo de los Premios Nobel de nuestra literatura francesa.

Annie Ernaux (Lillebonne1 de septiembre de 1940) es una escritora francesa, catedrática y profesora de letras modernas graduada en la Universidad de Rouen y luego en la de Bordeaux. Sus primeros años y su juventud los vivió en Yvelot, en Normandía, en un hogar modesto, donde sus padres simples obreros muy trabajadores y luego pequeños comerciantes, vivían de lo producido en una tienda-bar en cuyo medio disfrutó bastante su niñez. Desde allí se nutrió de elementos para desarrollar su trabajo inicialmente de ficción, pero pronto evolucionó a algo más autobiográfico con lazos estrechos en la sociología. Sus temas van de lo físico, un cáncer de mama, un embarazo, un aborto, el Alzheimer que padeció su madre, la vida simple de sus padres, a lo social, sus orígenes, su formación, sus trabajos, las clases sociales y sus condicionamientos, el feminismo, etc., por eso se declara como una etnóloga de sí misma.

Su obra está constituida por más de treinta libros, de los cuales el primero escrito en 1974 fue Los armarios vacios en el que narra sus recuerdos de infancia y adolescencia vividos en una pequeña población en donde sus padres servían a una variada clientela en su bar-tienda, atendida por su padre y su madre, respectivamente. Para ella, hija única y muy consentida, constituyó todo un mundo por descubrir esa aglomeración de productos tanto de la tienda como del bar, ese permanente desfile de gente tan variada, ese vocabulario y jerga con los que se expresaban, los relatos que escuchaba, la condescendencia de sus padres, la tolerancia a sus caprichos, constituyeron para ella entre sus cinco años, y hasta los diez, un lugar idílico.

La tienda, es la tentación siempre satisfecha, pero a hurtadillas. Mi madre lo sospecha,   pero hace como que no se entera. Un caramelo por aquí, un caramelo por allá. Trozos de mantequilla que sustraigo, lonchas de queso cortadas al bies a cuchillo, que no se   note, blandas y amarillas en el extremo de los dedos.

Como ambos padres se mantenían ocupados, ella era quien inventaba los juegos, ya fuera para divertirse sola, con Monette su mejor amiga, o con otras compañeritas; las cajas las utilizaba para armar tiendas de campaña, empaques y cartones eran usados para formar escenarios de diferentes representaciones, inclusive programas como los que escuchaba en la radio, las botellas enfiladas eran su público, también se servía de las revistas que su mamá leía cuando le quedaba tiempo.

Yo tenía cinco, seis años. Denise Lesur, feliz de los pies a la cabeza… La tienda, el bar,   mi padre, mi madre, todo gravita en torno a mí. Asombrada de haber nacido con todo   eso, en comparación con el resto de las chicas de la Rué Clopart, sorprendida por pensar en ello, por intentar entender por qué.

De ese sueño y por su bien como siempre lo pensaron sus padres, pasó a iniciar sus estudios en un colegio privado que con esfuerzo pudieron pagarle, pero ese era otro mundo que inicialmente le pareció hostil, lejano y que no encajaba en su modelo de realidad en el que se formó. Desde el comienzo sintió el rechazo no solo de sus compañeras sino de sus profesoras. Sus maneras provincianas, su forma de expresarse, su comportamiento y en general su idiosincrasia, no compaginaba con el resto del grupo.

El modelo de enseñanza muy rígido, el lenguaje utilizado en las cartillas de lectura le parecía monótono, repetitivo y con frases muy elaboradas. Allí encontró el primer contraste entre su vocabulario adquirido en su medio y el que ahora era necesario adoptar así le pareciera forzado, artificial y a veces ridículo, pero era el que se debía utilizar en el colegio. Igual le sucedió con los juegos que le parecieron tontos, las descripciones que hacían sus compañeras de sus hogares y ocupaciones de sus padres, fue motivo de choque cultural pues constituyó una burla el trabajo de los suyos. Fueron muchas las humillaciones, los abusos y en general los malos ratos, pero todo esto le sirvió para encontrar no solo en el estudio, sino en la lectura, un refugio seguro.

Así fue como empecé a querer triunfar, contra las chicas, contra todas las otras chicas,    las engreídas, las remilgadas, las pijas… Mi revancha estaba ahí, en los ejercicios de gramática, de vocabulario, en esas frases raras que había que seguir hasta el final como largas murallas dentadas a través de un desierto, sin llegar nunca a ninguna parte.

Aprendió a adaptarse a ese nuevo medio, a celebrar los malos chistes de las profesoras, a valorar lo aprendido así no le pareciera, le tocó vivir una farsa para lograr sobrevivir, una simulación permanente, perder autenticidad para ganar aceptación. A todo esto, ayudó su fértil imaginación que le sirvió para variar las narraciones sobre sus padres y el medio en que se desenvolvía, a la vez que la utilizó para castigar en su mente a quienes la acosaban, aunque ya la respetaban por ser la mejor alumna.

Después de esa adaptación comenzó una revalorización no solo del medio en que se crio sino de sus padres. La sordidez del bar-tienda comparado con los sitios a los que ya tenía acceso, las amistades que empezó a frecuentar, los muchachos que empezaron a invitarla, los espectáculos culturales a los que asistió, en fin, la depuración de sus costumbres, le produjeron malestar. La transición de un medio popular en el que se crio a un medio burgués, lograda por la preparación, el estudio y la traumática asimilación del nuevo entorno, la convirtieron en una trásfuga de su clase social. Sintíó vergüenza de su origen modesto

Cinco años, seis años, creo que los quiero. Dios mío, en qué momento, que día la pintura de las paredes se vuelve horrenda, el orinal empieza a apestar, los tipos del bar se convierten en borrachines, en despojos… Cuándo comencé a sentir pánico a parecerme a mis    padres… No fue un día en concreto, no hubo ningún desgarro… Los ojos que se abren… por tonterías. Aquel mundo no dejó de pertenecerme en un día. Hicieron falta años antes de ponerme a gritar frente al espejo que no puedo aguantarlos, que les he salido rara…

Definitivamente el medio, sus lecturas, su fértil imaginación, sus nuevas amistades, el refinamiento en sus maneras de pensar, decir y hacer, la fueron moldeando de tal forma que ni ella misma percibió el verdadero cambio; sus padres le parecieron muy elementales, sin gustos estéticos como los de ella, muy básicos en sus conversaciones, y sus diversiones muy rudimentarias y poco interesantes. Lo único que les preocupaba era mantener a flote su establecimiento, por lo demás grotesco.

Justamente ese nuevo modelo de vida adoptado, esa libertad que sienten los universitarios, esas peligrosas diversiones, esa irresponsabilidad en cuanto a la seguridad requerida en las relaciones sexuales, la llevaron a atravesar una situación que, además de inesperada, no contó con el apoyo de su compañero, desembocando así en la necesidad de recurrir a un aborto clandestino, como lo era en su época. Así sola, angustiada y asustada con este episodio, vuelca todo su odio reconcentrado en quienes no debiera hacerlo, aunque al final recapacita.

 Puede que nunca vuelva a correrme si todo se va al traste aquí adentro. Un castigo. Si me vieran… “Acabarás mal” ¿Cuándo pronunciaron por primera vez esa antigua predicción, mis viejos? Hace un mes, casi les suelto en la cara que estaba preñada, para presenciar la   catástrofe, para ver como se quedaban blancos, se retorcían, esas viejas máscaras de tragedia permanente, cómo se ponían a chillar histéricos, y yo gritando de alegría, de rabia, que les estaba bien empleado, que lo había hecho por ellos, para fastidiarlos, por feos, por miserables y catetos. No he podido abrir la boca. Para empezar, no me habrían dejado arreglármelas sola. Además, esas cosas nunca me atreveré a decírselas… jamás se lo imaginarían… Lo han hecho todo por mí.     

Definitivamente se requiere mucha entereza para narrar hechos tan dolorosos mezclados con otros tan placenteros, constituye una clara muestra de objetividad y si además se hace con un lenguaje sin eufemismos, ni metáforas, sino tal como los hechos ocurrieron, es lo que nos proporciona en su obra esta gran escritora, Annie Ernaux. Esa transparencia y esa sencillez en la forma de transmitir su pensamiento, lo encontramos en sus otros libros, en los cuales desarrolla episodios de su vida que le dejaron marcas imborrables y nos las quiso compartir. Admirable.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

Crecer, venciendo temores

Uno con veinte años, estudiando en una universidad pública y en la mitad de la carrera que escogió en una increíble audacia, como desafiando a sus consejeros, familiares, profesores o metidos, reafirmando así su independencia, no es más que un manojo de nervios, inseguridades, y temores. Se quiere vivir el presente, porque nos proporciona la tranquilidad de no tener responsabilidades diferentes a las de responder académicamente, y nos aplaza el enfrentarnos a la vida con unos conocimientos que aun creemos no tener, pues lo que hemos aprendido no sabemos para qué sirve.

La descripción de este personaje, sus amigos, profesores, ambiente de los años setenta y sus vivencias, desventuras, y muchas cosas más,  en la Universidad Nacional, sede Medellín, más conocida como la Nacho, nos la ofrece Juan Diego Mejía (Medellín, 1952), quien en los setenta estudió matemáticas en esa universidad y participó en las luchas de la izquierda de aquellos años. Su libro Adiós, pero conmigo, lleno de nostalgias, amores y desamores, encuentros y separaciones, nos recuerda como fue de complejo vencer todos los miedos, las incertidumbres y las vicisitudes, tratando de encontrarle sentido a nuestra vida, develando nuestro destino. Algunos salimos adelante, otros, tomaron caminos diferentes y no faltaron los que desertaron al confrontar la vida y anticiparon su partida, dejándonos en la incertidumbre.

Nuestro narrador, a quien conoceremos como J D, y Franco, su compañero de colegio, lograron ingresar a la universidad, en donde conocieron a un campesino muy inteligente, pero retraído, Ernesto, y ahí fueron armando el combo y dando forma a una bella amistad, con la que se protegían de las inseguridades de ese nuevo mundo, casi sin restricciones, pero con muchos tropiezos para buscar claridad en su futuro. Lo abstracto del conocimiento de la matemática que iban adquiriendo, lo concretaban con la amistad que se iba consolidando. La barra se fue ampliando con la seguridad que irradiaba Soledad, estudiante de economía, y la presencia de Raquel. compañera de curso, quien los deslumbraba y descolocaba, sobre todo a Ernesto.

Franco y yo entendíamos el sufrimiento de Ernesto cuando la veía y no era capaz de acercársele y hablarle, aunque si vamos a ser sinceros, nunca intentamos convencerlo de que se alejara de ella. No teníamos suficiente confianza como para sentarnos con él y decirle: “Viejo, no le botes corriente a esa mujer”. No nos había dado entrada a su vida privada. Quién sabe cómo habría reaccionado. Mejor seguimos como si no pasara nada. Y en un tiempo nos hizo creer que él también había superado el asunto.

Debemos aceptar como parte del crecimiento, el ingreso a ese mundo tan heterogéneo que es el que ofrece la universidad, mas si es pública, pues allí se amalgama una buena muestra de la sociedad en sus diferentes estamentos y es allí donde se va acrisolando una nueva representación que deberá ir reemplazando a los que ya han abierto su camino. Ese es uno de los grandes temores que los sobrecogen, el saber si serán capaces de lograr, primero salir indemnes de todo ese proceso y segundo, como corresponderán a la sociedad con la formación que han estado recibiendo. Es un desafío muy grande y las respuestas son esquivas y evasivas.

A veces las respuestas pasaban frente a los ojos de uno, pero uno no sabía que eran respuestas porque nunca se había hecho la pregunta. El mundo en ese tiempo era un cementerio de respuestas que murieron por falta de preguntas.

Su quehacer discurría por el campus de la universidad, en donde siempre descubrían otros estudiantes, otros vendedores, nuevos profesores, sitios de estudio, concentración, dispersión o diversión, pero cada vez más divertido; era casi un paraíso, por ello romper ese equilibrio tan placentero producía desazón, desasosiego y lo que aprendieron a denominar angustia existencial. Todo era el juego sincronizado de la sociedad y la universidad, los obreros, los sindicalistas y las fuerzas de izquierda muy representadas en la universidad pública. Resultado, el paro.

Ese fue el paro más largo que yo recuerdo en la historia de la Nacho. Tal vez hubo otros que duraron más, pero esa vez me sentí ahogado en la quietud del tiempo mientras el mundo seguía andando. Marqué cincuenta y siete equis en el calendario de mi cuarto. Cuando ya me daba por vencido y pensaba que debía aceptar la sugerencia de mi mamá de cambiarme para una universidad privada, me llamó Franco: “Mañana abren”.

A pesar de que no creíamos, si crecíamos, la madurez nos iba llegando imperceptiblemente, no nos gustaba perder el tiempo, aunque nos seguía dando temor que más tarde que nunca nos tocaría enfrentar con nuestra presencia al mundo de los adultos, con lo que habíamos estado aprendiendo. Ya por lo menos sabíamos formular las preguntas que nos conducirían a las respuestas tan anheladas y buscadas, sabíamos que El mundo está repleto de señales que se mantienen invisibles hasta cuando alguien las descubre. Cuando eso ocurre, en el universo se iluminan los puntos en donde habían estado ocultas, entonces es como si siempre hubieran estado ahí, a la vista.

Cuando ya se va tomando conciencia del papel que nos toca asumir, queremos que el tiempo pase más rápido, que los planes que hemos esbozado se vayan realizando, que los sueños empiecen a concretarse y por ello toda distracción que antes permitía eludir las clases la aprovechábamos; ahora no, era tiempo de ejecuciones y no de aplazamientos. Sería Sole quien enfrentó en una asamblea convocada por los despectivamente denominados zurdos, como siempre, antes de los exámenes finales, ya no contra el imperialismo, sino contra los profesores. Al concluir su exposición en contra de ellos, y por supuesto del paro, con voz fuerte concluyó: “A estudiar, a soñar, tenemos derecho a ser mejores”

Fue un discurso sobre las cosas difíciles de la vida. Habló de la cantidad de jóvenes que no pueden entrar a la universidad pública porque nosotros tenemos ocupados los puestos. Dijo que no nos contentáramos con estar en la universidad vegetando como algunos que se han envejecido y no pasan de tercer semestre.

Fueron muchas las separaciones, las despedidas, las rupturas y siempre dejaron huella, aun los deseos frustrados de formar un no grupo, como quisieron denominarlo, dedicado a la investigación y divulgación del conocimiento, como lo hacen los grandes matemáticos, pero de algo serviría así fueran intentos fallidos. Me daba piedra pensar que debíamos esperar varios años para saber a dónde iba a llegar todo lo que estudiábamos.

La perdida más sentida fue la de Ernesto, el eterno y secreto enamorado de Raquel, ese amor imposible que solo lo alcanzaría simbólicamente con la muerte, por ahogamiento.

No entendíamos como se había dejado llevar por la corriente. Él, que siempre anduvo en contravía. Nunca se contentó con lo que vio. En todas las clases  se quedaba sentado frente al tablero buscando nuevas posibilidades. Era el que nos sacaría de la noche en que habíamos entrado sin darnos cuenta hasta sentirnos perdidos, caminando a tientas, hablando en susurros porque hasta nuestras propias voces nos asustaban.

Sería una carta de Sole, ya ubicada en los Estados Unidos, en un organismo internacional como economista que era, la que le daría la sacudida que necesitaba con tanto apremio: Ustedes tenían algo que no encuentro en otras partes, ¿una ilusión?, puede ser una ilusión, ¿un miedo?, también puede ser una especie de miedo. O un coctel de todo eso: ilusión, miedo, curiosidad, en fin, no sé. Lo que sí sé es que te he pensado.

Esa capacidad de reacción inesperada de los jóvenes, esa vitalidad, ese sobreponerse a los temores y superar las frustraciones, han sido lo que ahora dejada la universidad y sus bellos recuerdos, nos permite transitar por la vida con la seguridad de que podrán quitarnos lo que tenemos materialmente, pero jamás el conocimiento, que además es lo que siempre nos sacará adelante en las situaciones más ambiguas en las que estemos sumergidos. Además, nos debe permitir reconciliarnos con el juicio que a veces lanzamos irreflexivamente sobre la juventud, como si el paso por ella no nos hubiera marcado. No son ni irresponsables, ni temerosos, son soñadores y eso los sacará adelante. Más bien propiciémoslo, tratemos de comprenderlos, que eso fue lo que hubiéramos querido, que creyeran en nosotros. No dejemos de hacernos preguntas, debemos seguir soñando, y siempre consideremos que no hay certezas, ni en la juventud, ni en la adultez.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas*

 

 

 

Lenguaje del amor

Una obra con titulo en francés Amour, de un grupo español y en la cual no hay ningún parlamento, nos sugiere que el amor tiene su propio lenguaje y que, para comprenderlo, igual que a la obra, se requiere atención y concentración, pues, además, aparece en los personajes la simbología de las máscaras.

La obra está protagonizada por Ana Martínez, Jokin Oregi, Ana Meabe, Javier Renobales y Anduriña Zurutuza, es de Marie De Jongh, cuenta con la dirección y dramaturgia de Jokin Oregi. Diseñada para un público infantil pero que disfrutamos los que aun tenemos nuestro niño interior. Presenta, inicialmente, a dos parejas de niños jugando inocentemente y con sus exploraciones y descubrimientos. Al comienzo solo las niñas con sus travesuras e inventos de distracción, luego aparecen los niños que complementan sus juegos y comienza la atracción y las curiosidades propias de esa edad.

Juegan con tizas haciendo o creando mundos imaginarios, usan cuerdas para saltar o hacer trencito, una pelota servirá para simular el embarazo y luego será una carita feliz de quitar y poner según el ánimo. Con los niños interactuando aparecen asomos del amor, luego los celos, pero todo más bien por imitación, como lo es tantas veces la formación. Las peleas entre ellas, por nimiedades, escalan hasta borrar los dibujos de la otra o peor ignorarla y qué decir cuando en estas rencillas intervienen los niños.

Siempre el trasfondo es una música que matiza los momentos según el carácter de los mismos, a veces suave, a veces alegre, que aprovechan las parejas para bailar, otras veces perturbadora para acrecentar o enfatizar los sentimientos. La música acompaña sus vidas. La infancia les servirá para aprender a manejar sus frustraciones y aceptar al otro, las reconciliaciones serán tan espontaneas como lo fueron los desencuentros, no han aprendido a odiar y menos a no perdonar.

De la infancia se pasa a la senectud, con toda la carga de negativismo y limitaciones con que la vida los ha cargado. Se han convertido en dos parejas que se entienden y complementan. Cohabitan como buenos vecinos, se colaboran y se divierten juntos, hasta que surgen los problemas inesperados y las dolencias propias de la edad. Por nimiedades se enemistan, se aíslan y se evitan, hasta tal punto que se diluye la cohabitación vecinal.

Al final será el interés mutuo, los remordimientos, los bellos recuerdos o la nostalgia lo que los aproxime en sus causas comunes y los lleve a rescatar ese amor que se tuvo, ese respeto por el otro y esa sana relación. El amor subsana todo mal.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Entrañable y extraña relación

Nuevamente tenemos la oportunidad de disfrutar nuestro Festival Internacional de Teatro de Manizales, que en este año celebra su versión 54. Esto se ha logrado gracias a la tenacidad, persistencia y casi ciega obstinación de nuestro capitán Octavio Arbeláez y su grupo de colaboradores que han sabido conducir ese barco a través de tanto infortunio, no solo económico sino el hecho de sobrevivir a la pandemia.

Las sorpresas inician desde la forma de elaboración del tradicional afiche promocional que esta vez surgió de un collage de diferentes carteles de espectáculos y anuncios comerciales, una creativa superposición como lo son a veces las obras que siendo palimpsestos traen su propio mensaje críptico, pero valioso. Por ello el eje temático será la diversidad en su más amplio significado y su eslogan “seamos todos”. Esta simbología, si miramos atentamente, la encontramos en el afiche.

En esta dirección aparece la obra que nos trae el grupo de México Compañía de Artes Escénicas, El Mirador, Flores negras del destino nos apartan, con la dirección de Belén Aguilar, con el elenco de Lorena Glinz y José Juan Sánchez, basada en la novela de Julián Herbert, Canción de tumba publicada en el 2011 en México.

Para empezar, la prostitución, actividad que ejerce la protagonista, los personajes que la rodean, camellos, homosexuales de toda índole, hijos todos de padres diferentes, vividores de todos los pelambres, son una muestra de la diversidad. Igualmente la relación madre-hijo, desde niño, hasta ahora adulto, está enmarcada no solo en momentos diferentes, sino en problemas con diversa complejidad, afrontados y superados no se sabe cómo.

Con una escenografía mínima, silla, mesa, ventanal y luego unas matas y algo más, son suficientes para que José Juan Sánchez con toda su fuerza actoral, su prodigiosa memoria y su histrionismo a flor de piel, o de flores negras, logre cautivar el auditorio durante setenta minutos que tienen diferentes ritmos según la narración y la conmiseración del actor. Además de su extenso monólogo, aparece varias veces la imagen en video de su madre, unas en el cuarto del hospital en donde agoniza de leucemia mielítica aguda, en otras, parte de su interminable trasegar buscando una casa o un amante o un empleo o una felicidad que en este Suave Patria no existieron nunca…

De todos los hijos que tuvo, casi siempre los llevaba en su nómada vida y los otros los dejaba al cuidado o descuidado de alguien a quien luego le pagaría, así, desde pequeño conoció las privaciones, humillaciones, desengaños y algunas pocas alegrías, por eso y por el cuidado de su madre hacia él, fue que consideró, casi como un apostolado y no una obligación, cuidar de ella ahora en su lecho de muerte, además porque pudo comprobar ante la ausencia y el desinterés de sus otros hermanos, que el socorrido y pregonado concepto de familia, solo tiene una verdadera acepción, como la familia siciliana: La única Familia bien avenida del país radica en Michoacán, es un clan del narcotráfico y sus miembros se dedican a cercenar cabezas..

La obra nos lleva en un torbellino de extremos que nos conmueven profundamente, desde el odio hasta el amor, de la nostalgia a la dulzura, de la salud a la enfermedad, del goce al dolor y así como en un tobogán, como en realidad es la vida. El hijo en el lecho de enferma de Guadalupe Chávez, su madre, experimenta tal confusión, que solo logra aclararla recurriendo a la memoria de aquellos recuerdos tanto gloriosos como dolorosos y así podrá tratar no solo de entender a su madre, sino de entenderse a sí mismo, doloroso, pero catártico y por ende necesario.

Desde niña le gustaron los boleros, sin saber que eran trozos de la vida misma, unos románticos, otros tristes, unos sobre desengaños, otros sobre amores apasionados, pero imposibles; todo esto la llevó a idealizar la vida y a tener un anhelo profundo por una de las cunas del bolero, La Habana y tal vez por eso quiso lanzar su grito adolorido y desgarrador desde el puerto de Progreso, en Yucatán, pretendiendo que la oyeran de donde supuestamente se veían sus luces en la lejanía.

Prefiero imaginar a mamá frente a las falsas luces de La Habana, borracha y mocosa cantando, que verla así como la tengo ante mí: calva, callada, amarilla, respirando con más dificultad que un polluelo sorteado en la kermés de una misa.

Este balance entre amor de madre y sentimiento compasivo del hijo, quien además está signado de verdadero arrepentimiento así no logre precisar de qué, esa magnífica interpretación que hace que el espectador logre lo sentido por el lector, esa traslación de palabras escritas a emociones representadas que conmueven al público, logran que pensemos en hacer una introspección para hacer los ajustes oportunos.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

Clonación, espejismo, alucinación o…

Fue necesario que confluyeran circunstancias, hechos, personas, situaciones y el talento de un gran narrador como Hervé Le Tellier, para lograr un relato tan creíble y a la vez inverosímil, como su nombre, y así constituirse en algo excepcional. Por eso, abrir un libro, sin ninguna referencia, pero con mucha expectativa y empezar a conocer personajes, sitios, relaciones y todo un entramado que se va armando alrededor, nos va envolviendo en una fascinante historia, de la cual no nos queremos desprender, ni siquiera al terminarla, pues allí sí que nos surgen interrogantes, no por falta de información, sino mas bien por las inesperadas relaciones creadas y las posibilidades establecidas.

Hervé Le Tellier (Paris, 21 de abril de 1957) matemático, escritor y periodista francés, crítico literario y colaborador de numerosos medios, tanto en prensa escrita (Le Monde), como radio (France Culture), editor de reconocidos autores como Raymond Queneau o Georges Perec. Además presidente de Oulipo, grupo de experimentación narrativa de vanguardia, (‘Ouvroir de littérature potentiel’) Taller de literatura potencial. Sus textos conocidos en Francia, alcanzaban tirajes de diez mil ejemplares, hasta que su libro La anomalía,  escrito en 2019, publicado en el 2020, en el que narra hechos a suceder en el 2021, lo lanzara al estrellato.

Uno de los más prestigiosos premios literarios de Francia, establecido desde 1903, es el otorgado cada año por los diez miembros de la Academia Goncourt, quienes recompensan el mejor volumen de imaginación en prosa entre las novelas publicadas en el año en curso. Aunque su reconocimiento económico es simbólico, el Goncourt garantiza al seleccionado un éxito en ventas, no solo en Francia sino en el mundo. Ha sido otorgado a escritores como: Proust, Malraux, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras y Michel Houellebecq. En el 2020 le fue otorgado a Le Tellier, y rápidamente alcanzó la venta de un millón de ejemplares y la traducción a decenas de idiomas. Sobre la novela el escritor español Javier Cercas, miembro del jurado, afirmó: Es muy inteligente, muy fresca, extraordinariamente divertida, está muy bien armada, dotada de una virtud que solo está al alcance de las grandes novelas. Es fácil de leer y difícil de entender.

La narración comienza con la presentación de diversos personajes, pues se trata de caracterizar con rigor los diversas tipos de seres humanos y sus respectivas manifestaciones, al igual que sus más recónditos secretos, desde lo más detestable, pasando por lo corriente, hasta llegar a lo admirable, que muestra el sacrificio por el otro en detrimento de la propia felicidad, también existen. En esta pluralidad trata de representar diferentes edades, géneros, aspectos culturales, profesionales y en general sociales. Para esas descripciones utiliza diversos géneros literarios, desde novela negra, teatro, comedia, romance, y todo un collage de tipos narrativos, según el personaje o las situaciones.

Blake es un sofisticado sicario que se da el lujo de escoger sus trabajos, pues ha hecho de la muerte de los demás su vida. Pero para protegerse y no estropear su trabajo, lleva una doble vida, como Jo, con Flora su esposa y sus hijos Quentin y Mathilde. Posa como empresario y es muy exitoso. Al referirse a uno de sus trabajos manifestó:

Era algo tan atroz que estuvo a punto de no aceptar el encargo. Rodillas reventadas, codos fracturados, dedos cortados, lengua y sexo cercenados, tímpanos agujereados, y, lo mejor para   el final, acido en las pupilas. Para cobrar la segunda mitad de los setenta mil euros, el hombre   tenía que sobrevivir.

Victor Miesel, pareciera un alter ego de Le Tellier pues es un escritor con dos novelas poco apreciadas por la crítica, descreído de los premios literarios y quien se sostiene con las traducciones y otras actividades culturales. Lucie Bogaert, trabaja en montajes cinematográficos y su labor es muy apreciada por los más famosos directores, tiene un hijo, Louis, y se halla en una tormentosa relación que casi la asfixia. Andre Vannier, prestigioso arquitecto, ya un poco mayor, es la persona que la ha estado asediando, pues cree que es la última oportunidad que tiene de estar con alguien a quien quiere y desea demasiado.

Sophia Kleffman, pequeña de seis años que se divierte y aprende mucho de su mascota, la rana Betty, su madre April vive muy decepcionada de su marido, el teniente Clark Kleffman, quien la conquistó con engaños y ahora ejerce violencia familiar en su hogar, a mas de otras perversiones.

En cuanto a David, este es un enfermo terminal y será su hermano médico quien le revelará esa dura y cruel realidad: –Es lo que me temía. El tumor que tienes en la cola del páncreas, al otro lado del intestino delgado, justo aquí, es un tumor maligno. Canceroso.

Respecto de Joanna Wasserman, se trata de una brillante abogada que trabaja para un prestigioso bufete de abogados, fue contratada por Sean Prior, director ejecutivo de la farmacéutica Valdeo y quien directamente la entrevistó:

 –Dígame, señora letrada, ¿sabe usted por qué la elegí entre todas esas cabezas de chorlito de Denton & Lovell?

 –Déjeme adivinarlo, señor Prior. Porque fui la primera de mi promoción en Stanford, tal vez, porque soy una mujer joven, sin duda, y porque soy negra, probablemente. Y también porque gano todos los casos contra esos viejos blancos que estudiaron en Harvard con usted.

La relación de personajes la completa Slimboy, el pop star nigeriano quien tiene que encubrir su sexualidad, pues: Si África entera es un infierno para los homosexuales, Nigeria representa el noveno círculo. Está la ley, que los amenaza con catorce años de cárcel; está la policía, que los persigue y extorsiona

Todos ellos tienen en común el viaje que realizaron doscientos cuarenta y tres pasajeros, el 10 de marzo del 2021 en un Boeing 787 del Air France 006 Paris-Nueva York, el cual, minutos antes de aterrizar, tuvo que sortear un impresionante fenómeno atmosférico, por decirlo de alguna manera:

El avión continua en caída libre durante diez interminables segundos, antes de penetrar en el cumulonimbo por el peor sitio… Acto seguido el Boeing se ve arrastrado por las   corrientes turbulentas de la nube, al tiempo que se encienden las luces de la cabina de mando, como si fuese de noche, una oscuridad de seda y un estruendo espantoso lo envuelven todo: centenares de piedras de granizo ametrallan los cristales, dejando un sinfín de marcas en el vidrio blindado.

Los pasajeros, después del tremendo impacto de la inminente catástrofe, continuaron su vida normal aunque algunos no duraron mucho, como el caso del escritor Miesel, quien: Cuando llega a Paris, se pone a escribir como al dictado, y la mecánica incontrolable de su propia escritura lo sumerge en un abismo de ansiedad. El libro acabará titulándose La Anomalía y será el séptimo en la carrera del escritor, luego se suicidará.

Tres meses después, en junio, el mismo avión, con los mismos pasajeros, la misma tripulación e igual identificación, tratará de aterrizar en Nueva York, pero será desviado del aeropuerto Kennedy, y obligado por las autoridades del Pentágono a hacerlo secretamente en la base militar Fort MacGuire. El desconcierto entre científicos, servicios secretos, fuerzas armadas, autoridades de todo tipo, y mandatarios internacionales, es asombroso. Las discusiones científicas, filosóficas, religiosas, políticas y de toda índole aparecen sustentadas para especular sobre infinitas posibilidades. De todas formas, lo digital y sus infinitas aplicaciones, desde la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la simulación y la realidad virtual, son explorados intensamente, en la búsqueda de explicaciones.

Las relaciones del ser humano consigo mismo y con los demás, están mediadas por dos dimensiones, el espacio y el tiempo y es aquí donde comienzan a aparecer disrupciones, en la medida en que avanzan los interrogatorios a los pasajeros del segundo vuelo, el de junio. Al preguntarle al escritor Miesel sobre su labor actual, responde que está trabajando sobre una novela fantástica de un escritor norteamericano. Al indagarle sobre si está trabajando en un libro más personal, titulado La anomalía, se muestra asombrado. Hay que recordar que, después del primer vuelo, lo escribió frenéticamente y luego se suicidó. Estamos en junio, pero temporalmente, este es el Miesel de marzo. Igual ocurre con Sophia al preguntarle su edad: tengo seis años, cumpliré siete dentro de dos meses. Al tratar de precisarla se le pregunta, ¿qué día cumples, exactamente? El 13 de mayo. ¿Y el 13 de mayo es dentro de dos meses? y responde, Si. Lo cual confirma su desfase temporal, pues están en junio.

Luego vendrá el reencuentro con los pasajeros del vuelo de marzo, por lo cual nuestro escritor escogió entre ellos y la tripulación, ocho personajes para tratar de establecer patrones de comportamiento en un universo tan disímil y mas hoy en día, con tantos condicionantes tanto internos, como externos. Esto para trata de explicar lo intrincado y complejo de las relaciones humanas, pues si con los otros es complicado, cómo será con uno mismo y no como en un soliloquio, o en un dialogo interno, sino frente a frente, ambos son la misma persona, que obviamente es otro físicamente, pero de quien conocemos todo, o mejor casi todo.

Resulta muy interesante la forma como cada dupla supo afrontar la anomalía, aceptarla y optar por lo más adecuado para cada uno, sin lesionarse mutuamente y buscando, con el apoyo de los gobiernos, a veces nuevas identificaciones, reubicaciones o acomodaciones que convinieran en cada situación. Supieron adaptarse creativamente. Por ahora queda armado el rompecabezas.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Los colores del despojo

Mas tarde, un día apareció ese maldito Mohammed Abdalla, nos cogió a mi hermana y a mí y nos trajo aquí. Nos retendrían como rehenes hasta que nuestro padre pudiese pagar la deuda.
Abdulrazak Gurnah

El África, ese gigantesco continente con montañas, colinas rocosas, valles, volcanes, desiertos, lagos, ríos, cataratas, mares, vegetación exuberante, fauna fantástica; con infinidad de lenguas, variedad de climas, pueblos aguerridos y muchos pacíficos, casi sumisos; con invasiones permanentes, conflictos locales e internacionales de diferente índole, constituye un crisol en donde lenguas, religiones, razas, nativos y foráneos, compiten los unos, por sobrevivir y los otros por usurpar y explotar a los demás.

Su larga historia esta signada por el llamado Reparto de África o eufemísticamente, Conquista de África, con ella, la invasión, ocupación, división y colonización de la mayor parte de África por parte de algunas de las potencias europeas durante el breve periodo conocido por los historiadores como el Nuevo Imperialismo (entre 1881 y 1914). El 10 % de África que estaba bajo control europeo formal en 1870, aumentó a casi el 90 % en 1914. Lo correspondiente a Bélgica y su explotación del Congo, ha sido magistralmente narrado por Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. En una entrevista realizada al premio nobel africano, Abdulrazak Gurnah, mencionó al respecto: La metáfora del «corazón de las tinieblas» que usó para el título no es un invento suyo. Era una imagen que utilizaba Europa para representar a África, para decir que, cuanto más se adentraba alguien en el centro del continente, más salvaje se volvía la realidad.

Otra visión sobre su continente es la que nos ofrece Abdulrazak Gurnah, nacido en 1948 en Zanzíbar, una isla de Tanzania, entonces protectorado británico, la isla cuenta con una cultura históricamente diversificada, desde la trata de esclavos hasta las diversas formas de opresión bajo diferentes potencias coloniales (portuguesas, indias, alemanas, árabes y británicas) que mantenían relaciones comerciales con gran parte del mundo; de ahí que mucho antes de la denominada globalización, Zanzíbar era una sociedad cosmopolita. Gurnah abandonó su archipiélago cuando tenía 18 años y se refugió en Inglaterra huyendo del clima de violencia que estalló inmediatamente después de la independencia y de la llamada Revolución de Zanzíbar. Una hostilidad dirigida en particular contra las minorías asiáticas y árabes.  En Inglaterra ejerció la docencia hasta su reciente jubilación en la Universidad de Kent, en Canterbury, como profesor de Literatura Inglesa y Poscolonial, con un foco especial en la diáspora.

Este escritor, a la manera de un arqueólogo social, se propuso escudriñar el pasado colonial de su extenso territorio y para ello, en solitario, realizó un largo viaje a través del continente; así captó no solo paisajes sino pasajes, relatos, mitos, religiones y sus dioses, indígenas, nativos, usurpadores, regímenes políticos, relaciones sociales, costumbres y todo lo que forma las diversas sociedades existentes, su forma de regirse, comportarse y permanecer.

Será su novela Paraíso la que nos permitirá descubrir ese maravilloso mundo, a su vez horrendo, por las descripciones casi cinematográficas que a veces nos ofrece:

Al amanecer unos gritos y unos quejidos desesperados despertaron al campamento, y descubrieron que las hienas habían atacado a uno de los porteadores mientras dormía y le habían arrancado buena parte del rostro. De la herida manaba sangre y un repugnante liquido viscoso. El hombre, completamente fuera de sí, se debatía en el suelo   presa de dolores inimaginables.

Yasuf será informado por sus padres que al partir su tio AZiz, el comerciante, quien estaba de visita en su correría, se irá acompañándolo para que, desde sus doce años recién cumplidos, aprendiera a trabajar en un negocio tan promisorio. Pensó que al menos ya no tendría que alimentarse con la sopa con huesos que preparaba su mamá en la que solo echaba trozos de médula esponjosa y en otros casos había guisado de quingombó, que por hambre que tuviera era incapaz de tragarse esa salsa viscosa. La despedida fue muy seca, no se sabe si por no hacerla más difícil o por dignidad.

Al terminar el viaje en tren, en cuyo recorrido pudo disfrutar de todo tipo de paisajes al cruzar territorios muy disimiles, arribaron a la casa del tío Aziz, y de la tienda de al lado de la vivienda salió Khalil, un joven de diecisiete o dieciocho años, quien la atendía, quien de inmediato lo acogió como a su hermano y así lo presentaba a los clientes. Desde ese encuentro se empezaron las aclaraciones y decepciones. Khalil, le puntualizó que Aziz, no era su tío, que Yasuf, al igual que él, estaban allí porque sus padres le debían dinero al comerciante y esa era la moneda de cambio.

Cada vez iba sabiendo más de las actividades de Aziz, al preguntarle a Khalil adonde iban en las correrías, éste lo enteró: –A comerciar con los salvajes—Esta es la vida del seyyib. Para esto está aquí. Va en busca de los salvajes, les vende todas estas mercancías, luego compra lo que ellos tengan para ofrecerle. Le aclaró que la expedición era organizada por el mnyapara, Mohammed Abdalla, quien se encargaba de asuntos complejos. Más bien debía ser algo vergonzoso, como organizar contrabando, zanjar un ajuste de cuentas, amañar un trapicheo o alguna cosa por el estilo. Aquel hombre siempre estaba metido en asuntos turbios.

Hasta que llegó el día en que le comunicó Mohammed Abdalla. Vendrás, comerciarás con nosotros y aprenderás la diferencia entre las costumbres de la civilización y las costumbres de los salvajes. Es hora de que madures y veas como es el mundo… en lugar de jugar en tiendas sucias. Además le explicó en qué consistía esa profesión:

Vamos a los desiertos mas áridos y a las selvas más oscuras, y nos da igual comerciar con un rey o con un salvaje, o si vivimos o morimos. En algunos lugares por los que      pasamos verás que el comercio aún no ha entrado en la vida de sus gentes, que viven como insectos paralizados. No hay personas más listas, por no decir más nobles, que los comerciantes.

La organización de la expedición, pues en eso consistía fundamentalmente esas correrías, demandaba mucho preparativo, no solo la selección de los participantes, la negociación de su remuneración y otro tipo de recompensas, la búsqueda de financiación adecuada, su forma de pago posterior, la mercancía a negociar, el mismo recorrido como tal y toda la parafernalia que acompañaría a la caravana como si fuera un circo rodante o más bien un espectáculo itinerante, con tambores, danzas y otros instrumentos musicales de animación, toda una fiesta. Mas la que hacían por la noche algunos cargueros seleccionados por  Mohammed Abdalla, sodomita conocido, por sus gustos.

El cargamento  estaba constituido por herramientas de hierro, tales como azadas y hachas de India, navajas americanas y candados alemanes, así como por telas de diferentes clases: percal, kaniki, algodón blanco, bafta, muselina, kikoi. También botones, abalorios, espejos y otras bagatelas que se usarían como obsequios.

Las excursiones no estaban exentas de peligros, amenazas y riesgos por la propia vida, como el caso que les ocurrió frente al impredecible Chatu, a quienes previamente una avanzada le había ofrecido regalos que rechazó, pues ya había manifestado No os hemos pedido que vinierais y no sois bien recibidos. Vuestras intenciones no son generosas, y vuestra visita solo nos ha traído desgracia y calamidad. Habéis venido para hacernos daño. Cuando estuvo frente a ellos, furibundo, agregó:

 ¿Creéis que somos unas bestias que deberíamos seguir aceptando que nos traten así? Todos esos artículos que traéis con vosotros nos pertenecen, porque todo lo que produce la tierra es  nuestro, por eso vamos a quitároslo.

A lo que Aziz. osadamente, respondió: todo lo que traemos es nuestro con justicia y hemos venido a trocar estos artículos por marfil, oro y cualquier cosa de valor. Chatu antes de expulsarlos manifestó el interés de enseñar modales a uno de los integrantes de la caravana y escogió a Mohammed Abdala, a quien dos hombres sujetaron y otros empezaron a apalearlo, casi hasta el desfallecimiento, y con la sangre que manaba más se enardecían en la enseñanza. Cuando pararon, su cuerpo se sacudía espasmódicamente.

Estaban en una encrucijada, si se quedaban en el pueblo, morirían de hambre, igual si se iban sin sus pertenencias, o podían ser recapturados. El destino les sonrió el día en que a media mañana, una columna de hombres entró en el pueblo. Al mando de los recién llegados iba un europeo, que los condujo directamente al claro que había delante de la residencia de Chatu.

Las ricas descripciones de todo tipo de situaciones nos permiten casi que conocer ese ignoto territorio, sus diferentes comidas, costumbres, tipos de pobladores, sus mitos, leyendas, supersticiones, creencias, formas de expresión, tipos de familias, etc. Su lectura es como participar varios meses en dicha caravana y soportar inclemencias, sufrir desprecios, castigos, humillaciones, pero también disfrutar instantes inolvidables que marcaron a sus protagonistas.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas*

Desarraigos

El comunicador social-periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, Esteban Duperly (Medellin, 1979), nos presenta en la COLECCIÓN LINCE, de Angosta Editores, su primera novela Dos aguas, con la cual participó en el Premio Nacional de Novela 2020 del Mincultura, al lado de escritores de renombre como William Ospina, Orlando Mejía Rivera, Julio Paredes y Sara Jaramillo.

En una cautivante descripción, nos narra los conflictos entre dos visiones, dos culturas, dos formas de afrontar la vida, ambas válidas dentro de cada contexto, pero enfrentadas pueden crear conflictos difíciles de resolver, que además van incubando venganzas que pueden llegar a ser fatales.

Se trata de las historias de unos inmigrantes europeos, a quienes han dado en llamar alemanes, aunque eran austríacos, y unos raizales caribeños encarnados en un pescador negro, el Boga, quienes por azares del destino terminan enfrentados por la posesión de un terreno que habitaba el negro y que supuestamente no tenia dueño legitimo, hasta que llegaron los alemanes a desalojarlo por haberle comprado a otro más ambicioso y poderoso que el Boga.

El terreno en mención, no era más que una franja de tierra casi estéril, arrebatada al mar, todo aislado por un manglar compacto, que la rodeaba por los costados y por detrás, en la cual solo había una coquera y el humilde rancho que habitaba con Flora su mujer, allí sólo se aventuraba a visitarlos un indio, pariente de su esposa.

Las descripciones sensoriales son tan minuciosas y casi poéticas como la primera frase del libro, cuyo relato nos cautiva de entrada:

Un zancudo rozó su oreja y se perdió en lo oscuro. Quieto, envuelto en la hamaca, el Boga escuchó los movimientos de la noche: las hojas de las palmas agitarse con la brisa, las olas deshacerse en la orilla, un coco caer sobre la tierra, una babilla entrar al agua en el manglar. Una chicharra tras la puerta. El silbido alto de un murciélago. Eran los ruidos de siempre en la madrugada del Golfo. Permaneció así, alerta a la vibración distinta que lo había sacado del sueño. Hasta que, de nuevo, un sonido ajeno viajó en el viento: desde el mar vino una expulsión de aire, una gran respiración.

Los alemanes están constituidos por Bernhardt y su hermano menor Moritz, sus esposas Elise y Marianne, Marckus el hijo mayor de Moritz, Fernanda la niñera española y los cuatro pequeños. Su vida había sido un continuo peregrinar, escapando de sus perseguidores quienes inicialmente habían sido sus amigos, pero que terminaban por denunciarlos siempre confundiéndolos con nazis, o con judíos según las circunstancias, o hasta con delincuentes. Su partida invariablemente asociada a ventanas con vidrios rotos y a humillantes castigos e inmisericordes torturas, a Bernhardt y a su indefenso hermano.

Por su parte el Boga también tenía su historia de desarraigo que inició con la expulsada del playón en donde había nacido, se había instalado en un baldío que solo tenía una coquera, hasta que apareció Cabarcas un pardo indiano, acompañado de un peón con escopeta, a desalojarlo, aduciendo su propiedad, pero finalmente tranzaron verbalmente en compartir el producido de los cocos. Cuando iba a llevarle la plata de la venta a unos panameños contrabandistas que en una goleta fondeaban frente al pueblo, ambos se tomaban una cerveza y el contrato sin papel quedaba refrendado.

El Robinson Crusoe moderno, cansado de esa perenne diáspora, después de muchas vicisitudes, recaló en nuestras tierras caribeñas buscando un sitio ojalá deshabitado o al menos sin vecinos, ni curiosos cercanos, con el fin de recomponer su vida y la de los suyos y esto fue lo que lo cautivó:

La costa era una cinta gris de playa que a veces ni siquiera existía, porque el manglar puro limitaba contra el océano. Una masa verde de árboles, muy compacta, nacía en la orilla y se extendía hacia adentro hasta terminar en un sistema lagunar de aguas color té, que regresaban al mar rompiendo el continente y formando bocas en la arena. Bernhardt intuía que todo aquello no estaba habitado. Pero había un trozo de costa en donde el mangle entraba en tregua y, en cambio, los penachos de decenas de palmas de coco explotaban hacia el cielo como fuegos artificiales.

Concluyó que ese era el sitio ideal, para evitar lo afirmado por Sartre “El infierno son los otros”, lo cual le había acrecentado la desconfianza hacia los demás. Pero de desplazado pasó a  desplazador, al tratar de tomar posesión de lo pagado a Cabarcas y refrendado no se sabe cómo en oficinas públicas. Tuvo que recurrir al desalojo pues obviamente el Boga no iba a dejarse sacar de nuevo. La intervención de la fuerza pública en el desalojo, arrasando con todo lo del negro, le rememoró tristes episodios e hizo que interviniera para no hacer más destrozos en lo poco que quedaba de los haberes del pescador.

Bernhardt y su hermano, además de excelentes mecánicos, eran muy recursivos e inventores natos, así fue como empezó la transformación del predio: construyeron una vivienda amplia y cómoda en forma de U con dos alas, una para cada familia y un área comunal para comedor, cocina y estar. En lugar de letrina, instalaron inodoros con agua corriente, que ellos mismos canalizaron, instalaron un tanque de abastecimiento de agua para consumo doméstico, contaron con planta eléctrica y nevera; el suelo lo mejoraron con abono natural y lo adecuaron para sembrar frutas y plantas adicionales a los cocos.

Por su parte el Boga, en su desplazamiento le tocó tumbar y secar el manglar, pues ese si no tenía dueño, creía él. A punta de machete y perseverancia, iba poco a poco adecuando su hábitat, pero secar el manglar era como llenar un colador. A la tierra se la tragaba el agua; la empapaba y la disolvía. Para poder subsistir tuvo que emplearse como pescador en el boliche del Perico, en donde su trabajo y conocimientos ancestrales fueron bien valorados, pues su desempeño lo confirmaba.

El resentimiento y la desconfianza mutuos hicieron mella en la relación, a tal punto que no solo evitaban contacto directo, sino que cualquier colaboración, por necesaria que fuera estaba descartada, así los separara solo un lindero físico. Esa animadversión se convirtió en actitudinal, a pesar de que Flora obraba en varias oportunidades como conciliadora. Si los alemanes habían logrado domesticar la tierra, era poco lo que sabían del agua y su furia, por eso, cuando las fuerzas de la naturaleza se desataban, aunque los nativos conocían los presagios, ellos los ignoraban. Y así se incubó la venganza:

Al final de la tarde, el Boga se sentó a ver pasar las lagartijas de colores que se alimentaban apuradas porque también presentían la borrasca, mientras guardaba detrás del esternón la dicha pequeña de no poner al blanco sobre aviso.

Las mezquindades de parte y parte constituían nuevos elementos en esa pugna: la negativa de transportar por una urgencia a Flora, la no venta en la playa de pescado aduciendo que ya estaba todo vendido, y la mofa al defecto físico del caminado de Moritz, el no querer auxiliar a éste tras una picada de medusa que el Boga sabia como tratar, etc. Ni ellos mismos sabían qué podría suceder. La naturaleza humana es muy compleja.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

De lo abominable y su reparación

El 18 de mayo del 2022, la REDACCIÓN de El TIEMPO presentó el documental gráfico que tituló Madres de Soacha: una batalla de amor por la verdad y la reparación, en él no solo describe lo horrendo de las ejecuciones extrajudiciales, en la mayoría de los cuales participó el Ejercito Nacional, sino que presenta desgarradoras narraciones de esas madres. Ellas, además de haber tenido que soportar esa ignominia y sufrir luego adversidades, confrontaciones, desplantes y desprecios tienen la certeza de que esos diecinueve jóvenes de Soacha y Bogotá fueron víctimas de esos miserables casos mal llamados falsos positivos, aun esperan se devele la verdad. En el documental se describe:

“No les creyeron, pero sus hijos habían desaparecido. Fueron necesarias 1.042 entrevistas a víctimas, 178 a comparecientes y 402 a expertos y otros actores para que la Comisión de la Verdad avalara los relatos de las Madres de los Falsos Positivos de Soacha (Mafapo), quienes habían denunciado desde el 2008 que sus muchachos no eran ni guerrilleros ni delincuentes, que solo habían ido a buscar trabajo, que se habían ido tras un sueño.”

Se ha logrado determinar que el nivel de preparación de esas abominables acciones implicaba varias tareas, desde los reclutadores de las víctimas, hasta los planeadores de las escenas y los participantes tanto directos como indirectos en esos crímenes. En estos casos la población más vulnerable fue la escogida para dar de baja: desempleados, marginados, drogadictos, aun personas con trastornos mentales. Ante tal grado de salvajismo, el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad afirmó:

Hemos llorado los secuestrados. Hemos llorado los muchachos asesinados por la guerrilla. Hemos llorado los desaparecidos y desaparecidas, pero nada hubo más grave, más terrible, más devastador, que los hombres del Ejército asesinando a 6.402 muchachos.

Nuestro escritor Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962), versátil narrador con varios premios de escritura, tanto nacionales como internacionales, de quien ya se han traducido algunas de sus obras, no deja de sorprendernos con cada nueva novela, en muchas de las cuales se traslucen sus gustos musicales, fílmicos y televisivos, ahora nos presenta en el marco de los falsos positivos una historia llena de incertidumbre, desencantos, deseos de venganza, miseria humana y desarraigo, Cada oscura tumba.

Aparecen personajes disimiles en papeles que giran sobre estas tristes realidades, los abogados defensores de derechos humanos, los familiares de las víctimas y su tristes historias, los victimarios y sus motivaciones, los auxiliadores de ambas posiciones, los sin escrúpulos para cerrar círculos de odio y venganza, los amigos en infortunios y enemigos en abandonos, etc., todo un caleidoscopio de la naturaleza humana, con lo mas loable y lo más miserable.

A una de esas familias pertenece Melva Lucy, quien con su papá, conductor de bus en Bogotá y músico en sus ratos libres, su mamá un poco enferma y su adorado hermano Ánderson, con limitaciones mentales, ahora trabaja en una cafetería, después de dejar un amor en Buenaventura adonde se había ido buscando un mejor vivir. Su hermano, víctima de engaños fue asesinado y luego de mucho buscar, lo encontraron:

Lo seguimos buscando, cada vez más desesperados, y tres días después oímos en las noticias que habían matado al jefe de finanzas de un frente de las Farc en Santander y la locutora leyó el nombre de mi hermano… Le habían puesto un uniforme nuevecito. Las botas también eran nuevas. Muy pequeñas, ni le debían servir.

Lo de su amiga Ivonne y su hijo Duván fue más cruel, pues cinco semanas después, sabiendo lo de Ánderson, se dejó convencer, seguramente en una de sus acostumbradas trabas, pues le gustaba el consumo de drogas, por reclutadores del ejército. A ella le tocó buscar sus restos en una fosa común y luchar con ahínco por limpiar su nombre, el cual habían incriminado como ideólogo de una célula del ELN, Ejercito de Liberación Nacional

Los abogados encargados de defender los derechos humanos de estas víctimas, también han sido coaccionados, amenazados y desplazados por tratar de hacer cumplir las normas, acá aparecen, Gabriel Álvarez Cuadrado, Rosales su amigo, un erudito pero ahogado en la ginebra, además de Consuelo antigua pareja de Gabriel, quien desertó de su arriesgado trabajo en Bogotá y regresó a su natal Barranquilla, abandonándolo todo por miedo después de varias amenazas. Gabriel estaba esperanzado en formalizar su relación con ella a pesar de su ausencia, razón por la cual no frecuentaba otras amistades, pero ella había tomado otra decisión, razón por la cual, muy a su pesar, inició con Paula Cristina un nuevo romance, asumido muy en serio pues temía a la soledad, a tal punto que lo confrontó:

–Eres un hombre honrado, y eso me motiva mucho. Pero no soy joven y no quiero perder mi tiempo. No me inquieta el reloj biológico, tranquilo. Ya no pienso en ser mamá, no sería prudente, pero si me preocupa el reloj, el de todos, el definitivo. Y la soledad. La   soledad real, esa que significa que no puedes contar con nadie, que nadie te va ayudar cuando estés enfermo o impedido.

En todas las audiencias, interrogatorios y demás diligencias surtidas en juzgados, anfiteatros, fosas comunes, etc. los deudos van escuchando y confirmando las dolorosas realidades, sus motivaciones y a veces justificaciones, de lo injustificable, a la vez que los nombres de los perpetradores, por lo cual Melva Lucy supo de Triple Jota y siempre recordaba la altanería del oficial en los juzgados, su gesto de burla cuando se interrumpía el proceso o el juez lo dejaba libre por cualquier tecnicismo, y se olvidaba del perdón.

Fue en la cafetería en donde trabajaba que el azar la puso en contacto con personas extrañas con  quienes se relacionó y luego les confió su desgracia y la imposibilidad de encontrar el castigo merecido, así conoció a don Ignacio El suave, quien sería el responsable de saldar esa deuda para quedar en paz con su zozobra. La relación se fue afianzando y luego terminaron compartiendo lecho en el apartamento de él, no con mucha pasión, pero si con mucha delicadeza, lo cual la satisfizo:

Aceptó hasta con alivio una sexualidad que excluía las proezas de otras épocas. Mientras él desnudaba sus carnes marchitas, añoró los cuerpos jóvenes que había disfrutado en el pasado, pero tenía que reconocer en sí misma las señas inequívocas del paso del tiempo y complacerse en la tranquilidad que daba compararse con alguien  que estaba en sus mismas condiciones. Era liberador.

Ante una perentoria disyuntiva de resolver el conflicto recurriendo a la justicia por mano propia, ante las demoras, trabas y obstáculos en la solución del conflicto judicialmente, del caso de su adorado hermano, los temores se exacerbaron, las dudas afloraron confundiéndola de tal forma que su estabilidad emocional tambaleaba.

En un momento feroz pensó que por fin su hermano seria vengado. En otro se preguntó aterrorizada que tantos muertos había en el pasado de ese hombre que la esperaba al otro lado de la puerta.

Tuvo tiempo suficiente para dilucidar esta decisión, pero lastimosamente no tenía con quien compartir la angustia que le causaba tener que tomar ahora sí, su vida y la de otros en sus manos. Había aprendido que las oportunidades se toman o no, pero siempre sería uno el responsable de sus actos u omisiones, Quería memorizar su expresión de derrota, de miedo. No había odiado nunca a nadie como lo odiaba a él. Lo odiaba tanto como tenia presente a Ánderson. Más confusión:

Había insistido en que quería ver morir a Triple Jota, pero ahora volvía a dudar de su empeño. Ya ni siquiera estaba segura de quererlo muerto. Temía además que don Ignacio cometiera algún error. La posibilidad de perderlo se había aposentado en su mente durante los últimos minutos. Le gustaba tenerlo, sentirse deseada y protegida, contar con alguien en el mundo, aunque fuera él, un asesino.

Solo nos resta confiar en que algún día, no muy lejano, estas bestialidades sean esclarecidas, las victimas reparadas y que jamás se repitan, así resplandecerá para todos un nuevo amanecer.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

Ecos  de la FILBO 2022

Después de dos años de ausencia física, regresó con ímpetu la presencialidad para la realización de la versión treinta y cuatro de la Feria Internacional del libro de Bogotá, FILBO, la cual ha sido posible desde 1988 gracias a la alianza entre la Cámara Colombiana del Libro y Corferias. Este evento reúne a todos los actores de la cadena del libro (autores, editores, correctores, traductores, distribuidores, agentes y libreros), quienes junto con sus lectores conforman este ecosistema del libro que cada año crece y se fortalece.

Del 19 de abril al 2 de mayo del 2022, se ofreció una amplia muestra literaria, cultural y profesional para público infantil, jóvenes y adultos con la presencia de más de 500 expositores, 1.500 actividades e invitados nacionales e internacionales, de treinta países convocados, que mostraron lo mejor de la producción editorial del último año. El invitado de honor en esta edición fue la República de Corea. Las palabras de S. E. Choo Jong-Youn, su embajador, fueron precisas:

“Que el tema central sea la convivencia, es muy adecuado dadas las circunstancias actuales, en las que todo el mundo está sufriendo por la nueva calamidad. Ahora el mundo está entrelazado estrechamente por interdependencia. Por lo tanto, los conceptos como egoísmo estatal o nacionalismo extremo no pueden sobrevivir más. Tenemos que buscar un modo de vivir juntos”.

La respuesta a esta convocatoria expresada en su eslogan “Vuelve para que vuelvas”, fue atendida por 517.000 personas, además de los participantes a través de las presentaciones compartidas virtualmente. Fuera de las actividades en Corferias, se realizaron otras 110 en librerías, bibliotecas, colegios, universidades y otros espacios culturales. Dentro del evento hubo exhibición, lanzamientos y venta de libros, presentaciones de los autores, charlas, talleres, clubes de lectura y otras actividades afines a estas ferias.

En esta versión se tuvo la posibilidad de participar virtualmente, y aun se puede hacer por medio de los videos que quedaron de varias de las charlas con algunos de los escritores, quienes siempre nos dejan motivados a seguirlos a través de sus creaciones, o a revisar de nuevo sus afirmaciones, para un crecimiento intelectual tan necesario como alimento para el espíritu.

Para una colaboración como esta es difícil la selección, pues cada autor tiene su mensaje, algunas veces cifrado, otras más explicito, pero ya será el lector quien considere si se acierta en las afirmaciones hechas. Además de algunos escritores colombianos, también se comentará de otro grande de las letras rumanas, Mircea Cărtărescu, poeta, novelista y gran pensador.

¿Conversan la ciencia y la literatura? ¿Dos mundos distantes?

Para dilucidar esta pregunta se convocaron al filósofo y escritor Leonardo Ordoñez Díaz y a Mary Julieth Guerrero, editora, quienes conversaron con María Mónica Monsalve, sobre sus libros Ríos que cantan, arboles que lloran y Los caminos que nos unen (Cuentos colombianos desde la ciencia y la naturaleza), una compilación de once cuentos de autores diferentes.

Afirma el filósofo que la relación entre la ciencia y la literatura, es algo que las complementa, las potencia, y mejora la comunicación de los resultados de la una con el lenguaje de la otra, pues muchas veces la transmisión del conocimiento por parte de la ciencia, parece algo esotérico, con un lenguaje que requiere precisión, pero que muchas veces se abusa, como si no se quisiera revelar algo.

En ese sentido son ambas publicaciones, que tratan sobre temas ecológicos y se desmitifica el concepto de la lucha del hombre con la selva, considerada como un infierno, o como algo paradisiaco, pero siempre frágil. En estos relatos se habla de bioeconomía, turismo científico, trabajo con excombatientes, etc. Se pretende mostrar los daños ecológicos, la explotación de la naturaleza, los desastres de erosión, la deforestación y del cambio de usos del suelo y los problemas asociados con la ganadería. También se pretende darle voz a quienes están en el terreno.

A propósito vale la pena mencionar al escritor Juan Villoro quien acota: Con buenas intenciones, pero en forma equivocada, se habla de “salvar el planeta”. La verdad sea dicha, la biosfera puede seguir adelante sin nosotros. Lo que está en juego es nuestra residencia en la tierra. O como preciso Leonardo Ordoñez, la biodiversidad no implica la naturaleza librada a sus propias fuerzas en ausencia de los seres humanos, estos pueden ser sus jardineros. Procurar relaciones simbióticas con la selva. Primero se debe tomar conciencia y luego tomar medidas.

Esa relación ciencia y literatura pude ser explicada con el simple verbo contar y sus acepciones. Contar como enumerar, referido a lo cuantificable, la matemática, la ciencia. Contar como relatar una historia, establece raíces comunes entre ciencia y literatura. Contar como concepto de solidaridad “yo puedo contar contigo”, se trata de una relación ética que concierne también a la ciencia y su construcción colectiva.

El poder y la literatura. Charla con periodistas y escritores.

Jorge Enrique Botero y León Valencia conversan con Hernán Darío Correa sobre sus libros Blanca oscuridad y La sombra del presidente. Como marco de referencia de esta actividad, el moderador introduce una nota de Gabriel García Márquez:

La verdad parece ser que la literatura, el periodismo y la política se complementan, siempre que todos se mantengan a distancia de la vida real, con la ventaja a favor de la literatura de que esta nos permite la expresión natural de sentimientos vitales, como la compasión y la nostalgia y para resolver mejor esa dosis de escepticismo que nos viene dada en la vida, que se alimenta de ella y a la cual no se resignan los políticos puros que le tienen miedo a su corazón.

La pregunta básica fue ¿Cómo y por qué llegaron a la escritura literaria, desde el periodismo, la política y la investigación? Jorge Enrique Botero manifiesta que al narrar crónica y esta desborda las posibilidades de interpretación, hay que recurrir a la literatura, sin sacrificar la verosimilitud, pero conservando cierta privacidad. León Valencia tiene vivos recuerdos del grupo de lectura que tenía dos veces a la semana, su padre, en el cual conoció La Ilíada, La Odisea, Don Quijote y muchos otros clásicos. Su papá le vio futuro, pero él se fue para la guerrilla. Cuando regresó se dijo voy a cumplirle a mi padre.

Ambos han utilizado personajes de la vida real, pero en clave de ficción. Confesiones relatadas sin nombre, aclaran eso no es periodismo. Han narrado amores, odios, venganzas, secuestros y todo lo relativo no solo al llamado bajo mundo, sino al no tan bajo, pero igual de asqueroso. Han logrado desentrañar la forma como los mafiosos adquieren espíritu político, con juicios, ideas y formas de actuar. De la misma manera los políticos han ido adquiriendo espíritu mafioso. Toda esta ficción, corroborable en la realidad, aunque con nombres, lugares y fechas diferentes. Ambos escritores afirman la vida colombiana se presta mucho para hacer ficción. A pesar de tantas tragedia, basura e ignominia, la vida sigue encontrando por donde brotar, para rehacerse y buscar otros rumbos, recuperar la esperanza.

Debate: la enfermedad, el dolor y la escritura.

Sobre el tema, Ángela Jiménez conversó con los médicos y escritores de Manizales, Octavio Escobar Giraldo y Orlando Mejía Rivera. La actividad médica comienza con una rigurosa investigación desde los signos y síntomas del enfermo, para hacer un acertado diagnostico. Esa investigación clínica es similar a una búsqueda policiaca. De allí saldrá la aplicación de una adecuada terapéutica.

Pero las similitudes de la novela con la realidad continúan. Todos somos escritores de nuestra historia, y la gente que no se narra su propia vida como un acontecer literario, es gente vencida emocionalmente. Siempre estamos reinventando nuestro pasado, para seguir existiendo, sino la realidad se nos vuelve un drama aplastante.

Manifiestan con claros ejemplos de que la literatura no solo es un placer, sino que nada funciona mejor contra el dolor y el miedo, igual que cualquier otra expresión que a uno le guste: cine, teatro, pintura, danza, etc., el placer estético como narcótico. Igualmente nos proporciona la posibilidad de vivir otras vidas. De esa manera se deja de ser la persona que está enferma, viviendo otros personajes, y así emocionarse, reír, sentirse en otros lugares, otras épocas y otras situaciones.

Como la lectura va de la mano con la escritura, esta nos proporciona un proceso de autoconocimiento, de entendernos, para poder entender a los otros y así superar lo de “el infierno son los otros”, de Sartre y más bien aceptar la alteridad, la otredad, la de  “Los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros…”, de Octavio Paz.

En sus libros Chejov mentía. Diez médicos escritores y Shakespeare y la clínica, Octavio Escobar y Orlando Mejía, nos muestran lo anterior y muchas otras consideraciones más. Con el ejercicio de su profesión de médicos, dan lustre a la Medicina y con sus escritos nos permiten acceder a otras realidades y compartir lo imaginado e investigado por ellos.

Escritura, sueños y realidad con Mircea Cărtărescu

Mircea Cărtărescu  (Bucarest, 1956) es un poeta, prosista y novelista, casado con la escritora rumana Ioana Nicolaie. Es considerado por la crítica literaria el más importante poeta rumano contemporáneo. Nuestro escritor Santiago Gamboa fue el encargado de entrevistarlo.

Como poeta, es preciso en sus apreciaciones y considera que poesía e infancia son un pleonasmo, ya que para contemplar la belleza en la naturaleza, se debe permanecer como un niño, sin la capa de oscuridad social, sin las preocupaciones de los adultos, solo alegría. La palabra poesía unida a la palabra libertad, definen al poeta, quien vive para irradiar alegría al resto de los humanos.

Considera que la poesía requiere síntesis, mientras que la novela permite expansión. De su paso de la poesía a la novela, puntualiza que, donde termina la poesía comienza la prosa y luego la filosofía, la teología y el regreso a la poesía. De todas maneras existe poesía en la prosa, no son géneros excluyentes, se retroalimentan: “El narrador pega en su prosa gotas de poesía”.

Se explaya explicando poéticamente la relación sueño, novela y poesía. Afirma que, si la gente no soñara, todos los novelistas serían realistas, y que además no existirían ni la religión, ni la filosofía, ni la intuición que tenemos un alma. Los sueños son la clave de la creación, nos hacen descubrir la vida interior y disfrutarla plenamente. Así ha construido su obra. De ellos dice:

Todos tienen una parte onírica porque a mí me interesa algo que interesa a pocos, que es la vida interior, eso que la sociedad actual sacrifica con mayor frecuencia. Hemos sido empujados por una especie de corriente realista que nos hace olvidar cuál es nuestra vida verdadera, olvidamos que somos criaturas humanas con un interior tierno y olvidamos que soñamos, que tenemos ensoñaciones, que tenemos de vez en cuando         alucinaciones, olvidamos que tenemos sentimientos.

Son tantas y tan bellas sus apreciaciones, que no duda uno en volver sobre esa entrevista para aprender a valorar aquello que tantas veces hemos visto, sin admirar.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Ajuste de cuentas

Cuando un padre o una madre piden a su hijo, cada uno a su manera y por aparte, que le cuente, qué ha sido de su vida, algo anormal ha sucedido, pues siempre la pregunta la hace el hijo a sus padres. La respuesta a su madre, de quien poco conoció de niño, pues a los tres años los abandonó a él y a sus hermanos, trató de reconstruirla con fragmentos de escritura que fue elaborando en libretas de apuntes, a través de sus años, y que constituyeron un libro que ella tampoco pudo conocer.

Esta extraña paradoja será la que abordará José Zuleta Ortiz, hijo de Estanislao Zuleta y María del Rosario Ortiz, quien nació en Bogotá en 1960 y vive en Cali desde 1969. Es director de la Revista de Poesía Clave y Coordinador de la agenda literaria de la Biblioteca Departamental del Valle. Ha ganado varios premios nacionales de poesía y cuento, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura en 2009. Ha publicado cinco libros de cuentos y cuatro de poesía. Algunas de sus obras han sido traducidas al francés, inglés, portugués, italiano y holandés. Su libro, Lo que no fue dicho, del cual afirma es una biografía novelada, desde el inicio nos atrapa:

En Lisboa nos alcanzó la noticia: «Ha muerto tu mamá», decía el mensaje de texto. No lloré. Entré en un retraimiento profundo. Silencio retrospectivo. Un dolor minucioso buscaba el extremo del hilo para rehacer el tejido. Los primeros recuerdos a su lado son frágiles, fragmentos de niñez, retazos de sueños. Lo cierto         es que cuando tenía tres años mis padres se separaron y no la volví a ver ni a saber nada de ella hasta que tuve veintisiete.

 … Recordar mi historia para contarla a mi madre será como armar un sendero con fragmentos, piedras claras, oscuras, mosaico de una vida truculenta y azarosa. Una vida nómada, nómada, sin tribu. Y que nunca oirá.

 Cuando José tenía tres años y vivían en Bogotá, sus padres se separaron. Su papá lo llevó con Silvia, su hermana mayor y Fernando el menor, a Medellín, donde Margarita, su madre, y abuela de ellos. Ella tenía un taller de costura en donde confeccionaba trajes de novia para jóvenes de alta sociedad, y sería allí en donde tendría su primer curso de estética, belleza y alta cocina, además de una formación moral y práctica, al lado de su inolvidable abuela de la cual aprendería lo fundamental para salir airoso en la vida y a quien dedicó el libro. Comprendí con la abuela que la belleza debe contener misterio, insinuación, silencio. El exceso es torpeza… el deseo también reside en el ocultamiento. El deseo es imaginación.

A los dos años de estar con la abuela, su papá con su nueva esposa Yolanda, regresó por ellos. Y se fueron a vivir a Bogotá, en donde tendría la certeza de que en la vida saldría airoso de cualquier dificultad, si la sabía afrontar con entereza y valor. Tendría unos seis años, pues estaba en grado tercero, jugaba en su colegio y sin darse cuenta lo dejó el bus que debía llevarlo a casa con sus hermanos, desde Normandía hasta Chapinero, unos nueve kilómetros. Decidió hacer a pie el recorrido del bus. Comenzó a las dos del medio día y así lo fue cogiendo la tarde y luego la noche.

Ese día, por primera vez, supe que podría enfrentarme al mundo. Sentí una fascinación nueva, quise vivir aventuras… Pero me había asomado a mí mismo, había gozado el desafío. Algo se inauguraba en mi carácter, algo definitivo. Lo último que ocurrió aquel día fue que entre dormido y despierto escuche a mi padre decir con orgullo:

–No pidió ayuda, no se aterrorizó, logró hacerlo solo. Es un niño distinto.

 A los amigos de su papá, León de Greiff y sus hijos, les tiene mucha gratitud por haberle transmitido saberes para su formación, a Boris quien le enseñó a mover con destreza las piezas del ajedrez, lo cual no solo se constituiría en una inmensa pasión, sino que le serviría para analizar al tomar decisiones, y ser atrevido, pero precavido. Y a León, quien le recalcaría: en la vida vas a encontrar abismos y puentes, dificultades, desesperación, entonces escribe, las palabras son lo único que tendrás cuando ya no haya nada.  

En esa misma época después de unas vacaciones en los Llanos Orientales, contrajo la malaria y las fiebres lo hundieron en el delirio y el temor a la muerte, que aunque aún no había vivido mucho, no sabía lo que perdía. Las siete semanas de convalecencia las supo aprovechar para hacer lo que más le gustaba, leer, y logró captar la musicalidad de los textos.

En razón a las actividades académicas de su padre, resultaron trasladándose a Cali, sería el séptimo trasteo en ocho años. No les buscaron colegio y en su caso su educación llegó hasta tercero de primaria. Esta situación le produjo nostalgia, pues no alcanzaba a comprender lo que sucedía, cuando veía a sus compañeros rumbo al colegio:

Verlos subir al bus que los llevaría al futuro, a la vida, me ensombrecía. Una tristeza rebelde se aposentaba en el silencio. Mientras los amigos de la cuadra desaparecían de mi vista, rumbo al colegio, pensaba que a mis hermanos y a mí ya nos había dejado el bus de la vida.

Los roces con su papá comenzaron a aflorar y no desperdiciaba oportunidad para confrontarlo. A propósito lo habían llamado para ayudar en la reconciliación y la paz de los colombianos, entonces le preguntó –¿Eres capaz de reconciliar a los colombianos y no puedes hacer las paces con la mamá?

Esa confrontación se fue agudizando, pues todo lo que decía o hacía le molestaba a su progenitor, y viceversa. Como se pensó que era por la adolescencia, resultó en sesiones de psicoanálisis, las cuales lo exasperaron no solo a él, sino al terapeuta, quien decidió no seguirlo recibiendo, y ahí surgió otro encontrón:

            –¿Entonces soy un caso perdido?

            La ironía con que lo dijo lo sacó de casillas, me gritó:

            –Te crees más de lo que eres. No juegues con eso, no cometas ese error.

 –Si –respondí–: en este juego de ensayo y error con nuestra vida, usted es el que ensaya  y nosotros,   sus hijos, somos el error.

El lejano recuerdo de su madre, la hostilidad de su padre y los continuos reproches mutuos, que lo hacían sentir “un huérfano con los padres vivos”,  fueron los detonantes de su partida antes de cumplir sus quince años, después de escribirle a su abuela sobre la caldera con demasiada presión a la que estaba sometido, a tal punto de repudiarse el mismo y tener ideas macabras y lúgubres. Se fue lleno de miedo y fascinación. Se sintió muy capaz de afrontar su futuro, fuera el que fuera.

Después de mucho trasegar, convivir con extraños, superar carencias, afrontar dificultades, arrostrar peligros, aceptar que nadie es indispensable y salir airoso, pudo afirmar:

Vivía una vida en la cual nadie miraba mi destino, nadie me apoyaba a cambio de algo.  Cada trozo de comida, cada mañana, cada camisa, las había logrado yo. Nadie observaba ni comentaba mi vida, eso es libertad. Nadie interpretaba mis actos, mis sueños eran sueños y solo yo sabía que querían decir: nada. “los sueños, sueños son”.

Aunque no tuvo una educación formal, las enseñanzas precozmente recibidas de su abuela marcarían su original destino no solo en lo material, sino en lo intelectual y en la forma de afrontar el mundo. Una cosa es vivir y otra durar. Nunca lo olvides. Que tus días no sean idénticos. No te repitas. Ten el valor de no ser trascendental. 

Con la muerte de su padre vino el remordimiento y el comienzo del ajuste de cuentas: No alcanzaste a leer nada de lo que había escrito. Nunca te envié lo prometido. Eso duele más que nada. Me sentí culpable de haberte hecho sufrir. Después percibí que todos nos sentíamos culpables, de una u otra manera, por una u otra razón. La culpa compartida aliviana, permite. Y luego con su mamá en el lecho de enferma, la escuchó balbucear: –Perdóname. Me asaltó una ráfaga de amor, quise darte un beso, creí que ibas a morir y que estabas buscando paz para hacerlo.

El libro de José Zuleta Ortiz, como lo admite en múltiples entrevistas, no ha sido para juzgar a sus padres, sino mas bien para cumplirle a su madre quien le pidió que le contara su vida, la cual no conoció, y como tributo a su padre quien le había pedido le mostrara algo de lo que escribía, aunque ninguno de los dos lograron leerlo.

Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

Disección social   

 Santiago Gamboa Samper (Bogotá1965), hijo de la artista y pintora Carolina Samper y el historiador del arte Pablo Gamboa Hinestrosa, estudió Literatura en la Universidad Javeriana, luego se licenció en Filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, y en  Literatura cubana en La Sorbona de París. Ha sido un ciudadano del mundo con residencia permanente en varios países europeos, lo que le ha permitido superar una visión parroquial para analizar la realidad que lo circunda.

Su primera novela, Páginas de vuelta, fue publicada en 1995 y la crítica consideró que rompía “todos los caminos recorridos por la más reciente literatura colombiana”, y representaba el resurgimiento de la novela urbana. Su creación literaria ha sido ampliamente acogida y cada nuevo libro constituye motivo de reflexión sobre su temática expuesta.

Han sido dignos de mencionar Perder es cuestión de método (1997), Los impostores (2001), El síndrome de Ulises (2005), Necrópolis (2009), Plegarias nocturnas (2012), Una casa en Bogotá, Volver al oscuro valle (2016) y Será larga la noche (2019). Ahora nos ofrece Colombian Psycho (2021), la cual expone una radiografía de las desigualdades, mezquindades y diferentes manifestaciones de violencia que caracterizan nuestra sociedad.

Aunque a través de la ficción se pueden vislumbrar y describir comportamientos de toda índole, en el caso nuestro, la mayoría de las veces la realidad supera la ficción, pero justamente en este libro se hace una descripción tan cruda y detallada de las maldades cometidas por los seres humanos, que lo único que faltaría para contrastarlos con la cruda realidad seria cambiar los nombres de los protagonistas para identificarlos con las acciones descritas.

La tensión comienza en el primer párrafo y de allí se desata toda la trama que nos atrapa inmediatamente:

Una solitaria mano emergiendo de la tierra, como si se hubiera cansado de reposar entre el cascajo y las hormigas y, de repente, quisiera mostrar algo. O simplemente decir: “Aquí estoy, ahora deben escucharme”. Todo a causa de las fuertes lluvias. Un torrente de agua excavó un profundo surco e hizo salir hasta las piedras más lejanas, por fuera de su silencio y su secreto. De ahí surgió esa mano huesuda, ennegrecida, casi metálica, en los Cerros Orientales de Bogotá.

Por eso, después de acordonar el área y tras una búsqueda minuciosa los agentes del CTI lograron encontrar, en diferentes sitios, unos huesos enterrados hace varios años, que correspondían a los brazos y las piernas, pero ni rastro del torso y la cabeza. Se encontraban con un caso de otro desaparecido, lo cual planteaba una situación complicada de investigar, pues la realidad es muy compleja, como se lee el tres de abril del 2022 en el diario El Tiempo, donde informaba:

La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) presentó esta semana el primer portal de datos que consolida la información sobre los desaparecidos en Colombia durante el conflicto y los avances del Registro Nacional de Fosas Cementerios Ilegales y Sepulturas.… estableció que en Colombia se ha documentado la desaparición de 99.235 personas en el contexto y en razón del conflicto armado, de las     cuales 90.088 continúan desaparecidas… En cuanto al Registro Nacional de Fosas, clasificó 4.234 sitios donde pueden estar ocultos cuerpos, de los cuales 3.987 se encuentran en estudio, 109 fueron confirmados, 101 permanecen como lugares presuntos y 37 fueron descartados.

Con el ADN de los huesos se comenzó una pesquisa exhaustiva para tratar de identificar la víctima, pero no fue posible, hasta que se dieron cuenta que lo que a primera vista parecía un descuartizamiento, al analizar con detenimiento, el biólogo forense se percató de que eran amputaciones realizadas con toda la técnica quirúrgica requerida para preservar el paciente con vida. Reorientaron la investigación y en la página 68, de las 583 del libro, aparece el paciente en la cárcel La Picota condenado a treinta y siete años por uxoricidio.

Que una persona como estas se encuentre en la cárcel, condenado por feminicidio agravado, trafico de drogas, torturas, extorsión y paramilitarismo, y que además le hayan rebanado el pene y los testículos, denota la cantidad de enemigos, rivales y competidores que tenía, y muestra el salvajismo al que puede llegar el ser humano y los resentimientos que genera en sus víctimas, su actuación. La venganza puede superar a veces el castigo infligido.

En un caleidoscopio muy bien logrado, Santiago Gamboa nos presenta lo mejor y lo peor del ser humano, ejemplarizado en la extrema violencia del paramilitarismo, la crueldad de los falsos positivos y la angustia que causaron las dobles morales, la corrupción, el lavado de activos para ocultar ganancias ilícitas, los asesinatos selectivos, la connivencia en todas sus diversas modalidades, pero igualmente protagónicos, aparecen fiscales de investigaciones especiales que con su trabajo permiten desentrañar crímenes y hacer castigar a los culpables, incansables investigadores forenses que con su paciencia y saber científico, ayudan a esclarecer aquellos casos de sadismo extremo que parecen misteriosos, periodistas heroicas que con su labor profesional, a riesgo de su propia seguridad, escudriñan la verdad para sacar a flote las mentiras que corrompen la sociedad.

Lo más difícil de establecer son los determinadores de los crímenes, pues normalmente se captura es a los ejecutores, aunque a veces ni a ellos se logra llegar, o cuando se logra ya están también ejecutados, como lo afirma el fiscal en charla con el forense Piedrahíta: Casi todos los crímenes de este país son de alto turmequé, lo que pasa es que no son ellos los que disparan. El estrato social es la distancia entre el que ordena el crimen y el que aprieta el gatillo.

En cuanto al aporte del periodismo de investigación y su papel en la sociedad, será Julieta Lezama quien lo explicará a un preso al cual fue a entrevistar a la cárcel con el permiso y los controles respectivos:

No soy la ley ni la represento. Soy periodista. Me gusta saber por qué pasan las cosas, que hay detrás de los crímenes, por atroces o jodidos que sean, y luego explicárselo a la gente para que comprendan mejor el país en el que viven y la sociedad de la que son parte.  

El encontrar el dueño de los huesos enterrados, será la partida de una exhaustiva investigación, que no solo permitirá, aunque tardíamente, hallar al ejecutor y determinador, sino que llevará a buscar los móviles, las relaciones de los implicados, las actuaciones de otros peligrosos actores, la trama entre políticos, paras, militares activos y retirados, campesinos desplazados y despedazados y un largo etcétera que mantendrán la tensión durante toda la lectura.

Como recurso narrativo aparece Santiago Gamboa como personaje de su obra y al respecto en una entrevista que le hizo Juan Camilo Rincón de El Tiempo respondió sobre su aparición y  verisimilitud:

Bueno, eso lo debe juzgar el lector. Lo importante para mí es que sea un personaje verosímil. Por eso lo bauticé con mi nombre. Necesitaba un escritor más o menos conocido y, puesto que ese personaje debía sufrir una serie de peripecias incómodas, no me pareció correcto usar a Mario Mendoza o a Héctor Abad, que son mis amigos más cercanos. Por supuesto que me gustó sentirme tan cerca de mis propios personajes, a los        cuales quiero como si fueran hijos monstruosos. El personaje de Santiago Gamboa coincide en algunas cosas con el autor, pero no en todas. Por suerte para ambos.

Debemos tener presente que el mundo actual está inmerso en un desarrollo tecnológico que bien utilizado permite rápida expansión y crecimiento, pero de la misma manera su abuso en la comunicación, a veces con tanta ramplonería y ordinariez exacerba al ser humano y lo conduce a la vulgaridad y al irrespeto por los demás, lo cual va formando una espiral de odios inusitados, y batallas verbales como puede verse actualmente en los debates de toda índole, sobre todo en los políticos. Es por ello que toda noticia divulgada con visos de primicia, debe ser contrastada y verificada su veracidad antes de aceptarla como cierta.

Las relaciones entre el bien y el mal, que permiten mantener el equilibrio de la sociedad, son tan frágiles que se requiere una constante alerta y control en el ser humano para evitar romper ese cristal y una vigilancia permanente de la sociedad para lograr conservar ese balance tan necesario para la sana convivencia.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Nueva Odisea

La realizaremos de la mano de Irene Vallejo Moreu (Zaragoza1979). Doctora en Filología Clásica de las universidades de Zaragoza y Florencia, y escritora española, cuya principal labor ha sido la investigación y divulgación de los autores clásicos. Su más reciente galardón fue el Premio Nacional de Ensayo 2020, por su libro El infinito en un junco.

Al respecto, en septiembre del año pasado, en la Feria del Libro de Madrid, se informó que con más de 400.000 ejemplares vendidos, 41 ediciones y traducido a 32 idiomas, este libro se ha erigido como fenómeno literario, una “insensatez” en forma de ensayo de 400 páginas que nació como el más loco de todos los proyectos, del cual expresó su autora:

No contábamos con tanta gente que después de todo, sí valora los libros y la literatura, la historia e incluso la filosofía, el pensamiento, todas esas cosas que nos dicen que se agotan y, sin embargo, demuestran tener una vitalidad perenne, infinita… La sociedad condena o arrincona a las humanidades y la gente siente necesidad de conocer su pasado, de relacionarse con las generaciones anteriores, de ver cómo hemos llegado a ser quienes somos. Quizá alrededor de “El infinito en un junco” ha aflorado una comunidad, una tribu del libro, que en estos últimos años ha estado escuchando todas estas profecías tan apocalípticas

Como filóloga se dedicó a escudriñar en bibliotecas, museos, centros de pensamiento e instituciones similares, documentos de toda índole, época y presentación con el fin de reconstruir con fidelidad los orígenes, desarrollo y evolución de diferentes aspectos de la cultura, básicamente desde los griegos, posteriormente los romanos, y luego con un exhaustivo recorrido a través de los siglos, hasta nuestros días. Dicho estudio interpretativo del lenguaje, la literatura y sus diferentes manifestaciones, de cada una de las civilizaciones analizadas, constituyeron su tesis de grado. Lo más meritorio de este trabajo es la forma como logró darle presentación, de tal manera que fuera un texto a la vez científico y accesible al público en general.

Así como el filósofo francés Michel Foucault exploró a profundidad lo relacionado con el conocimiento, en su obra La arqueología del saber, lo relativo a la alienación, en Historia de la locura, y sobre el sexo, en La Historia de la sexualidad, Irene Vallejo en su ensayo El universo en un junco, nos hace una inmersión a profundidad sobre el mundo de las ideas y la concreción de ellas en la realidad.

En un recorrido desde la antigüedad, en dos grandes acápites, Grecia imagina el futuro y Los caminos de Roma, nos muestra desde diferentes perspectivas la forma como ese soplo con sonido que constituye la palabra, se transforma en relatos orales que aun conservamos y que luego al poder plasmar esas palabras en algo concreto a través del alfabeto, se logra preservar utilizando diferentes medios físicos.

Se trata de la historia no solo de la conquista de diferentes reinos, sino de la creación, difusión y almacenamiento del conocimiento universal. Nos expone sobre las palabras, las lenguas, las narraciones, las representaciones, las discusiones, los soportes de ese conocimiento por medio de las tabletas de arcilla, los papiros, los pergaminos, las cortezas de los árboles, y otros medios hasta llegar a las hojas de papel que permitirán la elaboración de los libros.

También de ellos nos presenta en apasionante relato su creación, transformación y perfeccionamiento. Estos serán la materia prima de las bibliotecas, los museos, las exposiciones y otros sitios de privilegio, todo lo cual también aparece relacionado cronológicamente en su obra. La escritura como testimonio, su uso para el manejo de inventarios y catalogación, la lectura como acceso al conocimiento, entretenimiento, extensión de la memoria, manifestación de la voluntad, creación de otros universos, etc.

Para referirnos a uno de los iconos de esa narración, mencionemos a Alejandría fundada por Alejandro en el año 331 a.C. cuando tenía veinticuatro años. Se constituiría en la ciudad de los placeres y los libros, la capital del sexo y la palabra. Allí se establecería la Gran Biblioteca con el fin de albergar las obras de todos los autores desde el principio de los tiempos, ya que reunir todos los libros era en cierta forma pacífica, poseer el mundo. Nos enseñaron la forma de preservar los libros de las polillas, del óxido, del moho y de los barbaros con fósforos. Y sobre todo del olvido, haciendo renacer las obras con el contacto de los lectores.

En los anaqueles de Alejandría fueron abolidas las fronteras, y allí convivieron, por fin   en calma, las palabras de los griegos, los judíos, los egipcios, los iranios y los indios. Ese territorio mental fue a la vez el único espacio hospitalario para todos ellos.

En cuanto a los libros, de los cuales se refiere Borges como extensiones de la memoria y la imaginación, sus antepasados, las tabletas de arcilla, tienen más de cinco mil años. Pero el libro de páginas como tal tiene unos dos mil años de edad, pero para su concreción, hubo diversos aportes, siglos de búsquedas, ensayos y errores, a cuya solución contribuyeron muchos anónimos. Umberto Eco afirma sobre ello que pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor. Sobre los primeros afirma Irene Vallejo:

Eran objetos endebles, fabricados con materiales que se deterioraban, se rompían o se disgregaban. La invención del libro es la historia de una batalla contra el tiempo para mejorar los aspectos tangibles y prácticos –la duración, el precio, la resistencia, la ligereza— del soporte físico de los textos.

El entender el pasado, como algo que modela el presente, hace que los clásicos permanezcan y constituyan significados para todas las épocas, razón por la cual cuando Roma subyugó a Grecia, quisieron adaptarse a los géneros por ellos establecidos: la épica, la lírica, la tragedia, la comedia, la historia, la filosofía y la oratoria. Una simple revisión de los planteamientos de Homero justifican ese clasicismo: Aquiles puede elegir entre una vida sin brillo, larga y tranquila, si se queda en su país, o una muerte gloriosa, si se embarca hacia Troya. Por su parte, sobre la vida con sus imperfecciones, sus regocijos, placeres y sabor agridulce, Ulises nos reafirma:

Esa sabiduría nos susurra que la humilde, imperfecta y efímera vida humana merece la  pena, a pesar de sus limitaciones y sus desgracias, aunque la juventud se esfume, la carne se vuelva flácida y acabemos arrastrando los pies.   

Los primeros esbozos de escritura aparecieron en Mesopotamia hace seis mil años, pero sus orígenes son muy oscuros. Luego, en forma independiente, en Egipto, India y China nació la escritura. Por el año 1000 a.C. se encontró, en escritura fenicia, un poema esculpido en la tumba de Ahiram, rey de Biblos. Esa escritura la adoptaron los griegos, quienes a partir de ese modelo inventaron el primer alfabeto sin ambigüedades, no solo con consonantes, sino también con cinco vocales. Lo que facilitó la elaboración de textos, más fluidos. Posteriormente aparecerían los signos de puntuación.

Antes de llegar a concretar los textos que hoy conocemos, fue necesario un largo recorrido, los primeros apuntes eran dibujos esquemáticos, un árbol, una cabeza de res, una jarra de aceite, y todo para manejar inventarios. Luego vendría el dibujar ideas abstractas, el plasmar pensamientos: odio, terror, esperanza, amor, etc. y así la cantidad de símbolos sobrecargaba la memoria y la forma de expresión. La solución fue una de las mayores genialidades humanas, originales y sencillas y de incalculables consecuencias: dejar de dibujar las cosas y las ideas, que son infinitas, para empezar a dibujar los sonidos de las palabras que son un repertorio limitado.

Son muchos aspectos los que faltarían por reseñar: las plumas para escribir y la tinta utilizada, hasta los bolígrafos de hoy en día, los bibliotecarios, los catálogos clasificadores, la prosa y su gran utilización, la lirica y su encanto, el teatro y sus mensajes, la filosofía y sus aportes desde los griegos, hasta los actuales exponentes, en fin, no se puede ser exhaustivo, pues basta con saber sobre la industria editorial, que cada treinta segundos se publica un libro, o sea ochenta y seis mil al mes y de esa producción es mínimo lo que asimilamos, y cada año se destruyen millones de ejemplares, por falta de lectores.

Es así como Irene Vallejo nos brinda una retrospectiva del libro digital al papiro, del mundo concreto al mundo de las ideas. Un largo trasegar desde el origen de las letras a su representación en sistema binario, clave de las tecnologías actuales.

 *Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

 

Dilema moral

Es claro que en las novelas aparecen los hombres no solo con su racionalidad característica, sino también con sus pasiones que son las que más claro los retratan y los impulsan a cometer acciones signadas por lo mejor y lo peor de ellos, y aunque Javier Cercas sostiene que “Un libro es solo una partitura y es el lector el que la interpreta”, y Joseph Conrad afirme que “El autor solo escribe la mitad de un libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector”, siempre tendremos que cualquier novela es la respuesta a una pregunta, aunque en las buenas hay enigmas irresueltos o respuestas difíciles de asimilar.

Esto ocurre cuando nos es muy complicado entender cosas que moralmente pueden parecer repugnantes o contrarias a nuestros principios, o porque las respuestas que se nos proporcionan suelen ser poliédricas, complejas, contradictorias y esencialmente irónicas, y no como quisiéramos: nítidas, inequívocas y taxativas. Esa es la magia que poseen las narraciones de los grandes escritores, quienes viven con el temor constante de no poder volver a hacerlo, o de repetirse.

Un claro modelo de lo expuesto nos lo proporciona el escritor español Javier Cercas (IbahernandoCáceres1962), columnista de El País y quien fuera docente universitario de filología. En 1985 se licenció en Filología hispánica en la Universidad Autónoma de Barcelona y luego se doctoró en la misma especialidad en la Universidad de Barcelona. Su obra narrativa se caracteriza por la mezcla de géneros literarios, el uso de la novela testimonio y la mezcla de crónica y ensayo, con ficción. A partir de su exitosa novela Soldados de Salamina (2001), su obra ha sido traducida en más de veinte países y a más de treinta idiomas. Con ella logró gran reconocimiento y las numerosas ventas le permitieron dedicarse exclusivamente a escribir.

En esta oportunidad nos trae Terra Alta, Premio Planeta 2019, en la cual nos presenta al joven policía Melchor Marín, quien lleva cuatro años viviendo allí, después de haber tenido un oscuro pasado en Barcelona que incluía no solo haber sido consumidor de drogas, sino también distribuidor de coca, convicto por delitos relacionados con narcotráfico y condenado. Los años de encierro le permitieron acercarse a los libros y en ellos encontró respuestas, inquietudes y muchas preguntas irresueltas.

El mismo autor nos dice que en las primeras páginas están todos los elementos de esa narración:

Se llamaba Melchor porque la primera vez que su madre lo vio, recién salido de su vientre y chorreando sangre, exclamó entre sollozos de júbilo que parecía un rey mago. Su madre se llamaba Rosario y era puta.

Y es lo que desarrolla en la novela, un crimen que incluye salvaje tortura, mucha sangre derramada y excesos de violencia; y aunque no faltan la alegría y la pasión, pero también la tristeza, la decepción y la amargura, es todo un caleidoscopio de sensaciones.

Para Melchor, quien nunca conoció a su padre, pero lo identificaba con algunos de los asiduos clientes de su madre, su decisión clave fue volverse policía, para lo cual puso el mismo empeño que había puesto en ser malo y con pocas dificultades lo logró, y en cuanto al uso de armas, ya había tenido su escuela inicial al lado del delito. Siempre tuvo una vida dura, era capaz de cosas que no estaban bien, pero definitivamente era limpio de corazón.

Si la novela plantea un enigma y alguien que intenta resolverlo, ya sea el personaje central o el mismo lector, deben tener en cuenta que el pasado debe ser entendido como dimensión del presente. Por ello Gaspar debe arrastrar tanto con su sórdido pasado, como con su heroico desempeño en una arriesgada operación policial, en donde mostró su garra y su excelente puntería, y como resultado, después de la peligrosa Barcelona nocturna, va a parar al apacible campo, en donde el silencio le perturba y la poca acción lo indispone, hasta que de repente surge la tortura y asesinato del mayor empleador, mas no benefactor de la región y dueño de Gráficas Adell, su esposa y una empleada. Al llegar a la residencia de los Adell, esto es lo que encuentra:

En el aire flota un violento olor a sangre, a carne atormentada y a un suplicio, y una sensación rara, como si aquellas cuatro paredes hubieran preservado los aullidos del calvario al que asistieron; pero, al mismo tiempo, Melchor cree percibir en la atmósfera de la estancia –y esto quizá es lo que más le perturba —un cierto aroma de exultación o de euforia, algo que no tiene palabras con que definir que, si las tuviese, tal vez definiría como la estela festiva de un carnaval macabro, de un rito demente, de un gozoso sacrificio humano.

Obviamente surgen varios interrogantes, los porqués, los sospechosos, las circunstancias y así, ni idea de por dónde empezar. Desde el gerente de Gráficas Adell, Josep Grau, su yerno Albert Ferrer, las empleadas de servicio, los asistentes a la cena del día anterior, en casa de los Adell, en donde alguien desconectó la alarma, o sea hay sospechosos y cómplices. La empresa tenía dos fabricas en España y cuatro fuera, incluyendo una en México y otra en Argentina, con seiscientos trabajadores en España y otros cuatrocientos afuera. El gerente llevaba toda la vida trabajando allí y su yerno ingresó desde que se casó con su hija. Ferrer, al referirse a su suegro, decía que era un tipo duro, y Salom su amigo policía sostenía que despreciaba a todo el mundo. Lo cierto era que la lambonería y el servilismo de Grau hacia Adell contrastaba con el mal trato y la grosería de éste hacia aquel. Constituían una extraña relación sadomasoquista. Además, sus discusiones públicas eran impresionantes y así lo describe su hija a Melchor:

 –¿Quieres decir que eran discusiones violentas?

 –¿Violentas? –Los labios de ella vuelven a alargarse en una tenue sonrisa–. ¡No! Eran   fantásticas. Cuando empecé a ir a esas cenas, de adolescente, yo creía que aquellas discusiones no iban en serio, que mi padre y el señor Grau discutían para divertirse, o más bien para divertirnos a los demás. Y a lo mejor es verdad, pero el caso es que así tomaban siempre las decisiones, discutiendo hasta el agotamiento.

Después de arduas jornadas, pesquisas, interrogatorios, confrontación de huellas, análisis exhaustivos y demás procedimientos policiales, Melchor comprendió el hecho de tener que convivir con la frustración, además logró comprender lo afirmado por el veterano subinspector Barrera cuando lo confrontó:

Mire, hacer justicia es bueno. Para eso nos hicimos policías. Pero lo bueno llevado al extremo se convierte en malo. Eso he aprendido en estos años. Y también otra cosa. Que la justicia no es sólo cuestión de fondo. Sobre todo es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? –Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante–. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Después de múltiples sufrimientos, de grandes decepciones y de inaceptables razones, no lograba dar crédito a que el caso estaba resuelto, su intuición y olfato de policía le hacían percibir que el caso no lo estaba, o que se había resuelto en falso, y eso le creaba un profundo desasosiego, que no compartía con nadie, pues tras tantas frustraciones, es solo un presentimiento. Su persistencia y un golpe de suerte lo llevarán a desentrañar la oculta verdad y la sangrienta venganza, por muchos años maquinada y confesada a él mismo, por su anciano autor, lo cual le plantea un dilema moral que debe enfrentar.

 …es verdad que se tomó la justicia por su mano, pero también que no había otra forma de tomársela; es verdad que no respetó las formas de la justicia, pero también que era imposible hacer justicia respetándolas.

Esta espontanea confesión le hace pensar que su autor busca, no solo su comprensión si no tal vez su absolución, y de repente se encuentra ante dos verdades contradictorias, entre dos razones justas y lo llevan a pensar en el dilema del ¿qué hacer, cuando la justicia no nos hace justicia?

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

 

 

 

 

Ecos del HAY FESTIVAL 2022

El HAY FESTIVAL Cartagena de Indias se constituye en una de las actividades más importantes para la difusión de la cultura como compromiso social. Este año, en razón a la situación sanitaria de nuestro país, se celebró la versión XVII, del veintidós al treinta de enero, en Medellín, Jericó y Cartagena, con una mezcla de actividades presenciales y virtuales, tanto para los expositores, como para los participantes.

Más de un centenar de eventos fueron programados con temáticas tan amplias como: artes y cultura, ciencia y tecnología, conflictos, filosofía, historia, literatura, periodismo, moda, sociedad, economía, y un largo etcétera. Para acceder a lo virtual simplemente se requería la inscripción, gratuita en cada evento; además hasta el catorce de febrero estuvieron disponibles todas las charlas en la página del festival; aunque virtualmente se pierden la espontaneidad, el contacto con el público, los intercambios verbales directos y otros inconmensurables valores, de alguna manera se disfruta. Muchas de las presentaciones pueden verse en Youtube.

Como ha sido costumbre, los protagonistas no solo han sido los invitados sino también los entrevistadores o presentadores, escritores reconocidos o personas, además de vinculadas a la cultura, conocedoras de la temática a analizar. Mi interés de compartir algunas de las inquietudes que me suscitaron varias de las charlas, me lleva a presentar unos planteamientos escuchados, aunque, por el limitado espacio de una columna, se trata solamente de una síntesis para contribuir a la divulgación de esas ideas y animar a que se participe, así sea virtualmente, en estos eventos que constituyen una oferta cultural extraordinaria.

Como mejorar la educación fue el tema abordado por Juan Manuel Restrepo con Moisés Wasserman (Colombia) ex rector de la Universidad Nacional, con estudios de doctorado y posdoctorado en Bioquímica y Microbiología, ha dedicado su vida a la ciencia; y, Claudia Restrepo rectora de EAFIT desde el 2021, con experiencia de 20 años en diseño y gerencia de programas y proyectos de alcance social, especialmente relacionados con educación, cultura, ciudadanía y hábitat.

Se resalta la necesidad de la educación en emociones y en sentimientos, pues es con las emociones con las que generalmente se toman las decisiones, así parezcan muy racionales. Plantea Wasserman que el modelo educativo en Colombia agudiza las desigualdades, en lugar de remediarlas. Que se debe propender con la educación movilidad social, ampliación de los círculos, preparar gente realizada y feliz.

Respecto de las mejoras, se deben lograr cambios tangibles que conlleven capacidad de transformación, pues se está educando en profesiones que probablemente en diez años no existirán; una educación no pensada para la disciplina, sino para el reto, para problematizar. Implica un cambio de paradigma, pensar de manera más adaptativa.

En cuanto a la preparación de jóvenes competitivos en un mundo globalizado, mediado por la tecnología, se debe tener en cuenta que esto implica más que construir competencias, construir potencialidades, tener la capacidad de resolver problemas. La tecnología es parte de la civilización, es un elemento, no es el objeto en sí mismo, ni el único. No se educa en la herramienta, sino en el ser que va a hacer uso de ella. Por ello, en un proceso de aprendizaje, no pueden disgregarse mente, cuerpo y corazón.

Respecto de la pertinencia y, teniendo presente la aceleración de la obsolescencia, la educación debe ser continua para poder tener la habilidad de entender problemas de los cuales inicialmente se sabía poco. Como somos sociales y técnicos, y estamos construyendo cosas para mejorar nuestro bienestar, la educación no debe ser para el trabajo, sino para la vida, y en ella conjugamos: ciencia, técnica y humanismo.

Mauricio García Villegas, doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad Nacional de Colombia, en el Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin y en la Universidad de Grenoble, investigador de Dejusticia y columnista de El Espectador, con Juan Diego Mejía, abordaron el tema Políticas y emociones.

Tomando como referencia su último libro El país de las emociones tristes, nos plantea sobre las emociones que nos opacan: el odio, la venganza, el resentimiento, la envidia, etc. las cuales son universales y conducen a los conflictos, las armas y desencadenan las guerras. El tema no es eliminarlas, pues hay ocasiones en que hay que actuar en consecuencia en situaciones de injusticia, desigualdades e inequidad total, éstas dan lugar a enfrentamientos; en algunos casos la situación de furia y el odio están justificados. Aunque la primera víctima del odio, es el que odia.

Los odios apocan, disminuyen, limitan, son contraproducentes y finalmente no conducen casi a nada. Somos animales emocionales e imaginativos, por lo cual nos formamos ideas no solo de nosotros sino de los demás. La imagen de nosotros y los nuestros siempre será magnificada y la de los demás, será la peor. Como tenemos mente confirmadora, tratamos de confirmar aquello en lo cual ya creemos; no siempre ejercemos nuestra capacidad racional, evaluadora, investigadora, o la utilizamos poco. Estamos con aquellos que repiten lo que pensamos y esos círculos y publicaciones son los que frecuentamos. Lo demás nos parece, si no equivocado, poco válido.

Las relaciones humanas constituyen un juego de espejos, te miro y me formo una imagen de ti, igual lo haces conmigo. Con esa imagen me enojo, porque piensas mal de mí y empezamos a crear castillos en el aire con todas esas imágenes. Tenemos imágenes sobredimensionadas sobre el bien y el mal, exagerando la maldad de los demás y las bondades nuestras. La banalización del mal. Cuántas veces el miedo a la reacción de los demás ante nuestras acciones nos condicionan de tal forma que nos pueden conducir a una parálisis por análisis.

El mundo no es una fatalidad sino la forma como lo vemos. Por eso depende de nuestra voluntad y razonamiento, que las tragedias no lo sean tanto, o para obtener logros o emprender lo que nos proponemos. Casi todas las ideologías están constituidas por una mezcla de verdades y mentiras, pero no todo es relativo; incluso en los planteamientos que menos apreciamos hay ideas interesantes, debemos tener la apertura de análisis y así tendremos menos fricciones y más comprensión.

Santiago Gamboa en conversación con Adriana Cooper abordó el tema de su última novela Colombiano Psycho, en la que muestra la realidad nacional de una manera impresionante y en la cual, en medio de la ficción, se deslizan realidades palpables de violencia y corrupción.

Trata de hacer una reflexión filosófica con claros referentes literarios, y aunque su libro puede considerarse novela negra, tiene mucho de periodismo, no solo en sus personajes, algo como lo que realizó Truman Capote, o Leonardo Padura y Patricia Highsmith. Además, como novedad, incluye el personaje de Santiago Gamboa como escritor para lograr un encuentro entre lector y autor.

Plantea para qué sirve buscar la verdad en Colombia y esto lo convierte en un objetivo, pero quienes investigan acá, asevera, son los periodistas, no la fiscalía, ni los que les corresponde, además la verdad se encuentra y lo decepcionante es que no pasa nada. Mira y remira la complejidad humana, se sorprende de cómo teniendo un país maravilloso con una magnífica biodiversidad, como sociedad somos incapaces de convivir en forma pacífica. Así la literatura se constituye en una de las formas de interrogar el presente, y cada vez que se escribe sobre Colombia casi siempre se termina escribiendo novela negra, por lo conflictivo de la realidad.

Entre los principales problemas del país siempre afloran el narcotráfico, la delincuencia, la guerrilla, etc., pero de lejos la corrupción se presenta como mayor flagelo, pues es un desvío flagrante de los recursos del Estado que dejan de ser utilizados en salud, educación, vivienda, en general prosperidad, tan necesaria. Las últimas estimaciones son del orden de 55 billones anuales de recursos que no se usan en lo que se debería.

Los escritores colombianos, desde diferentes perspectivas, están develando el acontecer social mediante, no solo de la novela, sino del ensayo, la historia y otros géneros. Así van configurando historias en las que confluyen lo real, con lo imaginado, la ficción que a veces parece realidad. Aunque tantas veces sea la realidad la que supere la ficción, lo inimaginable concretado.

En la conversación de Irene Vallejo con Yolanda Reyes, el tema fue su libro ensayo, El infinito en un junco.

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) escritora y doctora en Filología Clásica, recibió el Premio Nacional de Ensayo por su libro, El infinito en un junco (2019), el que fue su tesis de grado, una obra magistral sobre la historia de los libros y la lectura. Abarca más de treinta siglos de recorrido por las distintas tecnologías y métodos de fabricación de los libros, la vida de talleres, bibliotecas y librerías alrededor del mundo, y los secretos, prohibiciones y tradiciones que han rodeado la lectura. Yolanda Reyes (Bucaramanga, 1959) escritora colombiana, dedicada desde muy temprana edad al cultivo de la creación literaria, estudió Ciencias de la Educación en la Universidad Javeriana de Bogotá y amplió sus estudios en España, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

La fluidez de expresión de Irene Vallejo certifica su ardua tarea de escritura. Su elocuencia, sencillez, precisión conceptual y simpatía, hacen que su presentación induzca rápidamente a su lectura. Es una cascada de conceptos expuestos en forma tan simple que cautivan.

Lo increíble es la forma como superó el pánico para empezar a escribir un trabajo tan riguroso como lo es una tesis doctoral y la forma como plasmó toda esa labor de archivos, textos, traducciones y todo tipo de documentos, provenientes de innumerables centros de investigación, bibliotecas, internet, etc., en algo tan atractivo como resultó su libro. Logró que los personajes de la historia llegáramos a ser, a través de esa lectura, nosotros mismos. Que, a Homero, Virgilio, Alejandro, Tolomeo, los monjes, los esclavos, y todos quienes forman la historia del libro, los sintamos muy cercanos.

La magia apareció cuando se preguntó, con su espíritu de investigadora y de narradora, por qué no puede escribirse de una manera tal que constituya un homenaje a la literatura y, además, agradable de leer. Invita a nuestros autores a la mesa para hablar en pie de igualdad, lograr que internet sea Alejandría y su gran biblioteca, teniendo presente que en nuestras bibliotecas conviven, sin conflicto, todas las culturas, religiones, razas y épocas, dándonos la lección de la paz universal.

Muy poética nos comenta sobre las diferentes formas corporales que han servido de soporte a las palabras: el barro, los árboles, la piel, el papel y ahora, la luz (electricidad) en los medios electrónicos; todo esto ha dado luz a los libros, ha transformado los rituales, la manera en que leemos, pues no hemos leído igual en todas las épocas. Así como los bibliotecarios han custodiado los cofres de palabras, la biblioteca tecnológica ha sido contenida en el computador, lo cual nos ha permitido no solo acumular información, sino saber fácilmente en dónde está.

 * Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

 

 

Dos soledades

Le Bonheur, c´est savoir ce que l´on veux et le vouloir passionnément

 Félicien Marceau

 El sueño de la crisálida, es el libro que nos trae la novelista y dramaturga española, Licenciada en Ciencias de la Información, Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), que por su técnica narrativa podría casi tomarse como una autobiografía de una periodista desengañada de su profesión, no se sabe si por ella misma o por quienes no se la soportaban por lo talentosa, y así, en un intento por ajustar las cuentas, devino publicista.

Tiene una vasta producción tanto en narrativa como en dramaturgia en ambos campos, con reconocimientos internacionales. Para citar algunas producciones en la narrativa se tienen: El ingrediente secreto (2006), Mitología de Nueva York (2010), La leyenda de la isla sin voz (2014) y Mujeres que compran flores (2016); ha sido un éxito en España y Latinoamérica, con derechos vendidos a Francia, Italia, Alemania, Noruega, Corea y Bulgaria, entre otros países.

Vanessa Montfort

A partir de un encuentro casual, en un vuelo internacional, entre una ex periodista y actual publicista y una ex monja en busca de su nuevo destino, se va forjando una relación que poco a poco se irá consolidando, pues cada una ayudará a la otra no solo a buscar sosiego, sino a identificar su felicidad, aprendiendo a diferenciar lo importante de lo urgente. En el fondo son muy parecidas, pues hace mucho tiempo no han visto un atardecer, siempre han estado sometidas a intensas labores, a odiosas discriminaciones, maltratos laborales e institucionales y los escasos reconocimientos han sido miserables. Esto y mucho más las identifica y será lo que finalmente las liberará. Se trata de la publicista, Patricia Montmany y la religiosa, a quien se referirá como Greta, y quien la hará reflexionar así:

 Nuestro único y gran cambio vital. Algo en lo que siempre creí, pero a lo que hasta ahora no he sabido dar nombre: la sospecha de que todos los seres humanos tenemos al menos una oportunidad de realizar un cambio de ciento ochenta grados para adquirir nuestra forma más autentica; la ocasión de poner a prueba nuestra gran capacidad de transformación, propia y de nuestro entorno. Y la tenemos, aunque a veces nos creamos incapaces de ejercitarla o de creer en ella.  

Una minuciosa investigación a partir de las conversaciones, documentos y actuaciones de Greta, permitirá a Patricia con el método tradicional del: Qué. Quién. Cuándo. Dónde. Por qué. Cómo, mostrarnos sin fanatismo religioso ni laicismo exacerbado, una oscura realidad de abusos, explotaciones, desmanes, castigos y prohibiciones a los que fue sometida en su comunidad, antes de ser expulsada de la misma, haciéndole perder así no solo su vocación, sino los mejores años de su vida para ser infamemente lanzada al ostracismo, sin contemplaciones. Esto es lo que tratará de documentar y exponer la periodista, para evitar que ocurra a otras personas y así reivindicar a ese ser humillado y ofendido.

Al recorrer esa interesante narración, va apareciendo como trasfondo todo lo que ocurre actualmente con los cambios tecnológicos, su utilización e influencia excesiva en nuestras vidas. Se va configurando un documento que nos cuestiona como sociedad, nuestros deseos, nuestra forma de actuar y sentir y la manera como nos hemos entregado a esa nueva forma omnipresente, que supuestamente representa el progreso, pero que si nos descuidamos nos conducirá  rápidamente a la denominada fatiga digital, que conlleva la sociedad del cansancio, planteada por el filosofo  Byung-Chul Han.

La narración la configuran dos mujeres rebeldes, de raza distinta, nacionalidad híbrida, la una separada de su profesión, la otra divorciada de Dios, una ex monja, otra ex periodista, se necesitan, pero sin saberse el porqué. La una nació el día en que su papá los abandonó, la otra estaba recibiendo un gran premio en su profesión, mientras su padre fallecía. Ambas sentían que ya nada las liberaba del miedo a la muerte y hoy es peor, le han cogido miedo a la vida y  esto las identifica. Hacen un pacto con plazo a un año, para que la una logre publicar su historia y la otra obtenga sus papeles para ingresar de nuevo a la vida. Empieza su relato así:

 –Cuando cumplí la mayoría de edad, ingresé en una orden religiosa. Durante catorce años me he sentido una inadaptada, por muchas razones que son complicadas de explicar–, y a mis treinta y tres años justos, tras un calvario y una crucifixión, bueno… he sido expulsada, enferma y sin ningún recurso económico. Por eso he vuelto a Colombia con mi familia para recuperarme unos meses y ahora regreso a España, donde quiero reconstruir mi vida desde la nada más absoluta.

Hablé con quien no debía hablar, vi lo que no debía ver, cuestioné lo incuestionable, amé a quien no debía amar…

Por su parte Patricia creía firmemente lo afirmado por su padre, con relación a la importancia del trabajo, aunque esto lo hubiera alejado de los momentos familiares más importantes para su hija, quien solo lo reprochó con su silencio. Por eso, cuando lo acompañaba en su lecho de enfermo y se enteró de la adjudicación de un gran premio, decidió ir a recibirlo. La realidad es que yo, digna hija de mi padre, volé hasta aquel acto separándome de su lecho de muerte. A los padres siempre se les hace caso, al menos cuando están moribundos.

Esa premisa la asumió de tal forma que se encontró trabajando en una carrera sin metas, pues cada logro no era suficiente, sin tener tiempo para pensar qué es lo que quería, ni porqué eso, es lo que se quiere, en un sinsentido construido por estar solo concentrada en el presente; se volcaba hacia el trabajo porque era lo único que se puede controlar.  Así su vida laboral se resumía en un plazo que siempre rozaba el límite de lo imposible. No entendía por qué se autoexilió del periodismo en el mundo de la publicidad, pues  ambos tenían la misma velocidad y exigencia, poco reconocimiento, igual frustración y menos pasión; como un sacerdocio sin vocación.

Sabía que el convivir lleva implícito tratar de adaptarse sin éxito a la mediocridad de otros o sufrir su violencia, pues cuando alguien detecta tu diferencia, te acosa para hacerte volver al grupo y diluirte en él. El desafío a la normalidad lo conocía desde el colegio, era el bullying, pero decían era cosas de niños, ahora en el trabajo la intimidación o el acoso, lo denominan mobbing y dicen va con la remuneración. Lo grave es que como cualquier maltrato y hostigamiento sistemáticos, va deteriorando a la persona hasta que destruye sus defensas y su autoestima. Algunos llegan al punto de perder la fortaleza para conducir sus propias vidas que se hunden en la depresión.

Para agregar a su confusión es necesario analizar el medio actual en el que nos movemos e interactuamos, la virtualidad, ya inserta en el trabajo, la educación, la diversión, o sea en nuestra vida. Por eso, el comunicarse en la red, incomunica más, creando la fantasía de que se está comunicado, así tenemos miedo a relacionarnos emocionalmente. Vale la pena reflexionar, ¿por qué preferimos la visión del mundo en diferido mientras la grabamos en un móvil que lo que perciben en directo nuestros sentidos? ¿Por qué sustituimos nuestra voz por los mensajes de un chat sin entonación, expresión ni vida? Lo que ocurre en directo ya no importa. Lo que importa es poseerlo, grabarlo y guardarlo.

Para neutralizar esos estados de inestabilidad emocional, de ansiedad y angustia, debía recurrir a medicamentos que también iban socavándola y conduciéndola a un estado en el cual la autorrealización coincidía con la autodestrucción. Por eso, cuando no se tiene ni tiempo, ni ganas de contemplar un atardecer, es porque estamos perdiendo la emoción de disfrutar lo que ocurre en un determinado momento y que es imposible de sentirse a través de una pantalla. La presencialidad se requiere tanto en el teatro como en la vida, o mejor en el teatro de la vida.

Félicien Marceau, afirmó sobre la felicidad que consiste en saber lo que uno quiere, y desearlo apasionadamente. Por eso se debe ser muy cuidadoso en la elección, para evitar las decepciones cuando se obtenga lo ansiado. Es clave disfrutar el presente, pero soñando en el futuro así este sea incierto, aceptar que no somos perfectos, pero podemos mejorar, que no podemos gustar a todos, que la vida es de contrastes: sufrimientos y alegrías, triunfos y fracasos y que nunca tendremos tiempo para lo importante, si lo dejamos para después.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

Rezagos de infancia

Seres desgraciados que arrastran infancias infelices y que al mismo tiempo y seguramente sin quererlo han desgraciado a otros, o con su carácter o con sus actuaciones, podría decirse que es lo que nos presenta en su último libro la española Rosa Montero quien, con su maestría y capacidad de hacernos reflexionar, nos ofrece en La buena suerte, un caleidoscopio de la naturaleza humana que se balancea entre el bien y el mal.

Rosa Montero (Madrid3 de enero de 1951), es una escritora y periodista quien ingresó en 1969 a la Universidad Complutense de Madrid en donde inició estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras con la intención de estudiar psicología y posteriormente periodismo. En 1970 comenzó a trabajar como periodista en diversos medios informativos, finalmente dejó los estudios de psicología, y luego obtuvo su título de Periodismo en la Escuela Superior de Periodismo de Madrid. En la misma época universitaria colaboró con grupos de teatro independiente. Desde 1976 trabaja de manera exclusiva para el diario El País.

Entre sus novelas podemos citar: Crónica del desamor (1979), Te trataré como a una reina (1973), La hija del caníbal (1997), El corazón del tártaro (2001), La loca de la casa (2003), La ridícula idea de no volver a verte (2013), El peso del corazón (2015), y ahora La buena suerte (2020). Sobre periodismo tiene un libro de antología El arte de la entrevista. 40 años de preguntas y respuestas (2019). Se trata de veintiocho entrevistas a personajes tan diversos como: Doris Lessing, Luis Miguel Dominguín, Santiago Carrillo, Julio Cortázar, Paul McCartney, Claudia Schiffer, Margaret Thatcher, Harrison Ford, etc. De este libro ella misma afirma:

Y el caso es que la lectura de estas conversaciones mantenidas a lo largo del tiempo no    solo dejan entrever las diversas épocas que hemos vivido en los últimos cuarenta años, sino que además me refleja a mí en un segundo plano, como una sombra en un espejo empañado. Ahí estoy, al fondo, envejeciendo.

En su último libro, La buena suerte, nuestro personaje central Pablo Hernando Berrocal, es un prestigioso arquitecto de cincuenta y cuatro años, descrito como el arquitecto de la intensidad, con reconocidos premios internacionales por sus obras en los cinco continentes, y por la exigencia consigo mismo y el perfeccionismo que lo caracteriza, prefiere ser muy selectivo para sus realizaciones, las cuales ejecuta a través de un pequeño gabinete, con otros socios. Su lema de la arquitectura como orfebrería, lo ha ganado porque: Posee un estilo único, depurado, a medio camino entre la vanguardia y el clasicismo, con influencias nórdicas y con un toque siempre sorprendente, conmovedor, inquietante. 

Lo que nadie sabía de ese brillante profesional era la tragedia que tuvo que soportar desde niño, a causa de un padre borracho a quien tenía que recoger y llevarlo a rastras desde un bar de mala muerte y el continuo castigo al que era sometido por su progenitor con una correa con hebilla que le dejaba señales infames (de las cuales alguna explicación buscaba dar a sus compañeros en el colegio), y que luego se aferraba a su cuello y le pedía perdón. Esto incubó en él una furia, una humillación y frustración por no poder matar a su padre. De otro lado, el recuerdo de su madre, también lo lacera: Pablo comprende que vivir con su padre debió de ser muy duro. Seguro que le pegaba. Seguro que la maltrataba. Pablo entiende perfectamente que se fuera, pero no que le dejara a él, con cinco años en manos de ese animal.

En cuanto a su matrimonio con Clara, una colega de la oficina, todo se fue en propósitos de una vida feliz, que no fue capaz de concretar, tal vez, por no saber expresar los sentimientos, ésta, se fue agotando:

 Con los años las parejas se van llenando de pequeñas desilusiones, de divergencias del    proyecto amoroso que creyeron antever en la primera pasión, de fallos propios y ajenos, rendiciones, aceptación acomodaticia de sus egoísmos y su cobardía. Con los años, el otro o la otra cada vez está más cerca en las rutinas pero más lejos en lo esencial… No hay nada que envejezca tan deprisa como el amor mal amado.

Entre encuentros y desencuentros, conflictos y soluciones, competencia e imposición, fue trascurriendo una relación que pudo ser un oasis, pero que convirtieron en un infierno, aunque a los ojos de los demás no traslucía, pues parecían la pareja ideal. Ahora se da cuenta que no supo aprovechar las ocasiones para hablar con ella; tuvo oportunidad de amar y la desperdició. Siempre pensó que tendría tiempo, que el futuro era promisorio y que habría oportunidad de encontrar el rumbo, pero la desgracia los acechaba.

 Pero, al enviudar, el mundo se desmoronó y se marchitó. No sólo había perdido a la mujer más importante de su vida, sino que además había desperdiciado el tiempo sin aprender a amarla. Se sintió viejo, mutilado, fracasado, culpable. Creyó que la muerte de Clara sería el mayor dolor que podría experimentar en toda su existencia. Y también en eso se equivocó.

Y en cuanto a su hijo, (tenía doce cuando Clara falleció) ahora con veinte años, de alguna manera él se fue con ella, pues también lo perdió. Nunca pudo relacionarse con él. Creció bastante solo, acompañado de psiquiatras, tutores, profesores de apoyo y todo lo que pudo proporcionarle, menos su presencia y su necesaria compañía, se dedicó a su trabajo y sus viajes, mientras su hijo se comenzó a relacionar muy mal. Comenzó a los quince años, con un grupo de fanáticos futboleros que agredían a los del otro equipo; en una gresca a uno de ellos lo cosieron a puñaladas y a otro lo dejaron en una silla de ruedas. A los dieciocho años le mostró una solicitud para cambio de apellido y así empezó a usar el de su mamá. Como líder de un grupo neonazi, Despertares, quemaron vivos a dos mendigos. A los tres meses de detenido logró fugarse en un traslado de juzgados. En esa misma época fue la última vez que lo vio, ya se había ido de la casa y una noche entró a sacarse un cuadro; al verlo, desconcertado, no midió el alcance de ese acto.

Cuando Marcos le golpeó duro en la cara y el estomago, Pablo se dejó pegar sin hacer    nada, pero no por elección, sino porque no había sido capaz de resolver el conflicto de  sus emociones antes de que su hijo lo atizara. No consiguió si decidirse entre besar a su hijo o darle un puñetazo.

En medio de todo ese raudal de emociones, Pablo decide abandonar su vida y buscar una nueva, como si solo se tratara de cambiar de camiseta, pero resulta que esos cambios no son tan simples. Se puede cambiar de ciudad, de oficio, de relacionados, etc., pero el pasado es algo que siempre llevaremos a cuestas, no solo nuestra formación, gustos, manías, fobias, temores, y todos los otros sentimientos que han configurado nuestro ser.

Pretendiendo sobre todo alejarse de su hijo y todo lo que esto representaba, se instaló en un asqueroso apartamento, al lado de la estación del tren, en Pozo-negro un pueblo que cuando era minero tuvo nueve mil seiscientos habitantes y ahora solamente quedaban unos mil trescientos, en un entorno mugriento y con un ruido infernal, que produce el paso del tren diecisiete veces diarias, de las 7:45 de la mañana a las 23:40 de la noche. ¡Qué patetismo! A él que le gustaba cierta imperfección: El vibrante atractivo de lo inesperado. El desasosiego de lo que no respeta la simetría… siempre y cuando ese desasosiego resulte hermoso… El amor por la imperfección es su punto de fuga, su rescate. Hasta que comienza a reaccionar, pero ¿ya, no será tarde?

Al tratar de adaptarse a su nueva vida, comienza a darse cuenta de que vivir en esas condiciones lo lleva rápidamente al desorden, al abandono, a la suciedad y lo peor a acostumbrarse a ello, una persona tan pulcra y delicada en sus maneras. Creemos lo salvara una vecina de treinta y nueve años, Reluca, quien es todo un personaje, con un pasado muy triste pues fue abandonada desde que era un bebe, recogida y criada en un orfanato, a los dieciocho lanzada de nuevo a la calle, luego tuvo un episodio en una clínica mental, y con el tiempo conoció a un drogata, que en una de sus trabas, conduciendo alocadamente, se accidentaron y ella perdió un ojo. A pesar de todo, afirmó: ¡Qué suerte! Yo es que siempre he tenido muy buena suerte, ¿sabes? Y menos mal que soy así de afortunada, porque, si no, con la vida que he tenido, no sé que hubiera sido de mí. 

Pablo ha logrado alejarse de su medio, escondiéndose en esa pocilga, estableciendo nuevas relaciones y evitando contactos con su otro mundo, pero los remordimientos, los complejos de culpa y los temores que le suscitan la sombra de su hijo, lo siguen persiguiendo. ¿Encontrará  refugio en Reluca?

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

La zozobra instaurada

En marzo del 2007 empezó a circular el libro Los ejércitos, obra de Evelio Rosero (Bogotá 1958) ganadora del II Premio Tusquets Editores de Novela, con el cual se hizo conocer internacionalmente a través de las traducciones a siete idiomas; igualmente en 2009, en el Reino Unido, alcanzó el reconocido Independent Foreign Fiction Prize. La mayor parte de su infancia estuvo en Pasto y ya adolescente regresó a Bogotá a continuar sus estudios de primaria y secundaria en colegios católicos y en la Universidad Externado de Colombia su carrera de Comunicación Social y Periodismo.

En su libro narra descarnadamente la suerte de los habitantes de un pueblo al sur del país, San José, aunque el nombre pude ser genérico, ya que la situación es similar en muchos de ellos. Allí en medio de una pretendida calma bucólica, habitan Ismael Pasos de setenta años y Otilia del Sagrario Aldana de sesenta, ambos educadores, quienes a los veinte años se casaron y tuvieron una hija María, casada y quien vive en Popayán. También están Hortensia Galindo y Marcos Saldarriaga, gamonal del pueblo y quien tiene como amante pública a Gloria Dorado. Vecinos de Ismael viven Eusebio Almeida, el brasilero, su exuberante mujer Geraldina, quien se broncea desnuda en su patio y mantiene al pobre vecino excitado cada vez que, pretendiendo coger naranjas, se sube al árbol que linda con ambas casas.

Completan el relato el padre Albornoz, Chepe el tendero, el médico Orduz, el alcalde, los policías, y otros tenebrosos personajes que conforman los ejércitos que han ido arrasando el pueblo, desplazando las familias, o acabando con ellas por medio de los secuestros, los asaltos y las emboscadas.

La gente trata de vivir en calma en medio de tanta zozobra, algunas veces negando lo evidente, otras engañándose a sí mismos, de que eso les pasa es a los demás y por alguna desconocida razón, tratando de justificar lo inadmisible de la situación. Ismael recuerda que cuando tenía veinte años soñaba con habitar una de las casas rurales, pero ahora…

Nadie las habita, hoy, son muy pocas las habitadas; no hace más de dos años había cerca de noventa familias, y con la presencia de la guerra –el narcotráfico y el ejército, guerrilla y paramilitares—solo permanecen unas dieciséis. Muchos murieron, los más debieron marcharse por fuerza: de aquí en adelante quien sabe cuántas familias irán a quedar, ¿quedaremos nosotros?, aparto mis ojos del paisaje, porque por primera vez no lo soporto, ha cambiado todo, hoy –pero no como se debe–, digo yo, maldita sea.  

Las envidias, los comentarios desobligantes, las intrigas entre los lugareños propiciaron la instauración de la violencia, pues unos creían que los otros eran informantes y a su vez los demás creían que había no solo simpatizantes, sino auxiliadores de esas oscuras fuerzas. Como tantas veces ha ocurrido, la guerrilla les deja a los campesinos propaganda para repartir y a ellos les toca recibirla y luego enterrarla, pues si la queman despiertan sospechas. Y así cada cual tiene su relato.

Hace dos años hubo un atentado en el cual dinamitaron la iglesia con feligreses y todo, además de otros destrozos en el pueblo. Hace cuatro se llevaron a Marcos Saldarriaga, quien creyó blindarse con su simpatía con los ejércitos y su displicencia con sus coterráneos, además de que se rumoraba que el había sido artífice de la muerte de Adelaida López candidata a la alcaldía, mujer emprendedora y diáfana, a quien fuerzas extrañas sacaron de su casa con su marido y a garrote la asesinaron,  mientras su esposo en el piso era encañonado; también mataron a su hija de trece años.

Todos estos hechos hicieron de Marcos Saldarriaga el hombre invulnerable de San José, porque parecía entenderse con la guerrilla, los paramilitares, los militares, los     narcotraficantes. Eso explicaba el origen de su dinero, que debía tener múltiples orígenes: colaboró con grandes sumas en las actividades humanitarias del padre Albornoz, entregó millones al alcalde, para obras de beneficencia…

Ahora han vuelto, se llevaron al brasilero, su hijo de doce años y la niña de igual edad, quien les colaboraba en los servicios domésticos y a quien hace dos años le mataron a sus padres. Están pidiendo un rescate exorbitante y la pobre Geraldina está desesperada. Está desaparecida Otilia la esposa de Ismael y nadie da razón de ella, este la busca infructuosamente. La gente está huyendo despavorida, pero él se queda porque sabe que si se va, cuando aparezca su mujer, no sabrá en donde encontrarlo.

Apenas hasta ahora descubrimos que las calles van siendo invadidas por lentas figuras    silenciosas, que emergen borrosas del último horizonte de las esquinas, asoman aquí, allá, casi indolentes, se esfuman a veces y reaparecen, numerosas, desde las orillas del acantilado.

Andan con lista en mano indagando por nombres que les han insinuado, o han escuchado, aunque otros saben que la lista es solo un papel en blanco que van llenando con los que van cogiendo y sin fórmula de juicio ejecutando, esa es la consigna. Las violaciones también forman parte del botín y se ensañan en las mujeres bellas como Geraldina que les sirve aun muerta, a un pelotón de desadaptados.

Lo más irónico es que por la lejanía del pueblo y por lo miserable de su población, su suerte no parece interesar a las autoridades centrales, que desconocen o pretenden ignorar la situación, tal vez para no despertar zozobra, y lo triste es que los mismos pobladores se enteran de ello y sufren su indolencia por la incapacidad de defenderse.

Si vemos menos soldados, de eso no se nos informa de manera oficial; la única declaración de las autoridades es que todo está bajo control; lo oímos en los noticieros – en las pequeñas radios de pila, porque seguimos sin electricidad–, lo leemos en los periódicos atrasados, el presidente afirma que aquí no pasa nada, ni aquí ni en el país hay guerra: según él Otilia no ha desaparecido, y Mauricio Rey, el médico Orduz, Sultana y Fanny la portera y tantos otros de este pueblo murieron de viejos, y vuelvo a reír…

Se puede apreciar cómo la complicidad de unos, la complacencia de otros, la indiferencia de muchos y la falta de presencia efectiva del Estado y su autoridad, propician el caos que empieza poco a poco a envolver en su torbellino de maldad a ese territorio de paz como lo denominan sus habitantes, territorio que puede ser cualquier parte urbana o rural del país, en donde el desplazamiento pareciera ser la única salida, lo cual además despeja el terreno para la consolidación del mal.

La terquedad de algunos que tienen la esperanza de que la situación puede revertirse, constituirá a no dudarlo en su decisión de no abandonar lo suyo, que tanto trabajo les ha costado, su perdición, pues lo que los otros buscan es no tener ningún tipo de oposición a su saqueo sistemático, ellos necesitan apoyarse en los débiles y les estorban las voces disonantes.

Vale la pena al respecto, tener en cuenta lo afirmado por Bertolt Brecht:

Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde.

Tal vez lo que encontramos en la narración es lo que creemos que ocurre, o sea, situaciones conflictivas, pero llevaderas, pues aun no han tocado a nuestras puertas para requerirnos, o en el mejor de los casos, que es algo excepcional, pero la realidad en este caso, la violencia desatada, supera con creces la ficción. Es tan duro contemplar a veces la realidad que preferimos creer que ésta es ficción.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

 

Terrores nocturnos

El pasado diecisiete de septiembre del 2021 a las seis de la tarde, en el Auditorio Olimpia del Teatro Los Fundadores, fue la presentación del libro Lo que la noche nos dejó de nuestro joven escritor Juan Grajales (Manizales, 1998). Su carrera literaria inició muy temprano tanto como lector y escritor, pues sus primeros cuentos fueron publicados a los trece años. A su primera novela Falsville, escrita a los quince años, siguió La cuarta bestia, noviembre 2016, en la cual, a la manera de los grandes novelistas de esta ciudad, como Eduardo García Aguilar con su Tierra de leones, Octavio Escobar Giraldo con Después y antes de Dios y Orlando Mejía Rivera con su Recordando a Bosé, también abordó nuestra querida Manizales, pero de una manera apocalíptica.

En su tercera novela en 2019 PINOS, nos ofrece un relato que no puede encasillarse fácilmente como novela policiaca, negra, drama u otro calificativo, pues fundamentalmente es un análisis de la conducta humana, en donde muestra los opuestos entre la bondad y la maldad, pero de una manera desgarradora, como él ya nos ha mostrado que lo sabe hacer.

Para su penúltimo libro, la Gobernación de Caldas en 2019 por medio de su Secretaria de Cultura y la Red Departamental de Bibliotecas Públicas, con el fin de apoyar a nuestros autores, y para que los pasajeros aéreos tengan acceso gratuito a unas lecturas que permitan distraer las esperas, y disfrutar con nuestros escritores, tuvo la idea de publicar una colección que denominó Libros al AIRE. Lecturas para viajeros, en la cual lo incluyeron.

En este nuevo libro, La luna en un suspiro, vemos como un sueño puede desencadenar otra realidad, y su despertar ser tan comprometedor, como alucinador, pues nos puede conducir a realizarlo, esto le sucedió al personaje de El día de mi muerte, un empleado normal de una empresa común y corriente, viviendo con una novia protectora y segura de sí misma, pero a veces con poco tiempo para atender las angustias de este hombre. Su sueño lo desubicó.

Ahora, nos convoca Lo que la noche nos dejó, en ciento sesenta páginas nos presenta quince relatos, que no pocas veces nos quitan la respiración, por lo tenebroso de las historias, o por la belleza de la descripción de la relación entre las personas, u otras veces por lo inesperado del final; siempre con unos claroscuros que hacen verosímil las situaciones narradas y nos sobrecogen por su crudeza.

En Prisa en el camino, vemos la descripción de la tensión a que está sometida una conductora por el miedo a quedarse varada, en medio de la tempestad y en un atajo de una carretera desolada. Su desespero se nota en la compulsiva fumadera y la angustia de ver que en un tramo que le dijeron era solo una recta y un atajo no muy largo, antes de la carretera principal, cada cierto tiempo que ella avanza, encuentra: el paradero, la farola, el teléfono y la señal de límite de velocidad.

Es interesante en una juiciosa lectura, hallar elementos o situaciones de unas historias en otras, y como se ha discutido en el arte, la dicotomía entre elaborar una pintura o lograr describirla con precisión, como lo han sido La meninas de Velásquez y lo dicho al respecto por Michel Foucault, o Los zapatos viejos de Van Gogh y la interpretación de Heidegger, claros ejemplos de la palabra pintada y la pintura escrita. Aquí también aparece el tema del lienzo y la hoja en blanco, cuando se afirma en Autorretrato: Y es que de repente sentí que ya lo había pintado todo, que ya no quedaban más paisajes, más memorias, más fachadas, más sueños ni más emociones que no hubiese plasmado ya.

En El último cuento, notamos la fatiga que acomete al escritor frente a la página en blanco y el juzgamiento que él mismo ha de hacer de su creación, y así lo describe:

No podía permitirse escribir basura, no esta vez, no ahora. Lo intentó otra vez, ahora iba  un poco mejor, de vez en cuando reemplazaba unas palabras por otras, borraba párrafos enteros, repetía líneas de mil formas, hasta que se oyeran bien en su cabeza.

El escrito debía quedar muy bien pues ese relato era un regalo de despedida que hizo que sus ojos llovieran más que el torrencial aguacero de ese momento.

El amor conyugal que con el tiempo se convierte en comunión y apoyo mutuo imprescindible, claramente aparece en El adiós de doña Irene y queda bellamente descrito así:

A don Jerónimo siguió vigilándolo con ojos ya no horrorizados, ya no devastados, sino    amorosos. Eso era todo lo que sentía: amor. Amor de pérdida, amor de duelo, pero amor a fin de cuentas. Así pues, supo que había cumplido la promesa ante el párroco: amaría a su esposo hasta más allá de la muerte.

Luego, en una larga y escabrosa narración, plena de detalles, aparece la naturaleza cobrándole al hombre su despiadada incursión y aunque las víctimas sean solo unos técnicos bien calificados, que aunque no estuvieran de acuerdo con esa violación, el desempleo profesional no les dejaba alternativa que trabajar para invadir esa Reserva forestal.

En medio de una torrencial noche, una arquitecta y un ingeniero, atrapados por la tempestad, la oscuridad y sobre todo el miedo, se ven atacados implacablemente por la furia de la naturaleza, que primero en forma de rama le perforó la pierna a ella y luego de una sangrienta intervención con un cuchillo, el ingeniero logró extraerle el pedazo de madera y sellarle la salida de sangre con un torniquete, pero las complicaciones se acentúan:

Revisó la pierna de la arquitecta.la piel estaba pálida y verdosa, en las zonas cercanas al torniquete parecía estar creciendo algo verde entre la sangre negra, como una especie de musgo que entraba o salía directamente del cuerpo. La piel también estaba pálida… quizá también algo verdosa. 

De una manera un poco sarcástica, obviamente para despistar al lector, en Primer día de trabajo, se hace la descripción del ingreso de alguien a un sanatorio y la recepción de la que es objeto:

–¡Hola!, usted debe ser… — dijo la sonriente recepcionista, una chica joven de mejillas  coloridas y ojos brillantes.

–Sí, el nuevo psiquiatra –respondió mientras se despedía de los hombres que lo habían traído al edificio y luego cerraba la puerta.

Una serie de diálogos de doble sentido nos irán ubicando en la cruda realidad, construyendo una genial descripción.

En varios relatos encontramos la tensión por algunas dudas y temores del escritor frente a su composición, sobre si ésta es de calidad o le falta más esfuerzo o tema para su concreción. Describe la lucha infatigable por lograr que lo imaginado por el escritor, lo disfrute plenamente el lector, es por tanto una objetividad en la subjetividad. ¡Que siga la creación!

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas

 

 

Acuerdos y contradicciones

Una de las nuevas voces en la literatura colombiana, que irrumpe cada vez con más ímpetu, es la de Pilar Quintana (Cali, 1972), quien en la Universidad Javeriana de Bogotá estudió Comunicación Social. Ha trabajado como libretista de televisión y redactora de textos publicitarios. A mediados del 2000 salió a viajar por el mundo y regresó a los tres años para radicarse con su pareja en el Pacífico colombiano, en Juanchaco, en donde estuvo por nueve años en medio de la selva y el mar. De allí salió La perra (Random House, 2017), una de sus creaciones que la ubicaron en la mira de los apreciadores de la literatura. Ha sido traducida al inglés, danés, holandés, italiano, alemán, griego, hebreo, francés, portugués e islandés.

Como reconocimiento a su trabajo, además de haber recibido IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, fue finalista en la categoría de novela traducida de los National Book Awards (prestigioso premio que desde 1950 ha sido ganado por escritores tan connotados como William Faulkner, Pillip Roth y Cormac McCarty).

En 1964 fue fundada en España, por Camilo José Celá, la editorial Alfaguara y al año siguiente establecieron el Premio Alfaguara de Novela. Este premio ha sido entregado a varios escritores colombianos como Laura Restrepo con su obra Delirio en el 2004, Juan Gabriel Vásquez con El ruido de las cosas al caer en el 2011, Jorge Franco con El mundo de afuera en el 2014. Y ahora, después de seleccionar entre 2.428 manuscritos de los cuales había 1.293 de España, 419 de Argentina, 259 de México, 187 de Colombia, 88 de Perú, 74 de Estados Unidos, 73 de Chile y 35 de Uruguay, presentados a la XXIV edición, el 21 de enero de este año fue escogida la obra de la colombiana Pilar Quintana, Los abismos.

En ella se recrea el medio burgués de Cali en los años 1982, 1983 vistos y narrados por Claudia, una niña de ocho años, hija única cuyo padre trabaja en un supermercado que con su hermana heredaron de su papá. Claudia su mamá, ahora de veintiocho y menor veintiún años que Jorge, su marido, es ama de casa de las de la época en que lo fundamental era ser madre, atender al esposo y hacer que la casa funcionara. Ella, en su momento, quiso ir a la universidad y estudiar Derecho, pero al planteárselo a su padre, según contó a su hija, esto sucedió, (dicho por la niña):

 A mi abuelo se le brotaron las venas de la garganta y con su voz más gruesa le dijo que   lo que hacían las señoritas decentes era casarse y que cuál universidad ni Derecho ni que ocho cuartos. La voz terrible retumbando como por un megáfono casi la oí, mientras mi mamá, chiquitica, retrocedía.

La niña no se sabe si fue fruto de una maternidad elegida o de un destino impuesto. Por su madre se enteró que no quería ser como su abuela que no permanecía en casa y, además, alguna vez que le preguntaron porque no había tenido más hijos, había respondido –Ay, mija—, si hubiese podido evitarlo, tampoco habría tenido a esta.   

Pero el karma continuó, pues en una conversación de la niña con su mamá, al preguntarle que si de casada no pensó en ir a la universidad, le respondió que sí, que le hubiera gustado, y al inquirirle el porqué de no haberlo hecho, contestó:

–Porque naciste vos.
–¿Por qué no tu tuviste más hijos?
–¿Otro embarazo? ¿Otro parto? ¿Un bebé llorando? Uy, no. A mí déjenme tranquila. Además con vos ya se me dañó el cuerpo más que suficiente.
–¿Si hubieras podido evitarlo no me habrías tenido?
Se detuvo y me miró.
–Ay, Claudia, yo no soy como mi mamá.

La niña mantenía una conversación abierta con su madre (a pesar de que su papá y su tía decían que ella le daba demasiada información), quien permanecía mucho tiempo en casa y ocupaba buena parte de su tiempo con las revistas de farándula y sobre la vida de los famosos. Así se enteró de los suicidios de la actriz Natalie Wood, de la princesa Grace de Mónaco, de la cantante y baterista Karen Carpenter, todas aparentemente felices, pero que en el fondo tenían unas vidas miserables. Estas contradicciones eran muy difíciles de asimilar para una niña de su edad.

Toda esa carga emocional empezó a compartirla con Paulina la muñeca que le trajo de su viaje de bodas por Europa, su tía Amelia. Ella, cincuentona se acababa de casar con Gonzalo de treinta y dependiente de un almacén de artículos para hombre. Resultó no solo un vividor, sino un Casanova quien irrumpió en donde no debía, desestabilizando un hogar que parecía solidificado. Lo más triste de esa aventura fue el que la niña, aun sin entenderlo, fuera testigo de la misma y luego, de la pelea tan tremenda entre sus padres, una noche en que creía que había una tempestad y despertó bruscamente.

La tempestad era en el cuarto de mis papás. Era la voz de mi papá. Una voz que le salía de adentro, no de su garganta sino de su barriga, como cuando antes de temblar la tierra ruge. La voz de mi mamá, una hebra delgadita, se percibía en los pequeños espacios que él dejaba. No se entendía lo que decían. Únicamente los gritos y la vibración. Únicamente la furia. Ella alzó la voz y, por una vez, la escuché con claridad.
–Pues nos separamos
Y él:
–¡Te voy a dejar en la calle como a él!

Todo este cúmulo de acontecimientos, aunado a la depresión (disfrazada de rinitis) en que entró su mamá quien ya no tenía interés en sus revistas, permanecía en la cama de día, comenzó a tomar licor cada vez mas asiduamente y sola. Por su parte, la incómoda indagación que le hacia su padre sobre la relación de Gonzalo con su mamá, y otras veces entrando en un mutismo difícil de hacérselo romper, luego se enteró del suicidio de una pariente cercana, los conflictos emocionales de sus padres, etc. Esto fue configurando sus abismos, que eran las ausencias, sus temores, sus miedos, sus angustias: pensar en que su mamá no quisiera vivir más, que su papá las abandonara o tuviera un accidente en el carro, que su muñeca desapareciera, en fin, un caos que la perturbó de tal manera que ni sus padres lograron comprenderla. Además de que ya no estaba Paulina su muñeca, a quien siempre tenía a la mano para no sentirse sola: en su cuarto, en el estudio, en el comedor y aun en la pieza de su madre.

En medio de todas esas vicisitudes aparecen oasis de ternura, como cuando su mamá después de admitir que no ha sido la mejor mamá, le confiesa:

–Cuando la tristeza se me mete en el cuerpo yo trato de hacer que se vaya, te lo juro.
Era una silueta en la oscuridad y no le alcancé a ver la expresión.
–Vos sos lo más importante para mí, Claudia. Aunque a veces la tristeza me gane, vos sos lo único importante de verdad. ¿Lo sabes?
Seguí callada.
–Te prometo que voy a hacer mi mejor esfuerzo, que voy a pelear más duro y voy a dejar que me vuelva a ganar.
Me salió una lágrima silenciosa. Yo estaba quieta y no creo que ella se diera cuenta.

La cotidianidad, la convivencia, las relaciones con los otros, el trabajo, el estudio, la diversión, los juegos, los paseos, las fiestas, las peleas, las discriminaciones sociales, todo este abanico de situaciones aparece muy bien retratado y así se refiera a una sociedad de hace unos cuarenta años, ha sido más bien poco lo que se ha cambiado. Esta radiografía local y constante en el tiempo puede considerarse también universal y tener plena validez hoy en día. Esas son las relaciones entre los seres humanos, llenas de sorpresas, encuentros y desencuentros.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.